Combatiente
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Sobre las cinco de la madrugada, Manuel se sube a un asiento trasero de un jeep americano. Con él, abordan otros cuatro hombres. Luego el chofer. El jeep se pone en marcha.
Los seis visten de verde. Llevan armas, gorras y brazaletes del 26 de Julio bordados en la manga de la camisa. Manuel tiene un fusil calibre 30: un M1 semiautomático con cargador y proyectiles largos como el dedo chiquito. Dentro del jeep, lo lleva entre las piernas. Tiene 57 proyectiles y acaba de cumplir los 20 años.
Es 30 de noviembre de 1956.
***
—Eran fusiles viejos que fuimos cogiendo asaltando carros patrulleros. En general, había pocas armas. Más armas cortas que largas. Había hasta Winchester de los que salen en las películas del oeste.
—¿Sabías disparar?
—Desde chiquito. Mi papá tenía una escopeta y cazábamos guineos y palomas. Después saqué la licencia. Pero teníamos compañeros que nunca habían tirado. Por eso Frank (País) organizó las prácticas de tiro en una finca que estaba por Boniato, que era de un compañero que vendía flores, amigo de él. Se disparaba con fusilitos chiquitos, de pelles. Pero con un fusil grande tienes que afinar la puntería y que te sorprenda el tiro.
—Háblame de Frank…
—Era una gente que, el que lo veía, no pensaba que era capaz de matar una cucaracha con el pie. Pero era único. Tenía un año o dos más que yo. Vivía en la calle General Bandera, en una casa que el baño no tenía excusado. Ahí ahora hay un museo.
«Frank era más o menos de mi estatura (un metro 70, aproximadamente); más o menos de mi grueso (delgado). Pero tenía una ventaja conmigo: estaba más preparado que yo. Ideológicamente, era impecable. No era capaz de hacerte un engaño. Tenía mucha, mucha inteligencia, y mucha capacidad para organizar».
Manuel Fernández Rodríguez conoció a Frank a través de su hermano, Josué País. Y conoció a Josué cuando ambos eran muy niños, en la casa de General Bandera. Manuel, allí, repartía carbón.
—Josué tenía otro temperamento, otro carácter. Era más muchacho. Teníamos la misma edad y patinábamos juntos. Incluso patinamos la primera vez que pavimentaron la loma de la calle Trinidad.
A los 14 años, se integran a la Juventud Ortodoxa. Manuel deja de repartir carbón y comienza a trabajar como dependiente en la tienda El Gallo. Una tienda de ropas. También limpiaba y llevaba paquetes.
—Nosotros estábamos contra el gobierno por todas las trabas. Y queríamos arreglar esto. Todo era un cuento, y un relajo, y una mentira, y un lío. Entonces (Eduardo) Chibás empieza con su línea, y nos gustó. El procedimiento era ninguno: ibas y te inscribías… Pero según entré así tan fácil, así mismo me fui. Porque cuando Chibás se dio el tiro, el Partido empezó a tener problemas; y nos dimos cuenta de que Frank estaba haciendo una organización seria.
***
Sobre las 5:15, el jeep americano se detiene a pocos metros del cuartel de la policía marítima. Se escuchan disparos. Bajan todos del jeep y se dispersan. Manuel se parapeta tras un muro cercano al reloj de la alameda y comienza a disparar.
—Los guardias se veían en el balcón y nosotros les tirábamos. Pero uno tira y nunca sabe. No sé si herí a alguien. No era fácil. Ahí el problema es: tú tiras o te tiran. Y tienes que tirar.
—¿Gastaste todas las balas?
—Me quedaron algunas.
Manuel hace silencios formidables entre una frase y otra. Viste una boina gris y una camisa a cuadros azules. Y unos ojos verdes.
Me ha dicho cinco veces que nació el 26 de julio de 1936.
—Nosotros no sabíamos lo que estaba pasando en los demás lugares. No teníamos radio ni boqui toqui. Si ese celular que tú tienes ahora, lo hubiéramos tenido en aquella época, hubiera sido otra cosa. Sin embargo, nunca tuvimos miedo. No éramos valientes, pero creíamos que estábamos haciendo lo que nos tocaba. En realidad, no sabíamos que estábamos participando en un hecho histórico. Lo único que sabíamos era que estábamos ayudando al país.
***
En 1954, Frank País había creado Acción Revolucionaria Oriental (ARO). Había organizado a una gran parte de la juventud santiaguera por células: grupos de a cinco. Una de esas células, estaba dirigida por Manuel.
—¿Cuántas había?
—Eran unas cuantas, pero yo no las conté… Cuando eso había que saber lo menos posible, porque, ¿y si a uno de nosotros lo cogía la tiranía, y lo torturaba, y soltaba la lengua?
«El objetivo con ARO era hacer una organización que se opusiera a los políticos, porque después del golpe de estado de Batista la cosa se puso mala.».
Pocos meses después, ARO cambia su nombre a ARN: Acción Revolucionaria Nacional.
—Ser revolucionario en aquel tiempo quería decir abrazar la clase humilde y la verdad. Yo nunca hablé de socialismo en esa época. Socialismo es una palabra muy grande. Nosotros solo teníamos inquietudes políticas, y queríamos hacer cosas buenas.
—¿Cómo se integra ARN al Movimiento 26 de Julio?
—Vilma y otra compañera, que conocían a Frank, le hablan de él a Fidel, y Fidel lo manda a buscar desde México. Después Frank viene, reúne a los muchachos y nos dice: “bueno, señores, los que quieran pueden pasar al Movimiento, y los que no, pueden retirarse; ya no existe ARN”. Y casi todo el mundo pasó a formar parte del 26.
***
El 30 de noviembre, a las siete de la mañana, comienzan a llegar los refuerzos de la policía marítima.
Un emisario de Frank da la orden de retirada. Manuel y sus hombres se precipitan por la calle San Gerónimo. Una señora les brinda refugio. Ahí cambian sus ropas. Caminan lo más despacio posible para no levantar sospecha alguna. Esconden las armas en la pernera del pantalón.
—El objetivo del 30 era procurar que el ejército viniera para Santiago, y apoyar el desembarco de Fidel. Frank prepara las acciones para tres lugares: la estación de policía, la marina y el Moncada.
«En realidad, Fidel no llega ese día, porque él había probado el Granma río arriba, con ocho o diez gentes; pero cuando le metió los 82 hombres con toda la carga, el yate aquel venía navegando por debajo de la línea de flotación. Después cae un hombre al agua y pierden tiempo».
Los tres meses siguientes, Manuel continúa trabajando en la tienda El Gallo. Acude al entierro de aquellos que cayeron en el combate. Se reúne con Frank para evaluar el acierto de las acciones del 30.
—Hay una cosa que te voy a decir: en el Movimiento jamás se ejecutó a nadie así por la libre. Y yo tuve broncas con Frank. Yo le decía: “¡Frank, si nos están matando!” Porque había tipos que eran asesinos. Pero él no nos dejó nunca. Y después yo me di cuenta de que es verdad, de que en realidad tú no puedes volverte como ellos, porque entonces estarías demostrando que eres igual a ellos, o peor.
***
La noche del 25 de febrero de 1957, Manuel recibe un culatazo en ojo. Pierde el conocimiento.
—Cuando despierto, estaba amarrado, y un policía me estaba dando con un vergajo de buey por la espalda, para que le dijera qué yo hacia allí. Y no dije nada. Entonces me desamarran las manos y me montan en un jeep y me llevan a la cárcel.
Había asaltado un carro patrullero. Quería recoger armas para sumarse a la lucha en la Sierra. Estaba cumpliendo órdenes de Frank.
—Me llevaron para el Vivac, donde estaba la gente que no estaba condenada. Me hacen un juicio en el hospital provincial, me echan un año, y me dicen que tengo que cumplirlo en Isla de Pinos. Después me incluyen la Causa 67 (juicio que hace el batistato a los participantes en los sucesos del 30 de noviembre).
«Entonces, el abogado que me defendió se faja con un sargento que estaba diciendo que me había visto en la marina. Le pregunta: “¿tú te asomaste al balcón y lo viste disparando?” El sargento dice que sí y el abogado le dice: ¿y no te dieron una medalla como héroe? Entonces el sargento empezó a hablar boberías y no le hicieron caso».
Manuel Urrutia estaba en el jurado. Puso su voto a favor de Manuel.
—Salí absuelto en la Causa 67, pero me dejaron el año por asaltar la patrulla. Estuve ese año preso, picando piedras en una cantera. Allí me enteré de la muerte de Josué y de Frank. Eso me llegó al alma. Como mismo me llega al alma ahora la muerte de Fidel.
—¿Lo conociste?
—Sí, y le hice los cuentos. Le dije que yo fui una gente con una pila de limitaciones. Llegue a séptimo grado nada más. Y que después, gracias a él, me hice ingeniero, y hasta llegué a fabricar un avioncito…
«Yo soy hijo de la Revolución, y como buen hijo no puedo traicionar a mis padres. La Revolución es una maravilla. Y Fidel es lo más grande que ha dado este país… Y ahora murió… Hay cosas que son así… La gente dice que qué sé yo y que qué sé cuándo. Pero Fidel es Fidel. Y está aquí con nosotros, y va a estar con nosotros para toda la vida».
Casi llora. A Manuel le duele tanto como a Cuba el deceso del Comandante en Jefe.
—Yo nací siendo fidelista —dice.
Tanto es así que —dice— nació un 26 de julio. Aunque en 1936.