Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la sesión de apertura de los Congresos de Pediatria Cuba/84, efectuada en el teatro "Karl Marx", en la Ciudad de la Habana, el 11 de noviembre de 1984
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Distinguido señor James Grant, director ejecutivo de la UNICEF; Distinguido señor Benjamín Smith, presidente de la Asociación Internacional de Pediatría;
Distinguido señor Fernando Olinto, presidente de la Asociación Latinoamericana de Pediatría;
Estimados delegados e invitados:
Tal vez habría sido más cómodo para mí y también para los traductores, traer un discurso escrito; pero, más que un discurso formal, prefiero conversar con ustedes, franca y abiertamente, sobre estos temas de la salud, que siempre me han interesado mucho.
Pienso que este Congreso es una buena oportunidad para intercambiar conocimientos, explicar nosotros modestamente nuestras experiencias y, a la vez, recibir los valiosos conocimientos que ustedes pueden aportar. Quiero explicar lo que hemos hecho, cómo lo hemos hecho, y qué nos proponemos hacer en el campo de la salud.
Por tratarse de un evento que reúne tres congresos —el VII Latinoamericano, el XIV panamericano y el XXI Nacional Cubano (APLAUSOS)—, voy a empezar, pues, por el campo de la pediatría. Tendré que usar, en este y otros temas, algunos datos.
El índice fundamental sobre la atención pediátrica es el nivel de mortalidad infantil en el primer año de vida. Nosotros calculamos que antes de la Revolución teníamos más de 60 fallecimientos por cada 1 000 niños nacidos vivos, si es que se puede confiar en las estadísticas, porque tenemos un ejemplo: en 1970, el Gobierno de Somoza informó que el país tenía 45 niños muertos por cada 1 000 nacidos vivos; sin embargo, inmediatamente después del triunfo de la Revolución Sandinista, en el año 1980, con estadísticas bien hechas y cuando ya había comenzado el servicio de asistencia pediátrica a extensas zonas de la población, se comprobó que el índice era de más de 100.
Nosotros en los primeros 10 años lo habíamos logrado reducir; no mucho todavía, realmente, lo habíamos reducido a 46,7: eso fue en el año 1969. En el año 1973, ya lo habíamos reducido a menos de 30, a 29,6, si mal no recuerdo. Por fin, en el año 1983, a través de un proceso descendente cada año, habíamos logrado reducirlo a 16,8. Y este año de 1984, según informes preliminares, hasta el mes de septiembre, incluido septiembre, habíamos logrado reducirlo a 14,5. Habrá que esperar a fin de año los datos finales, pero pensamos que posiblemente ya bajemos de 16 en el presente año. Estos datos son rigurosamente exactos: cualquier caso de niño que nace vivo, aunque tenga alguna malformación que lo condene irremisiblemente a la muerte, se cuenta entre los nacidos vivos y entre los fallecidos en el primer año.
Con estos índices, nuestro país se colocó en 1980, cuando habíamos bajado de 20, entre los primeros 25 países del mundo con más bajo índice de mortalidad infantil: actualmente nos vamos aproximando a Estados Unidos, que ocupaba el número 16 con alrededor de 12 ese año, aunque se sabe que, en esas estadísticas, los que mueren de las poblaciones de origen hispano y africano son un índice mucho más alto.
Por esta sola vía, el esfuerzo realizado en reducir el índice de mortalidad infantil, de más de 60, a cifras que se aproximan a 15, calculamos que en estos 25 años se ha preservado la vida de más de 100 000 niños (APLAUSOS).
En las edades entre 1 y 4 años, el índice en 1969 ya se había reducido a 1,8 por cada 1 000: en la actualidad es de 0,8. Entre las edades de 5 y 14, en 1969 era ya de 0,5, en 1983 de 0,4. Ya no resulta muy fácil disminuir estos índices, aunque lo consideramos dentro de ciertos límites posibles: son los índices normales en los países que tienen más nivel de desarrollo.
Por ejemplo, las cinco causas fundamentales de muerte entre 1 y 4 años son, en primer lugar, los accidentes, que muchos ocurren en el propio hogar; en segundo lugar, los tumores malignos; en tercer lugar, las anomalías congénitas; en cuarto lugar, influenza y neumonía; y, en quinto lugar, las infecciones meníngeas. Pero dentro de estas cinco, los accidentes son responsables de la tercera parte del total de los fallecimientos que las mismas ocasionan.
En las edades entre 5 y 14 años son las mismas principales causas, pero ya en esas edades los accidentes son responsables de más del 50% de las muertes ocasionadas por ellas, lo que demuestra la importancia de luchar contra todos los factores, y nosotros lo hacemos, que originan los accidentes de los niños, y en lo cual también la educación —aquí el señor Grant señalaba la importancia de educar a las madres, a las familias—juega un papel muy importante.
Hace rato ya que las enteritis y las infecciones diarreicas no constituyen la primera causa de muerte como ocurría antes, incluso no están siquiera entre las cinco primeras causas.
En el año 1962 murieron 4 157 niños menores de 15 años por enfermedades diarreicas agudas, para una tasa de 57,3 por cada 100 000. Ya en el año 1983, mediante reducción progresiva, se había logrado limitar el número de muertes por dicha causa en estas edades a solo 385, para una tasa de 3,9, una reducción realmente considerable y que demuestra claramente lo planteado aquí por el señor Grant sobre la necesidad de luchar contra esa enfermedad. Realmente impresiona escuchar que por esa vía podría salvarse la vida de medio millón de niños cada año en América Latina. Nosotros por este medio calculamos que en esos 22 años a los que me he referido, entre 1962 y 1984, hemos preservado la vida de alrededor de 70 000 niños menores de 15 años. Van sumando: más de 100 000 primero, 70 000 después, etcétera.
Otras enfermedades que tenían incidencia preocupante en la mortalidad infantil eran: la poliomielitis: en el año 1970 ya no hubo ningún caso; en 1983, por supuesto, tampoco.
Difteria: un caso en 1970, me refiero a casos por cada 100 000, a partir de 1971 fue erradicada; en 1983, cero. Tétanos: en el año 1970, nueve casos; en el año 1983, cero. Tos ferina: 28 casos en 1970; 0,1 en 1983. Sarampión: 42 casos en 1970; 0,1 en 1983. Tuberculosis: cinco casos en 1970; en 1983, cero.
Hay otros índices que pueden ilustrar el trabajo, los que se refieren, por ejemplo, a los problemas del peso al nacer. Actualmente el peso promedio es de 3 181 gramos. Casos por debajo del peso normal: en 1969 eran 11,7; en la actualidad, 8,5. En lo relacionado con los problemas de desnutrición en los niños menores de un año, considerando el peso con relación a la talla, solo alcanza un 4,6%. Se trata de casos con desnutrición leve; casos de desnutrición grave son tan excepcionales que no cuentan estadísticamente. En los niños de 1 a 15 años, se reduce al 0,7%. No se han producido fallecimientos en los últimos años por problemas de desnutrición.
Hay dedicados a la salud o a la pediatría, 2 320 médicos, sin contar especialistas, radiólogos, patólogos, cardiólogos y otros muchos que también trabajan en el sector de la pediatría.
Tenemos 27 hospitales especializados, antes había tres. Creo que esto ha sido un factor importante, aparte de que se presta atención pediátrica y hay servicios pediátricos, por supuesto, en los hospitales de maternidad, en los hospitales materno-infantiles, en los hospitales generales, en los policlínicos, en los hospitales rurales, etcétera.
Tal vez sería conveniente que explicara nuestra experiencia en el caso de la epidemia de dengue hemorrágico que tuvo lugar en 1981. La epidemia se detectó —por supuesto no se conocía en nuestro país, ni había siquiera experiencia— a fines de mayo de 1981, en un sector de la Ciudad de La Habana, en las proximidades del aeropuerto. A los pocos días se había extendido por todo el país, ya el 16 de junio se reportaron casos en todas las provincias. El 13 de julio llegó a su más alta incidencia, reportándose ese día 11 721 casos. Aquella epidemia súbita surgida en nuestro país, nos obligó a un esfuerzo extraordinario desde los primeros momentos: se invirtieron decenas de millones de dólares —voy a hablar de dólares, no de pesos—, porque tuvimos que gastar divisas convertibles para adquirir miles de equipos de fumigación, cientos de toneladas de productos químicos de diversa índole para atacar las poblaciones adultas del mosquito vector e impedir la reproducción. Fue necesario movilizar decenas de miles de personas con el apoyo de toda la población para detectar los focos de vectores reales o potenciales, y erradicarlos mediante todo tipo de medidas que incluían la limpieza y saneamiento de viviendas, industrias e instalaciones sociales. Se prepararon cursos emergentes para miles de trabajadores que debían desempeñar las tareas fundamentales en esa campaña: se utilizaron medios terrestres, aéreos, etcétera: era una lucha, realmente, desesperada contra una epidemia que adquiría ese auge, al extremo de sobrepasar los 10 000 casos reportados en un día. También se tomaron medidas especiales relacionadas con el tratamiento de la enfermedad: qué medicamentos debían usarse y cuáles no podían usarse, porque podían agravar el problema.
Se improvisaron salas de terapia intensiva en todos los hospitales y, al final de la epidemia, se decidió ingresar todos los casos, para aislarla totalmente, y ya el 10 de octubre se reportó en la provincia de Santiago de Cuba el último caso.
Aquí habíamos conocido el dengue serotipo número uno, que ya se consideraba casi endémico en el Caribe y era más benigno, pero no el serotipo dos. Con motivo de aquella campaña se erradicó el uno y el dos, no han vuelto a aparecer por nuestro país, y la población de vectores ha sido reducida al mínimo posible, en algunas regiones ha desaparecido, y mantenemos una constante lucha: desde entonces alrededor de 6 000 trabajadores de la salud viven consagrados a esa tarea. Nuestra aspiración, en lo posible, sería erradicar totalmente el vector, cosa no tan fácil, porque no solo habita en las ciudades, sino que, incluso, también se han encontrado en montañas rocosas, en agujeros donde hay pequeñas cantidades de agua, etcétera. Pero estamos en la lucha constante contra el vector, y lo hemos reducido a niveles que resulta inofensivo.
La epidemia afectó a 344 203 personas reportadas. Fueron ingresadas en los hospitales más de 116 000. Fue necesario improvisar hospitales y muchas escuelas —pues coincidió precisamente en el período de vacaciones—, escuelas técnicas, escuelas de deportes, escuelas preuniversitarias de alumnos internos, etcétera, se convirtieron en hospitales. Se reportaron 9 128 casos graves y muy graves en niños, porque afectó principalmente a los niños, o era más dañina, más agresiva en esa edad; y 1 097 casos graves y muy graves en adultos. Nuestros médicos y enfermeros hicieron un esfuerzo enorme en todo el país, en la atención de los enfermos, lo cual redujo la mortalidad a 101 niños y 57 adultos, 158 personas en total.
En el momento en que se produce esa epidemia en nuestro país, después investigamos bien, no existía foco de este serotipo en ningún lugar del mundo. Se presentó de una manera realmente muy rara, muy extraña. Nosotros llegamos a la convicción de que esa epidemia había sido introducida deliberadamente. Y, efectivamente, algún tiempo después, no hace muchos meses, elementos contrarrevolucionarios confesaron que por aquellos días habían estado trabajando en acciones biológicas contra Cuba. Y todos esos elementos contrarrevolucionarios, sabemos perfectamente bien quiénes los apadrinan, quiénes los apoyan, quiénes los entrenan en terrorismo y en ese tipo de actividades.
Antes habíamos sufrido plagas y epidemias extrañas en las plantaciones y en los animales: plagas en la caña, plagas en el tabaco; fiebre porcina en los rebaños de cerdos, dos veces. Las dos veces logramos controlarla y erradicarla, creo que hemos sido el único país en toda el área que ha logrado erradicar esa epidemia. En el curso del tiempo, también aparecieron elementos que trabajaban con la CIA, que confesaron, tal vez pensando, incluso, que tenían un gran mérito histórico, que habían estado introduciendo esas plagas en nuestro país. Pero nunca habíamos sufrido acciones bacteriológicas que afectaran a la población. Eso nos obliga a un esfuerzo muy grande aquí entre nosotros: de medidas de organización, de prevención, porque no solo tenemos los fenómenos naturales, que hay enfermedades que se propagan de manera natural, sino los riesgos de la introducción deliberada de enfermedades en nuestro país.
La respuesta fue multiplicar nuestros esfuerzos por la salud. Una experiencia interesante resultó ser la utilidad de las salas de terapia intensiva. Por aquel entonces solo contábamos con una sala de terapia intensiva en un hospital pediátrico; no es que los niños no tuvieran atenciones intensivas, en los casos de gravedad se prestaba una atención especial, pero no existía como institución la sala de terapia intensiva con todos los equipos adecuados en cada hospital pediátrico. Se elaboró un plan para construir este tipo de sala en todos los hospitales pediátricos, con cubículos rigurosamente aislados dentro de la propia sala para casos de enfermedades contagiosas. Se prepararon 93 médicos, más de 300 enfermeras y otros numerosos técnicos. Se adquirieron los equipos, todos los que se consideraron indispensables, algunos de ellos bastante sofisticados y costosos, que requieren también ingenieros electrónicos y otros técnicos. Ya están en funcionamiento 29 de esas salas, algunas desde aquel mismo año, porque en medio de la epidemia se empezaron a construir las salas de terapia intensiva emergentemente.
Esas salas de terapia han prestado un enorme servicio. Todas no están terminadas, faltan unas tres salas; algunas llevan dos años y tanto funcionando, otras año y medio, pero en esas salas de terapia intensiva ya han sido atendidos 12 996 casos. Los médicos y el personal técnico que trabajan en esas salas son muy consagrados, porque naturalmente la atención de un niño enfermo, grave, estimula mucho al trabajador de la salud a esforzarse, y han logrado, en esos casos de accidentes o enfermedades muy graves realmente, reducir a 7,9% la mortalidad. No hay dudas de que sin ese tratamiento, sin esos equipos, sin esa experiencia del personal que trabaja en esas salas, tal vez el porcentaje de fallecimientos habría sido del 20, del 25 ó el 30%, porque realmente se trata muchas veces de casos críticos que solo con esa especial atención se pueden resolver.
Quiero decir con esto que nosotros dimos una respuesta a la epidemia con la multiplicación del esfuerzo en la salud, y solo en esta esfera de la infancia, estas salas de terapia intensiva, deben haber salvado ya 15 ó 20 veces más vidas que las que se perdieron durante la epidemia. Hemos sacado experiencia de esa amarga tragedia. Pero además, se incentivó el esfuerzo en el campo de la salud de todo nuestro pueblo.
Muy relacionado con la atención del niño está lo relativo a las madres. También en esta área los índices son muy positivos. En el año 1962, por ejemplo, de cada 100 000 niños nacidos vivos, se produjeron 118,2 defunciones de madres. Ya en 1983 se ha reducido a 32 defunciones por cada 100 000 niños nacidos vivos. Hay provincias que a veces han logrado la proeza de mantenerse dos años y hasta tres años sin un solo caso de defunción materna, y en todas ellas, consideran como un gran honor la forma en que reducen las defunciones maternas. Cuando se les produce un caso, después de un prolongado período, constituye una especie de tragedia en la provincia. La gente toma muy en serio, con mucha responsabilidad esta actividad, y por eso para ellos estos índices tienen una enorme importancia.
Recientemente leímos en el periódico que en la provincia de Matanzas, en el municipio de la Ciénaga de Zapata —una de las más pobres del país en el pasado, área con terrenos bajos y pantanosos, allí donde se produjo precisamente la invasión mercenaria de Girón en el año 1961—, este año tenía cero defunción de niños en el primer año.
Es decir, las actividades de la salud pública no están centralizadas, el organismo central traza las normas, las directivas, administra algunos centros fundamentales, como los centros de investigación y hospitales altamente especializados, pero los servicios de salud a la población están descentralizados administrativamente, y cada una de las provincias y municipios se esfuerza, hace un esfuerzo especial para no quedar detrás y para obtener los mejores resultados.
Otro índice: el parto institucional. Antes de la Revolución era menos del 20%; actualmente el 98,4% se realiza en los hospitales. He preguntado a veces qué pasa con ese 1,6%, por qué no es el ciento por ciento, y me dicen: "Bueno, hay algunos que nacen en el camino", son los menos (RISAS Y APLAUSOS). Eso ha ayudado mucho a reducir la mortalidad materna y la mortalidad infantil. El número de consultas promedio al año por embarazadas es casi 12, se les atiende desde el primer momento, y atención especial reciben los casos de riesgo.
Los índices relacionados con el peso que debe tener la embarazada también son muy positivos, alrededor del 89% de ellas están dentro de las normas; las que aumentan de peso durante ese período lo que deben aumentar, están también dentro de las normas, alrededor del 90%; las que no están, se consideran casos de riesgo y reciben atención especial.
Las que tienen 11 gramos por ciento de hemoglobina al tercer trimestre del embarazo, también ascienden al 86,3%. Todos esos indicadores, todos esos detalles que pueden influir en los resultados, se toman muy en cuenta.
Y hablando de consultas por embarazada, debo mencionar que también los niños recibieron en el primer año de vida, un promedio de 14,8 consultas en 1983, y las consultas de puericultura, es decir, con niños sanos, se elevó a un promedio de 8,5. El número total de médicos dedicados a estas madres y niños es de más de 4 000, muchos de ellos especialistas, que han estudiado varios años como residentes y se han preparado adecuadamente para esa actividad.
¿Qué factores han influido en estos resultados? Creo que esto es importante, porque el problema que tienen los organismos de la salud, la UNICEF y los demás organismos, es que saben ya perfectamente —como decía el señor Grant— cómo se combate una enfermedad, las técnicas conocidas, las vacunas, hasta lo que él explicaba, la forma de hidratar directamente en la casa, por vía oral, a un niño, el problema es cómo se puede aplicar eso. Yo, naturalmente, no voy a inmiscuirme en cosas políticas en este Congreso, y no voy a inmiscuirme porque realmente no debo hacerlo (APLAUSOS). Pero quiero decir que es esencial, fundamental, que los Estados y los gobiernos se ocupen adecuadamente y prioricen la salud pública. Nada más voy a decir eso (APLAUSOS).
Voy a enumerar una serie de factores, entre otros. Primero, creo que nos ha ayudado mucho la elevación del nivel general de educación de toda la población. Teníamos hace 25 años un 30% de analfabetismo, quién sabe qué porcentaje de semianalfabetos, y hoy día nuestros trabajadores ya están alcanzando el noveno grado como mínimo. Eso ayuda mucho, hay una asociación entre nivel de cultura, de educación y posibilidades de éxitos de los programas de salud. Nos ha ayudado igualmente la elevación del nivel nutricional de la población, aunque, claro, no consumimos los 100 kilogramos al año de carne de Argentina o de Uruguay, países que tienen inmensos rebaños, pero la alimentación ha mejorado, es más balanceada, y sobre todo, señores delegados, está garantizada para todos (APLAUSOS). Cada niño tiene asegurado un litro de leche diario hasta los siete años, lo tiene de plantilla, lo recibe todos los días en su casa a precio muy módico y no le faltan a nadie los recursos para adquirirlo (APLAUSOS).
Las instalaciones donde se produce esa leche tienen agua potable, porque Salud Pública —y con razón, aunque con ello eleva los costos de las inversiones— prohíbe terminantemente que una vaca consuma agua que no sea potable (RISAS), luego aquí hay que hacer acueductos no solo para la población, sino también para las lecherías, para los animales (RISAS Y APLAUSOS). Y además de eso toda la leche se pasteriza, y las normas higiénicas tienen que ser observadas cuidadosamente en todos los productos alimenticios. Aquí no hay falsificación de productos, ni introducción de alimentos nocivos, porque hay normas rigurosas que tienen que ser cumplidas y se cumplen en todo lo relativo a la industria alimenticia.
También ha mejorado el nivel higiénico del país, casi todas las comunidades urbanas tienen acueductos por donde reciben agua potable, los principales centros de consumo disponen de modernas plantas potabilizadoras. Se han construido cientos de miles de viviendas; se han erradicado los barrios insalubres, y ustedes, en la Ciudad de La Habana y en cualquier parte de Cuba, encontrarán que no hay pordioseros, ni niños descalzos, ni limosneros; verán muchos niños como estos que actuaron hoy aquí, en la escuela, con sus uniformes, no los verán pidiendo limosnas. A veces están descalzos, pero es porque quieren, ¿no?, por traviesos (RISAS), no es porque no tengan zapatos. Este factor nos ha ayudado.
Factor decisivo ha sido la participación del pueblo en la batalla por la salud, la participación sistemática de las organizaciones de masas en todas las tareas de la misma. La Federación de Mujeres Cubanas, por ejemplo, tiene casi 60 000 delegaciones en todo el país y en cada una de ellas hay una trabajadora sanitaria, una compañera voluntaria, la brigadista sanitaria con una preparación adecuada, que trabaja con las madres, tratando de enseñarlas, educarlas, que coopera sistemáticamente en los planes de salud, en los problemas relacionados con las pruebas citológicas, que se han hecho masivas, para la detección precoz del cáncer. Su trabajo es sumamente valioso. Forma parte del trabajo de la Federación de Mujeres Cubanas todo lo que se refiere a la madre, a su salud y la de los niños.
Los Comités de Defensa, que son 85 000 aproximadamente, también participan activamente en las tareas de salud como, por ejemplo, las actividades relacionadas con las donaciones de sangre. Medio millón de personas donan voluntariamente sangre cada año en el país. Ese movimiento fue creciendo, recuerdo cuando eran menos de 100 000 y ya estamos por medio millón. Recuerdo también cuando el terremoto de Perú. En esa ocasión se hizo un llamamiento a la población para ayudar al pueblo de Perú, y en 10 días se hicieron 100 000 donaciones de sangre (APLAUSOS).
Esto da idea del nivel de cultura de la población, de su preocupación por la salud, de su sentimiento solidario. Este número de donaciones nos permite no solo la disposición de sangre fresca para transfusiones, sino también para la producción de plasma y de otros muchos medicamentos que se elaboran a base de sangre. Es un movimiento que crece.
Los sindicatos tienen sus responsables de salud en todas las fábricas, en todos los centros de trabajo, que velan por los problemas de la higiene y los accidentes del trabajo. Las asociaciones campesinas también participan en las tareas de salud. Todas las organizaciones de masas. Eso ha ayudado mucho.
Un factor importante —y lo mencionó el señor Grant— es precisamente la educación de las madres, la educación específica en todos estos problemas de salud, mediante los medios de divulgación masiva, consultas, audiencias sanitarias, etcétera.
Otro factor es la extensión de los servicios médicos a todo el país, y especialmente a las áreas rurales, que era donde se producía siempre el mayor número de tragedias y de epidemias que asolaban regiones enteras en el pasado.
El programa riguroso y sistemático de vacunación y prevención.
La formación y superación técnica y la elevada calidad moral y humana de nuestros pediatras, obstetras y demás trabajadores que laboran en esta área de la salud.
Otras medidas, por ejemplo, todos los casos de enfermedades diarreicas agudas y respiratorias agudas se atienden con prioridad y se dispone de todas las camas necesarias en los hospitales para ingresarlos y atenderlos.
Las normas adecuadas de pediatría y obstetricia para organizar el servicio, para garantizar el diagnóstico y el tratamiento más correcto de las enfermedades.
La modernización de los servicios y de las técnicas.
Los hogares maternos, otra institución que se creó para proteger, sobre todo, a las madres que viven en el campo, en lugares aislados, donde pueden tardar horas en llegar al médico, al hospital. Hay 85 hogares, y allí las madres están las últimas semanas del parto, reciben atención, se les enseña lo que deben hacer después con los niños si son primerizas, etcétera.
Creo que han ayudado mucho: la asistencia médica sistemática a las madres embarazadas y en especial, a las que tienen alto riesgo; las investigaciones realizadas sobre mortalidad infantil, sobre los riesgos obstétricos, sobre crecimiento y desarrollo de la población, y otras; los programas concretos de tipo nacional dedicados a estos objetivos; la atención materno-infantil y la lucha por la reducción de la mortalidad infantil; la atención especial que se brinda igualmente a los niños diabéticos y asmáticos, que incluye campamentos de recreación, en el período vacacional, donde se les educa sobre su enfermedad; a los asmáticos se les enseña ejercicios, a los diabéticos se les enseña a detectar la situación, el nivel de azúcar en un momento determinado, incluso a medicamentarse ellos mismos, inyectarse cuando es necesario.
Creo que rinden frutos positivos en los resultados obtenidos, la atención priorizada a las madres y a los niños en la esfera estomatológica y algunos otros factores. Uno que me parece muy importante es la institución de la madre acompañante.
Recuerdo hace años que estábamos inaugurando un hospital en el centro del país y se planteó el problema de las madres que ingresaban al hijo en el hospital. Luego hacían interminables colas, a veces de día y de noche. Existían los criterios de que la madre era profana, que no sabía nada de medicina y que, por tanto, podría estorbar allí, dificultar el tratamiento que había que darle al niño, y se producía, realmente, una separación inhumana. Nosotros llegamos a la conclusión de que debíamos utilizar a las madres como apoyo del trabajo de los médicos y las enfermeras. Lo hicimos así. Los resultados han sido excelentes.
Recuerdo cuando la epidemia del dengue —que mencionaba—, salas enteras en los hospitales, sobre todo en los casos más graves, los muchachos recibiendo sueros intravenosos, necesitaban una vigilancia constante, y allí estaban todas las madres. Ya para esa fecha se había hecho también un uniforme para las madres acompañantes, se les entregaba una ropa, se les daba la alimentación y demás atenciones, y estaban allí, constantemente al lado del niño. Yo me preguntaba cómo hubiéramos podido sustituir a las madres en medio de una epidemia como esta, con miles de casos hospitalizados, ¡no habrían alcanzado todas las enfermeras, habría sido imposible.
La madre conoce los problemas del niño, las costumbres, la psicología; es mucho más humano para ella estar allí ayudando, es mucho más humano para el niño que, naturalmente, está adaptado a la madre. Esta institución la hemos llevado, incluso, a la sala de terapia intensiva, donde el nivel técnico todavía es más alto. Y siempre, si ustedes van a una sala de terapia, encontrarán también a la madre. ¿Esas madres acaso han obstaculizado la atención médica, la aplicación correcta del tratamiento, le han ido a dar otra medicina al niño? No he oído hablar de un solo caso de esos, por el contrario, son de una ayuda extraordinaria a los médicos y a las enfermeras. Creo que ese factor hay que tomarlo en cuenta.
Otro factor que ha contribuido en los resultados, fueron las ya mencionadas salas de terapia intensiva.
Por último —no pretendo citarlos todos— nos parece que nos ha ayudado el hecho de las instituciones escolares, desde los círculos infantiles. Tenemos 835 círculos infantiles —son los lugares donde las madres trabajadoras llevan al niño cuando no tienen quien se los cuide en la casa. Allí los enseñan, los alimentan, los cuidan esmeradamente, y reciben atención médica; no están, desde luego, todos los niños menores de cinco años, pero hay alrededor de 100 000 que van todos los días a los círculos. El resto de los niños, entre las edades de 5 a 14 años o están en el prescolar, o están en la primaria, o están en la escuela secundaria, todos escolarizados. También existen las escuelas especiales donde van los niños con dificultades. En fin, toda la población, casi el ciento por ciento —siempre una fracción por debajo de 100—, un 99%, podemos decir que en la práctica la totalidad de los niños están escolarizados, y eso ayuda a los programas de atención médica.
Por esas vías hemos llegado a estos índices. Comprendo que no en todas las situaciones se puede hacer lo mismo. No es tan fácil. Entiendo bien que para muchos de ustedes, en el ambiente, en el medio en que se desenvuelven, por mucho que quieran no les será fácil aplicar esfuerzos similares; pero es que debemos pensar que, aun en las peores condiciones, mucho se puede hacer todavía. No podemos esperar que cambie el régimen social para tratar de salvar la vida cada año en América Latina, con procedimientos relativamente asequibles, de ese medio millón de niños de que hablaba Grant, no podemos. Nosotros cambiamos el régimen social y eso —lo digo también francamente— nos ayuda mucho (APLAUSOS).
Sin embargo, creo que en el área de los países del Tercer Mundo se puede hacer mucho todavía, puede hacerse, aunque con más dificultades. Y no es cuestión de muchos recursos, de muchas riquezas. La salud pública no es lo que más nos cuesta a nosotros, incluso, la educación cuesta aproximadamente tres veces más que la salud pública. Todo depende. Y hay factores, medidas que nosotros hemos tomado que han reducido los costos, a pesar de que desde los primeros años de la Revolución los salarios de los médicos fueron aumentados. Hacen falta, desde luego, algunos recursos. Bueno, ¿cómo se va a salvar ese medio millón de niños latinoamericanos? Yo diría —y esto no es una receta, porque desgraciadamente en teoría muchas cosas son lógicas y claras, pero en la práctica resultan imposibles— que con un poco de lo que se despilfarra, con un poco del dinero que se fuga —porque leí esta mañana la explicación que daba un profesor de economía norteamericano, que decía que una tercera parte de la deuda acumulada de 350 000 millones de dólares de América Latina obedeció a la fuga de capitales. Si no se fugara ese capital, algo se podría hacer; si no se despilfarrara tanto dinero en lujos, algo se podría hacer. Si siendo pobres económicamente, queremos tener el estilo de vida de las sociedades de consumo, entonces, poco se podrá hacer, porque habrá que invertir recursos en cosas que valen mucho menos que una vida humana. Dinero hay, señor Grant, ¡dinero hay!, y creo que usted, Smith, Olinto y los demás dirigentes de la salud pueden persuadir a los que tienen la responsabilidad. Yo no los voy a persuadir, desde luego. No. No me van a prestar mucha atención, tal vez crean que voy a subvertir el orden (APLAUSOS).
Voy a ser sincero, incluso, he podido apreciar que algunos gobiernos latinoamericanos están haciendo un mayor esfuerzo en este campo de la salud y de la educación —algunos gobiernos latinoamericanos—, aún dentro de esta situación de crisis económica. Claro, cuando viene la crisis lo primero que aconseja el Fondo Monetario Internacional es que cierren escuelas, que dejen cesantes a los maestros, a los médicos, que cierren hospitales, que suspendan los auxilios de seguridad social, que cierren asilos, etcétera, etcétera.
Eso es lo que pasa. Ustedes y nosotros lo sabemos, aunque no queremos hablar de política esta noche aquí (APLAUSOS).
En el área de la salud, que abarca no solo a los niños, a las madres, sino a toda la población, nosotros nos guiamos, desde el principio, por un número de criterios fundamentales: el primero, priorizar la salud pública como uno de los servicios vitales para la sociedad humana. Además, es lo que más aprecia el pueblo. Yo no me explico cómo los políticos no entienden que el servicio que más aprecia el pueblo es el de la salud pública; es el número uno en todas partes. El segundo, la educación. Son dos cosas que la familia, el pueblo aprecian extraordinariamente.
Es decir que nosotros empezamos por priorizar los servicios de la salud pública. Segundo, extenderlo a todo el país, creando, en ese plan de extensión, el servicio médico rural, desde los primeros años de la Revolución. Tercero, la prestación gratuita de los servicios de salud a todo el pueblo, incluyendo los medicamentos que se consumen en los hospitales. Eso creó la oportunidad y la posibilidad a toda la población de recibir los servicios médicos. Desde entonces hemos luchado incesantemente por su calidad.
Cuarto, lo que mencioné anteriormente cuando expliqué los factores que influyeron en los índices actuales de salud infantil y materna: la participación de las masas en los programas de salud.
Quinto, el concepto de la importancia de la medicina preventiva. Sexto, desarrollar en los médicos y demás trabajadores de la salud un elevado espíritu de solidaridad y una profunda conciencia del valor social y humano de su actividad.
Como resultado de nuestros esfuerzos, hoy contamos con 396 policlínicos, que forman la red fundamental de asistencia primaria, antes de la Revolución no existía uno solo; el país contaba con 97 hospitales, hoy dispone de 263; no existía ningún hospital rural, hoy tenemos 54; de tres hospitales pediátricos, la cifra se ha elevado a 27; no había ningún hogar materno, hoy tenemos 85; no había ninguna clínica estomatológica, hoy tenemos 143. Pero no solo servicios médicos, los servicios estomatológicos se prestan gratuitamente a la población. Antes había un banco de sangre, ahora hay 24. Están, además, los laboratorios de higiene y epidemiología, numerosos laboratorios de prótesis dental y ortopédica y una serie de unidades de salud, que en total suman más de 1 500.
Antes existía una facultad de medicina situada en la capital del país, ahora hay 18 —cada provincia tiene su facultad de medicina, algunas tienen dos y La Habana tiene cinco, que les proporcionó a todas la posibilidad de formar sus médicos y especialistas—; una facultad de estomatología, ahora hay cuatro; seis escuelas de nivel medio y enfermería, hoy hay 64; cuatro hospitales con áreas docentes, hoy hay 99; antes el 63% de los médicos y el 62% de las camas estaban en la capital de la república, ahora es al revés —sin quitarle una cama ni un médico a La Habana, al contrario, aumentándolos, pero desarrollando la salud pública en el resto de la nación—, más del 60% de los médicos y de las camas de asistencia están en el interior del país. Es un cambio notable, y me imagino que ese problema de la concentración de los médicos y de las camas en las capitales, afecta a muchos países del mundo.
El presupuesto de salud pública era, cuando triunfa la Revolución, 21 millones de pesos; en 40 años, desde que surgió la república mediatizada, había aumentado en solo tres millones y medio el gasto anual de salud pública, entre el año 1942 y el año 1958, disminuyó en un millón; hoy se invierten 668 millones y crece cada año. Antes se dedicaban tres pesos y dos centavos per cápita —eso era en teoría, una parte se perdía en el camino—, hoy se invierten 66 pesos 80 centavos. Y, realmente, no es mucho, ¡señores, no es mucho! Yo creo que la vida humana vale mucho más que 66 pesos 80 centavos anuales. Es doloroso que en un mundo donde se invierten 900 000 millones de dólares en armas, mueran cada año millones de niños en el mundo porque no tienen los cinco dólares que cuesta el plan de vacunación que mencionó el señor Grant.
Como expliqué, la poliomielitis se erradicó en 1963, el paludismo en 1967, la difteria en 1971; en ese mismo año desapareció el tétanos neonatal. Muchas enfermedades que eran un gran problema se fueron resolviendo.
Los casos de fallecimiento por tétanos: en 1965 fueron 509, en 1983 solamente 24. Los casos por tuberculosis: en 1962 fueron 1 402, en 1982 se habían reducido a 99, ningún niño entre ellos. La lepra está reducida a su mínima expresión y en fase de extinción, existen los medios de combatirla eficientemente. Brotes de fiebre tifoidea hace tiempo que no tienen lugar en nuestro país, se lleva un control epidemiológico riguroso sobre este tipo de enfermedades.
Ya en nuestro país la gente fallece por las mismas causas que fallecen en los países altamente desarrollados, a pesar de que nosotros no estamos en esa categoría de países; demuestra lo que puede hacerse, que no es solo una cuestión de riquezas, de abundancia de recursos, porque nosotros estamos lejos de constituir un país altamente desarrollado. Utilizando los recursos de una manera racional, haciendo un gran esfuerzo, hemos logrado estos resultados. Las enfermedades principales por las que fallecen en nuestro país desgraciadamente —porque siempre hay que morir de algo—, son las enfermedades cardíacas, tumores malignos, problemas circulatorios, etcétera.
Ya hoy tenemos que combatir contra las enfermedades de la civilización: combatir contra el sedentarismo, la obesidad, todos los factores que inciden en estas enfermedades; combatir contra los accidentes, que se vuelven una causa importante de muerte en general, no solo de los niños. Ya estamos también entrando en el camino de luchar contra las dietas de bajo contenido en fibras. Los desarrollados y los superricos han descubierto que, a base de comer nada más que harina y proteína de origen animal y otros alimentos sin fibras, se están presentando enfermedades que a principios de siglo ni se conocían prácticamente.
Trabajamos también en la detección precoz del cáncer, porque está probado que es el arma mejor de que se dispone en estos momentos en la lucha contra esa enfermedad.
Nosotros prácticamente hemos cumplido ya todas las metas del programa de la Organización Mundial de la Salud: "Salud para todos en el año 2000" (APLAUSOS).
La perspectiva de vida en nuestro país actualmente es de 73,5 años, similar ya a la de Estados Unidos. Un 72,5 de los que fallecen tienen 55 ó más años; un 15% de los fallecidos tienen más de 85 años y, algo notable, el 1% de los que fallecen en nuestro país tienen 100 o más años. Hemos mejorado. Sin embargo, afirman todos los científicos que el potencial genético del hombre es de 120 años; hay algunos que viven más, algunos montañeses, en algunas zonas de Europa, por allá por el Cáucaso, viven hasta 140 años, pero se dice que el potencial genético es de 120 años. Queda un largo trecho todavía por recorrer.
Nosotros hemos —debo decirlo— realizado este esfuerzo, alcanzado estos éxitos, estos índices para nuestro país, pero no hemos sido egoístas, no hemos negado la colaboración a otros países. Desde el año 1963 se envió la primera brigada médica a Argelia, recién alcanzada su independencia; desde entonces, durante más de 20 años hemos colaborado con muchos países. Tenemos alrededor de 2 000 trabajadores de la salud, incluidos 1 200 médicos aproximadamente, 600 enfermeras y numerosos técnicos medios, trabajando en 25 países en desarrollo, países del Tercer Mundo. Miles y miles de médicos cubanos han cumplido misiones internacionalistas de ese tipo. En nuestro país se han graduado 766 médicos y estomatólogos de países del Tercer Mundo, y realizan estudios en el área de la salud, como técnicos medios, estudiantes de medicina o cursos de posgrado más de 1 800 becarios procedentes de 75 países del Tercer Mundo (APLAUSOS).
¿Cómo logramos esto? Bueno, no fue fácil, las condiciones fueron realmente difíciles, porque al triunfo de la Revolución había alrededor de 6 300 médicos —creo que eran 6 286 médicos los que había en Cuba—; entonces comenzó el bloqueo económico, las ofertas y promesas a los médicos, para que abandonaran el país y con ello el éxodo de médicos. Nos privaron de 3 000 médicos, 3 000 médicos emigraron —casi todos a Estados Unidos, por supuesto. Es duro, es amargo, es, incluso, extraño, quiero decir, es un hecho tan insólito; pero debemos señalar que durante más de 20 años existe un bloqueo que prohíbe rigurosamente que se exporte una sola medicina o un solo equipo médico, o una sola pieza de repuesto para esos equipos a Cuba desde Estados Unidos, que es el país que tiene el mayor desarrollo tecnológico en esa área. Es decir que hemos tenido que realizar este programa en medio de este bloqueo y empezar con la mitad de los médicos, porque nosotros no le prohibimos a nadie que saliera, no deseábamos ningún médico que no estuviese dispuesto a servir a su patria y a su pueblo. Lo mismo hicimos con los demás profesionales. Nos enfrentamos, aceptamos el reto. Se quedaron alrededor de 3 000 médicos y ellos fueron la base y la espina dorsal de esta obra, fueron los profesores en las universidades y en los hospitales.
Debo decir que nosotros no prohibimos la medicina privada en absoluto, nunca se hizo una ley aquí prohibiéndola; nosotros trabajamos con las nuevas generaciones de médicos, con los estudiantes, desde el primer año de la Revolución. Las condiciones nos ayudaban puesto que había una gran efervescencia patriótica y los persuadimos, logramos que se comprometieran —no en virtud de una ley, sino de motu proprio— a renunciar al ejercicio de la medicina privada y entregaran todo el tiempo a la salud pública. No se prohibió a ninguno de aquellos 3 000 médicos que siguieran ejerciendo la medicina privada; muchos decidieron dedicarle el tiempo completo a la salud pública; alguna parte quedó ejerciendo la medicina privada, y debo decirles que hay 53 médicos todavía que ejercen la medicina privada, y si son longevos, si caen en la categoría del 1% que muere con más de 100 años, es posible que tengamos algunos médicos privados todavía dentro de 40 ó 50 años (APLAUSOS). Nadie los molesta, trabajan, tienen todo el respeto, la consideración; es decir, nosotros no hicimos leyes sobre eso, hicimos trabajo político, medidas políticas, no medidas coercitivas.
Y así tuvimos que empezar en esas condiciones; aceptamos el reto, repito, empezamos a desarrollar las facultades universitarias, a ampliarlas, y hoy tenemos 20 545 médicos, y en los próximos 15 años vamos a graduar 50 000 (APLAUSOS), no sé si les parece mucho a ustedes, a nosotros no nos parece mucho, porque sabemos lo que vamos a hacer con esos médicos, lo que van a hacer y lo que significan. Nosotros nos proponemos seguir avanzando, porque hay mucho que hacer todavía en este campo; no podemos conformarnos ni mucho menos con lo que se ha hecho, y tenemos el deber elemental de seguir luchando. Hoy tenemos otras condiciones, se han formado miles de especialistas, médicos de alto nivel en los últimos años; había 828 enfermeras en la salud pública, unas pocas más en hospitales privados, hoy tenemos 35 000 enfermeras; había 478 técnicos medios, hoy tenemos 34 000, y en las escuelas de enfermeras y técnicos medios de la salud tenemos 29 000 jóvenes preparándose. Es más, hemos creado la Facultad Universitaria de Licenciatura en Enfermería y aspiramos a que nuestras futuras enfermeras tengan nivel universitario; ya hay 1 600 estudiando en esa facultad, enfermeras que están también trabajando. Antes el nivel era de noveno grado para ingresar en los estudios de enfermería y cuando el retraso escolar desapareció, por ser en ese grado muy jóvenes, empezamos a luchar por ingresarlas ya graduadas de preuniversitario; muchas de las que ingresan en la escuela de enfermería lo hacen ya con nivel preuniversitario.
Las facultades de ciencias médicas, en el curso que se inició este año, alcanzaron una matrícula de 25 000 alumnos, de ellos más de 21 000 de medicina, 2 000 de estomatología y 1 600 —como dije— de licenciatura en enfermería.
Hemos constituido lo que llamamos el Destacamento de Ciencias Médicas, con contingentes de jóvenes seleccionados cada año por su expediente y por su vocación probada para la medicina, alumnos muy seleccionados de entre los mejores estudiantes.
Ya primero, segundo y tercer cursos están integrados por ese destacamento que lleva el nombre glorioso de "Carlos J. Finlay" (APLAUSOS), que fue el descubridor del famoso Aedes aegypti, que trasmitía la fiebre amarilla y también el dengue, cuya gloria han pretendido escamotear otros; pero se sabe, está probada rigurosamente su proeza científica. Estamos haciendo una edición de las obras de Finlay para que la tengan todos los estudiantes. Es asombroso cómo llegó aquel descubrimiento tan importante. Ese destacamento tiene su reglamento especial; la exigencia con ellos es más grande que con cualquier otro estudiante universitario, porque si el arquitecto se equivoca o el ingeniero, bueno, es malo que se equivoque, pero si se equivoca el médico, si no cumple estrictamente con su deber, es trágico; por ello las exigencias con los estudiantes de medicina son grandes.
Se enviaron comisiones de profesores universitarios a los siete países con más desarrollo en el campo de la medicina y a las mejores universidades de esos países, y recogieron información, bibliografía, programas y todo, materiales que estamos utilizando en la elaboración del nuevo programa de medicina para hacerlo todavía mejor. Se están elaborando los programas de desarrollo de 36 especialidades clínicas y quirúrgicas, estarán listos a fines de este mes, a fin de impulsar el desarrollo planificado de todas las especialidades esenciales, que incluyen también las que resultan "anémicas", como suelen ser anestesiología y otras. Se ha creado una nueva especialidad, y dentro de esto hay que luchar contra la tendencia a que sean muchas. Una especialidad, una idea que hemos estado desarrollando en nuestro país es una especialidad muy importante, la Medicina General Integral. Porque, hasta ahora, médicos generales en nuestro país eran los que no habían hecho más estudios, los que no habían estudiado ninguna especialidad.
Nosotros consideramos que la medicina general tiene que ser una especialidad: requiere más estudios, el médico debe hacer una residencia; se ha elaborado un programa riguroso, que exige conocimientos amplios de pediatría, de obstetricia, de medicina interna, de psicología y de sanidad. Ya tenemos un grupo de médicos haciendo la residencia en esa especialidad. La tendencia es a que todos los médicos tengan la categoría de especialistas, incluso los médicos generales, y, con ello, la consideración social y la remuneración proporcional de sus conocimientos. No bastarán los seis años de medicina, tendrá que hacerse una residencia de tres años adicionales. Este médico jugará un papel muy importante en la medicina primaria y en la medicina de la comunidad.
Es decir que en todo lo que se refiere a la formación del personal médico, estamos llevando a cabo un programa ambicioso y riguroso que, a mi juicio, promete muchos mejores resultados en el futuro.
Se trabaja en técnicas avanzadas; por ejemplo, en la genética prenatal, para diagnosticar casos de malformaciones abiertas del sistema nervioso central, para diagnosticar los casos con el síndrome de Down y también la sicklemia. He mencionado tres enfermedades, y debo decir que, en nuestro país, cada año nacen aproximadamente 250 niños con malformaciones abiertas del sistema nervioso central (defecto del tubo neural), 220 con el síndrome de Down y 100 con sicklemia, es decir, casi 600 niños. Esto es importante no solo por el número y por la tragedia que significa para las familias esos casos, sino para más de 150 000 madres que dan a luz todos los años y quisieran tener la seguridad de que su hijo no tiene uno de esos problemas, y que cualquier madre comprendida en esos casos, pueda tomar la decisión de interrumpir el embarazo en el período establecido, porque el diagnóstico es precoz (APLAUSOS). No quiero entrar en cuestiones de dogma religioso sobre este tema, esto no tiene nada que ver con la religión, a mi juicio; tiene que ver con el sentido común mas elemental y con la piedad humana, porque hemos visto la tragedia que significa para cualquier familia (APLAUSOS).
Están las consultas genéticas. A la pareja se le explica; se analizan las posibilidades de riesgo por antecedentes familiares, como en el caso de Down por la edad de la madre. Todo esto puede contribuir a evitar cientos de tragedias, pero contribuye a que todas las madres potenciales tengan tranquilidad, y a que se les pueda decir a cada una: su hijo nacerá saludable.
Ahora se me ha olvidado un término médico (RISAS). Los médicos pudieran ayudarme, ya que hay bastantes aquí. ¿Cómo se llama esa enfermedad de los recién nacidos, que a causa de una proteína degenera después en retraso mental? ¡Ah!, la fenilcetonuria, se me había olvidado. Hay igualmente un número de casos cada año. Eso es muy importante, porque diagnosticado a tiempo se resuelve perfectamente. También está incluida en el programa. Se está trabajando, tenemos laboratorios, se empiezan a aplicar estas técnicas de genética prenatal.
También se trabaja en neurofisiología, para detectar precozmente los problemas de la audición, o anomalías en el sistema nervioso central, o retardos en el aprendizaje, o problemas neuropsiquiátricos.
En otros campos, en la medicina en general, se trabaja en el empleo de las técnicas más modernas. Estamos creando unidades de nefrología con modernos equipos de hemodiálisis para niños dentro de ciertos límites de edades; por resultar demasiado cruel y traumatizante el famoso catéter intraperitonial —como creo que le llaman los médicos—, se están estableciendo esos centros. Se están desarrollando seis centros de cirugía cardiovascular, entre ellos uno en el centro de la isla y otro en la región oriental, y uno de cirugía cardiovascular para niños en la capital. Se está formando el personal, se va a impulsar todo lo posible esa actividad. Estamos usando algunas técnicas, como la tomografía computarizada; se está aplicando, y se están resolviendo con ella muchos casos. Estamos adquiriendo, y pronto tendremos en nuestro país, los primeros equipos de la resonancia magnética nuclear, que no trabaja con los rayos X, sino con los rayos que emite el organismo, que logra imágenes muy nítidas y a veces no obtenibles por radiografía convencional. De los recursos de que disponemos, separamos un mínimo para ir adquiriendo, conociendo y dominando nuevas tecnologías. Tenemos el propósito de adquirir un scanner recién descubierto, para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, que también se dice que hasta puede llegar a predeterminar el ataque. Si es cierto que se están desarrollando algunos medicamentos que lo interrumpen, entonces aumentarán las posibilidades de alcanzar el potencial de los 120 años (RISAS).
Otro equipo que nos interesó mucho y estamos adquiriéndolo —este tiene una palabrita técnica también (RISAS)—, es el equipo para la litotricia extracorpórea. Eso quiere decir, señores, y yo mismo he tenido que explicármelo para entenderlo bien —se llama así, no tiene otro nombre (RISAS)—, un equipo bastante sofisticado, pero muy importante, que destruye, mediante ultrasonido, los cálculos renales que no pueden ser expulsados de otra forma, y que dan origen en todo el mundo a operaciones traumáticas. Baste decir que alrededor de 3 000 de esas operaciones se realizan en nuestro país todos los años. Ese equipo es relativamente costoso; siempre que aparece un equipo nuevo, es más costoso, pero necesario y hasta económico si se pueden ahorrar 3 000 operaciones de ese tipo. Hay personas a las que hay que estarlas operando con cierta frecuencia.
Nosotros tratamos de reunir toda la información del desarrollo de los medicamentos, de los equipos. El ultrasonido diagnóstico rápidamente lo hemos extendido por todo el país, 60 hospitales lo están usando; detecta algunas cosas que la radiografía normal no puede detectar; incluso, aquí muchas madres saben si el hijo va a ser varón o hembra, ya no hay apuestas posibles sobre eso (RISAS), porque en muchos casos por el ultrasonido se define. Es muy práctico en la medicina, además ahorra placas, es económico. Todas estas técnicas nuevas estamos tratando de desarrollarlas y aplicarlas. Afortunadamente no todas se producen en Estados Unidos (RISAS), se producen en Japón y en otros países, donde las hemos podido adquirir. Algunas, incluso, no se producen en Estados Unidos.
También estamos desarrollando la producción de equipos médicos, actualmente construimos dos nuevas fábricas de equipos médicos.
Las divisas que hay que gastar en un equipo médico cualquiera, produciéndolo en el país, constituyen el 20% de lo que cuesta importarlo.
Con los medicamentos pasa lo mismo, y una de las razones por las que nosotros hemos podido hacer este programa con poco costo es porque nuestro gasto en divisa es reducido. Nosotros producimos muchos medicamentos con materia prima nacional, o importamos la materia prima y la elaboramos; otros que no podemos, o no conviene producirlos por no ser voluminosa la cantidad, los adquirimos en área socialista o en países occidentales, según el caso. Pero es muy importante, porque los precios de las transnacionales son impagables, así, la verdad: una aspirina lleva materia prima que cuesta fracción de centavo y se vende a cinco centavos, y por el estilo todos los medicamentos. Si los medicamentos que usamos los fuéramos a comprar en el mercado mundial, nos costarían alrededor de 150 millones o 200 millones de dólares como mínimo cada año, y nosotros con la quinta parte de gasto en divisas convertibles obtenemos los medicamentos que necesitamos o las materias primas, a lo cual se añaden los suministros socialistas.
Pero estos dos problemas para los países del Tercer Mundo son muy importantes: el desarrollo de la producción de equipos médicos y el desarrollo de la industria farmacéutica.
Creo que son importantes también las investigaciones. El Ministerio de Salud Pública tiene 13 centros de investigaciones, entre ellos el de Medicina Tropical, cuyas nuevas instalaciones se han empezado a construir y que recoge una gran cantidad de experiencias acerca de las enfermedades en el área del Tercer Mundo, experiencia que demuestra que prácticamente todas esas enfermedades tienen solución hoy día.
Se han impulsado las investigaciones biológicas, hemos logrado producir el interferón de glóbulos blancos en tiempo relativamente breve. Posiblemente no se hayan hecho en ningún otro lugar más investigaciones en cuanto al uso de este producto en la lucha contra los virus, es la primera arma antiviral que tiene la medicina, se ha probado con éxito.
Cuando la epidemia del dengue se aplicó en casos desesperados. Pero sobre todo se pudo apreciar los efectos de su aplicación en un campamento de pioneros de vacaciones: había que tomar la decisión de suspender o no las vacaciones de decenas de miles de niños y adolescentes, llegamos a la conclusión de que era mejor que estuvieran allí porque iban a recibir mejor atención tan pronto aparecían los síntomas, se aplicaba este producto y no hubo ningún caso que llegara a evolucionar la enfermedad hasta síntomas de gravedad en ninguno de los cientos de niños afectados. Se ha aplicado con efectos realmente radicales en la hepatitis viral, en la verruga plantaria, herpes zoster, en la papilomatosis faríngea, que origina numerosas operaciones en niños y adultos. Y voy a decir algo más, pero con mucha prudencia para no despertar optimismo, incluso en algunos tipos de cáncer se está investigando con ciertos resultados; solo en algunos, desgraciadamente, no en todos, al parecer esa enfermedad necesitará ser abordada por muy diversas vías, porque es muy variada y compleja.
Es posible que pronto podamos empezar a producir el interferón por ingeniería genética. Se está construyendo un nuevo centro de investigación de ingeniería genética y biotecnología, que en un período de 20 meses estará terminado. Tiene una enorme importancia, porque va a ofrecer la posibilidad de producir y abaratar muchos de estos productos como interferón e insulina; así como para la producción de vacunas y otros nuevos medicamentos. Para la agricultura, para la producción de alimentos y hasta para la industria tiene una gran perspectiva esa área de la investigación, y, sobre todo, por su característica de no requerir grandes inversiones ni grandes recursos, sino personas capaces y tenaces, talento humano; si se dispone de talento humano, se puede trabajar mucho y se puede lograr mucho en esa área.
Hay también —y ya próximo a terminar quiero hablar de esto—ciertas ideas que estamos introduciendo actualmente y desarrollando, que es la del médico de la comunidad. Aquí se le llama también médico de familia, pero no es lo que tradicionalmente se conoce como médico de familia en el mundo occidental. Es el médico de familia porque se le asigna un número de familias, 120, 130, como complemento de toda la red primaria de salud pública. Este médico trabaja allí en la comunidad, bien sea en una escuela, bien sea en una fábrica, o en un área cualquiera donde se encuentra la población: lleva el expediente de salud de todas las personas, 500, 600, 650, e incluso más, todos los casos de diabetes, asma, problemas cardíacos, de cualquier índole los atiende, los sigue, visita a los pacientes, es una especie realmente de guardián de la salud de la comunidad.
Hace relativamente poco tiempo empezaron a trabajar los primeros médicos con este concepto y los resultados son realmente impresionantes —por aquí hay algunos de ellos y creo que les van a hablar de ese tema. Ya este año tenemos alrededor de 230 trabajando en esa actividad, incluye áreas de montañas, zonas rurales, zonas urbanas, fábricas, escuelas. El principio es que el ciudadano en el futuro estará atendido no solo por la red de policlínicos y la red de hospitales generales y especializados, sino que además allí donde reside tendrá un médico, allí donde trabaja tendrá un médico, allí donde estudian los muchachos tendrá un médico. Estos médicos se especializarán, fundamentalmente, en la Medicina General Integral. De los 65 000 médicos que tendremos dentro de 15 años, es decir, a principios del año 2000, no falta tanto, 25 000 trabajarán en esta actividad. De modo que tendremos unos 30 000 en la red, 25 000 en la comunidad, calculamos 10 000 trabajando en el exterior, y aun así faltarán 10 000 todavía para poder cumplir el propósito de darle a todo médico, cada siete años, un año libre retribuido para el estudio (APLAUSOS).
Es decir que ya nosotros tenemos previsto en qué van a trabajar 75 000 médicos, los estamos formando. Ya están ingresando más de 5 000 estudiantes seleccionados por años en la Facultad de Ciencias Médicas. Ya hemos estado graduando 2 000 por año; el año próximo empezaremos a graduar 2 500; en 1988, 3 000; en 1991 estaremos graduando 3 500 por año, y médicos realmente de calidad.
Se trabaja en todo lo relacionado con las impresiones de libros de texto, libros para especialistas, en todas las ediciones que necesitan los médicos, para su información, cosa muy necesaria; cuando son masivos los usuarios hay que tener verdaderos centros de información donde puedan obtener toda la información requerida.
Como resumen, debo decir que la experiencia de Cuba, la Revolución Cubana ha realizado algunos aportes a la solución de los problemas de la salud; a mi juicio, creo que los más importantes son los siguientes:
Primero, el servicio médico rural, este es uno de los aportes de la Revolución; segundo, la selección rigurosa del personal médico, creo que en ninguna parte se escoge hoy día el personal para la medicina con el rigor con que se escoge en nuestro país; tercero, la extensión de la docencia a todos los hospitales del país. Esta es una nueva idea, antes se escogía uno, dos, tres hospitales. Hemos descubierto que cuando los hospitales se hacen docentes, la asistencia mejora y los médicos se preparan, estudian y se convierten en profesores, si no en todas, en un importante grupo de materias y especialidades. Nosotros la hemos extendido hasta los hospitales municipales, y la vamos a llevar hasta los hospitales rurales. Cuarto, la participación de todo el pueblo en las tareas de la salud; quinto, creo que el concepto de la Medicina General Integral como una especialidad va a triunfar; sexto, el desarrollo programado de todas las especialidades y, séptimo, el médico de la comunidad. Creo que son siete aspectos en los que consideramos que nuestro país ha hecho cierto aporte a la medicina. Tenemos una gran confianza y estamos seguros de que el futuro lo comprobará.
Nosotros gustosamente estamos dispuestos a compartir nuestras experiencias con los médicos latinoamericanos, con los médicos del hemisferio, todos, incluso canadienses, norteamericanos, que son países altamente industrializados. Hay algunos médicos norteamericanos aquí, creo que 31 de ellos, nos es muy grato tenerlos entre nosotros. Los canadienses creo que llegarán hoy un poco más tarde. Más de 1 000 médicos pediatras procedentes de numerosos países han arribado en esta ocasión a nuestro país. Esto nos honra y nos estimula mucho. Nuestros éxitos, nuestros modestos logros los ponemos a disposición de ustedes, y a la vez aspiramos a recibir de ustedes sus experiencias y valiosos conocimientos.
Deseamos que en este Congreso se estrechen los vínculos, y de manera amplia y generosa nos unamos y nos ayudemos todos.
Creo que algunas de las cosas que se dijeron aquí, por los dirigentes de las organizaciones internacionales de la salud, son muy alentadoras. Se han dicho verdades muy duras, yo no las quería decir, pero Grant las dijo (RISAS), sobre lo que pasa, sobre los que mueren en este hemisferio dijo algo que es difícil olvidar, que el millón de niños que mueren cada año en América Latina, con los índices de salud que ya tiene Cuba, se pudieran reducir a 260 000. Yo mismo me sorprendo de esos datos. Nos conmueve, nos hace sentir la satisfacción de que hayamos logrado reducir la muerte de cientos de miles de niños cubanos, pero les confieso que nos duele mucho pensar que mueren 740 000 niños en América Latina que pudieran salvarse. Creo que no hay palabra más elocuente, ¡setecientas cuarenta mil vidas que se pierden por irresponsabilidad, por insensibilidad, por negligencia y por ignorancia!
Creo que esas palabras del Director de la UNICEF dan la medida de la importancia de las cosas que se van a discutir y del trabajo que se va a realizar en este Congreso.
Les he hablado con amplitud. Incluso, tal vez he abusado un poco de ustedes. Espero que en estos días de estancia en nuestro país tengan la oportunidad de comprobar en los hechos lo que hoy les he explicado.
Muchas gracias.
(OVACION)