Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la inauguración de la Feria Internacional de La Habana, FIHAV 98, celebrada en EXPOCUBA, el día 1º de noviembre de 1998
Fecha:
Muy estimado amigo don Manuel Fraga, presidente de Galicia —algunos lo llaman presidente de la Junta, y yo lo llamo presidente de Galicia; advierto, dentro del Estado español— (Aplausos); pero como veo que las autonomías tienen una creciente fuerza, pues es algo visible y reconocido, prefiero llamarlo Presidente;
También deseo saludar a las distinguidas personalidades que están presentes, incluso, saludo por anticipado a los que van a llegar esta noche y una despedida al que se va esta noche, que es el Ministro de Venezuela, que está presente aquí;
Los saludo a todos, expositores e invitados:
No vengo a hablar de política, ni de bloqueo, ni de sequías, ni de huracanes, ni de calamidades de todo tipo, porque esas las doy por descontadas (Risas). Vengo a bromear un poco con ustedes a costa, en parte, de las palabras de nuestro queridísimo y realmente muy apreciado Ministro de Comercio Exterior, y sin echarle culpa alguna en absoluto de las torturas que tenemos que pasar aquí todos los años.
Se han efectuado 16 exposiciones desde que se comenzaron a realizar en Cuba, las últimas en este sitio exacto de EXPOCUBA, y siempre es lo mismo: en esta tarima nos paramos, un discurso, una cinta que se corta, nadie sabe cuánto tiempo llevan ustedes de pie esperando, y en vista de que esto crece año por año, habrá que cambiar el concepto de la inauguración, dónde se hace, cómo se hace con un poco de más comodidad para los invitados —hoy hace fresco, afortunadamente—, para los que vengan acá, porque si no tu discurso tiene que ser el mismo todos los años (Mira hacia Ricardo Cabrisas, ministro de Comercio Exterior).
No lo critico, él lo que quiere es que ustedes inviertan (Risas). Por eso habla del auge del turismo y todas las demás cosas, y, sin embargo, a ustedes no hay que exhortarlos a invertir, sencillamente, porque ustedes realmente van a invertir (Risas). No lo digo como una broma, es una realidad: van a invertir, ustedes quieren invertir, y nuestro deber es crear las mejores condiciones posibles para que puedan invertir. Quieren invertir aquí y en muchas partes, y los países que necesitan desarrollarse hasta discuten y compiten entre sí, no siempre del modo más conveniente, por las inversiones. Eso lo sabemos.
Pero, aparte de bromas, se pueden decir dos o tres cositas serias, que pueden significar elementos para un cierto optimismo en el futuro próximo de la economía mundial tan gravemente amenazada en estos instantes.
Hace unos meses estuvimos de visita en Ginebra —él mencionó la reunión de la OMS, también tuvo lugar la de la OMC— y se discutieron algunos de estos problemas actuales.
Acabamos de sostener una importante reunión en Portugal, en Oporto, hospitalaria y bella ciudad. Allí estaban los dirigentes de toda la América Latina que, como ustedes saben muy bien, es el campo de batalla en este momento, que puede ser, digamos, para la economía occidental una relativa victoria o un Waterloo. Los riesgos de una grave crisis económica globalizada es un tema que hemos venido analizando en Cuba con mucha atención durante los últimos tiempos, son acontecimientos que veíamos venir.
En la reunión de Oporto, ya estaban muy claros para todos los que estábamos allí los peligros de una recesión, y algo peor, porque nadie sabe en el mundo actual en lo que puede convertirse una recesión. Y se sabía allí que América Latina era el campo de batalla donde se iba a decidir si la economía podía obtener alguna victoria frente al avance impetuoso de la crisis, o si iba a sufrir un gran desastre de tipo mundial. Digo mundial, no se exagera, en virtud, precisamente, de que la economía se ha mundializado como dicen unos, o se ha globalizado como dicen otros, y cada vez más, aparte de un montón de problemas adicionales que se han sumado a estos fenómenos, algunos de los cuales tienen antecedentes y son conocidos; otros son nuevos.
Pero allí estaban todos conscientes y la delegación cubana muy, muy, muy consciente de que el futuro próximo se iba a decidir aquí en América Latina, comenzando por Brasil, de lo que pudiera ocurrir allí, y todo a partir de la crisis económica de tu país, Kalinin (Señala para el Embajador de Rusia), sin entrar a analizar las causas, sin querer culpar a ningún ruso ni mucho menos de eso. Más bien yo culparía a muchos de los consejos que les dieron a los rusos, que no tenían mucha experiencia en la construcción del capitalismo. Llegaron los organismos financieros y los nuevos amigos occidentales con sus recetas antidiluvianas para aplicarlas en aquel país, que no llegó a conocer ni siquiera el capitalismo, porque pasó casi casi del feudalismo al socialismo. A partir de la última crisis económica rusa, que todo el mundo sabe cuando se produce, fue en el mes de agosto, al hacerse muy evidente, cunde el pánico. Hasta el Dow Jones de Wall Street bajó 512 puntos en un día, extendiendo el pánico; tuvieron fuertes caídas las bolsas, y se veía muy claro que Brasil era el punto más vulnerable en ese momento y que una crisis en Brasil era algo que se extendería irremisiblemente a todo el resto de América Latina y alcanzaría de verdad, de manera irremediable y clara, las bolsas de Estados Unidos; y cuando eso ocurriera y el 50% de los norteamericanos que tienen invertido allí ahorros, seguros de pensiones y todo, perdieran el 50%, el 60%, el 70% o el 80% del valor de las acciones que tenían en las bolsas, el desastre iba a ser de dimensiones colosales, ni comparables siquiera con la crisis de 1929; peor, en nuestra opinión, que la de aquella célebre fecha.
Entonces, estaba claro que en Brasil se iba a librar una gran batalla; eso se analizó en Oporto. Nosotros expusimos algunas ideas, ya que Cuba será la sede de la próxima reunión. Incluso, la cuestión del tema que como país sede debíamos escoger como centro para esa reunión era muy delicada, porque, bueno, ¿qué situación habría en ese momento? Pensábamos en una idea: discutir qué hace, o cómo se enfrenta la América Latina a la crisis económica global. Lo sintetizamos finalmente en una frase: Iberoamérica y los graves riesgos de una crisis económica global.
Nosotros partíamos de la idea de que todavía quedan recursos en el mundo; que Occidente y Japón disponen todavía de muchos recursos para dilatar la crisis un tiempo, no se sabe cuánto todavía, o podían posponerla; o podían, incluso, reflexionar más a fondo, en profundidad, sobre el orden económico y el tipo de globalización que se le está imponiendo al mundo y tratar de buscar como algo ineludible un poco más de tranquilidad, sosiego y paz a todos los países. Es decir, al escoger un tema para nuestra reunión había que ser muy cuidadosos, porque está por ver qué ocurre en los próximos 12 meses.
Ya señalábamos allí el discurso de Clinton el 14 de septiembre en el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, la importancia asignada a la reunión del Fondo Monetario y del Banco Mundial, la invitación a todos los gobernadores de los bancos de la reserva a reunirse allí en Washington. Se veían evidentísimos síntomas de una toma de conciencia por parte de Estados Unidos o de una parte de Estados Unidos, entre ella, de algunos dirigentes fundamentales, de los riesgos de una gravísima crisis.
El 5 y el 6 de octubre pasados habló el Presidente del Fondo Monetario Internacional y pronunció un discurso muy interesante el Presidente del Banco Mundial, en los que se vieron incluso diferencias y críticas, antagonismos ya entre el papel de policía de una institución y el papel de buen samaritano de la otra; una en busca del orden más riguroso y más estricto, y la otra tratando de pensar cómo podían aliviarse los problemas sociales que estas crisis traen aparejados. Es decir, hubo ya algunos movimientos interesantes en el mes de octubre, y nuestra reunión tenía lugar, sencillamente, unos días después en Oporto.
Había que tratar de prever cuál sería la situación el año próximo y de qué íbamos a discutir; no era fácil adoptar un tema. Nos limitamos a esto, lo repito: Iberoamérica y los graves riesgos —no darlo por seguro— de una crisis económica globalizada.
Suponíamos que aquí en Cuba había que hacer un análisis de todo lo que habría de ocurrir en el transcurso de un año que estaba por delante. Nadie podía aventurar una cosa o la otra.
Allí, incluso, se discutía si era correcto o no hablar de crisis globalizada, puesto que en Estados Unidos no existía todavía una crisis, ni existía en Europa.
Para algunos de nosotros era claro que se globalizaba, a partir de lo que ocurriera. Que Brasil y América Latina eran la última trinchera —decíamos nosotros el 28 de septiembre de este año— donde Estados Unidos podía defenderse de una situación que lo iba a afectar muy directamente. Ya no iba a ser algo que interesara solo a América Latina, sino también a Estados Unidos, fundamentalmente, que es el que tiene el mayor poder económico, los mayores recursos y un papel de dirección, en realidad, sobre la economía mundial. Todavía Europa no es lo suficientemente fuerte como para ejercer un papel similar al de Estados Unidos, aunque sí un importante papel.
Entonces, había que ser cautelosos al tratar de prever qué estaríamos discutiendo de aquí a un año; pero sin duda habría que hacer un análisis en torno a la situación económica internacional. Este seguirá siendo el tema fundamental.
Pero decíamos que hay síntomas, y de eso, Cabrisas, sí puede hablarse bastante, quizás los estimule más a invertir. Hay algunos elementos de interés. Ellos están en nuestro país y han venido más que nunca, ahí están los números, tú mencionaste algunos y otros los mencionó Maciques conversando con nosotros. Es la mayor de todas las ferias que se han realizado en Cuba, no alcanza ya el espacio. Todos los índices son muy positivos, la presencia de muchos países, la presencia amplia de Europa; la de Japón, por primera vez. Así que crece la presencia a pesar de la amenaza de crisis. Eso demuestra el tradicional interés y la impaciencia que tienen los inversionistas por invertir.
Quizás uno de los problemas actuales del mundo es el exceso de premura por invertir y, sobre todo, por invertir allí donde parecía que las ganancias iban a ser más rápidas, en las bolsas de Estados Unidos.
Todavía Europa no compite tanto con ustedes (Mira hacia el Embajador de Canadá). Bueno, los canadienses también cuentan con importantes recursos, son vecinos industrializados de Estados Unidos, en una buena situación económica. También los inversionistas van a comprar acciones o bonos a Europa, sobre todo, cuando hay algunas fugas masivas de capitales en el Tercer Mundo; pero en Estados Unidos, especialmente, estaba comprando acciones todo el mundo, porque sus precios crecían como la espuma. Algo parecido a lo de 1929.
Muchas son inversiones especulativas, realmente. El mundo se ha convertido en un gran casino. Nosotros sentimos mucho más respeto por los que van a invertir sobre el terreno, a invertir en un servicio, a invertir en una industria, a invertir en una rama económica determinada. Las inversiones especulativas pueden ser la gran ruleta rusa de la economía mundial. Decenas de millones de personas apuestan en Estados Unidos, casi todo el mundo se ha convertido en apostador. El dinero buscando desesperadamente dinero, sin ninguna relación con el desarrollo comercial o económico.
En general, los que vienen aquí a exponer sus productos industriales no suelen ser apostadores. Puede ser que alguno apueste de vez en cuando, que compre alguna acción en las bolsas de otros países, pero realmente en Cuba vienen a comerciar o a invertir.
La especulación no tiene nada que ver con la economía real. Puedo decir que todos los aquí presentes tienen que ver con la economía real, con la producción de bienes materiales y de servicios, con el intercambio comercial, y realmente sentimos respeto por esos inversionistas.
Ahora, ¿qué ha ocurrido en estos días, después, incluso, de lo de Oporto? Varias cosas que son de carácter positivo. Primero, se señala, por ejemplo, que los japoneses tomaron medidas para sanear su banca, cosa que beneficia a la economía de los países del sudeste asiático, está claro. Se decidieron a invertir 500 000 millones de dólares, aunque se sabe que los créditos incobrables son alrededor de un millón de millones. Es un síntoma positivo para la economía mundial ese paso dado por los japoneses; no quiere decir que tengan resueltos sus problemas, tienen un montón de dificultades todavía por vencer.
Segundo, otra noticia que tuvo efecto positivo en la atmósfera económica internacional: los datos relativos al crecimiento, en Estados Unidos, durante el tercer trimestre. El primero de este año fue alrededor del 5%; el segundo bajó a menos de 3%; en el tercero estaban calculando dos y tanto, si mal no recuerdo, 2,6%, 2,7%, y ahora aparece la noticia, hace 48 horas, de un 3,3% en el tercer trimestre. Eso les produjo aliento a unas bolsas muy necesitadas de aliento, porque el remedio antipánico es la esperanza, la confianza; es lo que recetan los médicos de la economía desde la óptica del sistema capitalista.
Tercera noticia: el riguroso programa, verdaderamente, de austeridad, de ahorro, no solo de disminución del déficit presupuestario, sino, incluso, la meta de un superávit en el presupuesto de Brasil. Las medidas tomadas por el gobierno de Brasil también insuflaron cierto aliento, cierto optimismo en las bolsas de Estados Unidos.
Lo último, lo que ha dado un poquito más de fuerza a la esperanza y al sosiego en las muy inquietas bolsas, es el acuerdo del G-7. Ya por fin el Senado había aprobado con una serie de requisitos muy cuestionables los 18 000 millones que debía aportar Estados Unidos al Fondo Monetario. El conjunto de los países del G-7 se han comprometido a hacer una inyección a la economía mundial de 90 000 millones de dólares para evitar catástrofes, tratar de preverlas, o para salir corriendo y apagar el fuego; pero ya piensan un poco más en la filosofía de evitar que el fuego surja y no tener que apagarlo, lo cual cuesta siempre más caro.
Esas cuatro noticias son elementos de los últimos días que han levantado un poco las esperanzas y el entusiasmo en las bolsas de valores.
Creo que una de las cosas más importantes es que hayan tomado conciencia en Estados Unidos, por parte de la administración, en primer lugar, y de la tesorería y el Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos. Esta última institución hasta hace apenas unas pocas semanas estaba planeando aumentar las tasas de interés; había decidido ahora reducirlas un 0,25%, unos días después otro 0,25% —ya alcanza 0,5%—, y ese fue otro punto de signo positivo que se podía añadir a los mencionados anteriormente, lo cual introdujo cierto optimismo internacionalmente. La mayoría de los integrantes de la Reserva Federal de Estados Unidos, hasta la crisis rusa y sus rápidas y no previstas consecuencias, eran partidarios de elevar la tasa de interés por temor a los riesgos de inflación.
En el discurso del 14 de septiembre, que mencioné antes, Clinton plantea claramente que el peligro grave para la economía mundial es el de una recesión y no el de una inflación. Ese fue un punto igualmente de carácter positivo en la peligrosa situación creada. Es decir, ha habido hasta un cierto cambio de concepto. Yo lo considero positivo, como síntoma de toma de conciencia acerca de las nada idílicas realidades en el mundo actual.
Del Fondo Monetario Internacional no hay más que leer todos los artículos que se publican en todas las revistas económicas del mundo; hoy dicen horrores del Fondo Monetario, está realmente en un momento de verdadera crisis de relaciones públicas. El Banco Mundial ha elevado en cambio sus acciones en este terreno, con el discurso de su Director en esa reunión el día 6 de octubre en Washington.
En esa misma reunión volvió a hablar Clinton ratificando lo que había dicho el 14 de septiembre. Es evidente un giro de casi 180 grados que se ha producido en cuestión de semanas.
El peligro, señores, es la recesión y no la inflación, admite decididamente Clinton. En esencia, un criterio, una tesis que se ha abierto paso.
Una segunda idea se evidenció fuertemente en esa reunión: el Fondo Monetario Internacional tiene que flexibilizar un poco su política, debe cambiar, debe reestructurarse.
Se universaliza la opinión de que el Fondo Monetario Internacional se ha convertido en el mayor agente de la subversión y la desestabilización en el mundo; dondequiera que llegó, hundió la economía; llegó tarde, en primer lugar, hundió la economía y hundió a los gobiernos. Tuvo que hacerse un poco de autocrítica allí y reconocer que, desde luego, hacía falta alguna flexibilización.
¿Llegarán tan lejos como para intentar arreglar este mundo? Yo realmente no lo creo. Estaba convencido de que disponían de suficientes recursos para maniobrar. Reducir la tasa de interés e inyectar dinero en la economía mundial era lo menos que podían hacer, frente a una catástrofe que se veía bien clara.
¿Qué pasará después? Hay que observar mucho. ¿Hasta dónde llegarán los cambios? Se habla de una nueva arquitectura financiera. ¿En qué consistirá la nueva arquitectura? No se puede ayudar a ningún país que tiene problemas, de forma tal que ponga en crisis al país, lo desestabilice, liquide la economía y lance a decenas de millones de personas a la calle a pasar hambre.
Allí en la reunión de Washington, importantes dirigentes de la economía mundial parecían marxistas o algo por el estilo hablándole al mundo, y ellos mismos sacaban a relucir los datos: en Indonesia cuántos millones a la calle y pasando hambre; la idílica clase media que con tanto esfuerzo dicen haber estado creando, destruida en unos minutos: a pasar hambre, a vender residencias; que se acabó la venta de automóviles y de muchas otras cosas que estaban produciendo todos esos países. ¡Un desastre, realmente; un verdadero desastre!, y con graves consecuencias internacionales.
Ellos admitieron con cifras y detalles lo que estaba pasando y decían que eso no podía seguir ocurriendo. Se dieron cuenta, fueron cuerdos; hicieron al menos razonamientos cuerdos. Hasta qué punto los podrán llevar adelante y aplicar medidas para aliviar la pobreza crónica y creciente. Digo, con toda franqueza, que hay cosas que pueden aliviar. Pueden frenar, prolongar la llegada de una crisis muy seria; pero mientras no se elaboren y se apliquen otros conceptos que puedan realmente garantizar el bienestar general y la propia supervivencia de la especie humana, tenemos la más firme convicción de que los mismos problemas volverán a resurgir y cada vez más graves.
Si se entusiasman demasiado los de la bolsa de Nueva York con todo esto, entonces lo que vamos a tener es que el Dow Jones —que hoy estaba en 8 000 y tanto— llegue otra vez a 9 000, alcance 10 000 y hasta pase de 10 000 y 12 000, y la locura que estaba originando la debacle se reproduzca en grado mayor; la ya famosa especulación con las monedas, que es de un millón de millones diarios —que algunos dicen asciende a 1,3 millones de millones o a 1,8 millones de millones—, fenómeno absolutamente nuevo en el mundo, a los que se añaden cifras fabulosas de operaciones especulativas con acciones y otros tipos de valores, se incrementaría.
Ellos hablan de algunos reglamentos. Por ahora hablan de una ética que regule los movimientos de capitales; hablan incluso de algunos tímidos controles y cosas por el estilo, algo para que no anden haciendo con absoluta libertad todo tipo de disparates que llevan a cabo aquellos que han acumulado una gran cantidad de fondos y experiencia y se dedican exclusivamente a la especulación. Se han atrevido a pronunciar algunas palabras contra los especuladores a nivel mundial. Bueno, pues ya es algo; antes no se podía hablar de eso, porque el que dijera algo estaba condenado inmediatamente al infierno, tan solo por sugerir algún control sobre ese tipo de operaciones.
Hay algunos que están hablando de recaudar un poquito de fondos, con un pequeño impuesto a las operaciones especulativas. Un Premio Nobel, laureado hace 15 ó 20 años —creo que fue Tobin—, planteó la idea de cobrar un modesto impuesto a tan nocivas y perturbadoras actividades. En ese momento, cuando lo planteó en 1985, las operaciones especulativas con las monedas alcanzaban 150 000 millones de dólares al año. Hace solo 13 años.
Ahora, en este momento, digamos —no puedo hablar del mes de septiembre—, a mediados del año 1998 habían ascendido, por lo menos, a un millón de millones, no al año, sino al día.
Un analista calculó que el impuesto de 1% sugerido por Tobin, produciría cada año alrededor de 800 000 millones de dólares, y propuso que se podía dedicar una mitad a los países que lo recaudaban y la otra mitad a los países pobres o emergentes, como les llaman cortésmente a veces, para ayudar al desarrollo. La idea realmente no es mala, pero está por ver si fuesen capaces de aceptarla los dueños de la economía mundial. En esencia, estamos ante fenómenos muy serios, muy graves, muchas incógnitas, muchas interrogaciones.
Desde luego, nosotros no pertenecemos ni al Fondo Monetario, ni al Banco Mundial, ni al Banco Interamericano de Desarrollo, nadie nos da un préstamo, nadie nos da nada, ni créditos a largo plazo, a tantos años como le dieron a Haití, con toda justicia —lo leí en los cables y me lo ratificó Iglesias, el Director del Banco Interamericano, en Oporto—, le concedieron 91 millones de dólares, 40 años, 10 de gracia, 2% o 3% de interés, digamos, realmente, un regalo. Pero, bien, creo que ese debe ser el papel de los organismos financieros internacionales y hay que hacer eso y es justísimo que se haga eso si se quieren resolver realmente muchos graves problemas del mundo.
Para nosotros, pueden venir todos los huracanes que quieran, ya dije que hasta los damos por descontados; el bloqueo lo damos por descontado; la sequía la damos por descontada; el fenómeno de El Niño ya es bien conocido y sufrido en muchas partes. Nosotros no recibimos nada de eso, ni hacemos nuestros planes calculando que vamos a recibir algo de eso.
Nosotros hacemos los cálculos fundamentalmente sobre la base de la seriedad con que trabajemos, de la eficiencia con que trabajemos, de las ventajas reales y la confianza que puedan tener los que inviertan en nuestro país, asociados por lo general con nuestras empresas nacionales. No podemos desear que se produzca un desastre en la economía mundial, no sería enteramente ético, ni el más radical de los revolucionarios tendría derecho a desear que los problemas en este mundo globalizado, donde habitan hoy 6 000 millones de personas, se resolvieran sobre la base de desastres, aun conociendo que en la historia humana muchas veces, detrás de los grandes desastres, han venido los grandes remedios. Debieran de existir otras alternativas en la actual etapa de la historia. Es al menos un deber moral considerarlas.
El mismo Clinton, que hace algunas semanas no se preocupaba en general por la economía internacional, nunca pensó mucho en eso, concentrado como estaba casi exclusivamente en los intereses y la economía de su país, que hoy ve gravemente amenazado por lo que está ocurriendo en el mundo; muy frenado, además, en sus planes internos y externos por la extrema derecha de la mayoría republicana en el Congreso, se puso a pensar en serio sobre la cuestión, y lo mismo que su equipo del Departamento del Tesoro y los del Sistema de la Reserva Federal, todo el mundo, cuando vieron ya el problema muy cerca y muy grave. Esa es la verdad. Solo se mueve el mundo capitalista, ante las crisis o las proximidades de grandes crisis, muy lejano todavía de la racionalidad y de las realidades.
Con otra concepción muy diferente y otra percepción de las realidades, preferimos que los problemas del mundo pudieran resolverse sobre la base de pensamiento, de razonamiento, de discusión, de debates y de diálogos. Incluso, en enero próximo vamos a celebrar en Cuba una importante reunión con muchos destacados economistas procedentes de muy diversos países, pensamos estar cinco días discutiendo estos problemas con la participación de exponentes de todas las escuelas y pensamiento económico, persuadidos de la necesidad de profundizar en el tema, desarrollar y divulgar ideas.
Desde luego, la amenaza de una crisis globalizada hizo ya cambiar criterios y el recuerdo de 1929 resurgió como un fantasma, comenzó todo el mundo a rememorar aquella nefasta fecha, y a descubrir que todo lo que estaba ocurriendo entonces en la bolsa era casi exactamente igual que lo que ocurre hoy: subiendo, subiendo y subiendo los valores; bajando y bajando los precios de los productos básicos, así se fueron creando las condiciones para una catástrofe. A pesar de que existía ya el Sistema de la Reserva Federal a la que precisamente le han pasado la cuenta, la han acusado fundamentalmente de no haber tomado entonces las medidas a tiempo.
Bueno, preferimos que los problemas se debatan, se profundicen, se discutan y se resuelvan, y que no sean las crisis, que traen desastres y consecuencias terribles para miles de millones de personas, sacrificios inconcebibles para miles de millones de personas, muchas de las cuales, casi mil millones, venían ya pasando hambre en pleno auge de la economía mundial. Es absolutamente necesario que el hombre haga uso de su inteligencia y de su razón para encontrar soluciones a tan dramáticos problemas.
He mencionado algunos indicios que son de tipo positivo y que pueden incluso alejar en lo inmediato riesgos.
Fíjense que, a pesar de los peligros de crisis mencionados, los participantes habían decidido traer aquí sus stands y participar en esta feria. Creo que ahora con más razón se merecen que les digamos: Señores, hay algunas noticias que son más bien positivas y hay algunas esperanzas, es mejor momento que hace unos meses para invertir y realizar negocios. Son las realidades.
Claro, de ninguna forma puede decirse otra cosa que esto, que hay esperanzas, posibilidades, cambios de ideas y de concepciones; determinadas percepciones en quienes tienen en sus manos la llave de los recursos fundamentales de la economía del mundo, de los que pueden frenar, dilatar o de los que pueden precipitar una gran crisis.
Tienen que agradecerles a ustedes, Kalinin (Señala al Embajador de Rusia), y por eso creo que los rusos tienen derecho a solicitar y a demandar apoyo —no chantajear, no es ese el concepto— a los grandes consejeros. Decirles: Miren, hemos seguido los consejos, estas son las consecuencias; no nos pidan ahora que rebajemos los presupuestos y que en vez de retrasar pagos de salarios 6 meses, los retrasemos 12 meses. Eso no lo soporta nadie, es imposible. No le pueden venir a Rusia con la exigencia que le han estado planteando a todo el mundo.
Para mí es clarísimo, por mi poquísima experiencia en táctica y estrategia política, que ustedes están en una posición fuerte, igual que Brasil, porque ahora no se trata solo de ayudar a salvar a otros, sino, más que nada, de ayudar para salvarse a sí mismos, que es lo primero. No les pueden exigir a los rusos más sacrificios que resultan absolutamente imposibles.
Nosotros estamos siguiendo muy de cerca cada palabra que se pronuncia allí y todo lo que se hace todos los días, y veo realmente valentía en la nueva dirección gubernamental rusa, veo firmeza y razonamiento a la vez que flexibilidad; no están planteando fórmulas sin alternativas: estamos dispuestos a hacer esto, esto, esto y esto, porque es posible; ahora, esto, esto, esto y esto no, porque es imposible.
Ayer los cables anunciaban que en el mes de septiembre Rusia había recaudado por impuestos 812 millones de dólares de ingreso para el presupuesto, y fue más que en octubre. Ochocientos doce millones de dólares para el país de más extensión del mundo, con 140 millones de habitantes, un desarrollo industrial y científico grande, armas nucleares por millares, fronteras por todas partes, unos trenes que tienen que recorrer miles de kilómetros como sistema principal de transporte interno, todo eso, cualquiera comprende que no es posible sostener la vida de un país con 812 millones de dólares mensuales, o con 1 000 millones de dólares mensuales de ingreso por impuestos.
Portugal recauda para su presupuesto más de 1 000 millones de dólares mensuales, es posible que el doble o el triple; calculen qué le pueden pedir a un enorme país como Rusia con menos de 1 000 millones de recaudación, el mundo no puede ser indiferente a la tragedia de ese gran Estado. Es más, no se arreglan los problemas del mundo si no se arreglan también los de Rusia, porque pueden surgir acontecimientos y catástrofes políticas que tendrían una repercusión enorme en la economía y la política mundial. No cobro nada, Kalinin, por estos asesoramientos (Risas). A mí no me ha preguntado nadie ni una palabra, pero te aseguro que son más desinteresados y posiblemente más objetivos que los que proporcionaron aquellos del Fondo y otros muchos expertos de Estados Unidos y de Occidente. Ahora, al Fondo es al que nosotros le aconsejamos: Miren, suelten un poquito de dinero de esos 90 000 millones y envíenlo a Rusia. Que se discutan otras cosas, si se quiere, ya no más reducciones de los presupuestos y otras por el estilo. Hay temas sobre los cuales se puede discutir, pero no el tipo de condiciones que resultan ruinosas, desastrosas y desestabilizadoras.
Se está conformando una dirección en el gobierno que tiene ahora amplio apoyo en la Duma, hay una serie de circunstancias que el sentido común debiera aconsejar a Estados Unidos, al Fondo Monetario y a todo el mundo enviar una parte de esos fondos a Rusia; no la pueden dejar en el olvido, no se pueden dar ese lujo.
Hoy vi una noticia de que habían decidido una ayuda alimenticia; vaya, te lo adelanto, Kalinin, si no has leído los cables, que era de 4 a 6 millones de toneladas de trigo, un préstamo con facilidades de pago. Tienen suerte ustedes, a nosotros no nos venden ni un kilogramo de alimento, ni mucho menos ofrecen un préstamo, vengan huracanes o no vengan sequías ni huracanes. Pero es buena noticia para ustedes: de 4 a 6 millones de toneladas de trigo. La única preocupación nuestra es que no sea tanto que vaya a subir el precio del trigo que nosotros tenemos que importar, y nuestras pocas divisas tengamos que dedicarlas a pagar un trigo mucho más caro en el mercado mundial. Dos cosas nos asustan: la que ya dije, y la otra es si las inundaciones de China demandan importaciones de granos, arroz y otras cosas que se puedan convertir en un dolor de cabeza para aquellos países del Tercer Mundo que importamos hoy muchos de esos granos ya que no podemos producirlos.
Y dicen que alguna parte de esa ayuda para ustedes de 4 a 6 millones, va a ser humanitaria, es decir, gratuita, no dijeron cuánto. Son "muy buenos". Ellos tienen que hacerlo, pero eso no basta ni mucho menos.
Digo aquí con mucha franqueza, como acostumbro a hablar, que no pueden dejar en el olvido a Rusia . Claro, tampoco pueden dejar en el olvido a Brasil. No lo van a dejar, está claro que no lo van a dejar, eso es seguro ya, porque constituye la última trinchera donde impedir el avance de la crisis antes de que afecte directamente las bolsas de valores de Estados Unidos. América Latina absorbe una tercera parte de sus exportaciones y en ella está situada una importante proporción de los préstamos de sus bancos y sus inversiones. No es el caso de Rusia.
Ellos tienen priorizado a Brasil, como es lógico. La situación de la economía brasileña es mucho menos crítica que la rusa, creen que la resuelven con 30 000 millones de dólares, cosa que está por ver. México necesitó en su momento 50 000; Corea del Sur 100 000; Brasil puede muy bien necesitar los 90 000 del G-7 y mucho más. Es fuerte la posición de Brasil para negociar por la misma razón que explicaba antes, porque ayudar a Brasil es proteger al resto de América Latina de la crisis; ayudar a Brasil es ayudarse Estados Unidos a sí mismo, y ayudarse a sí mismo todo el Occidente. Es por tanto muy fuerte la posición de Brasil; cuando la posición es fuerte hay que ser responsable.
No insinúo por ello que debe utilizarse una posición estratégica privilegiada para dejar de ser responsable, para dejar de hacer el máximo de esfuerzo propio con la mayor seriedad y eficiencia. Pero ser fuerte en una situación como esta, permite negociar sobre condiciones que sean aceptables, que no desestabilicen al país.
En Brasil se acaba de reelegir al presidente con más del 50% de los votos, tiene una buena situación interna, pero le pueden crear dificultades políticas serias, gran resistencia en el Parlamento, en los gobiernos federales, en los sectores sociales y en todas partes. Los problemas que debe enfrentar no son fáciles. Pero, repito, Rusia y Brasil tienen una posición fuerte para negociar.
De modo que, a nuestro juicio, y voy a terminar, ustedes ya deben estar cansados de estar ahí de pie (Risas)... Las noticias son para ustedes, no para mí, no les estoy pidiendo nada, simplemente tratando de pronosticar y revelando algunos secretos fáciles de descubrir, hablando con libertad, una gran libertad. Creo que, como somos el país bloqueado, como somos el país que no recibe nada de ninguno de esos organismos controlados todos por Estados Unidos, somos el país que más libertad tiene en el mundo para hablar con claridad sobre lo que está ocurriendo. Y como en este mundo todo se sabe, hasta los chismes de los que se hablan en un desayuno entre los grandes señores de las finanzas se saben, se riega por el mundo qué piensa este, qué piensa el otro; no hacen falta espías ni mucho menos, son muchos los colaboradores y expertos que participan, todos tienen muchos amigos por todas partes y cuentan qué hablaron en el desayuno, en el almuerzo y en los demás lugares, a periodistas, expertos, economistas y colegas, y qué piensa Greenspan, qué dijo Rubin, qué opina Summers, subsecretario del Departamento del Tesoro, y cuál es el criterio de Fischer, que es el segundo del Fondo Monetario Internacional, si no me equivoco, y qué inquietudes tienen, todo se sabe.
Nosotros tenemos la libertad de contar, explicar, razonar y es una libertad que les juro que quisiéramos conservar toda la vida. Muchos países están pendientes del crédito tal, del otro y del otro y no se pueden tomar la libertad de hablar así tan claramente de los problemas.
Trato de ayudar a Cabrisas que quiere que ustedes inviertan y le estoy diciendo: Ellos van a invertir de todas formas, si hacemos lo que tenemos que hacer, porque están deseosos de invertir y hay tal vez una oportunidad ahora de aliviar la crisis en la economía mundial, quizás al menos en la región de América Latina y el Caribe. Es una esperanza no solo para los que quieren invertir aquí, sino para los que tienen inversiones en otras partes de América Latina, ¿comprenden? El que la tenga en Brasil, en Argentina o en cualquier otro lugar se debe alegrar de que hay una posibilidad de que allí no se vaya a producir un desastre o una quiebra, como en el sudeste asiático. Y sé que muchos de ustedes tienen que tener negocios en muchos de nuestros países. Es bueno para los inversionistas de cualquier país este panorama que se vislumbra en este momento, y es bueno también para tus inversionistas, Fraga, y para los cientos de miles de compatriotas tuyos que andan regados por toda la América Latina, no les viene mal esa esperanza.
Nosotros, realmente, lo que tenemos que hacer es ver si cambiamos el formato, cómo hacemos el acto un poco más cómodo; hay que inventar. Y, segundo, hay que ampliar.
Recuerdo perfectamente, hace unos años —ya se van a cumplir 10 años de vida— hubo incomprensiones y críticas por el gasto, que no era realmente elevado, cuando estábamos construyendo este centro, con el apoyo entusiasta de constructores voluntarios, como centro permanente de exposición para la industria nacional. Sigue desempeñando ese papel, pero se comenzó de inmediato a utilizar también para exposiciones internacionales. Las primeras se realizaban en el Palacio de las Convenciones y sus alrededores, un buldócer, una grúa, se exhibían alrededor del Palacio de las Convenciones. De ahí nos fuimos mudando para acá y ya aquí no alcanza el espacio. ¿Qué significa esto? Que tenemos que ampliar este centro de exposiciones, muy visitado además por cientos de miles de ciudadanos todos los años, y cuya inversión total se recuperó en breve tiempo. Buscar más área de exposición ante la creciente demanda internacional; terreno hay, afortunadamente, para ampliar este centro; pero crece por año el número de países y empresas deseosos de exponer sus productos, y tengo la seguridad de que va a seguir creciendo, depende de nosotros.
Nosotros somos nuestro Fondo Monetario Internacional, nuestro Banco Mundial, nuestro Banco Interamericano de Desarrollo; somos nosotros mismos, así que con trabajo y grandes dificultades hemos aprendido a ser austeros todo lo posible; a luchar contra todo lo que se aparte de la austeridad, una batalla infatigable contra todo lo que sea deficiencia, despilfarro o desvío de recursos, y, desde luego, control cada vez más estricto de esos recursos y abaratamiento de lo que adquirimos o importamos.
Ustedes discutirán cada año con cuadros más preparados y de mayor experiencia, que les van a discutir más cada centavo de lo que compren, sea una máquina o sea una mercancía. Ustedes comprenderán que tenemos el deber de hacer eso para que pueda seguirse desarrollando la economía y puedan crecer las inversiones económicas y sociales, nacionales, mixtas o estrictamente de capital extranjero. De nuestros esfuerzos, de nuestros sacrificios, sacamos los recursos de la parte que aportamos a ese desarrollo, que no deja de ser la fundamental.
Ahora, nos conviene también, nos interesa, no solo por una cuestión ética —ya expliqué— no deseamos catástrofes, sino que, además, de una forma o de otra, porque estamos acostumbrados a luchar contra grandes dificultades, creo que estamos mejor preparados que ningún otro país para enfrentar dificultades. Por eso los frutos modestos de nuestros esfuerzos, nuestros incrementos, sí modestos, se han ido logrando y se van a seguir logrando, y creo que en determinados momentos se podrán apreciar cambios cualitativos, cambios muy visibles en la eficiencia de nuestros cuadros, avances en nuestra experiencia, seguridad total y absoluta para los inversionistas que han confiado en nuestro país.
No necesitamos que el Fondo Monetario venga a decirnos qué tenemos que hacer con la repatriación de las utilidades, porque ya habíamos decidido cómo hacerlo desde que concebimos la idea de aceptar inversiones extranjeras para nuestro desarrollo —y fue aun antes de la desaparición de la URSS—, como un complemento de nuestro desarrollo, que en parte se apoyaban en tecnologías y en créditos y suministros de la Unión Soviética. No obstante, a lo largo de los años de Revolución, siempre que fue conveniente y posible, adquirimos tecnologías, maquinarias, equipos e insumos para nuestras empresas nacionales de procedencia occidental. Y hasta ahora nos sentimos satisfechos del resultado de la participación de capitales extranjeros en las inversiones que se realizan en nuestro país, de la cooperación y experiencia aportadas por empresas extranjeras en la administración de centros económicos, y en la producción y comercialización de bienes y servicios. No necesitamos consejos con relación a la repatriación de las ganancias, porque son automáticas, absolutamente libres.
El problema de la repatriación o no, que ahora se discute si hay que tomar medidas, que si los ingresos tienen que esperar o ser congelados un tiempo, es algo totalmente resuelto desde el primer día. La repatriación aquí de las ganancias ha sido, es y será libre, automática, y no hemos dejado de pensar como pensamos, no hemos dejado de considerarnos por ello socialistas; para nosotros socialismo es desarrollo del país, desarrollo económico, desarrollo social, distribución equitativa y justa de las riquezas del país.
Nos alegramos de tener tan buenos camaradas de lucha, como el actual director del Banco Mundial, Wolfensohn, aunque, de hecho, la última palabra la digan quienes tienen en esa institución poder absoluto de veto, los Estados Unidos. Lean su discurso del 6 de octubre y no se asusten, que no ha hecho profesión de fe marxista-leninista. Nosotros decimos que podemos suscribir muchos de los conceptos que expresó ese día.
En resumen, dentro de nuestra concepción revolucionaria y verdaderamente socialista, cabe perfectamente la idea de la inversión extranjera, y el máximo de posibilidades, garantías y seguridad para los que inviertan en nuestro país.
Lo que podemos prometerles es honradez, lo que podemos prometerles es que ningún ministro, ningún alto dirigente de nuestro país se dirigirá a ustedes o negociará con ustedes solicitando o aceptando comisión o soborno. Esto lo afirmo categóricamente. Y, por favor, si alguna vez ocurriera, el deber de ustedes sería comunicárnoslo directamente a quienes ostentamos las máximas responsabilidades. Claro que yo no puedo garantizar de manera absoluta a todos mis compatriotas, pero sí les digo que podemos garantizar a aquellos que tienen en sus manos las decisiones fundamentales.
Hemos descentralizado determinadas actividades, era imprescindible, hay muchas personas en muy variadas actividades, incluso por la índole individual o casi individual de gran número de ellas, que tienen contacto con esos billetes verdes, que es el peor veneno, el peor vector de vicios y enfermedades morales que ha conocido el mundo; antes era el oro, pero el oro pesaba mucho y casi no se podía cargar. Se suponía que un billete de esos representaba una cantidad de oro; ahora no representa nada, es un papel impreso en una imprenta. Pero tiene poder de compra por razones históricas y la necesidad económica imperiosa de un instrumento de cambio del cual ha abusado y abusa hasta el absurdo la potencia hegemónica que lo imprime.
Hay muchos que administran, pero no ignoramos que siempre hay un riesgo con muchos que administran dinero. Sin embargo, puedo asegurarles que las decisiones fundamentales de política económica, las decisiones fundamentales que hay que tomar, son adoptadas a niveles donde no encontrarán jamás alguien sobornable. Sabemos que es universal el grito de protesta y de queja sobre algo que se llama corrupción, más extendido por el mundo que el paludismo, la tuberculosis, el SIDA y otras enfermedades juntas, contra el cual no está inmunizado ningún país. Duro ha luchado la Revolución y seguirá luchando por el concepto y el principio de la honradez. Es lo que puedo prometerles.
Les he dicho lo que deseaba decirles. Así podrán interpretar mejor las palabras de Cabrisas. Que no lo obliguen a venir todos los años a pronunciar el mismo discurso y, además, de cinco páginas. Tiene que hablar todos los años de cómo va el turismo, cómo crece y cómo se incrementó la producción de níquel; todo el mundo sabe que subió la producción, pero bajó de precio, y que todos los productos básicos han bajado de precio, tienen índices muy malos: el cobre, el aluminio, el estaño, hasta el oro, caballeros, ha bajado de precio.
Eso no les gusta ni un poquito a los canadienses (Mira de nuevo hacia el Embajador canadiense) que tienen muchos negocios de oro en distintas partes, exploraciones y contratos sobre oro, porque ya el oro casi no se usa ni como reserva monetaria, prácticamente es hoy un metal que sirve para hacer joyas y algunos otros usos, y cada día son menos los gobiernos que todavía guardan en la reserva un poco de oro. Muchos lo han vendido o han reducido su volumen en los bancos centrales, afectando considerablemente los precios.
De modo que los precios de los productos bajan, pero si viene un nuevo impulso de crecimiento económico, entonces, Cabrisas, ese níquel cuya producción hemos mantenido, a pesar de todo, rentable, por debajo de 3 900 y por debajo de 3 800 dólares la tonelada; ese mismo níquel, que en ocasiones ha tenido precio de 8 000 y 9 000 dólares, es todavía rentable, al menos es costeable, no hay que parar, aun a su actual muy bajo precio, la producción. Si la economía mundial mejora, mejorarán sin duda los precios del níquel y de otros renglones de exportación.
Preparémonos para el próximo año, inventen algo, busquen asientos. Tenemos a Fraga de pie allí, aunque él es fortísimo, no vayan a creer que les ha hecho caso a los años, cumple programas increíbles; parece que no lo quieren mucho aquellos que le organizan los programas, o es que a veces de tanto quererlo casi lo matan.
Dos ideas quedan propuestas: organizar actos más cómodos para los asistentes, de modo que pueda profundizarse en los temas y variarse el contenido de la bienvenida, sin dejar de incluir índices y datos imprescindibles, y comenzar ya a proyectar la ampliación de este centro de exposición. Necesitan espacio, necesitan más lugares de parqueo. Al paso que van, terminarán parqueando los automóviles por la calle 100 y con un servicio de bicicletas para llegar desde allí hasta este lugar, porque he visto autos por todas partes al lado de la carretera, como es lógico, con la presencia de casi 3 000 participantes entre expositores y acreditados.
Es lo que puedo decir.
Les pido que me perdonen. Les reitero que no les cobro nada por las buenas noticias y consejos, y que, realmente, les hablo desde un ángulo optimista y bien fundamentado. Ojalá nada ocurra, entre los muchos acontecimientos o errores políticos y económicos posibles, que impida un desarrollo favorable y deseable en el futuro próximo de la economía mundial.
Muchas gracias.
(Aplausos prolongados)