Discursos e Intervenciones

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL ACTO CENTRAL POR EL XL ANIVERSARIO DEL ASALTO A LOS CUARTELES MONCADA Y "CARLOS MANUEL DE CESPEDES", EFECTUADO EN EL TEATRO "HEREDIA", SANTIAGO DE CUBA, EL 26 DE JULIO DE 1993

Fecha: 

26/07/1993

Distinguidos invitados;

Compañeras y compañeros:

Queríamos un acto sencillo y sosegado, solemne pero austero, para conversar con ustedes.

Nos habría gustado invitar a todos los participantes del Foro de Sao Paulo, nos habría gustado invitar al cuerpo diplomático, nos habría gustado invitar a muchos periodistas; pero todo eso significaba gastos de transporte aéreo, combustible, de todo, y queríamos, primero que todo, austeridad.

Nos habría gustado que estuviera todo el pueblo de Santiago de Cuba, como otras veces, pero sabemos que tenemos dificultades con el transporte y no queríamos una movilización grande; además, en esas movilizaciones grandes no es fácil hablar, hay que hacer un esfuerzo físico tremendo.

Conmemoramos el XL aniversario —como aquí se dijo— del inicio de nuestra lucha revolucionaria armada, y 34 años y medio de Revolución, en los cuales hemos realizado una colosal obra.

No es el momento de hacer un recuento de todo lo que se ha hecho, es un momento más bien de pensar en cómo vamos a defender lo que se ha hecho.

Fueron posibles muchas cosas, a pesar del injusto y cruel bloqueo, porque existía el campo socialista, y, sobre todo, porque existía la Unión Soviética, lo cual constituyó un punto de apoyo formidable para resistir no solo el bloqueo, sino las incontables agresiones del imperialismo. Esto nos permitió ocupar un lugar en la historia de los últimos decenios, el prestigio de nuestro país creció considerablemente. A Cuba apenas se le conocía en el mundo y no se le conocía precisamente por sus mejores virtudes.

Se derrumbó el campo socialista. No voy a decir que los países socialistas de Europa oriental fueron frutos de auténticas revoluciones, pero la URSS sí fue fruto de una auténtica revolución —de sus proezas tuve oportunidad de hablar recientemente, al responder a una pregunta en el foro, de lo que hizo por sí misma y de lo que hizo por el mundo, de lo que hizo en su heroica lucha contra el fascismo, de lo que hizo por nosotros, que no podemos olvidar—, mas esa auténtica revolución también se derrumbó, o, mejor podíamos decir, la derrumbaron, y aquello significó para nuestro país un golpe tremendo en todos los sentidos, porque nos afectaba políticamente, nos afectaba militarmente y nos afectaba, sobre todo, económicamente.

Sin ánimo de repetir cifras, es preciso, sin embargo, recordar cómo nuestro país de 8 139 millones de dólares en importaciones que recibió en 1989, tres años después recibió solo 2 236 millones, y no es que se produjera esta brutal reducción en tres años, se produjo prácticamente en un año, entre 1991 y 1992, o digamos todavía con más precisión que en 1990 ya se empezaron a producir las reducciones; pero las reducciones verdaderamente brutales ocurrieron en el instante en que la URSS desaparece, y nos vimos sometidos prácticamente a un doble bloqueo.

Fue duro el año 1992, pero como si no fueran suficientes las pruebas, tuvimos circunstancias muy adversas de otro carácter, que vinieron a agravar nuestra situación. El segundo semestre del año 1992 se comportó seco y el primer semestre del año 1993, desde el punto de vista climático, fue verdaderamente infernal. La llamada Tormenta del Siglo barrió más de la mitad de la isla de occidente hacia oriente, cuando no eran épocas precisamente de tormentas ni de ciclones, lluvias incesantes se presentaron durante la zafra y nuestra producción azucarera, que había sido de 7 millones de toneladas en 1992, cosa que fue señalada como una verdadera proeza, se redujo considerablemente y de 7 030 000 toneladas producidas en esa zafra 1991-92, la producción de 1992-93 quedó reducida a 4 280 000 toneladas; es decir, 2 750 000 toneladas menos de azúcar.

Es cierto que para este año no habíamos planeado 7 millones. Ya estábamos sufriendo las consecuencias de los déficit de fertilizantes y de otros problemas, pero aspirábamos a una zafra algo superior a los 6 millones de toneladas, con lo cual dejamos de percibir este año y en estas condiciones tan difíciles, alrededor de 450 millones de dólares, en una situación en que ya nuestras importaciones se habían reducido prácticamente al 25%. Repito, este año tenemos en azúcar, solamente en azúcar, 450 millones menos de dólares, y las importaciones del país que se esperan para este año son de alrededor de 1 719 millones de dólares.

La Tormenta del Siglo ya nos había afectado, según cálculo aproximado, en 1 000 millones de dólares; pero, además, barrió buena parte de la cosecha tabacalera, buena parte de las plantaciones de plátano y otros cultivos, y causó considerables daños en hogares, instalaciones industriales, agrícolas, sociales, lo cual venía a pesar o a gravitar más todavía sobre esta situación.

Tuvimos otros factores adversos: el precio del sínter y el óxido de níquel bajó más de 1 000 dólares por tonelada, consecuencia en parte de los excedentes de minerales que tenían los antiguos países socialistas, que fueron lanzados al mercado de sus reservas y que deprimieron considerablemente los precios de estas materias primas. Los precios del sulfuro de níquel bajaron casi 2 000 dólares por tonelada, los precios del camarón bajaron 1 600 dólares, los precios de la langosta más de 500 dólares, prácticamente todos los productos de exportación bajaron, independientemente de las afectaciones sufridas, como las que mencioné, del tabaco, lo cual reduce nuestras exportaciones e ingresos en divisas.

Esta es la situación que les cuento con toda claridad y toda franqueza, y no precisamente para que ustedes se entristezcan, no precisamente para que ustedes se desalienten, sino para que ustedes conozcan la verdad.

Sé que alrededor de este acto del XL aniversario en Santiago de Cuba se creó una enorme expectación, y no solo en Cuba, sino fuera de Cuba —bueno, al menos sirve para probar que la Revolución Cubana existe y que Cuba es algo—; se hablaba de paquetes de medidas, de fórmulas milagrosas, y no hay paquetes de medidas, no hay tampoco, ni puede haber, fórmulas milagrosas porque, si realmente pudiéramos sacar las cosas mágicamente de un sombrero, lo primero que haríamos sería liberar al mundo del imperialismo, y sin derramar una sola gota de sangre (APLAUSOS). Tampoco seríamos demasiado considerados con el capitalismo y todos sus vicios, aunque esto aquí, delante de nuestros amigos del Foro de Sao Paulo, no se puede decir así con tanta crudeza, no porque ellos sean capitalistas —¡líbreme Dios de acusarlos de eso! (RISAS), y mucho menos al padre D’Escoto o al padre Pizarro, porque tenemos aquí dos padres entre nuestros ilustres invitados en la noche de hoy (APLAUSOS)—, es que, como decíamos recientemente, ellos no pueden ahora, en las actuales circunstancias, proponerse la construcción del socialismo.

No hay, por tanto, ni puede haber milagros —los únicos milagros son los que salen de la dignidad del hombre, de la inteligencia del hombre, del honor del hombre, del trabajo del hombre—; lo que hay es una línea, una política, objetivos, estrategias, voluntad de luchar, necesidad de multiplicar el esfuerzo y de enfrentarnos a los problemas.

Uno de los problemas más serios que tenemos —y algunas de estas cosas tiene que empezar a manejarlas la opinión pública, y nuestra opinión pública las maneja bastante, pero pienso que todavía no suficientemente—es nuestra gravísima escasez de divisas convertibles, y digo divisas convertibles porque las únicas divisas con las que podemos comprar hoy son con las convertibles. Antes había divisas convertibles y divisas-convenio el rublo, el marco, las monedas de los países socialistas eran monedas-convenio o divisas-convenio—, al desaparecer la URSS y el campo socialista, desaparecieron las monedas-convenio; quedan algunos acuerdos todavía de este tipo con China y con Viet Nam, pero el grueso de nuestro comercio se hacía, precisamente, con los países socialistas de Europa y con la URSS. Hoy todo hay que pagarlo en divisas convertibles hasta el último centavo, hay que pagarlo con el precio de esos productos que ya decía que se han reducido, que están afectados por la crisis económica internacional, y hay que comprar muchas cosas con esas divisas.

Hay que comprar combustible, en primer lugar, para que pueda moverse el país. Y con el combustible tenemos un problema especial que agrava muchísimo la situación, que es diferente al de los primeros años de la Revolución, porque en los primeros años de la Revolución con el azúcar, al precio del mercado mundial, se compraban 8 toneladas de combustible por tonelada de azúcar —esto hay que decirlo, repetirlo y esclarecerlo—, y hoy, puesto que el petróleo tiene precio de monopolio y el azúcar en el mercado mundial tiene precio de basurero, como hemos dicho muchas veces, precio marginal, por 1 tonelada de azúcar se compran solamente 1,4 ó 1,5 toneladas de petróleo.

Ese problema no lo tenía el país en el año 1959 ni en el año 1960, ni cuando se inició el bloqueo, y los soviéticos vinieron en auxilio nuestro a comprarnos azúcar —en aquellos tiempos nos lo pagaban al precio del mercado mundial— y a vendernos el petróleo. Después, en virtud del desarrollo de las relaciones, nuestros productos fueron adquiriendo precios verdaderamente justos —el azúcar y otros productos— y cuando se produjo el boom de los precios del petróleo, también subieron paralelamente los precios de nuestro azúcar en virtud de los acuerdos que teníamos con la Unión Soviética.

Ahora nuestro azúcar tiene muy poco poder adquisitivo con relación al petróleo. Si en este momento el petróleo tuviera el valor que tenía, o la correlación de precios entre azúcar y petróleo fuera la del año 1959 ó 1960, nuestras dificultades serían considerablemente menores, porque prácticamente con un millón de toneladas de azúcar comprábamos el mínimo indispensable de petróleo que necesitamos en estas circunstancias.

Ese es uno de los problemas serios que tiene el país, y con las divisas hay que comprar el petróleo, hay que comprar alimentos, hay que comprar medicamentos, hay que comprar materias primas, hay que comprar piezas de repuesto; hay que comprarlo todo. ¿Cómo nos las hemos arreglado hasta ahora con estos brutales descensos en la capacidad de importación del país? Es increíble, una verdadera proeza histórica que el país haya podido, a pesar de los grandes sacrificios, funcionar organizadamente.

No se podrán resolver estos problemas creados de la noche a la mañana con el derrumbe del campo socialista en unos días, en unos meses o en unos pocos años. ¿Cuándo volveremos a tener la capacidad de importar 8 000 millones de dólares? Hay que pensar en eso. Todos los que de buena fe quieren ayudar al país, ayudar a la Revolución, tienen que pensar en eso, cuándo volveremos a tenerla; y el país, desde luego, no pierde la esperanza de volver a alcanzarla algún día, pero no es este el momento. Por eso tenemos necesidad de buscar divisas convertibles; por distintos caminos lo estamos haciendo.

El turismo crece o incremento los ingresos en un alto porcentaje por año. Ya el turismo se está acercando a los 500 millones de dólares de ingresos brutos. En este año 1993 deben ser más de 500 millones de dólares —vamos a hablar de dólares— de ingresos brutos, no quiere decir ingresos netos. Sus ingresos están creciendo a un ritmo entre el 30% y el 40% por año; pero es insignificante al lado de las cifras, al lado de la capacidad de importación que ha perdido el país.

Se incrementan nuestras producciones de petróleo nacional, pero es todavía muy poco comparado con las enormes necesidades de combustible ya que el país necesita importar, como mínimo, 7 millones de toneladas para que la economía marche, para que la economía funcione con muchas dificultades, ¡como mínimo!

Nosotros estábamos consumiendo casi 14 millones de toneladas que venían de la Unión Soviética, la población había crecido, la electrificación alcanzaba el 95% de los hogares, ya se había construido la red eléctrica y toda la red de generadores de electricidad para llevar esa energía al 95% de nuestras familias en la ciudad y en el campo. De modo que esos incrementos en nuestra producción de petróleo ayudan a veces a echar a andar determinadas plantas, ayudan a la generación de electricidad, pero no compensan las necesidades que tenemos de combustible. Por eso la cuestión de incrementar el ingreso en divisas convertibles es una necesidad vital del país.

Algunas medidas de las que se ha hablado conducen a eso, y así se ha mencionado la famosa despenalización de la tenencia de divisas convertibles. Esa sola palabra, esa sola frase ha creado gran cantidad de especulación y de rumores. Es una de las medidas para mejorar el ingreso en divisa convertible.

Otra medida es el incremento de los permisos para visitas familiares a ciudadanos cubanos o de origen cubano residentes en el exterior.

Otra medida encaminada a ese fin es una mayor apertura a las inversiones de capital extranjero. ¿Quién nos lo iba a decir, Shafick? Nosotros tan doctrinarios y tanto que combatimos la inversión de capital extranjero, verla ahora como una necesidad imperiosa, al desaparecer el campo socialista, de donde recibíamos fábricas, créditos, montones de cosas y de donde ahora no recibimos nada, ni de un campo socialista y de una URSS que no existen ni de institución financiera internacional alguna, que están todas absolutamente dominadas por Estados Unidos. Pues bien, mayor apertura para las inversiones extranjeras es una de las fórmulas que hoy tenemos dentro de la difícil situación que afrontamos.

Impulsar todas las actividades productivas y de servicios que generen ingresos en divisas convertibles, un mayor esfuerzo en la construcción y en el empleo de las capacidades de las instalaciones turísticas, son medidas encaminadas a ese fin que tenemos que impulsar al máximo. Es preciso igualmente acelerar cuanto sea posible la comercialización y exportación de productos de la industria farmacéutica y la biotecnología.

Debemos realizar, y no están excluidas, variadas medidas relacionadas con nuestra economía interna y nuestros servicios que no quiero enumerar porque no deseo adelantar ideas en torno a cuestiones que deben ser analizadas y sopesadas cuidadosamente, aunque trabajemos con premura. Trabajar con premura o trabajar con urgencia no significa hacer cosas mal hechas, o tomar iniciativas aventureras, o hacer cosas que después tengan toda una serie de consecuencias que no hayan sido previstas.

Entre otros factores es imperioso enfrentar la cuestión relacionada con el exceso de circulante; el exceso de circulante va llegando a límites realmente muy dañinos. La etapa de la Revolución en que tuvimos más exceso de circulante fue el año 1970, había alrededor de 3 500 millones circulando. Hoy hay más población, desde luego, también creció la economía después de esos años, pero el circulante hoy es tres veces mayor que el del año 1970, y está alrededor de 9 000 millones de pesos. Fue posible en 1970 encontrar fórmulas para reducir ese exceso de circulante, fórmulas que no son asequibles para nosotros en estos momentos.

¿Por qué creció considerablemente el circulante?

Sencillamente porque ni siquiera en período especial la Revolución estuvo dispuesta, ni está dispuesta ni estará dispuesta, a sacrificar al pueblo. En otros países habrían adoptado las famosas medidas de choque: liberación de precios, con efectos realmente terribles para jubilados, para todos los que reciben menores ingresos; buscan un equilibrio entre la oferta y la demanda, y sacrifican despiadamente a las grandes masas. Pero nuestra Revolución ni siquiera en período especial dejó a un solo trabajador en la calle, ni dejó desamparado a un solo ciudadano, ni a un solo jubilado, ni a un solo niño, ni a una sola madre, ni a un solo núcleo familiar de bajos ingresos. No dejó sin empleo a ningún nuevo graduado universitario, a los miles y miles de médicos que se han graduado, de ingenieros, de especialistas de distinta índole de nuestras universidades, todos tienen un empleo asegurado desde antes de salir de la universidad; al menos lo que les toca, lo poco que les toca, tienen derecho a adquirirlo sin tener que pedírselo a nadie porque lo reciben a través de su salario.

La reducción drástica de los bienes de consumo creó un desbalance entre dinero circulante y bienes de consumo; lógicamente ese dinero se ha ido acumulando. Hay mucha gente en este país que vive con lo que tiene, pero hay una parte de la gente también que se aprovecha de estas situaciones para especular de muy diversas formas.

La famosa despenalización de la divisa, como idea, fue muy comentada.

¿Cuáles son los orígenes de esas divisas? Son diversos. La apertura a inversiones extranjeras trae un gran número de oficinas y de personal que trabaja en oficinas y de ingresos en divisas que de una u otra forma llegan a determinados sectores.

El turismo es una importantísima fuente de divisas convertibles que llegan a la gente por variadas vías

Las remesas de dinero desde el exterior es otra importantísima fuente de divisas convertibles de las que existen en el país, de las que circulan en el país, o, para decirlo mejor, que están en poder de la gente. Durante un tiempo se estableció un sistema mediante el cual se podía remitir dinero en divisa y se cambiaba en pesos en nuestras instituciones bancarias. Pero en una situación de periodo especial el peso se desvaloriza mucho, y no hay entonces quien envíe divisas para cambiar por pesos en el Banco Nacional; buscan otros medios para enviarlas y entran en el país de una forma prácticamente clandestina, imposible de impedir, porque viajan cientos de miles de turistas, y basta que una pequeña proporción de esos turistas viajen con el propósito de distribuir moneda exterior y lo pueden hacer, no vamos a dedicar nuestra policía a estar persiguiendo cuanta divisa convertible entre en el país por la vía del turismo, porque si no entonces no tendríamos turismo.

Las famosas propinas, una costumbre universal y contra la cual luchamos nosotros durante mucho tiempo, fue una realidad que al fin y al cabo se impuso. También existían los mecanismos y muchos obreros gastronómicos cambiaban a la par las divisas de las propinas por el peso cubano; pero mientras más se desvalorizaba el peso cubano, más se reducía el cambio de divisas por pesos, se iban acumulando, y circulaban de una forma o de otra porque hay tiendas para turistas. A veces el propio trabajador le decía al turista: "Cómprame un par de zapatos" o "cómprame tal cosa." "No me des dinero, que no puedo comprar nada con dinero, hazme el favor de comprarme eso" o "si me vas a dar una propina me la entregas en productos" —les decían a los turistas, lo cual no ayuda precisamente al turismo.

Había otra forma de ingreso, si no de dinero sí de productos en el país. Los paquetes existen hace mucho tiempo y los paquetes se habían cobrado caro, sobre todo porque se trataba de cosas suntuarias, o por lo menos no tan esenciales como los medicamentos o los alimentos.

Después del período especial, en un momento determinado, nosotros mantuvimos los altos costos de los derechos para enviar otras mercancías; sin embargo, se redujeron considerablemente las cantidades a pagar por el envío de paquetes con medicamentos, y no hace mucho tiempo se admitió el envío de alimentos por paquetes, porque si hay escasez de medicamentos y llegan un número de miles de paquetes con medicamentos, eso no le hace daño al país, eso beneficia al país en un momento en que tenemos escasez. No tendría sentido impedirlo, es alguna ayuda, hay que pensar lo que es un medicamento. Hay personas muy subjetivas con la cosa de los medicamentos, si no tienen una marca creen que no se curan. Y una de las medidas que se tomaron, como dije, fue la de reducir al mínimo el costo del envío de paquetes con medicamentos, y se autorizó también, con un mínimo costo, el envío de paquetes de alimentos. Si un número de miles de familias, 1 000, 10 000, 100 000, pueden recibir un paquete de alimentos, eso no perjudica al país.

La remesa de dinero existe en todo el mundo. Hay numerosos países en donde los mayores ingresos en divisa convertible son las remesas de dinero desde el exterior. Son miles de millones los que envían, por ejemplo, los mexicanos a su país; o los que envían los dominicanos, u otros muchos ciudadanos que emigraron por razones económicas.

En Cuba ha habido distintas emigraciones hacia Estados Unidos y otros países. Antes de la Revolución, por razones económicas emigró bastante gente a Estados Unidos, a pesar de que no le daban entrada o se la limitaban mucho. Después de la Revolución emigró un número de gente por razones políticas, empezando por los batistianos, seguidos después por todos aquellos que con motivo de las leyes revolucionarias —la Ley de Reforma Agraria, la Ley de Reforma Urbana y todas aquellas medidas que afectaron a los sectores privilegiados del país se marcharon del país.

Pero como el imperialismo abrió de par en par las puertas a todo el que quisiera irse de Cuba, para llevarse médicos, profesores, ingenieros, técnicos, obreros calificados; para llevarse a cuanta gente quisiera ir, mucha gente aprovechó la oportunidad que surgía con la Revolución para emigrar realmente por razones económicas, ya que este fenómeno de las migraciones se produce en todo el mundo, de los países menos desarrollados, de los países más pobres, a los países más ricos. Esa es hoy una de las grandes tragedias del mundo capitalista desarrollado, que cientos de millones de personas quieren emigrar hacia allá y no las dejan. Muchas lo hacen ilegalmente, como puedan; en la frontera de México los norteamericanos tienen establecido un muro allí tremendo de 2 000 ó 3 000 kilómetros.

Antes también les abrían las puertas de par en par a todos los que querían emigrar de los países socialistas. Hoy se las cierran totalmente, y de hecho están haciendo un muro desde el Báltico hasta el Mediterráneo, y adoptando leyes para que nadie pueda emigrar de los antiguos países del este hacia Occidente.

Ustedes saben, incluso, los problemas que se están creando en Europa, en Alemania y otros países, con la emigración, que están dando lugar, ante la situación de desempleo, a movimientos violentos, xenófobos contra los inmigrantes, que son los que hacen los peores trabajos, los que no realizan precisamente los ciudadanos de esos países. Es un fenómeno universal.

También hay muchos cubanos que emigraron por razones económicas, independientemente de que la propia emigración política va evolucionando hacia la emigración económica; después que se establecen, después que tienen negocios, ya no les importa ni siquiera el regreso al país y se convierten en una fuerza económica importante.

Nosotros, precisamente por los conflictos con Estados Unidos y por los conflictos con los peores elementos de esa emigración, de los que eran políticos, habíamos sido muy estrictos en todas estas cosas de la transferencia de dinero, aunque no estaba prohibida y se realizaba normalmente en determinadas cantidades, a través de los bancos. Esa era una fuente de divisas, de esas divisas que andan por ahí.

El propósito que se persigue al despenalizar la tenencia de divisa, entre otros, es el de evitar un gran trabajo policiaco, el evitar que una parte de nuestra policía esté dedicándose a perseguir divisas por toda la república y que nuestros tribunales se dediquen a sancionar gente por tener divisas. Así como se han despenalizado otras cosas, se puede despenalizar esto, es lo primero de la idea: que no constituya delito, como es hoy, tener divisas convertibles en su poder; o, incluso, abrir cuentas en divisas, si quiere tenerlas en cuentas bancarias.

Claro que a las divisas, si no se les da una oportunidad de usarse, no tienen ningún sentido. Hoy lo tienen porque con el turismo se han abierto muchas tiendas en el país y —como yo explicaba—, de una forma o de otra, los que tienen divisas compran en esas tiendas. Están las tecnitiendas y diversos tipos de tiendas, hasta las famosas tiendas del oro que fueron tan discutidas en un tiempo, en aquellos felices tiempos, ¡ojalá viviéramos en los tiempos de las tiendas del oro! Pero había cientos de millones de dólares en oro, y las tiendas del oro ayudaron a recaudar para la economía del país importantes recursos. Hoy no hay mucho oro, pero hay divisas convertibles, y habrá cada vez más divisas.

Detrás de este propósito está el de captar parte importante de esas divisas; pero no captarlas confiscándolas, sino captarlas a través de redes comerciales y de servicios —esas redes ni siquiera las tenemos, aunque hay un buen número de tiendas asociadas al turismo; habría que utilizar en parte esas redes del turismo, otras redes existentes y otras instituciones que habría que crear con ese objetivo—, el propósito es recaudar divisas para el país. Eso es lo que significa en esencia la despenalización de la tenencia de divisas convertibles.

Esto ha sido motivo de muchos análisis: si se acepta la divisa tal como es, del mismo color que trae, el mismo billete. Una mayoría de los especialistas se inclinan por emitir una divisa convertible cubana, o certificados como los que utilizan un número de ciudadanos cubanos cuando viajan y ahorran una parte de lo que reciben para gastar en el exterior —eso está autorizado hace tiempo—: marineros, tripulantes de naves aéreas; distintas categorías de personas hace tiempo que están autorizadas para comprar en ciertas tiendas, para lo cual reciben un certificado, cambian las divisas por el certificado.

La mayoría se inclina por la emisión de una moneda convertible nacional. Pero todo eso lleva tiempo y lleva bastante tiempo. Hay cosas que están por ver cómo se comportan; pero, al parecer, inicialmente, ya que no disponemos de ese documento nacional, será necesario utilizar las propias divisas —un número de divisas convertibles; no una sola, sino varias divisas convertibles—, en tanto se pueda disponer de una divisa convertible nacional emitida por el Estado cubano. Pero eso lleva bastante tiempo, y las medidas que nosotros tenemos que tomar debemos tomarlas con cierta urgencia.

Me quise adelantar en la Asamblea Nacional. No sabía que iba a armar tanto revuelo con aquello dentro y fuera del país, pero lo dije, y quise decirlo, no se me escapó. Yo tenía pensado hablar de esto aquí, el 26 de Julio, en términos generales, de ciertos principios generales de política; pero faltaba tiempo y deliberadamente adelanté; y me alegro de haberlo adelantado, porque a raíz de eso han surgido muchas opiniones, opiniones de todo tipo.

Esto no quiere decir que esas divisas van a sustituir al peso cubano, o que ustedes tengan que pagar el ómnibus en divisa, o que ustedes tengan que pagar lo que les toque por la libreta en divisa. Todo el mundo seguirá pagando en moneda nacional todos sus gastos y seguirá recibiendo en moneda nacional su salario. ¡Ojalá tuviéramos todos los millones del mundo necesarios para pagarle en divisas convertibles a cada ciudadano! ¡Qué maravilla! Se acabarían los apagones, se acabarían muchas escaseces, se acabarían muchos problemas si pudiéramos fabricarlos, si tuviéramos una maquinita de imprimir dólares. Pero esas maquinitas están en Washington, Y. al parecer, son muy difíciles de reproducir y, además, no se pueden legalmente reproducir. Luego, tenemos que resignarnos a no tener una máquina impresora de dólares, o de libras esterlinas, o de marcos alemanes; porque no podemos ni queremos ni pretendemos ni debemos, bajo ningún concepto, fabricar monedas de otros países. Estoy hablando de esto, como ustedes comprenderán, en broma. Es decir que las divisas, la moneda extranjera de los países que tienen una economía más desarrollada, tenemos que obtenerlas con las medidas y procedimientos de que estamos hablando, pero no para sustituir la moneda nacional, que seguirá siendo nuestra moneda.

Vamos a ver qué pasa, porque la vida, la práctica, tiene que enseñarnos todavía muchas cosas, pero estamos tomando las medidas para poder disponer en el futuro de una divisa convertible nacional, de modo que los que traen esas divisas y quieran comprar o quieran pagar la cambien por esa divisa nacional. Ese procedimiento lo tienen establecido los chinos, los turistas y todos los demás cambian; aunque las condiciones no son iguales, siempre hay enormes diferencias entre un país y otro. Ellos tienen una moneda por la cual se deben cambiar las divisas convertibles que entran en el país, nosotros no hemos renunciado a esa posibilidad; pero el peso seguirá siendo nuestra moneda a todos los fines.

Podrán aparecer algunos por ahí que quieran comprar en dólares; pero el que pague a alguien cualquier cosa en dólares teniendo derecho a pagar en pesos, no está haciendo las cosas bien hechas, porque no tiene obligación de pagar dólares, o, más que en dólares, en divisa convertible.

Aparecerá el que diga: Yo te arreglo este cacharro si me pagas en divisas. Y claro está que no vamos a poner a la policía a perseguir a todo el que arregle un cacharro y quiera pedir divisa convertible, o al que la dio. La policía nuestra tiene que dedicarse a otras cosas, y esto hay que resolverlo por otros procedimientos que no sean represivos. Pero del ciudadano dependerá mucho si va a dejar que alguien lo quiera engañar o lo quiera chantajear o le quiera exigir algo, porque todos los bienes y servicios, excepto en las redes destinadas al turismo o destinadas a las remesas en divisa convertible, se pagarán en moneda nacional.

Ya hicimos una experiencia con lo de las propinas. Se creó una primera tienda para ver qué pasaba. Está funcionando y está funcionando perfectamente bien. En los centros turísticos discutieron entre los trabajadores cómo se repartían ellos las propinas que les daban, y tienen derecho a comprar en esa tienda. Se han hecho esas experiencias.

Todas estas cuestiones económicas y cualquier medida de cualquier índole dan lugar, desde luego, a una cantidad enorme de criterios. Yo creía que los cubanos fundamentalmente opinaban de política —por supuesto que los cubanos opinan de política, toda su vida han opinado de política—, de pelota opinan una barbaridad —bueno, de pelota no es que opinen, es que le dan clases al manager, y muchas veces con razón. Muchas veces nuestros aficionados saben más de pelota que el manager; yo mismo, que soy aficionado, aunque no un superaficionado, a cada rato me endemonio también con determinadas decisiones que toman los managers (RISAS)—; pero el cubano, sobre todo en estos temas complejos de la economía, opina muchísimo, y no solo opina el ciudadano común, opinan miles y decenas de miles de especialistas y de personas que han estudiado economía. Claro que tengo que reírme porque podría preguntarme dónde estudiaron la economía, y la verdad es que tenemos excelentes y muy inteligentes compañeros; pero, caramba, miren a dónde fueron a estudiar la economía. No fueron a Harvard, que es la economía del capitalismo, fueron para allá, en el antiguo campo socialista, a estudiar la economía del socialismo. Ahora resulta que ese socialismo no existe, y yo me pregunto qué uso le podemos dar a la economía del socialismo en las condiciones de período especial (RISAS Y APLAUSOS).

En el estudio de la economía, desde luego, hay muchos principios generales, y Carlos Marx se caracterizó precisamente por estudiar el capital. Así que se supone que un economista marxista es el que más sepa en el mundo sobre el capital, si es que alguien sabe algo en el mundo sobre el capital. Desde luego, no tengo la menor duda de que Marx sabía muchísimo, pero aquel capital era otro capital diferente al de ahora; este es peor, este es más explotador todavía (RISAS).

Pero, bueno, tenemos ese problema, mucha gente que ha estudiado ciencias políticas, ha estudiado economía y opina, y está bien que opinen, y nos alegramos de que opinen y ojalá nos puedan ayudar muchísimo con sus opiniones; pero en este momento han surgido mil escuelas de economía política —digo mil por citar un número—; dondequiera que se reúnen tres o cuatro economistas ya tienen una escuela, ya tienen una receta y ya tienen una fórmula de cómo resolver los problemas.

Miren, a pesar de la escasez de divisa convertible que tenemos, si alguien nos diera respuesta, pudiéramos pagarle millones de dólares todos los años nada más que por eso, por obrar el milagro de encontrarles respuesta a los problemas tan complejos y tan difíciles como los que tenemos nosotros, porque son realmente complejos y son difíciles. Pero hay mil escuelas de economía.

Hay algunos que quieren redistribuir las divisas antes de recaudarías, se lo he dicho a algunos compañeros en broma; hay otros que hablan de un mercado paralelo. Ojalá pudiéramos hacer mercados paralelos, resolvíamos rápidamente el problema del exceso de circulante con precios muy por debajo de esos a los que se vende en bolsa negra; óiganme, en unos cuantos meses se acababa el circulante aquí, si pudiéramos crear mercados paralelos, ¿pero qué es lo que vamos a vender en los mercados paralelos?, hay que vender mercancías, ¿y de dónde sacamos el dinero para comprar esas mercancías?

Algunos, con muy buena lógica, dicen: Si van a buscar dinero de esos que remiten, destinar parte de ese dinero para el mercado paralelo; pero es que tenemos otras necesidades más urgentes y prioritarias: ¿De dónde sacamos el combustible para la electricidad y para todas las actividades fundamentales del país? ¿De dónde sacamos las divisas para el alimento que se distribuye por libreta? ¿De dónde sacamos las divisas para los medicamentos que necesitamos todos los días? Sabemos que hay alrededor de 300 medicamentos en falta. ¿De dónde sacamos las materias primas —para citar un ejemplo—, como el algodón, o de dónde sacamos materias primas para fertilizantes? Si nosotros en una situación en que hemos visto reducirse las importaciones de más de 8 000 millones a menos de 2 000 millones, las divisas que recaudemos por un lado las dedicamos a adquirir mercancías para el mercado paralelo, se reduce, desde luego, el dinero circulante, pero no habría nada que repartirle a la gente en las tiendas en absoluto, ni habría forma de encender un bombillo.

Lo que quiero decir con esto es que esa idea, que aparentemente tiene lógica en la práctica, es imposible de aplicar hoy, porque cada centavo lo necesitamos para cosas vitales, más importantes que organizar un mercado paralelo. La idea del mercado paralelo es buena en otra fase, en otro momento, ayuda a recaudar, se convierte en estímulo para el trabajo de alguna forma, es un camino intermedio hasta llegar un día, quizás —¿cuándo será ese día?—, en que desaparezca la libreta. Me parece que está tan distante, que tal vez los nietos o los bisnietos de algunos de ustedes vean ese día.

El régimen más justo del mundo que se inventó fue el de la libreta, con todo lo que me digan. En este país cada vez que estaba un producto escaso y lo iban a comprar aquellos que no trabajaban y podían hacer cola o pagarle a un colero, venía la gente a exigir que lo pusieran por la libreta; es la gente la que ha exigido cientos de veces que un producto lo pongan por la libreta. Aquí hubo tiempos de muchos productos por la libre, porque tenían un precio elevado, había una oferta importante y se compensaba con la demanda; pero era unánime la solicitud de la gente, cada vez que escaseaba un producto, de que lo pusieran por la libreta.

¿Cuándo tendremos nosotros suficientes productos de todo para que sean regulados mediante el libre precio? Tiene que adquirir el país un desarrollo económico tremendo o renunciar a la justicia social (EXCLAMACIONES DE: "¡No! ¡Primero muertos! ¡Jamás!")

Es así, la libreta fue una de las cosas que más ayudaron a repartir equitativamente, y el mercado paralelo era una válvula de escape, porque había el trabajador que ganaba 200 pesos y el otro que ganaba 400, 500 ó 600, ese podía ir al mercado paralelo y comprar mercancías mucho más caras. También había el especulador o el que obtenía el dinero ¡lícitamente, de cualquier modo, que iba allí y compraba.

Nosotros no podemos adoptar medidas desesperadas, no podemos adoptar medidas aventureras en este terreno. Tenemos que trabajar rápido, con urgencia, pero trabajar bien, ir haciendo aquellas cosas que en nuestras muy específicas condiciones se puedan y se deban hacer en los más variados terrenos.

Nosotros no podemos jamás incurrir en los errores que incurrieron los países socialistas, o que incurrió la URSS, porque en la URSS empezaron diciendo que querían mejorar aquello, y, efectivamente, en la URSS había muchos errores, nosotros lo sabíamos bien; pero —como dije en el foro, una verdad— en más de 30 años de comercio, en que se compraron y se vendieron decenas y decenas de miles de millones de dólares —para mencionar una moneda, ya que no se puede hablar del rublo, pues ya no se sabe lo que es el rublo, porque el rublo ha perdido cuarenta veces su valor, los precios han aumentado cuarenta veces—, jamás, en más de 30 años nos encontramos un ministro corrupto que pidiera dinero por hacer una operación económica o comercial. El fenómeno de la corrupción, tan universal hoy en todas partes, nosotros no tuvimos oportunidad de verlo, ¡ni una sola vez!, a lo largo de más de 30 años de relaciones económicas con la Unión Soviética.

Conocemos sus defectos y conocíamos también sus virtudes; hemos tratado de ser fríos, objetivos en el análisis histórico, en el papel que desempeñó en la historia la Revolución de Octubre, en los errores que cometieron los hombres y en los errores que cometió esa revolución, como los han cometido todas las revoluciones. Todavía se discuten los errores de la Revolución Francesa, a pesar de que hoy el mundo se guía por la filosofía de la Revolución Francesa, y así se podrá discutir durante mucho tiempo de errores de todas clases cometidos en la Unión Soviética.

Ellos decían que querían perfeccionar el socialismo, y todo el mundo contento, muy bien, quieren perfeccionar el socialismo, qué gran cosa es que se perfeccione el socialismo. El socialismo debía ser perfeccionado, pero no debía ser jamás destruido; jamás se le debió regalar al imperialismo yanki el hegemonismo mundial como se lo han regalado, sin disparar un tiro.

Hoy tenemos un mundo unipolar bajo la batuta del imperialismo yanki. ¿Quién habría soñado con eso? ¿Qué gente de izquierda habría soñado con una situación tan dramática, tan trágica? ¿Ganó algo el mundo con la desaparición de la URSS? Habría ganado muchísimo con el fortalecimiento y con el perfeccionamiento del socialismo en la URSS, y de eso se habló, por ahí empezó todo y nos lo dijeron a todos nosotros, se lo dijeron al mundo y nos dijeron a los dirigentes revolucionarios cuáles eran los propósitos, cuáles eran las ideas. Realmente lo que hicieron fue destruir el socialismo, ahora no tienen ni socialismo ni capitalismo.

¿Ustedes se imaginan, con los recursos energéticos que tenía ese país? Disponía de 630 millones de toneladas de petróleo anuales, 700 000 millones de metros cúbicos de gas, para no hablar ya de las cantidades fabulosas de acero, de cemento, de fertilizante, de madera que producía ese país, que había logrado la paridad nuclear a base de un esfuerzo gigantesco, que había logrado el dominio del espacio.

Conocemos los defectos de su tecnología. Parece que había u¡ época en la URSS en que sobraba tanta gasolina que no tenían dónde guardarla y se decidieron a utilizarla en los motores, porque los motores soviéticos, que los tenemos aquí en grandes cantidades y constituyen una de nuestras desgracias hoy, gastan tres veces más gasolina que lo que gastan otros motores; sus aviones también.

Yo, sin embargo, voy siempre tranquilo en un avión soviético, y he viajado no solo por Cuba sino por el mundo en él. No sé lo que es un Boeing, porque nunca he tenido el privilegio de encaramarme en uno de esos aparatos (RISAS). Sé lo que ocurre a veces cuando el IL-62 está arrancando, traquetea, pero arranca (RISAS); gasta gasolina, pero llega; es seguro, es un avión seguro, eso sí lo puedo garantizar: gastador de gasolina, pero seguro (RISAS).

Desde luego, el padre Pizarro, nuestro distinguido invitado, no podría hacer grandes elogios del IL-62 de Cubana de Aviación que se le averió a las 4:00 de la mañana en Guayaquil y le dijeron: Vuelva a las 4:00 de la tarde. Por fin enviaron un avión y llegó. De vez en cuando nos pasa eso, pero digo que los aviones soviéticos son seguros. Conocemos sus tecnologías con sus virtudes y sus defectos.

De cada uno de los camiones yo podría hablar aquí, un Zil-130 cuánto gasta; un Kamaz, buen camión; el Kraz, un camión fuerte y bueno. Los tractores soviéticos son equipos diseñados especialmente, creo, para operadores cubanos (RISAS Y APLAUSOS) porque, excepto volar, han hecho de todo con los tractores esos. Y, desde luego, ¿quién no vivió los años de la abundancia en este país?, ¿quién no viajó por las carreteras un sábado o un domingo? Las carretas llenas de gente, y yo preguntaba: "¿Van para un trabajo voluntario?", y decían: "No, vamos para un juego de pelota" (RISAS).

Es verdad que nuestra gente ha hecho muchas cosas buenas, no lo podemos negar, en trabajos voluntarios, en misiones internacionalistas, de todo; pero ha gastado gomas, acumuladores, combustible. Eso era incontrolable, porque yo conozco gente y conocí gente, y luchaba contra eso, que iba a ver a la novia en una motoniveladora (RISAS). Nos hace gracia, podremos admirar al que le dedica unos versos de amor a la novia, gasta papel y todo, y puede dejar hasta una obra histórica, puede quizás emular con Pablo Neruda, ¿pero ir a ver a la novia en una motoniveladora, que es larguísima, enorme, lenta ... ? 0 a veces iban en un cargador frontal, he visto operadores visitar a sus novias o a sus amistades con todo tipo de equipos.

De manera que conocemos bien cómo son los equipos soviéticos y, mal que bien, las combinadas soviéticas nos ahorraron 300 000 macheteros, la fábrica de combinadas de caña de Holguín. ¿Se imaginan lo que son 300 000 macheteros cortando caña?

Es decir que nosotros conocimos los defectos todos, las cosas buenas y malas de la URSS, su generosidad, porque fue generosa con nosotros, el máximo. ¿Durante cuántos años fueron nuestros suministradores de harina de trigo? Nunca faltó el pan y nos suministraban la harina en barcos soviéticos, muchas veces importada de terceros países; nunca nos faltó el petróleo, nunca nos faltó nada, y realmente despilfarrábamos bastante, hay que decirlo con toda honestidad.

Nosotros no podíamos aplaudir la destrucción de ese país, que también nos mandó las armas con qué defendernos durante tantos años y que tuvo tantos gestos con nuestro país. También cometió errores, y lo hemos dicho otras veces, y lo dijimos en el momento, no ahora, lo dijimos antes. Decían que querían perfeccionar el socialismo y lo destruyeron, lo pulverizaron. Un país con esos recursos energéticos, con esos recursos en madera —medio millón de metros cúbicos de madera recibíamos de la URSS todos los años, hoy prácticamente no recibimos nada de madera, y venía en sus barcos—, con esos enormes recursos había que ponerse a inventar para desbaratarlo.

Creo que se pudieron hacer muchas cosas para mejorarlo, y creo que mucha gente de buena fe quería mejorar ese país y otros no de tan buena fe. Algún día la historia se encargará de señalar el papel de cada cual y el trabajo que hizo la CIA en la destrucción de la URSS, el trabajo que hizo la propaganda imperialista en la destrucción de la URSS y la responsabilidad que tienen los hombres con todo lo que allí ocurrió. Me he quedado asombrado de que aquellos que decían que era para perfeccionar el socialismo y que lo que querían era socialismo y más socialismo digan ahora que el socialismo es una utopía inalcanzable. Hemos visto cosas realmente increíbles.

Nosotros esos errores no podemos cometerlos; por difíciles que sean las circunstancias no podemos destruir el Partido, destruir el Estado, destruir el Gobierno, destruir la historia del país, porque una de las cosas más tristes es que hubo gente que se dedicó implacablemente a destruir la historia heroica de la Unión Soviética, los méritos adquiridos por esos pueblos en la lucha contra el fascismo y contra la reacción mundial, en su cooperación con el movimiento de liberación de las antiguas colonias. No se puede olvidar eso. Destruyeron la historia, desarmaron el barco en medio del océano sin piezas de repuesto y sin salvavidas, hundieron el barco. ¡Y qué daño le han hecho al mundo! ¡Qué daño, en particular, le hicieron a este pequeño país que se llama Cuba, que fue tan firme, que fue tan leal, que fue tan internacionalista!

Nos tocó a nosotros el daño mayor, porque contra nosotros se volcó todo el odio del imperialismo, puesto que estábamos aquí a sus puertas, estábamos en su patio trasero, y la audacia de hacer una revolución y construir el socialismo a 90 millas de Estados Unidos, o a unas pulgadas de su base naval, no podía perdonarse y el odio que generaba tenía que ser muy grande. Por eso fueron tan duros con nosotros, tan agresivos, por eso nos bloquearon con tanta fuerza, y por eso tuvo tanta importancia para nosotros la existencia de la URSS.

Hoy hemos tenido que seguir solos, sin campo socialista y sin URSS. Si alguien quería poner a prueba el coraje, la dignidad, el patriotismo y el honor de este pueblo, pues bien, se han puesto a prueba con lo que ha ocurrido (APLAUSOS).

Cuántos pueblos habrían sido capaces de esa valentía, de esa presencia de ánimo, de esa firmeza de principios como lo ha sido el pueblo de Cuba, hoy colocado en esta encrucijada terrible en que estamos envueltos; pero nuestra Revolución no puede ni venderse ni entregarse (APLAUSOS). El país no puede ser vendido ni entregado (DEL PUBLICO LE DICEN: "¡Muertos primero!" APLAUSOS).

Ahora nuestro país tiene una tarea prioritaria, como la hemos definido: salvar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo (APLAUSOS). Digo las conquistas del socialismo porque es por lo que podemos luchar hoy, pero sin renunciar jamás al socialismo.

Hoy hay que salvar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo que equivalen a defender el derecho de seguir construyéndolo en el futuro. No nos resignaríamos jamás a renunciar a eso. Esto es lo que queremos expresar cuando decimos Socialismo o Muerte.

Hoy tenemos que hacer concesiones, como explicábamos en el foro. Hemos tenido que dividir la isla en el mapa y hacer una licitación internacional para que las compañías extranjeras puedan explorar y perforar a riesgo, como le llaman; tendríamos que compartir con ellos una parte del petróleo que ahí aparezca. Cuando existía la URSS las exploraciones las hacíamos nosotros, las perforaciones las hacíamos nosotros, el petróleo era todo nuestro.

Hoy la vida, la realidad, la dramática situación que está viviendo el mundo, este mundo unipolar, nos obliga a hacer lo que de otra forma no habríamos hecho nunca si hubiésemos tenido capital y si hubiésemos tenido tecnología para hacerlo.

No es que pensáramos que era absolutamente inconcebible una inversión extranjera. Pienso que dentro del socialismo, y aun en el intento de construir el socialismo más perfecto posible, puede surgir la conveniencia de una inversión extranjera, allí donde el empresario extranjero aporta el capital, la tecnología y el mercado, o una parte de las tres cosas, porque a veces usted tiene un recurso natural y no puede explotarlo porque no tiene capital.

Nosotros tenemos enormes recursos, digamos, para el turismo, maravillosas playas, aguas limpias; pero ahí se puede invertir tanto dinero que, si nosotros tuviéramos solo una parte de ese dinero, lo pudiéramos invertir en otras cosas que fueran todavía más rentables para el país, más convenientes para el país. Es decir, no pienso dogmáticamente que la inversión extranjera tenga que ser prohibida, pienso que puede haber condiciones en circunstancias normales en que pueda ser conveniente una inversión extranjera por estas razones que he estado explicando; pero nosotros, ¿qué capital tenemos ahora? Es mínimo.

Algunas de las nuevas inversiones son exclusivamente nuestras; sobre todo en la rama farmacéutica, en la biotecnológica, en los centros de investigaciones que estamos haciendo con nuestros recursos; en una parte del turismo las hacemos con nuestros recursos, pero si queremos desarrollar aceleradamente todas las posibilidades del turismo, no podemos hacerlo sin la presencia del capital extranjero.

Nos habría gustado depender menos del turismo y durante más de 20 años la Revolución trabajó para el turismo nacional, no para el turismo extranjero. Realmente si tuviéramos el petróleo de Kuwait o de otros países, nosotros habríamos desarrollado el turismo casi exclusivamente para el disfrute de los nacionales del país, pero las circunstancias actuales nos obligan a desarrollar el turismo, fundamentalmente para disfrute de los turistas extranjeros, y tratar de captar aquellas divisas convertibles que nos resuelvan otros problemas más urgentes que practicar el turismo.

A todos los ciudadanos, como es lógico, nos gusta practicar el turismo, nos gusta el mar y nos gusta el descanso, pero la vida nos enseña constantemente que hay cosas más urgentes que esas.

Si alguien se enferma, recuperar la salud es más importante que pasarse 15 días de vacaciones en una playa, eso es seguro, y nosotros tenemos que darle prioridad hoy a recuperar la salud.

Ahora que hablo de salud, recuerdo que no había mencionado, en medio de todas las calamidades de 1993, el hecho de habernos tenido que enfrentar con una extraña epidemia que requirió grandes recursos e ingentes esfuerzos del país.

Hoy podemos decir que la epidemia va disminuyendo en grado importante. Partiendo de la tesis tóxico-nutricional como la más probable, aunque sin descartar otras posibles causas de origen biológico, gracias al esfuerzo enorme realizado por nuestro pueblo en período especial, hemos devuelto la salud a decenas de miles de personas y hemos impedido con la prevención quién sabe cuántos enfermos más.

Creo que no hay un solo país en el mundo que esté distribuyendo a toda la población un complejo vitamínico diario (APLAUSOS), no hay país en el mundo que en la prevención social haya llegado a repartir 11 millones de pastillas de vitaminas todos los días para satisfacer el ciento por ciento de las necesidades, ¡once millones! Solo producir 11 millones de pastillas es ya una proeza.

En Estados Unidos, país tan rico, hay millones de niños que ni se vacunan ni reciben ningún medicamento preventivo; esa es una realidad y es uno de los países más ricos del mundo, lo cual demuestra la diferencia entre el capitalismo y el socialismo.

Esas necesidades son prioritarias. Cuántos millones ha tenido que gastar el país combatiendo esta epidemia, cuántas horas interminables de trabajo le hemos tenido que dedicar muchos cuadros de la Revolución a esta epidemia en medio del período especial; y lo hemos podido hacer en forma mucho más económica por el desarrollo de nuestra industria farmacéutica, porque traemos materias primas, algunas tuvimos que traerlas en avión, para elaborar las pastillas y otros medicamentos aquí, reduciendo considerablemente los costos.

Les decía que estamos dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para salvar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo. Esto quiere decir que no seremos dogmáticos, ni dogmáticos ni locos, y algunos pasaron del dogmatismo a la locura y, como nosotros nunca hemos sido dogmáticos, no tenemos que pasar a la locura. Ni aferrarnos a dogmas ni practicar locuras, adoptar las medidas necesarias. Ahora tenemos que agudizar y multiplicar nuestra inteligencia, pero el éxito dependerá del pueblo, del apoyo del pueblo, de la comprensión del pueblo.

Algunas de estas medidas son antipáticas, no nos gustan. De tal manera nos hemos adaptado a la igualdad, y con razón; de tal manera nos hemos adaptado a la equidad, que sufrimos cuando vemos a alguien disfrutando de un privilegio, porque no nos pasa por la mente. Y, bueno, habrá quiénes tengan privilegios que no tengan los demás, porque tienen un pariente, porque tienen una relación, porque les mandan dinero. Lo mejor es que todos y cada uno recibieran ese dinero, pero el pueblo va a recibir una parte apreciable de ese dinero para sus necesidades más vitales.

Queremos hacer cosas para que lo que hoy utilizan los especuladores se convierta en una fuente de ingreso, para que las ganancias comerciales de todo lo que llegue, por vías de remesa del exterior o por cualquier vía, como pueden ser inversiones, propinas, turismo, etcétera, vayan directamente a la economía popular. Eso es lo que pretendemos, eso es lo que buscamos, pero hace falta comprensión. No remordernos los hígados. Esa no sería la actitud correcta del hombre, la actitud correcta del revolucionario. Jamás sería la actitud correcta del revolucionario, porque el revolucionario se pasa la vida sacrificándose.

¿Dónde estábamos nosotros a esta hora, a esta misma hora exactamente hace 40 años, y nada menos que 40 años? Yo les decía a los compañeros en broma: ¿Qué régimen social es este que no les da descanso ni les da retiro a los revolucionarios y los obliga a trabajar cada vez más? ¿Dónde está el amparo social que tenemos nosotros? Pero el hecho es que a esta misma hora, 10:17 de la noche, estábamos nosotros tratando de romper el cerco que nos tenían tendido los soldados de Batista, con unas armas que eran muy inferiores a las de ellos, caminando por lugares desconocidos entre breñales, bosques, pedregales, peñascos, tratando de coronar la cordillera de la Gran Piedra. En ese momento nosotros no estábamos pensando en los que estaban durmiendo en una blanda cama, o estaban sin problemas en la capital, o en cualquier otro lugar; o cuando nosotros veníamos en el "Granma", o cuando nosotros caminábamos por las montañas interminables horas.

Cuando miles de combatientes han cumplido sus deberes internacionalistas, no pensaban en el que estaba en su casa, en su cama, descansando, reunido con su familia, sin correr riesgo: pensaban en el deber, porque se puede ser revolucionario no por obligación, sino por vocación; se puede ser patriota no por obligación, sino por vocación; se puede ser bueno por vocación, justo, digno, honorable, por vocación.

Noble por vocación, no quien quiera ser noble, sino quien realmente lo sea, ni quien quiera ser generoso, sino quien realmente pueda serlo. Y el revolucionario es noble, es digno, es desprendido, es generoso; piensa en su causa, en la belleza de su causa y, si sabe que para salvar esa causa noble y bella tiene que tragarse un privilegio, soportar un privilegio y ver incluso cosas que no se ajustan a nuestras estrictas ideas de igualdad, no tendrá más remedio que adaptar su mente a esas realidades que nos ha impuesto la vida, que no las hemos buscado nosotros, que no es por abandonar los principios, sino por ser leales a los principios, que no es por abandonar las ideas revolucionarias, sino por salvar las ideas revolucionarias, y lo que sea necesario hacer para ello debemos estar dispuestos a hacerlo.

Es a los revolucionarios a los que se les pide más sacrificio; es a los revolucionarios a los que se les pide más comprensión. ¿A quién se les va a pedir? No es a otros, no es a los indiferentes.

De cualquier forma todo lo que llegue de un modo o de otro al país, en período especial, ayuda al país; y si ayuda a 10 000 familias son 10 000, y si ayuda a un millón es un millón, sobre todo cuando ayudando a ese millón está ayudando a los otros 9 millones o a los otros 10 millones.

Estos problemas realmente son complejos. No me extraña que haya tantas escuelas de economía y tantos grupos elaborando soluciones, porque creo que en ninguna época de la historia, ningún país se vio en la situación en que se ha visto el nuestro al derrumbarse el campo socialista y quedarnos con el despiadado bloqueo de Estados Unidos.

¿Qué país se ha visto ante una situación tan difícil, en un período especial? ¿Cómo manejar en un período especial estas cosas económicas? Recuerdo que el período especial se concibe no para época de paz, sino para época de guerra. Más de una vez se discutió qué papel jugaría el dinero en ese caso. Si se usaría o no el dinero en tales circunstancias.

¿Qué hacer y cómo hacer las cosas en caso de un bloqueo total? Nadie se imaginó jamás que íbamos a tener que vivir un período especial en época de paz, porque nadie se imaginó jamás que algo que parecía tan inconmovible y tan seguro como el sol desapareciera en unos días, como fue la desaparición de la Unión Soviética. Y hemos tenido que vivir el período especial, y por tiempo indefinido, en época de paz. Es lógico que se rompan la cabeza los especialistas y los economistas, pero reitero que todo dependerá de la capacidad del pueblo de comprender estas realidades, de comprender estos problemas y de apoyar las medidas que se toman por salvar el país.

Esa frase que aparece enfrente está muy bien escrita, no porque haya tenido yo la feliz idea de pronunciarla un día, sino por lo que dice: "No tenemos otra alternativa que la victoria" (APLAUSOS PROLONGADOS). La derrota no la concebimos ni podemos concebirla. Es imposible concebirla para un pueblo que ha llegado a experimentar la libertad y la dignidad que ha experimentado nuestro pueblo. ¡O esclavos y pordioseros en el capitalismo, u hombres y mujeres dignos, con la patria, con la Revolución y con el socialismo!

Santiagueros:

Les pregunto si defenderemos o no la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo hasta el último aliento (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!").

Les pregunto si seremos o no capaces de soportar y vencer todas las dificultades imaginables (EXCLAMACIONES DE: "¡Sí!").

Les pregunto si puede haber algo más grande y más justo que la Revolución (EXCLAMACIONES DE: "¡No!").

Les pregunto si puede haber algo más grande, más sagrado y más querido que nuestros mártires (EXCLAMACIONES DE: ",No!").

Pues en nombre de ellos, digo y repito:

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)

 

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