Discursos e Intervenciones

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura de la plenaria nacional de la industria básica, efectuado en el teatro de la CTC, el 7 de diciembre de 1970.

Fecha: 

07/12/1970

Compañeros delegados de los trabajadores de la industria básica; Compañeros dirigentes de la industria;

Compañeros todos:

Durante el sábado y el domingo estuvimos, según las cuentas, 25 horas reunidos. Ayer decíamos que no sabíamos si con mucha productividad; tal vez habríamos podido hacer una asamblea más productiva. Pero nuestra impresión es que fue una buena asamblea, que se trabajó bastante y se trabajó bien, aunque no fue posible, desde luego —dado el hecho de que estaban representados 260 centros de trabajo—, ver todos y cada uno de los centros. Pero se pudieron analizar algunas ramas, como es la industria eléctrica, la industria mecánica, e importantes centros de otras ramas. Y quedamos, desde luego, con el acuerdo en principio de que aquellas ramas por donde se terminó sean las ramas con las cuales iniciemos la próxima plenaria.

Tuvimos oportunidad de analizar una serie de cuestiones importantes. Esta era ya la cuarta o la quinta asamblea. La primera fue la de la industria ligera, después vino la asamblea de los maestros, después vino la asamblea del ICP (Instituto Cubano del Petróleo), después vino esta asamblea de la industria básica, y cada 15 días proseguirán desarrollándose estas asambleas.

No van a surgir, como consecuencia de ello, soluciones milagrosas a nuestros múltiples problemas y dificultades. Pero nos parece que hemos iniciado un buen camino para enfrentar nuestros problemas, nos parece que hemos encontrado un buen método para tomar conciencia de esos problemas, para tener una visión más global de ellos y para buscar soluciones. Buscar soluciones no quiere decir hallar soluciones. Algunos de nuestros problemas no son de fácil solución.

Pero hemos encontrado, sin duda de ninguna clase, el mejor método para abordarlos. Y, desde luego, cuando se tiene una visión más global, e incluso cuando se tiene una visión pormenorizada de todos y cada uno de esos múltiples problemas en todos los aspectos de la vida económica y de la vida social del país, se tiene una medida de su magnitud.

En estas plenarias veíamos, en el análisis de algunas ramas, cómo esos problemas se iban haciendo muy evidentes: problemas viejos, problemas nuevos, y además problemas acumulados.

Aparecían los problemas acumulados en la cuestión del detalle, si se quiere, de las acometidas en la industria eléctrica, para citar uno. Después yo mismo no estaba muy seguro de lo que eran las acometidas, aunque me había imaginado qué eran las acometidas: las que llevaban la luz a las casas, la corriente a las casas. Si estamos equivocados nos rectifican. Se calculaban unos 15, 20 metros para cada acometida, y se decía que había —creo que solamente en la ciudad de La Habana— unas 400 000 acometidas, y que las acometidas había que sustituirlas cada cierto tiempo porque tenían un período de duración, no sé si dijeron... El santiaguero dice que cinco. A lo mejor en Santiago duran un poco más, porque como allí no llueve, o llueve menos, ¡aunque fiestean más por lo general! (RISAS.) Pero bien. Y que había que sustituir un número de ellas todos los años. Y cuando se analizaba la producción de Pheldrak, que es la industria nuestra que produce ese tipo de alambre y algunos otros tipos, se veía la insignificancia de esa producción tanto para las necesidades nuevas como los reemplazos de esas acometidas, y el déficit en nuestras importaciones. También esa misma planta es la que produce los cables telefónicos.

Y en todas estas asambleas, el que más y el que menos ha pedido un teléfono, ha pedido que le mejoren las comunicaciones, ha pedido extensiones. Y, por lo general, casi siempre nos encontramos que las pizarras, o los pares, las líneas están saturadas. Y en ocasiones aquí, en broma, hasta se ha llegado a sugerir el empleo del humo como medio de comunicación.

También los obreros de Pastelillo planteaban sus problemas de la necesidad de un teléfono y todas las tragedias derivadas de la falta de un teléfono, cuando la asamblea del ICP. Y aquí también los de la termoeléctrica de Nuevitas explicaban sus problemas cuando tenían que llamar a un técnico.

El hecho es que había un gran número de acometidas y de otras necesidades de cable que se han ido acumulando, o en algunos casos necesidades que han ido surgiendo.

Cuando llegó la hora de discutir las cuestiones de la industria mecánica, y se habló de las ruedas de ferrocarril, resultó que había también en el país unas 400 000 ó 500 000 ruedas de ferrocarril, y que también las ruedas de ferrocarril había que sustituirlas cada cierto tiempo, y que nuestras producciones de ruedas de ferrocarril eran bastante limitadas y que nuestras importaciones también eran insuficientes.

Cuando llegó la hora de discutir los balones de gas, en ocasión de la intervención de los compañeros de la red de Matanzas, y se empezaron a hacer los cálculos pertinentes, creo que también el número de balones de gas era de unos cuantos cientos de miles, creo que alrededor de los 400 000. ¡Parece que todo lo que se trató aquí giraba alrededor de cuatrocientos mil! Y las necesidades de reemplazo todos los años. Y nos encontrábamos también en un gran déficit de ese tipo de productos.

Y frente a cada uno de esos problemas, de los cuales nada más he enumerado tres, la búsqueda de posibles soluciones, partiendo de nuestras posibilidades de producción, de nuestros niveles técnicos y de nuestros escasos recursos financieros.

En ocasiones decíamos que si se sumaban todas las cosas que surgían como necesidad del país, harían falta varias minas de oro para poder resolverlas.

Es precisamente en la búsqueda y en el análisis detallado de cada uno de nuestros problemas como se toma mejor conciencia de nuestras dificultades y de nuestras realidades.

En muchas ocasiones ocurre lo que se suele llamar descubrir el subdesarrollo. Nosotros lo hemos visto en algunos estudiantes que han ido de visita por regiones del país, han ido por las montañas, han ido por Baracoa, y han visto los problemas del campo, las casuchas, los pisos de tierra y las mil y una necesidades acumuladas en este país, que los traumatizan. Y es sencillamente el hecho de cuando alguien descubre la pobreza, descubre el subdesarrollo.

Solemos tener una imagen presente muy clara y muy diáfana de lo que necesitamos, casi constantemente una imagen de lo que queremos, y muy pocas veces y muy pocos tienen la imagen de la escasez de los medios y de los recursos de nuestro país para poder satisfacer todas esas necesidades siempre presentes.

Se suma un conjunto de factores, de tipo objetivo muchos de ellos. Y siempre la permanente presencia de los factores subjetivos: nuestros bajos niveles técnicos, nuestros bajos niveles en eficiencia y en organización de la producción, las múltiples equivocaciones, descuidos, negligencias; y en el fondo de todo, desde luego, la ignorancia, unido ello a las condiciones peculiares en que nuestro país tiene que resolver muchos de esos problemas.

Por lo general el método que nosotros consideramos mejor es el método de poner el énfasis en nuestras deficiencias de orden subjetivo y poner el mínimo de énfasis en los problemas de orden objetivo que tenemos.

Si se pone el énfasis en los problemas objetivos la consecuencia puede ser el encuentro de pretextos, de excusas y de razones para no tratar de vencer las dificultades, para no hacer el máximo. Poner el énfasis en los problemas objetivos puede conducir sencillamente a minimizar el peso que tienen los factores subjetivos.

En la reunión de la Plenaria Nacional que se celebró no hace mucho, un consejo de la CTC —no recuerdo si fue en el mes de septiembre—, nosotros planteábamos que los enemigos nos ponían muchas dificultades; que los imperialistas, por ejemplo, hacían todo lo posible para que nosotros fracasásemos, por arruinar al país, por sumirlo en la miseria, por obstaculizar su avance.

Señalábamos también un fenómeno que afecta mucho a los países como el nuestro, que es el problema del intercambio desigual en virtud del cual, mientras los países como el nuestro exportan sus productos a precios cada vez más bajos, los países capitalistas desarrollados con los cuales tenemos que comerciar, en los cuales tenemos que obtener muchos de los productos que necesitamos, vendían sus artículos a precios cada vez más altos, y que el mismo buldócer que hace 10 años valía 15 000, 16 000 dólares, vale ahora 25 000 ó 30 000. Y así pasa prácticamente con cada uno de los equipos, cada una de las máquinas, cada uno sobre todo de los equipos y otros muchos productos industriales.

De manera que el mundo subdesarrollado, con sus bajos niveles técnicos y su enorme pobreza acumulada, tiene que enfrentarse a sus problemas con un intercambio de este tipo, lo cual afecta mucho a un país como el nuestro que por la estructura de la economía que había desarrollado dependía de una manera decisiva del intercambio comercial con el exterior, es decir, del comercio exterior.

El peso del comercio exterior en nuestro país y en nuestra economía es tremendo. Y lo veíamos. Y se puede precisar en estas plenarias, en estas reuniones, en los problemas de todas y cada una de las fábricas, en que todo, prácticamente todo, parte de algún producto, de algún insumo, de algún equipo, de alguna materia prima. Y no hay planta, no hay unidad, no hay taller que no esté en dependencia de esos recursos o de esos medios de producción que vienen del exterior y que hay que adquirirlos o que se adquieren con unos pocos productos de nuestra economía, ¡con unos poquísimos productos de nuestra economía!

Pero decíamos también que si el intercambio desigual es una tragedia de nuestros pueblos y si es muy doloroso adquirir un equipo que hace 10 años valía 15 000 dólares en el doble de los precios, y que esos equipos ha sido necesario irlos adquiriendo cuando el precio de los artículos nuestros, entre ellos el azúcar, ha estado durante muchos años en dos centavos y hasta por debajo de dos centavos —precios que en otros tiempos y en otras circunstancias habrían sido catastróficos, pero que en cualquier circunstancia son precios realmente gravosos—; si nosotros ese equipo que nos cuesta caro, que nos cuesta el doble, que tenemos que pagarlo con productos que nos compran barato; si ese equipo en vez de usarlo de una manera correcta, si ese equipo en vez de mantenerlo, en vez de cuidarlo, en vez de hacer que nos dure 10, 15, 20 años, y en vez de sacarle el máximo no lo mantenemos, no lo cuidamos y lo destruimos en dos o tres años, entonces las consecuencias de ese fenómeno y de esa tragedia del intercambio desigual se hacen incomparablemente más trágicas y más graves.

Y lo mismo nos pasa con cualquier otro equipo de construcción, con cualquier materia prima, con cualquier equipo industrial, con cualquier equipo agrícola.

Y si el imperialismo hace lo indecible por crear obstáculos a la Revolución, y nosotros los medios que tenemos no los aprovechamos de una manera correcta, de una manera consciente, de una manera responsable, si no los economizamos, si no los cuidamos, si no los empleamos de manera correcta, si hacemos cualquier barbaridad con cualquier cosa, si no nos molestamos ni siquiera por recuperar el aceite para mandarlo a la planta de recuperación de aceite, si una goma no la mandamos a recapar, si otra se poncha y seguimos con ella ponchada, y si a una goma de tractor se le hace un hoyo y no la mandamos a vulcanizar y sencillamente la sacamos y buscamos otra y colgamos la máquina; si hacemos todas esas cosas y otras similares, entonces con ello lo que estamos es ayudando a los que quieren hundir la Revolución, ayudando a los imperialistas, incrementando las dificultades.

Me acuerdo en los primeros tiempos de la Revolución ciertas tendencias de minimizar las dificultades. ¿Que surgía una agresión imperialista? No, no hay problema, eso se resuelve, porque tenemos la ayuda del campo socialista. Bien: era cierto, teníamos la ayuda del campo socialista. En circunstancias de la agresión económica cuando nos quitaron la cuota, todos aquellos problemas, cuando nos quitaron el petróleo, esa ayuda fue un hecho decisivo, digno de resaltarse.

Pero al lado de eso, el riesgo de crear la mentalidad o de que se creara la mentalidad de que no había problemas, de que no había dificultades y de que todas las dificultades podrían resolverse como por arte de magia.

En lo que se relacionaba con la defensa también más de una vez nosotros hablamos contra el uso y abuso que algunas personas hacían de la imaginación o de la suposición de que tampoco había peligro, y de que en la defensa había que confiarlo todo en la cosa de afuera, y de que en la defensa todo era depender de los cohetes, y cosas por el estilo.

Y a nosotros siempre nos parecía eso muy mal, porque lo que se consigue con todo eso es debilitar el propio espíritu, desarmarse, minimizar los peligros, y no prepararse adecuadamente para la lucha en todas las condiciones y aun en las más difíciles.

Estos ejemplos que he señalado se semejan mucho a lo que decíamos anteriormente de cómo si se pone el énfasis en lo fácil, o si se pone el énfasis en las dificultades que no son culpa nuestra, el resultado es que olvidemos las dificultades o la culpa nuestra en las dificultades, en la culpa que tenemos todos en las dificultades, y en que minimicemos el esfuerzo que debemos hacer por nuestra parte para la superación de esas dificultades, independientemente de las dificultades objetivas.

De manera que nosotros muchas veces ayudamos al enemigo, ayudamos el trabajo del enemigo, y no nos comportamos como debemos comportarnos en esta lucha. ¡No nos comportamos como debemos comportarnos frente a los obstáculos y a las dificultades muy reales, a las realidades del mundo en que vivimos, y a nuestras propias realidades!

Lo decíamos también al principio de la Revolución. Mucha gente pensaba: “Bueno, el triunfo de la Revolución es por una especie de arte de magia.” No, no fue por arte de magia. Cuando veíamos a cualquiera darle un mal tratamiento político a un problema, decíamos: ¿Pero por qué girar contra la fuerza de la Revolución? ¿Por qué girar contra el prestigio de la Revolución? ¿Por qué? Si la fuerza de la Revolución es grande, vamos a preservarla, vamos a consolidarla, vamos a agrandarla.

Claro, en la misma medida en que mucha gente se imaginaba que la Revolución no costó nada, tampoco le costaba nada meter la pata y hacer un disparate y hacer otro. Y así sucesivamente. Eso lo vimos muchas veces, y muchas veces tuvimos oportunidad de dolernos de esas cosas.

Evidentemente que hay mucha gente que cree que la Revolución la trajeron los Reyes Magos, y casi la tratan como los muchachos tratan a un juguete el día 6 de enero, que lo desarman incluso, y lo rompen y no tienen juguete a los tres días. Y así todas esas experiencias se van viviendo y se van teniendo.

En estas asambleas, todos estos problemas, todos estos hechos, todos estos detalles ayudan a nuestros trabajadores y ayudan a los compañeros que tienen tareas administrativas y ayudan a todos los compañeros que tienen que ver en las distintas actividades que de una manera o de otra se relacionan, porque todas las actividades del país están relacionadas; ayudan a tomar conciencia de estos problemas y, a nuestro juicio, ayudan a energizar a todo el mundo y a ponerlo en tensión, en permanente tensión en el esfuerzo por un mucho mejor trabajo en todas las actividades.

Tienen de bueno estas asambleas que nos traen a todos también al mundo de lo concreto y al mundo del detalle. Nos alejan un poco de lo abstracto, nos alejan un poco de lo teórico, para llevarnos de la mano a los problemas prácticos, a los problemas concretos y a las realidades de este mundo.

Las asambleas se han ido desenvolviendo con una gran amplitud, con una gran fraternidad, con una gran franqueza, con una gran sinceridad. Han sido reuniones verdaderamente de trabajo, reuniones serias, en que ha prevalecido la preocupación responsable por los problemas, la búsqueda honesta de soluciones, las proposiciones. Y podríamos decir que se han ido convirtiendo en una escuela, podríamos decir que se han ido convirtiendo para todos nosotros en una universidad. Escuela en la que han estado participando miles de representantes de los trabajadores, miles de representantes del Partido, del movimiento de vanguardia y de la administración.

En esta ocasión se suma un hecho de especial importancia, y es el hecho de que se constituye a la vez el primer sindicato nacional en este pujante movimiento que se desarrolla en el seno de nuestros trabajadores.

Han surgido a la vez formas nuevas de organización de los trabajadores. Se han superado viejos esquemas que correspondían a otras épocas y a otras situaciones. Y ha surgido una nueva forma de organización que se afinca en la actividad, en la rama en que desenvuelve su esfuerzo el trabajador. Ya no es simplemente por oficio: un chofer por ser chofer, que puede trabajar... Hay choferes en todas las ramas, en todas las actividades. El viejo esquema separaba a los obreros artificialmente. El viejo esquema no nos permitía obtener, en las condiciones de nuestro país y en las condiciones de la Revolución, el máximo de posibilidad de aporte y de participación del trabajador.

Los trabajadores desenvuelven sus actividades en determinadas ramas de la economía. Este es el caso, por ejemplo, de los trabajadores de la industria básica, donde hay cientos de oficios diferentes, pero en que sin embargo todos se coordinan bien en la industria eléctrica, o bien en la mecánica, o en la industria química, o en la industria de fertilizante o recuperación de materias primas, o en cualquiera de las actividades en que han estado aquí agrupados en la industria básica. En cualquiera de esas ramas, ellos encaminan su acción y su esfuerzo en una actividad fundamental para el país. Lo mismo ocurre con los trabajadores de la industria petrolera, del Instituto del Petróleo, y ocurre otro tanto con los trabajadores de la educación.

Además, la organización de la economía está determinada por esas ramas, y la organización de la administración está determinada por esas ramas.

Y cuando surgía la cuestión de cómo, qué nueva forma de organización darle al movimiento obrero, resultaba incuestionable que la forma adecuada de organización era esta. De forma tal que, frente a cada rama de la actividad, en cada empresa, en cada ministerio, está la correspondiente organización obrera: la organización obrera en la fábrica, la organización obrera en la empresa, la organización obrera en la rama, la organización obrera en el ministerio.

De esa forma, la actividad productiva en todos sus aspectos tiene al obrero organizado, con la administración, en un permanente contacto, en una permanente posibilidad de actuar. Se organiza el movimiento obrero a través de los canales fundamentales de la actividad productiva, y esto va creando la estructura de la posibilidad de participar de una manera más directa en las actividades fundamentales del país.

Un periodista nos preguntaba ayer —creo que anda por ahí— algunas cuestiones sobre este movimiento y algunas ideas.

Nosotros le decíamos que estábamos en la fase del desarrollo tecnológico de una cuestión político-social muy importante, y le exponíamos algunos conceptos, algunos criterios. Y decíamos que en nuestra sociedad, y como consecuencia de su desarrollo, debíamos arribar a una situación en que las masas trabajadoras podrían participar e intervenir y estar representadas de múltiples formas diferentes.

Señalábamos nuestro criterio del papel que cada una de las organizaciones desempeñaba. Y decíamos que, por ejemplo, en los Comités de Defensa de la Revolución están representadas las masas trabajadoras con un criterio territorial, como miembros de una comunidad, como vecinos de una comunidad; que en la Federación de Mujeres Cubanas estaban representadas las trabajadoras como mujeres; que en las organizaciones juveniles estaban representados como jóvenes; en las organizaciones estudiantiles como estudiantes: y en las organizaciones obreras estaban representados a través de la actividad productiva de la sociedad. De manera que un obrero está representado en el sindicato, y puede estar representado en el Comité de Defensa por el Comité de Defensa, y si es mujer puede estar representada por la federación en consideración a sus intereses peculiares.

Desde luego, algunas de las organizaciones, como las estudiantiles, no podemos decir que sean organizaciones de trabajadores, pero sí organizaciones del pueblo en una sociedad de trabajadores. En muchas de esas organizaciones, pues, puede participar un jubilado, puede participar un ama de casa, en fin; pero todo dentro del concepto de un pueblo trabajador.

En las organizaciones obreras, en el movimiento sindical, estaban representados los trabajadores como obreros participando en una actividad productiva. De manera que el peso específico que el movimiento sindical tiene que jugar es un peso muy grande, puesto que es el pueblo trabajador representado a través de una actividad productiva directa. Y que al revés que las formas clásicas liberales burguesas de representación, nosotros nos encaminábamos hacia formas de representación múltiples, de manera que el ciudadano estaría representado de muchas formas.

Que existían los problemas de la comunidad, y nosotros consideramos que la comunidad debe jugar un papel importante dentro de nuestra sociedad. Nos referíamos a la comunidad donde reside el trabajador, donde nos encaminamos hacia la creación de formas de organización dentro de las ciudades, de las regionales. Algunas de esas formas de organización, como el distrito que se ha creado ya en algunas ciudades, están demostrando la posibilidad de cooperar de una manera decisiva en la solución de muchos problemas.

De la misma forma nosotros, en conversaciones con algunos compañeros dirigentes, hemos planteado que el Estado, el concepto del Estado, hay que precisarlo mejor, sobre todo las funciones del Estado. Y decíamos que por qué razón en un distrito o en una ciudad —pongamos Santiago de Cuba, Camagüey, Santa Clara o La Habana— todas las cuestiones tienen que estar administradas directamente por el Estado. Es decir, una rama determinada, el INIT, comercio interior, cualquier otra actividad, cualquier otra rama administrativa; aquellas actividades que tienen que ver directamente con la comunidad: la bodega, la carnicería, la peluquería, la barbería, el cine, y otros muchos centros que están dedicados directamente a servir a los vecinos de aquel sitio.

Y poníamos el ejemplo de que si en la ciudad de La Habana un día había 200 lugares, tanques de esos donde se expendiera la cerveza, por qué el INIT tenía que manejar y administrar esos 200 centros, que eran centros donde iban los vecinos a consumir un producto determinado, y tenía que crear todo un aparato administrativo y administrar 200 centros. Inmediatamente surge la necesidad de la superorganización para ver si aquello está limpio, si aquello está sucio, si atienden bien al público, si no atienden al público, si el hombre toma, si no toma, si crea privilegios, si no los crea. Y, claro, si aquello está sucio, el ciudadano no se siente parte directa de aquello; no siente responsabilidad de si aquello está sucio o limpio, higiénico o no, bien atendido o no. Y pasa lo mismo con todas las demás actividades de ese tipo.

Y nosotros entendemos que no es correcto, no puede ser correcto bajo ningún concepto que el ciudadano deje de sentirse responsabilizado con cualquier cuestión que le atañe, que le interese; y que nosotros tenemos que crear los vínculos y los mecanismos mediante los cuales el ciudadano sienta la ineludible obligación de preocuparse por esas cosas.

En algunas ciudades estamos desarrollando el criterio de la organización del distrito con la representación de las organizaciones de masas. La representación de las organizaciones de masas: los obreros, los Comités de Defensa de la Revolución, las mujeres, los jóvenes, los estudiantes, según se trate, para organizar el poder del distrito, de manera que se empiecen a pasar una serie de funciones que no tienen que ser funciones del Estado central.

Que el INIT administre un gran hotel, que trace normas, pero que no tenga que estar haciendo todas aquellas administraciones. Y lo mismo pasa con comercio interior y con muchas otras actividades, todas similares. Que comercio interior tenga los almacenes de distribución y trace las normas de distribución, pero que no tenga que administrar aquella bodega, o incluso cuando hay un supermercado, ni el supermercado. Si un distrito tiene un supermercado, ¿por qué tiene que haber una administración central allí? De manera que los representantes de esas organizaciones de masas tengan la tarea de atender todos los problemas que se refieren a la comunidad.

Hay que abandonar por eso algunas ideas, algunos esquemas, algunos criterios simplistas. Y entonces toda una serie de problemas, como es el mismo problema en que ahora ya esa organización está interviniendo más: el problema de la reparación de viviendas, como se ha estado haciendo en Santiago de Cuba: los distritos en unos meses han reparado más de 4 000 viviendas, han reparado cerca de 5 000 viviendas con unos pocos recursos. Lo que no se puede es crear una organización de estas y no tener ningún recurso, porque lo que se hace es desprestigiar a la gente que ponen allí. Si crean un distrito y no tiene ni una concretera ni un camión, pues es un distrito impotente. Si no tiene recursos es un distrito impotente.

Hay que movilizar la fuerza de la comunidad. A título de ejemplo citamos un pueblecito del interior de la provincia de La Habana que no está ni en el mapa, y que se llama “Arango”, que se comunica con otro pueblecito que tampoco está en el mapa, que se llama “Peñalver”, y que está hacia el este de La Habana, como diría un campesino “en los cabezos del río Bacuranao”.

Allí había un camino muy malo, y los vecinos también hablaron de un campito de pelota, en un recorrido por allí, y entonces nosotros hablamos con unos compañeros que tienen algunas responsabilidades, tareas de mantenimiento de calles, de carreteras, y les pedimos que fueran al pueblito y reunieran a los vecinos y les dieran alguna ayuda en lo que fuera algún equipo de movimiento de tierra, pero que reunieran a los vecinos para que ellos hicieran ese campo de pelota.

Y entonces los vecinos ya están haciendo un campo de pelota —que no será tan grande, pero es tan bueno como el del estadio. Se embullaron y están haciendo también las aceras del pueblito; se han embullado allí y siguen haciendo cosas. Ya vieron las casas más viejas, más pobres allí, y también tienen proyectado que les den los materiales que van a hacerlas. Se reúnen 60, 70, 80 vecinos, y allí está todo el mundo; hay hasta un señor ya de edad, que en sus tiempos estuvo movilizado, no sé si en Girón o en el Escambray —es un patricio del pueblito—, revolucionario, retirado, pues es de los que más trabajan allí, con un martillo, agarra un pico, agarra cualquier cosa, y así muchas personas que ya incluso no están en la producción. Y hasta las 10:00 y las 11:00 de la noche, el pueblito trabajando, y en unas cuantas semanas no se sabe cuántas cosas han hecho, con un poco de apoyo, con un poco de ayuda, movilizando a los vecinos de allí.

Porque si esperamos a que vaya una fuerza de las construcciones con alguien allí, se están ocho meses en el pueblito —y además no existe esa fuerza— para hacer el campo de pelota, las aceras y la otra casa —método clásico y convencional.

Como lo que crea la riqueza es el trabajo, pues con su esfuerzo aquella comunidad está creando toda una serie de cosas que habían estado ansiando durante años... Bueno, toda la vida deben haber estado esperando una acera en el pueblo ese. Y las aceras no son tan caras, el problema de la acera es el trabajo que cuesta hacer una acera. Incluso un campo de pelota no es en sí tan caro, es tierra que se mueve, una capa vegetal, un césped que se pone por encima, pero eso lleva mucho trabajo. El método clásico es esperar a que le hagan un campo de pelota, un campo deportivo o cualquier cosa.

Pues estaban haciendo allí un garaje para un yipicito que tenían para casos de enfermedad. A un vecino lo nombraron chofer para que sea el que se ocupe del vehículo ese. Ya el vehículo lo han usado como siete, ocho, diez, no sé cuántas veces cuando ha surgido de noche —cuando ya no hay tráfico, cuando ya no hay nada— una necesidad. Y empiezan a sentirse seguros. Ellos vigilan aquello mejor que nadie. Nadie va a andar correteando con aquel vehículo por ninguna parte, porque ellos quitan y ponen al que está allí, y lo controlan, y todo el mundo lo fiscaliza, y todo el mundo ve si está limpio, si está sucio: se sienten afectados directamente si aquello no lo atienden. Le están haciendo un garaje.

Entonces están haciendo cosas allí los vecinos, y es un pueblo que no está ni en el mapa. No está ni en el mapa. Busquen ustedes ahora resolver los miles de problemas de ese tipo por el método clásico.

Es incuestionable que nosotros tenemos que movilizar la energía de la masa, pero saberla organizar. Hablamos de la masa en abstracto, hablamos de la masa en teoría, y hablamos de las teorías en teorías. Y hay que acabar de hablar de las teorías en los hechos, en la práctica.

Es verdad que desgraciadamente no hay ningún manual donde esos problemas estén explicados. No hay ningún catálogo —como diría algún compañero de la industria eléctrica o mecánica— donde venga un modelo de solución de muchos de los problemas de este tipo. Pero decimos lo que se puede hacer cuando hay un poco de imaginación, cuando hay un poco de iniciativa, cuando vamos a las masas, cuando las convocamos, cuando apelamos a ellas para resolver algún problema. De manera que en ese aspecto que se refiere a la comunidad directamente hay que organizarlas y movilizarlas para la solución de los problemas fundamentales, y entre ellos el terrible problema de la vivienda.

Ya nosotros en una reunión con los compañeros de los Comités de Defensa les hablábamos de que hicieran contacto con los compañeros del Partido, que teníamos ya que abordar la tarea de empezar a organizar la Ciudad de La Habana. Ya en Santiago existen ciertas formas de organización, en Camagüey lo hicieron también. Les decíamos que si se pasa la prueba de fuego de organizar esta supercomplicada ciudad de La Habana, si se pasaba esta prueba con éxito no habría ningún obstáculo al desarrollo de ese movimiento.

Desarrollar un movimiento y para desarrollarlo bien hay que desarrollarlo con cuidado: no se parta de un esquema, no se vaya inmediatamente a imaginar la cosa ya perfeccionada. Tiene que ir poco a poco, tiene que empezar por tareas más elementales, más sencillas, y luego progresivamente... Y no nos pase como nos ha pasado muchas veces, en que viene una idea que parece perfecta, la llevan de cabeza y desprestigian la idea, porque a la hora de aplicarla en la práctica sale desprestigiada, sencillamente porque de la cabeza la llevaron al mundo de la realidad y en el mundo de la realidad murió la idea por falta de condiciones mínimas de vida.

Entonces hay que ir de lo sencillo a lo más complejo. Y les he planteado la necesidad de ir dando los primeros pasos en ese sentido, y que nosotros creíamos que ese movimiento iba a tener extraordinarias posibilidades. Igual que un movimiento que estamos tratando de promover con los trabajadores de las fábricas en relación con la cuestión de la vivienda. También queremos ir poco a poco. Nosotros sabemos que eso es como pólvora, gasolina, que le arrimen un fósforo: eso arde, eso es inflamable, ¡es inflamable!

Ahora hacia el este de La Habana se ha ido desarrollando un movimiento, y hay como 31 fábricas en ese movimiento. Nosotros le llamamos movimiento. Todavía no es ni un plan: es un movimiento organizado allí a nivel de los trabajadores de las mismas fábricas con el terrible problema de la vivienda, que es un problema terrible. Y nosotros lo sabemos bien, porque de cada diez personas que se acercan a nosotros con un problema, nueve son de casas. Y, desde luego, hay que ser no mago para fabricar una casa y sacarla de un sombrero: hace falta ser más mago para explicar que uno no puede sacar una casa del sombrero, hay que ser más mago todavía para convencer a alguien que tiene de verdad una terrible necesidad, que tiene 6, 7, 8 ó 10 en un cuarto. Que no hay cosa más angustiosa frente a un problema de esa índole que la impotencia, y a alguien que llegue con una esperanza, por muy infundada que sea, tener que decirle que no es posible, que no hay solución a ese problema. Y que no puede ser un procedimiento de solución. Pero lo vemos incesantemente.

¿Y este problema? ¿Y cómo se va a resolver este problema? ¿Y dónde están los obreros de la construcción? ¿Y cuántas decenas de miles y cientos de miles de obreros de la construcción hacen falta para resolver este problema?

Y siguiendo el mismo hilo de algunas ideas —la de los distritos de Santiago y otras ideas similares— empezó a surgir también la idea de por qué no utilizar la energía de los propios trabajadores, su deseo, su necesidad de tener la vivienda, para buscar alguna fórmula con la participación de los propios obreros en la solución del problema. Claro está: no es fácil.

En el campo nosotros podemos hacer un tipo de vivienda sencilla: hay espacio, hay métodos constructivos que se pueden aplicar allí. En las ciudades ya es más difícil: en las ciudades no sobra el espacio, en las ciudades falta el espacio. Hay que crecer no solo horizontalmente, hay que crecer hacia arriba, hay que empezar a hacer viviendas de cuatro pisos, y después 6, 10, 12, hasta donde lo permitan no diría los terremotos: los ciclones. En Santiago hay que hacer viviendas antisísmicas. Ese es un limitante. Las cosas que se construyan allí hay que construirlas con cuidado. Sin embargo, en el resto de la isla el limitante viene a ser precisamente los ciclones, vaya, el límite en la altura de los edificios. Nuestro limitante actual son los elevadores, ¡los elevadores! Tenemos comprometida por ahí una fábrica, que les hemos pedido que hagan un elevador, no que lo inventen, que lo copien.

Pero en las ciudades tenemos que hacer prefabricados, en las ciudades en que se pueda. En Santiago de Cuba hay que hacer otro tipo de vivienda, y hay una fábrica de casas especialmente sólidas, y todo lo que se haga en Santiago tiene que tener esas características por estar en una región sísmica del país.

Ese movimiento decía que tenemos que hacerlo con cuidado, porque decíamos que es como pólvora. Porque dada la necesidad de viviendas, si lanzan la consigna se organizan en todas las fábricas del país en el acto. Y nosotros no queremos lanzar la consigna: nosotros queremos ir ensayando poco a poco. Aunque ya vemos claro que es un movimiento que tiene pólvora, y que ese es el camino de la solución por otras razones que explicaremos después.

Hay obreros de una fábrica que terminan a las 3:00 de la tarde. Ellos decían: No, no, nosotros a las 3:00 nos vamos para allá a trabajar. La fábrica tiene en el turno como 100 obreros. Si los obreros industriales les caen a las construcciones, tengan la seguridad de que avanzan a millón, ¡a millón! Porque sería un turno de 60 u 80 obreros, que cuando terminan van a trabajar en sus viviendas, es una fuerza terrible, una fuerza con la que no se cuenta hoy, que a partir de ese turno hacen otras actividades. Y nosotros estamos tan seguros de que las necesidades de la vivienda son tan apremiantes que los obreros se movilizan de verdad en masa y trabajan 2 ó 3 horas más allí, seguro, seguro, seguro. Hay que aguantarlos, ¡hay que aguantarlos! Y que en otras que terminan a las 6:00 de la tarde pueden tener un grupito pequeño allí y va el resto a trabajar una hora o dos, y va el sábado y el domingo.

Entonces, claro, nosotros no queremos darle demasiado impulso, no demasiado ni poco impulso. Queremos no salirnos de los límites del ensayo. No tenemos ninguna duda de la fuerza, pero si toma mucha fuerza se nos puede producir entonces un cuello de botella tremendo en los materiales y en todas las demás cosas, y pueden faltar grúas y pueden faltar todas las demás cosas. Y queremos ir poco a poco.

Ya en Santiago de Cuba en conversaciones con los obreros de una fábrica de cemento nosotros les habíamos sugerido si ellos podían dar una fuercita de unos 20 ó 25 hombres para empezar a trabajar. Así fueron surgiendo estas ideas. Las señalo porque esto está emparentado con todo este movimiento de vincular las masas a la solución de los problemas de una manera concreta.

Claro está que aquí estamos hablando de los obreros. Hay industrias que son muy poderosas. Claro que los compañeros de allá de la industria metalúrgica y de refinería, de por allá de cerca de Guanabacoa, son muy caballerosos, y se encontraron que había un centro de trabajo en que había un número crecido de mujeres y dijeron: nosotros vamos a tener que hacer este trabajo. Ellos mismos lo decían, como una cosa justa, porque las mujeres no podían aportar la fuerza que ellos tenían. A nosotros nos pareció muy bien y muy noble, pero también les recordamos que podían tener algún familiar que pudiera dar su manito allí si va a vivir en la casa que vamos a hacer para la compañera que trabaje en esa fábrica (APLAUSOS). O si es una muchacha joven, puede ir el novio también en sus horas extra a hacer su trabajito allá.

Ahora, nos encontramos un obrero en una fábrica, la fábrica “Mella”, que nos habló de que en “Ingelmo” —cuando hablábamos de “Ingelmo”, es un edificio que les íbamos a dar a los obreros de “Ingelmo”, que se les estaba cayendo el edificio y se les va a hacer nuevo; un edificio que estaban haciendo, de una tecnología nueva, que quedaba al lado. Entonces yo le pregunté: ¿y tú para dónde vas? Si ustedes hacen casas para acá y le toca a tu señora una para allá, ¿para dónde te mudas tú? Y yo dije: Bueno, es una gran cosa el que las posibilidades para la familia empiecen a aparecer a través de los centros de trabajo y empiece a aparecer más de una posibilidad, que empiece a aparecer más de una posibilidad, como en ese caso, que puede surgir la posibilidad por la fábrica donde trabaja la señora o por la fábrica donde trabaje él.

En la comunidad, en el barrio... Nosotros decíamos: ahora la ciudad tiene que extenderse un poco hacia afuera, pero un día tienen que crecer dentro. Llegará el día. Ahora no se puede derrumbar ni un cajón de madera, ¡ni un cajón de madera!, no se puede tocar nada. Pero llegará un día, cuando se esté un poco más holgado, que una manzana vieja se pueda derrumbar, y se empiece a construir lo nuevo. Porque si aquí la vivienda empieza a extenderse horizontalmente, ocupa toda la superficie de esta provincia, para poner un ejemplo. Es decir que tenemos que buscar fórmulas constructivas hacia arriba, en los lugares de mucha concentración de población con poca superficie; en otras zonas del país pueden extenderse.

Y, desde luego, ya hay algunas ciudades de mayor dimensión: las dos mayores son La Habana y Santiago, y pudiera decirse que ambas carecen de mucha superficie donde extenderse, porque Santiago tiene inmediatamente las montañas, además del problema de que las construcciones tienen que tener allí un carácter especial; pero aparentemente hay espacio también en Santiago.

La comunidad tiene que empezar resolviendo problemas de reparaciones de viviendas, y tiene que terminar construyendo edificios, incluso edificios grandes. Algún día tendrán que estar las pequeñas brigadas también con su grúa, y algunos obreros especializados, y el apoyo de la comunidad, porque es la forma de incorporar a muchas personas, incluso personas que se han retirado ya pero que pueden trabajar dos horas, tres horas, que hasta les es saludable hacerlo, y lo hacen gustosamente. Y poníamos el ejemplo del pueblito anteriormente.

En un momento dado tenemos que poner la comunidad a construir.

Viene otro problema entonces: el control de las viviendas. Es imposible controlar desde un centro las viviendas de toda una ciudad tan grande como esta ciudad. ¿No sería mejor que actividades de este tipo estuvieran controladas por la comunidad y en la comunidad, en el distrito? Y se evitaban los mil y tantos problemas que con relación a eso surgen.

Claro está que en el futuro será muy difícil que haya una casa vacía, porque las casas vacías en muchos casos eran de las personas que emigraron, y que tienen un número limitado, cuando se abrió el banderín para que todos los que quisieran expresar su deseo de irse allá a Estados Unidos se fueran, nos dejaran aquí a los que no queríamos irnos. Entonces esas eran las casas que se quedaban vacías. Cuando ya se termine ese fenómeno migratorio, ¿qué casa se va a quedar vacía aquí? ¡Ninguna! Porque se quedarán si se mudan para otra casa, únicamente.

Pero nosotros hemos estado pensando que junto a este movimiento, en que participen los obreros en la solución de la vivienda, las fábricas controlen las viviendas, ¡las fábricas!, las que están haciendo; incluso si hacen un edificio, si dispone de 30 viviendas y algún obrero deja una casa más distante en otras condiciones, la fábrica la controle para otro obrero. Que no pase a un fondo universal.

En todo caso, las situaciones que no son obreros de fábricas, sino de servicios y de otro tipo en la comunidad, el distrito puede controlar esa vivienda allí, cuando no son casos de obreros industriales; o de personas retiradas; en fin, en esos casos en que pueda quedarse una vivienda deshabitada porque ocupen otra. Pero que todos esos problemas de la vivienda se controlen a través de la fábrica, y se controlen los casos que no estén comprendidos en las fábricas a través de la comunidad donde residen los vecinos.

¿Porque qué es el Estado? El Estado es todo, y sus atribuciones, sus funciones tienen que ser divididas. ¿Por qué tiene que estar metido en los problemas allí de la comunidad?

¿Quién mejor que la comunidad puede atender todos los problemas que le atañen de cerca? Lo otro solo puede ser a través de enormes aparatos administrativos. Y siempre que se puedan ahorrar esos enormes aparatos administrativos, ahorrárselos.

Son innecesarios y suelen ser ineficientes; aunque usted busque a la gente más inteligente del mundo y la ponga allí, y más eficiente, suelen ser ineficientes.

Que se administren a través de los organismos centrales todas las cosas que son de orden nacional, que solo pueden ser administradas por su carácter nacional. Debe llegar el día en que la ciudad administre muchas cosas. El transporte urbano, ¿por qué no administrarlo la ciudad? Y que sea la ciudad y sean los vecinos de la ciudad los que tengan que ver con ese problema. ¿Por qué tiene que haber un organismo nacional que administre ese transporte urbano? Que se administre, en todo caso, una empresa interprovincial, los ferrocarriles, que se administren los barcos, todos aquellos centros, todas aquellas instituciones que por sus características solo pueden ser administrados nacionalmente. ¿Pero por qué administrar una guarapera, para poner un ejemplo? Y no es menospreciar la guarapera. La guarapera puede ser de una gran utilidad para los vecinos de la guarapera, y que esté bien atendida y un vaso limpio.

Y así por el estilo todo. Si no, todo el que pasa echa pestes: mira como anda esto. El no se siente parte del problema, no.

Cuando todos esos problemas de la comunidad sean de la comunidad, nadie puede sentirse ajeno al problema, porque va para allí para el comité y dice: “Oye, mira como anda eso.” Y como tienen a los representantes allí... Representantes no profesionales, señores. ¡Mínimo de profesionales en el distrito, mínimo! y allí nombran un presidente del distrito, y lo nombran y lo quitan en cualquier momento. Y hacer esa organización también en la regional, en la ciudad, y seguir con este movimiento hasta tan lejos como se pueda llegar.

Nosotros no queremos ir anticipando ideas, no queremos ir demasiado rápido. Pero nosotros entendemos que es una magnifica oportunidad de dar un amplio desarrollo, amplio impulso a este movimiento, y un amplio desarrollo institucional a este movimiento a que nos estamos refiriendo, en todos los órdenes y por todas las vías.

Es muy bueno aprender de la realidad, es muy bueno partir de los hechos. Si se parte de los esquemas y quiere vestir la realidad con un esquema, lo más probable es que le pase lo que le pasaría a un muchacho de 15 años si le ponen un traje de un muchacho de cinco: ¡Revienta, no se ajusta, no le sirve! Si hasta en una fábrica de zapatos dos milímetros de diferencia en un molde le produce un callo a todo el mundo, ¡dos milímetros de diferencia! Moldes de una fábrica de zapatos plásticos hubo que devolverlos por diferencia de milímetros, porque si no a todo el mundo le sacaban si no un callo una ampolla. Y luego queremos ajustar la vida a cualquier molde, sin más ni más, en vez de desarrollar las realidades y después vestirlas.

Y nosotros tenemos que profundizar mucho en todo eso. Nosotros las ideas tenemos que convertirlas en realidades y las abstracciones tenemos que convertirlas en hechos, y las teorías hay que vestirlas de realidades.

Yo no tengo la menor duda de que en realidad podemos llegar pero lejos, lejos, lejos por este camino en la organización de la vida social e institucional del país, y que nuestra Revolución encontrará las formas más idóneas y más adecuadas a su característica, a su historia, y llegaremos a ser una sociedad avanzada. Vamos a limitarnos a eso: llegaremos a ser una sociedad avanzada por ese camino. Nosotros no hemos más que insinuado algunas ideas que son derivadas o que son el punto de partida de un movimiento que, partiendo de las organizaciones de masas y del movimiento obrero, llegue a crear una forma de vida social y política realmente avanzada, nada burocrática. No hablemos ya de la forma de vida económica y social harto definida que es el socialismo y el comunismo. Vamos a darle forma al socialismo, vamos a darle forma a nuestro comunismo.

Y cuando decimos nuestro no tiene el sentido de apartarnos de la teoría o de la doctrina. ¡No! Al contrario: a las ideas socialistas, a las ideas comunistas, a las ideas revolucionarias darles el máximo desarrollo en la realidad, y el concepto de las masas y la participación de las masas.

No teman los teóricos. No estamos en ninguna competencia con ellos. No teman los liberales, no teman los fabricantes de teorías abstractas, que los hay por el mundo con unas terribles inquietudes. Son gente que no han padecido ni diez minutos la fiebre de una revolución. Si viven diez minutos de verdad una revolución se achicharran más pronto que si sueltan una mariposa en un arco eléctrico, porque de todo esto lo que han vivido nada más que son los idilios fantasiosos e imaginativos.

Vamos a dejar que sean los historiadores los que escriban las teorías. No es el desprecio de la teoría. ¡No! Es el desprecio de los que quieren convertir las realidades de la vida en una simple especulación abstracta. No, no, la teoría tiene un valor extraordinario. Ahí están las teorías de Marx, de Engels y de Lenin (APLAUSOS); ahí están las leyes científicas de la política y del desarrollo. Y lo esencial en las ideas de Marx era precisamente la idea del desarrollo. Y los acontecimientos históricos los analizaban con una gran profundidad, incluso ansiosos por saber qué formas concretas tomaba ese desarrollo en medio de la revolución social.

Y de ahí la extraordinaria admiración de Marx por la Comuna de París. Y dijo: “En la Comuna: he ahí una forma de organización nueva que surge en la Revolución.”

Y después, cuando surgen en la Unión Soviética los soviets, Lenin dice: “He ahí una forma de organización nueva”, que no la inventó nadie, sino que surgió de la realidad de la lucha de clases y de la batalla revolucionaria.

Los verdaderos teóricos no se empeñan en querer sacar las realidades de sus cabezas, sino tratan de sacar por lo menos su cabeza de las realidades. Es decir, llenar la cabeza con las ideas que emanan de las realidades y con los principios que emanan de las realidades y con las leyes que emanan de las realidades.

Hay algunos que pretenden a la inversa: imponerle a la realidad las ideas de su cabeza y no imponerle a su cabeza las ideas de las realidades, los principios de las realidades.

Lo inverso es el triste papel de muchos que pretenden, allá en una elucubración, en una noche trasnochada y febril, traer un principio y ponerlo allí e imponérselo a la realidad. Eso es antidialéctico, eso es antimarxista.

De manera que decíamos: no teman. Lo que sí tenemos una seguridad absoluta de que vamos encontrando esa forma y vamos encontrando esos caminos. No hay que apurarse. Y no hay que apurarse, o mejor dicho: hay que ir despacio porque estamos apurados, como diría o dicen que dijo no sé qué inglés (RISAS). No sé si era un Lord inglés o no sé qué, que dicen que dijo: vísteme despacio que estoy apurado. Y así estamos nosotros: vamos despacio porque estamos apurados.

Pero al menos ya hoy se ha constituido aquí el primer sindicato, y es una forma nueva de organización sindical. He aquí ya una organización nacional, un sindicato nacional paralelo, semejante en todo al Ministerio de la Industria Básica, la representación obrera a través de la rama. Y aquí está ya la representación de la electricidad, la química, cada una de las industrias principales o de las industrias que están representadas en esta asamblea, de los 260 centros.

De manera que ya cada uno tiene con quién hablar. El Ministro tiene con quién hablar y el sindicato tiene con quién hablar: los dos. Ya pueden empezar a hablar de los problemas de la industria básica (APLAUSOS).

Vamos viendo que cada ministro va a ir teniendo con quién hablar. Lo lamentable es que yo no tenga con quién hablar, porque es que el premierato ese es un premierato en abstracto, es en abstracto (RISAS). Bueno, yo sí tengo con quién hablar: son los compañeros del grupo de taquigrafía de allí que toman mis discursos, son los empleados de allí.

No, yo sí, yo trataré de hablar, por lo menos tengo que tener alguien con quién hablar. Pero veía el caso, ¿no?, porque decía: cada uno va teniendo ya con quién hablar.

Es decir, lo que pasa es que ellos están en actividades concretas y yo ando en actividades abstractas. Yo tengo que tener un poquitico de cada una de las actividades, aprender algo de cada una de las cosas de ellos.

Sí, con quién hablar en estos días hemos tenido bastante. Cada asamblea de estas el mínimo que ha durado son 25 horas. Y parece que van a seguir. Así que esa es la situación.

Pero bueno, volviendo al terna: ya tenemos constituido un sindicato nacional. Son pasos de avance que sucesivamente se van a ir dando. Y digo que no queremos adelantar mucho, anticipar mucho las ideas, pero ese es un camino que puede y que debe llegar muy lejos.

En la conversación con el periodista nosotros decíamos qué es el administrador. Decíamos: el administrador es representante indirecto de los obreros, representa a todos los trabajadores del país él allí en la fábrica. Es decir que su carácter no era un carácter electivo por eso. Tenía que tener sus funciones muy específicas. Mientras que el sindicato allí representaba a los obreros de la fábrica, una representación directa de los obreros de la fábrica. De la misma manera, cuando viene aquí representa la fábrica y cuando designa un delegado, ya ese delegado o ese representante representa directamente a los obreros de esa industria, es decir, de ese ministerio, en este caso industria básica. Entre todos van representando a los obreros directamente en la producción.

Me decía: ¿Y no hay contradicción? Digo: No. Es bueno que haya contradicción. Ahí todo el mundo representa a alguien. El administrador, como administrador de aquella fábrica, la está administrando en nombre de la sociedad; el sindicato es el colectivo que representa a todos los obreros; el Movimiento de Avanzada representa a los obreros de avanzada; el secretario del núcleo representa a los militantes del núcleo; el de la juventud representa a la juventud, aunque su representación no termina ahí. Y, en definitiva, el administrador es el representante indirecto de los trabajadores, que tienen que estar representados en todos los niveles de la administración. Y a nuestro juicio —y adelanto simplemente un concepto, una idea sobre este particular—, tenemos un día que llegar a institucionalizar eso, y a hacer que esa representación directa participe en la confección de las leyes del país y de las medidas del Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). Aunque las medidas fundamentales tienen que tener todavía una elaboración aun más compleja, como es la discusión con los centros de trabajo, las leyes fundamentales en discusión con los centros de trabajo.

Por eso nosotros creemos que hay extraordinarias posibilidades, porque entonces sí que nadie podrá venir a hablar de democracia. Pero, desde luego, entiéndase bien: democracia obrera, no democracia burguesa ni liberal. Los liberales, los burgueses no tienen ningún derecho, excepto el derecho a desaparecer como clase (APLAUSOS).

Los derechos son derechos de los obreros, de los trabajadores y de los familiares de los obreros. El estudiante, hijo de un obrero, de un trabajador, tiene los derechos de un estudiante dentro de la sociedad trabajadora, y los familiares y los ancianos.

De manera que iremos desarrollando esos tipos de formas, que parten de nuestras realidades y que parten de nuestro proceso. Y responsabilidad nuestra, los que hemos tenido un derecho de facto, los que dirigimos la Revolución por razones de facto, de hecho. Es así. Esto empezó con una pequeña guerrilla en unas lomas. Antes de las lomas, con algunos tiros, con algunos fusiles. Y así se fue gestando un proceso revolucionario. Ese proceso tiene que seguir. El proceso a todos nos dio papeles de facto. No fue una institucionalización, no partió de una institución. De los hechos tienen que partir las instituciones, y tienen que irse desarrollando las instituciones.

Nuestra misión fundamental, de todos, es perseverar por este camino, avanzar por este camino, despacio para llegar pronto, despacio para llegar bien. ¡Despacio para llegar pronto, despacio para llegar bien, despacio para llegar seguros!

Y realmente nos sentimos optimistas, aunque el trabajo es largo, es laborioso, y tienen que haber asambleas, asambleas y más asambleas. Y asambleas con productividad, digamos, con productividad social y sin afectar la productividad económica. Además, tienen que ser asambleas con productividad económica.

En esta asamblea se habló de está cuestión de la productividad.

Nosotros en la reunión del Consejo de la CTC también abordamos fundamentalmente ese problema: la cuestión de la productividad. Claro está, no todos los discursos se publican. Y no es que haya que ocultar nada, sino que sencillamente cuando se habla... En este caso yo les rogué a ustedes que tuvieran en cuenta la necesidad de hablar públicamente para todo el país. Pero el problema es que cuando usted habla para todo el país, habla para todo el mundo. No es que nosotros estemos interesados en hablar para fuera, ni andar divulgando. No. Ese no es un problema fundamental.

A nosotros nos interesan los problemas en el marco nacional, pero a la vez que una cosa se hace nacional, se hace internacional también. Ese es el problema. Y hay más libertad cuando se habla en el marco donde se tiene que hablar, y se analiza todo y no hay que darle al enemigo datos de ninguna clase. Cuando se habla ampliamente el enemigo puede tomar algunos datos y la información le puede ser de utilidad para su estrategia. Hay veces que las circunstancias señalan la imperiosa necesidad de hablar para todo el país, y entonces también el enemigo, si le viene al caso, saca algún provecho de lo que se dice.

Nosotros recordamos perfectamente cómo el enemigo quiso sacar provecho del discurso del 26 de Julio para desalentar y hacer una gran campaña —estaba el proceso electoral en Chile— y para utilizar todo eso con un objetivo contrarrevolucionario. Parece que el disparo les salió mal. Parece que el disparo les salió mal, porque fue tan burda y tan desvergonzada la actitud que asumieron, que en realidad no lograron para nada sus objetivos, y después parece que andaban incluso medio arrepentidos de haber tratado de sacar tanto provecho de eso. Porque en definitiva a las masas les permitieron también ver una actitud y una conducta y un método revolucionario y franco y sincero y honesto (APLAUSOS).

Afortunadamente tenemos aquí un auditorio integrado por obreros, en su inmensa mayoría, de la industria básica. Vale decir de los obreros que tienen entre los trabajos más duros, obreros que trabajan con un nivel de técnica bastante elevado, trabajan con el hierro. Es decir, con un público realmente proletario. Y eso es muy bueno, porque nosotros queríamos hacer algunos análisis proletarios aquí, es decir, algunos análisis de nuestros problemas, nuestras dificultades actuales.

Cuando el 26 de Julio, que mencioné anteriormente, hablábamos de los problemas... Ha habido dos intervenciones: primero fue cuando el problema de la zafra de los 10 millones, cuando se hizo evidente que no llegábamos a los 10 millones y había que afrontar esa realidad; después vino el 26 de Julio, cuando se plantearon todas las cuestiones que se hacían evidentes, donde había problemas en producciones de artículos fundamentales, incumplimientos grandes de planes y dificultades serias en aquel momento. Y desde entonces se ha venido trabajando duro; han pasado unos cuatro meses, pero se ha venido haciendo un esfuerzo serio en todos los frentes, en la medida de lo que humanamente es posible. Lo humanamente posible tiene algunos límites. Ayer se demostraba ya, cuando era la 1:00 de la mañana y todo el mundo se estaba durmiendo, y algunos todavía querían plantear sus problemas. O no su problema, sino hablar, plantear los problemas; hacer sus planteamientos, no sus problemas, que no es lo mismo.

Es decir, se ha venido haciendo un trabajo muy serio, un esfuerzo grande. En ese esfuerzo se ha ido vertebrando cada vez más un número mayor de compañeros, un número mayor de organismos, y yo creo que en ningún otro momento de la Revolución, en ningún otro momento, se ha estado trabajando más seriamente, y con más preocupación, y con más conciencia de los problemas, y con más deseo de vencer las dificultades pasadas y presentes acumuladas, y futuras.

En aquella ocasión se planteó la necesidad de elevar la producción, y abordar en serio toda una serie de producciones que estaban muy deficitarias: producciones de tejido, de calzado, de distintos tipos de productos.

El déficit en algunas de esas producciones se hizo evidente ayer aquí, cuando hablábamos, por ejemplo, del problema de la producción de vidrio, de envases de vidrio, de la “Orlando Cuéllar”. También se hizo evidente aquí el esfuerzo que se está realizando, tanto por el compañero que enviaron para aquel centro, como por el ministerio, como por todo el mundo, para empezar a sacar del atolladero a esa fábrica. También se habían hecho patentes en la reunión del ICP los problemas con la planta de gas, por los años y por todo, porque estaba todo en espera de una planta nueva que se estaba haciendo, que después tuvo dificultades tecnológicas, y mientras se encontraba una nueva solución para hacerla...

Es decir, en las distintas asambleas han aparecido algunas industrias importantísimas con problemas. También se hizo evidente en la industria ligera algunos de los problemas en artículos que inciden mucho sobre la población: la cuestión textil, la cuestión de la fábrica de Ariguanabo, los millones de metros cuadrados de tela que se habían dejado de producir, los problemas que tenía Ariguanabo, problemas de fuerza de trabajo y problemas administrativos y de distinta índole; los problemas de Alquitex y de distintas plantas. Se ha venido haciendo un esfuerzo serio también en esa industria que tiene un peso muy grande en la disponibilidad de tejido que tenga el país. En fábricas de calzado...Es decir, se han estado buscando todas las industrias que inciden mucho en los consumos de la población, haciendo un especial esfuerzo en ellas. Y en muchos centros se ha ido levantando la producción.

En algunos centros, por ejemplo, como la fábrica de harina de Santiago de Cuba, no sé si fue ya en el mes de septiembre, rompió los récords históricos de producción. Otras plantas iban levantando la producción.

Se inició un movimiento fuerte contra el ausentismo. Claro que todavía no es ley, y los obreros están pidiendo leyes y leyes duras contra el ausentismo. Pero todo eso es un proceso en que se tomaron las opiniones, se iba a discutir en todos los centros de trabajo. Más que leyes contra el ausentismo, leyes contra la vagancia, y entre las formas de vagancia, el ausentismo ese consuetudinario y vicioso. Y todo eso está por cubrir algunos trámites de análisis de los proyectos.

Aquí se ha hecho todo tipo de proposiciones. Ustedes recordarán al santiaguero de la fábrica “Héctor Pavón” (APLAUSOS), lo que él proponía ahí. Y decía eso: “Hierro con el ausentista y no sermones con el ausentista” y cosas por el estilo. Y también la fórmula que estaban proponiendo allí de poner un cuartico con una camita, y al ausentista decirle: “Bueno, ahora vas a vivir en la fábrica para que no te ausentes” (RISAS). En fin, múltiples sugerencias de todo tipo, que lo interesante de todas es que revelan una voluntad del obrero de enfrentar el problema del ausentismo, el problema de la vagancia y el problema del parasitismo en todas sus formas, ¿no? Porque, ¿quién sino el obrero, que trabaja con sus manos, suda su camisa, puede tener conciencia de este problema?

Como también en los maestros aquí en la reunión se evidenciaba su preocupación por actividades que obstruían su trabajo, la influencia que ciertas manifestaciones —la influencia que puede tener la televisión—, ciertas actividades culturales ejercían, es decir, no la televisión, no la televisión en sí; la televisión es un gran instrumento. Ahora mismo la televisión está sirviendo de instrumento para la divulgación de las ideas que estamos haciendo aquí. Pero ciertas desviaciones y ciertas actividades que ejercían una influencia negativa y que ellos llamaban el efecto del medio ambiente sobre el niño. Y tenían los maestros una posición dura sobre ese problema; como el agricultor que ve que la bibijagua llega, y él está cultivando la matica y se la comen. Pues el maestro también tenía una participación...

Bueno, yo pienso que los maestros tengan la oportunidad de expresar todos esos criterios en un congreso de educadores que va a tener lugar. Habríamos querido que fuera en diciembre, pero parece ser que va a ser en el mes de abril, un congreso de educadores.

Fue muy interesante la asamblea de los maestros y se revelaron muchos directores de escuela, es decir, directoras y directores de escuela de gran carácter, de gran capacidad, gran preocupación; gente que han estado ahí a brazo partido en otra forja, que es la forja de caracteres, la forja de revolucionarios en la escuela, y luchando en condiciones muy difíciles (APLAUSOS).

Ese congreso de los maestros va a ser un acontecimiento muy importante, porque creo que se van a establecer pautas sobre la educación y se irán desarrollando también ideas muy revolucionarias sobre la educación. Y desde luego que es imprescindible que en ese congreso haya una fuerte representación de los obreros, del movimiento obrero, porque la educación es una tarea que requiere el apoyo de todos y es decisivo el apoyo de los obreros. Y los maestros tienen problemas que necesitan el apoyo de toda la sociedad.

Ese congreso será aproximadamente en el mes de abril, pero van a tener un encuentro, un encuentro a fines de año preparatorio del congreso.

Decíamos que los obreros tienen una posición dura contra la vagancia, el ausentismo y el parasitismo, como los maestros la tenían en el otro problema. Y los obreros sienten las consecuencias que trae: la carga de trabajo peor se la dan al mejor, en fin, múltiples ejemplos de ese tipo. Además, es un gravamen, es un consumidor que no produce. Y nadie más que los obreros pueden desarrollar ese sentido de lucha y tener una actitud dura frente al parásito, y frente al consumidor que no produce porque no le da la gana, porque quiere vivir de los demás. Y que hemos dicho que ese es un ladrón, ¡un ladrón!

Los niños, los ancianos, los enfermos, esos lo tendrán todo. Se trabaja para ellos, para los que no pueden producir, para los que lo necesitan. Para el vago no. Porque no se van a convertir en nuestros explotadores, nuestros nuevos explotadores.

Nosotros sabemos los pensamientos que tienen los obreros sobre esos y otros problemas, de una actitud dura y firme frente a ese tipo de manifestaciones. Y si algunos todavía no han tenido oportunidad de conocer del brazo obrero tal vez tengan oportunidad de conocerlo, ¡y recio y duro! (APLAUSOS), cuando golpee como un mandarriazo sobre los vicios burgueses que nos quedan, como un mandarriazo.

Y decíamos que se ha estado librando una batalla, y se hizo el Bono de los 100 días. En fin, un esfuerzo serio por elevar la producción y superar los problemas que tenemos. Aliviarlos, no vamos a superar todos nuestros problemas, y estaremos años con problemas. Pero, en fin, en la medida de lo posible aliviarlos y mejorarlos y dondequiera que una situación pueda ser superada, superarla.

Bien: en esa situación hemos estado. ¿Pero cuál es en este momento nuestro más difícil problema y una de las más difíciles pruebas? Nuestro más difícil problema, una de nuestras más difíciles pruebas es esta zafra, es esta zafra. ¿Y por qué?

La otra zafra era una zafra grande, y estuvo precedida de una gran campaña, de una gran toma de conciencia del problema; y todo el mundo estaba mentalmente preparado para aquella zafra. Lo difícil de esta zafra es que nosotros tenemos que hacer esta zafra porque es imprescindible, y a la vez no echar por tierra todo este esfuerzo que hemos venido haciendo en estos meses por mejorar problemas que teníamos, elevar la producción en una serie de fábricas fundamentales. En la asamblea aquí se veía cuántos trabajos hay que hacer de mantenimiento, en industrias, por ejemplo en la misma industria eléctrica, y todos los problemas derivados de eso.

Este es un momento en que estamos realizando una serie de construcciones industriales, en que nos proponemos llevar a cabo una política de instalar hasta el último hierro que ha entrado en este país, todas las plantas termoeléctricas que tenemos y todas las máquinas que han llegado, como cosa fundamental y principalísima. Hay que montar un montón de máquinas, frigoríficos, fábricas de hielo, pasteurizadoras de leche, que las necesitamos para el proceso de la leche, para el hielo en la pesca, hielo para la población, para la conservación y distribución del hielo; frigoríficos también para la agricultura, para conservar los productos, instalaciones de todo tipo que tenemos que montar y que estamos seriamente decididos a llevar a cabo.

Además, la instalación de 150 centros de acopio sin parar ninguna inversión industrial. El criterio es que inversión industrial que se empiece a hacer no se pare. Hay que hacer molinos de arroz, secaderos de arroz. En fin, hay una cantidad de trabajo serio que realizar.

Si ustedes se ponen a analizar, por ejemplo, los puertos, verán que esos puertos revientan, no pueden aguantar la carga que entra y sale, que ha crecido, igual que ha crecido nuestra población. Y son los mismos puertos, y los problemas de dragado de esos puertos, de muelles, de almacenes —hay almacenes ahí que tienen 50 años.

Y todos estos problemas son juntos: el de la vivienda, el de la escuela, el del almacén, el de la fábrica, el del camino, el de la presa, el del acueducto, el del alcantarillado, el del pavimento de calles, el del transporte. Todos esos problemas están juntos. El mantenimiento de las líneas de ferrocarril, la reconstrucción de algunos tramos. Todos esos problemas están ahí.

Que no tenemos la existencia que existía en el pasado de madera dura para polines, las adquisiciones que hacemos no resuelven el problema, es un tipo de madera que no es apta, la necesidad de meter ahí el hormigón en el ferrocarril, con técnicas que ya se han desarrollado en Cuba, pero perfeccionarlas; control de calidad de todos esos productos, de manera que puedan llenar su función. El país tiene un montón de acumulaciones que no son solo las acometidas de la electricidad, ni los balones de gas, ni las ruedas de los vagones del ferrocarril. Tiene otras mucho más grandes que todas estas. Yo les señalé algunas.

En puerto solo, lo que tiene que hacer de dragado... y las dragas que hay son viejas, y no alcanzan, y son costosas las nuevas dragas; y además de las dragas los remolcadores, y además de los remolcadores es hasta el problema del botecito del práctico, porque en materia de puerto hay que atender desde las boyas y los faros, todo, hasta los dragados de todos los puertos. Los remolcadores, los muelles, los equipos para descargar los barcos, los almacenes. En fin, es una cadena seria, seria, seria, todas esas cosas acumuladas, y hay que hacer grandes trabajos en todos esos campos, algunos de ellos impostergables.

Y en industrias hay que montarlas todas, y además los 150 centros de acopio que están haciendo en “Cubana de Acero”, montarlos. Y los 150 más que van a construir de aquí a abril, ellos los construirán en el primer semestre. Y todo eso hay que estarlo montando durante el año 1971 sin parar una sola inversión industrial, y es más: abriendo nuevas inversiones industriales.

Hay que terminar la instalación de la planta de O'Burke, la segunda unidad de Nuevitas, la terminación de la primera —que se planteó aquí que necesitaba terminación—, la de fertilizantes de Nuevitas, la mezcladora de Felton, el semiacero de Felton, terminar la de nitrógeno de Cienfuegos, que ya se termina ahora a fines de este año o principios del otro, venir a montar una serie de industrias que hay que hacer. Y todos esos trabajos hay que hacerlos, no se pueden parar. Y una serie de industrias fundamentales no se pueden parar. Pero a la vez tenemos que hacer una zafra grande. Ese es el problema.

¿Y cómo nos la arreglamos dentro de esa situación: no echar por tierra todo el esfuerzo que venimos haciendo y además hacer la zafra? Porque de la zafra, desde luego, señores, no se puede prescindir. Y hay muchas personas que piensan que de la zafra se pudiera prescindir, tranquilamente. Los problemas de la zafra se comprenden perfectamente bien si se tienen en cuenta los siguientes hechos, nada más que algunos datos: si partimos del año antes de la Revolución, con una población de casi 2 millones menos de habitantes, había sin embargo una fuerza de macheteros habituales, que nadie los contó nunca pero que se calculan entre 350 000 y 400 000. Es decir, en un determinado momento del período republicano los macheteros habituales nunca faltaron.

La caña tiene su historia, la caña está relacionada con uno de los más inhumanos episodios y uno de los más inhumanos dramas de la humanidad, que fue el problema de la esclavitud. Y al lado de la agricultura cañera metieron la esclavitud. Al principio de la república, cuando el gran desarrollo cañero, vinieron inmigraciones de otros países. Al final, nada; al final, el hambre resolvía el problema de la caña, ¡el hambre! El tiempo muerto y el desempleo se encargaban de resolver el problema de la caña. Eso neto, esa cosa neta que se llama hambre y desempleo.

Una reserva de trabajadores sin empleo, y no faltaba ningún machetero en ningún cañaveral ni en ningún central de Camagüey, ni en ninguna parte; ni de Camagüey ni de ninguna parte. Ahora, al cabo de ocho años de Revolución de aquella fuerza de unos 350 000 ó 400 000 macheteros habituales quedaban en 1967 —y parece que alguien los contó— 143 368. Pero en 1968 quedaban 105 598. Y 88 300 en 1969. Y en 1970, habituales quedaban 79 752. Y parece que para 1971 quedan 72 986. Esos son los habituales cañeros que quedan en este país.

Aquí el problema de la necesidad de mecanizar el corte sí se hizo evidente desde que empezó a reducirse todo esto. Y se empezaron a hacer las primeras maquinitas y los primeros esfuerzos y las cortadoras. Y además, no había cortadora de caña por ninguna parte.

Ha sido un período de esfuerzos. Los soviéticos trataron de ayudar y han ido desarrollando máquinas cada vez mejores, pero todavía no del tipo de máquina que se pueda decir: el problema está resuelto, a producirla en masa.

Aquí se han desarrollado máquinas buenas. Voy a decir algo más: a nivel de taller y de diseños allí, en el Ministerio de la Industria Básica han llegado a producir máquinas incluso óptimas. Pero entre una máquina que se produce ahí, incluso con una limita si quieren, haciendo artesanalmente todas las piezas, y una máquina que funcione satisfactoriamente, con todos los sistemas de hidráulico y todo el complicado mecanismo que tiene, hay un gran trecho.

En eso en realidad hubo un cierto momento que nos hicimos la ilusión de que la industria podía resolver el problema. Se inventaron los centros de acopio, se inventaron las combinadas Henderson, que cortan, aunque, desde luego, hay que traer el buldócer, que es caro.

Este problema de la mecanización ha sido realmente una preocupación, pero también ha sido una tarea muy difícil de vencer. Y sin embargo, la disminución, el éxodo, la emigración del cañaveral como trabajo habitual fue incomparablemente más rápido de todo lo que puede haber ido la mecanización. Y es el hecho de los recursos fundamentales del país, o el recurso fundamental del país es la caña.

Hablábamos de que la inmensa mayoría de todo lo que usamos tenemos que importarlo. Eso depende de la estructura de nuestra producción, estructura que, además, no se puede cambiar así en un abrir y cerrar de ojos. Hay algunas industrias que se vienen desarrollando. La misma industria mecánica se está desarrollando en Cuba por primera vez. La producción de fertilizantes —y sin discrepancia con los compañeros de Cubanitro de Matanzas— se empieza a desarrollar, y ellos fueron los primeros que produjeron fertilizante nitrogenado. Antes se mezclaba, pero por fin creo que ayer quedó claro que aquello no era una mezcladora sino una señora planta productora de fertilizantes (APLAUSOS). Afortunadamente, aparte de esa planta la gran planta de Cienfuegos, y una planta llamada a terminarse en 1973 que debemos hacer un esfuerzo por terminarla en 1972, donde en conjunto el país estará produciendo fertilizante ya propio no lejos del millón de toneladas, pero por lo menos unas 800 000 aproximadamente, cerca de 800 000 toneladas, independientemente de la mezcla.

Hay que decir algo también: que los compañeros de la planta de fertilizantes que tenemos allí en Regla, o en las proximidades de Regla, también producen superfosfato partiendo de la roca fosfórica, lo cual no es una simple mezcla. Ellos producen el superfosfato y después lo mezclan con otra cosa, pero primero lo producen —es la verdad— y en condiciones bastante duras, según atestigua el compañero que vino a representarlos aquí, aunque con algunas mejoras que últimamente se han producido por allá.

De modo que empiezan a desarrollarse algunas ramas industriales aquí. Y ese proceso es lento.

Nosotros dependemos del comercio exterior, renglón fundamental: el azúcar. Luego hay una conclusión clara, clara, clara, que tenemos que ponérnosla en la cabeza, y es que no podemos prescindir de la zafra. Eso es muy importante. Y que desgraciadamente la zafra tenemos que hacerla fundamentalmente cortando caña. Es decir que el proceso de mecanización es lento.

Los 150 centros de acopio esos solo algunos entran en esta zafra, pero se irán montando a lo largo ya del primer semestre y en el segundo semestre se montarán los otros 150. Será en 1972 que esos centros de acopio ayuden; las máquinas Henderson será casi prácticamente en la próxima zafra. De esta forma se ha ido produciendo el éxodo del cañaveral.

Ahora, ¿dónde están los macheteros? Todos no se han puesto viejos. Es verdad que, desde luego, nadie ingresa en el sindicato de macheteros (RISAS), a no ser por necesidad, como hemos tenido que ingresar todos de alguna manera. Yo creo que cuando se haga ese sindicato va a ser el más grande de todos, porque por lo menos a título de haber cortado alguna caña alguna gente, todo el mundo ha cortado algo, o casi todo el mundo.

Sería interesante, y yo creo que el Ministerio del Trabajo tiene que averiguar dónde están todos los macheteros (RISAS), aunque sea a título de información, para que conozcamos todos. Aunque les vaya decir, en realidad el problema es que parte ha envejecido, no hay ningún ingreso, y muchos han adquirido otro oficio y otras actividades.

Por aquí yo tenía un estudio de 1968 en una granja que faltaban 103 macheteros, y tenía: en mecanización y taller de mecánica, 9; agricultura no cañera, 5; ganadería 1; forestal, 2; cargos de dirección, jefe de brigada, lote y departamento, 10; cargos administrativos en la agricultura, listeros, 3; transporte agrícola, carreteros, 3. De los macheteros, desde luego, se han ido nutriendo otras muchas actividades, sin duda. Así que habían ido pasando a distintos sectores, algunos habían ido a estudiar, otros habían ido a maquinaria, otros habían ido a transporte. En fin, una cosa natural: siempre fue la aspiración de todo ciudadano el mejorar del tipo de trabajo que venían haciendo. Eso es una realidad. Eso era lógico que ocurriera así.

Ahora bien, ¿acaso la gran migración de obreros del campo a otras actividades ha implicado un gran incremento de producción? ¡No! Hay para nuestro país el muy serio problema de la fuerza de trabajo. Claro, este fue un problema que prácticamente sorprendió a todo el mundo, porque al triunfo de la Revolución, con una población mucho más pequeña, era el problema de medio millón de desempleados. Ese era el problema. Bueno, en aquellos primeros años casi se inventaban algunos trabajos para emplear a la gente. De manera que ese problema se presenta de forma abrupta: nadie planteó el problema de la productividad del trabajo como cosa fundamental. El desempleo era el problema, al revés que hoy. La falta de fuerza de trabajo para actividades fundamentales es el problema.

Sin embargo, la población ha crecido; sin embargo, en algunos renglones la producción no es más alta, en algunos incluso ha bajado, y aquí se hizo evidente en algunos, en otros ha subido mucho. Hay actividades absolutamente nuevas, que no existían. Hay actividades de servicio, como son la educación y la salud pública, que han crecido considerablemente. Pero hay muchas actividades, y todos esos hombres están haciendo algún trabajo.

¿Cuál es el barril sin fondo que se traga los recursos humanos del país hoy? Sencillamente la ineficiencia y la improductividad, la baja productividad (APLAUSOS).

A pesar de que en el año 1959 nosotros estábamos muy lejos de imaginarnos los problemas de ahora, el tipo de problemas que tendríamos ahora, recordamos que defendimos algunos criterios relacionados con la productividad y con el empleo. Vamos a poner una industria —esto puede pasar con casi todas las industrias— y les pido a los compañeros del sector del MINAZ, que nosotros vamos a señalar, que no vayan a tomar esto como un motivo; el hecho de que los tomemos de ejemplo, no se crean los únicos culpables de este país, puesto que todos somos culpables, ¡la culpa está en todas partes, en todas las ramas y en casi todos los centros de trabajo!

El MINAZ se calcula que tenía 91 655 trabajadores en el año 1958; ya en 1966 había aumentado algo, pero no mucho: 94 759; en 1969, 114 519; en junio de 1970, 126 643, ¡ciento veintiséis mil! Es verdad que tienen algunos casos como centros de acopio, que absorben más personal que el que las grúas absorbían; algunas ampliaciones en algunos centrales. Pero no hay proporción: unos 36 000 trabajadores más que en 1958, sin que haya habido esas ampliaciones ni mucho menos que justifiquen ese incremento, y que implican una considerable baja en la productividad de los centrales azucareros.

Se está haciendo un estudio comparativo también, central por central, los trabajadores que tenía en la época del capitalismo allí, descontando centros de acopio, y los que tiene ahora cada central, porque es una manera de ver cómo ha crecido o cómo ha disminuido la productividad del trabajo.

Desde luego, hay estudios aquí sobre productividad por hombres/día en azúcar. Pero en la productividad por hombres/día a veces influye si el central molió un 60% porque no le abastecieron caña; si es una zafra más larga, lógicamente al tener menos rendimiento la caña, en fecha más temprana y más tardía, eso influye en la productividad de azúcar por hombres/día. Pero el dato concreto del personal de los centrales azucareros, ese crecimiento de 36 000, es una cifra respetable. Y por lo general esos centrales se nutren de fuerza que va también del campo.

Nosotros citamos este solo ejemplo, y lo citamos porque nos acordamos de que a pesar de que en el año 1959, como les decía, estábamos muy lejos de imaginarnos los problemas de ahora, tuvo lugar en este mismo teatro —todavía no reformado— una épica contienda de criterios, que fue un acto —que tal vez algunos lo recuerden, porque ustedes aunque son jóvenes la inmensa mayoría, pues de todas maneras no hace tanto, tanto, tanto tiempo, ¡hace nada más que once años!—, fue en 1959, en que en una asamblea plenaria de representantes de todos los obreros azucareros aquí se planteó el problema de los cuatro turnos en la industria azucarera. Y yo me tengo que parar ahí frente a una masa, lleno este teatro, que durante cinco minutos frenéticamente aplaudió la consigna de los cuatro turnos en los centrales azucareros. Entonces mi papel era un papel de verdad desagradable: pararme ahí a argumentar frente a esa consigna. Y argumentar cuando los centrales no eran del pueblo todavía, y que ni siquiera se podía decir que esos centrales iban a ser del pueblo, además, ¡además!

¿Y cómo convencer a aquellos trabajadores, frente a la situación de desempleo, que no se metieran cuatro turnos, cuando era la demanda unánime? Y hubo que argumentar desde el punto de vista económico el problema, y decir que aunque los centrales eran de los capitalistas, el dinero que ingresaba no era de ellos, que eso tenía que invertirse en el desarrollo del país; que si no lo invertían en el desarrollo del país, lo invertía la Revolución en el desarrollo del país.

Hubo que explicar cómo nosotros no resolveríamos nuestros problemas repartiendo el empleo que teníamos sin crear nuevas riquezas, y que nuestro problema era desarrollar la economía del país, crear nuevos empleos para crear nuevas riquezas. Y que ese camino, el camino de repartir el empleo que había, era un suicidio, un engaño y un suicidio. Así, claro.

Y argumentamos con los obreros, y los obreros comprendieron. Y, por supuesto, la prensa burguesa estaba contentísima al otro día; decía: ¡Qué muchacho más sensato (RISAS), qué bien razona, como defiende la economía! Claro: ¡Nosotros estábamos defendiendo la economía de la Revolución, no la de los burgueses! Pero ellos por un instante se imaginaron todo eso.

Nosotros no nos olvidamos de aquello, porque es que en realidad si se hubiera podido argumentar, se habría podido argumentar razones decisivas para eso, mucho más sólidas: Miren, señores, todos estos centrales van a ser del pueblo, y todos estos centrales los vamos a nacionalizar. Pero no se podía decir aquello. Y, sin embargo, aun dentro de esas condiciones, el argumento era válido. ¿Cómo no habría de ser diez veces más válido ese argumento si los centrales esos iban a pasar a formar parte de la economía de todo el pueblo?

Y ya ven ustedes lo que son las cosas: aquel rato, aquel titánico esfuerzo —hay que llamarlo que era titánico, porque hay que ver lo que era una asamblea llena de delegados de todos los centrales, que además creo que andaban en huelga y pidiendo los cuatro turnos—; y ya ven ustedes: si en aquella época se hubiera aceptado los cuatro turnos, habrían ingresado como 25 000 ó 30 000 obreros en la industria azucarera. ¡Y al fin y al cabo han ingresado cuatro turnos y medio! ¡Cuatro turnos y medio han ingresado! ¡Han ingresado treinta y seis mil!

Y eso que pasó en la industria azucarera ha pasado en muchas industrias, en muchas industrias. Y eso, desde luego, no es desarrollar la riqueza; eso, desde luego, no es desarrollar las fuerzas productivas. Lo que así se produzca, ni se come, ni se calza, ni se viste, ni se digiere; lo que así se produce, no le resuelve problemas a nadie. Y problemas tenemos, ¿verdad?, y los conocemos, y los vemos incesantemente y en todas partes. Lo mismo cuando se pide zapatos, ropa, medias, cualquier cosa, que todo el mundo ve —como decimos— la necesidad al lado y los problemas no los ve tan cerquita, las cuestiones fundamentales.

Es decir que ese éxodo hacia muchas industrias, ese gran éxodo, una buena parte del éxodo ha pasado hacia la improductividad.

Y ese es, señores, el barril sin fondo que se puede tragar todos los recursos humanos del país. Y lo que se traga los recursos humanos del país, se traga la riqueza del país, se traga el bienestar del país, se traga los bienes materiales que tan imperiosamente necesitamos. Porque si bien es cierto que muchos, o una parte importante de nuestros problemas no los resolvemos solamente con recursos humanos, hay que decir que una gran parte de nuestros problemas hoy están en dependencia de los recursos humanos y del uso adecuado y correcto de los recursos humanos en renglones que son decisivos y que son prioritarios para la economía.

Nosotros no podríamos quejarnos nunca de los recursos humanos que han ido a escuelas, a hospitales y a servicios por el estilo, ¡no! Muchos de ellos han sido también recursos humanos femeninos, los que han ido sobre todo a la educación y a la actividad también de los servicios médicos.

Y nosotros repetimos: tenemos una economía que depende de un producto donde la productividad es baja, que es la caña.

Si nosotros como otros países, países subdesarrollados, tuviéramos grandes recursos naturales de otro tipo —porque nosotros tenemos recursos naturales, pero son de un tipo específico... Hay países que tienen enormes recursos mineros, petróleo por ejemplo, que con 10 000, 15 000, 20 000 personas producen 1 000 millones en divisas; otros países, tenemos el caso de Chile que tiene el cobre, con algunas decenas de miles de obreros produce 1 000 millones en divisas.

Nosotros tenemos un gran recurso mineral, el níquel. Pero, ¿cuánto requeriría el níquel en inversiones? Enormes inversiones de complejidad técnica.

Nosotros podríamos también con el níquel teóricamente, suponiendo mercado para todo ese níquel, con unos 25 000 a 30 000 obreros, producir 1 000 millones en divisas: pero habría que invertir 1 000 millones en tecnología costosísima, 1 000 millones de dólares.

Nuestro sol es un recurso natural valioso, la caña es un recurso natural valioso. Tiene algunos inconvenientes. Son industrias que pueden producir la mitad del año. Es uno de los problemas ya: que crea un tipo de trabajo cíclico.

Ahora, después vinieron las teorías del trabajo permanente en los centrales azucareros y todos estos 123 000 permanentes. Ahora hay que buscar la manera de verdad de cómo utilizamos nosotros esos recursos humanos en el tiempo que no trabajan los centrales. Hay que revisar todas esas teorías y todas esas cosas, porque es el tipo de industria que la desarman todos los años, cuando por lo general la industria trabaja todo el año; todos esos conceptos del tipo de reparaciones que se hacen.

Aun suponiendo que utilicemos en el mantenimiento una parte de estos obreros, pero de ninguna manera puede ser más del 50%. Y hay que pensar, aunque sea en fórmulas de ese tipo, resolver problemas con esa fuerza de trabajo, sobre todo en construcciones, en soluciones similares de problemas de viviendas, de escuelas, de viviendas en los centrales y en el campo, de industrias y de otro tipo de cosas, porque hay que pensar ese recurso humano utilizarlo.

Pero si esto es solo en la industria. Ahora calculen todo el transporte, los embarques de esta azúcar, más los que la tienen que cortar, más los que tienen que transportar a los que la cortan.

En la industria azucarera, en un cálculo que hizo el Ministerio del Trabajo, había no sé si era unos 600 000 hombres/año.

JORGE RISQUET.- Quinientos mil.

CMDTE FIDEL CASTRO.- Me parece que ustedes sacaron un cálculo mayor. Pero bueno: 500 000 hombres/año para producir menos de 1 000 millones en divisas, para producir menos de 1 000 millones en divisas.

Luego tenemos la circunstancia especialísima de que el producto fundamental de nuestra economía deviene de una producción que, en tanto no se logre dominar completamente su tecnificación, emplea medio millón de hombres/año.

Aun así. Vean solo en la industria: si tuviéramos 90 000, si tuviéramos 100 000 en la industria, aunque la caña se cortara toda en máquina todavía tendríamos 100 000 hombres trabajando en la industria. Y desde luego, siempre habrá un número alto; cuando todo estuviera mecanizado, algunas decenas de miles de hombres.

Pero, desde luego, el problema está en la magnitud del volumen de hombres que el país tiene que emplear en su actividad fundamental, y que lógicamente esos hombres entonces no pueden estar ahí y a la vez construyendo o haciendo un montaje industrial o en una fábrica. Aunque, desde luego, es esta escasez de hombres hoy por hoy una cosa inevitable, era inevitable esa escasez. ¿Tenía el país alguna manera de evitarlo?

Nosotros tenemos otra actividad en que hemos tenido que invertir grandes recursos humanos además de la zafra, es decir además de la producción azucarera, que es la defensa del país. Son dos factores en los cuales nosotros hemos tenido forzosamente que invertir grandes recursos humanos, aunque es cierto también que en parte hemos conciliado ambas cosas y que los soldados han estado participando en número elevado en el corte de caña determinado período, porque tienen que realizar otras actividades después relacionadas con la defensa.

Pero nosotros a través de la agricultura tenemos que producir los productos alimenticios fundamentales, además de la caña. Y sobre todo lo difícil es cuando viene este momento crítico.

En realidad en el país se han mecanizado unas cuantas actividades, en realidad en nuestro país se ha disminuido el esfuerzo que los hombres tenían que hacer en el pasado en una serie de actividades. Hoy nadie de hecho tiene que cortar y alzar la caña. La inmensa mayoría de la caña, un porcentaje altísimo —no sé si es el 80%, el 85% o el 90%— hoy se alza con máquinas, hoy se alza con alzadoras. En el pasado toda esa caña tenía que cortarse y alzarse a mano.

En el país, por ejemplo, ya una gran parte del azúcar se embarca a granel. En el pasado todo el azúcar tenía que embarcarse a hombros de hombres, y no había ni un solo equipo de azúcar a granel, ni lo habrían permitido los obreros. Y, sin embargo, hoy una gran parte del azúcar se embarca a granel. Y se seguirán construyendo almacenes de azúcar a granel.

En el país hoy una gran parte de la construcción se hace con grúas y se va mecanizando el proceso de la construcción. En el país hoy nadie hace carreteras con picos ni con palas. Se hace con buldóceres y con equipos todos los trabajos que se hacen en el campo.

En el país hoy prácticamente es muy poca la tierra que se are a mano, es decir se are con bueyes; en el pasado la inmensa mayoría de la tierra la tenían que arar los hombres con bueyes: el buey delante y el hombre detrás agarrado al arado, casi sin ninguna diferencia con el animal. Y así era como se preparaba la tierra en nuestros campos.

Es decir que casi todas las actividades fundamentales se hacían a través de penosísimos trabajos. La zafra se hacía con 15, 16 y 17 horas de trabajo diario. Y así: construcción, zafra, aradura de tierra, embarques de azúcar.

En el país casi toda la caña se tiraba con bueyes y con carretas, que tenían que levantarse los hombres a las 2:00 de la madrugada a buscar los bueyes en el potrero, enyugarlos y acostarse quién sabe a qué hora de la tarde. Hoy la inmensa mayoría de la caña y de todas las transportaciones agrícolas se carga en camiones y en tractores.

De manera que cuántas actividades no se han humanizado, cuántas actividades no se han suavizado y han exigido menos esfuerzo del hombre.

Y, sin embargo, ¿cómo ahora que somos dos millones más de habitantes, cuando ya no hay que alzar la caña, resulta un serio problema hacer la zafra? A pesar de centros de acopio, porque aun con eso, que ha permitido elevar la productividad del trabajo o del machetero.

Entonces, a pesar de eso, estamos ante la situación de que la zafra se convierta en un problema fundamental, decisivo y serio del país.

Y decíamos que las demás actividades han ido absorbiendo fuerza de trabajo. La productividad prácticamente se olvidó, y la improductividad es el abismo que amenaza tragarse los recursos humanos y la riqueza del país. Y, desde luego, tenemos que tomar conciencia y, ustedes, los trabajadores, tienen que tomar conciencia de este problema. Son obligaciones que no se pueden soslayar, son realidades que no se pueden rehuir.

Los compañeros del ministerio están estudiando el problema de la normación de 660 centros de trabajo. Así, por ejemplo, aquí hay algunos casos donde se ha estado trabajando en la cuestión de la normación. Ellos escogieron algunos centros de trabajo, donde este fenómeno de la productividad cobra especial importancia. Aquí tienen:

“Fábrica de calzado Amadeo. La plantilla que había era de 234 trabajadores; la plantilla que proponen los normadores es 180 trabajadores, es decir, 54 menos. La producción diaria: 600 pares de zapatos; la producción diaria en el proyecto es 900 pares de zapatos. La productividad por trabajador: 2,56; la productividad que proponen ellos es 5 pares de zapatos diarios, es decir, un 95% de incremento en la productividad.

“Medidas:

a) Normas a cada puesto de trabajo;

b) Armonización del proceso, introducción de equipos sencillos de

calzado;

c) Construcción área de almacenaje, ya que perturba u obstruye los movimientos la forma actual, pues la poca capacidad de los almacenes de materia prima y de productos terminados estorba el mejor desenvolvimiento del proceso y de los trabajadores;

d) Cambiar de lugar la cantina por los mismos motivos. Se aprovechará mejor el tiempo;

e) Instalación de una nevera en la planta alta para evitar pérdida de tiempo de los trabajadores por concepto de tomar agua y tener que bajar.

“Otro centro de trabajo del MINSAP: Laboratorios 'Saúl Delgado', antiguo Sarrá. Elaboración de productos farmacéuticos. Antes: plantilla, 456 trabajadores. Proyecto: plantilla, 456 trabajadores. Producción mensual antes: 4 618 494 unidades; producción mensual en el proyecto: 8 400 312 unidades. Productividad por trabajador: 10 121 unidades mensuales. Eso era antes. En el proyecto: productividad por trabajador, 18 421 unidades mensuales. Aumento de la productividad por trabajador: 82%.

“Medidas que se tomaron:

1.- Instalación de cuatro lavadoras de frascos de producción nacional.

2.- Instalación de tres retapadoras de frascos de importación.

3.- Organización del trabajo, eliminando pérdidas y armonizando el flujo de producción.

4.- Establecimiento de normas.”

Este plan ha sido ya aplicado y comprobada su veracidad durante dos meses.

Aquí tienen otro donde todavía la elevación es más alta entre lo que hay y lo que proponen:

“Preparadora de calzado La Habana. Antes: plantilla aprobada, 115 trabajadores; plantilla cubierta: 99 trabajadores. Producción diaria: 375 pares. Aprovechamiento jornada: 73,3%. Pérdidas organizativas: 18,2; pérdidas de indisciplina: 8,5. Productividad por hombre: 3,68 pares diarios. Proyecto aprobado por los trabajadores: plantilla, 64 trabajadores —51 menos que la aprobada, 35 menos que la cubierta. Producción diaria: 1 200 pares; producción por hombre: 18,75 pares diarios. Aumento de la productividad, 509%.”

Claro, este no es el típico, ¿no? Hay otros que pueden ser 20, 25, 30. Y estos son normadores sin una gran experiencia. Diríamos que posiblemente sin todavía encontrar el óptimo.

De manera que estos son ejemplos claros que ya no dependen de factores ajenos, sino que están en nuestras manos. Hay así algunos otros casos.

De manera que aquí se ve que hay una posibilidad enorme, que tenemos todavía recursos enormes, que nosotros tenemos, con la productividad que se puede alcanzar, y productividad prácticamente con ninguno o muy poco esfuerzo adicional, con algunos cuellos de botella que se resuelvan, con una mejor organización, con un mejor aprovechamiento de la jornada de trabajo, con más disciplina, con cierta racionalidad, con cierto sentido común, con una serie de detalles.

Hay otros ejemplos que nosotros podríamos citar en algunas brigadas de caminos, que tenían el doble turno, y que realmente ahora con la tercera parte de los hombres que tenían el año pasado están construyendo más. Es decir que aquí se habló de algunos lugares. En otra serie de actividades se puede aplicar este mismo principio y puede haber un gran ahorro de fuerza de trabajo.

De manera que pudiéramos repartirnos la tarea. No se trata de que algunos hombres tengan que cargar todo el peso, ir a hacer los trabajos más duros. No. Pero que entre todos pudiéramos repartirnos las tareas, de cualquier tipo que sean. Y de verdad que creo que todos podemos y debemos participar en la producción de bienes materiales. Todos podemos y debemos hacerlo, de cualquier cosa: lo mismo se corta caña un día, que se hace otro día otro trabajo, que se hace una asamblea, que es de los trabajos en realidad que debieran de racionalizar, porque resultan de los más duros, ¿no? Yo quisiera que me racionalizaran de las asambleas. Si me piden un trabajo voluntario voy para otro. Pero bien: las asambleas hay que aceptarlas porque son útiles y hay que seguirlas haciendo.

Queremos decir ciertamente que entre todos tenemos que repartirnos el trabajo.

Claro está, resulta absurdo un obrero altamente calificado que maneja una máquina, ir y mandarlo a cortar caña. Si a cualquiera de nosotros, que pudiera considerársenos calificados para algunas tareas políticas, nos mandan a cortar caña nos hacen un favor, porque por lo menos mentalmente nos refrescamos, sudamos, nos desintoxicamos, hacemos ejercicio, todas esas cosas. Se hace más daño si sacan a un obrero altamente calificado que maneja una máquina y lo ponen a cortar caña.

No es racional que hagamos eso. Pero somos bastante gente no altamente calificada, somos bastantes, que podemos de una manera o de otra repartirnos las tareas, y resolver este problema.

Hoy el corte de caña, cuando ya los habituales de la caña desaparecieron, no se puede resolver diciendo: bueno, aquí 200 000, 300 000 ciudadanos de todas maneras, a la cañona, tienen que ser cortadores de caña. No, así no se puede resolver el problema. Esa no es solución. La solución está a largo plazo en las máquinas, pero a corto plazo está en la comprensión del problema, en la comprensión por los trabajadores, en la comprensión por el pueblo de este problema, y en la comprensión de todos. Comprensión de todos es todo: los obreros, los organismos, los ministerios, ¡todo el mundo! La zafra no es un problema de los centrales solo, del MINAZ y del otro, ni del que está en una granja cuidando un lote de caña: la zafra es problema de todos, y cuando es problema de todos, todos tenemos que participar en ese problema y todos tenemos que preocuparnos por el problema y todos tenemos que hacer un esfuerzo en el problema. Nadie puede rehuir esa obligación. Ese es un tipo de obligación que nadie puede tomarse el lujo de rehuirla, igual que nadie rehuiría aquí el peligro, ¿no?, si nos amenazan, si viene una invasión. Ningún revolucionario, ningún trabajador consciente rehuiría el peligro, y sentiría una vergüenza muy grande en decir: no, yo no me movilizo, yo no tomo un arma, yo voy para mi casa.

Bueno, lo que pasa es que para arriesgar el pellejo, en realidad, no hay que sudar tanto para eso, y se pasa mucho menos trabajo que para cortar caña. La gente tiene esa virtud del heroísmo, por lo general. Y tiene la otra también, pero siempre tiene muchos más voluntarios el peligro. Cuando la llamada es al patriotismo, en lo más hondo, es casi unánime. Cuando llegan las otras obligaciones no son unánimes.

Somos un poco unilaterales en la forma en que cumplimos nuestros deberes: para algunos, todo, y para otros deberes entonces no. Y, desde luego, quiero dejar constancia de eso, de cómo vemos nosotros la cuestión: el problema de la zafra es un deber de todos. Pero no solo es un deber de todos, no se trata de que digamos: “Hemos tomado conciencia de la zafra y para allá va todo el mundo.” No. No es así. Es mucho más complicado y mucho más complejo que eso.

Nosotros tenemos que resolver el problema de la zafra, y resolverlo sin echar a perder ni echar por tierra el esfuerzo que hemos venido haciendo en el resto de la industria. Y sencillamente esta es la cuestión que se les plantea a todos los ministerios, a todos los organismos y a todo el mundo aquí. No soluciones desesperadas, de correcorre y eso, ¡no!

Hablando de ese tipo de cosas, queríamos explicar nosotros un problema en que algunos obreros nos preguntaron sobre la cuestión de la quema de caña. Entonces, se va a seguir una política nacional en la caña que se va a demoler y también en la caña que tenga regadío, en general como política nacional.

En la zona occidental, en la provincia de La Habana, nosotros hemos defendido el criterio de que se emplee la quema. ¿Por qué? Yo creo que se hizo mal en hablar del problema sin explicar los fundamentos, y que dio lugar a que muchos trabajadores se preocuparan. Porque hay incluso una cultura antiquema, y es lógico.

Ahora, ¿qué ocurre y a qué se debe la política por la cual en un porcentaje más alto en la provincia de La Habana podrá ser quemada?

Una de las razones fundamentales —y nosotros se lo hemos planteado a los compañeros de esta provincia— es que en esta provincia tenemos que hacer la zafra con la mitad de los macheteros con que la hicimos el año pasado, ¡la mitad!

¿Por qué? Aquí está el 70% de la industria no azucarera del país. Aquí están las grandes textileras, grandes fábricas de zapato, grandes centros de productos industriales. Y nosotros tenemos que velar por el hecho de que esas producciones no se afecten. ¡Eso es importantisimo!

En segundo lugar, si se quiere tener una productividad alta por caballería de caña, hay que renovar la cepa con bastante frecuencia. La provincia de La Habana tiene sembradas casi 2 500 caballerías nuevas con relación a la zafra de 1970 —entre frío de 1969, primavera de 1970, frío de 1971—, y posiblemente antes del 31 de diciembre se acerque a las 3 000. Posiblemente ya en la primera quincena, en enero, las pueda hacer.

Esa es una reposición del 25% de su cepa. Y con una reposición anual del 25% de la cepa se pueden obtener altos rendimientos en caña, ¡altos rendimientos en caña!, y se puede quemar una extensión mayor.

Además, el microclima de la provincia, con sus lluvias invernales derivadas de los fríos y de los nortes, que si bien a veces afectan la producción azucarera —como nos pasó el año pasado—, sin embargo son lluvias que ocurren con gran seguridad, y permiten inmediatamente cultivar, fertilizar, cultivar con grada entre surcos, e incluso la posibilidad de ahorrar herbicidas para usar el herbicida solo en el hilo de la caña. Es decir, darles un buen cultivo a las cañas.

En tercer lugar, parece ser una cuestión indudable que la mecanización en los próximos 10 años solo se puede hacer realidad a través del empleo de la quema de la caña. Es decir, el problema más difícil nuestro ha consistido no tanto en encontrar una máquina idónea para cortar la caña, como en encontrar una máquina que corte la caña verde.

La Henderson, que corta la caña verde y la mete en un centro de acopio, casi la mitad de lo que llevan esas carretas y esos tractores es paja. Entonces, el costo y la inversión en maquinaria, en carretas, en gomas, hombres llevando todo eso, es enorme. De manera que, cuando usted viene a ver, el efecto mismo de la mecanización lo va reduciendo por los gastos de otro tipo y los hombres que tiene que emplear en la otra actividad. Aunque, desde luego, hay un incremento de la productividad.

En otros países como Australia, Hawai, todos los países que tenían más desarrollo industrial, siempre trabajaron con caña quemada. Claro está que en la quema de caña la cepa no dura 20, 25 años. Pero también, si usted quiere una agricultura cañera de alta productividad, no puede dejar una cepa 25 años. En la quema hay ciertas pérdidas de nitrógeno de la paja; en cambio, hay cierta recuperación más rápida del potasio, del fósforo y de los demás elementos minerales.

Es decir que, a nuestro juicio, la no quema de la caña con máquina tardará años en lograrse técnicamente; puede tardar 10, 15, 20 años —una. Dos: se justificará desde el punto de vista económico cuando ya la paja se emplee en un proceso industrial, como puede ser, mediante un proceso de fermento, la producción de levadura, es decir, de proteína. Porque, mientras tanto, se reúnen dos cosas: una enorme dificultad técnica para cortar caña verde y limpiarla, lo cual implica casi llevar un centro de acopio sobre cada máquina —una enorme dificultad de tipo técnico para resolver eso—: y los enormes costos que se derivarían de esa mecanización para cargar un producto que no va a tener un uso industrial.

De manera que, como no podemos seguir en esta desesperada situación de corte a mano, como es desesperadamente necesario mecanizar el corte, nosotros tendremos que aceptar la realidad de ayudar a la mecanización —como han hecho los otros países— empleando la quema.

Todo esto, desde luego, tiene limitantes hoy día, en la misma medida en que hay zonas del país donde no llueve, en que el daño a la cepa es mayor. Pero en la medida en que vayamos extendiendo los sistemas de regadío, a la vez que también vamos desarrollando las siembras de caña en áreas llanas, iremos creando las condiciones para facilitar la mecanización empleando la quema de la caña.

Hay, desde luego, un limitante que es el único que debemos tener en cuenta, el fundamental. El limitante ha de ser allí donde vaya a ocasionar daño al machetero. De manera que una parte se corte quemada, un número de días, y otra en caña verde.

Desde luego, en experiencias que se hicieron el año pasado se demostró que los macheteros preferían la quemada, tenían productividad mucho más alta. Es decir, una grúa se convierte en un centro de acopio. Ahora, tiene también sus inconvenientes: no puede estar siempre o no se debe estar siempre cortando en caña quemada; la industria tiene que tener más cuidado en el procesamiento de esa caña; la organización tiene que ser mucho más eficiente.

Porque ocurre el siguiente fenómeno: si la caña se quema y se queda en pie, aumenta de peso y baja de rendimiento, porque hay una absorción de humedad a través de las raíces; si la caña se quema y se corta enseguida, disminuye en peso y aumenta en rendimiento de azúcar. En todos los casos, si se tarda, tanto parada como en el suelo, puede crear dificultades en el proceso industrial. De manera que lo ideal es cortarla lo más rápido posible después de quemada, y trasladarla lo más rápidamente posible al central. E incluso se puede lograr un mayor rendimiento industrial, por el fenómeno de que si se quema y se corta enseguida, disminuye de peso y aumenta la proporción de azúcar. Esos son estudios científicos que se han hecho en otros países, se comprobaron aquí en Cuba y, desde luego, de esos estudios se hicieron también algunas pruebas el año pasado.

Nosotros creemos que aquí en esta provincia es muy importante, muy importante, reducir al mínimo, de ser posible a la mitad, el número de obreros industriales que se tuvieron que ir a cortar caña el pasado año.

De manera que esa es la explicación para los trabajadores de esta cuestión que se ha estado debatiendo. La otra alternativa... Porque algunos plantean los inconvenientes que tienen, pero nadie plantea la solución del problema. ¿Qué hacemos? ¿No hacer zafra? La medida, desde luego, no es ningún tipo de medida desesperada. Es una medida racional y perfectamente aplicable a las condiciones ya de la provincia. En las demás provincias tendrá que ser más limitado. Pero lo único incuestionable es que tenemos que hacer la zafra.

Alrededor de todo esto van unidas otras cosas. Recordábamos la ocasión anterior, aquel acto de la CTC en que nosotros tuvimos que pasar por aquel desagradable momento en que tuvimos que argumentar frente a una enorme masa de delegados de los trabajadores que pedían los cuatro turnos. Y en esta ocasión nosotros también tenemos que aclarar algunas cuestiones en las que vamos a discrepar también, si no de todos, de una parte de la población. Y son las siguientes cuestiones que han estado esperando definiciones, ha habido algunas conclusiones o algunas cosas, y yo con toda sinceridad las voy a expresar.

Una de ellas se refiere a las fiestas. Se han oído rumores, teorías sobre si la fiesta es ahora o si la fiesta es en julio. Ahí se habló de la primera vez que yo hablé del problema, en que habíamos dicho que no queríamos cambiar las tradiciones y que las máquinas algún día tendrían que venir para restablecer las tradiciones del país. Después se volvió a hablar del problema de que tendríamos las fiestas a fines de año. Eso es lo que se dijo.

Sobre estas cosas que se hayan dicho o no, en realidad las cosas que nosotros decimos con las mejores intenciones del mundo y en cualquier instante, la objetividad de lo que se diga es independiente de la honestidad con que se diga. Nosotros tratamos de decir cosas objetivas y siempre honestas. Quiero decir con esto que lo que uno dice no se convierte por ahí en una ley ni mucho menos, ni en un mandato. No. Nosotros tratamos de encontrar la fórmula de exponer los problemas. Eso se dijo. Voy a volver a hablar del problema en esto.

Entonces, algunos decían: “¿Hay o no hay la fiesta este año?” Este año, en nuestra opinión —voy a empezar por delante a decirlo—, creemos que la fiesta debemos hacerla igual que el año pasado, igual que el año pasado.

Este año hay, desde luego, vacaciones. Las que les tocan a los obreros en muchas fábricas, se han organizado y van esas vacaciones. Es decir, las vacaciones esas anuales, que se dividieron, el año pasado se habían pospuesto; eso no se altera: sigue la cosa de las vacaciones.

Creo que educación tiene también unos días a fines de año, que es el día que se van a reunir los maestros también.

Ahora, nosotros creemos que es una ilusión si tratamos de rehuir a la realidad, y sería realmente una debilidad, y sería una política de avestruz, y sería incluso una cobardía y sería una indignidad que nosotros viniéramos aquí a decir: “No, bueno, puesto que mucha gente lo piensa, y hay embullo por aquí y por allá por las fiestas...”, y puesto que es muy desagradable el papel de aguafiestas, y ser abogado de las cosas que desagradan, entonces rehuir esa responsabilidad. Y yo les digo sinceramente que jamás en mi vida haré eso, jamás.

Y debo decirles con toda seguridad lo que creo sobre este problema. Ya nosotros hemos empezado la zafra y estamos atrasados en la zafra. Nosotros tenemos algo más de 5 000 millones de arrobas de caña, no obstante la gran sequía que hubo. Es decir que hay caña para alrededor de 7 millones de toneladas de azúcar; y 7 millones de toneladas de azúcar es lo mínimo que el país necesita, alrededor de 7 millones; alrededor de 7 millones es la cifra mínima que el país necesita. Son realidades, y ustedes los obreros lo saben bien, y ustedes los compañeros que han discutido en esta asamblea saben cuántas necesidades tiene el país.

Desde luego, nosotros no podemos aspirar a vivir de que nos regalen las cosas. ¿Y qué alternativa tenemos nosotros de producir ese azúcar? Mínima. Aun con los incumplimientos que tenemos. Nadie crea que haciendo 7 millones cumplimos espléndidamente todas las obligaciones. No. Tenemos grandes desbalances; sobre todo tenemos grandes desbalances con la Unión Soviética. Es decir que las necesidades de nuestro país han llegado a un nivel de 7 millones, si queremos tener unas cantidades de pan, combustible, alumbrarnos, esa electricidad que está consumiendo el país, el desarrollo del país. Mínimo, mínimo, 7 millones; y 7 millones tienen grandes desbalances. Y si bien puede ser correcto que un país en un período de desarrollo tenga desbalance —y tiene que tenerlo, y no tiene otro recurso que el desbalance—, tiene que tenerlo, pero nuestros desbalances son grandes. Nuestros desbalances son grandes y con 7 millones son bien grandes nuestros desbalances.

Y este país tiene el azúcar, el níquel, un poco de camarón y de langosta que se exporta, y el tabaco limitado, limitado por los crecimientos del consumo y los descensos en la producción de Pinar del Río, que a los compañeros de esa provincia lo menos que podemos pedirles es que produzcan tabaco, a los trabajadores y a los campesinos de Pinar del Río; y que recuperen los niveles y eleven la producción de tabaco, porque es un problema que sabemos lo que es el tabaco y sus implicaciones, pero para nosotros tiene una implicación económica también. Se ha divulgado todo lo necesario la historia real y muy verídica de sus consecuencias nocivas a la salud; a pesar de eso tenemos los líos en el consumo interno y tenemos los líos en la exportación. Es uno de los problemas que nosotros hemos planteado que lo discutan con los trabajadores y planteen una política de precios con los trabajadores, porque si no aquí en el reparto del cigarro hasta los vejigos andan con una caja de cigarros, y otros las venden a cinco pesos por ahí, y cuatro pesos en bolsa negra. Es preferible que se ponga un precio, que establezca una regulación normal y que de todas maneras sirva por lo menos para recaudar, nos ayude a salir de la situación inflacionaria de exceso de circulante que tenemos en el país y que constituye un serio problema. Yo no digo los productos alimenticios fundamentales (APLAUSOS).

A nosotros los obreros nos plantean... Yo siempre me veo en un dilema. Digo: “Bueno, si es un problema de cualquier otra cosa...” Siempre uno tiene esa contradicción, porque cualquier otra cosa hacemos lo imposible por resolverla; cuando llega el lío del cigarro es donde nosotros tenemos un trauma de conciencia, porque decimos: “Bueno, si nosotros dijéramos ahora...” Sí, ahora se van a empezar a vender, ya tienen un programa de venta de televisores, refrigeradores, ollas de presión, todo a través de los centros de trabajo. Bien. Pero si ahora nosotros seguimos con el cigarro a través del centro de trabajo, ¿qué vamos a hacer, matar a los obreros, promoverles a ello? Vamos a buscarles todas las demás cosas; lo demás, que cada uno escoja y que se establezca un limitante. Pero racionar el tabaco es la cosa más difícil del mundo, porque a quién le toca y a quién no le toca. Bueno, con gusto nosotros podríamos decir: vamos a meterlo en los centros de trabajo todos, ¿pero sería en conciencia una fórmula correcta? ¿Vamos a promover el cáncer dentro de los trabajadores? No. De verdad que es un problema distinto a cualquier otro tipo de producto, a todo el esfuerzo por mejorar la alimentación, los comedores obreros, todo eso. Pero ya el otro es un problema de otra índole. Y, bueno, que lo discutan con los obreros, yo creo que son los obreros los que deben tomar la decisión que quieran sobre este problema, y les van a proponer un documento para que lo analicen. Esa es la cuestión.

Esa no puede ser una solución administrativa, ese tiene que ser un problema que se decida producto del grado de conciencia, de madurez que haya sobre estas cuestiones. Pero uno de los problemas es que tiene que haber aumento de producción de tabaco en Pinar del Río, que lo del cáncer puede ser para no fumarlo, no para no producirlo; no para no producirlo, porque entonces sí que nos puede producir dolor de estómago el no producirlo y privarnos de la salud también, porque el país tiene que invertir decenas de millones de dólares en medicinas, solo en medicinas todos los años, y necesitamos recursos para comprarlas. Y bastantes dificultades ha tenido que pasar el país y bastantes, pero bastantes esfuerzos ha tenido que hacer y bastantes tensiones que ha tenido que pasar el país. Porque nosotros sí que no tenemos fondo monetario que nos preste cuando el azúcar se pone a un centavo y medio. Se ha mantenido el país por ahí pagando escrupulosamente cada centavo teniendo en cuenta las necesidades de divisa convertible, que nuestro país tiene que hacer todos los años, y que sobre eso el enemigo ha dirigido sus principales golpes: para dificultarnos la venta del cobre, para privarnos de divisas.

Entonces, lo del tabaco nos está afectando en las divisas. Y lo menos que podemos esperar de los pinareños es que produzcan tabaco (APLAUSOS).

De manera que nosotros necesitamos alrededor de 7 millones. Y ya estamos atrasados en la zafra, ¡ya estamos atrasados! Centrales que tenían que haber arrancado no han arrancado. Estamos acumulando un atraso. Y el problema... Aquí no se trata de si un día o dos o tres pueden afectar una zafra; no se trata de eso. ¿Podría ser un capricho? Quisiéramos celebrar el Año Nuevo, el 1ro de Enero y el 2 de enero. ¡Sí, cómo no! ¿Y quién no lo quiere? ¿Acaso tenemos el deseo de estarnos mortificando? ¿Quién no tiene el deseo? Pero, ¿es que acaso nosotros podemos permitirnos esos lujos, ahora en estas situaciones?

Dije una vez que las máquinas tendrían que venir en rescate de las tradiciones. Pues yo creo que no, que no debieran venir en rescate de las tradiciones. Lo digo sinceramente. Yo no voy a decidir sobre ningún problema de estos ni mucho menos. Simplemente explico los puntos de vista.

Pero, hay una realidad: ¿Hay tradiciones? ¡Sí! ¿Muy cristianas? ¡Sí! ¿Muy bellas? ¡Sí! ¿Muy poéticas? ¡Sí, cómo no! ¿Nos hemos educado en eso? ¡Sí! ¿Que cuando llegaba el 24 empezábamos a pasarnos hasta el arbolito de Navidad dando vueltas por la cabeza? ¡Sí! Pero, señores, no estamos ni en Suecia, ni en Bélgica, ni en Holanda. Estamos aquí, en el Trópico. Las tradiciones nos las trajeron de Europa, muy respetables si quieren, pero nos las trajeron. Entonces viene la realidad de este país: somos cañeros. No tenemos el golfo de Maracaibo de petróleo allá abajo. ¡No! Hay petróleo y posibilidades de petróleo, pero su trabajito cuesta encontrarlo y, además, extraerlo. Se está trabajando en eso, nadie se piense... Ya no se hace como antes. Ahí han aparecido pozos con bastante petróleo, pero ya no se ve el anuncio, ¿para qué? Para no crear ilusiones, porque un pozo no hace un campo, un pozo no hace una riqueza. Entonces, más bien la discreción petrolera para no despertar ilusiones, porque una vez aquel pozo... Pues ahí salió uno mucho más grande que ese, quiero que lo sepan. Y ahí hay pozos grandes, grandes. Pero, desde luego... Ojalá poco a poco y afanosamente ir obteniendo algún petróleo nuestro.

Pero lo que quiero decir es que este país es cañero, y la caña se cosecha en seca, en frío que digamos. Además, como tenemos lluvia la mitad del año por lo menos, y como un central es una inversión muy costosa, y todos los equipos de la zafra: trenes, locomotoras, tractores, son inversiones muy costosas, si nosotros nos limitamos a hacer zafra cuatro meses es ruinoso en la realidad. Hacían cuatro meses antes a costa del hambre del pueblo y pagando los salarios que pagaban y teniendo a la gente sin médico, sin escuelas, y descalzo todo el mundo en el campo. Los capitalistas se podían permitir ese lujo, y cortaban nada más que tres meses porque tenían limitaciones de mercado. Pero nosotros en diciembre tenemos que cortar caña, y cuando tengamos los centrales bien abastecidos de caña en todas partes ninguno empezará en enero: todos tendrán que empezar en diciembre.

Pero, ¿qué ocurre? Es que los meses óptimos de trabajo, por su clima, la temperatura, el tiempo, la lluvia, son los meses en que en roturación de tierras se adelanta bárbaramente, construcción de presas se adelanta bárbaramente, construcción de caminos se adelanta bárbaramente. ¿Decenas de miles de máquinas cuánto adelantan de noviembre en adelante? Noviembre, diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo. Después se paran todas las máquinas, y se paran las construcciones de presas, y se paran las construcciones de caminos, y se paran las construcciones de todo tipo, y se para la zafra. Y únicamente que usted tenga un tractor casi anfibio puede sacar la caña de los cañaverales. Entonces, esa es la realidad.

¿Cuáles son los mejores meses de trabajo desde el punto de vista del clima, del producto principal del país, de las construcciones? De noviembre a mayo. Los que pusieron la tradición... Miren: si nos hubieran puesto el 24 de julio la Nochebuena, nosotros estaríamos encantados, no protestaríamos. Pero le han puesto universalmente la misma tradición a todo el mundo. Entonces, ¿estamos obligados? ¿Las condiciones del capitalismo son iguales? ¿Y tenemos que ponernos de rodillas frente a determinadas tradiciones? Las tradiciones son, sí, históricas: vienen de atrás, pero también son un fenómeno subjetivo. Y nosotros podemos cambiar una por otra. Digo que aun cuando haya máquinas, me pregunto si nosotros podremos interrumpir el trabajo en el mes de diciembre; me lo pregunto así, honradamente, aun cuando haya máquinas (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”).

Y nosotros algún día, algún día hasta los Reyes los pasaremos para julio. Porque en realidad el día del niño en este país... ¡Los niños nacieron en este país el día que comenzó la Revolución en este país! (APLAUSOS PROLONGADOS.) Antes, en realidad, eran los Reyes de los ricos, y los muchachos de las familias pobres se morían en pueblos y ciudades y en todas partes de poliomielitis, de gastroenteritis, de tétano y de todas las epidemias y de todos los males habidos y por haber y de hambre. Claro está que eso, desde luego, cuando podamos hacerlo, el día que podamos repetir dos, el día que podamos repetir dos. Ahora están los juguetes y todas las demás cosas.

De manera que no me tomen a mí... Bueno, si me quieren tomar los gusanos por un blasfemo que me tomen si les da la gana, qué demonios (RISAS).

Entonces, esas son las realidades, que es un pueblo revolucionario. No vendrán a inventar ahora que nosotros somos unos superdogmáticos, que queremos las tradiciones cambiarlas. ¡No! Lo que somos es revolucionarios. Somos revolucionarios y nos paramos delante de cualquier cosa y la analizamos, porque no estamos obligados a creer en nada. Estamos obligados a pensar, a razonar, a hacer lo que más les convenga a nuestro pueblo y a la humanidad. ¡Ese es nuestro deber fundamental! (APLAUSOS PROLONGADOS.)

Y que nadie lo tome como una vanagloria revolucionaria que nosotros hablemos de julio. Hablamos de julio, sencillamente, porque julio es el mes de verdad bueno para vacaciones, y para fiestas, y para todo. Sí: es el mes en que entonces vienen las lluvias en general, no pueden trabajar las máquinas, no pueden trabajar los obreros de la construcción, no se puede trabajar en presas, en caminos, no se puede hacer la zafra, no se puede hacer nada, hace calor. Hay que ver lo que un hombre trabajando en ese mes sufre comparado con diciembre. Todos han tenido que hacer algún trabajo físico, y saben que los meses estos son los mejores meses para trabajar, dondequiera, lo mismo en una fábrica, que en la caña, que en el campo, que en una construcción, que en cualquier parte; lo saben. Y que julio es mes húmedo, mes de calor, mes de playa, mes de parque, mes de todo.

Hagamos parques, hagamos centros de recreación, creemos todas las condiciones. Creemos las condiciones. Son pocas todavía, son muy pocas, pero algunas las estamos haciendo y las vamos a seguir haciendo con el esfuerzo de todos.

Y entonces: mes de vacaciones de los muchachos, mes de vacaciones de los padres, mes de descanso casi de todo el mundo. Pues podemos tener ese mes, julio, y si no alcanza... Bueno, un mes, podemos tener un buen mes, con su 24, su 26, su 28, su 30, su 6, su todo. ¡Más fiesta incluso! Si quieren: ¡El doble! Nadie está contra las fiestas, no señor, nadie está. Pero vamos a poner las cosas en orden: no hay nada eterno, ¿no?, no sabemos si puede haber otra circunstancia cambiante. Pero en realidad me luce a mí a largo plazo, en realidad. Y por eso más claramente, lo veo con más claridad.

A mí ustedes saben que no me gusta andar diciendo cosas poco a poco. Si yo alguna vez dije algo, y no expresé completa una idea, fue sencillamente porque todavía no la vi con toda claridad en un momento determinado. Y entonces, la vemos con toda claridad, la estamos viendo, la estamos palpando, la estamos sintiendo.

La economía esta es nuestra economía, es la economía del pueblo; no es de los monopolios, no es de los magnates. Nadie ahora... Ellos podrán tratar de reventarnos por allá, por fuera, pero aquí somos nosotros. Tenemos esas fábricas, esas instalaciones, son nuestras, producen para el pueblo. Nuestro deber es sacar lo más de ellas, lo más posible, lo mejor posible, cuidarlas, optimizar todo nuestro esfuerzo económico. Es que no es fácil, desde luego, y quizás es una tarea peliaguda, una tarea difícil encontrar todos los resortes, los mecanismos, crear las coordinaciones, la cooperación, coordinar el esfuerzo de una manera óptima. Para eso se requiere gran cantidad de esfuerzo de todo el mundo.

Había otro problema también que se hablaba, como consecuencia en este caso no de interpretación, sino de un planteamiento que nosotros hicimos una o dos veces, que se refería al problema de la reforma urbana y que nosotros lo dijimos con relación a 1970, y algunos han estado preguntándose. También los compañeros de la reforma urbana empezaron allí ya: pues dejaron de imprimir hasta recibos. Y yo dije: pero, ¿cómo ustedes hacen eso? Este es un problema económico serio. Bueno: ¿Qué es lo que está comprometido aquí? ¿Mi palabra? ¿Mi prestigio? Bueno, eso no es lo que importa, ese no es el problema, no se trata de eso. Así que qué problema nosotros tenemos hoy: ¿Debemos o no debemos adoptar esa medida? Y en realidad nosotros no debemos adoptar esa medida. ¿Por qué? Se explicaba, si no existieran todas las demás circunstancias que estábamos planteando anteriormente, del trabajo, de la productividad, de la riqueza.

Tenemos un enorme exceso de circulante, de dinero en la calle, un enorme exceso de circulante en la calle (APLAUSOS). Un país no puede andar creando ilusiones. Las riquezas no se crean mediante leyes ni mediante decretos. Usted, mediante un decreto, puede repartir lo que hay; mediante ningún decreto puede repartir lo que no hay.

¿Más dinero en la calle para qué? Aumenta la caja de cigarro esa de bolsa negra, del que la coge por ahí, que no se la fuma, y la cambia por arroz, y la vende más cara. Y fomentamos el vicio con eso.

La Revolución se ha preocupado de muchas cuestiones muy justas, como es el caso de los jubilados que tenían una pensión muy baja: 10, 15 pesos; las ha puesto en 60. Hay ciertos límites en que sí a la gente no le sobra; fíjense, hay ciertos límites.

El problema no está en las personas que están en esos límites, sino en aquellos donde hay gran exceso de circulante. Promueven, pues, un correcorre, todo se hace más difícil.

Nosotros lo que sí creemos que hay una situación: que el ministerio ha estudiado toda una serie de casos y hay familias que tienen menos de 25 pesos per cápita en el núcleo; es decir que son siete y el salario que entra es menos de 25 pesos, y no les alcanza para sacar lo que les toca. Entonces, lo que nosotros creemos que sí debemos hacer es tener en cuenta esa situación, que no es un montante grande. Lo otro puede elevarse a 70 u 80 millones. Esto puede ser 10, una cantidad limitada, más limitada, que sí puede ser, no se convierte en un... Porque hay gente, puede haber, que hasta compra algo, lo saca y lo vende después; para poder comprar tres cosas, nada más puede comprar dos. .

Que nosotros apliquemos, a través no de una ley, sino a través del Ministerio del Trabajo, y tal como se hace en los casos en que el ministerio, a través de la legislación social, de la asistencia social, casos por ejemplo de mujeres que se han quedado viudas, esposas digamos de un chofer de alquiler que no está en una jubilación, por ejemplo, ha muerto, se han quedado desamparadas. Y existe un principio en el cual el ministerio, a todos esos casos los ayuda. Y que el ministerio le proponga que, dentro de la legislación existente, haga un estudio de los casos de trabajadores. Y, por supuesto, cuando decimos trabajadores es cumplidores. Y una medida que beneficie a los trabajadores cumplidores, donde no haya casos de parasitismo; es decir que sean trabajadores, núcleos proletarios, que estén en la situación en que tengan menos de 25 pesos per cápita, y entonces le proponga al ministerio, a través de asistencia social, a la reforma urbana estos casos, para que sí los exonere del pago del alquiler (APLAUSOS).

Nos parece que esa es una cosa justa, y a nosotros nos alegra mucho saber que ustedes han tenido esa reacción y ese apoyo, lógico por demás, precisamente por el carácter obrero de ustedes, con relación a estos problemas.

En realidad son las cosas... Había algunos compañeros preocupados por estos problemas, y me decían, el mismo Risquet me decía: “Tú tienes que estar diciendo cosas desagradables.” Digo: Sí, yo tengo que estar aguando fiestas. Yo en realidad no voy a aguar la fiesta de un obrero. Puede haber un obrero que sí, de buena fe... Porque es que hay hasta los reflejos condicionados.

Yo había estado en muchas fábricas, y no... El problema me sorprende, porque después algunos compañeros me lo dicen, y digo: qué raro que hemos hablado tantos problemas y no se ha planteado. Pero parece que de un día para otro, del 30 al día 1ro, se puso a la orden del día este problema, y en el interior se puso más.

En realidad les voy a decir una cosa: Esta zafra es más corta, tiene que ser más corta, lo que va a tener más rendimiento en azúcar, desde luego, y ya está teniendo más rendimiento en azúcar.

Pero, miren, el problema, como yo les decía que si el problema fuera dos o tres días. ¿Pero qué nos ocurre a nosotros? Cuando hacemos una interrupción, eso es terrible: los trenes esos se llenan; las estaciones se vuelven un infierno, de ómnibus, de ferrocarril, de todo; el viaje de un lado para otro de este país, más que aquí hay orientales cantidad, en La Habana, y todo el mundo tiene un pariente. Las dos provincias más emparentadas son La Habana y Oriente (RISAS). Entonces, todo el mundo viaja de un lado para otro, y no se restablece el trabajo; ese es el problema: no se restablece el trabajo.

Yo no sé si algún día... Bueno, es el problema. Cuando nosotros tendremos condiciones de restablecer el trabajo, digo: señores, paramos tres días. ¡Pra!, tres días, y a las 72 horas todo el mundo: ¡Ra! ¿Cuándo será? Entonces, podremos celebrar el 2 de enero, podremos. Pero, mientras tanto no lo celebramos.

¿Nosotros acaso no pudiéramos sentir el deseo de hacerlo? ¿No? ¿No es natural y lógico de todos los revolucionarios, de todo el mundo? Bueno, pues sencillamente nosotros entendemos que nos sentimos más tranquilos, más satisfechos, más felices, ese día, yendo al cañaveral.

Por eso nosotros planteamos que no haya conmemoración tampoco el 2 de enero. Vamos a dejar julio, conmemoramos julio. Mientras tanto no podemos, porque no podemos decir: vamos a parar tres días, vamos a parar tres días: el 31, el 1ro y el 2, y el 3 estamos allí todo el mundo a las 6:00 de la mañana. Es que en realidad con nuestros problemas de transporte, nuestros problemas de organización, todavía no podemos hacer eso, ¡no podemos hacerlo!

Y para que se entienda bien: nosotros creemos que el día que haya niveles de organización y otras condiciones totalmente distintas, si a ustedes les parece, entonces creo que se podrá hacer una celebración de ese tipo, se podrá hacer. Ya eso es de otra índole, porque tiene que ver hasta con nuestra propia cosa revolucionaria. El día que se pueda decir: se para tres días. Y eso no quitaría las fiestas de julio, eso no quitaría las fiestas de julio.

Pero nosotros estamos lejos por ahora de poder garantizar eso. Y en eso consiste el problema: que tenemos demasiada experiencia de lo que son las parálisis. Y la tuvimos, la tuvimos incluso en estas fiestas de julio. No vayan a creer que se acabaron en julio.

Yo les digo que ciertas cantidades de caña que tenían que sembrarse en todas las provincias no se sembraron. Por ahí hay datos de cuáles eran las metas. Y Pinar del Río creo que tenía 300 y tenía sembradas 86 en noviembre 30; La Habana 1 565 y ya tenía 787 en noviembre 30; Matanzas se había propuesto 1 100 y tenía 500; Las Villas 2 500 y tenía 804; Camagüey 2 250 y tenía 634, y Oriente 3 527 y tenía 927.

Arriba de eso, sobre todo en la provincia de Oriente las fiestas fueron largas. Los carnavales empezaron por Santiago —por eso yo decía en broma que los santiagueros eran fiesteros—, pero cuando se acabaron los carnavales en Santiago empezaron en Manzanillo, y cuando se acabaron en Manzanillo siguieron en Bayamo, y cuando se acabaron en Bayamo siguieron en Holguín, y cuando se acabaron en Holguín terminaron en Las Tunas. ¿Saben cuándo fueron los carnavales en Las Tunas? En octubre. Han estado casi tres meses de fiesta. Claro, no todos los obreros ni mucho menos.

Pero, había que roturar, había que trabajar, había que construir, había que trabajar en el plan de arroz, en la caña, en montones de cosas.

Y hubo quienes estuvieron de fiesta en Santiago, en Manzanillo, en Bayamo, en Holguín y en Las Tunas.

(UN OBRERO LE DICE: “Aquí lo que hay que producir más cada día. Yo no cogí vacaciones, y sigo manteniéndome como sea.”) (APLAUSOS.)

Nosotros no tenemos la menor duda de los trabajadores de la “Héctor Pavón”, porque te mandaron a ti aquí, que eres un buen representante del espíritu de los trabajadores aquellos de allí (APLAUSOS).

Pero ocurrió. Y sobre todo en la maquinaria. ¿Dónde tenemos menos disciplina? En el campo tenemos menos disciplina. En una industria siempre hay más disciplina, pero en los trabajos de construcción, en la maquinaria agrícola. No es el obrero ya con un hábito, una tradición de disciplina; es más suelto. Y está el mecánico que tiene que reparar algo, y si hay fiestas por los alrededores... Ustedes lo saben. Si está en un plan de caña o de arroz por el medio y suenan las maracas por allá por Manzanillo y después suenan por Bayamo a los cuatro vientos... Y el embullo de los que van para la fiesta.

Esa es la realidad, esa es nuestra experiencia. ¿Vamos a cerrar los ojos a estas realidades?

Entonces, mantendrán las vacaciones los obreros, los que les toque, los que les corresponda, todo. Pero debemos guardar... Además, señores, el turrón se compra con azúcar, con azúcar, y el vino se compra con azúcar, y todas esas cosas. Son realidades.

Nosotros daremos una gran prueba realmente de seriedad, de valentía, todo el pueblo, de actitud digna para encarar problemas, haciendo estas cosas que se están planteando.

Los administradores, los ministerios, los organismos, todos tienen una tarea difícil. El problema consiste en esto: no destruir el trabajo que hemos hecho, no echarlo por tierra, que hagamos la zafra y que no nos vuelva a pasar lo del año pasado: que no se nos pare ni un centro de acopio en montaje ni una obra en producción, que no se nos pare ninguna fábrica. Incluso el año pasado se pararon fábricas. No deben pararse. Se paró la fábrica de “Amancio”, la fábrica que hacía material para todos los pizarrones de las escuelas; se para la fábrica de La Salud, se para la fábrica de por allá de La Esperanza, de bagazo, y después lo necesitamos; se para la fábrica “Casio Martínez”, donde hacen los sanitarios para la construcción.

No debemos parar algunas fábricas, es malo parar una fábrica.

Después para echarla a andar cuesta trabajo: los obreros tienen la impresión de que no fuera buena su industria, que no tuviera importancia social; les afecta moralmente.

Entonces, nosotros podemos unas no tocarlas por su importancia; otras, hacer un esfuerzo con la cosa de la productividad; unas sacarles más; otras, menos. Pero fábricas paradas no debemos tener, porque aquí no hay ninguna fábrica que no juegue un papel. Y en una provincia no se debe tomar la decisión de que aquella fábrica no es importante, porque si nos paran una fábrica de pizarrones después viene educación a principios de año necesitando 10 000 pizarrones y los maestros necesitando pizarrones. Entonces, no se puede parar una fábrica, esas si son medidas desesperadas.

Entonces, hay que ajustar, reajustar, racionalizar, cada acto pensarlo.

Es imposible dar una directriz. Sobre eso los compañeros de la Junta han estado dando directrices. Pero ahí sí que tienen que resolverlo entre los obreros, la administración, el ministerio, todos analizando: qué hacemos aquí, qué hacemos allá, qué hacemos en este caso, qué hacemos en este otro caso.

Y de verdad que el criterio es que todos debemos de tomar estos problemas en serio, todos debemos tomarlo como asunto nuestro.

No se plantea nada que todos no debamos estar en situación de hacer. Y yo les puedo decir aquí, en nombre de todos los compañeros, que nosotros estamos dispuestos a hacer las mismas cosas que le estamos proponiendo a cualquier obrero, las mismas cosas que les estamos proponiendo a los trabajadores. Si fuera posible más, más; pero por lo menos las mismas cosas.

Y todos nosotros, obreros no calificados y dedicados en general a trabajos intelectuales, nos ofrecemos gustosamente a participar con ustedes en todas las tareas que sean necesarias, ¡en todas las tareas que sean necesarias! (APLAUSOS PROLONGADOS.)

Eso es todo lo que nosotros teníamos que expresarles.

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION.)

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL