"(…) no podemos vivir en una urna de cristal, no podemos vivir en una torre de marfil (…). Creo que tenemos un pueblo lo suficientemente preparado y lo suficientemente culto como para cumplir sus tareas y para mantener su identidad, su personalidad, preservar sus valores. La preocupación nuestra no es que se nos vaya a echar a perder la gente, sino que nuestra gente realmente aprenda a atender a los visitantes con una buena calidad, con una atención óptima. Esa es nuestra preocupación, por lo que más tenemos que preocuparnos, y creo que lo lograremos; porque afortunadamente esta mezcla que somos nosotros es una mezcla hospitalaria, es una mezcla inteligente, es una mezcla que sabe atender, sabe aprender, sabe progresar. Aunque para nosotros todo esto es nuevo, porque, en primer lugar, nunca tuvimos grandes tradiciones en ese campo; segundo, las pocas que había se perdieron en los años de aislamiento, sin ningún turismo".