Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la concentración celebrada en Playa Blanca, Lota, Concepción, Chile, El 18 De Noviembre De 1971

Fecha: 

18/11/1971

Obreros y vecinos de Lota y Coronel: 

Ustedes me van a excusar de que trate de ser breve en consideración al tiempo, al programa y, sobre todo, a la voz.  

(DEL PUBLICO:  "¡Sin protocolo!")

Dicen que hable sin protocolo.  

Yo quiero decirles breves palabras para expresar nuestros sentimientos hacia los obreros de Lota y Coronel.  

En primer lugar, cuando nos invitaron a este acto estaba supuesta también una visita a la mina.  Pero las cuestiones de tiempo estaban muy escasas.  Entonces de todas formas nosotros insistimos antes del acto en tener algún contacto con el centro de trabajo.  Nos parecía impropio venir aquí a reunirnos con los obreros de estas minas...  

¿Un tren?  

(EL COMANDANTE FIDEL CASTRO ES INTERRUMPIDO POR LA LLEGADA DE UN TREN CON OBREROS DE LOTA, CORONEL Y CURANILAHUE.)

(EL PUBLICO COREA CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS.)

En el momento en que ocurría ese hermoso espectáculo de ver un tren de obreros llegando al acto...  ¡Esto es una fiesta!  

(EL COMANDANTE FIDEL CASTRO ES INTERRUMPIDO POR LA LLEGADA DE UN CONJUNTO FOLCLORICO QUE VIENE A SALUDARLO CON UNA CANCION.)

Bueno, ¿nos ponemos de acuerdo y comenzamos el acto?  

No sabemos si llegan más trenes, más grupos artísticos, o qué es lo que va a pasar aquí.  De todas maneras, como les decía, es breve lo que podemos estar aquí, por el tiempo y por la voz.  

Les estaba diciendo que cuando me invitaron a este acto estaba programada una posible visita a las minas.  Después surgieron dificultades por cuestiones de tiempo, de clima, de no sé cuántas cosas.  Y de todas maneras nosotros insistimos en hacer una visita a la mina, porque es que nos parecía que venir aquí a hablar con los mineros y no tener ni siquiera la menor idea de cómo son las condiciones en que desempeñan su trabajo era una cosa absurda.  Iban a decir que nosotros hemos venido aquí a esta playa a reunirnos con ustedes.  

Desde luego, fue breve la visita a la mina.  No me puedo ganar ni el título de aprendiz de minero (RISAS).  Me pusieron un uniforme —para mí muy honroso pero muy inmerecido—, me pusieron el casco, la linterna y todas esas cosas.  Pero esta es la hora en que yo no he producido una libra de carbón (RISAS), demostrando que como minero, hasta este momento, a estas minas les he resultado incosteable (RISAS).  Además de eso, me dicen que los obreros hoy no trabajan.  

(DEL PUBLICO LE DICEN:  "Hoy es el día de la Purísima.") Dicen que es la Purísima.  

¿Cómo?  ¡A eso mismo me iba a referir!  Que nos habían contado que los obreros habían decidido resarcir el déficit de producción del día de hoy trabajando el día feriado.  

Nosotros nos alegramos de esta reunión aquí con los obreros de estas dos minas.  

Los obreros son la columna fundamental de la vida de un país, son la columna fundamental de la economía de un país y son la columna fundamental de la historia de un país.  Y serán la columna fundamental del futuro de este país.  

Nosotros hemos oído muchas cosas de estas minas, de las luchas de los obreros de estas minas, de las páginas de sacrificio que escribieron durante decenas y decenas de años.  

Alguien nos explicaba que esos largos túneles subterráneos, por debajo de las profundidades del mar, donde hoy se transita en locomotoras, en el pasado todo ese camino tenían que hacerlo los obreros a pie; que tenían que caminar por los túneles 4 ó 5 horas y que ese tiempo no se contaba para nada en su salario.  

Nos han contado la historia de las luchas de los obreros, de los abusos, de las injusticias que se cometieron con ellos.  Nos contaban que incluso en estos últimos meses se han reintegrado a estos centros de trabajo obreros que hacía muchos años habían sido expulsados de las minas.  Nos contaban igualmente que hay obreros que llevan hasta 45 años trabajando en esas minas.  Y el responsable de las minas que nos acompañó hoy nos decía que él llevaba 32 años trabajando en esas minas.  Treinta, cuarenta años trabajando bajo tierra, en ese clima, en esa temperatura, en esas condiciones, ¡eso es lo que se puede llamar heroísmo!  

Muchas veces el hombre arriesga su vida un día, arriesga su vida en una batalla, y lo llaman héroe.  El obrero que durante 40 años ha trabajado en esas condiciones ha estado arriesgando su vida prácticamente todos los años, todos los meses, todos los días, durante 40 años.  Y esa es la historia del obrero, ese es el porqué la clase obrera es vanguardia de la sociedad, ese es el porqué la clase obrera está llamada a escribir la historia revolucionaria de los tiempos contemporáneos.  

Los obreros saben lo que es el trabajo, saben lo que es el sacrificio, saben lo que es la disciplina del trabajo.  Esos sacrificios y esa disciplina les fueron impuestos por la vida, por la necesidad de vivir en las condiciones a veces más duras, más increíbles, de más inicua explotación.  Por eso en los obreros se desarrollan rápidamente la conciencia de clase y el espíritu revolucionario.  

¡Sí!  Eso es lo que hemos leído en los libros, pero lo que hemos visto también en la realidad de la vida.  

A nosotros nos conmueve profundamente recordar que cuando nuestra patria, aquel 17 de abril, cuando los mercenarios armados y dirigidos y apoyados por los imperialistas invadieron nuestra patria, los obreros de estas dos minas, a 8 000 kilómetros de distancia, que solo conocían de Cuba el nombre, que solo conocían de la Revolución Cubana las noticias que de allá llegaban —tal vez fragmentarias, tal vez tergiversadas—, decretaron 48 horas de huelga en apoyo de la Revolución Cubana en aquel momento crítico de su vida, cuando era criminalmente agredida.  

¿Qué significa eso?  Eso significa internacionalismo.  ¡Eso significa internacionalismo proletario!  No fueron los aristócratas, no fueron los millonarios en ninguna parte del mundo los que podían expresar ni habrían expresado jamás la solidaridad con el pueblo cubano, sino precisamente los obreros que trabajan en las más duras condiciones en el fondo de la tierra.  Fueron ellos los que expresaron de esa forma su solidaridad.  

Y qué emocionante, un día como hoy, cuando esas minas son ya por entero del pueblo chileno, poder venir aquí, reunirnos con ustedes, y en nombre de nuestro pueblo darles las gracias (APLAUSOS).  

Sabemos también que en este mismo sitio se reunieron por primera vez junto a Recabarren los obreros de las minas de Lota y Coronel, en el año 1920.  Sabemos que los obreros del carbón han sido baluarte del movimiento revolucionario, del movimiento obrero y del movimiento popular de Chile.  Y sabemos además la magnífica actitud que tienen los obreros de este centro, según nos cuentan los chilenos, su disposición a luchar, su disposición a trabajar para echar adelante estas minas.  Y cómo están elevando la producción.  Y cómo ya en diez meses de este año han producido tanto carbón como el año pasado en todo el año.  Y cómo han elevado la productividad en un 15%.  Y cómo tienen la actitud de hacer marchar adelante el proceso chileno; cómo tienen la actitud de hacer marchar adelante esas minas nacionalizadas, cualesquiera que sean las dificultades que se presenten.  ¡Y eso es conciencia proletaria, conciencia revolucionaria!  

Porque ahora es la hora en que los trabajadores, cuando ya no están produciendo para los explotadores, cuando ya no están produciendo para un propietario, cuando ya no están produciendo para el americano, que vivía en esos fabulosos palacetes, sino que están produciendo para la nación chilena, para el pueblo chileno, hagan su máximo esfuerzo en favor de la producción.  El camino de la liberación es largo, el camino del progreso es difícil.  El bienestar no está a la vuelta de la esquina.  Y el hombre no solo lucha por bienes de tipo material.  Lucha, desde luego, por los bienes materiales, porque son indispensables para la vida.  Pero el hombre lucha también por bienes espirituales, por bienes morales.  

¿Y quieren saber un ejemplo de qué es el bien moral?  Ahí lo tienen como le pasa a nuestro país:  somos todavía pobres, tenemos todavía muchas dificultades, tenemos deficiencias; sin embargo ya no trabajamos para los explotadores, ya no trabajamos para enriquecer monopolios extranjeros:  ¡Trabajamos para nosotros mismos, trabajamos para nuestra patria, trabajamos para nuestro futuro!  ¡Y eso significa ser un trabajador verdaderamente libre!  

Los imperialistas han usado el término de "trabajadores libres".  Pretenden llamar trabajador libre al obrero que trabaja para los explotadores, que trabaja para los millonarios; al obrero que no saca de allí más que su salario; al obrero que cuando protesta lo expulsan, o lo maltratan, o lo sancionan, o le cierran las puertas.  ¡Y hablan de "mundo libre"!  ¿Cómo se puede llamar un mundo libre donde los obreros solo a base de látigo, a base de hambre y a base de todo tipo de presiones van a la producción?  

Por eso para nuestros trabajadores es un bien moral.  Revolución no significa ser rico mañana, ni ser rico pasado mañana, ni ser rico el año que viene.  Porque lo que se dejó de hacer en decenas de años, los pueblos, por mucho que quieran, no lo pueden hacer en un día ni en un año.  La pobreza que nos dejaron, la baja productividad en que nos sumieron, la falta de elementos técnicos.  Nuestra productividad no se puede comparar con la productividad de los llamados países ricos.  Eso lo veíamos ayer en la fábrica de Huachipato.  Decíamos:  ¿Cuánto se produce por obrero al año?  ¡Ah!, 108 toneladas.  Pero hay industrias yankis que producen 300 toneladas.  Industrias muy grandes, muy modernas, muy mecanizadas, muy especializadas; mientras que en Huachipato son industrias relativamente pequeñas.  Y un país que tiene que producir ahí casi todos los renglones de acero, pues no puede tener hoy esas productividades.  Y lo mismo pasa en muchas otras actividades:  en las construcciones, en las minas en general.  

Ustedes tienen algunos centros de alta productividad en el país, desde luego.  No hay duda de que las minas de cobre son centros tecnificados de alta productividad.  Pero la economía del país se hace con el esfuerzo de todos:  con el obrero que tiene una productividad alta, como con la del obrero que tiene una productividad baja.  Porque sin ese acero que sale de Huachipato no podrían funcionar posiblemente las construcciones, no podrían funcionar muchas industrias.  Sin ese carbón que ustedes extraen de la tierra, bajo el agua, a veces mil metros de profundidad, no podría funcionar la fábrica de acero; o tendría que funcionar con productos importados.  No podrían funcionar, por ejemplo, algunas unidades termoeléctricas que posiblemente —es una presunción— empleen ese carbón.  O no podrían funcionar las industrias que emplean esa materia prima que ustedes extraen de esa mina.  

No puede haber una economía de una industria independiente, porque prácticamente todas las industrias dependen de las demás industrias.  Y esa industria productora de carbón es una industria básica del país; ese 1 600 000 ó el 1 800 000, o los 2 millones de toneladas de carbón que ustedes produzcan, son indispensables para la economía de Chile, son indispensables para el desarrollo de Chile.  

Nuestro país desgraciadamente no produce ni una tonelada de carbón.  En nuestro país no ha aparecido nunca una mina de carbón.  De manera que nosotros todo el carbón que utilizamos en un taller cualquiera, en un horno cualquiera, en una fragua cualquiera, tenemos que importarlo, tenemos que traerlo del exterior, tenemos que invertir recursos económicos en eso.  

Por eso, aunque ustedes tengan que extraer ese carbón a esas profundidades, y en condiciones duras y difíciles, es de todas formas una suerte para el pueblo chileno y para la economía chilena disponer de esos recursos, y que ustedes no tengan que importar al menos una parte del carbón que necesitan para la siderurgia y para otros usos de la economía nacional.  

Hemos visto esas minas.  Hemos visto qué duro es allí el trabajo.  Hemos visto qué esfuerzo tienen que hacer allí los hombres para extraer las riquezas de la naturaleza, para ganar el sustento, para ayudar a la familia, para sostener el país.  Pero, ¡qué triste habría sido visitar esa mina sabiendo que era de don Fulano de tal o de la Compañía tal y más cual; y que miles de hombres estaban trabajando allí para enriquecer a don Fulano y a don Mengano!  

Y a nosotros nos decía un compañero chileno hace unos minutos que esas minas las venían explotando hace 200 años y que una de las más grandes fortunas del mundo salió de esas minas de carbón.  ¡Cuántos obreros en esos doscientos años dejarían ahí su salud, dejarían ahí su vida, dejarían ahí sus huesos o acortarían la vida o morirían prematuramente!  ¡Cuántas mujeres se quedaron viudas, cuántos hijos se quedaron huérfanos para eso:  para reunir y para crear una de las más grandes fortunas del mundo!  

Por eso nuestra Revolución, la revolución moderna, la revolución socialista, es considerada históricamente la más noble, la más alta aspiración del hombre.  Porque tiende a poner fin a esas cosas increíbles, a esas cosas absurdas, a esas cosas que cada vez parecen más inconcebibles de que masas humanas, pueblos enteros, trabajen para enriquecer a unos pocos.  

Pero es que en la vieja sociedad de explotadores no solo se comercia con el carbón, no solo se explota al obrero:  se explota todo, se comercia con todo; se explota incluso a los niños.  Es conocida la historia del desarrollo industrial en Inglaterra, cómo se acumularon grandes fortunas explotando niños de 8 años, 9 años, 10 años, 12 años, haciéndolos trabajar hasta 15 horas en las minas o en las textileras.  A aquella sociedad despiadada le importaba solo la ganancia.  No le importaba el hombre ni el alma del hombre; no le importaba la salud del hombre ni la cultura del hombre.  

Por eso Carlos Marx dijo que el régimen capitalista estaba chorreando sangre y lodo de pies a cabeza.  A base de la explotación de hombres y mujeres, de las mayores injusticias, se desarrollaron grandes fortunas.  ¡Ah!, qué distinto hoy, cuando el objetivo fundamental de un régimen popular es velar por el futuro, velar por la educación de los niños y los jóvenes;crear las condiciones para que ningún niño quede sin escuela, crear las condiciones para que ningún joven quede sin posibilidades de desarrollar al máximo sus capacidades físicas y mentales.  

Aquella sociedad comerciaba con todo, comerciaba incluso con los valores más elementales del hombre, comerciaba con el sudor del hombre, del ser humano.  Porque ustedes saben que aquellas sociedades han ido acompañadas de toda una serie de vicios, como es la mendicidad, el analfabetismo, y en ocasiones pues también algunas cosas más dolorosas, como ocurría en nuestro país:  que decenas de miles de mujeres, por no tener empleo, tenían que dedicarse a la prostitución. ¡Y qué cosa tan terrible, tan dolorosa, que una mujer tenga que venderse todos los días y a todas horas para poder vivir!  

Todas esas grandes llagas, todas esas grandes penas humanas, son precisamente las que las revoluciones tratan de superar.  

Nuestro país lleva algunos años más.  No pudo el primer día ni el primer año, ni el segundo, ni el tercero, resolver todos esos problemas.  Pero a lo largo de estos años los ha ido superando.  Y en nuestro país, por ejemplo, ya hoy no se conoce la prostitución, ¡no se conoce!  Si a alguien le hablaran de aquello le parecería una cosa monstruosa, absurda.  En nuestro país ya no se ve un niño mendigo.  Ya esas cosas han desaparecido.  ¡No!  No hay opulencia.  ¡No!  No es una sociedad de consumo.  Pero no hay un solo ser humano olvidado, no hay un solo ser humano desamparado, no hay nadie absolutamente abandonado a su suerte.  Lo que tenemos sirve para ayudar a todos, para darles seguridad a todos.

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