Llegan a Türkiye colaboradores del Contingente Henry Reeve
Vivimos tiempos de profundos cambios en Nuestra América. Hay fuerzas opuestas, siempre ha sido así. Pero el cambio es indetenible.
La Habana se viste de letras, y a la fiesta de los libros hemos invitado a una hermana querida: Colombia. Hay una larga historia de vínculos entre ambos pueblos. Nunca la indiferencia ha vencido, por más que se haya empeñado el odio.
Y que sea entre libros que se construya un nuevo puente dice mucho de dos hermanos unidos por el amor a la paz.
Paz y cultura abonan la conciencia de cara al futuro próximo, de cara a la transformación indispensable.
A la Feria del Libro de La Habana llegó la primera vicepresidenta negra que ha tenido Colombia, junto a una ministra de Cultura militante de izquierda. Ambas víctimas de una guerra hija de la inequidad y las doctrinas de Washington. Mujeres del pueblo oprimido, y de la cultura ancestral y popular que despierta, desde todas sus manifestaciones, para construir un país distinto, pues solo la paz lo hace ya distinto.
A Cuba, que tanto hizo también por la dignidad de África, llega Francia Márquez para levantar también las banderas del vínculo natural de Colombia con el continente de Mandela y con este Caribe nuestro, crisol de esencias y frontera de Nuestra América con el Atlántico. Y vino a Cuba para ello.
Vino también Patricia Ariza, quien hizo del teatro tribuna para la libertad y el amor, quien a pesar de todo, nunca dobló sus brazos. Lleva Patricia en su pecho con orgullo la presencia de Haydée y eso en Cuba se agradece.
Ayer la inauguración de la Feria del Libro fue un gran abrazo, un abrazo inmenso y simbólico. Y allí también estuvieron Fidel y el Gabo.