Una libra de chocolate
Hicimos un alto en el pueblecito de Sonador, en plena Sierra Maestra y, como la tropa estaba sin comida, Fidel ordenó al comandante Universo Sánchez que fuese a la bodeguita y comprara cuanto pudiese. Además de los alimentos, Universo adquirió cervezas, tabacos, cigarros y fósforos que repartió de inmediato entre los guerrilleros.
Como yo no bebo ni fumo, le dije: «Cómprame una libra de chocolate». Me la trajo y la guardé en mi mochila. Me serviría de tentempié durante las largas caminatas por las montañas a las que todavía no me había habituado. A la mañana siguiente se armó la grande cuando se fue a distribuir la comida comprada. Fidel no estaba incómodo, estaba colérico, echaba chispas. Vociferaba: «Ya estoy cansado de que hagan eso. Aquí se sabe que todo se reparte equitativamente. Nadie puede separar nada para su consumo particular».
Me di por aludido y le dije a Universo: «Voy a verlo». Me respondió que no fuera, que no era conmigo el disgusto. Y le respondí: «Sí, es conmigo, en mi mochila está la barra de chocolate». Reiteró que no debía darme por aludido, pero ante mi insistencia repuso: «Allá tú si vas, Fidel está ahora que si lo pinchan, no echa sangre».
Me acerqué al Comandante en Jefe y le expliqué: «Fidel, acabo de oír lo que has dicho. Mira, vengo a devolverte esta libra de chocolate. Mi poco tiempo en la Sierra me hizo cometer esta falla. Como los demás compañeros tomaron cerveza y compraron tabacos, cigarros y fósforos, yo pensé que podía tener el chocolate, en vista que no bebo ni fumo. Te pido que me excuses la falta».
Dije todo eso de un tirón, con el mayor respeto. El Comandante me impidió continuar. Me abrazó y me dijo: «Doctor, no me digas eso. Usted no puede darse por aludido. Tenga la seguridad de que no lo he dicho por usted. En todo caso, quien tiene que pedir excusas soy yo. No quiero que se sienta disgustado en la Sierra. Usted es una de las personas a quien más yo considero aquí. Fíjese si le digo que no me refería a usted que tenía preparadas estas dos barras de chocolate para mandárselas
Es lógico que si usted no bebe ni fuma, al menos coma un poco de chocolate». (1)
1- Tomado del libro Un médico en la Sierra, de la autoría del propio doctor Julio Martínez Páez. La Habana, Editorial Gente Nueva, 1990, pp. 77-78.