En la época en que Fidel Castro condujo su revolución a la victoria y entró en La Habana con sus tropas, nosotros no teníamos idea de la orientación política que su régimen podía seguir.

Sabíamos que había algunos comunistas en el movimiento que Castro dirigía, pero el Partido comunista cubano no tenía contacto con él. Cuando los hombres de Castro tomaron La Habana tuvimos que fiarnos exclusivamente de los informes de prensa y radio, de la misma Cuba y de otros países, para saber lo que estaba sucediendo. La situación en su conjunto, resultaba poco clara. Jamás habíamos oído hablar de la persona a la que Castro designó como presidente. Más aún Cuba no había reconocido a nuestro gobierno, de modo que durante mucho tiempo no tuvimos relaciones con el nuevo régimen.

Por lo que respecta al valor personal de Castro, su posición en declarar el carácter socialista de la Revolución fue una decisión valiente y admirable.

Hoy día Cuba existe como país socialista independiente, justo frente a las fauces abiertas del voraz imperialismo americano. Es de esperar que el ejemplo de Cuba, con Fidel al frente, continúe brillando como una luminaria.