Alegato imprescindible
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Sobre los sucesos del 26 de Julio, se suelen dominar las esencias de un hecho que forma parte indisoluble de los cubanos, una fecha de júbilo, un festejo que, en la niñez de mi generación, se esperaba cada verano (aún se sigue esperando con idéntico entusiasmo), y que nos situaba frente al televisor, mientras las emotivas palabras de Fidel se mezclaban con la celebración, que nunca dejó de organizarse en las casas del barrio.
Este episodio magnífico y definitorio de la historia cubana ha sido contado y relatado muchas veces, graficado o narrado por sus protagonistas, ahondado por investigadores rigurosos, recreados en el cine o la televisión; sin embargo, para llegar al corazón de esa jornada gloriosa, es preciso irse a las páginas de un libro.
La Historia me Absolverá llegó a mis manos siendo adolescente. Era una edición ilustrada, dentro de un estuche de cartón grueso. En su portada se veía la conocida foto de Fidel con nuestro Héroe Nacional a sus espaldas, tomada durante los días de juicio por los sucesos del Moncada. Pronto, mientras avanzaba en la lectura, fui descubriendo la verdadera magnitud de aquellos acontecimientos y comencé a tener una visión mayor de los objetivos reales de la acción.
Leyendo a Fidel, casi escuchándolo a través de aquellas páginas, comprendí que esos jóvenes no habían ido simplemente a tomar los cuarteles. Aquello no era un grupo común de hombres armados que por sorpresa rendirían las guarniciones, era una generación tomando el futuro por asalto. Detrás de aquellos altos paredones, estaban presos el decoro y la independencia de la patria, y era necesario rescatarlos.
Había mucho de Martí en aquellas letras, mucha hidalguía en cada párrafo, era la verdad prendiendo fuego a la mentira y al oprobio. El futuro Comandante de una Revolución que ya nadie detendría estaba completamente convencido de que el porvenir sería diferente y, en sus palabras emocionadas y firmes, describió con acierto el programa que, años después, hizo de Cuba un país soberano y digno.
Muchas veces a lo largo de estos años he regresado a esa lectura necesaria, ahora con un conocimiento mayor de la historia, pero siempre el contacto con esos argumentos me renueva la convicción de que no podría existir un motivo mayor para celebrar el Día de la Rebeldía Nacional que la heroicidad y el patriotismo de aquel 26 de Julio.