Una pieza más en el rompecabezas de la agresión norteamericana
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Cuando el 3 de enero de 1961 el gobierno de Estados Unidos, presidido por Dwight D. Eisenhower, rompió relaciones diplomáticas con Cuba, lo hizo convencido de propinar el tiro de gracia a la Revolución. Por entonces, un hecho de tal naturaleza resultaba desastroso para cualquier país. Sin embargo, su unilateral decisión devino incentivo al patriotismo y la firmeza del pueblo cubano.
Así lo afirma el doctor José Ramón Herrera Medina, investigador del Instituto de Historia de Cuba, al comentar una medida que, contemplada en el plan de agresión a la Isla, perseguía similar proceder de los indecisos gobiernos oligárquicos latinoamericanos.
“La política agresiva del gobierno de Estados Unidos contra Cuba no comenzó con el triunfo de la Revolución. Desde antes mantenía una posición contraria al movimiento revolucionario dirigido por Fidel Castro, aun cuando no lo conocían ni este se había proclamado socialista.
“Los gobernantes de esa nación siempre habían controlado los movimientos contra las dictaduras militares o gobiernos despóticos en América Latina, con una oposición moderada y moldeada a su interés. En el caso del régimen dictatorial de Fulgencio Batista preferían una oposición proveniente de los auténticos, ortodoxos u otros, que en determinado momento lo sustituyeran sin una guerra o revolución que pusiera en peligro sus inversiones en la Isla.”
Señala que en el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) el gobierno estadounidense apreció algo distinto: era el único que desechaba a los políticos del pasado y al ejército, y se planteaba hacer una revolución por la vía armada contra este si continuaba siendo sostén del régimen. Ahí “surgió la primera suspicacia, unida a otro síntoma: aquella gente hizo su primer movimiento contando sólo con sus propios recursos”.
Al evaluar estos y otros factores, precisa, los analistas del Departamento de Estado y de los servicios especiales de Estados Unidos concluyeron que Fidel Castro no podía arribar al poder.
IMPEDIR EL TRIUNFO DE FIDEL
“Ya en la Sierra Maestra, el líder revolucionario sostuvo constantes enfrentamientos no sólo con el régimen de Batista y su ejército, sino también con la política brindada por Estados Unidos a éstos, con el marcado interés de eliminar a la guerrilla. De acuerdo con documentos de noviembre de 1958, Eisenhower reconocía el apoyo moral y material del pueblo de Cuba a Fidel, y para impedir su arribo al poder estaban en busca de una tercera fuerza que representara sus intereses. Una maniobra de última hora concibió crear una junta político-militar integrada por militares de cierto “prestigio”, empresarios, políticos auténticos, opositores de Batista, y algunos calificados como “neutrales”.
“Después del triunfo de la Revolución, durante un tiempo cifraron sus esperanzas en socavarla, detenerla y desvirtuarla desde adentro, a partir de la presencia de figuras de los llamados moderados en el primer Gobierno Revolucionario. Mediante ellas se proponían impedir la promulgación de las leyes revolucionarias e ir ganando tiempo hasta desplazar del poder a los verdaderos revolucionarios. Fue esa una de las armas en que confiaban, la otra era la agresión. Estados Unidos no se percató de que el poder real lo tenía el Ejército Rebelde con Fidel al frente, y los moderados se fueron decantando.”
La firma de la Ley de Reforma Agraria, en mayo de 1959, motivó que el 11 de diciembre del propio año fuera presentado el primer plan serio de subversión, el cual planteaba la factibilidad de una acción armada siempre que Fidel fuera físicamente eliminado.
“En enero de 1960, Allen Dulles, jefe de la CIA, expuso ese plan, ampliado, ante el Consejo Nacional de Seguridad. Allí se valoró la posibilidad de una agresión preparada por Estados Unidos, con la condición primaria de eliminar físicamente a los principales dirigentes cubanos, y surgió el denominado Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro, aprobado y firmado por Eisenhower el 17 de marzo de ese año, y que se proponía desarrollar una poderosa fuerza ofensiva propagandística dirigida a debilitar el apoyo popular a Castro, y crear una oposición cubana responsable, atractiva y unificada al régimen de este, así como una organización secreta de inteligencia y acción dentro de Cuba, y una fuerza paramilitar fuera de esta.”
Ese programa contenía un sistema de medidas políticas, diplomáticas, económicas y militares, cuya ejecución quedó a cargo de la CIA.
LA CLAVE ESTABA EN EL ESCAMBRAY
Desde los meses iniciales del triunfo se produjeron algunos alzamientos armados contra la Revolución, primero por batistianos prófugos de la justicia, y después por elementos contrarios al proceso. Una vez aprobado el programa por Eisenhower, la CIA tomó en sus manos los alzamientos en tres direcciones fundamentales: Sierra Maestra, Escambray y Cordillera de los Órganos, con el propósito de contar con una fuerza de apoyo a una proyectada invasión por Trinidad.
Ante la concentración de elementos alzados en el Escambray, los lanzamientos aéreos de armas en la región y el movimiento de desafectos hacia ella, Fidel se percató de que la agresión sería pronto y advirtió que allí estaba la clave.
Con vistas a eliminar tal posibilidad, apunta Herrera, “dispuso la realización de una operación con todos los recursos del país, estratégica por ir contra el golpe principal del enemigo. Es la conocida como Primera Limpia del Escambray, en la cual participaron 80 batallones de milicias de toda la nación.
“Una vez más el líder cubano estaba en lo cierto, pues al comprender que las milicias constituían una fuerza militar el gobierno de Estados Unidos organizó el llamado Plan Trinidad, consistente en una invasión por esa zona antes del cambio presidencial del 20 de enero, en Estados Unidos.
“Para justificar su acción, propaló la noticia de que la Isla contaba con 17 rampas coheteriles soviéticas destinadas a atacar a su país u otra nación del continente, así como que preparaba una agresión a la base naval estadounidense en Guantánamo.
“Fidel se les adelantó y el 31 de diciembre ordenó la movilización de todas las fuerzas milicianas de infantería, tanques y artillería, y realizar un desfile militar el 2 de enero, en la Plaza de la Revolución. Además, orientó al ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, para que denunciara ambas cuestiones en la ONU, paso inicial de una intensa ofensiva diplomática.
“Así acorraló la conjura de tal modo que en Estados Unidos llegaron a la conclusión de que no podían atacar en ese momento, y surgieron los consejos: dejar la agresión para otro momento y romper relaciones. Esto último lo hizo de forma unilateral el 3 de enero de 1961. Se trataba de un elemento más en el plan de agresión contra Cuba, para liberar a la administración entrante de toda responsabilidad.
“Tuvieron que recurrir a la ruptura, en medio de una ofensiva revolucionaria, porque la Revolución los había neutralizado. Lo más importante fue el día 20, después que Kennedy tomó posesión y acabó el peligro inmediato: Fidel señaló entonces que hasta ese momento teníamos la fuerza de nuestras ideas, y después de aquella movilización teníamos la idea de nuestra fuerza.”
CONFIANZA Y FE EN LA VICTORIA
“Los gobernantes yanquis tenían un plan y confiaban en él. Sin embargo, para la Revolución aquella ruptura fue un paso más en la reafirmación revolucionaria, incluso en las ideas socialistas; la oportunidad de demostrar que se desafiaba a Estados Unidos no solamente en los discursos, sino también en los hechos. Si pensaron que los cubanos estaríamos muertos de miedo, se equivocaron. Con cientos de miles de hombres y mujeres movilizados permanecíamos en espera, convencidos de que cualesquier enemigo que entrara al país sería derrotado.
“Los discursos de Fidel de aquellos días fueron de reafirmación y de fe en la victoria; de que fuera y como fuera la invasión, por donde ocurriera y con el personal que la integrara, íbamos a ganar. Esto se comprobó meses después.
“Nadie pensó más en la ruptura de relaciones. Aquella embajada no representaba nada, salvo un hostigamiento constante. En los discursos de esos días Fidel no le dio mucha importancia al hecho; hablaba más bien de la fuerza de la Revolución, de cómo lo conjuró todo.”
El 8 de abril de 1961, liquidada la agrupación de bandidos en el Escambray, las milicias regresaron a sus lugares de origen, luego de varios meses de constante fogueo en campaña, que de mucho les valió cuando días más tarde enfrentaron la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón.
El doctor Herrera Medina considera importante que quienes no vivieron aquello sepan que “en la mentalidad de guerra y subversión de Estados Unidos, el rompimiento de relaciones con Cuba, que sería su víctima, estaba dentro de ese arsenal de armas. Lo utilizaron unilateralmente como una pieza más en el rompecabezas de la agresión; pero para un pueblo que se encontraba en las trincheras, esperándola ¿qué podía significar que un país del cual se esperaba una acción de tal envergadura rompiera relaciones con el propio?”