Carta y Mensaje

Carta sobre Trujillo

Querido amigo:

TENGO necesidad imperiosa de estas líneas que le escribo. Ni el corazón transido de amarguras, ni las manos cansadas de tanto luchar, de tanto escribir contra la infamia y la maldad, el asco, incluso, con que a veces tomo la pluma para lidiar contra los ardides más groseros y bajos, no impedirán que siga cumpliendo, con la misma fe del primer día, el deber que encaré hace cuatro años y medio, y que solo terminará con el cumplimiento de la promesa o con la muerte.

El barraje de calumnias lanzado contra nosotros por la dictadura rompe ya todos los límites. Hace apenas cinco semanas tuve que enviar un artículo a esa revista, porque a raíz de nuestra detención en México el señor Luis Dam, entre otras cosas, se hizo eco en su reportaje de la imputación de que yo era miembro del Instituto Mexicano-Soviético y militante del Partido Comunista. Semanas más tarde, muy a pesar de la conducta intachable de todos los compañeros residentes en México a quienes jamás se les ha visto en un bar o cabaret, y cuya elevada moral y disciplina ha sido reconocida por todos, incluso la propia policía mexicana, una pluma a sueldo de la embajada tuvo la vileza de afirmar que muchas veces había tenido que defender a las cubanos “porque con exceso de copas provocaban escándalos públicos”, y cosas por el estilo. Abro la revista Bohemia, de fecha 19 de agosto, sección “En Cuba”, y leo un extracto de la denuncia del señor Salas Cañizares donde tiene el descaro, el cinismo y la desvergüenza de unir mi nombre, que es el de un incansable luchador contra la tiranía que oprime a su pueblo, al del tirano despreciable que desde hace 25 años oprime al pueblo de Santo Domingo: Como quiera que el señor Jefe de la Policía se toma la atribución de hacer enjuiciamientos políticos y escribir cuanto le viene en gana contra la reputación de los adversarios de la dictadura en informes a los tribunales, que son publicados por toda la prensa nacional y hasta extranjera, y estas denuncias malvadas, criminales y cobardes se toman como base por los voceros del régimen para repetir con énfasis “goebbeliano” las consignas canallescas del gobierno, me considero con derecho a defender mi prestigio y enjuiciar también a mis adversarios en la forma que estime conveniente, aunque no disponga como ellos de todos los medios de difusión de la república, con que se valen para combatir sin tregua a un oponente desterrado e incluso perseguido con saña inigualable más allá de las fronteras de su patria.

Tengo derecho a defenderme, porque no se dedica la vida a una causa, se le sacrifica a ella todo cuanto otros hombres cuidan y encarecen: la tranquilidad, la carrera, el hogar, la familia, la juventud y hasta la existencia, para que un puñado de malvados que disfrutan un poder ejercido a sangre y fuego sobre el pueblo, en beneficio exclusivo de sus fortunas personales, puedan lanzar fango, calumnia e ignominia impunemente sobre el sacrificio, la abnegación y el desinterés, mil veces probado al servicio de un limpio ideal.

Asqueante resulta responder a semejante imputación, pero si no se vence el asco los voceros de la dictadura se darán el gusto de infamar hasta por los codos sin que nadie le salga al paso a decirle cuatro verdades. No puede haber entendimiento entre nosotros y Trujillo, como no puede haberlo jamás entre nosotros y Batista. El mismo abismo ideológico y moral que nos separa de Batista, nos separa de Trujillo. ¿Qué diferencia hay entre ambos dictadores? Trujillo ha oprimido a los dominicanos durante 25 años; Batista en sus dos etapas lleva ya más de 15 años y va camino de emular a su colega dominicano.

En Cuba como en Santo Domingo, hay un dictador; en Cuba como en Santo Domingo hay un régimen que se sostiene a viva fuerza; en Cuba como en Santo Domingo las elecciones son una farsa inmunda sin garantía alguna para los adversarios del régimen; en Cuba como en Santo Domingo una camarilla adulona, rapaz y ambiciosa disfruta todos los cargos del Es-tado, las provincias y los municipios, enriqueciéndose a manos llenas; en Cuba como en Santo Domingo el amo quita y pone mandatarios, gobierna desde su finca particular y sienta a un criado suyo en la silla presidencial; en Cuba como en Santo Domingo impera el terror y la represión, los hoga-res son allanados a media noche, los hombres detenidos, torturados y des-aparecidos sin dejar huellas; en Cuba como en Santo Domingo, se practican las masacres del Moncada y del Goicuría; en Cuba como en Santo Domingo se prohíben las manifestaciones cívicas, se censura la prensa, se apalean periodistas y se clausuran periódicos; en Cuba como en Santo Domingo se castiga con plan de machete a los infelices guajiros, se reprimen a culatazos las protestas obreras y se arrebatan a los humildes los derechos más elementales. Los esbirros de Trujillo secuestran y asesinan a los adversarios del destierro —Jesús Galíndez, Mauricio Báez, Andrés Requena—; los esbirros de Batista persiguen y preparan también el asesinato de los ad-versarios que están en el destierro. Hoy mismo el periódico Últimas Noticias, de México, página cinco, columna uno, publica lo siguiente: “Acaban de llegar a México el jefe del Buró de Investigaciones de Cuba, coronel Orlando Piedra, y el jefe de Actividades Subversivas, capitán Juan Castellanos, quienes, según se sabe, investigarán en forma privada a los refugiados cubanos que se han visto mezclados en el complot contra el general Batista”.

“La presencia de esos policías antillanos ha sembrado la alarma entre los cubanos residentes en nuestro país que temen ser objeto de una represalia de parte de los enviados del gobierno del general Batista”.

“El coronel Piedra y el capitán Castellanos vinieron a nuestro país acom-pañados de varios agentes, quienes en su carácter de simples ‘turistas’ in-vestigarán las actividades de los cubanos que están en desacuerdo con la actual política del gobierno cubano en el poder”. ¿Qué diferencia hay entre una y otra tiranía?

El anhelo del pueblo cubano, como el anhelo del pueblo dominicano es librarse de Trujillo y de Batista. Cuba y Santo Domingo serán felices el día que uno y otro sean derrocados. Trujillo fue el primer gobierno del mundo que reconoció alborozado el golpe del 10 de marzo. Batista desde la oposi-ción criticó reiteradamente a los gobiernos auténticos por la ayuda generosa que brindaban a los revolucionarios dominicanos.

Ni Batista puede desear un régimen democrático en Santo Domingo ni Trujillo puede desear un régimen democrático en Cuba. Todo lo más que puede pretender Trujillo es la instauración de una dictadura militar tanquista o una mafia de gángsteres. La revolución dirigida por el Movimiento 26 de Julio daría todo su respaldo al movimiento democrático dominicano. Hoy que nuestro movimiento marcha a la vanguardia de la lucha revolucionaria, lo único que puede convenirle al tirano Trujillo es la permanencia de Batista en el poder. Ningún dictador, por grande que sea su rencilla personal actuará contra sus propias conveniencias. ¿No son, por ventura, magníficas las relaciones de Batista y Pérez Jiménez, un dictador igual que Trujillo? ¿No fue allí donde Santiago Rey proclamó su tesis reeleccionista? ¿Por qué en Panamá, Batista no denunció a Trujillo? ¿Acaso no se dio el más cordial abrazo con el hermano del chacal dominicano? ¿Por qué, en cambio, el presidente democrático José Figueres le negó hasta el saludo al dictador cubano? ¿Qué explicación puede dar el régimen de estas contradicciones?

Si la dictadura de Batista se sintiera fuerte frente a nosotros, si no estuviera segura de que el estallido es inevitable y definitivo, no habría acudido a la miserable patraña de idear un pacto entre nosotros y Trujillo. Echar mano de semejante ardid implica una irresponsabilidad que no tiene límites.

Todo lo que se pretende es crear un estado de confusión para cuando la lucha estalle acusar de trujillista el brote revolucionario, frenar así al pueblo y lanzar a los soldados contra nosotros bajo el engaño de que no se lucha contra una revolución, que tiene incluso, las simpatías de muchos militares, sino en defensa de la soberanía nacional.

Hay que poner en evidencia esta maniobra. Si es cierto que existiera un pacto insurreccional de Trujillo con Prío y con nosotros, ello implicaría una intervención franca y descarada de un tirano extranjero en la política interna de nuestro país. Entonces, ¿qué espera Cuba para responder con dignidad a semejante agresión? El gobierno no puede hacer oficialmente semejante denuncia y quedarse tan campante. Es hora de ponerse en claro este rejuego infame. O el gobierno desmiente que existe un pacto insurreccional entre el 26 de Julio y Trujillo o el gobierno debe declararle la guerra a Trujillo en defensa del honor y la soberanía nacional. El régimen está obligado a ser consecuente con su denuncia o desmentirla. Si en alguna ocasión la sobera-nía y la dignidad de nuestra patria fuesen agredidas, los hombres del 26 de Julio lucharían junto a los soldados de nuestro ejército. Lo que no se puede es estar jugando con el prestigio y el honor internacional del país, endilgándole el “sambenito” de trajinistas a todos los que están contra un régimen que nada tiene que envidiarle al de Trujillo. Si ciertos elementos gangsteriles, como Policarpo Soler, que salió de Cuba por Rancho Boyeros ayudado por Batista, andan en contubernios con el déspota dominicano no hay derecho a involucrar en ese rejuego a los hombres que han dado sobradas pruebas de su idealismo, honradez y amor a Cuba.

Es un hecho cierto que oficiales tanquistas del 10 de marzo estuvieron en contacto con Trujillo. Pelayo Cuervo lo denunció valientemente y fue a parar al Castillo del Príncipe. El régimen no ha dicho una palabra al respec-to, lo que hace es acusar de trajinistas a todos sus adversarios cuando la verdad es que el trajillismo salió de las filas del régimen. Estoy seguro de que la denuncia es igualmente falsa y calumniosa respecto a Prío.

Si he defendido la tesis de unir todas las fuerzas revolucionarias, concepto en el que no incluyo a los gángsteres, es precisamente porque creo que los cubanos nos podemos valer solos para conquistar nuestra liberación sin necesidad de ayuda que manche la causa por la cual luchamos. Y ha sido esta consigna mortal para la tiranía, la que ha sacado de quicio a los personeros del régimen. La declaré cívicamente, por encima de las críticas de nuestros detractores, porque soy un revolucionario que piensa solo en lo que puede convenirle a su patria y no un aspirante electoral que ande calculando demagógicamente el número de votos que pueda sacar en unas elecciones.

Los cuatro años y medio que llevo en esta lucha, a la que todo lo he sacrificado, perseguido y calumniado constantemente, preso la mitad del tiempo en cárceles del país o extranjeras, incomunicado durante largos meses en celdas solitarias, acechado constantemente por las balas homicidas de mis adversarios, sin descansar un minuto, sin vacilar un instante, sin más riqueza que la ropa que llevo puesta, son pruebas sobradas de mi desinterés y mi lealtad a Cuba. Me cabe el honor de haber recibido los más rudos, los más constantes y los más infames ataques de la tiranía. Los he afrontado y los afrontaré hasta el final.

No puede el señor Salas Cañizares poner en tela de juicio mi firme convicción democrática, ni mi inquebrantable lealtad a la causa del pueblo dominicano. Juan Rodríguez, Juan Bosch y todos los dirigentes dominicanos del exilio pueden dar fe de mis luchas en la universidad en favor de la democracia dominicana, de los tres meses que viví a la intemperie en un cayo arenoso esperando la señal de partir, de las veces que dije presente para ir a combatir a Trujillo; ellos pueden hablar en mi lugar, ellos han de saber quiénes son sus verdaderos amigos y tienen derecho a estar mejor informados que nadie sobre los manejos del dictador que oprime a su patria. Mi actitud de cuando era estudiante, es mi actitud de hoy y será mi actitud de siempre respecto a Trujillo.

Soy de los que creen que en una revolución los principios valen más que los cañones. Al Moncada fuimos a combatir con fusiles 22. Nunca hemos contado el número de armas que tiene el enemigo: lo que vale, como dijo Martí, es el número de estrellas en la frente.

No cambiaríamos uno solo de nuestros principios por las armas que pue-dan tener todos los dictadores juntos. Esta actitud de los hombres que esta-mos dispuestos a combatir y a morir contra fuerzas incomparablemente superiores en recursos, sin aceptar ayuda extraña es la respuesta más digna que podemos darle a los voceros de la tiranía.

Batista, no renunciará en cambio a los tanques, los cañones y los aviones que les mandan los Estados Unidos y que no servirán para defender la democracia sino para masacrar nuestro pueblo inerme. En Cuba se está perdiendo ya el hábito de decir la verdad.

La campaña de infamias y calumnias tendrá un día no muy lejano su cabal respuesta en el cumplimiento de la promesa que hemos hecho de que EN 1956 SEREMOS LIBRES O MÁRTIRES.

La ratifico aquí serenamente, y con plena conciencia de lo que implica esta afirmación a los cuatro meses y seis días del 31 de diciembre. Ningún revés impedirá el cumplimiento de la palabra empeñada. A un pueblo escéptico por el engaño y la traición no se le puede hablar en otros términos. Cuando esa hora llegue, Cuba sabrá que los que estemos dando nuestra sangre y nuestras vidas somos sus hijos más leales y que las armas con que vamos a conquistar su libertad, no las pagó Trujillo, sino el pueblo, centavo a centavo y peso a peso. Y si caemos, como le dijo Martí al ilustre dominicano Federico Hernández y Carvajal, caeremos también por la libertad del pueblo dominicano.

En su revista, imparcial y justa, le ruego de cabida a estas líneas.

Atentamente,
Fidel Castro

26/08/1956