Discursos e Intervenções

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO DE CLAUSURA DEL I CONGRESO DE LA FEDERACION ESTUDIANTIL UNIVERSITARIA, EFECTUADO EN EL TEATRO "LAZARO PEÑA", EL 13 DE MARZO DE 1979

Data: 

13/03/1979

Queridos compañeros:


Yo debía haber sospechado que ustedes me iban a hacer una trampa (RISAS). Claro, ese es el mal ejemplo, porque ya en días pasados habló Jaime y yo asistí al acto, y entonces esa vez ya ustedes saben lo que pasó: que Manolo Ortega me anunció, y yo he tenido que hablar. Y eso no se puede estar haciendo todos los días; yo le aseguré al compañero Machadito, cuando nos pusimos de acuerdo para venir al acto, que él iba a pronunciar el discurso, y él tiene un discurso hecho. ¿Qué voy a hacer yo con el discurso de Machadito? Es de él, no es mío (EXCLAMACIONES DE: "Los dos"). Bueno, él no quiere. Yo propongo que demos por pronunciado el discurso y se publique mañana en el periódico (¡No! ¡No!) ¡Entonces que venga Machadito y haga un discurso!... Pero él se resiste.

Vamos a hacer una cosa razonable, por un acuerdo del I Congreso de la FEU: vamos a publicar este discurso mañana (EXCLAMACIONES DE: "¡SÍ!"), que el compañero Machadito venía a pronunciar aquí, para que lo lea todo el pueblo (APLAUSOS).

Pienso que es un buen discurso. El me lo prestó para yo leerlo. Es un discurso serio, formal, sistemático, que trae todas las fechas, toda la historia, todos los detalles, un discurso como el que yo no puedo improvisar aquí; es decir, yo solo puedo decir algunas cosas, ¿no?, inspirado en el ambiente, inspirado en ustedes, inspirado en los recuerdos y también —digamos— un poquito —sin ser demasiado dramático— en la emoción que suscita en todos nosotros un acto como este.

Escuché el mensaje. Una de las cosas que realmente me sorprendió de repente es ver cómo ha pasado el tiempo, y cómo aquí leyó ese mensaje una joven estudiante que nació precisamente en enero de 1959. Es que a veces nosotros mismos no nos damos cuenta, nos distraemos un poco, y los años pasan volando; y nosotros no nos habíamos dado cuenta, por lo menos yo, de que ya están precisamente en la Universidad, y posiblemente no en el primer año, sino en el segundo o tal vez en el tercero, jóvenes que nacieron cuando el triunfo de la Revolución.

Antes solía tener más contactos con los estudiantes, visitaba con cierta frecuencia la Universidad; pero entonces había una universidad, o dos, o tres, y ahora yo mismo no sé siquiera cuántas universidades tenemos, porque tenemos universidades prácticamente en todas las provincias.

Al principio eran unos pocos miles de estudiantes universitarios, ahora tenemos entre 140 000 y 150 000. Es decir que nuestra masa estudiantil ha crecido extraordinariamente, y va a seguir creciendo. Quizás en el II Congreso de la FEU el número de estudiantes rebase ya la cifra de 250 000.

Es decir que se ha producido un salto cuantitativo extraordinario. No me atrevería a asegurar cuál ha sido el salto cualitativo; no me refiero, desde luego, a lo político o lo revolucionario; me refiero al aspecto docente. No puedo decir ni que sí ni que no, pues no poseo los elementos suficientes, pero nos parece también una cuestión de suma importancia.

En el aspecto político y revolucionario, los compañeros que han participado en el Congreso tienen una magnífica y alentadora impresión: afirman que el Congreso ha sido de una gran calidad, que los problemas se han debatido ampliamente, que se han hecho análisis serios, que los problemas se han expresado con mucha claridad y mucha franqueza, y que incluso los visitantes extranjeros han percibido ese espíritu y tienen una opinión muy positiva del desarrollo del Congreso.

Lo que yo puedo decir, porque lo he visto, lo he vivido, es la diferencia entre aquella universidad que nosotros conocimos y esta universidad de hoy. Lo que sí puedo afirmar que hay un cambio extraordinario tanto en la composición social de nuestro estudiantado universitario, como en la conciencia política de ese estudiantado.

En el pasado la universidad era una posibilidad fundamentalmente para los hijos de las familias ricas, para los hijos de la burguesía, de alguna pequeña burguesía, y excepcionalmente para jóvenes humildes del pueblo.

No quiere decir esto que el estudiantado, a pesar de su composición social, no fuese capaz de librar luchas históricas por los intereses del país, por causas nobles, por causas justas, por causas progresistas, porque a la juventud suele estar unido el desinterés, el idealismo, la capacidad de sacrificio. Mas también es cierto que no toda la masa estudiantil participaba en esas batallas, sino que era realmente tal vez una minoría de los estudiantes, una vanguardia de los estudiantes.

Sin embargo, a pesar de eso, en distintas etapas de la historia de Cuba los estudiantes hicieron sentir su fuerza, hicieron sentir su espíritu combativo. Y fue fuente de innumerables combatientes y héroes de nuestras causas independentistas y revolucionarios.

En toda aquella época, y aún hoy, la conciencia de los estudiantes se inspiró en aquel martirologio que significó el fusilamiento de los estudiantes de 1871, y su conciencia política, su espíritu de rebeldía, su odio a la injusticia se renovaba cada año al recuerdo de aquel bárbaro, monstruoso crimen, cometido por las fuerzas reaccionarias y colonialistas contra aquellos a los que se llamaban inocentes estudiantes, que eran efectivamente inocentes solo en el sentido de que no habían cometido delito alguno, mas sin embargo se castigaba en ellos el sentimiento patriótico y el espíritu de rebeldía de nuestra juventud.

A lo largo de toda la historia de aquella falsa república que sobrevino después de la intervención yanki, en la lucha contra los gobiernos corrompidos de todo tipo, en la lucha contra la tiranía machadista, y en la lucha contra la tiranía batistiana, en la lucha por la revolución que hizo posible este presente de hoy, los estudiantes hicieron una importantísima contribución, y regaron con su sangre generosa el camino de nuestros éxitos y de nuestras victorias actuales.

Y siempre fue la universidad foco de lucha y foco de rebeldía en la historia de nuestro país.

De modo que nosotros hemos tenido el privilegio de conocer dos épocas diferentes, dos universidades diferentes, dos estudiantados en su composición diferentes, pero que en algo se asemejan mucho: en el entusiasmo, en el espíritu revolucionario —que al menos nos parece a nosotros que es el mismo— de esta masa estudiantil de hoy y la vanguardia de ayer.

Y nos parece ver en ustedes el espléndido retoño de los Mella, de los Martínez Villena, de los Trejo, de los Echeverría. Hay algo igual, en esa misma línea.

¿Cuál era el destino del estudiantado entonces? ¿Cuál era el deber fundamental de aquel estudiante de entonces? ¿Podía consagrarse al estudio y desentenderse del ambiente y de la atmósfera que lo rodeaba? Su deber era luchar, salir a las calles, organizar manifestaciones, batirse contra las fuerzas represivas, sufrir agresiones, golpes, y en muchas ocasiones caer bajo las balas. ¿Qué destino tenía aquel estudiante de entonces? ¿En qué sociedad vivía? ¿En qué mundo futuro habría de vivir? Y cuando hablamos de estudiantes no hablamos de cientos de miles de estudiantes, hablamos de algunos miles de estudiantes. En una universidad atrasada, subdesarrollada, desprovista de medios, de recursos, desorientada en el sentido de las carreras, deformada, para después, al graduarse como estudiante, no tener siquiera la seguridad de un empleo, de un trabajo seguro. Esas eran las condiciones en que se desenvolvía el estudiantado de entonces: el sacrificio, la muerte en muchas ocasiones, y ningún incentivo verdadero, ninguna posibilidad de dedicarse realmente, de concentrarse en sus estudios.

¿Acaso la Revolución le ha quitado a la masa estudiantil su campo de lucha? No. Pero su campo de lucha ha cambiado radicalmente. Antes el deber inmediato del estudiante, su campo de lucha, era enfrentarse cotidiana y diariamente a todo género de abusos y de injusticia, enfrentarse cotidianamente a la violencia represiva, como ocurre con los estudiantes hoy en la mayor parte de los países de América Latina. La Revolución, en cambio, creó un campo de lucha mucho más amplio, mucho más universal, una tarea gigantesca: la de hacer la Revolución, la de construir el socialismo, la de practicar el internacionalismo. Ser estudiante, ser trabajador, ser soldado, porque ya no existe contradicción entre el poder y el estudiantado, entre el soldado y el estudiante, entre el policía y el estudiante, porque todo eso es hoy el estudiante: estudiante, trabajador y soldado.

Estoy absolutamente seguro de que si fuera necesario defender la patria de una agresión imperialista, no quedaría uno solo de ustedes sin exigir un arma para combatir (APLAUSOS PROLONGADOS).

Ese es el estudiante de hoy. A muchos en otras partes les cuesta trabajo comprender qué significa el socialismo. Yeso precisamente significa el socialismo: cuando ha desaparecido la opresión, cuando ha desaparecido la explotación del hombre por el hombre, cuando el poder está en manos del pueblo. Porque el termómetro más sensible de la situación política de un país, en el mundo que hemos conocido hasta hoy, es el estudiantado.

Yo recuerdo que en aquella época el Ministro de Educación no podía aparecerse por la universidad, los políticos no podían aparecerse por la universidad. ¿Un presidente? Un presidente no podía aparecerse por una universidad en Cuba, a no ser que antes la rodeara de soldados, de policías, de perseguidoras, de tanques y de todo eso. Los políticos no podían visitar a la universidad. Pero me pregunto: hoy, en América Latina, ¿cuántos ministros de Educación pueden visitar a las universidades?, ¿cuántos políticos pueden visitar a las universidades?, ¿cuántos dirigentes pueden visitar a las universidades? Porque, repito, el estudiantado ha sido el más fiel termómetro del sistema político en que se vive, del tipo de sociedad en que se vive.

Yo creo, sin embargo, que todos los ministros de Educación de la Revolución han podido ir a las universidades (APLAUSOS), porque creo que Armando estuvo por las universidades muchas veces, y Fernández también; y creo que Asela, si visita la universidad, ustedes la recibirían perfectamente bien. ¿Es así o no? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!" Y APLAUSOS). Pero, además, tienen un ministro de la Enseñanza Superior y pienso que también puede visitar las universidades (APLAUSOS). Y aquí han estado los dirigentes del Partido participando junto a ustedes en el I Congreso de la FEU, de una FEU que no representa ya una universidad, sino pudiéramos decir decenas de universidades.

Recalco esto, porque nada más satisfactorio para nosotros los revolucionarios, digamos para nosotros, no voy a decir los viejos revolucionarios, porque no nos sentimos viejos (RISAS), sino de los revolucionarios más veteranos de esta generación que vamos quedando, la infinita satisfacción que nos proporciona este ambiente de confianza, de identidad y de efecto que existe entre ustedes y nosotros. Es que realmente estamos acostumbrados a esto. Pero esto no es cualquier cosa, esto es lo que marca la, profunda diferencia entre los sistemas políticos, entre un sistema de opresión y de explotación y un sistema de igualdad y de justicia. Y estas relaciones entre el poder revolucionario y el pueblo, estas relaciones ejemplares entre el poder revolucionario y los estudiantes, son las que han existido desde el primer día del triunfo de la Revolución. Y estoy seguro de que esto dice mucho a los jóvenes representantes del movimiento estudiantil que los han acompañado en este Congreso. Y no podían ser de otra forma estas relaciones, porque desde el primer día pueblo y poder revolucionario fueron exactamente la misma cosa. Desde los primeros años de la Revolución el estudiantado cubano se sumó en bloque a la causa del socialismo.

Hago estas reflexiones, repito, no porque sean algo nuevo sino porque medito y pienso en la situación todavía terrible, dura, amarga, en que viven cientos de miles de estudiantes universitarios en nuestra América Latina. Todos los días leemos cables de conflictos, de manifestaciones, de choques, de víctimas, de muertos, de mártires, exactamente como ocurría en nuestra patria antes del triunfo de la Revolución.

Hoy nuestras ambiciones son mucho más amplias, nuestro pensamiento está puesto en metas más lejanas. Ya no pensamos en las universidades como algo diferente al pueblo, ya pensamos en las universidades como un objetivo del pueblo, de las masas; pensamos en una gigantesca universidad, pensamos en todo un pueblo estudiando. ¿Y qué somos hoy ya en parte? ¿Qué es hoy ya en parte nuestro país sino una gigantesca universidad? ¿Qué se puede decir de un país que tiene ya más de un millón de estudiantes en el nivel medio? ¿Qué se puede decir de un país donde hay más de 60 000 trabajadores estudiando en las universidades? ¿Qué se puede decir de un país donde ya todos sus trabajadores luchan para que toda nuestra masa obrera alcance como mínimo el nivel medio? Un país que puede ya pensar en la fecha no muy lejana en que todos sus trabajadores puedan tener como mínimo el nivel preuniversitario. Qué es eso sino la antesala de todo un pueblo estudiando, realizando incluso estudios universitarios.

Uno de nuestros problemas hoy día, en este momento, son las decenas de miles de trabajadores que habiendo terminado la facultad obrera, o estando a punto de terminarla, aspiran a realizar estudios universitarios. Y todos los recursos asignados a las universidades, todos los incrementos de estudiantes no dan abasto para satisfacer estas necesidades.

Y estamos ahora enfrascados en el análisis de qué hacer y cómo hacerlo, porque ya todo ese pujante movimiento de nuestros trabajadores cursando la facultad obrera, nos obliga a encontrar soluciones para que no se interrumpan, y pensar en medios y fórmulas mediante los cuales esos trabajadores puedan hacer estudios superiores, puesto que no nos alcanzan las aulas, los laboratorios, los profesores, los medios materiales. No son suficientes las construcciones que en número creciente se hacen cada año, y nos vemos obligados a distinguir entre estudiantes regulares, trabajadores que pueden ir a cursos sistemáticos y trabajadores que puedan hacer estudios dirigidos, para seguir adelante con el criterio de la universalización de la enseñanza universitaria, de la posibilidad de que cualquier ciudadano del país y todos los ciudadanos del país, de una forma o de otra, puedan realizar un día estudios superiores.

Ya ustedes, estudiantes universitarios, no estarán condenados a ser el brujo del pueblo, el mago del pueblo, el individuo extraño, ese señor que dicen que es ingeniero, o que dicen que es médico, o que dicen que es abogado porque sabe mucho, en el seno de un pueblo de analfabetos. Un día serán ingenieros entre ingenieros, licenciados entre licenciados, doctores entre doctores. ¿Ustedes no lo creen? (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!") Pues yo sí lo creo (RISAS); pero lo creo más decididamente que ustedes, porque si no creyera esto no habría podido creer ayer lo que estoy viendo hoy (APLAUSOS). Los veo a ustedes y porque los veo a ustedes, creo en el futuro. Es más, creo más que nunca en el futuro, porque nuestro pujante, vigoroso y extraordinario caudal estudiantil universitario de hoy era algo absolutamente imposible de imaginarse ayer.

Nuestras actuales universidades hicieron grandes avances, sus perspectivas: la idea de que a finales del próximo quinquenio podamos tener alrededor de 300 000 estudiantes universitarios. Y la demanda es mayor, y si no crecen nuestras universidades a un mayor ritmo no es por falta de aspirantes a las universidades, sino por falta de recursos.

Sobre este tema nos hemos referido en otras ocasiones, especialmente conversando con los trabajadores y en fecha relativamente reciente planteábamos que en el futuro una persona con sexto grado será analfabeta, una persona con secundaria básica será casi analfabeta. Que el socialismo crea por primera vez en la historia la posibilidad de llegar a las más altas metas en el terreno de la educación y de la cultura. Que llegará un momento por ley natural y lógica en que los conocimientos superiores sean masivos, sean universales. Es más, pienso que eso está en la esencia del marxismo. Que cuando Marx y Engels concebían el futuro y hablaban de una sociedad en que desaparecerían incluso las diferencias entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, eso solo era posible en una sociedad que haya alcanzado la universalidad de los conocimientos más amplios, es decir, en que prácticamente toda la sociedad tenga acceso a los estudios superiores. Llegará un momento en que incluso el obtener un título universitario no signifique que la sociedad le va a dar empleo ajustado a ese título.

En los primeros años de la Revolución, ante una escasez enorme de técnicos y de personal preparado, era una necesidad desesperada incrementar el número de técnicos.

Ahora, hago una pregunta: ¿Debemos limitarnos a formar personal universitario exclusivamente para el número que un cálculo más o menos racional nos diga que deben existir, digamos, 30 000 ingenieros, 40 000, y hacer una planificación para que haya 30 000 ingenieros ó 40 000, y un número exacto de maestros, y un número exacto de economistas, y un número exacto de historiadores, y cuando tengamos garantizado ese número restringir las universidades, y decirle a un individuo: usted no puede ser economista, y el individuo quiere ser economista y conocer toda la ciencia de la economía, o el individuo quiere ser historiador, o quiere ser sociólogo, o quiere ser matemático —que hay pocos al parecer que quieren serlo (RISAS)—, o quiere ser médico? ¿Debemos limitarle alguna vez al hombre el afán de superarse, el afán de estudiar, el afán de obtener conocimientos superiores? Bueno, eso se podía concebir en una sociedad feudal, en que la gente hasta nacía para cada cosa; pero no en una sociedad socialista.

Llegará el día que incluso el cargo de plantilla de ingeniero, o de historiador, o de economista se asigne por expediente; pero no significa que se limite, se suprima la posibilidad de estudiar. Y si un tractorista quiere ser ingeniero mecánico, ¿por qué le vamos a prohibir al tractorista ser ingeniero mecánico? Dígame si todos los tractoristas de Cuba fueran ingenieros mecánicos. Es posible que los tractores funcionaran mucho mejor (RISAS). Yo estoy completamente seguro de eso.

Pero no refiriéndonos solo a los beneficios prácticos y materiales que incuestionablemente van a significar para el país el hecho de que el pueblo en masa alcance niveles superiores de cultura, sino hay cosas más importantes: la riqueza espiritual del ser humano cuando alcanza niveles superiores de cultura, la inmensidad de sus horizontes mentales y espirituales. Porque lo mismo que no concebimos nada más horrible que la ignorancia absoluta —y no creo que haya ser humano que se resigne a eso—, alcanzar los más altos niveles del conocimiento es, sin duda, la satisfacción más alta que cualquier ser humano pueda encontrar.

Y hay algo que ya se observa en la atmósfera de nuestro país. Mucha gente nueva, valiosa, que va destacándose por todas partes, se observan esos nuevos valores, compañeros y compañeras, cuyos conocimientos son cada vez más sólidos y admirables. Y nos preguntamos cómo será dentro de 10 años, dentro de 20 años, en un país donde antes todo el mundo opinaba de cualquier cosa sin muchos conocimientos. Es difícil estar opinando hoy sobre cualquier cosa, porque donde aparezca alguien todavía con cierta reminiscencia de charlatanería se encuentra gente preparada, capaz de cuestionarIo.

Ahora bien, creo que hay una cosa que queda demostrada para los estudiantes. En los regímenes reaccionarios los políticos, que están enfrentados a los estudiantes, y que les molesta que los estudiantes protesten, que los estudiantes combatan, que los estudiantes luchen, que los estudiantes hagan oposición, dicen que el primer deber de los estudiantes es estudiar, porque quieren a los estudiantes en las aulas, no los quieren en la calle, no los quieren haciendo manifestaciones y haciendo revolución. Ahora, nosotros, que no tenemos estudiantes en las calles, no tenemos estudiantes organizando manifestaciones, no tenemos estudiantes haciendo contrarrevolución, decimos y sí decimos con razón que uno de los deberes —no digo el único— fundamentales del estudiante es estudiar.

¿Qué queremos decir con esto? Cada minuto que se pierda, a esta edad de ustedes, es un crimen. Porque realmente una de las más nobles formas de servir al país, de servir al pueblo, de hacer revolución, de construir el futuro, es consagrarse al estudio.

No necesitamos ingenieros mediocres, no necesitamos médicos mediocres, no necesitamos profesores mediocres, no necesitamos agrónomos mediocres. Y estoy seguro de que ninguno de ustedes, ninguno, absolutamente ninguno, quiere ser, o se resignaría a ser un médico mediocre, un ingeniero mediocre, un profesor mediocre, un agrónomo mediocre, un economista mediocre, etcétera.

Pero algo más importante: el país necesita el desarrollo máximo de las capacidades de cada estudiante. Nosotros hablamos del presente comparándolo con el pasado, pero es que todavía nuestro pueblo, y todos los pueblos del mundo, tienen un futuro difícil. Nuestro pueblo y todos los pueblos. La humanidad tiene un futuro difícil y los problemas de la humanidad futura son muchos y muy serios, entre la enormidad de los que tiene que resolver. Problemas sanitarios del mundo, problemas energéticos, problemas alimenticios, problemas de contaminación del ambiente, crecimiento descontrolado de la población, escasez de recursos naturales; peligros de todas clases: peligros derivados de la naturaleza agresiva del imperialismo, peligros derivados de la abismal diferencia entre el mundo capitalista desarrollado y decenas y decenas de pueblos subdesarrollados, peligros para la paz. ¿O acaso no estamos presenciando un hecho tan insólito como la criminal guerra de China contra Viet Nam? ¿Quién iba a concebirlo, quién iba a imaginarIo? ¿Cuántos errores, cuántos disparates no se habrán cometido en ese proceso revolucionario de China, para que sus gobernantes estén siguiendo hoy una política agresiva y fascista junto al imperialismo?

Es decir que los problemas con que la humanidad tendrá que enfrentarse en el futuro son problemas muy grandes, y son riesgos muy grandes. Y todos estos hechos, estas realidades deben enseñarnos. Deben enseñarnos, en primer lugar, a nosotros como revolucionarios cubanos, qué debemos hacer y cómo debemos hacerlo para mantener el camino recto, para mantener la Revolución pura y limpia, para no apartarnos jamás de los principios revolucionarios, para no apartarnos jamás de los principios marxista leninistas, para no apartarnos jamás de los principios internacionalistas.

¿Cuál y cómo debe ser nuestra contribución al esfuerzo y a la lucha de los demás pueblos del mundo? ¿Cómo podemos poner nuestro grano de arena y cuantos granos de arena sean necesarios en la solución de los problemas futuros de nuestro pueblo y de la humanidad? ¿Y qué necesitamos? Necesitamos dos cosas: necesitamos conciencia y necesitamos conocimientos. Necesitamos conciencia política y necesitamos conocimientos profundos. ¡Y los necesitamos de todos y cada uno de nosotros!

¿Y quién hoy, en las condiciones de la Revolución, tiene más posibilidades de acumular y desarrollar esos conocimientos que un estudiante como ustedes? Cuando el obrero, después de trabajar siete y hasta ocho horas, consagra varias horas a estudiar, cuando los cuadros políticos del Partido, después de trabajar 8 y 10 horas, consagran varias horas a estudiar; cuando todo el mundo está yendo a las escuelas, a distintos tipos de escuelas, incluyendo las escuelas políticas, independientemente del trabajo que desarrolle, independientemente de la edad.

¿Qué estudiante universitario tiene derecho a perder el tiempo, si comprendemos estas verdades, si comprendemos estas realidades?

Se desarrolla cada vez más nuestra colaboración con el mundo. La colaboración técnica crece como la espuma; crece la demanda de servicios técnicos de cubanos en otros países, y nos piden médicos, nos piden ingenieros, nos piden economistas, nos piden agrónomos, nos piden técnicos de las más variadas especialidades.

Y cuando nosotros mandamos a un país, bien como donación, o bien porque tratándose de un país de recursos económicos nos compensa económicamente esa colaboración técnica, cuando mandamos un técnico, un graduado universitario, ¿es que acaso cada cubano no desea que ese técnico tenga el máximo de calificación? ¿Es que acaso la patria no necesita que ese técnico tenga el máximo de calificación? ¿Es que el honor y el prestigio del país, el honor de cada uno de nosotros, no está comprometido con el trabajo de ese técnico? ¿Es que los problemas cada vez más complejos del mundo podrán resolverse con mediocre preparación, con mediocres conocimientos? ¿Es que podrán resolverse sin una profunda capacidad de análisis? ¿Es que podrán resolverse fácilmente, o podrán resolverse sencillamente? No hay más que asomarse a las puertas de la tecnología y la ciencia contemporáneas para preguntarnos si es posible vivir y conocer ese mundo del futuro sin un enorme caudal de preparación y de conocimientos.

Creemos que sobre esto deben meditar los estudiantes. Y si antes había que dejar el libro y el aula para salir a la calle a combatir, no significa que el combate haya desaparecido para las nuevas generaciones; las nuevas generaciones tienen un desafío aún mayor que el que tuvimos nosotros, ¡aún mayor que el que tuvimos nosotros! Digo que la tarea fundamental de ustedes ahora es el estudio, para poder responder al inmenso desafío que tendrán después, para poder desempeñarse con éxito en las enormes luchas y tareas de todo tipo que tendrán después.

Nadie piense que la hora de las revoluciones pasaron. Nosotros tuvimos nuestra hora de revolución, pero la hora de la revolución de ustedes empieza ahora, está comenzando. Y nadie tendrá que entristecerse pensando que el momento de las grandes luchas pasó, que el momento de los grandes heroísmos pasó; mayores luchas y mayores heroísmos todavía se requerirán de las nuevas generaciones, si somos capaces de comprender las realidades de nuestro mundo y las realidades de nuestro presente.

Incluso, hubo jóvenes que se lamentaban de no haber nacido antes del Moncada, o antes de la Sierra Maestra, para poder participar también de aquellas luchas; pero algunos años después vino Girón, después vino la necesidad de defender la Revolución durante todos estos años, y más tarde vinieron las misiones internacionalistas, donde decenas de miles de nuestros compatriotas han tenido la oportunidad de probar su calidad, su heroísmo y su valor.

Acaban de regresar centenares de jóvenes estudiantes del Destacamento Internacionalista "Che Guevara" (APLAUSOS). Qué orgullo para nuestra Revolución, qué orgullo para nuestra juventud, qué orgullo para nuestro pueblo contar con una juventud capaz de cumplir tareas como esa; qué orgullo saber que tenemos 25 000 jóvenes en el Destacamento Pedagógico, qué satisfacción recordar cómo la respuesta rápida y enérgica de nuestra juventud estudiantil fue capaz de resolver el insoluble problema de tener profesores para ese millón de estudiantes medios. Vean cómo cada día, a cada instante, en cada momento, surgen necesidades que requieren espíritu, que requieren conciencia revolucionaria, que requieren temple, que requieren valor, que requieren conocimientos.

Por eso, nosotros les decimos a nuestros jóvenes estudiantes, les recordamos, que el futuro está lleno de tareas, que el futuro está lleno de luchas que requieren conciencia, que requieren temple, que requieren espíritu revolucionario y que requieren conocimientos.

Sabemos que contamos con una extraordinaria juventud. No hay más que llegar aquí y tener un contacto con ustedes, para saber cuánto entusiasmo, cuánta alegría, cuánto vigor, cuánta calidad hay en ustedes, los estudiantes universitarios.

Me han obligado a hablar. Deben darme el derecho también de pedir algo (APLAUSOS): que todos ustedes, que cada uno de ustedes se haga el compromiso de estar a la altura de José Antonio Echeverría, que cada uno de ustedes se haga el compromiso de estar a la altura de Julio Antonio Mella (APLAUSOS) en el espíritu revolucionario, en el trabajo, en el esfuerzo, en el estudio. Porque parto de la profunda convicción de que en cada uno de ustedes hay un Mella, hay un José Antonio.

Tuve oportunidad de conocer a José Antonio en la Universidad los primeros meses del golpe de Estado de 1952. Era un joven como ustedes, fraterno, alegre, entusiasta. Era uno como ustedes.

Ellos, y muchos como ellos, cayeron para convertirse en árbol, cayeron para ser semillas, o cayeron como quería Mella: para ser útil sirviendo de bandera (APLAUSOS).

¡Y ustedes, estudiantes universitarios de hoy, son los frutos del árbol, los portadores de la bandera! (APLAUSOS)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos! (EXCLAMACIONES DE: "¡Venceremos!")

(OVACION)

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)