Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del VI Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, efectuada en el Palacio de Convenciones, el 24 de diciembre de 1993
Fecha:
Me toca decir algunas cosas:
Tomando en cuenta el tiempo transcurrido y que llevamos casi 15 horas de actividades aquí en el Palacio, actividad que ha sido intensa y, a mi juicio, realmente muy fructífera, me alegro mucho de haber intervenido en otros momentos, lo cual me permite la posibilidad de ser lo más breve posible en esta ocasión.
De lo que he dicho —por lo menos, de todo lo que he dicho—, me hago responsable y no les pido discreción de ninguna clase a ustedes. Creo que hablé con cierto cuidado, y es libre todo esto; esta vez no les voy a pedir absolutamente nada de discreción (RISAS).
Creo que con relación a lo que dijo Lage, que nos trajo algunos datos más concretos, eso habrá que pensarlo un poquito más; pero pienso que también, en general, se pueda utilizar ese material; pero, repito, creo que hay que volverlo a ver por escrito para determinar qué tipo de cosas pudiera ser más o menos conveniente que se diga o no se diga.
Ya expresé mi opinión de los debates, y, realmente, todos nos sentimos muy satisfechos del desarrollo del evento. Estamos contentos, estamos felices y, en realidad, nos sentimos comprometidos con este congreso.
Muchas ideas y conceptos importantes se han debatido, lo de Martí se ha mencionado varias veces. Yo meditaba sobre este pensamiento de Martí y me parece que se refería a la prensa en general, incluso, a la prensa de su época, a la prensa norteamericana. No creo que sea un pensamiento que él elaborara para describir lo que debe ser la prensa revolucionaria; pero precisamente la pregunta que me hacía era esta: ¿Qué haría Martí en una circunstancia como esta? ¿Cómo pensaría Martí en una circunstancia como esta? ¿Qué diría Martí del papel de la prensa revolucionaria en circunstancias como esta? Creo que no se apartaría, en esencia, de las mismas cosas que ustedes han dicho aquí y que han quedado como premisas fundamentales.
Creo que la prensa —y aquí quedó claro como sentimiento y como criterio de ustedes— tiene la misión primordial de defender la Revolución. Defender la Revolución es defender el socialismo. Cuando hablamos de esta Revolución, no la puedo concebir separada del socialismo, son inseparables.
Veo la prensa como una fuerza, un instrumento formidable de la Revolución. La veo como Radio Rebelde, en la Sierra Maestra, porque estamos viviendo tiempos que no son más fáciles que los de la Sierra Maestra; estamos viviendo tiempos más complejos que los que vivimos en aquella época.
Veo en la prensa una fuerza de enorme importancia, decisiva; es verdaderamente decisiva en esta lucha que estamos librando, en la cual nos estamos jugando todo. No solo nos estamos jugando nuestra obra, nos estamos jugando la obra de todas las generaciones que nos precedieron, y estamos defendiendo la herencia de los que vendrán después de nosotros. Hay que partir de ese enfoque.
No han existido dudas tampoco aquí de que la Revolución tiene una dirección, de que la Revolución tiene un jefe y que el jefe de la Revolución es el Partido. Creo que nadie ha cuestionado esa idea; es un principio fundamental.
No vivimos tiempos normales y no se sabe cuándo viviremos tiempos normales. Como aquí se dijo, todo es susceptible de progreso, todo es susceptible de cambio.
Piensen ustedes que antes que nosotros hubo mucha gente que pensó en la Revolución, en la justicia social, en la igualdad, en la fraternidad, en el socialismo. Hubo, incluso, la ilusión de que un día, al desaparecer las clases, desaparecería también el Estado en la sociedad comunista.
Hoy vemos cuán lejana está todavía la sociedad comunista, cuán lejana está, incluso, la desaparición del Estado, cuán lejana está la desaparición del imperialismo. ¿Cuánto tiempo tendremos que luchar? Van a pasar 35 años desde el triunfo de la Revolución y muchos más años todavía desde el inicio de la lucha, y vean ustedes en qué difíciles condiciones tenemos que luchar hoy, qué difícil batalla tenemos que librar; luego el papel del Partido, a mi juicio, durante una larga etapa, tiene que ser un papel fundamental, un papel esencial y tiene que desempeñar ese papel con relación a nuestros medios de divulgación.
¿Por qué digo esto?, porque puede ser que por los tiempos que estamos viviendo, por las confusiones reinantes, las cosas que se están discutiendo —como aquí se dijo— en este momento pueden dar lugar a que se ponga en duda o se cuestione el papel del Partido con relación a la prensa; no es por ustedes, es por aquellos que tengan duda sobre eso, porque la Revolución la tiene que dirigir el Partido y entre los instrumentos de lucha está la prensa, fuerza fundamental en esa lucha. Lo que se discutió bastante y es motivo de análisis y de consideraciones, es cómo el Partido tiene que ejercer ese papel con relación a la prensa.
Hay que tener presente, además, que la prensa nuestra no es propiedad privada; digamos que es una propiedad social, una propiedad de todo el pueblo, y creo que algo que no se va a privatizar aquí, y lo último que se privatizaría cuando ya no existiera socialismo, sería la prensa.
Sabemos ya cómo es la prensa en el mundo capitalista: tiene, sencillamente, sus propietarios, y los propietarios son los que mandan en la prensa capitalista, son los que deciden en la prensa capitalista, son los que nombran a los directores, son los que trazan la línea política, y algo realmente duro, reconocido por todo el mundo: la prensa en general está en manos de la burguesía internacional, y la inmensa mayoría de los órganos de prensa de la sociedad capitalista tienen posiciones de derecha, posiciones reaccionarias.
Desgraciadamente, una de las tragedias de nuestra época es que los medios de divulgación masiva están en manos de las fuerzas más poderosas económicamente, las fuerzas más ricas; de los intereses económicos fundamentales de esas sociedades. Se lo oigo decir a todo el mundo: de 15 ó 20 periódicos importantes en un país, uno, dos o tres tienen posiciones objetivas, más o menos, dentro de ciertos límites; pero la inmensa mayoría de los medios de divulgación masiva están en manos de las fuerzas de derecha en el mundo.
Una de nuestras tragedias es esa, que esos medios de divulgación masiva se usan exhaustivamente contra nosotros.
No pueden ser para nosotros modelo, no pueden ser para nosotros ejemplo. Todo está presidido por un espíritu mercantil, por lo general, y han estado aliados a las fuerzas que se oponen al socialismo, al progreso y a las corrientes más avanzadas.
Desgraciadamente no se podría decir lo mismo que dijimos de nuestra prensa cuando nos referimos a esa prensa que es propiedad privada. No se podrá decir que nunca dice una mentira, no se podrá decir que siempre es honesta, que es objetiva en sus pronunciamientos. Ninguna de aquellas cosas que dijimos de nuestra prensa, como virtud, como ética, se podrá decir de aquella prensa; y, lógicamente, nuestra prensa debe estar al servicio del pueblo y al servicio de la Revolución.
Quiero empezar por esto, porque es una cuestión sobre la que no tengo la más absoluta duda.
Aquí dije esta tarde lo que pensaba sobre la forma en que debe trabajar nuestra prensa. Dije que no teníamos ningún temor al análisis de los errores, que no teníamos ningún temor a la divulgación de las malas noticias, y que más bien teníamos a veces, por las razones que expliqué, que omitir la divulgación de informaciones que son favorables, que son buenas.
Hemos estado informados de los distintos debates, de los distintos puntos de vista, y creo que no hay absolutamente nada de lo que se ha planteado que no pueda ser objeto de análisis y de discusión. No hay absolutamente nada de lo que se refiere a nuestra prensa que no pueda ser objeto de mejoría y de perfeccionamiento.
Considero que discutiendo en familia, como hemos discutido hoy aquí, podemos realmente alcanzar los objetivos que nos proponemos.
Creo que cualquier tipo de problema de relaciones entre Partido y prensa puede ser resuelto, cualquier tipo de queja que tengan nuestros periodistas puede ser atendida y puede ser resuelta porque, tanto como lo desean ustedes, el país necesita la máxima calidad de nuestra prensa, el país necesita un trabajo óptimo de la prensa, si fuera posible alcanzar un trabajo óptimo.
No hace falta un congreso, como decíamos anteriormente, cada cinco años. Estimo que el Comité Nacional se puede reunir con la dirección del Partido en el nivel correspondiente, y yo, cuando pueda también, gustoso, me ofrezco para participar en ese tipo de reuniones, para analizar cualquier tipo de problema.
Creo que de este congreso debe surgir, por parte de la Revolución, una mayor atención todavía a la prensa, y deben surgir unas mejores relaciones entre el Partido y la prensa.
Esto resulta fundamental: si nosotros no logramos que la prensa juegue un papel óptimo, no ganamos la batalla del período especial, porque no veo cómo podemos ganar la batalla del período especial sin el trabajo de la prensa, sin la gran batalla ideológica que tenemos que librar; porque estamos realmente enfrascados en una gran batalla ideológica, y esa batalla ideológica no podemos ganarla solo con organización, solo con conferencias, solo con el trabajo de los militantes del Partido y de la juventud, solo con el trabajo de las organizaciones de masa, sino que, en primerísima fila de esa batalla, tiene que estar la prensa, una prensa de óptima calidad, una prensa con una elevada moral y una prensa consciente del papel que tiene que jugar en esta lucha.
Tenemos problemas muy serios.
Yo decía el otro día, en la reunión del Comité Central, que a ninguna generación —de las que yo recuerde en la historia de las revoluciones— le tocó una tarea más dura y más difícil que la tarea que le ha tocado a esta generación. No encuentro en la historia un caso igual; no encuentro un país que con las dimensiones de Cuba, tan pequeño, en este hemisferio frente a la potencia más poderosa de la Tierra —no solo poderosa, sino soberbia arrogante, egoísta, implacable, que lleva 35 años tratando de destruirnos, que se ha quedado como potencia hegemónico, que trata oportunistamente de aplastarnos más rápidamente, si fuera posible, a partir de la desaparición del campo socialista—, un país que se ha quedado prácticamente solo en Occidente, luchando en las condiciones más increíblemente difíciles de tipo económico, en un momento de crisis del movimiento revolucionario, en un momento de crisis de la ideología revolucionaria, en un momento en que se trata por todos los medios de exaltar los valores del capitalismo, en un momento en que el capitalismo se lanza hacia nuevas fases, que podría denominarse ya de completo control del mundo y de la globalización —como llaman ellos— de la economía, nosotros aquí, que perdimos nuestros aliados, cuando el bloqueo nos hace más daño que nunca porque no tenemos un punto de apoyo como tuvimos durante tantos años, que construimos tantas obras de tipo económico y social basados, precisamente, en ese apoyo, y que cuesta tanto trabajo mantener ahora, pueda resistir tan digna y heroicamente.
Realmente no se pueden concebir condiciones más difíciles. Hemos perdido muchas cosas; sin embargo, no hemos perdido la serenidad, no hemos perdido el patriotismo, no hemos perdido el espíritu revolucionario, no hemos perdido la vergüenza, no hemos perdido el decoro, no hemos perdido la dignidad, no hemos perdido el recuerdo de nuestros héroes y de nuestros muertos, no hemos perdido la memoria del 68 y de los 10 años de aquella extraordinaria guerra, no hemos perdido la memoria del 95, no hemos perdido la memoria de la lucha de nuestro pueblo durante casi 100 años después de la seudoindependencia, no hemos perdido los valores, y eso ha sido un factor, no podría explicarse de otra forma que la Revolución haya podido resistir.
Creo, realmente, que en este terreno nuestro país está escribiendo una página verdaderamente gloriosa. Creo que todos nosotros debemos sentirnos, de cierta forma, orgullosos de lo que estamos haciendo.
Naturalmente que todos los problemas tremendos, las limitaciones, escaseces y sufrimientos que está padeciendo nuestra población hoy, es un caldo de cultivo apropiado para sembrar el desaliento, para golpear la fe del pueblo, de las masas.
Las condiciones que se están viviendo, tanto internas como externas, son propicias a todos esos debates políticos de que se habló aquí, son propicias a esa realidad de que habló el compañero de "Trabajadores" cuando dijo que no trabajamos hoy en las condiciones en que teníamos el apoyo de casi todo el pueblo; el número de los que se sienten pesimistas, el número de los que están desalentados, lógicamente, tiene que crecer en condiciones de esta naturaleza; el número de personas que desertan, o el número de personas que traicionan, crece.
Como hemos dicho recientemente, es fácil ser revolucionario en tiempos fáciles, el mérito verdadero es ser revolucionario en tiempos verdaderamente difíciles.
En realidad no me asombro de los que se desalientan, no me asombro de los que se desmoralizan, no me asombro de los que desertan, no me asombro de los que traicionan; realmente me asombra el número extraordinario de personas que se mantienen firmes, con la moral alta, con la fe sólida. Eso lo veo en muchos lugares, y eso lo he visto en el día de hoy aquí en muchos de los pronunciamientos que se han hecho, verdaderamente admirables. Lo asombroso es el grado de patriotismo y el grado de espíritu revolucionario que exhibe nuestro pueblo (APLAUSOS).
No es que ignoremos que tengamos serias dificultades, no es que ignoremos que hay un cierto deterioro ideológico, no es que ignoremos que hay un cierto deterioro de la disciplina en mayor o menor grado.
Hay algunos miles de maestros, por ejemplo, que han pasado a otras actividades, o los problemas del transporte les han dificultado llegar hasta las escuelas, o los ingresos que tienen las familias les alcanzan y es más que suficiente para los gastos de lo que pueden comprar en las tiendas; sin embargo, más de 250 000 profesores y maestros mantienen íntegro en estas difíciles condiciones nuestro sistema de educación, trabajando en universidades, en escuelas, en círculos, en todas partes. Yo diría que hay millones de personas trabajando por honor.
Recientemente meditaba sobre un artículo que salió en "Trabajadores" —donde, por cierto, están haciendo un excelente trabajo en el sentido ideológico—, veía un artículo en que planteaba el tema de los estímulos morales y los estímulos materiales. Lo que decía el artículo era inobjetable como principio y como teoría, pero yo me decía: En la práctica, hoy por hoy, podemos decir que nuestros obreros están trabajando y cumpliendo sus deberes por estímulos estrictamente morales, digamos que por honor, por patriotismo.
Es que no estamos en condiciones de hacer valer los estímulos materiales, no tenemos recursos para hacer valer los estímulos materiales; y no tenemos, sin embargo, ninguna duda sobre la cuestión de los estímulos materiales, cuando tenemos oportunidad de mejorar en algo a un colectivo de trabajadores lo hacemos. Una prueba de ello fueron los contingentes: la atención al hombre, los albergues adecuados, la ropa que
tenían para el trabajo, el salario y la alimentación de los trabajadores de los contingentes; una prueba de ello son las medidas que se venían aplicando en la agricultura, naturalmente que obstaculizadas por todas las escaseces de insumos y otras cosas; una prueba de ello es la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, donde queremos aplicar estrictamente el principio de que cada cual reciba según su aporte, el principio socialista; una prueba de ello es el estímulo que se está dando a los autoconsumos de estas Unidades Básicas de Producción Cooperativa, los pedazos de tierras aisladas que estamos distribuyendo para autoconsumo en muchos lugares, cosas que vamos haciendo para que la gente, con su trabajo, ayude a mejorar la situación de los autoabastecimientos.
Dondequiera que podemos hacer algo de estímulo material lo hacemos; pero la gran realidad, la gran verdad objetiva es que tenemos muy pocos estímulos materiales que darles a nuestros trabajadores. Y no deja de ser realmente admirable, aunque se diga: "Aquí hay ausentismo." Ausentismo hubo siempre; ahora hay un poco más, pero la realidad objetiva es que hay millones de hombres y mujeres en este país cumpliendo su deber por honor y por patriotismo.
Por eso yo me decía: Ahora la cuestión no es de estímulos morales o materiales, sino de mantener levantada, de mantener bien alta la moral de la gente. Si no mantenemos alta, si no mantenemos elevada esa moral, no ganamos esta batalla. Y yo diría que en este momento la batalla está en su punto más álgido, estamos como cuando los soldados enemigos avanzaban sobre Radio Rebelde y nos quedaba un territorio más reducido; estamos, realmente, en una lucha desesperada por la supervivencia. Pero tenemos un ejército, porque los revolucionarios constituimos un verdadero ejército, no solo nuestras fuerzas armadas. Cuando hablo de ejército, hablo del pueblo revolucionario, que constituye un ejército capaz de ganar esta batalla si lo sabemos dirigir.
¿Cómo los veo a ustedes, los periodistas? Los veo como comisarios del pueblo en esta batalla (APLAUSOS). Sí, porque hay que revertir tendencias, hay que revertir corrientes; todavía no las hemos revertido.
Todos tenemos que luchar mucho: Partido, gobierno, organizaciones de masa, fuerzas armadas —fuerzas armadas no en un sentido militar, sino ayudando a producir en la agricultura, como lo está haciendo, reduciendo los gastos. Las fuerzas armadas han reducido el presupuesto en un 50%, y decenas y decenas de miles de hombres de las fuerzas armadas están participando en la producción de alimentos para el pueblo, aparte del autoabastecimiento, que es una de las tareas de que hemos hablado.
Las fuerzas del Ministerio del Interior están enfrascadas, junto con el Partido y las organizaciones de masa, en una gran batalla contra el delito, que esa era otra tendencia peligrosa que avanzaba y que empieza a revertirse.
La indisciplina es también una tendencia peligrosa que debe empezar a revertirse. El desaliento, la duda, es igualmente una tendencia peligrosa que debe empezar a revertirse.
Nosotros tenemos que ganar esta batalla con ideas, tenemos que ganar esta batalla con las ideas del socialismo, las ideas de nuestro socialismo.
Alguien dijo, con razón, que nuestro socialismo es nuestro.
Podríamos decir como dijo Martí del vino, que es agrio, pero es nuestro vino. También si queremos ser un poco duros con nosotros mismos, podemos decir que nuestro socialismo es nuestro, pero es todavía ineficiente; no voy a decir que seamos ineficientes en todo, pero no hemos sido capaces de ser eficientes en todo y somos deficientes en muchas cosas.
Tampoco podemos decir que hemos dejado de copiar. Hemos copiado algunas cosas de las experiencias socialistas europeas. La experiencia socialista tuvo cosas buenas; nosotros hemos copiado algunas buenas, pero también hemos copiado algunas malas experiencias. Eso era inevitable; por más que muchos de nosotros éramos muy alérgicos a copiar cosas de otros, de todas formas siempre, si se trata, en este caso, como fue la Unión Soviética y el campo socialista, de la primera revolución social de la historia, cosa que es real —se dice que la mexicana fue un poco antes—, la primera revolución verdaderamente socialista de la historia, que fue capaz de realizar grandes proezas, que admiró al mundo, que influyó en el mundo, que contribuyó al proceso de liberación de los pueblos colonizados, que hizo resistencia al imperialismo durante muchos años, que luchó contra el fascismo y derrotó al fascismo a un costo de sacrificios y de vidas tremendo era lógico que ese proceso influyera en nosotros.
Mucha gente nuestra estudió allí, muchos libros nos llegaron de allí, en una serie de cosas asesoraron, en algunas de ellas fue muy importante el asesoramiento; por ejemplo, en la organización de las fuerzas armadas fue muy importante. Claro, un día descubrimos que las concepciones aquellas de guerra puramente convencional no eran las que se correspondían a un país como el nuestro frente a Estados Unidos, y elaboramos y desarrollamos nuestras doctrinas; pero ellos nos enseñaron a manejar la técnica militar. Es decir que asimilamos experiencias importantes, solo que ya aquellas experiencias no eran las experiencias, ni podía ser la doctrina de un país pequeño frente a un coloso como Estados Unidos, y hubo que transformar todo aquello y desarrollar la concepción de la guerra de todo el pueblo.
En el campo de la economía, tuvieron influencia y asesoraron en muchas cosas.
Nosotros teníamos conciencia de que en determinadas áreas la tecnología era ineficiente —ya expliqué aquí el ejemplo de los camiones Zil 130—; otras tecnologías eran eficientes: sus termoeléctricas son eficientes, sus tornos, sus equipos mecánicos, en muchos campos nos suministraron tecnología eficiente.
Ellos también estuvieron aislados durante mucho tiempo, se quedaron atrasados tecnológicamente, y nosotros recibimos parte de esa herencia en las condiciones que expliqué cuando intervine la vez anterior.
Es decir que nosotros hemos recibido influencia, no se podría decir que no, a pesar del enorme espíritu de independencia que siempre tuvo nuestra Revolución y que siempre tuvo nuestro Partido; a pesar de las grandes discrepancias que tuvimos con ellos, cuya prueba más patente tuvo lugar a raíz de la Crisis de Octubre.
Hubo un momento en que tuvimos que decirles: "Están cometiendo errores políticos serios con relación al problema este de los cohetes", de eso se ha publicado algo. Hubo un momento en que tuvimos que decirles: "Están cometiendo errores militares serios." Hubo un momento en que tuvimos que decirles: "Estamos en desacuerdo con esto y con lo otro."
Con la solución que le dieron al problema de los cohetes nunca estuvimos de acuerdo y aquello agrió las relaciones nuestras durante bastante tiempo. Cometieron un error, les faltó una frase nada más para convertir un revés en victoria. si hubiesen dicho: "Estamos dispuestos a retirar los proyectiles si se dan garantías satisfactorias para Cuba", entonces hubiéramos pedido unas pocas cosas: cese de los ataques piratas muy frecuentes en aquella época, cese del bloqueo económico y cese de la Base Naval de Guantánamo. Nadie en el mundo habría estado de acuerdo con que se diera una guerra nuclear por una base naval en Guantánamo, ni por un bloqueo económico, ni por los ataques piratas.
Nosotros nos hubiéramos podido quitar en el año 1962 el bloqueo y la Base Naval de Guantánamo —se nos quedaron ahí, con toda la gravitación que tiene en este momento—, solo con haber tenido un poquito de ecuanimidad. Por ahí están los papeles que reflejan el grado de libertad y de independencia con que discutíamos con los soviéticos; pero, a pesar de todo, era imposible que no ejercieran una influencia.
Recuerdo, en los días de Girón y en la época de las amenazas, que imprimimos cientos de miles de libros de carácter heroico, que narraban las principales proezas y hazañas del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial, para levantar la moral de la gente y demostrar sus posibilidades de lucha. Es decir, hubo influencia; pero creo que hemos sido el proceso revolucionario con más criterio propio que cualquier otro proceso revolucionario, a pesar de la enorme dependencia que teníamos., en medio del bloqueo, de los suministros, de las materias primas y de los alimentos que recibíamos de la Unión Soviética y de los mercados con que allí contábamos.
Pero repito que nuestro socialismo es muy nuestro, nuestra libertad es la mayor que haya alcanzado ningún pueblo nunca. Tanto que nos dijeron que éramos satélites de los soviéticos; ahora desapareció la URSS y nosotros seguimos existiendo. Por eso he empleado la imagen de que decían que éramos satélites y realmente éramos una estrella con luz propia, y creo que eso se ha convertido en un asombro para el mundo.
Soñamos con un socialismo mejor, un socialismo más perfecto.
Realmente el enorme grado de asistencia y colaboración que nosotros recibimos, en cierto modo nos echó a perder, en cierto modo nos convirtió en gastadores y malgastadores, porque recibíamos, por ejemplo, combustible sin límite.
Quiero que ustedes sepan que durante muchos años no había más que enviar un telegrama para decir que el fuel oil se estaba acabando, que la gasolina no era suficiente, que el diesel no alcanzaba y automáticamente venían barcos con diesel, o fuel oil, o gasolina, a tal extremo que nuestro consumo de combustible, que era de 4 millones de toneladas en el año 1960 —cuando nos bloquearon y nos dejaron sin combustible—, había alcanzado la cifra de casi 14 millones de toneladas, aproximadamente, 30 años después. Incluso nosotros llegamos a convertirnos en exportadores de combustible.
Cuando empezamos a ahorrar un poco —los centrales azucareros gastaban medio millón de toneladas en producir crudo, hoy no gastan una tonelada—, lo que sobraba lo exportábamos y los soviéticos aceptaron que los excedentes de petróleo que lográramos ahorrar los reexportáramos. Permítanme decirles que en un momento lo que reexportábamos de petróleo era el más importante ingreso en divisa convertible que tenía el país. Vean ustedes si disponíamos realmente de recursos a partir de aquellas relaciones.
Todo aquello enseñó a malgastar. Este país tenía 80 000 tractores; todo el mundo iba para la pelota, para los paseos para las fiestas, para ver a la novia, en tractores. Se pudieron haber hecho más acueductos; hoy todavía se gasta muchísimo combustible llevando el agua en tractores a los pueblos de los trabajadores. Es decir que aquel tipo de relación, a nosotros nos pervirtió de cierta forma.
Ahora es realmente que estamos aprendiendo a ahorrar; ahora es que estamos ahorrando.
Parece increíble, incluso, que con cantidades tan relativamente pequeñas de recursos esté funcionando nuestra prensa. ¡Vean cuánto hemos aprendido a ahorrar!
Parece increíble que habiendo perdido el 78% de las importaciones, y en medio del bloqueo de Estados Unidos, que encarece todo, porque nos cuestan más caro los alimentos que tenemos que traer desde grandes distancias, nos cuesta más caro el combustible, nos cuesta más caro todo, este país se mantenga organizado y funcione a pesar de todas las limitaciones.
Ahora, repito, estamos aprendiendo a ahorrar. Si hacia el futuro empezamos a levantar poco a poco nuestra economía, quizás un día haya que hacerle un monumento al período especial.
Se habla de período especial, pero en el mundo hay problemas peores que el período especial. Están los problemas del subdesarrollo, están los problemas del Tercer Mundo, están los problemas de intercambio desigual, de ahí la situación que tienen incontables países. Es decir que hay problemas serios que resolver.
Nosotros tenemos que resolver el período especial en medio del subdesarrollo, y tenemos tareas todavía más difíciles: salir del período especial y desarrollarnos. ¡Qué dos tareas en el mundo de hoy! Pero cuando hayamos alcanzado esos objetivos, creo que podemos haber triplicado nuestra eficiencia, nuestra capacidad de usar los recursos adecuadamente, nuestra capacidad de ahorrar.
Será mucho mejor la época en que vengamos de la pobreza y de las necesidades de hoy, y administraremos mucho mejor nuestros recursos, cosa que estamos aprendiendo con la terrible prueba que estamos pasando; eso será infinitamente diferente de lo que ha significado venir de la abundancia y del derroche a la situación que tenemos hoy.
Tenemos que empezar, a partir del punto en que estamos ahora, y, lentamente, si hacemos todo lo que debemos hacer, debemos empezar a recuperarnos poco a poco. Sería engañar al pueblo decir que en esta circunstancia y en medio del bloqueo económico nos recuperaríamos rápido. Sin el bloqueo económico, sin el sabotaje, sin el hostigamiento de que nos hacen víctimas constantemente, nosotros podríamos, en un
tiempo más corto —no de inmediato, como explicaba Robaina— ir saliendo del período especial.
Si a nosotros no nos sabotearan las gestiones que estamos haciendo ahora, sin duda que todo sería mucho más fácil.
Ahora vean ustedes qué diferencia entre las cosas que han pasado en la Unión Soviética. La Unión Soviética se desintegró, un país que producía 630 millones de toneladas de petróleo, 700 000 millones de metros cúbicos de gas, cientos de millones de toneladas de carbón, que tenía grandes termoeléctricas, grandes hidroeléctricas, grandes centrales nucleares, materias primas infinitas, cantidades de madera infinitas, de cualquier mineral cantidades infinitas, y ese país se desintegra.
Explicábamos anteriormente cómo todos nosotros recibimos con simpatía las primeras noticias que llegaron de la URSS acerca del perfeccionamiento del socialismo; esperábamos para ver cómo marchaba, qué hacían.
Ciertamente, una de las cosas que menos nos gustaron, fue cuando vimos que empezaron a destruir la historia de la URSS. No puede haber un país sin historia, ni hubo país en los últimos tiempos con una historia tan heroica como la historia de la URSS, y empezaron a destruir la historia, empezaron a destruir el partido, empezaron a destruir el gobierno, empezaron a destruir el Estado. Se quedaron sin partido, sin gobierno, sin Estado y sin historia.
Cuando nosotros vimos aquel proceso, nos dimos cuenta que aquello no estaba marchando bien. Hoy se ve claro que no tenían una idea bien definida de lo que querían, se pusieron a jugar con todo aquello, y es realmente triste y doloroso que ese país haya desaparecido; es triste y doloroso de manera especial para nosotros, es triste y doloroso para el Tercer Mundo, es triste y doloroso para el mundo.
Ahora los occidentales no hallan qué hacer. Tanto que querían desintegrar la URSS y ahora la URSS desintegrada es un motivo de preocupaciones de todo tipo para ellos, hay guerras de todas clases en la antigua URSS, en todas partes, la producción ha disminuido extraordinariamente. Me pregunto si era necesario hacer eso.
Por ello cuando se hablaba de socialismo y de más socialismo, era muy bonito; leí también completico, de cabo a rabo, el libro de la perestroika —ya para entonces estaba claro que unas cuantas cosas de las que estaban haciendo ellos no las podíamos hacer nosotros—, y en una serie de terrenos, con ese espíritu de independencia de nuestro país, con las experiencias que habíamos adquirido, fuimos realmente muy cuidadosos.
Ustedes recordarán aquí, cuando vino Gorbachov, la reunión de la Asamblea Nacional, que expliqué claramente que las condiciones eran distintas y que nosotros no teníamos por qué hacer exactamente lo que ellos estaban haciendo; que si ellos querían hacer algunos experimentos con la propiedad individual de la tierra, que nosotros no teníamos que hacer ese experimento porque teníamos 70 000 propietarios individuales de tierra y sabíamos cómo funcionaban las parcelas individuales, cómo funcionaban las cooperativas, cómo funcionaban las granjas del Estado; es decir, no nos fuimos detrás de una copia o imitación servil de todo aquello.
Pero hay que decir, compañeras y compañeros, que la perestroika tuvo una notable influencia en nuestro país, y a medida que se desarrollaba todo el mundo fue observando la trágica y dramática consecuencia de todo eso. Hay que ver los sufrimientos que ha traído a aquel pueblo y a aquellos pueblos, y no se sabe todavía los sufrimientos que les traerá, porque el socialismo había que perfeccionarlo, pero no destruirlo, y Gorbachov nunca habló de destruir la Unión Soviética ni de destruir el socialismo, siempre habló de mejorarlo, de perfeccionarlo y de más socialismo. ¿Quién podía oponerse a tales premisas?
Los hechos duros, terribles que vinieron después, las consecuencias que todo eso tuvo para nuestro país fueron tremendas, ¿qué culpa tenemos nosotros de todo eso, que ese país, que tenía con nosotros compromisos sólidos en todos los terrenos dejara de existir? Es algo que parecía verdaderamente increíble, pero que ha sido lección para nosotros y que debe ser lección para nosotros en este momento de dudas, de vacilaciones, de confusiones, de gente que esté discutiendo si es mejor el capitalismo o el socialismo.
Debemos decir que este país, en el capitalismo, jamás consiguió lo que ha conseguido en el socialismo. Estaríamos como Haití, prácticamente, tendríamos 13 ó 14 millones de habitantes, porque aquí el crecimiento de la población se redujo a medida que se creó el empleo, se educó la población. El petróleo estaría a los precios que tiene ahora. Esa sería la situación, porque no había nada de permiso para irse para Estados Unidos, nada.
Fue la existencia de la Revolución lo que originó la apertura de las puertas de Estados Unidos, lo que hizo posible que emigraran cientos de miles; y emigraron, los primeros principalmente por razones políticas y una mayoría después por razones económicas, gente que quería ir a vivir a Estados Unidos con un mejor nivel de vida. De esos hay en el mundo cientos de millones. La frontera de México la cruzan más de un millón de mexicanos cada año y no hay allí revolución socialista. El Paso de la Mona lo han cruzado cientos de miles de dominicanos y no hay allí revolución socialista. Son caravanas los barcos de haitianos navegando hacia Estados Unidos, y se cuentan por cantidades fabulosas colombianos, centroamericanos y ciudadanos de toda la América Latina; como en Europa hay millones de turcos, yugoslavos, ciudadanos procedentes del norte de Africa que son los que hacen allí los trabajos más duros, los que lo han hecho siempre.
Sin la Revolución no habría habido esa emigración, sin la Revolución no habría habido ese privilegio que les han concedido con carácter único a los cubanos.
Ningún ciudadano del mundo puede entrar a Estados Unidos ilegalmente y reclamar residencia. En su guerra llena de odio contra Cuba, llegaron a establecer la disposición de que ciudadano cubano que llegara allí no tenía más que decir que quería quedarse, que era un refugiado político y ya le daban derecho a la residencia. Eso no lo tiene ningún ciudadano de otro país del mundo.
Cuando recientemente unos barcos cargados de ciudadanos chinos trataron de penetrar en Estados Unidos, se alarmaron, se horrorizaron y dieron un montón de carreras para poder devolver a los chinos; sin embargo, ustedes conocen que a cualquier lumpen, a cualquier delincuente cubano —así, con estas palabras—, al cual no le dan visa para ir a Estados Unidos, lo admiten automáticamente cuando llega a las costas de ese país, aunque se vaya en un bote, en una balsa, en un barco robado, en un avión, en lo que sea. Es un estímulo flagrante, indisimulado a las salidas ilegales del país, que cuestan vidas. A ellos no les importa si mueren niños, si mueren mujeres, si mueren ancianos, lo que les importa es la publicidad que hacen en torno a la gente que llega allí en esas condiciones, y cuyo número ha aumentado a medida que la situación económica del país se ha hecho más difícil.
Este país sin la Revolución, sin el socialismo no habría sido nada, estaría como está el resto de los países de Centroamérica, del Caribe y de América Latina. ¡Ni soñar siquiera con la educación universal que trajo la Revolución, la asistencia médica que trajo la Revolución, los niveles de cultura, de recreación y de deportes que trajo la Revolución, los niveles de empleo y de seguridad social que dio la Revolución!
¿Con el capitalismo qué sería Cuba? Creo que el más grande burdel del mundo, el más grande garito de juego del mundo, el más grande centro de drogas del mundo; eso sería Cuba porque ellos habían realizado durante un montón de años un trabajo de perversión, de deformación y de corrupción de nuestro país por todas las vías. No habríamos podido ver jamás los ejemplos de abnegación, de heroísmo, de virtud y de moral que hoy estamos viendo en condiciones tan difíciles.
La Revolución vino a consolidar la independencia de la nación y hoy la Revolución tiene que defenderla, el pueblo tiene que defenderla, porque esa es la independencia por la que han luchado durante 150 años los cubanos, ya que escapamos de ser una colonia norteamericana, ya que escapamos de ser un Miami, ya que escapamos de ser un Puerto Rico.
Hoy tenemos que defender todo eso, y en esa lucha creo que es innecesario reiterar la importancia que tiene el trabajo de ustedes.
Vean otras experiencias que ya son más conocidas: la experiencia china.
Los chinos han hecho un montón de reformas, sin embargo, plantearon cuatro principios fundamentales —vean qué diferencia entre la política que siguieron los chinos y la política que siguieron los soviéticos, ahora uno los va comprendiendo cada vez mejor—: primero, persistir en el socialismo; segundo, mantener el papel del partido; tercero, lo que ellos llaman la dictadura democrático-popular, es decir, el gobierno de los trabajadores, el gobierno del pueblo revolucionario —y lo llaman así con esas palabras, dictadura democrático-popular—; cuarto, apoyarse en las ideas de Marx, de Lenin y en el pensamiento de Mao Tse-Tung.
Vean ustedes qué sabiduría. A pesar de que Mao Tse-Tung cometió errores serios —los cometió cuando el gran salto adelante, parece ser una cosa objetiva, y los cometió indiscutiblemente cuando la Revolución Cultural— y a pesar de que muchos de estos dirigentes chinos sufrieron las consecuencias de la Revolución Cultural, ellos preservaron la figura y las ideas de Mao Tse-Tung. Criticaron los errores cometidos, rectificaron los errores, pero no destruyeron la figura de Mao Tse-Tung, la preservaron: su historia, la Gran Marcha, los grandes méritos que tuvo en la lucha contra los japoneses, en la lucha por la liberación. Es decir, preservaron la idea del socialismo, preservaron el partido y el papel del partido, preservaron las ideas de Marx, de Lenin y de Mao Tse-Tung, y preservaron la historia, todo lo contrario de lo que hicieron los soviéticos. Ellos comprendieron que ese país gigante, de casi 1 200 millones de habitantes, que es lo que aproximadamente tiene, no podía ser dirigido, no podía ser desarrollado si hubiesen destruido estos cuatro pilares.
Es por eso que los chinos han alcanzado considerables progresos con sus reformas, lograron hacer las reformas en orden, y allí sí que verdaderamente es difícil, porque en ese país hay apenas 100 millones de hectáreas de tierras cultivables para alimentar a más de 1 000 millones de chinos.
Creo que los vietnamitas están haciendo también importantes progresos y mantienen principios similares. Hemos tenido muchos contactos con los vietnamitas, con los chinos, analizamos todas sus experiencias. No quiere decir eso que nos pongamos ahora a copiar lo que están haciendo los vietnamitas y lo que están haciendo los chinos —ellos son los primeros que aconsejan a sus amigos no copiar—, pero estudiamos las experiencias, y en qué sentido cualquier experiencia de esos países puede ser útil.
Está claro que hay condiciones muy diferentes. En Cuba, el 80% de la población está en las ciudades, toda la agricultura estaba mecanizada. En China, el 75% de la población, 800 millones de campesinos, vive en el campo —ellos hicieron, incluso, algunas reformas en la distribución de la tierra, entregaron pedazos de tierra muy pequeños a cada familia campesina—, y allí los campesinos siembran el arroz mata a mata, tienen dos cosechas, les da tiempo porque tienen las posturas en viveros, las siembran una por una y ganan un mes en cada cosecha; hacen dos cosechas, pero con cantidades insignificantes de tierra. Nosotros no podemos hacer eso.
Por ejemplo, en Sancti Spíritus tenemos una arrocera de 30 000 hectáreas. Los chinos el máximo que le han dado a una familia es 0,25 hectáreas, muchas tienen menos de un cuarto de hectárea. Si nosotros le diéramos una hectárea a cada familia, necesitaríamos 30 000 familias donde hoy trabajan mecanizadamente 1 500 obreros. Si le diéramos lo que le dan los chinos, necesitaríamos 120 000 familias. ¿Creen ustedes que en toda la república habría 120 000 familias para darles 0,25 hectáreas de tierra en Sancti Spíritus? No las hay, esa es una realidad irreversible, cuando una población llegó en un 80% a ser población urbana.
Los vietnamitas igual, tienen el 80% de la población en el campo. Es decir, tipos de medidas de ese orden no podemos hacer nosotros. Nosotros podemos hacer las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, que se corresponden con la situación, la distribución de la población y todo eso; es decir, ellos han hecho muchas cosas y no han dejado de darnos algunos consejos.
En este mismo problema del exceso de circulante, los vietnamitas nos han advertido contra determinados errores que ellos cometieron, y nos lo han reiterado y repetido: Cuidado no cometan en eso determinados errores que nosotros hemos cometido.
Debemos expresarles, desde luego, que la actitud de los vietnamitas ha sido sumamente amistosa con nosotros, la actitud de los chinos ha sido igualmente muy amistosa con nosotros.
Constituyó para Cuba un honor que la primera visita oficial que hiciera en su recorrido por el exterior el actual presidente de China, Jiang Zemin, fuera a Cuba. Fueron sumamente útiles para nosotros los contactos, porque pudimos tener una idea clara de lo que hacen, cómo lo hacen, porque únicamente contactos de esa naturaleza, más todas las informaciones que hemos ido obteniendo con visitas de distintas delegaciones a China, nos dan una idea bastante amplia de lo que están haciendo.
Debo decir que este hombre es una de las personalidades más interesantes que ha estado en Cuba. Es un hombre culto, capaz, comunicativo, conoce varios idiomas: tuvo que estudiar el inglés cuando era un joven estudiante de bachillerato; tuvo que estudiar el japonés cuando la ciudad en que nació estuvo ocupada por los japoneses; tuvo oportunidad después de estudiar el rumano, estudiar el ruso, y sabe, además, chino, que es el mérito más grande (RISAS); sabe el chino de Shanghai y el chino de Pekín, porque, como ustedes saben, el idioma chino es el mismo signo en todas partes, pero diferente pronunciación. Realmente es un hombre muy inteligente.
La impresión más satisfactoria que tenemos nosotros de los contactos con estos dos países, es su incuestionable voluntad de construir el socialismo, y llevar adelante el desarrollo socialista y la defensa del socialismo. Claro, ellos han hecho diversas reformas. Los vietnamitas más recientemente, los chinos hace más tiempo; pero con mucha sabiduría, mucha cautela.
Tengan ustedes presente que los chinos ahora han hecho una serie de nuevas reformas, están aplicando nuevos métodos. Sería largo de explicar, sería complejo; pero ellos han llegado a la convicción de que ese gigantesco país no puede desarrollarse, no puede marchar adelante, no puede resolver los problemas históricos que tiene —adviértase que dentro de 25 años serán 1 500 millones; que crecen cada año dos veces Cuba; que han logrado calzar, vestir, alimentar y mejorar notablemente las condiciones de vida de 1 180 millones de habitantes— sin el socialismo. Ellos llegaron a la convicción más absoluta de que sin las ideas del socialismo —que fue el que le dio, precisamente, la victoria contra el feudalismo y contra la ocupación extranjera—, sin el socialismo, sin las ideas básicas del socialismo, sin el partido y sin la historia no podría existir ese país, no podría desarrollarse ese país. Han llegado a la convicción más profunda de eso y están teniendo éxitos tremendos. Es uno de los países que más rápidamente se desarrolla en el mundo en este momento, y los vietnamitas también se están desarrollando rápidamente.
Para nosotros esa es una excelente noticia, porque vemos el socialismo consolidándose allí en China, donde viven casi 1 200 millones de personas; y en otro país de gran historia y de gran heroísmo, Viet Nam, donde viven casi 80 millones de personas. Hay aproximadamente 1 300 millones de personas viviendo en el socialismo, por eso no se puede hablar del fin del socialismo.
A China, desde luego, no la pueden tratar como a Cuba, ni siquiera a Viet Nam, viven más lejos. China no tiene bloqueo; con Viet Nam el imperialismo va suavizando muchísimo las condiciones, ya admite que haya allí oficinas de hombres de negocios norteamericanos, no se pueden dar el lujo de renunciar a un mercado tan gigantesco como China y Viet Nam, a países que crecen como esos.
No es la situación de Cuba, para nosotros todo es mucho más difícil; pero debemos ser capaces de trabajar y luchar en esas condiciones tan difíciles.
Lage les estuvo explicando cómo estamos haciendo énfasis en una serie de cosas prioritariamente. El explicaba cómo estaban marchando las inversiones de turismo.
Debo decir que hace unos días, los días aquellos en que inauguramos el hotel en cayo Coco, se firmó un acuerdo con una sociedad mixta para construir 3 000 habitaciones, más otras 3 000 habitaciones que se habían suscrito anteriormente para el mismo lugar, lo que hace un total de 6 000 habitaciones en aquel cayo que hace un tiempo era un lugar solitario e inaccesible.
Hoy una preciosa carretera conecta todos aquellos cayos.
El primer hotel que se hizo es nuestro y se hizo con capital nuestro.
Ayer firmamos un acuerdo para inversiones en otro lugar que alcanzará en el futuro 600 millones de dólares, también en uno de esos lugares conquistados con los pedraplenes; es decir que, a pesar de la resistencia imperialista, a pesar de los sabotajes, van madurando inversiones que no están aquí en la capital —si en algún lugar quisiéramos tener el mínimo de turismo, es aquí en la capital—, para desarrollar los magníficos recursos naturales que tenemos.
Está muy priorizada la cuestión del petróleo, que constituye nuestro talón de Aquiles. Cuando tengamos resuelto el combustible, tendremos resuelto el problema fundamental.
Hoy tenemos que ahorrar combustible por todas partes, hacer que los centrales azucareros aporten electricidad a la red nacional, buscar ahorro de energía por dondequiera que sea posible y todavía hay potencial de ahorro de energía; pero hay que decir que el esfuerzo principal, calladamente, se ha dirigido en estos tiempos a la búsqueda de petróleo, y ya hemos llegado a 1 100 000 toneladas.
Ha hecho falta tecnología moderna, la han aportado algunos socios, lo que nos permite sacar el doble del petróleo que veníamos sacando en muchos pozos, utilizando distintas técnicas. Ese petróleo es verdad que es pesado, corroe, en cierta forma, las calderas; pero sirve para la producción de cemento, para la producción de electricidad; exige un mantenimiento mayor, desde luego, de las instalaciones que usan ese petróleo, sin embargo, tenemos esperanzas de encontrar petróleo ligero.
Claro que, en virtud de los pasos que hemos dado, hoy se investiga con la técnica más moderna, con los métodos más modernos y se trabaja con las tecnologías más modernas en todo lo que es exploración y perforación; es decir, se trabaja aceleradamente en la cuestión del petróleo.
Se ha trabajado intensamente también en otras áreas, como es la de la industria farmacéutica, la biotecnología; ya no es un área en la que haya que hacer muchas más inversiones, hemos creado realmente una industria nueva. La batalla ahora está para abrirse paso en los mercados, en medio de la competencia de las transnacionales, pero les puedo asegurar que avanzamos; frente a todos los obstáculos, estamos avanzando en esos frentes.
Todos los demás programas se atienden dentro de condiciones sumamente difíciles, porque el programa alimentario se ha topado con las escaseces de fertilizantes, de pesticidas, de combustibles, de piensos; es decir, la tarea del programa alimentario ha sido una tarea muy dura por las condiciones en que se ha tenido que llevar a cabo.
La construcción de viviendas empieza a levantarse con las viviendas de bajo consumo. Hay un fuerte movimiento en todas las provincias para resolver por esa vía.
Se realizan otras muchas operaciones, otros muchos negocios.
Calculen ustedes este año, con la caída que sufrió la zafra —de 7 millones a 4,2 millones, y, como explicó Lage, 1 700 000 toneladas por debajo del plan—, privaron al país de casi 400 millones de dólares; pero las bajas del precio del níquel nos privaron de otro montón de millones —como él dijo—, y las bajas del precio de las exportaciones pesqueras por estos fenómenos monetarios también nos costaron un montón de millones.
Quiero que sepan que ha sido realmente una verdadera proeza —no se imaginan ustedes— haber soportado este año de 1993. No pueden ustedes imaginarse qué trabajo, qué esfuerzo ha sido necesario, cómo se han ido buscando distintas soluciones. Para la próxima zafra, que no será mucho más grande, pero ya deberá ser un poco mayor, se lucha ya y se trabaja por la recuperación cañera; se han logrado buenos acuerdos con el cítrico, se salvan las plantaciones de cítrico, tenemos asociaciones comerciales en el cítrico, y así en muchas cosas.
Creo que todo el mundo está buscando algo, pero hay que buscarlo con orden. Quizás una de las tendencias negativas que se desarrolla es que todo el mundo quiere armar un timbiriche, todo el mundo quiere buscar divisas de todas formas, y eso hay que hacerlo con orden. Todo el mundo quiere poner una tienda, y eso hay que hacerlo con orden.
Es cierto que cuando se estableció la despenalización, los precios en las tiendas existentes que suministraban a turistas, en general, y a diplomáticos y todo, eran precios bajos. Esa red de tiendas se tuvo que usar; lógicamente, se aumentaron los precios, porque si alguien tiene el privilegio de poder comprar cosas que los demás no pueden comprar, es justo que quede algo en beneficio de aquellos que no tienen posibilidad de comprar en una tienda de divisas convertibles.
Se aplicó esa política, van creciendo las ventas, se va regularizando todo eso. Deben constituir una fuente de ingreso de cierta importancia estas operaciones que se van haciendo; pero con este riesgo. No hablo de las operaciones de Barbarita, porque existe un mecanismo para que todo el mundo consulte las proposiciones que hace, las analicen y que las aprueben o las desaprueben; lo que no se puede es hacer negocios por la libre, pero la tendencia es fuerte.
Las tendencias a las indisciplinas son fuertes, las tendencias a los libretazos son fuertes en los propios organismos del Estado, en las propias instituciones del Estado, y hay que llevar esto con mucho orden, porque si no todo el mundo empieza a recaudar dinero y a malgastar dinero en divisas convertibles.
Es necesario establecer una disciplina, que todo este tipo de operaciones se analicen, se aprueben. Nadie debe hacer invenciones por la libre, ya que hay mecanismos para consultar y para recibir una respuesta rápida. Hasta el pequeño negocito de "Juventud Rebelde" —la impresión de su periodiquito para los turistas— se consultó y se aprobó rápido, no se perdió un minuto; ya se sabe qué se va a hacer con esos fondos.
Por eso en la reunión del Comité Central hacíamos una fuerte apelación a la disciplina, porque en esta indisciplina entran incluso ministros que, cuando usted se viene a dar cuenta, están inventando algo; y se ha advertido clara y terminantemente, y se va a aplicar con todo rigor lo establecido en cada una de estas cosas.
Si a veces surgen rumores, como aquí se demostró hoy, es porque alguien está pensando algo: un ministro se pone a pensar en una idea, organiza una comisión y empieza a discutir y a partir de aquella comisión empiezan a rodar bolas de todas clases. Hasta eso se les ha dicho: Para organizar una comisión y ponerse a estudiar, tienen que consultarlo.
Aquí supimos la historia famosa del cuño en los billetes, ya por fin Felipe nos la hizo completa, dice que va a perder la barbera. ¿Cómo es Felipe? Más vale que lo digas, explícalo sintéticamente, como lo dijiste hace un rato (Felipe Pérez responde que la barbera lo oyó en una cola, donde una mujer dijo que se lo había dicho una vecina cuyo esposo estaba trabajando en esos asuntos y conocía del tema ese).
Oyeme, Alarcón, ¿tú pusiste a alguien a estudiar esos negocios?, los negocios son los de exceso de circulante, y de ahí sale todo tipo de bola.
Hoy es muy difícil mantener un secreto aquí, es muy difícil, hay que hacer lo posible. Porque vamos a decir con justicia que los periodistas no pueden ser considerados como los únicos indiscretos, si los acusan de indiscretos; hoy hay que tener cuidado con todo, y en particular hay que tener cuidado con el espionaje del enemigo.
Es decir nosotros muchas veces decimos: Tenemos que tener cuidado, porque, como les explicaba hoy, conocemos bastante de las actividades que realizan los servicios de Inteligencia de Estados Unidos; trabajan, en realidad, muy activamente, y puedo asegurarles que no tienen escrúpulos de ninguna clase, así, con estas palabras. Puedo asegurarles que las ideas más sucias, más cínicas, las manejan y las barajan como la cosa más natural del mundo.
El cinismo de la política de Estados Unidos se acaba de demostrar, realmente, con lo de las 200 pruebas nucleares que hicieron en secreto. Mientras a Corea del Norte le quieren arrancar los ojos porque dicen que tiene un centro de investigación que les podría permitir fabricar un arma nuclear, y los amenazan hasta con la guerra, ellos, los yankis, realizaron en los últimos tiempos 200 pruebas nucleares en secreto. Vean qué adversario tenemos, vean qué adversario, y sus servicios de Inteligencia trabajan fuertemente contra nosotros.
Por eso no solo hay que mantener la mayor discreción en muchas cuestiones.
Hay cosas, de las cuales les cité algunos ejemplos, que podemos mantener discretas, y las mantenemos. Históricamente se ha demostrado que se pueden mantener cosas difíciles con discreción, porque todo el proceso aquel de la instalación de los proyectiles estratégicos era un secreto que lo conocían millones de cubanos y la CIA no estaba enterada; se enteró cuando mandaron los aviones espías por errores, como decíamos nosotros, de los soviéticos: instalan los proyectiles tierra-aire y dejan que vuelen los U-2, fueron de esos disparates que aquí, desgraciadamente, se cometieron en aquella ocasión.
Podemos mantener algunos secretos, pero hoy se hace difícil porque hay más deslealtades, debilidades, al enemigo le resulta más fácil penetrar, le resulta más fácil comprar, le resulta más fácil llevar a cabo su tarea de espionaje, todo lo cual hace más difícil nuestro trabajo; pero trabajamos, y, si resistimos, venceremos.
Vean ustedes algunos ejemplos recientes, para que comprendan que no es tan fácil gobernar este mundo, porque tenemos una superpotencia que ha implantado un mundo unipolar; pero ese mundo es muy difícil de gobernar, fíjense bien, es muy difícil de gobernar. Ellos quieren gobernar el mundo, pero el mundo es casi imposible gobernarlo.
Vean lo que pasó en Somalia, lo que parecía un paseo, una invasión con decenas de miles de soldados para llevar alimentos, según pretextaban. Ya han matado 10 000 somalíes, hombres, mujeres y niños —vean qué métodos tiene este Nuevo Orden Mundial de ayudar al mundo—; pero encontraron resistencia. Es increíble que aquel pueblo, con las terribles necesidades que está padeciendo y a pesar de su falta de unidad, fuera capaz de ofrecer una resistencia que motivó decisiones del gobierno de Estados Unidos con relación a la política que estaba llevando a cabo en ese país.
Hay que reconocer que este gobierno de Estados Unidos tuvo el valor de rectificar, de comprender que se habían metido en un callejón sin salida allí y decidir la retirada de las tropas en un tiempo determinado.
En Bosnia-Herzegovina, donde hace algún tiempo era fiesta ofrecer tropas e ir para allá, hoy ya casi nadie quiere estar.
El mundo tiene problemas y va a tener cada vez más problemas, y se les va a hacer ingobernable.
Ahora, calculen ustedes la capacidad de resistencia de nuestro pueblo con la que tenga por ahí cualquier otro país de resistir una agresión militar. ¿Qué otro país puede estar más preparado que nosotros, con la doctrina de la defensa correcta? Ninguno, porque no se puede decir que en Iraq había una correcta doctrina de la defensa; era la concepción de la guerra convencional, mientras nosotros tenemos el privilegio de contar con la concepción de la guerra de todo el pueblo, a pesar del período especial. El país no solo ha sido capaz de mantener su capacidad de defensa, sino de incrementarla, a pesar de que no recibimos los recursos que antes venían aquí continuamente. Hasta la defensa, con mucho menor costo, hemos sido capaces de fortalecerla.
Por eso es tan importante resistir, y para resistir hay que hacer no solo los esfuerzos sobrehumanos que venimos haciendo en muchos campos, hay que hacer un esfuerzo sobrehumano en el campo político: lo tiene que hacer el Partido, las organizaciones de masa, la juventud; ese esfuerzo lo tienen que hacer también ustedes.
Contamos con ustedes, y albergo la más completa seguridad de que podremos superar cualquier dificultad, cualquier problema, y que colaboraremos con ustedes en optimizar el trabajo de la prensa.
Lo que tenemos hay que preservarlo, por eso quería discutir un poquito sobre eso.
Haremos lo imposible, ya que —como decía Robertico— lo posible lo habíamos hecho; lo imposible lo estamos haciendo. Y los milagros no los haremos después, ya estamos haciendo un milagro, y nuestra prensa no se quedará sin papel; nuestra radio no se quedará sin sus tuerquecitas, sin sus piececitas electrónicas, sin transistores, ni la televisión; ni los gráficos se quedarán sin rollos; ni los otros se quedarán sin información, ya que cambiaron la tecnología y nos embarcaron (RISAS). Hay regalos que arruinan a cualquiera, a los otros les regalaron los equipos y ahora tenemos que resolver ese problema.
Pero creo que si avanzamos en estos planes que vamos llevando a cabo podremos resolver. Hay mucho mayor comprensión de la población, antes era más difícil; hoy la gente sabe que estas medidas no las hacemos por placer, no las hacemos por gusto, que las hacemos por necesidades.
Todas estas medidas tienen un efecto también negativo, tienen un efecto que debilitan a la gente, tienen un cierto efecto corruptor; pero debemos saber ser virtuosos en la calle, no virtuosos en una torre de marfil, como hemos dicho en otras ocasiones. Tenemos que saber ser puros y virtuosos en medio de todos estos problemas; luego, nuestra batalla es más difícil, es más dura. Sin embargo, estamos seguros, tanto ustedes como nosotros, de que venceremos (APLAUSOS), de que junto a este contingente magnífico de periodistas, unidos todos, cooperando todos e integrándonos todos, como aquí se dijo —esa es una nueva dimensión que ha surgido, la integración, la combinación de la prensa escrita con la prensa radial—, se van a multiplicar nuestros recursos, se va a multiplicar nuestra fuerza y todo eso nos va a permitir sacarle el máximo de utilidad al talento con que contamos.
No nos van a sobrar periodistas, el trabajo que tenemos es tan grande que los vamos a necesitar a todos. No sé cómo quedará el problema de "los amnistiados" (RISAS), ojalá cuenten con los medios o las oportunidades de conquistarlos. Puede ser muy difícil, hay gente que no puede ser conquistada; pero el deber de nosotros es conquistar a todo el que podamos conquistar, sin ser tolerantes con la falta de principios, sin ser tolerantes con el chantaje, sin ser tolerantes con aquellas cosas que nos desmoralicen.
Por eso me parece que, al fin y al cabo, la solución es correcta, no podrá nadie decir que nos falta generosidad; si hay dudas, profundizamos, y si son corregibles, solo debemos ponerles una condición: tienen que ser los mejores. No nos conformamos con que simplemente regresen a la familia periodística, tendrían la obligación de ser los mejores, que no se vayan a quedar en la cola. De lo contrario, no valdría la pena. Pero, bueno, ese es un problema que resolverán ustedes.
Ya hablé bastante, creo que diría lo que están sintiendo todos nuestros compañeros, que ha sido esta de hoy una magnífica sesión final del congreso, y que nos vamos contentos, nos vamos maravillados de este magnífico encuentro.
Muchas gracias. No voy a decir ¡Socialismo o Muerte!, porque eso se supone ya; no voy a decir ¡Patria o Muerte!, porque también se supone (OVACION).
(Un periodista de Guantánamo le pide un mensaje para ese pueblo.)
Bueno, por lo menos, tenemos el deber de ayudarlo. Creo que más que las palabras, debemos trasmitirles la seguridad de que no se quedarán solos en su tragedia y que el país está haciendo todo lo posible y todo lo necesario por ayudarlos. Que cuenten con el apoyo de todo el pueblo, que no se quedarán solos ni ellos ni provincia alguna que tenga catástrofe de cualquier clase. Que estamos preparados, aun en medio de nuestra pobreza, para luchar contra estas catástrofes naturales. Que mantengan la moral alta y que se comporten de acuerdo con la gloriosa y heroica tradición de esa provincia (APLAUSOS).