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El pueblo, protector y artífice de su Revolución

Una Revolución no nace, no crece y no vive si no es hecha por el pueblo, si no tiene su apoyo incondicional, si no cuenta con su confianza y con la decisión irrenunciable de morir por ella si fuera necesario.
No todos los procesos sociales tienen ese privilegio. Aunque en sus esencias pueden abrigar hermosas y humanas motivaciones, sin el concurso popular pleno no hay triunfo posible.
 
Pero la Revolución Cubana se sabe poseedora de una fidelidad que descansa en la herencia patriótica, en la continuidad, en el más profundo sentido de pertenencia.
 
Ese fundamento lo ha escrito la historia. Incontables son los momentos en los que este pueblo ha elegido el lado de su obra social, del proyecto que nació de criollas y mambisas entrañas, hasta crecer entre sueños verde olivo.
 
Fue el paso de la Caravana de la Libertad el primer atisbo de la oleada popular que abrazaría, ya por siempre, al sol de Fidel Castro, como lo definió el poeta. Millones de hombres, mujeres y niños salieron a las calles a saludar a sus héroes, a los protagonistas de la nueva era, a los barbudos que, a fuerza de ejemplo, se hicieron merecedores de esa confianza.
 
En aquellos días gloriosos se firmó un pacto simbólico que jamás sería roto, uno que habla de la más absoluta reafirmación revolucionaria, siempre que la Patria llama.
 
Y así sucedió apenas dos años después. En 1961, tres acontecimientos trascendentales coincidieron en el tiempo, para dejar clara una máxima: el pueblo no entregaría jamás la gloria conquistada y sería siempre su mayor protector.
 
Abril trajo consigo la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana, y apenas unas horas después el mismo pueblo uniformado expulsaba de su tierra la invasión enemiga, que pensó hacer de Girón su propia epopeya de victoria y, por el contrario, fue la mayor derrota que se le propinara jamás al imperio en América Latina.
 
Pero a la par, en los rincones más inhóspitos del país, se libraba otra batalla, esta contra el analfabetismo, que hace al ser humano vulnerable, que lo convierte en esclavo de su propia ignorancia. Cuba no importó maestros, no buscó académicos para completar esa misión patriótica. La campaña la hicieron los jóvenes de pueblo, y fueron ellos quienes lograron que el 22 de diciembre de aquel histórico año, además de socialista, fuera esta una tierra libre de analfabetismo.
 
Muy cerca en el tiempo llegaría otro momento cumbre. Infamias como la firma del brutal bloqueo económico y financiero contra Cuba, y la expulsión de la Isla de la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, llevaron a la ocurrencia de un hecho que, en materia de concentración y apoyo popular, solo puede compararse con los días del triunfo. La Segunda Declaración de La Habana reunió, el 4 de febrero de 1962, a casi un millón y medio de cubanos, quienes patentizaron que Cuba era, y sería, Territorio Libre de América.
 
Los primeros años de la Revolución fueron muy duros, complejos, y octubre de 1962 tenía reservado un momento de tensión sin precedentes. La Crisis de Octubre, o crisis de los misiles, puso a prueba una vez más la pericia y la inteligencia de los líderes de la Revolución; y, a la vez, la plena confianza del pueblo en ellos, sobre todo en el entonces Primer Ministro Fidel Castro Ruz. A pesar de la inestabilidad de la situación, del peligro inminente de un ataque, el país mantuvo la calma, hubo tranquilidad ciudadana y no se detuvo el curso cotidiano de la vida. Gracias a ello, Cuba pudo mantenerse firme, y hacer valer sus criterios.
 
A principio de los 70 del siglo pasado, en el propio año que dio inicio a la década, volvió a vibrar toda Cuba en función de un objetivo, en respuesta a una convocatoria revolucionaria que planteó un reto inmenso. La llamada zafra de los diez millones ha quedado también grabada en la historia como uno de esos momentos en los que no hubo renuncia ni pesimismo. Aunque no se logró llegar a la meta propuesta, se implantó un récord productivo que tuvo gran impacto para la economía del país pero, por encima de eso, dejó clara la capacidad movilizativa del gobierno revolucionario, de la Revolución en sí misma.
 
También el dolor nos ha unido muchas veces. El dolor causado por aquellos que no tienen escrúpulos ni sensibilidad alguna con tal de aplastar la soberanía que nos enorgullece. Páginas luctuosas ha vivido este pueblo, resultado de actos terroristas pagados y organizados por los anexionistas confesos de los tiempos modernos. En 1976 vivimos una que nos estremeció como pocas, y aún lo hace, pero también nos unió. El día en que este pueblo despidió a las víctimas del avión de Barbados también ha ganado un lugar en la historia y nos legó lo que más que consigna ha sido grito de lucha: «Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla».
 
Y esa unidad se ha mantenido intacta aun en los momentos más complejos, en los más duros, en aquellos en los que nuestros enemigos han apostado con todo su arsenal para destruirla.
 
Como a principios de los años 90, cuando la caída del campo socialista y las consiguientes medidas del gobierno estadounidense para asfixiar a la Isla, aprovechando la coyuntura, plantearon un reto que no cualquier pueblo hubiera sido capaz de superar; pero el nuestro pudo hacerlo. El llamado periodo especial hizo mella en nuestra economía, en la prestación de servicios, en la satisfacción de necesidades básicas. Sin embargo, la Revolución no desamparó a sus hijos y ellos supieron también protegerla, trabajar, y luchar por ella.
 
Cómo olvidar aquel 5 de agosto de 1994, fecha en que la incesante propaganda extranjera, sumada a la compleja situación económica del país que generaba profundas carencias, desató manifestaciones en áreas cercanas al Malecón habanero. Hasta allí, con su coraza moral, llegó Fidel, y allí volvió a brillar como tantas otras veces la valía de la unidad, de la transparencia y de la sinceridad, siempre defendidas por el líder. El pueblo revolucionario dejó claro, una vez más, de qué lado estaba. Como lo hizo también el 11 de julio de 2021, casi 30 años después.
 
En ese mismo lado se mantuvo durante la campaña por el regreso a Cuba del entonces pequeño Elián, y de igual manera se imbricó para cumplir la promesa fidelista de que los cinco héroes cubanos volverían. Es este el mismo pueblo que suscribió con orgullo cada letra del brillante concepto de Revolución que nos legaría Fidel, aquel 1ro. de mayo de 2000.
 
Cuando esta magnánima obra llega a su aniversario 65, podemos preciarnos de contar, en la historia reciente, con sobradas muestras de que el acompañamiento del pueblo a los principios que la sustentan es sólido y robusto.
 
En referendo democrático y transparente aprobamos una nueva carta magna, y con ella dimos un paso más hacia la plena justicia social, la equidad, la protección de derechos humanos y la ampliación de garantías constitucionales. Lo sucedido ese 24 de febrero de 2019, fue, ante todo, un sí por la Revolución.
 
Con oscuras alas de muerte nos sobrevino una pandemia, y aunque lloramos la pérdida de seres queridos, de hermanos y compañeros, sobrevivir no fue obra de la casualidad. De no ser por la prioridad que ofrece al ser humano nuestro sistema social, hubiera sido un sueño hablar de protocolos de atención, de medicamentos efectivos, de asistencia gratuita a centros de Salud, de vacunas.
 
Otro referendo nos tocó a la puerta, esta vez, por las familias cubanas, y nuevamente sobrepusimos la justicia social a las diferencias, porque también de la Revolución aprendimos el valor de la pluralidad, del respeto al otro, de la no discriminación, de aceptar lo diverso y respetarlo.
 
En complejas situaciones elegimos delegados, constituimos asambleas municipales y la Asamblea Nacional, porque se sostienen la fe y la confianza en la estructura de nuestro sistema político, en su valía; del mismo modo que seguimos apostando por nuestro único Partido, y promoviendo los documentos emanados desde el primero hasta el octavo de sus Congresos.
 
Por ello, quien tenga alguna duda del apoyo de este pueblo a su Revolución, que lea, se adentre en la historia y podrá reconsiderar su análisis. Los ejemplos que ilustran ese apego son más que suficientes. Pero si aún no estuviera alguien convencido, si aún no bastara todo lo vivido, de seguro bastará un ejemplo más, uno que también habla de amor, de liderazgo, de lazos que la muerte no puede romper, uno que se resume en una frase, uno motivado por la entrega y el ejemplo personal.  Desde el 25 de noviembre de 2016, todos los revolucionarios decidimos ser Fidel. ¿habrá argumento que pueda contra eso?

Source: 

Periódico Granma

Date: 

03/01/2024