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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA ENTREGA OFICIAL DE LA EDIFICACION DEL CENTRO DE INMUNOLOGIA MOLECULAR, EN OCASION DEL DIA DEL CONSTRUCTOR, EN LA CIUDAD DE LA HABANA, EL 5 DE DICIEMBRE DE 1994

Дата: 

05/12/1994
Distinguidos invitados;

Compañeras y compañeros de la construcción:

No voy a pronunciar un discurso como otras veces.

A mí no me cuesta tanto trabajo venir a los actos, y me invitan a muchos actos; lo malo es que me hacen después pronunciar, de todas maneras, un discurso, cualquier discurso, a cualquier hora, sobre cualquier tema, y a eso sí le tengo miedo (APLAUSOS).   Por lo demás, ya aquí se han dicho las cosas más interesantes, los datos más significativos sobre el trabajo de la construcción, sobre el congreso, sobre todos los éxitos alcanzados, la nueva dirección.   Y lo más que puedo hacer es expresar mi más alta valoración por todo esto:  por el trabajo de los constructores, por su esfuerzo, por su creciente eficiencia reflejada aquí en algunos números, como aquel que señalaba que en 1992 se habían gastado en subsidios 260 millones de pesos.

Aquí el peso nosotros lo tenemos medido más o menos como el dólar —no es así en bolsa negra— para llevar nuestras cuentas, y se dijo que ya lo habían reducido a 800 000 en lo que va de año.   Es realmente una reducción extraordinaria, que si hacemos igual en todos los frentes y en todas las ramas, entonces eliminaríamos ese famosísimo excedente financiero o de circulante de que tanto se habla y que tantos dolores de cabeza nos da, y nos los da porque no quisimos hacer aquí eso que hacen por allá por aquellos países que mencionaba aquí el compañero que habló en nombre de los trabajadores de la construcción latinoamericana, que allí dejan en la calle a todo el mundo sin ningún apoyo, sin ningún amparo.

Cuando comenzó el período especial nosotros no quisimos hacer eso y fue muy correcto que no lo hiciéramos, pues si queremos considerarnos un Estado socialista, el Estado socialista existe realmente para ayudar al hombre, para amparar al hombre y para proteger al hombre en cualquier circunstancia (APLAUSOS).

El hombre en el socialismo no es una mercancía que se compra y se vende.

Nosotros procuramos darle protección a todos y que no se cerrara una escuela, no se cerrara un hospital, no se quedara nadie en la calle y buscamos la forma de darles una protección laboral a todos, ubicar, reubicar, pasar de un sector a otro, porque hay áreas donde nos sobra la fuerza de trabajo y hay otras en que nos falta.

En las mismas tareas de la caña —como ustedes conocen bien— nos falta fuerza de trabajo, en muchas tareas de la agricultura nos falta fuerza de trabajo; pero ya el país había mecanizado tanto en los años de Revolución, que el 80% de la población se convirtió en población urbana y solo el 20% es rural.   No es como en otros países, y he citado el ejemplo de China, de Viet Nam, donde es a la inversa:  el 80% es rural y el 20% es urbana.

Resulta más fácil alimentar a la población urbana, cuando es del 20%, con el trabajo del 80% de la población rural.   Aquí es al revés, hay que alimentar a la población urbana, que es del 80%, con un 20% de población rural, y no todos los rurales trabajan en la agricultura, además.

Tenemos lugares donde nos falta la fuerza de trabajo, pero no hemos obligado a nadie a ir allí a trabajar; todo ha sido por métodos persuasivos, voluntarios y, sobre todo, teniendo en cuenta la protección para todos.

El dinero fue acumulándose con el transcurso de los años y llegamos a tener como 11 000 millones de pesos circulando.   Eso daba lugar a que cierta gente menospreciara el trabajo, a que en muchos lugares no se interesaran por los resultados, a que si en una casa dos trabajaban se quedara uno solo trabajando, porque les alcanzaba para adquirir aquellas cosas que se habían normado; problemas con los trabajadores que tenían que prestar servicios en los hospitales y en las escuelas; problemas con enfermeras, problemas con maestros y problemas de todas clases que sabíamos que venían, y a los cuales teníamos que enfrentarnos y nos estamos enfrentando también con los mismos procedimientos revolucionarios, con los mismos procedimientos democráticos, discutiendo con los trabajadores.

Aquí se hablaba de las asambleas de eficiencia, pero antes de las asambleas de eficiencia hubo decenas y decenas de miles de congresos o de parlamentos obreros.   Ahora son asambleas por la eficiencia, pero los números demuestran los buenos resultados que ha dado todo eso y que vamos avanzando con estos métodos humanitarios de actuar, dándole a cada cual una oportunidad.

Hemos tenido que ir haciendo cosas, cambios, reformas, etcétera, que nos permitan adaptarnos a las condiciones que nos impone el mundo actual; pero defendiendo nuestros principios, defendiendo las conquistas del socialismo, defendiendo nuestros ideales, defendiendo nuestra patria, nuestra independencia, nuestra Revolución, que es como tenemos que hacer las cosas en los tiempos difíciles, porque eso es lo que se llama ganar la batalla al imperio cuando es más poderoso que nunca, cuando es más omnipotente y cuando más quiere hacer lo que le da la gana en este mundo unipolar.   Pero aquí estamos nosotros.

Me hicieron algunas preguntas por allá en el breve viaje que realicé a México.   Me preguntaron:  “¿Qué piensa de que Cuba esté ausente de esa cumbre de Miami?” Le dije:  “Un gran honor” (APLAUSOS).   A otro le dije:  “Bueno, mire, es que nosotros somos rebeldes y esa no es una cumbre para rebeldes” (APLAUSOS), y así les fui contestando.

Estaba leyendo un cable esta mañana que decía que Miami era la campeona del crimen en Estados Unidos y que en la Florida cuatro ciudades estaban entre las diez primeras en materia de crimen.   Claro que si a nosotros nos hubieran invitado no nos hubiera quedado más remedio que ir, porque si no iban a pensar que le teníamos miedo a la mafia fascista de Miami (RISAS Y APLAUSOS).

Nos sentimos felices de tener una reunión como esta; esta, tan pura, tan limpia, tan honorable, vale por 100 cumbres de Miami (APLAUSOS), aunque lo hagan a uno pronunciar un minidiscurso aquí (RISAS).

Así es la vida, hay que saber apreciar dónde están los verdaderos honores, dónde está la verdadera dignidad, dónde puede estar la verdadera gloria, que nunca puede ser individual, sino colectiva; ningún hombre solo habría podido hacer una obra como esta.   Aquí se reunieron constructores y científicos, andan mezclados y uno no sabe quién es uno ni quién es otro (Del público le dicen algo).  ¡Ah!, y no se pusieron el pulóver.   Se lo podíamos haber dado también y estaba completo esto (APLAUSOS); por lo menos, si lo tienen, aunque sea como recuerdo (Le dicen que Lage y Milián lo tienen).  ¡Ah!, está bien, ya lo veo.   Bueno, pues que no se lo quiten o, por lo menos, se lo pongan una vez a la semana...  (RISAS Y APLAUSOS).

Les contaba la importancia de esos índices que se habían mencionado aquí, relativos a la reducción de los subsidios; esa y otras medidas que hemos tomado, discutidas con todo el pueblo y tomando en cuenta los criterios del pueblo.   Y esos que hablan de democracia por ahí nunca hablan con el pueblo y nunca consultan para nada al pueblo, ni le piden la opinión a un trabajador; no hacen como nosotros, que nos pasamos meses —y no importa que se pasen meses— en asambleas de un tipo y de otro, recogiendo la opinión de los trabajadores, explicando, volviendo a explicar, persuadiendo, esclareciendo aquellas cosas que no se entienden bien, para lograr el consenso de lo que debemos hacer, y así lo vamos logrando.

Ya se ha disminuido en más de 1 000 millones el exceso de circulante, va empezando a valer algo nuestro pesito y el dólar, tan famoso, está perdiendo su poquito de fuerza, a pesar de que entraron menos dólares en este período, después de la crisis y todo; pero el dólar se cuela solo, ya estaba metido aquí.   Venían algunos individuos que no sabíamos si realmente estaban muy gordos o era que tenían cinturones con billetes de todas clases, lo que han inventado, y la gente inventa.   Antes, nosotros mismos, teníamos el peso nada más, y un día despenalizamos el dólar.   Ahora son ellos los que andan con los dolores de cabeza, tomando medidas y tratando de que no vengan muchos dólares para acá.   Les estamos ganando la batalla del dólar y, a pesar de que son un poco menos, han bajado de valor.   Es resultado del conjunto de medidas que se van tomando y que iremos tomando.   Tales índices demuestran, de verdad, un significativo avance; son dignos de elogio, de mérito.

Otro índice que se mencionó aquí, el de los 300 kilogramos por metro cúbico de hormigón, es increíble, sobre todo si se tiene en cuenta que en la época de las vacas gordas —eso de vacas gordas y vacas flacas viene de una leyenda de la Biblia, y el que más y el que menos ha oído hablar de ese fenómeno— se gastaban 704 kilogramos de cemento por metro cúbico de hormigón, y miren que construimos cosas; ¡ah!, pero andábamos invirtiendo como 4 millones de toneladas de cemento.   Yo creo que solo echaban cemento y agua, ni arena ni piedra le echaban al hormigón aquel, porque para gastar 704 kilogramos...  Eso pasó a la historia, pero da una idea de los esfuerzos por la eficiencia en el período especial.

Esta obra, que los ha hecho acreedores de ser sede de este día aquí, es realmente una gran obra.   Eso no se puede ver por fuera, eso hay que hacerlo para saber lo que hay adentro, y tampoco se puede ver por dentro porque empolvan todo, así que eso ya no se podrá ver (RISAS).   Nosotros fuimos de los últimos que tuvimos el privilegio de penetrar ahí.   Después, para ir a algunos de esos lugares...  ; bueno, a algunos no irá nadie, excepto los que están allí dentro trabajando, y eso después de un curso de cosmonauta, con uniforme, escafandra y no sé cuántas cosas más, para que no haya polvo ni contaminación de ninguna clase.

El problema de esta obra no es su tamaño, sino su complejidad, su calidad.   Alguien podría sentirse orgulloso de construir una obra como la del Capitolio por su tamaño; pero, claro, aquello no era propiamente para impedir microbios y contaminaciones, aquella era una obra para bacterias, contaminaciones, infecciones y todo este tipo de cosas (RISAS Y APLAUSOS).   Claro que ahora la tenemos convertida en Academia de Ciencias, biblioteca de ciencia y técnica.   Y hay como 10 aspirantes a repartiese aquello porque ahora, como hay racionalizaciones y algunos edificios sobran por aquí y por allá, la cantidad de candidatos que hay ni se sabe; pero la Academia de Ciencias no vayan a creer que lo quiere soltar, la Academia de Ciencias ha pedido otros edificios y, además, quedarse con aquel (RISAS).

La compañera Rosa Elena, que está por aquí, tendrá que escoger o quedarse con algunos, pero no los puede tener todos, ¿comprenden?; tiene prioridad, está la Academia de Ciencias, está la biblioteca, pero Leal también lo quería utilizar para museo de La Habana Vieja y, bueno, yo creo que para museo no hay duda de que sirve, porque aquello era un museo.

Fíjense qué cosas hacíamos nosotros, que cuando fuimos a construir un palacio legislativo copiamos el de Washington al pie de la letra.  ¿A quién se le ocurre?   Es que no conozco a ningún país que haya hecho eso.   Fíjense si había aquí plattismo —como les llaman a los partidarios de la Enmienda Platt, partidarios de la plata también, que hacían negocios con todas esas cosas—, ¡reeditado el Capitolio aquí!   Pero, bueno, si los dejamos, hasta la Asamblea Nacional se quiere quedar con el Capitolio, pero allí no caben; caben en el Palacio de las Convenciones, pero allí no caben.

Decía que aquello era un ejemplo de obra grande.   El Focsa es también un gran edificio, y algunos de los que hemos hecho son hasta más grandes.

Conchita, el tuyo que inauguramos, ¿no es más grande que este?  (Le contesta que no.) Este engaña, porque tiene dos o tres pisos; creo que tiene tres, porque tiene uno técnico.

La complejidad de esta obra.   Por ahí hay unas áreas que llaman áreas limpias.   Yo decía, ¿qué serán esas áreas limpias?   Veo un folleto y dice:  “Hay áreas de 100 000, de 10 000 y de 100.” Yo dije:  Estas de 100 deben ser las peores, y después me explican que no era así, que era al revés.   Cuando uno oye 100 000, se imagina que aquello es el non plus ultra de la limpieza, que allí no hay ni una cienmillonésima de partículas.   Bueno, 100 000 quiere decir que puede haber 100 000 partículas por pie cúbico de aire.   Así que si yo respiro profundo, estoy respirando por lo menos 200 000 partículas, ¿no?  (RISAS.) ¡Caramba, luego dicen que no hay contaminación!   Cuando dice 10 000, es 10 000 partículas por pie cúbico; y cuando dice 100, es 100 partículas por pie cúbico.  ¡Fíjense, mil veces menos partículas!

Digo:  ¿Y cómo se las arreglan?   Bueno, con una serie de sistemas, de filtros, de equipos y de cosas, porque son las mayores exigencias mundiales.   Este centro está dotado con las más definitivas y decisivas exigencias mundiales para la elaboración de lo que se va a producir ahí.

Debo añadir que hay muy pocos centros en el mundo como este.   Es un centro a nivel mundial en su construcción, en su limpieza, en su equipamiento, son los más modernos; pero, sobre todo, hay algo en lo que yo estoy seguro de que nadie nos ganará en el mundo, y es en la calidad de los hombres y mujeres que van a trabajar, o que ya están trabajando, en este centro (APLAUSOS).

Otros lo podrán hacer iguales en base material, pero no iguales en base humana.   Ahí es donde nosotros le llevamos la ventaja a cualquiera.

Este es un centro del cual se puede sentir orgulloso el país, y no porque existe ese centro, sino porque viene completando toda una colección de centros científicos.   Es el último que inauguramos; es decir, lo estamos inaugurando en este momento.

Se ha hecho toda una colección de centros de investigación científica que le han dado un prestigio y una fuerza tremenda a nuestro país en este campo, que ya empieza a rendir frutos, ya empieza a rendir dividendos, ya empieza a producir decenas de millones de dólares al año para el país.

Este centro es de investigación-producción.   Todos los centros que hemos hecho, los hemos hecho como centros de investigación y producción.   Hay otros que son de producción de medicamentos, como nuestra vecina edificación, que va a ser la más moderna planta del país en elaboración de pastillas.

Tenemos dos plantas recién terminadas con una gran capacidad, por eso cuando vino la famosa epidemia esa de neuropatía, pudimos distribuir una pastilla a cada ciudadano todos los días.  ¡Once millones de pastillas todos los días!   Y 11 millones se dice así, pero son 11 millones todos los días, que no habríamos podido hacer si no hubiésemos contado con esa primera planta.

La primera sola dio ya para eso, hay una segunda terminada, y la más moderna está aquí al lado de esta.   Así que nuestras capacidades de producción de medicamentos aumentan extraordinariamente.

No lejos de aquí, porque todo esto es un polo científicotécnico y de la industria farmacéutica —no el único, desde luego; tenemos industrias en otros muchos lugares—, se está construyendo una gran planta de inyectables, para producir las ámpulas y las inyecciones; es una gran planta que le va a dar capacidad al país para sus necesidades y para la exportación.  Allí en aquella área se está construyendo también una importante planta de insulina.

Se sigue trabajando en otros lugares, ahora no con tanto impulso, porque impulso le dimos en pleno período especial, y nuestros productos se van abriendo mercado por su excelente calidad, a pesar de la competencia de poderosas transnacionales.

Las transnacionales de medicamento miran ya con respeto a nuestro país y reconocen la enorme capacidad que en pocos años se ha desarrollado, primero en la mente de la gente, y segundo en las construcciones, en los equipamientos.   Esa va a llegar a ser en el futuro una importantísima industria, una importantísima rama para la economía, aunque tengamos que abrirnos brecha luchando a brazo partido con una terrible competencia internacional, y no solo eso, sino contra medidas proteccionistas no arancelarias, que son las que más frenan.

Ponen cada vez más requisitos, más requisitos y más requisitos para que no se pueda competir con la industria de ellos; pero algunos productos nuestros son tan buenos y tan demandados que no hay manera de prescindir de ellos, porque inventan y dicen:  ¡Ah!, 10 000 partículas; no, tienen que ser 8 500.  ¡Cien!   No, no, tienen que ser 85”, para citarles algunos ejemplos.

Por eso es que en cada cosa que hacemos tenemos que ponernos en el primer nivel mundial para que no inventen con qué obstaculizar.

Hay empresas que vienen, se acercan y nos proponen negocios porque ya con nosotros hay que luchar en los mercados, ¿qué les parece?   Con nuestros productos hay que luchar en los mercados ya, por su calidad.

Esta viene a ser una joyita más que nos introduce en esa área que se llama inmunología molecular.   Ese es un nombre, porque no hallábamos cómo ponerle, y hablando con Lage —Lage el científico, aquel de allá, el de la camiseta; el otro no, el otro se puso un pulóver, pero no es el de los constructores—, porque ellos producían anticuerpos monoclonales...  Sería largo de explicar eso, qué es anticuerpo monoclonal.   Ellos me lo explicaron y creo que lo entendí; de vez en cuando lo he explicado por ahí, y por lo menos, equivocado o no, he convencido a mucha gente de lo que son los anticuerpos monoclonales (RISAS Y APLAUSOS).

Esta gente inventan de todo.   Aquellos de Ingeniería Genética se dedican a introducir genes dentro de la célula, para que la célula produzca lo que uno quiere que produzca; pero estos se dedican a injertar unas células con otras y de ahí —para citar un ejemplo— van sacando los famosos anticuerpos, digamos los proyectiles para diagnosticar una enfermedad.   Fabrican el microproyectil ese, que puede ir directamente a donde están produciéndose determinadas sustancias, digamos en un tumor, y es atraído; entonces se pueden hacer todos los estudios, todos los análisis.

Pero sirven no solo para diagnóstico, ya se trabaja con los anticuerpos monoclonales en buscar proyectiles que no solo delaten el tumor, o delaten determinadas enfermedades, sino que las combatan, ya son proyectiles de guerra que van a destruir las células malignas.   Lo mismo que aquella gente va descubriendo los genes que predisponen a determinadas personas a determinados tipos de cáncer.   Y los cánceres —desgraciadamente, no son uno solo, según me explicó Agustín Lage—tienen más de 400 tipos —no sé si habrán descubierto algunos más, pero me lo dijiste tú y ese cuento se lo he hecho yo no se sabe a cuánta gente (RISAS); ¿son, o aumentó el número ese?—, cuatrocientos y tantos tipos diferentes de cáncer.   Claro, no todos son iguales, hay algunos que son muy raros, muy excepcionales, y otros que son muy frecuentes.

Lógicamente, en estos centros van a trabajar primero con aquellos anticuerpos que se dirigen a la lucha contra los más frecuentes; es decir que no es que ellos empiecen a trabajar con los cuatrocientos y tantos casos, sino con los casos de más frecuencia y que son responsables del mayor número de muertes por ese tipo de enfermedad.

Ya les digo, ellos injertan, crean bacterias nuevas que son combinaciones de dos bacterias, como parte de su proceso, para producir esos anticuerpos, esos proyectiles —como los están llamando—, que algunas veces son proyectiles de iluminación que van a decir dónde está el mal, y la gran esperanza es convertirlos en proyectiles de destrucción, que destruyan en una guerra contra esa tremenda enfermedad.

Pero ellos no van a trabajar en eso solo, van a trabajar en otros aspectos de la biotecnología y en combinación con los otros centros científicos que están por allí y forman parte del polo científico del oeste de la capital.

Ellos dejan allá un centro; crean uno nuevo, pero, en los últimos años, mientras se construía este, iban desarrollando un centro allá en el Oncológico.   Como dejan ahora el Oncológico, yo les recomendaba que lo apadrinaran, que ejercieran cierto control, cierta supervisión, o que sean, como suele decirse, organismo rector.   Ellos les tienen mucha confianza a los compañeros que dejaron allá y le tienen mucha confianza al hospital; pero, de todas maneras, el hospital no tendrá los recursos que tiene este centro, no tendrá la experiencia de este centro.

Creo que ellos, aunque sean autónomos, independientes, soberanos, todo lo que quieran, tienen que apoyarse en el esfuerzo de ustedes.   También ustedes tienen que apoyarse en el esfuerzo de ellos, esto va a ser mutuo, porque ellos están en un hospital y ven muchos casos, muchos problemas todos los días y ustedes necesitan eso.

Ustedes tienen varios hospitales por aquí cerca, pero aquel es un hospital especializado en oncología y les va a ser necesaria esa estrecha colaboración, no vaya a ser que se peleen con ustedes y digan:  “¡Qué bueno que ya inauguraron el centro ese y se fueron para allá todos, y ahora vamos a hacer lo que nos da la gana aquí!” (RISAS.) Espero que eso no ocurra, aunque a veces entre las mejores familias pasa eso.

Si en algún área tiene que haber colaboración es en esta, entre este centro y el que ustedes dejan allí, con pequeño espacio, pero con muy buenos equipos y muy buen personal; deben seguir ese intercambio constante.

Es un orgullo, en pleno período especial, inaugurar este centro, que no es un lujo, es una promesa de salud y bienestar para nuestro pueblo, es una promesa de ingresos para nuestra economía porque tiene capacidad de producción, una importante capacidad de producción, y tiene la posibilidad de coordinar con todos los demás centros de investigación.   Por eso hemos creado los polos científicos, para que no viviera cada cual por su cuenta, ignorando a los demás, sino para que cada centro de investigación científica trabaje en estrecha coordinación con los demás.

Se podían escoger muchas obras.   Creo que hoy terminaron un hotel que la UNECA no acababa de terminar nunca, El Viejo y el Mar; pero por poco se acaba el mar y se acaba el viejo antes de que terminaran el hotel; o subía el mar en una penetración de esas y se llevaba el hotel, ya no se sabía.   Tiempo llevaban, y tienen que hacerse una autocrítica, ¡tres años remodelándolo!  (Del público le dicen algo.) ¡Ah!, se están defendiendo, dice que el mar penetró primero y lo afectó, que eso hace tres años y qué sé yo; pero dicen que ya tienen hasta turistas allí.   Bueno, espero que estén bien protegidos contra las entradas del mar, ¿verdad?  (Le dicen que se hizo un muro protector.)

¿Y el contingente que hizo el ICID, que estaba haciendo las cabañas allá?  ¿Cómo avanza ese contingente?  (Le dicen que está trabajando bien.) Es muy importante.

También hoy nos dieron la buena noticia de que a las 12:00 de la noche, iluminan el hotel Cohiba (APLAUSOS).   Ese se tardó por distintas razones:  era una gente que iba a hacer la inversión en sociedad, surgieron problemas, no estaban los proyectos, hubo que rehacer los proyectos, rehacerlo todo y construirlo por nuestra cuenta.   Es ciento por ciento cubano el hotel Cohiba, un gran hotel de casi 500 habitaciones.  ¿Cuántas tiene exactamente?  (Le dicen que 462.) ¡Cuatrocientas sesenta y dos!  ¡Tremendísimo hotel!, y hoy lo iluminan; no quiere decir que tiene turistas hoy, pero ya tiene algunos pisos que pueden ingresar turistas.   Dicen que en enero van a tener turistas, de modo que el Cohiba nos ilumine, ilumine la economía (RISAS Y APLAUSOS); hacía falta poner a producir ese hotel.

Hay que construir muchos hoteles y hay que utilizar más todos los hoteles que tenemos; hay que llegar a una capacidad superior de empleo de todas esas capacidades; hay que crecer en capacidades, crecer en utilización de esas capacidades.

Es muy importante que las fuerzas no se nos desintegren.   Recuerden, ustedes, los compañeros:  los de la UNECA tienen su tarea y bastantes tareas; ustedes, los del contingente; ustedes, los de La Ciudad de La Habana.   Bueno, se otorgaron aquí dos banderas y veo allá que llevan seis años ganándose el papel de vanguardia.

Estas obras de la biotecnología y la industria farmacéutica han contribuido mucho, porque fueron obras que ayudaron a la disciplina, a la eficiencia, que exigieron calidad; ahora que todo ese personal que hemos preparado no se nos disperse.

En el período especial muchos constructores han ido a parar a la agricultura y a otras partes, pero en la medida en que el país se recupere tiene que construir mas, mucho más, y tiene que llegar el día en que se aumente considerablemente el número de los constructores, pero, sobre todo, la productividad de los productores de la construcción, la eficiencia, el ahorro; productividad no solo al construir, sino en los proyectos.   Tenemos muchos arquitectos; sin embargo, a veces marcha con lentitud el trabajo de elaboración de proyectos.

Debemos tener por adelantado los proyectos de cada cosa que queramos hacer, y que no nos ocurra lo que a veces, que estamos haciendo el edificio y el proyecto al mismo tiempo; eso retrasa, eso crea inconvenientes de todo tipo.

Esas fuerzas que hemos preparado, que hemos formado es esencial que no se nos pierdan, que no se nos dispersen.   Las necesitamos para nuevas construcciones, las necesitamos para reconstrucciones, para mantenimiento.

Me dijeron que 70 compañeros de los de aquí los van a tener en una brigada especial para todos estos trabajos, o para cuando haya que construir.

Este edificio tiene un piso técnico.  ¡Tremendo piso técnico el que está arriba!, donde se trabaja desde arriba, porque en esas áreas limpias no se puede meter nadie a estar haciendo reparaciones, cambio de bombillos y cosas de esas.   Esos bombillos se cambian desde arriba, desde el piso técnico, para no tener que entrar en esas áreas estériles.   Tiene todo un piso técnico este edificio.

También tiene una excelente sala de control, donde se lleva al detalle todo el proceso, cada cosa, cada sistema de la fábrica por computadora, por televisores, etcétera.

Tiene un comedor que me pareció un poquito pequeñito.   Conté las mesas y había 14; pero están un poco grandes, casi se puede jugar pelota en algunas de ellas.   Alguien me dijo:  “No se puede jugar dominó ahí”, quedan muy distantes los jugadores.   Tal vez si las cambian por unas un poquito más pequeñas —pero que sean cómodas— se puedan poner unas cuantas mesas más, de modo que en tres o cuatro turnos puedan comer todos los trabajadores.

Al principio, recordaba hoy una conversación con el campeón, con Lage, el científico —¿cómo te vamos a llamar a ti?   Bueno, Agustín, se acabó (RISAS)—, porque él quería comedor, pero no quería cocina (RISAS).   Parece que viendo tantos problemas allá en el Oncológico con todo eso del abastecimiento, él no quería ni oír hablar de eso.   Y yo aconsejándole, era la experiencia:  Fíjate bien, es una ventaja tener su cocinita.  ¡Sí!  (RISAS.)

La otra es grande; es que están haciendo una gran cocina para todo un conjunto de fábricas, pero ya son miles de trabajadores.

Estos centros, igual que Inmunoensayo, eran dependientes, y en esta época en que tantas naciones reclaman la soberanía, pues Inmunoensayo reclamó la suya también en materia de abastecimiento y hubo que hacerle su cocinita y están muy felices.

Si en cualquier momento a un centro se le quiere ayudar por el trabajo que estén haciendo, por una cosa intensa, no es lo mismo ayudarlo si recibe la comida de un lugar donde se cocina para 3 000 ó 5 000, que si están cocinando para 200, 300 ó 400 (APLAUSOS).

Los centros como Ingeniería Genética tienen esa ventaja y conocen lo que pueden hacer; y se les puede ayudar, porque no es lo mismo ayudar a 300 en un momento dado, que ayudar a 10 000.   Usted tiene con qué ayudar a 300 que estén haciendo un trabajo muy importante, pero no puede ayudar a todos, los 10 000, porque están juntos allí.   Esa es una ventaja.   De modo que ese problemita también va a quedar resuelto.

Tienen magníficos lugares por aquí:  el Centro de Ozono, que también es una tecnología nueva que se está desarrollando, está cerca de aquí; el CIMEQ, uno de los mejores hospitales que tiene el país, el Centro de Investigaciones MédicoQuirúrgicas, está allí; no muy lejos va a quedar Pradera Roja, que era un tecnológico convertido ahora en una especie de hotel médico asociado a todos estos centros; y no lejos de aquí no quiero ni mencionar, porque está lleno de centros de investigaciones y hospitales.   Por allá tienen el “Frank País”, no está muy lejos; por allá tienen el “Finlay”, que tampoco está muy lejos; por esa avenida tienen el de Maternidad Obrera; por allá tienen el “Juan Manuel Márquez”, así que hay siete u ocho hospitales por los alrededores.   Y todos estos centros tienen que ver con la medicina y, repito, están llamados a ayudar al pueblo y a la economía, a las dos cosas.   Ese es el valor simbólico que tiene este centro, el valor moral.

Digo que después de un centro como este, con tantas complejidades tecnológicas, lo único que faltaría es construir una nave espacial, que no tenemos ningún plan por el momento.   No sé a quién se le ocurrirá, ni cuándo, que llegó la hora de que Cuba también haga naves espaciales, pero este centro demuestra que las podemos fabricar:  las soldaduras que hubo que hacer, la calidad de las soldaduras, los trabajos, todo eso, para reducir a 100 partículas por pie cúbico de aire.   Así que calculen las partículas que ustedes respiran todos los días; entre otros, alguien que está fumando ahí y está regando partículas por todas partes, las estoy viendo (RISAS).   Alguien en este preciso momento soltó una bocanada de humo, pero no por falta de educación, sino, al contrario, por ayudar a mi explicación sobre lo que son las partículas (RISAS), y con eso entendemos mejor estos fenómenos del medio ambiente, contra lo cual hay que luchar y con relación a lo cual el mundo ha tomado una conciencia tremenda y cada vez mayor, porque constituye actualmente una de las mayores amenazas de la humanidad.

Nos alegramos muchísimo de que los constructores puedan recordar hoy a Armando Mestre con una obra como esta, puedan clausurar su congreso, puedan celebrar su día con una obra como esta y como las otras, en representación del esfuerzo que están haciendo en todas partes; solo puedo exhortarles a seguir realizando ese esfuerzo por la eficiencia, que pueda medirse en números, que pueda medirse matemáticamente.

Así que reciban las más merecidas y las más calurosas felicitaciones en el Día del Constructor, y cuando observamos cosas como estas nos podemos sentir con mucho derecho a decir:



¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!



(OVACION)


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