Fidel en la poesía del pueblo
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Desde los tiempos antiguos, los héroes son inspiradores de poemas, —tan extensos e intensos como inmensas han sido sus hazañas—. Les cantan los poetas más famosos y también les cantan los pueblos. A Fidel, el nuestro, el héroe de la Revolución, el líder, el cubano que convirtió lo imposible en posible acompañado de un pueblo que cautivó con valentía y convicciones, también escribieron muchos versos. Así vemos el Canto a Fidel, de Carilda Oliver Labra; o la Marcha triunfal del Ejército Rebelde, de Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí; y de tantos poetas nuestros y del mundo conmovidos ante la figura de un ser humano excepcional y a la vez tan sencillo.
Y justamente de esa poesía anónima de la masa, de aquellos que no fueron bardos conocidos o reconocidos, pero sí humildes hacedores de su propia historia, y sensibles ante la grandeza de Fidel, son algunos versos que compartimos este enero, cuando los primeros 65 años de nuestra Revolución son motivo de nuevos poemas. Son muchos, los hay escritos en plena guerra, por gente de la sierra o del llano, que vieron en la figura del guerrillero barbudo la esperanza. Deben haber llegado hasta él de manos de los guías, de otros campesinos, por intrincados caminos de las montañas que cobijaban su leyenda.
¡El indómito Fidel!
¡Corpulento como un roble!
¡Tan lleno de fe y tan noble!
¿Cuál otro fue como él?
(…)
Y su palabra cumplió
cual Hidalgo Caballero
y, un día, allá por Niquero
a nuestra Cuba arribó
con un reducido grupo
de valientes mocetones;
valientes como leones
y, junto con ellos, supo
desafiar al Tiranuelo
rapaz, ignorante y bruto
que quiso ser absoluto
dueño de Cuba y su suelo.
Y hoy, nuestro Gran Fidel,
en la Sierra, victorioso
luce feliz y orgulloso
de nuestra Cuba y la de él.
(…)
En este diciembre dos
conmemoramos tu arribo
feliz, glorioso y altivo
a esta tierra de Dios.
¡Que Jesús, nuestro Señor,
ilumine tu camino
para que pronto el destino
te proclame Triunfador!
Este poema sin autor, fechado el 2 de diciembre de 1957 en una hoja mecanografiada en los fondos documentales de nuestra Oficina, lleva como título Para Fidel Castro (Luz y verdad). Sus versos encierran toda la admiración y esperanza que a solo un año del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, inspiraba Fidel en el pueblo. En diciembre de 1957 ya eran una certeza los triunfos del Ejército Revolucionario del Movimiento 26 de Julio en la Sierra Maestra. Ya se había combatido en La Plata, Uvero, el Hombrito, Pino del Agua; ya estaba resistiendo la fuerza rebelde los bombardeos de la tiranía, haciendo fracasar los planes militares el Estado Mayor del Ejército Nacional que respondía a las órdenes del dictador Fulgencio Batista; ya no se trataba de «forajidos» sino de un grupo guerrillero que tenía victorias y se consolidaba en una guerra irregular para la cual no estaban preparados los batistianos. El mundo entero sabía desde febrero de ese año que Fidel estaba vivo y peleando; y desde mayo de ese mismo 1957, las imágenes filmadas en abril por Wendell Hoffman y la entrevista de Robert Taber habían llevado a los televidentes de la CBS la vida en campaña de los rebeldes.
La leyenda del jefe de los barbudos en el año 1957 también llegó a dos pequeñas de Niquero, Matilde de la Guardia y Chela de la Guardia, de 9 y 11 años, respectivamente, que estudiaban en la Escuela Pública Superior de la zona. Ellas, sobre los versos del Himno Invasor, de Enrique Loynaz del Castillo, escribieron una versión llamada Himno a Fidel, en la cual comenzaban diciendo: A las Sierras rebeldes, cubanos, / Fidel Castro nos llama al deber. Tal era la admiración entre los pobladores de la zona, que hasta los niños estaban motivados, inspirados e impulsados por la batalla que en la Sierra se libraba.
La poesía había sido incluso el medio por el cual algunos campesinos aprovechaban para transmitirle al líder inquietudes o inconformidades a veces con situaciones determinadas, como el caso de uno de ellos que termina una larga carta en décima, con el verbo y el humor montuno, diciéndole: hasta este momento/ no he recibido vacas/ de las que da el Movimiento.
El pueblo lo identifica de inmediato como un salvador, como héroe esperado que viene a librarlos de generaciones de penurias. La filiación del heroísmo de Fidel con la causa de los oprimidos cada vez estaba más clara para todos. Por eso desde allí, el apoyo a la Revolución fue creciendo durante el año 1957 hasta ser más sólido en el decisivo 1958. Del 20 de octubre de ese año, precisamente, son las décimas del campesino Juan García, quien firma como «el poeta de las flores», al eminente patriota Dr. Fidel Castro Ruz. A continuación, compartimos una de las 14 décimas escritas por este poeta del pueblo.
Miro de Cuba el espacio
y digo henchido de horrores
cómo ha causado dolores
el monstruo que está en Palacio.
Mas luego miro despacio
hacia la Sierra Maestra
que al amplio horizonte nos muestra
y digo con esperanza:
¡Avanza, Fidel! ¡Avanza,
que ya la victoria es nuestra!
Y avizoraba bien el Poeta de las flores, pues el Comandante en Jefe avanzó, y la liberación de ciudades y poblados en su campaña victoriosa rumbo a la rendición de Santiago de Cuba fue la prueba de ello. El pueblo era consciente ya de su inmensa fuerza y se sabía invencible, por eso el apoyo logístico, moral y en el combate al Ejército Rebelde y a su líder máximo. A menos de tres meses de sus versos, la victoria fue nuestra.
Esa linda palomita
De blancura inmaculada
Que en sus hombros se apoyaba
Fue una grata visita.
Así le envió el 9 de enero a Fidel, Clemencia Barrinaga de Martínez, una cubana también impresionada por el momento en que la mítica paloma blanca se posó sobre el hombro del líder guerrillero en una noche de palabras memorables, emociones inmensas y anuncio de nuevos combates.
Por eso Fidel es de todos pero, sobre todo, de los humildes por los que luchó; de los humildes que en él colocaron su inspiración y que le celebraron cada día más por cumplesueños que por cumpleaños, como escribiera el Indio Naborí. Por eso nuestro héroe, el ser humano extraordinario que peleaba contra los casquitos y también conversaba con los niños de la Sierra, hizo una Revolución lindísima, verso a verso, acompañado por la poesía del pueblo.