DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CONMEMORACION DEL VI ANIVERSARIO DE LOS CDR. PLAZA DE LA REVOLUCION, 28 DE SEPTIEMBRE DE 1966
Fecha:
28/09/1966
Compañeros y compañeras de los Comités de Defensa de la Revolución:
Esta fecha del 28 de septiembre se ha convertido ya en una fecha de todo el pueblo. A lo largo de la isla, en todas las provincias, sus capitales, en todas sus ciudades, hemos podido percibir el entusiasmo, la alegría y el fervor revolucionario con que el público acudía a los actos, los niños a las fiestas, con motivo de este VI aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución. El pueblo responde así, con su reconocimiento, al trabajo de una de sus más poderosas organizaciones de masa.
El compañero coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, explicaba las distintas tareas que se han realizado; otros años se han resaltado cada una de esas actividades. El hablaba, entre ellas —por ejemplo—, de la tarea relacionada con la Reforma Urbana. Creo que es una buena prueba de las actividades o de la eficacia del trabajo de los Comités de Defensa de la Revolución, el hecho de que prácticamente en un año, desde que se planteó aquí el problema de las irregularidades que había con la Reforma Urbana, cómo prácticamente en un año, gracias al eficiente trabajo del compañero Yabur (APLAUSOS), con el apoyo de los Comités de Defensa de la Revolución, las cifras de recaudación de la Reforma Urbana están en los más altos niveles que habían tenido nunca. Y eso a pesar de que, con motivo de la Ley de la Reforma Urbana, decenas y decenas de miles de familias ya no pagan el alquiler (APLAUSOS).
En aquella ocasión nosotros explicábamos los inconvenientes de tipo moral, lo negativo que resultaba el hecho de que muchas personas tranquilamente dejasen de cumplir con una elemental obligación, como es la del pago de la vivienda. Si con la Revolución habían desaparecido para siempre los desahucios, si con la Revolución desapareció para siempre aquel espectáculo penoso de ver a las familias lanzadas a la calle por los dueños de las casas, no era justo de ninguna forma que precisamente viniera a ocurrir entonces todo lo contrario: que mucha gente quisiese lanzar a la calle la ley, quisiera desahuciar el deber, sus obligaciones, el pago de la Reforma Urbana.
Siempre se habían tenido en cuenta todos los problemas de crisis, situaciones económicas de la familia, y no era justo, no era conveniente, no era alentador, no era bueno, que un número considerable de personas dejasen de pagar lo que les correspondía de alquiler, sobre todo porque en muchos casos era por simple indolencia, por morosidad. Pero nosotros aquella vez señalábamos cómo una administración deficiente había contribuido considerablemente a la entronización de esos vicios.
Recientemente nosotros explicábamos la política que seguiría el Gobierno Revolucionario, la proposición que nosotros íbamos a plantear en el seno del Consejo de Ministros, con relación a la Reforma Urbana y con relación al pago de las viviendas. Cuando se hizo esa Ley se contemplaron los casos de familias que estaban viviendo en casas construidas antes de 1940 y las que estaban construidas con posterioridad a 1940. Posteriormente se fue haciendo claro, al menos en mi concepto, que se establecía una cierta discriminación.
Es cierto que muchas viviendas eran más modernas que otras, pero de todas formas las causas por las cuales una persona vivía en una casa de un año y otra vivía en otra casa de otro año, no tenía prácticamente nada que ver con las personas que residían en esas viviendas, sino con el momento en que alquilaron una casa; y, en fin, se establecía una diferenciación que a nosotros nos parecía justo y correcto enmendar. Y por eso nos proponíamos, y nos proponemos, una futura Ley de Reforma Urbana.
Vuelvo a hablar de esto, porque en aquella ocasión quedaron algunas preocupaciones, algunas dudas sobre eso.
Nosotros decíamos de hacer una nueva ley que a partir de 1970 ya prácticamente quedase suprimido el pago del alquiler por la vivienda (APLAUSOS). Algunos compañeros de la Reforma Urbana se preocuparon, y se preguntaban si el anuncio de esa Ley no podría traer como consecuencia un relajamiento y un incumplimiento en los pagos. Desde luego, a mí me parecía que no podía ser así, sino al contrario, puesto que se sabía que al cumplirse el quinto año de la Ley de Reforma Urbana no se le concedió ese derecho a todas aquellas personas que habían incurrido en incumplimiento en los pagos. El pueblo sabe que la Revolución, de ninguna manera, nunca podrá premiar el incumplimiento. De modo que quien no cumpla, los que no cumplan serán los únicos ciudadanos que quedarán en este país pagando alquiler después de 1970 (APLAUSOS).
Ese problema, es decir ese problema de la vivienda, será para la Revolución un paso importante, será para la Revolución, implicará, la supresión prácticamente de todo un organismo destinado a las actividades de los cobros de la Reforma Urbana, significará la reducción de un número considerable de empleados de oficina. Y esperamos que realmente sean muy pocos los ciudadanos en este país que tengan que pasar por el bochorno de tener que admitir después de 1970 que todavía van a seguir pagando alquiler por incumplidores (APLAUSOS).
Creemos, desde luego, que se le debe dar una oportunidad de ponerse al día a todos los que han incurrido en morosidad; creemos que se le debe dar una oportunidad a todos para poder acogerse a ese nuevo derecho, es decir, aquellos que hayan estado pagando mediante procedimiento, en fin, darles una oportunidad a todos aquellos que digan: “Yo quiero, por fin, empezar a ser un individuo que voy a cumplir con mis obligaciones para poder tener derecho”. Lo que más podía convenirle al país para esa fecha es que fuera mínimo, y si fuera posible ningún ciudadano el que tuviera que pagar la vivienda.
La Revolución en estos últimos años ha estado dedicando la mayor parte de los recursos de vivienda al interior del país. En la provincia de Camagüey es donde se está llevando a cabo el esfuerzo principal en la construcción de viviendas. Y siempre, desde el principio de la Revolución, a los trabajadores agrícolas de las granjas se les concedía el derecho a la vivienda gratuitamente. Es decir que esta política ya de la vivienda al trabajador, como parte de uno de los beneficios sociales que recibe, se estaba haciendo con muchas de esas nuevas viviendas gratuitamente.
Una parte de las viviendas nuevas y algunas de las viejas viviendas que quedaron disponibles fueron también contratadas a base de un 10% del ingreso.
Tenemos noticias de que este problema del 10% del ingreso familiar implicaba el pago de los que alquilaron la casa y después, si alguno más empezaba a trabajar que pagara otra vez su 10%, y que la Reforma Urbana estaba haciendo un esfuerzo porque todos aquellos donde habían aumentado el ingreso contribuyeran proporcionalmente al 10%, y eso estaba creando una serie de trámites engorrosos. Es decir, se estaban siguiendo una serie de trámites y eso estaba creando una serie de dificultades administrativas.
Y, realmente, creemos que tal como están actualmente los contratos, la Reforma Urbana se debe ahorrar el esfuerzo ese de estar en una investigación continua de quién empezó a ganar más dinero, y si otro empezó a trabajar, y si se mudaron dos en vez de uno y tenga que haber otro más pagando. Me parece que, de acuerdo con la política que en perspectiva nos proponemos, sería mejor que cada cual pagara lo que está pagando en este momento y no se hicieran investigaciones de esa naturaleza para evitarnos engorrosos trámites y problemas (APLAUSOS). Eso, al fin y al cabo, no significa gran cosa; eso como ingreso no significa gran cosa, y puede traer toda una serie de trámites burocráticos, administrativos, de trabajo, de esfuerzos, que más vale invertirlos en otra cosa.
Lo que es preciso es tratar de lograr que todo el mundo pague. Y que quede bien claramente establecido que aquellos que por su gusto, sin ninguna causa que realmente lo justifique —porque siempre que ha habido causas justificativas se han tenido en cuenta—, el que no pague entonces no tendrá derecho. Y esperamos que esto sirva para que, incluso, se incremente más el pago, y sirva para facilitar el trabajo que ustedes realizan con relación a la Reforma Urbana.
Es aspiración de la Revolución el lograr que cada familia, cada familia, disponga de una vivienda decorosa, en la ciudad y en el campo. Sabemos que estamos muy lejos todavía de ver realizada esa aspiración.
Algunos se preguntarán por los aspectos financieros de este tipo de leyes revolucionarias. Y digo sinceramente que creo que esta Ley de la Reforma Urbana es una ley verdaderamente revolucionaria (APLAUSOS). Las implicaciones financieras de esta ley, con vistas a 1970, no significan prácticamente nada para un país como el nuestro si adquirimos y logramos alcanzar ritmos de desarrollo como los que hay proyectados. Los aproximadamente 70 u 80 millones de pesos que para ese año dejarían de percibirse, no significan prácticamente nada si logramos cumplir nuestros planes de desarrollo económico; cifras incomparablemente mayores que estas, muchas veces mayores que estas, serán los incrementos que nosotros logremos en nuestra economía (APLAUSOS).
Hay algo que distingue a los revolucionarios de los que no lo son, y es la actitud ante el futuro, la actitud ante las grandes metas, la actitud ante los grandes objetivos a lograr. Empiezo por decir que quien no tenga una actitud de combate, una actitud de confianza en la Revolución y en su fuerza, una actitud de confianza en el pueblo y en su inmensa capacidad de lucha y de trabajo y de creación, no será jamás un revolucionario (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Mueva la mata, que todavía quedan algunas naranjas podridas, Fidel!”).
Quedan, quedan, lo que hay que saber distinguir bien esas naranjas podridas (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE VUELVEN A DECIR ALGO)
¿Quién es el que no tiene trabajo por ahí?
Les decía que la actitud del hombre frente a los obstáculos, la actitud del hombre frente a las dificultades, la actitud del hombre frente al esfuerzo, es algo que sirve para medir el temple del revolucionario. A las ideas optimistas, revolucionarias, que defendemos no les faltarán críticos, calculadores, esa gente que tienen una posición absolutamente metafísica ante la vida; suman, restan, pero les falta una suma: es la suma de la voluntad, es la suma del valor, es la suma de la decisión (APLAUSOS), es la suma de los factores morales con los cuales los pueblos siempre han emprendido y han realizado las más grandes tareas en la historia de la humanidad (APLAUSOS).
Quienes se resignan a un esfuerzo mínimo, quienes se conforman con el mínimo, siempre se asustarán, siempre se amedrentarán. Cuando se habla de grandes obras, de grandes proyectos, de grandes metas; cuando se habla de darle algo al pueblo, esos hombres de corazón raquítico jamás podrán darle a los pueblos más que raquíticas ventajas, raquíticos éxitos. Y se asustan, sencillamente, porque no son capaces de creer, de comprender lo que un pueblo puede hacer; sencillamente porque se asustan del gran esfuerzo de organización, del gran impulso que hay que darle a la obra de la Revolución. Esos tipos de hombres sietemesinos nos recuerdan a aquellos que, frente a la lucha en el pasado, frente a aquella dificilísima meta de derrocar aquel sistema de explotación y de tiranía, decían que aquello era imposible, decían que aquello era cosa de aventureros y de locos.
Muchas veces frente a las grandes tareas hay los que vacilan, pero siempre entre los vacilantes se encontrarán los primeros oportunistas (APLAUSOS).
A nosotros no nos cabe la menor duda que con el esfuerzo del pueblo, con el esfuerzo que se ha venido haciendo, con el esfuerzo que se hace hoy, con el esfuerzo cada vez mayor que deberemos hacer en los años venideros, este pueblo, con su inteligencia, con sus brazos, con su sudor, será capaz de crear riquezas incomparablemente superiores a lo que implique financieramente el hecho de que el pueblo en 1970 deje de pagar alquiler. Con ese criterio, entonces no se habría hecho nunca una rebaja de alquiler, y una de las primeras cosas que hizo la Revolución fue rebajar en cantidades que en algunos casos oscilaban hasta el 50% de lo que las familias pagaban de alquiler. Todo el mundo sabe la angustia, la amargura, la inseguridad de aquel sistema, el dolor de tener que pagar, a veces, hasta la mitad del sueldo por una casita, por un apartamento pequeño; todo el mundo recuerda el sueño de la gente: tener un día un techo propio; todo el mundo recuerda aquellas empresas comerciales que para vender jabones, o para vender periódicos, rifaban una casita todos los meses. Y cuántos hombres en el campo y en la ciudad guardaban los cupones de jabón, o de los periódicos, a ver si tenían la suerte —uno cada 100 000, uno por millón— de sacarse una casa.
Un financiero, un economista puro, un metafísico de la Revolución, habría dicho: “¡Cuidado! No se rebaje un centavo a esos alquileres, porque financieramente, porque económicamente, porque pesos más, pesos menos...” Esa gente tienen un signo de pesos en la cabeza, y quieren que el pueblo tenga también un signo de pesos en la cabeza y en el corazón (APLAUSOS). Y si nosotros queremos un pueblo que se quite de la mente el signo de pesos y se quite del corazón el signo de pesos, debemos tener también hombres que se quiten, en su pensamiento, ese signo de pesos en la cabeza. Habrían dicho: ¡No!, y habrían sacado cuentas. Y entonces nosotros les habríamos podido preguntar: ¿En nombre de qué invitan al pueblo a una revolución? ¿Acaso en nombre de razones puramente metafísicas? ¿En nombre de qué van a invitar al pueblo a luchar, y hasta morir, en defensa de esta Revolución?
¿Es que podíamos pretender de que el pueblo creyera, fuera un simple creyente “a priori” de todo? ¿O era necesario, en primer término, demostrar que la Revolución estaba de parte del pueblo, que la Revolución estaba contra los intereses de los ricos, que la Revolución estaba contra los intereses de los explotadores; que la Revolución, sin vacilación de ninguna clase, sacrificaba, afectaba los intereses de las minorías privilegiadas en nombre de los intereses del pueblo? ¡No habría habido ni una sola ley! En nombre de esos principios habrían planteado seguir cobrándoles la renta a los campesinos, en nombre de esos mismos principios habrían planteado seguir cobrando intereses por los créditos, habrían planteado cobrar la asistencia médica y hospitalaria, habrían planteado cobrar la enseñanza, cobrar en las escuelas de becados, en nombre de esa actitud metafísica ante la vida; y no habrían tenido jamás el entusiasmo del pueblo, no habrían tenido jamás el entusiasmo de las masas, que constituye el primer factor, el fundamental factor para que un pueblo avance, para que un pueblo construya, para que un pueblo sea capaz de desarrollarse.
Y ese entusiasmo del pueblo, ese apoyo a la Revolución, es algo que se puede medir con una magnitud incomparablemente superior a esas sumas y a esas restas de los metafísicos.
Al pueblo la Revolución no pudo darle, desde luego, todo lo que necesitaba; al pueblo no podría darle lo que no tenía. Pero la Revolución le ha dado al pueblo todo lo que podía; la Revolución ha querido darle al pueblo todo lo que tenía. Y, sobre todo, crear en el pueblo la confianza; crearle al pueblo la seguridad acerca de su porvenir.
Hemos hablado en nombre del socialismo, hemos hablado en nombre del comunismo, ¡y no haremos jamás una conciencia socialista, y mucho menos una conciencia comunista, con mentalidad de bodegueros! (APLAUSOS.) No haremos una conciencia socialista y una conciencia comunista con un signo de pesos en la mente y en el corazón de los hombres y mujeres del pueblo.
Y si nos preguntamos por qué en todas partes, por qué en cualquier rincón del país, en las ciudades, en los campos, en las montañas más apartadas, la actitud del pueblo, la decisión del pueblo, el apoyo del pueblo a la Revolución; por qué, sino porque la Revolución ha creado esa confianza, la Revolución ha creado esa seguridad, la Revolución ha creado esa convicción en el pueblo de que todo es posible alcanzarlo con el trabajo y con la lucha.
No es porque la Revolución haya satisfecho todas las necesidades materiales del pueblo. No. Pero una gran parte de las necesidades morales de este pueblo la Revolución las ha satisfecho.
Muchos se preguntan por qué ese entusiasmo de las masas; por qué esas múltiples reacciones en los individuos en todas partes. Y hay algo que no se puede contar, hay algo que no se puede calcular matemáticamente, multiplicando y dividiendo, sumando y restando, y es los beneficios morales que la Revolución ha significado para el pueblo; lo que para cada hombre y mujer de este país, lo que para millones de hombres y mujeres en este país ha significado por primera vez sentirse seres humanos, sentirse hombres, sentirse mujeres en todo el cabal concepto de la palabra (APLAUSOS); lo que ha significado dejar de ser la nada para ser algo. Porque en aquella vieja sociedad donde unos pocos lo eran todo, millones de seres humanos eran nada, millones de seres humanos eran cero (APLAUSOS PROLONGADOS).
¿Esperanzas con relación a su familia frente a la enfermedad, frente a la muerte, frente al desempleo, frente a la pobreza? ¡Ninguna! Si se enfermaba, ¿qué iba a pasar con su familia? Si era un hombre de campo con 8 ó 10 hijos, si se invalidaba, ¿qué iba a pasar con su familia?; si se moría, ¿qué iba a pasar con su mujer y sus hijos?; si se quedaba sin empleo, ¿qué iba a pasar con su mujer y sus hijos?; si tenía una casa y no tenía el dinero a fin de mes, ¿qué iba a papar con sus pobres muebles?, ¿qué iba a pasar con sus familiares?; ¿qué esperanzas de que sus hijos tuviesen una vida más decorosa? ¡Ninguna! ¿Esperanzas de aprender a leer y escribir? ¡Ninguna! ¿Esperanzas de que sus hijos llegaran al 6to grado? ¡Ninguna!, ¿de que llegaran a un instituto? ¡Ninguna!, ¿o a una universidad? ¡Mucho menos! (APLAUSOS.) y no hay hoy a lo largo y ancho del país un solo padre o una sola madre que no se sienta con el derecho y la seguridad de decir: “Este va a estudiar esto; esta va a estudiar otra cosa.” y lo dicen con una seguridad absoluta.
No hay una sola familia, no hay un solo campesino, no hay un solo trabajador, no hay un solo hombre humilde en nuestra patria que no sienta esa seguridad frente a la muerte, frente al accidente, frente a la enfermedad, frente a todo. Y eso ha ido creando la conciencia en nuestros ciudadanos de su valer; ha ido creando la conciencia de su dignidad.
Hoy en los campos de nuestra patria no se ve aquella pareja de guardias rurales con su machete, con sus caballos de siete cuartas. ¡No! Ya no ven a nadie con un fusil, con un fusil en quien contemplen el símbolo de la autoridad. ¡No! Ya no hay un solo hombre o mujer en nuestros campos que vean al poder como algo distinto de ellos, a la autoridad como algo distinto de ellos, al Estado como algo aparte de ellos. Porque hoy la autoridad son ellos, ¡los que tienen en las manos el fusil, y algo más y mucho mejor que los fusiles que tenían aquellos guardias rurales, son ellos! (APLAUSOS.) Hoy el poder son ellos. Pero no de palabras, no con teorías, sino con hechos, con realidades.
Y no hay campesino, cualquiera que sea su edad, que no tenga allí, en la compañía o en el batallón, su arma; que no tenga allí los medios con que defender sus derechos, con que defender su Revolución. Y eso ha creado en los hombres y mujeres de este país ese valor moral, ese valor moral que a nuestro juicio tiene una magnitud que no puede ser medida con números, tiene un poder que no puede ser medido con números, porque todas esas cosas son las que han hecho al pueblo identificarse con la Revolución, todas esas cosas son las que han hecho al pueblo movilizarse frente a cada tarea, frente a cada llamamiento de la Revolución, en cualquier orden, en cualquier sentido.
Y esto demuestra cómo los hombres son capaces de responder a la conciencia, cómo los hombres son capaces de responder a los factores morales. Porque el pueblo ha recibido muchos beneficios materiales, pero ha recibido también grandes beneficios morales. Y estoy seguro de que si a muchos hombres humildes de este país les preguntaran: “¿Qué le agradeces más a la Revolución: que pagues o no pagues la casa, que tengas o no tengas trabajo?; ¿qué le agradeces más a la Revolución: si los bienes materiales que has recibido, o los bienes morales que has recibido?”, yo estoy seguro que muchos, tal vez la inmensa mayoría, diría: “Lo que agradezco a la Revolución más y por lo que más estoy dispuesto a morir por la Revolución, es porque me he sentido ser humano con la Revolución, me he sentido un hombre con dignidad (APLAUSOS), me he sentido que soy algo en mi pueblo, que soy alguien en mi patria, me he sentido como no me sentí jamás en el pasado”.
Y nosotros tenemos que estimular en el pueblo estos factores de conciencia, tenemos que estimular en el pueblo estos factores morales, además del esfuerzo por satisfacer sus necesidades materiales.
Estamos haciendo una Revolución, pero estamos en la mitad del camino de esa Revolución. Hemos avanzado mucho desde el primer día de esta Revolución, y el pueblo se dividía en revolucionarios o reaccionarios, frente a los que se apegaban al pasado y los que miraban hacia el futuro. Y el pueblo fue marchando, fue ganando en conciencia, fue ganando en cultura política. Duras luchas fue necesario librar contra las ideas reaccionarias. Y aquella etapa la hemos ido dejando atrás.
Pero nuevas etapas tenemos por delante. Y nuevamente en el camino nos encontraremos con ideas reaccionarias, ideas que podrían ser revolucionarias hace diez años, y que hoy pueden ser perfectamente reaccionarias, porque posiciones ideológicas de ayer ya pueden no ser suficientemente avanzadas hoy frente a las posiciones ideológicas de hoy, frente a los que miran mas lejos, frente a los que van mas allá, frente a los que no se conforman con poca cosa, frente a los que no se conforman con cualquier cosa, frente a los que no se conforman con una revolución a medias, frente a los que creen en el pueblo, frente a los que creen en el hombre (APLAUSOS), y estas cosas que la Revolución hace, esas ideas con relación a la vivienda, con relación a los servicios médicos, a la educación, con relación a todo lo que se brinda al pueblo —sin necesidad de pesos, sin necesidad de ese signo en la cabeza, y ese papel en el bolsillo— tiende progresivamente a crear en el pueblo una conciencia social más avanzada, tiende a crear en el pueblo un sentido distinto de la propiedad, un sentido distinto frente a los bienes materiales, un sentido distinto frente al trabajo del hombre.
No somos utopistas. No creemos que eso se pueda hacer de la noche a la mañana. No creemos que esa conciencia se cree en unos pocos años, pero sí creemos que esa conciencia no se creará nunca si no se lucha incesantemente en ese sentido, si no se avanza incesantemente por ese camino.
Nos queremos llamar revolucionarios, pero esa palabra, revolucionario, tiene cada vez un sentido más ambicioso; esa palabra, revolucionario, tiene cada vez más un sentido nuevo. Es que hay que aplicarle también la dialéctica al concepto del revolucionario. Y es que nosotros no podemos llamarnos revolucionarios si no aspiramos de verdad y consecuentemente a una sociedad superior. Y no son pocas las cosas que conspiran contra la lucha de los pueblos y la lucha de los hombres por alcanzar formas de vida social superiores.
No tenemos duda que todo eso que se ha ido haciendo es superior al pasado. No tenemos duda que todas las posibilidades creadas, que todos los derechos que el pueblo ha ido recibiendo, y todos los beneficios, son superiores al pasado. Pero no podemos conformarnos con eso. Y, desde luego, es más fácil estar haciendo llamados al sentimiento egoísta de los hombres que estar haciendo llamados al sentimiento solidario de los hombres, al sentimiento generoso de los hombres.
Claro está que todavía con dinero se pueden resolver muchas cosas; claro está que todavía con dinero cualquier fábrica puede “piratear” obreros a otra fábrica. Con salarios más altos cualquier centro puede usurpar, “piratear” —como le llaman— trabajadores a otro centro.
Todavía hay en la realidad de las cosas muchos hombres y mujeres que, por una serie de causas —económicas, sociales, de conciencia—, no pueden sustraerse a la posibilidad o a la oportunidad de recibir algo más individualmente. Pero hay que decir que quien quiera resolver problemas apelando al egoísmo individual, apelando al esfuerzo individual de resolver sus problemas, olvidados de la sociedad, quien haga eso estará actuando reaccionariamente, estará conspirando —aunque lo haga con las mejores intenciones del mundo— contra la posibilidad de crear en el pueblo una conciencia verdaderamente socialista, verdaderamente comunista; conspirando contra el esfuerzo de crear en el pueblo la conciencia de la posibilidad de formas de vida en que los hombres, actuando y trabajando solidariamente, puedan darle a cada uno de los individuos de la sociedad mucho más que lo que ese individuo por caminos solitarios y abandonado a sus solas fuerzas podría alcanzar jamás.
No faltarán voces que se levanten apelando al egoísmo de los hombres. Pero los que pretendamos considerarnos revolucionarios no cejaremos jamás de combatir esas tendencias individualistas y llamar incesantemente a la generosidad y a la solidaridad de los hombres y mujeres de este pueblo (APLAUSOS).
Los que crean que en cada cubano o cubana hay un “Sancho Panza” en potencia se olvidan de lo que la Revolución ha demostrado, y es que entre el pueblo hay muchos más “Quijotes” que “Panzas” (APLAUSOS). Se olvidan de lo que la Revolución ha demostrado con relación al pueblo.
Y a quienes nunca creyeron en el pueblo, a quienes no creyeron ayer, ¿cómo vamos a pedirles que crean hoy o que crean mañana? Quienes no crean en las virtudes morales de los pueblos no podrán dirigir nunca a un pueblo, no podrán nunca llevar hacia adelante a un pueblo. Porque no solo del estómago vive el hombre.
Y si nos acordamos de algunos momentos difíciles, duros, arriesgados, que hemos tenido; recordamos las actitudes del pueblo, y verán cómo en determinados momentos, más de una vez, el pueblo ha estado dispuesto a morir antes que ceder, ¡a morir antes que ceder! (APLAUSOS.) y morir antes que ceder significa que el ser humano puede estar impulsado por algo más que meros instintos biológicos; que el ser humano puede estar impulsado por algo más que simples apetencias animales.
Y los que creen que el hombre es más animal que hombre ofenden a la memoria de los que en cada época de la historia de este país han demostrado y han enseñado lo que es el hombre, han demostrado y han enseñado a ser hombres, desde la Guerra de 1868 —que pronto cumplirá su primer centenario—en que miles, decenas de miles de hombres cubanos, se lanzaron a los campos a luchar; ofenden a la memoria de tantos hombres heroicos como ha tenido este país; ofenden a la memoria de todos los combatientes revolucionarios que han dado la vida por este país (APLAUSOS PROLONGADOS).
Los que en los días difíciles de nuestra lucha —la que más conocemos, porque pudimos vivirla—, los que en aquellos días difíciles, en las ciudades, bajo la feroz persecución de los esbirros se jugaban constantemente la vida; los que en las montañas, sudorosos y hambrientos, vestidos con andrajos y cargando pesados bultos a sus espaldas, marchaban día tras día, mes tras mes, año tras año, luchando, en muchos casos muriendo, ¿qué los impulsaba? ¿Eran acaso apetencias animales? ¿Eran acaso instintos egoístas? ¿O eran acaso una idea, una causa, una razón moral que demostraba su fuerza, que demostraba su capacidad de encontrar seguidores, que demostraba su capacidad de arrastrar un día a todo el pueblo?
Y cuando nos preguntamos con qué ganamos la guerra, casi podemos decir como dicen que dijo Ignacio Agramonte: ¡Con la vergüenza, con el honor, con la moral! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y esos factores, movilizando hoy al pueblo a lo largo de todo el país, trabajando a lo largo de todo el país, harán también que estas batallas de hoy las ganemos, harán también que esas metas de mañana las alcancemos.
Y los calculistas, los metafísicos, se encontrarán con que esos factores que no tuvieron en cuenta jamás, tuvieron más fuerza que todos sus cálculos, tuvieron más poder que todos sus números. Los calculistas —y hay calculistas de buena fe, y los hay de mala fe— algún día también tendrán que inclinarse ante esas realidades con las que no cuentan, porque nuestro pueblo está en marcha, y nuestro pueblo avanza.
No tendremos de inmediato, no tendremos mañana, pero están cada vez menos lejanos los tiempos en que se pueda ver materializado en hechos lo que este pueblo es capaz de hacer frente a todas las dificultades que nos impone el enemigo imperialista, frente a todas las dificultades que nos impuso nuestra condición de país subdesarrollado, con un gran número de analfabetos, con una gran cantidad de ignorancia acumulada; frente a todas las adversidades, frente a todos los golpes, bien provengan del enemigo, bien provengan de la naturaleza.
Este año mismo, a principios de primavera, un ciclón inoportuno, raro, muy poco común, arrasó prácticamente todas las siembras de primavera en las provincias occidentales del país. Hace apenas tres años, por esta misma fecha, un huracán causó inmensas pérdidas en vidas y materiales en la provincia de Oriente. Todos lo recordamos. Hoy mismo, avanzando casi exactamente por la misma ruta que traiga el ciclón Flora, un poderoso huracán avanza también directamente hacia la región oriental del país. No sabemos si en las próximas 36 horas, estemos siendo azotados nuevamente como en aquella ocasión.
Esas son las adversidades que la naturaleza nos ha impuesto. A veces se han hecho cálculos y no se ha contado con los ciclones. Y nosotros tenemos que aprender a hacer cálculos contando con uno, con dos y con tres ciclones. Tenemos que acostumbrarnos a tener en cuenta no solo factores previsibles sino también factores imprevistos. Sería naturalmente doloroso, sería sumamente dañino que en estos momentos un ciclón azotara las provincias orientales del país, que se encuentran en plena cosecha del café, que se encuentran realizando una serie de construcciones, de caminos, obras hidráulicas. Sería duro, pero desde luego, en esta ocasión si otro Flora pasara por la provincia de Oriente, estamos seguros de que el número de víctimas sería incomparablemente menor, porque si en aquella ocasión se hizo un inmenso esfuerzo, gracias a lo cual se salvaron numerosas vidas, esta vez, desde muchas horas antes no quedará absolutamente nadie en ninguno de los sitios a donde pueda alcanzar la altura de las aguas.
Esta vez los daños materiales serían incomparablemente menos, pero de todas formas tenemos también que aprender a enfrentarnos a estos golpes de la naturaleza. Parece que los ciclones se han estado ensañando especialmente con la provincia oriental, en una provincia en donde durante 20 ó 30 años no pasaba un ciclón. En 1963 pasó el Flora, en 1964 pasó el Cleo, y en 1966 hay otro ciclón avanzando directamente sobre esa provincia.
¿Significa eso acaso que vamos a desalentarnos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Significa eso acaso que vamos a dejar de desarrollar los planes que estamos haciendo en la provincia de Oriente? (EXCLAMACIONES DE: “No!”) ¡No! ¡Si el ciclón pasa mañana, pasado mañana estamos de nuevo empezando otra vez! (APLAUSOS.)
Pero algo más, algo más: si sabemos que pasa un ciclón un año y otro, nosotros debemos hacer —y estamos haciendo— un esfuerzo de manera que la producción alcance, aun con un ciclón, o dos ciclones, o tres ciclones. Hay que dejar el campo como si las cosas transcurrieran sin esos fenómenos.
Sabemos, por ejemplo, que los ciclones derriban los platanales. El Flora derribó cientos de caballerías en la provincia de Oriente. Esas caballerías se resembraron. Ahora hay el doble de lo que había cuando el Flora. Pero si pasa un ciclón por Oriente tumba los plátanos, si pasa uno por La Habana tumba los plátanos; entonces hay que tener plátano en Oriente, en Camagüey, en Las Villas, en Matanzas, en La Habana y en Pinar del Río (APLAUSOS).
Nuestras plantaciones de viandas, de cítricos, y de todos estos productos, tenemos que tenerlas en todas las provincias. El huracán de junio tumbó el 90% de las toronjas de Isla de Pinos, prácticamente no dejó un mango ni un aguacate en la provincia de La Habana ni en la zona oriental de Pinar del Río, ni en la zona occidental de Matanzas. Es un inconveniente, no solo para nuestro consumo interno sino también para nuestras exportaciones, porque puede ocurrir que si un año abastecemos y otro año no abastecemos, nos vamos a convertir en unos abastecedores inseguros.
Por eso la política que se sigue con los cítricos es la misma: hacer plantaciones a lo largo del país y hacerlas en cantidades suficientes que nos permitan no solo la satisfacción de las necesidades, el cumplimiento de nuestras obligaciones exteriores y hacer reservas, ¡hacer reservas!
Claro que aunque se van a llevar a cabo los planes de café en pinar del Río, en Las Villas, en Camagüey y en Oriente, el grueso de las plantaciones están en Oriente y el peso principal lo tendrá Oriente. Es decir, siempre que pase un ciclón por Oriente por esta fecha, habrá un problema; pero el día en que podamos disponer de reservas de café suficientes —y no hay otra solución— no tendremos los graves inconvenientes que se producen hoy, que ni tenemos ni podemos ponernos a hacer reservas. Si nos ponemos a estar guardando unas decenas de miles de quintales, vamos a tener menos y no vamos a resolver nada. Pero como hablaba, explicaba en el Congreso de la CTC, se va a realizar un plan entre el año 1966, 1967 y 1968, de sembrar 250 millones de matas de café —¡doscientos cincuenta millones de matas de café!—, entre 1967 y 1968 (APLAUSOS). Eso nos permitirá no solamente satisfacer nuestras necesidades, exportar, sino incluso hacer una reserva, hacer reservas por lo menos del consumo de un año, poco a poco. De manera que si ocurre un desastre de esos de tipo natural, nos haga un daño, pero un daño relativamente limitado.
Estos ciclones tan frecuentes, no sé quién dijo que este año iba a ser un año de muchos ciclones, un científico, y parece que el hombre no se equivocó, porque ya pasó uno en junio, se han formado tres o cuatro, viene uno hacia acá y dicen que detrás se está formando otro. Pues parece que habrá que contar no solo con el imperialismo, habrá que contar con los ciclones. Y se está formando una conciencia de desarrollar las cortinas rompe-vientos. Desde luego, frente a un huracán de 200 kilómetros por hora las cortinas rompe-vientos no van a impedir que se caigan las frutas ni van a impedir que se caigan los granos, pero pueden proteger extraordinariamente las plantaciones. Eso es lo importante. Aunque en Isla de pinos, que traía una magnífica cosecha de cítricos este año, el ciclón arrancó el 90% de los frutos y sin embargo no se cayó una sola mata, y se espera por eso que en el próximo año la cosecha sea todavía mucho mayor, no sólo por el tratamiento a las plantaciones sino también por nuevas áreas que entran en producción.
Nosotros somos todavía un país pobre, bastante pobre; a nosotros todavía nos faltan muchas cosas. Quisiéramos tenerlas, cuanto antes mejor. Hay cosas que no se pueden acelerar en el tiempo, pero hay algo de lo cual estamos muy seguros, y es que lograremos mucho en el máximo de brevedad que puede lograrse. Nosotros estamos plenamente en marcha, ¡plenamente en marcha!, hemos vivido los distintos años de esta Revolución, y nosotros vemos cómo hoy, hoy, ya a estas horas, ninguno de los años anteriores podía compararse a este en esfuerzos, en el ritmo, en el impulso que lleva el país, en el espíritu de trabajo que lleva el país; espíritu de trabajo que se puede palpar a lo largo del país. Nunca se había alcanzado el grado ya de organización, de entusiasmo, que existe en estos momentos.
Se ve ya en una serie de cosas, no solo en las actividades de producción, en la misma educación.
¿Saben el problema que tenemos este año? El problema es que se han graduado más de 70 000 estudiantes de 6to grado, ¡más de setenta mil! (APLAUSOS. ) Esta es una cifra impresionante. Y se han graduado en todas partes, porque es ya el resultado de las escuelas que la Revolución hizo, de los maestros que la Revolución llevó. Y de repente, de repente, se han graduado más de 70 000, y muchos de ellos en lugares donde no hay secundaria básica en las montañas, en los campos, en las granjas, en áreas de pequeños agricultores, en todas partes.
EL número de becas solicitadas ha excedido en más de 15 000 a la capacidad, en más de 15 000. No obstante, 8 500 que ingresan, por ejemplo, en la escuela de Minas de Frío para hacerse maestros; no obstante la capacidad existente, pues no alcanzan. Se han logrado resolver unos cuantos miles más; se calcula que todavía hay 8 000 estudiantes graduados de 6to grado en zonas donde no hay secundaria básica y que no podrían seguir estudiando.
¿Qué vamos a hacer? Seguir buscando. Tenemos un edificio grande donde casi la mitad pertenece al Estado. Se había dejado ahí como un posible hotel futuro; pero hoteles futuros, no podemos dejar ningún edificio para eso, cuando tenemos miles de jóvenes que si no se les busca, se les resuelve el problema, no pueden seguir estudiando. Y ese edificio es el Focsa (APLAUSOS). Hay apartamentos disponibles para unos 1 700 estudiantes, y vamos a convertir inmediatamente el Focsa también; no todo el Focsa, no tienen que asustarse los que vivan en el Focsa. Hay algunos que viven, de los que vivían antes, otros que alquilaron al principio allí algunos apartamentos; no tiene que asustarse nadie, nosotros no desalojamos a nadie. Si alguno quiere cambiar, le cambiamos por otro apartamento, otra cosa, hay siempre un fondo para poder resolver esos problemas.
Pero no bastaba. Entonces el compañero Dorticós propuso otra idea: ¿Por qué no terminamos ese edificio del Banco Nacional y también lo hacemos escuela? (APLAUSOS.) Hace falta como un millón en divisas, porque el problema de los elevadores y todo eso. Los compañeros del Banco Nacional naturalmente tienen que hacer un pequeño sacrificio, pero ellos no están allí y ellos van resolviendo donde están. Ese edificio no se terminaba porque había otras cosas más urgentes: hospitales, otras cuestiones. Pero para escuela habrá que hacer un esfuerzo, un sacrificio y terminar, y poner allí —por ejemplo— un preuniversitario o un instituto tecnológico. Está San Ambrosio. San Ambrosio se iba a destinar a un taller de confecciones; está convertido en un almacén de confecciones. Habrá que buscar por ahí también almacenes. Yo creo que los compañeros del Ministerio de Industrias y el consolidado, seguro que van a cooperar todos a este proyecto con entusiasmo. Y tenemos ahí también capacidad (APLAUSOS).
En Victoria de las Tunas está el plan vial de la carretera Tunas-Bayamo, están instalados allí, ya la carretera de ellos ha avanzado, está llegando al Cauto. Esperamos que se pueda salvar del ciclón ese que amenaza. Tienen allí una instalación donde se puede poner una secundaria básica. Estoy seguro de que esos compañeros pueden cooperar, mudarse para otro lado y allí mismo hacemos otra secundaria básica (APLAUSOS).
Y, desde luego, hemos tenido una capacidad que ha aumentado mucho, como 300 residencias de Miramar de los que se fueron en este último año, desde el último 28 de septiembre a este.
¿Qué quiere decir esto? Que todos los organismos en la capital y en las provincias deben hacer un esfuerzo, plantearse la posibilidad de disponer, de facilitar al Ministerio de Educación todas esas instalaciones que puedan liberarse, buscando por un lado almacenes, haciendo un esfuerzo por otro lado, de manera que no se quede uno solo de esos 8 000 estudiantes que, si no hacemos eso, no podrían seguir estudiando. Y de veras que sería doloroso que la Revolución se declarara incapaz de resolver ese problema porque, si no lo resolvemos, pues podríamos ser calificados, con toda razón, de sietemesinos que no resolvemos el problema, y de calculistas que no resolvemos el problema, y de metafísicos que no resolvemos el problema (APLAUSOS).
Si hacemos números, si hacemos números pues no hay. Si usted se pone a calcular no hay; ya. Entonces se dice: bueno, 8 000, no hay. Pero si nos ponemos a pensar, si queremos resolver, si hay voluntad de resolver, podemos resolver; ¡podemos resolver! (APLAUSOS.)
Esto, sin embargo, nos da idea de la marcha de las cosas de nuestro país. Si este año se graduaron 70 000, pues el año que viene se calculan 80 000, es decir que una inmensa masa, una nueva generación con educación, con instrucción, con capacitación técnica, marcha adelante, marcha adelante; de hecho un pueblo entero, toda una nueva generación está surgiendo, y es obligación fundamentalísima nuestra prepararla para vivir, trabajar y producir en un país desarrollado (APLAUSOS).
Ese avance impresionante se puede observar en todos los frentes, en todos los frentes. Y ya en el próximo año tendremos una zafra considerablemente grande, y en el próximo año tenemos que sembrar una cantidad de caballerías de tierra enorme, enorme. El esfuerzo que hay que hacer es grande.
Como hemos venido diciendo, ese esfuerzo tiene que ser principalmente a base de máquinas, tiene que ser a base de productividad. Pero, sin embargo, como todas esas máquinas no existen, como no existen suficientes máquinas, tendremos todavía que hacer grandes esfuerzos. Se hará una movilización grande de todos los estudiantes al principio de la próxima primavera. Surgía el problema de cómo albergarlos, cómo albergarlos si todavía no se ha terminado la zafra. Y la solución nos la pueden dar los compañeros del Ministerio de Industrias con la fábrica de casas de campaña que han estado levantando. Han producido cerca de 1 000, pero necesitamos para la próxima primavera como 15 000 casas de campaña, ¡necesitamos! Y nosotros esperamos —no voy a decir que las 15 000, pero por lo menos 10 000— que los compañeros del Ministerio de Industrias resuelvan ese problema.
Naturalmente, habrá por otro lado que ayudarles a resolver ciertos problemas de materiales, pero hay que resolver ese problema.
En el verano para las playas, y en la primavera para el campo, de cara al campo (APLAUSOS). Si realmente instalamos nosotros esas casas de campaña en las playas, los estudiantes de vacaciones podrán ir a las playas de vacaciones, y entonces en el verano será de cara al mar, o de cara a las montañas, porque también las montañas son bonitas y se puede pasar las vacaciones bien en las montañas.
Estamos enfrentados a grandes tareas, pero yo les puedo asegurar que hay entusiasmo para esas grandes tareas, les puedo asegurar por haberlo visto, por haberlo palpado, que hay a lo largo del país un gran entusiasmo por esas tareas. Y esa tiene que ser nuestra actitud, de ustedes y de nosotros.
Cuando ustedes vean a alguien que dice: “No sé”, mírenlo con suspicacia; cuando ustedes oyen decir a alguien: “No puedo”, mírenlo con sospecha; cuando ustedes vean que alguien dice: “Esto es mucho”, mírenlo con reservas; porque lo que tenemos que decir todos, ustedes y nosotros, es: “¡Sí, podemos! ¡Y lo que no sepamos, lo aprendemos!” (APLAUSOS.) Tenemos que decir que nada es mucho para nosotros.
y la experiencia nos ha enseñado algo: que siempre cuando creemos que hacemos mucho, podemos hacer un poco más, un poco más, tenemos montones de experiencias en que cuando se dice: “Hasta aquí”, realmente se demuestra que se puede llegar hasta allá.
Y esa es la única actitud revolucionaria, es la única actitud revolucionaria. Y el revolucionario influye con su carácter en los acontecimientos. El que no lo es, el resignado, el conformista, el derrotista, hace un plan para 10 años, 15 años. Es que todos no son iguales que él. ¿Y por qué 10 años si se puede hacer en tres? ¿Por qué 10 si se puede hacer en tres? Si en tres podemos resolver montones de problemas, ¿por qué resolverlos en 10? Y esa es la actitud: una actitud de guerra y una actitud belicosa frente a las dificultades, frente a las tareas.
Y de ese tipo de hombre están surgiendo por todas partes. Hay compañeros nuestros que tienen un gran criterio para seleccionar los cuadros. Y ya usted se va encontrando, como dicen por ahí: “cuadritos”, unos “cuadritos”, muchos de ellos compañeros muy jóvenes que tienen una actitud tremenda, ¡tremenda!, frente a los problemas, de afrontarlos, de impulsarlos, de resolver; esos no se están quietos un minuto. Y tenemos que promover ese tipo de gente.
A veces tenemos gente que es muy buena, muy decente, muy fina, ¡y le da una lástima! Bueno, señor, yo no digo que eso sea malo, el hombre no puede ser cruel; el administrador, el hombre que tiene una responsabilidad no debe ser cruel. Debe dolerle. ¡De acuerdo! Hay que tenerle lástima, pena con él, pero hay que tener más pena con el pueblo (APLAUSOS), ¡más pena con el pueblo! (APLAUSOS.) ¿Qué se va a hacer? A nadie le gusta sustituir a nadie, siempre es doloroso. No hay cosa más dolorosa y más desagradable que tener que sustituir a nadie de un trabajo; es doloroso y es desagradable, pero hay que decirle: “Tú no estás haciendo un buen trabajo, tienes que ser sustituido”. Porque es muy poca la gente que dice verdad, es muy poca la gente; de cada 10 usted se encuentra uno que dice: es verdad.
¡Qué difícil es que el hombre tenga un espíritu autocrítico y comprenda de verdad cuando lo está haciendo mal! Y, por lo general, hay incluso que sustituir a la gente que lo está haciendo mal cuando él se cree que lo está haciendo muy bien. Y es doloroso. Pero no somos revolucionarios si no sabemos pasar por encima de esa cobardía, frente a la pena que hay que pasar, porque es, en el fondo, una actitud cobarde. Es doloroso decirle a alguien: “Usted no está trabajando bien, usted va a ser sustituido”.
Y es imprescindible, señores, es deber de la Revolución ir promoviendo a todos los que sirven. Ir promoviendo a todos los que sirven no significa andar quitando a todo el mundo, porque siempre habrá 20 que dicen: “ese no sirve”. Y muchas veces hay gente que no sirve diciendo que nadie sirve. No significa transigir, pero saber tener un buen criterio para evaluar el trabajo, para seleccionar buenos cuadros que respondan a esa política de empuje, agresiva, dinámica, decidida; gente incansable, infatigable, que a cualquier hora, de día y de noche, esté dispuesta a afrontar los problemas (APLAUSOS).
Y nosotros, afortunadamente, tenemos ya unos cuantos compañeros de ese tipo: trabajadores serios, constantes, responsables. ¡Ah!, pero hay que llevar esa política hasta el último rincón, ¡promover a los más capaces!; la sociedad necesita que los más capaces sean los que estén al frente de las tareas —eso es lo que necesita la sociedad, eso es lo que necesita la Revolución (APLAUSOS)—, para que respondan a este espíritu, para que respondan a este estilo, para que respondan a este empuje.
Porque la cosa cada vez es mayor, la cosa tiene cada vez más fuerza, la cosa es cada vez más arrolladora. Los hombres cansados no pueden seguir ese ritmo; los hombres que les falta entusiasmo, los tibios, los cobardes, no pueden seguir ese ritmo.
La Revolución desgasta. Hay lo que se puede llamar “gente que se desgasta”; algunos dicen: “este se ha quemado”; el otro dice: “este se ha tostado”; y hay otros que se han desgastado, desgastado. Bueno: la Revolución puede jubilar a cualquiera, incluso la Revolución puede jubilar generosamente a cualquier revolucionario que se haya cansado; es más negocio un revolucionario jubilado, que un cansado haciendo el papel de revolucionario (APLAUSOS).
Y la verdad es que debemos estar en eso muy claros. Si hay cansancio, jubílese; pero no se convierta en freno, no se convierta en obstáculo, no se convierta en estorbo. Hay mucho que hacer y esta tarea es de revolucionarios (APLAUSOS). No basta con haber sido revolucionario ayer, hay que saber ser revolucionario hoy (APLAUSOS), hay que saber ser revolucionario mañana (APLAUSOS). Y hasta, incluso, se puede ser revolucionario no estorbando, no estorbando.
Vengan nuevos cuadros, vengan nuevas generaciones de hombres; promuévanse los más aptos; no se aferre nadie a los honores, ni a los cargos, que eso siempre ha costado muy caro a los pueblos. Vengan nuevas generaciones mejores que nosotros (APLAUSOS), vengan nuevas generaciones más aptas que nosotros, que gustosamente les iremos dando el puesto de vanguardia; pero lo que no dejaremos de ser jamás, jamás dejaremos de ser revolucionarios (APLAUSOS), jamás nos conformaremos con media revolución (APLAUSOS), jamás nos resignaremos al mínimo, sino al máximo (APLAUSOS); jamás nos detendremos en la mitad del camino.
Creemos que tenemos el derecho a llamarnos revolucionarios, pero no lo tendremos cuando renunciemos a marchar hacia adelante. Los conformistas podrán conformarse con el mínimo; nosotros buscamos el máximo.
La Revolución marcha hacia adelante; pero la Revolución apenas ha comenzado. La obra de la Revolución apenas habrá comenzado. Pero este pueblo tendrá derecho históricamente a llamarse revolucionario, tendrá derecho histórico a llamarse revolucionario, porque no se conformará con el mínimo; porque luchará por el máximo, luchará por llegar tan lejos como sea posible. Y de eso, acerca de eso, nosotros tenemos una confianza absoluta.
Nuestra confianza en el pueblo no es de hoy, cuando el pueblo ha demostrado más que de sobra de lo que era capaz, cuando ha demostrado más que de sobra que no estábamos equivocados, cuando nada de esto había ocurrido, cuando no se reunía una multitud como esta —y como todas las multitudes que se reúnen en la Plaza de la Revolución— creíamos en el pueblo, confiábamos en el pueblo, conocíamos al pueblo. Y sabemos que de este pueblo se puede pedir todo; sabemos que este pueblo llegará tan lejos como sea capaz de llegar cualquier pueblo; que este pueblo es tan revolucionario como sea capaz de serlo cualquier pueblo; y que este pueblo hará su Revolución, ¡su Revolución! (APLAUSOS), que es nuestra Revolución, nuestro camino, sin despreciar ninguna experiencia, sin subestimar los méritos de ningún pueblo. Pero sabemos, tenemos la más profunda convicción de que tenemos, de que debemos, y que lo único revolucionario es hacer nuestra Revolución (APLAUSOS).
Hay espíritus serviles, hay espíritus domesticados, hay gentes que se ofenden, gentes de aquí, que se ofenden cuando decimos: ¡hacer nuestra Revolución!, cuando decimos que el pueblo hará su Revolución (APLAUSOS). Lo estiman como una especie de pecado, como una especie de sacrilegio marxista-leninista.
Pero no perdamos el tiempo en esas disquisiciones, porque haremos nuestra Revolución, porque esa es una ley de la Historia Universal y es una ley de nuestra historia.
Y los que no quieran que hagamos nuestra Revolución correrán la suerte que corrieron los seudorrevolucionarios, o los contrarrevolucionarios, o los reaccionarios. Porque algunos de esos espíritus sumisos, serviles, domesticados, se juntan para hacerle a la Revolución las criticas que hacen los contrarrevolucionarios, para emplear contra la Revolución argumentos que emplean los contrarrevolucionarios.
Había un dicho en Roma que decía que del Capitolio a la Roca de Tarpeya no había más que un paso; desde luego, no hace falta ninguna Roca de Tarpeya, porque esa basura se la lleva un arroyito cualquiera de agua. Es decir, hay basura —digámoslo así con todas las palabras—, pero correrán la suerte de los apóstatas, de los seudorrevolucionarios, y puede ser —si se atreven demasiado lejos— la de los contrarrevolucionarios (APLAUSOS).
¡Haremos nuestra Revolución marxista-leninista! (APLAUSOS.) ¡Socialista, comunista! (APLAUSOS PROLONGADOS.) No decimos que llegaremos al socialismo, sino decimos: ¡Atravesaremos por el socialismo para llegar al comunismo! (APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Y llegaremos al comunismo por los caminos del marxismo leninismo! (APLAUSOS.) ¡Llegaremos al comunismo en virtud de una interpretación revolucionaria y científica de las realidades; no llegaremos al comunismo por los caminos del capitalismo, porque por los caminos del capitalismo nadie llegará jamás al comunismo! (APLAUSOS.)
Y haremos las cosas no siempre por los caminos más fáciles; a veces hasta por los caminos más difíciles. Porque en aras del facilismo no sacrificaremos la aspiración de llegar al comunismo. Constructores de una sociedad nueva, sabemos que toda construcción es difícil, sobre todo cuando hay que hacerla sobre los escombros de un pasado todavía reciente.
Sabemos que toda obra histórica, toda obra de creación histórica, es difícil. Sabemos que es una cuesta empinada, que hacia arriba hay que marchar ardorosamente. Y marcharemos por esa cuesta, por los caminos difíciles; no siempre buscando lo fácil, porque a veces lo fácil conduce a la derrota.
Marcharemos hacia adelante luchando, porque sin lucha no se construye nada, no se crea nada. Marcharemos hacia adelante esforzándonos, porque sin esfuerzo no se llega a ninguna parte. Con esfuerzo hemos llegado hasta aquí, y con esfuerzo llegaremos mucho más lejos que hasta aquí. Y llegaremos con empuje, con entusiasmo, con fervor, con seguridad, con confianza, con la misma confianza de ayer, con la misma confianza de los primeros años, porque si antes creíamos, mucha más razón tenemos hoy para creer. ¡Seguiremos adelante con el pueblo, con las masas, con su vanguardia revolucionaria, con su partido de vanguardia (APLAUSOS), con los mejores, con los más decididos, con los más capaces, con los más revolucionarios! Y esto de decir quiénes serán los más revolucionarios no lo diremos nosotros, lo dirá el pueblo, siempre el pueblo (APLAUSOS).
Y lo dirá el pueblo por los hechos y no por las palabras, y lo dirá el pueblo porque el pueblo es el único que puede juzgar. El pueblo es el único que será capaz de hacer ese camino, llevar adelante esta obra.
Ustedes, en el día de hoy, vinieron con las antorchas que simbolizaban la revolución técnica, y vinieron con los machetes (APLAUSOS). ¡Hay que afilar esos machetes porque con esos machetes en la próxima zafra hay que cortar mucha caña! (APLAUSOS.) Con esos machetes habrá que trabajar duramente en nuestros campos (APLAUSOS).
Ustedes han interpretado cabalmente la esencia de esta hora, que es la técnica y el trabajo; ustedes han interpretado cabalmente la consigna de este momento, de este año, de estos años, que es volcarse hacia el trabajo creador, volcar nuestro esfuerzo hacia nuestros campos. Y, en primer lugar, nosotros, todos nosotros, a veces nos parece que nos hemos hecho demasiado capitalinos, a veces nos parece que la capital influye demasiado en todos nosotros.
Ustedes, hombres y mujeres de la capital, no se sentirán subestimados por esto. Ustedes, hombres y mujeres de la capital, no pensarán que sea una falta ser capitalinos. Muchos de ustedes nacieron en esta capital, pero esta Revolución nació en todo el país, no nació solo en la capital. Este Gobierno nació en todo el país, no solamente en la capital, y el país no es solo su capital.
Un enorme esfuerzo se está realizando en nuestros campos, en los llanos, en las montañas del país y creo sinceramente que nosotros, la mayoría de nosotros, debiéramos pasarnos la mayor parte del tiempo en el interior del país, trabajando en el interior del país (APLAUSOS), librando en el interior del país la batalla de la economía (APLAUSOS), la batalla de la agricultura (APLAUSOS), librando en el interior del país la batalla de la producción (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
¿Les pesan mucho los machetes? ¿Qué dicen?
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Bueno, pero si empezamos rebajando normas no vamos a ganar así la batalla.
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Yo creo que si las normas resultan altas, hay que considerar eso; pero que una actitud de ganar la batalla económica no es la actitud de estar reclamando reducción de normas (APLAUSOS). Aunque repito que es nuestro deber, nuestro deber, tener en cuenta las posibilidades de lo que cada cual pueda hacer. Pero estos años son de hacer, estos años son de incrementar la producción, estos años son de incrementar la productividad. Y todos, absolutamente todos, debemos prometernos, proponernos elevar la productividad, elevar la producción.
Tiempos llegarán en que más de la mitad del esfuerzo de hoy hará producir diez veces más que hoy. Y cuando ese tiempo llegue, a medida que ese tiempo vaya llegando, a medida que la productividad de nuestro esfuerzo aumente, las normas nos parecerán cada vez menos altas.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités, decía que interpretaban la actitud de este momento, de este momento en que se incorporan grandes masas a la producción, cuando decenas de miles de mujeres se incorporan a distintas tareas. Hemos estado planteando y proclamando que deben seleccionarse aquellos tipos de actividades que sean más asequibles a las mujeres (APLAUSOS).
Ya nos hemos encontrado muchos lugares en los campos, tiendas del pueblo, y son mujeres las que están trabajando en esas tiendas, en muchos tipos de actividades, en todas partes. No hay prácticamente una granja avícola del país que no esté manejada por mujeres. Debemos procurar —y eso lo planteábamos nosotros precisamente en el Congreso— que la incorporación de las mujeres al trabajo no sea para compensar la falta de productividad de los hombres, no sea para compensar las bajas de la producción, sino para incrementar la producción; y que debíamos encaminar ese esfuerzo —y es lo que se está haciendo— hacia aquellas actividades que las mujeres pueden realizar. No estamos nunca, y siempre nos opondremos a que se plantee el empleo de las mujeres en determinados tipos de trabajos que prácticamente resulta imposible que los puedan realizar físicamente. Hay un sinnúmero de actividades en que se puede incorporar la mujer a la producción, y eso es lo que estamos haciendo.
Pero no solamente incorporaremos masas de mujeres a la producción a realizar las actividades que estén al alcance de sus posibilidades, sino que incorporaremos masas de máquinas. Repetimos que la solución del problema está en las máquinas; no propiamente en lo que podamos llamar el trabajo físico de los trabajadores.
Decía que tenemos que realizar todavía muchos esfuerzos de ese tipo porque no tenemos suficientes máquinas todavía y porque tenemos que hacer avanzar al país, porque tenemos que desarrollar la agricultura, porque tenemos que incrementar la producción. Y si no podemos hacerlo ahora de otra forma que incrementando el esfuerzo físico, hay que incrementar el esfuerzo físico.
En el futuro —y rápidamente— será con máquinas, y cada vez más con máquinas (APLAUSOS); ir mecanizando todas las actividades —en el campo sobre todo— que puedan ser mecanizadas; ir suprimiendo toda una serie de otros tipos de actividades.
Y yo les voy a poner un ejemplo. En este país nuestros trabajadores cargaban todos los años 45 millones de toneladas de caña; y cargaban casi cañita a cañita con las manos, para ponerla encima de una carreta, 45 millones de toneladas de caña. Y ustedes saben lo que es cargar caña; muchas personas dicen que prefieren cortar a cargar. Pues bien: todos los años nuestros trabajadores cañeros cargaban más de 40 millones de toneladas de caña, cañita a cañita. Con las máquinas ya la mayor parte de ese trabajo se hace con alzadoras, y pronto ya no se cargará una caña más. ¿Qué significa? Que les habremos ahorrado a nuestros trabajadores la inmensa, la titánica tarea de cargar todos los años 45 millones de toneladas de caña.
Y así por el estilo, así por el estilo, a medida que vayamos introduciendo las máquinas, elevaremos la productividad e iremos eliminando ese trabajo físico, duro, difícil —como ha ocurrido con ese ejemplo que les he puesto.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités de Defensa de la Revolución, han estado a tono con nuestras realidades. El pueblo, el Partido, tienen en ustedes una gran confianza; porque desde que se creó esta organización hace seis años, no hay una sola vez que no hayan respondido con entusiasmo, no hay una sola vez que no hayan dicho presente, no hay una sola vez que no hayan cumplido las tareas asignadas.
Por eso, compañeros, ¡nuestra felicitación! (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO.) Por eso, y por no bajar la guardia —como dice este compañero—, nuestro reconocimiento en este VI aniversario de la creación de esta organización de masa revolucionaria, que es nueva y que es un aporte de la Revolución Cubana en el proceso revolucionario, esta institución que miran con admiración muchos de nuestros visitantes, a cuya organización y a cuyas fuerzas prestan atención; esta organización de la cual se admiran y que no dudo que en otros países y en otros pueblos revolucionarios —a medida que avance la marcha victoriosa de los pueblos en su lucha por la liberación— será imitada.
¡Vivan los Comités de Defensa de la Revolución! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!”)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
Esta fecha del 28 de septiembre se ha convertido ya en una fecha de todo el pueblo. A lo largo de la isla, en todas las provincias, sus capitales, en todas sus ciudades, hemos podido percibir el entusiasmo, la alegría y el fervor revolucionario con que el público acudía a los actos, los niños a las fiestas, con motivo de este VI aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución. El pueblo responde así, con su reconocimiento, al trabajo de una de sus más poderosas organizaciones de masa.
El compañero coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, explicaba las distintas tareas que se han realizado; otros años se han resaltado cada una de esas actividades. El hablaba, entre ellas —por ejemplo—, de la tarea relacionada con la Reforma Urbana. Creo que es una buena prueba de las actividades o de la eficacia del trabajo de los Comités de Defensa de la Revolución, el hecho de que prácticamente en un año, desde que se planteó aquí el problema de las irregularidades que había con la Reforma Urbana, cómo prácticamente en un año, gracias al eficiente trabajo del compañero Yabur (APLAUSOS), con el apoyo de los Comités de Defensa de la Revolución, las cifras de recaudación de la Reforma Urbana están en los más altos niveles que habían tenido nunca. Y eso a pesar de que, con motivo de la Ley de la Reforma Urbana, decenas y decenas de miles de familias ya no pagan el alquiler (APLAUSOS).
En aquella ocasión nosotros explicábamos los inconvenientes de tipo moral, lo negativo que resultaba el hecho de que muchas personas tranquilamente dejasen de cumplir con una elemental obligación, como es la del pago de la vivienda. Si con la Revolución habían desaparecido para siempre los desahucios, si con la Revolución desapareció para siempre aquel espectáculo penoso de ver a las familias lanzadas a la calle por los dueños de las casas, no era justo de ninguna forma que precisamente viniera a ocurrir entonces todo lo contrario: que mucha gente quisiese lanzar a la calle la ley, quisiera desahuciar el deber, sus obligaciones, el pago de la Reforma Urbana.
Siempre se habían tenido en cuenta todos los problemas de crisis, situaciones económicas de la familia, y no era justo, no era conveniente, no era alentador, no era bueno, que un número considerable de personas dejasen de pagar lo que les correspondía de alquiler, sobre todo porque en muchos casos era por simple indolencia, por morosidad. Pero nosotros aquella vez señalábamos cómo una administración deficiente había contribuido considerablemente a la entronización de esos vicios.
Recientemente nosotros explicábamos la política que seguiría el Gobierno Revolucionario, la proposición que nosotros íbamos a plantear en el seno del Consejo de Ministros, con relación a la Reforma Urbana y con relación al pago de las viviendas. Cuando se hizo esa Ley se contemplaron los casos de familias que estaban viviendo en casas construidas antes de 1940 y las que estaban construidas con posterioridad a 1940. Posteriormente se fue haciendo claro, al menos en mi concepto, que se establecía una cierta discriminación.
Es cierto que muchas viviendas eran más modernas que otras, pero de todas formas las causas por las cuales una persona vivía en una casa de un año y otra vivía en otra casa de otro año, no tenía prácticamente nada que ver con las personas que residían en esas viviendas, sino con el momento en que alquilaron una casa; y, en fin, se establecía una diferenciación que a nosotros nos parecía justo y correcto enmendar. Y por eso nos proponíamos, y nos proponemos, una futura Ley de Reforma Urbana.
Vuelvo a hablar de esto, porque en aquella ocasión quedaron algunas preocupaciones, algunas dudas sobre eso.
Nosotros decíamos de hacer una nueva ley que a partir de 1970 ya prácticamente quedase suprimido el pago del alquiler por la vivienda (APLAUSOS). Algunos compañeros de la Reforma Urbana se preocuparon, y se preguntaban si el anuncio de esa Ley no podría traer como consecuencia un relajamiento y un incumplimiento en los pagos. Desde luego, a mí me parecía que no podía ser así, sino al contrario, puesto que se sabía que al cumplirse el quinto año de la Ley de Reforma Urbana no se le concedió ese derecho a todas aquellas personas que habían incurrido en incumplimiento en los pagos. El pueblo sabe que la Revolución, de ninguna manera, nunca podrá premiar el incumplimiento. De modo que quien no cumpla, los que no cumplan serán los únicos ciudadanos que quedarán en este país pagando alquiler después de 1970 (APLAUSOS).
Ese problema, es decir ese problema de la vivienda, será para la Revolución un paso importante, será para la Revolución, implicará, la supresión prácticamente de todo un organismo destinado a las actividades de los cobros de la Reforma Urbana, significará la reducción de un número considerable de empleados de oficina. Y esperamos que realmente sean muy pocos los ciudadanos en este país que tengan que pasar por el bochorno de tener que admitir después de 1970 que todavía van a seguir pagando alquiler por incumplidores (APLAUSOS).
Creemos, desde luego, que se le debe dar una oportunidad de ponerse al día a todos los que han incurrido en morosidad; creemos que se le debe dar una oportunidad a todos para poder acogerse a ese nuevo derecho, es decir, aquellos que hayan estado pagando mediante procedimiento, en fin, darles una oportunidad a todos aquellos que digan: “Yo quiero, por fin, empezar a ser un individuo que voy a cumplir con mis obligaciones para poder tener derecho”. Lo que más podía convenirle al país para esa fecha es que fuera mínimo, y si fuera posible ningún ciudadano el que tuviera que pagar la vivienda.
La Revolución en estos últimos años ha estado dedicando la mayor parte de los recursos de vivienda al interior del país. En la provincia de Camagüey es donde se está llevando a cabo el esfuerzo principal en la construcción de viviendas. Y siempre, desde el principio de la Revolución, a los trabajadores agrícolas de las granjas se les concedía el derecho a la vivienda gratuitamente. Es decir que esta política ya de la vivienda al trabajador, como parte de uno de los beneficios sociales que recibe, se estaba haciendo con muchas de esas nuevas viviendas gratuitamente.
Una parte de las viviendas nuevas y algunas de las viejas viviendas que quedaron disponibles fueron también contratadas a base de un 10% del ingreso.
Tenemos noticias de que este problema del 10% del ingreso familiar implicaba el pago de los que alquilaron la casa y después, si alguno más empezaba a trabajar que pagara otra vez su 10%, y que la Reforma Urbana estaba haciendo un esfuerzo porque todos aquellos donde habían aumentado el ingreso contribuyeran proporcionalmente al 10%, y eso estaba creando una serie de trámites engorrosos. Es decir, se estaban siguiendo una serie de trámites y eso estaba creando una serie de dificultades administrativas.
Y, realmente, creemos que tal como están actualmente los contratos, la Reforma Urbana se debe ahorrar el esfuerzo ese de estar en una investigación continua de quién empezó a ganar más dinero, y si otro empezó a trabajar, y si se mudaron dos en vez de uno y tenga que haber otro más pagando. Me parece que, de acuerdo con la política que en perspectiva nos proponemos, sería mejor que cada cual pagara lo que está pagando en este momento y no se hicieran investigaciones de esa naturaleza para evitarnos engorrosos trámites y problemas (APLAUSOS). Eso, al fin y al cabo, no significa gran cosa; eso como ingreso no significa gran cosa, y puede traer toda una serie de trámites burocráticos, administrativos, de trabajo, de esfuerzos, que más vale invertirlos en otra cosa.
Lo que es preciso es tratar de lograr que todo el mundo pague. Y que quede bien claramente establecido que aquellos que por su gusto, sin ninguna causa que realmente lo justifique —porque siempre que ha habido causas justificativas se han tenido en cuenta—, el que no pague entonces no tendrá derecho. Y esperamos que esto sirva para que, incluso, se incremente más el pago, y sirva para facilitar el trabajo que ustedes realizan con relación a la Reforma Urbana.
Es aspiración de la Revolución el lograr que cada familia, cada familia, disponga de una vivienda decorosa, en la ciudad y en el campo. Sabemos que estamos muy lejos todavía de ver realizada esa aspiración.
Algunos se preguntarán por los aspectos financieros de este tipo de leyes revolucionarias. Y digo sinceramente que creo que esta Ley de la Reforma Urbana es una ley verdaderamente revolucionaria (APLAUSOS). Las implicaciones financieras de esta ley, con vistas a 1970, no significan prácticamente nada para un país como el nuestro si adquirimos y logramos alcanzar ritmos de desarrollo como los que hay proyectados. Los aproximadamente 70 u 80 millones de pesos que para ese año dejarían de percibirse, no significan prácticamente nada si logramos cumplir nuestros planes de desarrollo económico; cifras incomparablemente mayores que estas, muchas veces mayores que estas, serán los incrementos que nosotros logremos en nuestra economía (APLAUSOS).
Hay algo que distingue a los revolucionarios de los que no lo son, y es la actitud ante el futuro, la actitud ante las grandes metas, la actitud ante los grandes objetivos a lograr. Empiezo por decir que quien no tenga una actitud de combate, una actitud de confianza en la Revolución y en su fuerza, una actitud de confianza en el pueblo y en su inmensa capacidad de lucha y de trabajo y de creación, no será jamás un revolucionario (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE DICEN: “¡Mueva la mata, que todavía quedan algunas naranjas podridas, Fidel!”).
Quedan, quedan, lo que hay que saber distinguir bien esas naranjas podridas (APLAUSOS).
(DEL PUBLICO LE VUELVEN A DECIR ALGO)
¿Quién es el que no tiene trabajo por ahí?
Les decía que la actitud del hombre frente a los obstáculos, la actitud del hombre frente a las dificultades, la actitud del hombre frente al esfuerzo, es algo que sirve para medir el temple del revolucionario. A las ideas optimistas, revolucionarias, que defendemos no les faltarán críticos, calculadores, esa gente que tienen una posición absolutamente metafísica ante la vida; suman, restan, pero les falta una suma: es la suma de la voluntad, es la suma del valor, es la suma de la decisión (APLAUSOS), es la suma de los factores morales con los cuales los pueblos siempre han emprendido y han realizado las más grandes tareas en la historia de la humanidad (APLAUSOS).
Quienes se resignan a un esfuerzo mínimo, quienes se conforman con el mínimo, siempre se asustarán, siempre se amedrentarán. Cuando se habla de grandes obras, de grandes proyectos, de grandes metas; cuando se habla de darle algo al pueblo, esos hombres de corazón raquítico jamás podrán darle a los pueblos más que raquíticas ventajas, raquíticos éxitos. Y se asustan, sencillamente, porque no son capaces de creer, de comprender lo que un pueblo puede hacer; sencillamente porque se asustan del gran esfuerzo de organización, del gran impulso que hay que darle a la obra de la Revolución. Esos tipos de hombres sietemesinos nos recuerdan a aquellos que, frente a la lucha en el pasado, frente a aquella dificilísima meta de derrocar aquel sistema de explotación y de tiranía, decían que aquello era imposible, decían que aquello era cosa de aventureros y de locos.
Muchas veces frente a las grandes tareas hay los que vacilan, pero siempre entre los vacilantes se encontrarán los primeros oportunistas (APLAUSOS).
A nosotros no nos cabe la menor duda que con el esfuerzo del pueblo, con el esfuerzo que se ha venido haciendo, con el esfuerzo que se hace hoy, con el esfuerzo cada vez mayor que deberemos hacer en los años venideros, este pueblo, con su inteligencia, con sus brazos, con su sudor, será capaz de crear riquezas incomparablemente superiores a lo que implique financieramente el hecho de que el pueblo en 1970 deje de pagar alquiler. Con ese criterio, entonces no se habría hecho nunca una rebaja de alquiler, y una de las primeras cosas que hizo la Revolución fue rebajar en cantidades que en algunos casos oscilaban hasta el 50% de lo que las familias pagaban de alquiler. Todo el mundo sabe la angustia, la amargura, la inseguridad de aquel sistema, el dolor de tener que pagar, a veces, hasta la mitad del sueldo por una casita, por un apartamento pequeño; todo el mundo recuerda el sueño de la gente: tener un día un techo propio; todo el mundo recuerda aquellas empresas comerciales que para vender jabones, o para vender periódicos, rifaban una casita todos los meses. Y cuántos hombres en el campo y en la ciudad guardaban los cupones de jabón, o de los periódicos, a ver si tenían la suerte —uno cada 100 000, uno por millón— de sacarse una casa.
Un financiero, un economista puro, un metafísico de la Revolución, habría dicho: “¡Cuidado! No se rebaje un centavo a esos alquileres, porque financieramente, porque económicamente, porque pesos más, pesos menos...” Esa gente tienen un signo de pesos en la cabeza, y quieren que el pueblo tenga también un signo de pesos en la cabeza y en el corazón (APLAUSOS). Y si nosotros queremos un pueblo que se quite de la mente el signo de pesos y se quite del corazón el signo de pesos, debemos tener también hombres que se quiten, en su pensamiento, ese signo de pesos en la cabeza. Habrían dicho: ¡No!, y habrían sacado cuentas. Y entonces nosotros les habríamos podido preguntar: ¿En nombre de qué invitan al pueblo a una revolución? ¿Acaso en nombre de razones puramente metafísicas? ¿En nombre de qué van a invitar al pueblo a luchar, y hasta morir, en defensa de esta Revolución?
¿Es que podíamos pretender de que el pueblo creyera, fuera un simple creyente “a priori” de todo? ¿O era necesario, en primer término, demostrar que la Revolución estaba de parte del pueblo, que la Revolución estaba contra los intereses de los ricos, que la Revolución estaba contra los intereses de los explotadores; que la Revolución, sin vacilación de ninguna clase, sacrificaba, afectaba los intereses de las minorías privilegiadas en nombre de los intereses del pueblo? ¡No habría habido ni una sola ley! En nombre de esos principios habrían planteado seguir cobrándoles la renta a los campesinos, en nombre de esos mismos principios habrían planteado seguir cobrando intereses por los créditos, habrían planteado cobrar la asistencia médica y hospitalaria, habrían planteado cobrar la enseñanza, cobrar en las escuelas de becados, en nombre de esa actitud metafísica ante la vida; y no habrían tenido jamás el entusiasmo del pueblo, no habrían tenido jamás el entusiasmo de las masas, que constituye el primer factor, el fundamental factor para que un pueblo avance, para que un pueblo construya, para que un pueblo sea capaz de desarrollarse.
Y ese entusiasmo del pueblo, ese apoyo a la Revolución, es algo que se puede medir con una magnitud incomparablemente superior a esas sumas y a esas restas de los metafísicos.
Al pueblo la Revolución no pudo darle, desde luego, todo lo que necesitaba; al pueblo no podría darle lo que no tenía. Pero la Revolución le ha dado al pueblo todo lo que podía; la Revolución ha querido darle al pueblo todo lo que tenía. Y, sobre todo, crear en el pueblo la confianza; crearle al pueblo la seguridad acerca de su porvenir.
Hemos hablado en nombre del socialismo, hemos hablado en nombre del comunismo, ¡y no haremos jamás una conciencia socialista, y mucho menos una conciencia comunista, con mentalidad de bodegueros! (APLAUSOS.) No haremos una conciencia socialista y una conciencia comunista con un signo de pesos en la mente y en el corazón de los hombres y mujeres del pueblo.
Y si nos preguntamos por qué en todas partes, por qué en cualquier rincón del país, en las ciudades, en los campos, en las montañas más apartadas, la actitud del pueblo, la decisión del pueblo, el apoyo del pueblo a la Revolución; por qué, sino porque la Revolución ha creado esa confianza, la Revolución ha creado esa seguridad, la Revolución ha creado esa convicción en el pueblo de que todo es posible alcanzarlo con el trabajo y con la lucha.
No es porque la Revolución haya satisfecho todas las necesidades materiales del pueblo. No. Pero una gran parte de las necesidades morales de este pueblo la Revolución las ha satisfecho.
Muchos se preguntan por qué ese entusiasmo de las masas; por qué esas múltiples reacciones en los individuos en todas partes. Y hay algo que no se puede contar, hay algo que no se puede calcular matemáticamente, multiplicando y dividiendo, sumando y restando, y es los beneficios morales que la Revolución ha significado para el pueblo; lo que para cada hombre y mujer de este país, lo que para millones de hombres y mujeres en este país ha significado por primera vez sentirse seres humanos, sentirse hombres, sentirse mujeres en todo el cabal concepto de la palabra (APLAUSOS); lo que ha significado dejar de ser la nada para ser algo. Porque en aquella vieja sociedad donde unos pocos lo eran todo, millones de seres humanos eran nada, millones de seres humanos eran cero (APLAUSOS PROLONGADOS).
¿Esperanzas con relación a su familia frente a la enfermedad, frente a la muerte, frente al desempleo, frente a la pobreza? ¡Ninguna! Si se enfermaba, ¿qué iba a pasar con su familia? Si era un hombre de campo con 8 ó 10 hijos, si se invalidaba, ¿qué iba a pasar con su familia?; si se moría, ¿qué iba a pasar con su mujer y sus hijos?; si se quedaba sin empleo, ¿qué iba a pasar con su mujer y sus hijos?; si tenía una casa y no tenía el dinero a fin de mes, ¿qué iba a papar con sus pobres muebles?, ¿qué iba a pasar con sus familiares?; ¿qué esperanzas de que sus hijos tuviesen una vida más decorosa? ¡Ninguna! ¿Esperanzas de aprender a leer y escribir? ¡Ninguna! ¿Esperanzas de que sus hijos llegaran al 6to grado? ¡Ninguna!, ¿de que llegaran a un instituto? ¡Ninguna!, ¿o a una universidad? ¡Mucho menos! (APLAUSOS.) y no hay hoy a lo largo y ancho del país un solo padre o una sola madre que no se sienta con el derecho y la seguridad de decir: “Este va a estudiar esto; esta va a estudiar otra cosa.” y lo dicen con una seguridad absoluta.
No hay una sola familia, no hay un solo campesino, no hay un solo trabajador, no hay un solo hombre humilde en nuestra patria que no sienta esa seguridad frente a la muerte, frente al accidente, frente a la enfermedad, frente a todo. Y eso ha ido creando la conciencia en nuestros ciudadanos de su valer; ha ido creando la conciencia de su dignidad.
Hoy en los campos de nuestra patria no se ve aquella pareja de guardias rurales con su machete, con sus caballos de siete cuartas. ¡No! Ya no ven a nadie con un fusil, con un fusil en quien contemplen el símbolo de la autoridad. ¡No! Ya no hay un solo hombre o mujer en nuestros campos que vean al poder como algo distinto de ellos, a la autoridad como algo distinto de ellos, al Estado como algo aparte de ellos. Porque hoy la autoridad son ellos, ¡los que tienen en las manos el fusil, y algo más y mucho mejor que los fusiles que tenían aquellos guardias rurales, son ellos! (APLAUSOS.) Hoy el poder son ellos. Pero no de palabras, no con teorías, sino con hechos, con realidades.
Y no hay campesino, cualquiera que sea su edad, que no tenga allí, en la compañía o en el batallón, su arma; que no tenga allí los medios con que defender sus derechos, con que defender su Revolución. Y eso ha creado en los hombres y mujeres de este país ese valor moral, ese valor moral que a nuestro juicio tiene una magnitud que no puede ser medida con números, tiene un poder que no puede ser medido con números, porque todas esas cosas son las que han hecho al pueblo identificarse con la Revolución, todas esas cosas son las que han hecho al pueblo movilizarse frente a cada tarea, frente a cada llamamiento de la Revolución, en cualquier orden, en cualquier sentido.
Y esto demuestra cómo los hombres son capaces de responder a la conciencia, cómo los hombres son capaces de responder a los factores morales. Porque el pueblo ha recibido muchos beneficios materiales, pero ha recibido también grandes beneficios morales. Y estoy seguro de que si a muchos hombres humildes de este país les preguntaran: “¿Qué le agradeces más a la Revolución: que pagues o no pagues la casa, que tengas o no tengas trabajo?; ¿qué le agradeces más a la Revolución: si los bienes materiales que has recibido, o los bienes morales que has recibido?”, yo estoy seguro que muchos, tal vez la inmensa mayoría, diría: “Lo que agradezco a la Revolución más y por lo que más estoy dispuesto a morir por la Revolución, es porque me he sentido ser humano con la Revolución, me he sentido un hombre con dignidad (APLAUSOS), me he sentido que soy algo en mi pueblo, que soy alguien en mi patria, me he sentido como no me sentí jamás en el pasado”.
Y nosotros tenemos que estimular en el pueblo estos factores de conciencia, tenemos que estimular en el pueblo estos factores morales, además del esfuerzo por satisfacer sus necesidades materiales.
Estamos haciendo una Revolución, pero estamos en la mitad del camino de esa Revolución. Hemos avanzado mucho desde el primer día de esta Revolución, y el pueblo se dividía en revolucionarios o reaccionarios, frente a los que se apegaban al pasado y los que miraban hacia el futuro. Y el pueblo fue marchando, fue ganando en conciencia, fue ganando en cultura política. Duras luchas fue necesario librar contra las ideas reaccionarias. Y aquella etapa la hemos ido dejando atrás.
Pero nuevas etapas tenemos por delante. Y nuevamente en el camino nos encontraremos con ideas reaccionarias, ideas que podrían ser revolucionarias hace diez años, y que hoy pueden ser perfectamente reaccionarias, porque posiciones ideológicas de ayer ya pueden no ser suficientemente avanzadas hoy frente a las posiciones ideológicas de hoy, frente a los que miran mas lejos, frente a los que van mas allá, frente a los que no se conforman con poca cosa, frente a los que no se conforman con cualquier cosa, frente a los que no se conforman con una revolución a medias, frente a los que creen en el pueblo, frente a los que creen en el hombre (APLAUSOS), y estas cosas que la Revolución hace, esas ideas con relación a la vivienda, con relación a los servicios médicos, a la educación, con relación a todo lo que se brinda al pueblo —sin necesidad de pesos, sin necesidad de ese signo en la cabeza, y ese papel en el bolsillo— tiende progresivamente a crear en el pueblo una conciencia social más avanzada, tiende a crear en el pueblo un sentido distinto de la propiedad, un sentido distinto frente a los bienes materiales, un sentido distinto frente al trabajo del hombre.
No somos utopistas. No creemos que eso se pueda hacer de la noche a la mañana. No creemos que esa conciencia se cree en unos pocos años, pero sí creemos que esa conciencia no se creará nunca si no se lucha incesantemente en ese sentido, si no se avanza incesantemente por ese camino.
Nos queremos llamar revolucionarios, pero esa palabra, revolucionario, tiene cada vez un sentido más ambicioso; esa palabra, revolucionario, tiene cada vez más un sentido nuevo. Es que hay que aplicarle también la dialéctica al concepto del revolucionario. Y es que nosotros no podemos llamarnos revolucionarios si no aspiramos de verdad y consecuentemente a una sociedad superior. Y no son pocas las cosas que conspiran contra la lucha de los pueblos y la lucha de los hombres por alcanzar formas de vida social superiores.
No tenemos duda que todo eso que se ha ido haciendo es superior al pasado. No tenemos duda que todas las posibilidades creadas, que todos los derechos que el pueblo ha ido recibiendo, y todos los beneficios, son superiores al pasado. Pero no podemos conformarnos con eso. Y, desde luego, es más fácil estar haciendo llamados al sentimiento egoísta de los hombres que estar haciendo llamados al sentimiento solidario de los hombres, al sentimiento generoso de los hombres.
Claro está que todavía con dinero se pueden resolver muchas cosas; claro está que todavía con dinero cualquier fábrica puede “piratear” obreros a otra fábrica. Con salarios más altos cualquier centro puede usurpar, “piratear” —como le llaman— trabajadores a otro centro.
Todavía hay en la realidad de las cosas muchos hombres y mujeres que, por una serie de causas —económicas, sociales, de conciencia—, no pueden sustraerse a la posibilidad o a la oportunidad de recibir algo más individualmente. Pero hay que decir que quien quiera resolver problemas apelando al egoísmo individual, apelando al esfuerzo individual de resolver sus problemas, olvidados de la sociedad, quien haga eso estará actuando reaccionariamente, estará conspirando —aunque lo haga con las mejores intenciones del mundo— contra la posibilidad de crear en el pueblo una conciencia verdaderamente socialista, verdaderamente comunista; conspirando contra el esfuerzo de crear en el pueblo la conciencia de la posibilidad de formas de vida en que los hombres, actuando y trabajando solidariamente, puedan darle a cada uno de los individuos de la sociedad mucho más que lo que ese individuo por caminos solitarios y abandonado a sus solas fuerzas podría alcanzar jamás.
No faltarán voces que se levanten apelando al egoísmo de los hombres. Pero los que pretendamos considerarnos revolucionarios no cejaremos jamás de combatir esas tendencias individualistas y llamar incesantemente a la generosidad y a la solidaridad de los hombres y mujeres de este pueblo (APLAUSOS).
Los que crean que en cada cubano o cubana hay un “Sancho Panza” en potencia se olvidan de lo que la Revolución ha demostrado, y es que entre el pueblo hay muchos más “Quijotes” que “Panzas” (APLAUSOS). Se olvidan de lo que la Revolución ha demostrado con relación al pueblo.
Y a quienes nunca creyeron en el pueblo, a quienes no creyeron ayer, ¿cómo vamos a pedirles que crean hoy o que crean mañana? Quienes no crean en las virtudes morales de los pueblos no podrán dirigir nunca a un pueblo, no podrán nunca llevar hacia adelante a un pueblo. Porque no solo del estómago vive el hombre.
Y si nos acordamos de algunos momentos difíciles, duros, arriesgados, que hemos tenido; recordamos las actitudes del pueblo, y verán cómo en determinados momentos, más de una vez, el pueblo ha estado dispuesto a morir antes que ceder, ¡a morir antes que ceder! (APLAUSOS.) y morir antes que ceder significa que el ser humano puede estar impulsado por algo más que meros instintos biológicos; que el ser humano puede estar impulsado por algo más que simples apetencias animales.
Y los que creen que el hombre es más animal que hombre ofenden a la memoria de los que en cada época de la historia de este país han demostrado y han enseñado lo que es el hombre, han demostrado y han enseñado a ser hombres, desde la Guerra de 1868 —que pronto cumplirá su primer centenario—en que miles, decenas de miles de hombres cubanos, se lanzaron a los campos a luchar; ofenden a la memoria de tantos hombres heroicos como ha tenido este país; ofenden a la memoria de todos los combatientes revolucionarios que han dado la vida por este país (APLAUSOS PROLONGADOS).
Los que en los días difíciles de nuestra lucha —la que más conocemos, porque pudimos vivirla—, los que en aquellos días difíciles, en las ciudades, bajo la feroz persecución de los esbirros se jugaban constantemente la vida; los que en las montañas, sudorosos y hambrientos, vestidos con andrajos y cargando pesados bultos a sus espaldas, marchaban día tras día, mes tras mes, año tras año, luchando, en muchos casos muriendo, ¿qué los impulsaba? ¿Eran acaso apetencias animales? ¿Eran acaso instintos egoístas? ¿O eran acaso una idea, una causa, una razón moral que demostraba su fuerza, que demostraba su capacidad de encontrar seguidores, que demostraba su capacidad de arrastrar un día a todo el pueblo?
Y cuando nos preguntamos con qué ganamos la guerra, casi podemos decir como dicen que dijo Ignacio Agramonte: ¡Con la vergüenza, con el honor, con la moral! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Y esos factores, movilizando hoy al pueblo a lo largo de todo el país, trabajando a lo largo de todo el país, harán también que estas batallas de hoy las ganemos, harán también que esas metas de mañana las alcancemos.
Y los calculistas, los metafísicos, se encontrarán con que esos factores que no tuvieron en cuenta jamás, tuvieron más fuerza que todos sus cálculos, tuvieron más poder que todos sus números. Los calculistas —y hay calculistas de buena fe, y los hay de mala fe— algún día también tendrán que inclinarse ante esas realidades con las que no cuentan, porque nuestro pueblo está en marcha, y nuestro pueblo avanza.
No tendremos de inmediato, no tendremos mañana, pero están cada vez menos lejanos los tiempos en que se pueda ver materializado en hechos lo que este pueblo es capaz de hacer frente a todas las dificultades que nos impone el enemigo imperialista, frente a todas las dificultades que nos impuso nuestra condición de país subdesarrollado, con un gran número de analfabetos, con una gran cantidad de ignorancia acumulada; frente a todas las adversidades, frente a todos los golpes, bien provengan del enemigo, bien provengan de la naturaleza.
Este año mismo, a principios de primavera, un ciclón inoportuno, raro, muy poco común, arrasó prácticamente todas las siembras de primavera en las provincias occidentales del país. Hace apenas tres años, por esta misma fecha, un huracán causó inmensas pérdidas en vidas y materiales en la provincia de Oriente. Todos lo recordamos. Hoy mismo, avanzando casi exactamente por la misma ruta que traiga el ciclón Flora, un poderoso huracán avanza también directamente hacia la región oriental del país. No sabemos si en las próximas 36 horas, estemos siendo azotados nuevamente como en aquella ocasión.
Esas son las adversidades que la naturaleza nos ha impuesto. A veces se han hecho cálculos y no se ha contado con los ciclones. Y nosotros tenemos que aprender a hacer cálculos contando con uno, con dos y con tres ciclones. Tenemos que acostumbrarnos a tener en cuenta no solo factores previsibles sino también factores imprevistos. Sería naturalmente doloroso, sería sumamente dañino que en estos momentos un ciclón azotara las provincias orientales del país, que se encuentran en plena cosecha del café, que se encuentran realizando una serie de construcciones, de caminos, obras hidráulicas. Sería duro, pero desde luego, en esta ocasión si otro Flora pasara por la provincia de Oriente, estamos seguros de que el número de víctimas sería incomparablemente menor, porque si en aquella ocasión se hizo un inmenso esfuerzo, gracias a lo cual se salvaron numerosas vidas, esta vez, desde muchas horas antes no quedará absolutamente nadie en ninguno de los sitios a donde pueda alcanzar la altura de las aguas.
Esta vez los daños materiales serían incomparablemente menos, pero de todas formas tenemos también que aprender a enfrentarnos a estos golpes de la naturaleza. Parece que los ciclones se han estado ensañando especialmente con la provincia oriental, en una provincia en donde durante 20 ó 30 años no pasaba un ciclón. En 1963 pasó el Flora, en 1964 pasó el Cleo, y en 1966 hay otro ciclón avanzando directamente sobre esa provincia.
¿Significa eso acaso que vamos a desalentarnos? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Significa eso acaso que vamos a dejar de desarrollar los planes que estamos haciendo en la provincia de Oriente? (EXCLAMACIONES DE: “No!”) ¡No! ¡Si el ciclón pasa mañana, pasado mañana estamos de nuevo empezando otra vez! (APLAUSOS.)
Pero algo más, algo más: si sabemos que pasa un ciclón un año y otro, nosotros debemos hacer —y estamos haciendo— un esfuerzo de manera que la producción alcance, aun con un ciclón, o dos ciclones, o tres ciclones. Hay que dejar el campo como si las cosas transcurrieran sin esos fenómenos.
Sabemos, por ejemplo, que los ciclones derriban los platanales. El Flora derribó cientos de caballerías en la provincia de Oriente. Esas caballerías se resembraron. Ahora hay el doble de lo que había cuando el Flora. Pero si pasa un ciclón por Oriente tumba los plátanos, si pasa uno por La Habana tumba los plátanos; entonces hay que tener plátano en Oriente, en Camagüey, en Las Villas, en Matanzas, en La Habana y en Pinar del Río (APLAUSOS).
Nuestras plantaciones de viandas, de cítricos, y de todos estos productos, tenemos que tenerlas en todas las provincias. El huracán de junio tumbó el 90% de las toronjas de Isla de Pinos, prácticamente no dejó un mango ni un aguacate en la provincia de La Habana ni en la zona oriental de Pinar del Río, ni en la zona occidental de Matanzas. Es un inconveniente, no solo para nuestro consumo interno sino también para nuestras exportaciones, porque puede ocurrir que si un año abastecemos y otro año no abastecemos, nos vamos a convertir en unos abastecedores inseguros.
Por eso la política que se sigue con los cítricos es la misma: hacer plantaciones a lo largo del país y hacerlas en cantidades suficientes que nos permitan no solo la satisfacción de las necesidades, el cumplimiento de nuestras obligaciones exteriores y hacer reservas, ¡hacer reservas!
Claro que aunque se van a llevar a cabo los planes de café en pinar del Río, en Las Villas, en Camagüey y en Oriente, el grueso de las plantaciones están en Oriente y el peso principal lo tendrá Oriente. Es decir, siempre que pase un ciclón por Oriente por esta fecha, habrá un problema; pero el día en que podamos disponer de reservas de café suficientes —y no hay otra solución— no tendremos los graves inconvenientes que se producen hoy, que ni tenemos ni podemos ponernos a hacer reservas. Si nos ponemos a estar guardando unas decenas de miles de quintales, vamos a tener menos y no vamos a resolver nada. Pero como hablaba, explicaba en el Congreso de la CTC, se va a realizar un plan entre el año 1966, 1967 y 1968, de sembrar 250 millones de matas de café —¡doscientos cincuenta millones de matas de café!—, entre 1967 y 1968 (APLAUSOS). Eso nos permitirá no solamente satisfacer nuestras necesidades, exportar, sino incluso hacer una reserva, hacer reservas por lo menos del consumo de un año, poco a poco. De manera que si ocurre un desastre de esos de tipo natural, nos haga un daño, pero un daño relativamente limitado.
Estos ciclones tan frecuentes, no sé quién dijo que este año iba a ser un año de muchos ciclones, un científico, y parece que el hombre no se equivocó, porque ya pasó uno en junio, se han formado tres o cuatro, viene uno hacia acá y dicen que detrás se está formando otro. Pues parece que habrá que contar no solo con el imperialismo, habrá que contar con los ciclones. Y se está formando una conciencia de desarrollar las cortinas rompe-vientos. Desde luego, frente a un huracán de 200 kilómetros por hora las cortinas rompe-vientos no van a impedir que se caigan las frutas ni van a impedir que se caigan los granos, pero pueden proteger extraordinariamente las plantaciones. Eso es lo importante. Aunque en Isla de pinos, que traía una magnífica cosecha de cítricos este año, el ciclón arrancó el 90% de los frutos y sin embargo no se cayó una sola mata, y se espera por eso que en el próximo año la cosecha sea todavía mucho mayor, no sólo por el tratamiento a las plantaciones sino también por nuevas áreas que entran en producción.
Nosotros somos todavía un país pobre, bastante pobre; a nosotros todavía nos faltan muchas cosas. Quisiéramos tenerlas, cuanto antes mejor. Hay cosas que no se pueden acelerar en el tiempo, pero hay algo de lo cual estamos muy seguros, y es que lograremos mucho en el máximo de brevedad que puede lograrse. Nosotros estamos plenamente en marcha, ¡plenamente en marcha!, hemos vivido los distintos años de esta Revolución, y nosotros vemos cómo hoy, hoy, ya a estas horas, ninguno de los años anteriores podía compararse a este en esfuerzos, en el ritmo, en el impulso que lleva el país, en el espíritu de trabajo que lleva el país; espíritu de trabajo que se puede palpar a lo largo del país. Nunca se había alcanzado el grado ya de organización, de entusiasmo, que existe en estos momentos.
Se ve ya en una serie de cosas, no solo en las actividades de producción, en la misma educación.
¿Saben el problema que tenemos este año? El problema es que se han graduado más de 70 000 estudiantes de 6to grado, ¡más de setenta mil! (APLAUSOS. ) Esta es una cifra impresionante. Y se han graduado en todas partes, porque es ya el resultado de las escuelas que la Revolución hizo, de los maestros que la Revolución llevó. Y de repente, de repente, se han graduado más de 70 000, y muchos de ellos en lugares donde no hay secundaria básica en las montañas, en los campos, en las granjas, en áreas de pequeños agricultores, en todas partes.
EL número de becas solicitadas ha excedido en más de 15 000 a la capacidad, en más de 15 000. No obstante, 8 500 que ingresan, por ejemplo, en la escuela de Minas de Frío para hacerse maestros; no obstante la capacidad existente, pues no alcanzan. Se han logrado resolver unos cuantos miles más; se calcula que todavía hay 8 000 estudiantes graduados de 6to grado en zonas donde no hay secundaria básica y que no podrían seguir estudiando.
¿Qué vamos a hacer? Seguir buscando. Tenemos un edificio grande donde casi la mitad pertenece al Estado. Se había dejado ahí como un posible hotel futuro; pero hoteles futuros, no podemos dejar ningún edificio para eso, cuando tenemos miles de jóvenes que si no se les busca, se les resuelve el problema, no pueden seguir estudiando. Y ese edificio es el Focsa (APLAUSOS). Hay apartamentos disponibles para unos 1 700 estudiantes, y vamos a convertir inmediatamente el Focsa también; no todo el Focsa, no tienen que asustarse los que vivan en el Focsa. Hay algunos que viven, de los que vivían antes, otros que alquilaron al principio allí algunos apartamentos; no tiene que asustarse nadie, nosotros no desalojamos a nadie. Si alguno quiere cambiar, le cambiamos por otro apartamento, otra cosa, hay siempre un fondo para poder resolver esos problemas.
Pero no bastaba. Entonces el compañero Dorticós propuso otra idea: ¿Por qué no terminamos ese edificio del Banco Nacional y también lo hacemos escuela? (APLAUSOS.) Hace falta como un millón en divisas, porque el problema de los elevadores y todo eso. Los compañeros del Banco Nacional naturalmente tienen que hacer un pequeño sacrificio, pero ellos no están allí y ellos van resolviendo donde están. Ese edificio no se terminaba porque había otras cosas más urgentes: hospitales, otras cuestiones. Pero para escuela habrá que hacer un esfuerzo, un sacrificio y terminar, y poner allí —por ejemplo— un preuniversitario o un instituto tecnológico. Está San Ambrosio. San Ambrosio se iba a destinar a un taller de confecciones; está convertido en un almacén de confecciones. Habrá que buscar por ahí también almacenes. Yo creo que los compañeros del Ministerio de Industrias y el consolidado, seguro que van a cooperar todos a este proyecto con entusiasmo. Y tenemos ahí también capacidad (APLAUSOS).
En Victoria de las Tunas está el plan vial de la carretera Tunas-Bayamo, están instalados allí, ya la carretera de ellos ha avanzado, está llegando al Cauto. Esperamos que se pueda salvar del ciclón ese que amenaza. Tienen allí una instalación donde se puede poner una secundaria básica. Estoy seguro de que esos compañeros pueden cooperar, mudarse para otro lado y allí mismo hacemos otra secundaria básica (APLAUSOS).
Y, desde luego, hemos tenido una capacidad que ha aumentado mucho, como 300 residencias de Miramar de los que se fueron en este último año, desde el último 28 de septiembre a este.
¿Qué quiere decir esto? Que todos los organismos en la capital y en las provincias deben hacer un esfuerzo, plantearse la posibilidad de disponer, de facilitar al Ministerio de Educación todas esas instalaciones que puedan liberarse, buscando por un lado almacenes, haciendo un esfuerzo por otro lado, de manera que no se quede uno solo de esos 8 000 estudiantes que, si no hacemos eso, no podrían seguir estudiando. Y de veras que sería doloroso que la Revolución se declarara incapaz de resolver ese problema porque, si no lo resolvemos, pues podríamos ser calificados, con toda razón, de sietemesinos que no resolvemos el problema, y de calculistas que no resolvemos el problema, y de metafísicos que no resolvemos el problema (APLAUSOS).
Si hacemos números, si hacemos números pues no hay. Si usted se pone a calcular no hay; ya. Entonces se dice: bueno, 8 000, no hay. Pero si nos ponemos a pensar, si queremos resolver, si hay voluntad de resolver, podemos resolver; ¡podemos resolver! (APLAUSOS.)
Esto, sin embargo, nos da idea de la marcha de las cosas de nuestro país. Si este año se graduaron 70 000, pues el año que viene se calculan 80 000, es decir que una inmensa masa, una nueva generación con educación, con instrucción, con capacitación técnica, marcha adelante, marcha adelante; de hecho un pueblo entero, toda una nueva generación está surgiendo, y es obligación fundamentalísima nuestra prepararla para vivir, trabajar y producir en un país desarrollado (APLAUSOS).
Ese avance impresionante se puede observar en todos los frentes, en todos los frentes. Y ya en el próximo año tendremos una zafra considerablemente grande, y en el próximo año tenemos que sembrar una cantidad de caballerías de tierra enorme, enorme. El esfuerzo que hay que hacer es grande.
Como hemos venido diciendo, ese esfuerzo tiene que ser principalmente a base de máquinas, tiene que ser a base de productividad. Pero, sin embargo, como todas esas máquinas no existen, como no existen suficientes máquinas, tendremos todavía que hacer grandes esfuerzos. Se hará una movilización grande de todos los estudiantes al principio de la próxima primavera. Surgía el problema de cómo albergarlos, cómo albergarlos si todavía no se ha terminado la zafra. Y la solución nos la pueden dar los compañeros del Ministerio de Industrias con la fábrica de casas de campaña que han estado levantando. Han producido cerca de 1 000, pero necesitamos para la próxima primavera como 15 000 casas de campaña, ¡necesitamos! Y nosotros esperamos —no voy a decir que las 15 000, pero por lo menos 10 000— que los compañeros del Ministerio de Industrias resuelvan ese problema.
Naturalmente, habrá por otro lado que ayudarles a resolver ciertos problemas de materiales, pero hay que resolver ese problema.
En el verano para las playas, y en la primavera para el campo, de cara al campo (APLAUSOS). Si realmente instalamos nosotros esas casas de campaña en las playas, los estudiantes de vacaciones podrán ir a las playas de vacaciones, y entonces en el verano será de cara al mar, o de cara a las montañas, porque también las montañas son bonitas y se puede pasar las vacaciones bien en las montañas.
Estamos enfrentados a grandes tareas, pero yo les puedo asegurar que hay entusiasmo para esas grandes tareas, les puedo asegurar por haberlo visto, por haberlo palpado, que hay a lo largo del país un gran entusiasmo por esas tareas. Y esa tiene que ser nuestra actitud, de ustedes y de nosotros.
Cuando ustedes vean a alguien que dice: “No sé”, mírenlo con suspicacia; cuando ustedes oyen decir a alguien: “No puedo”, mírenlo con sospecha; cuando ustedes vean que alguien dice: “Esto es mucho”, mírenlo con reservas; porque lo que tenemos que decir todos, ustedes y nosotros, es: “¡Sí, podemos! ¡Y lo que no sepamos, lo aprendemos!” (APLAUSOS.) Tenemos que decir que nada es mucho para nosotros.
y la experiencia nos ha enseñado algo: que siempre cuando creemos que hacemos mucho, podemos hacer un poco más, un poco más, tenemos montones de experiencias en que cuando se dice: “Hasta aquí”, realmente se demuestra que se puede llegar hasta allá.
Y esa es la única actitud revolucionaria, es la única actitud revolucionaria. Y el revolucionario influye con su carácter en los acontecimientos. El que no lo es, el resignado, el conformista, el derrotista, hace un plan para 10 años, 15 años. Es que todos no son iguales que él. ¿Y por qué 10 años si se puede hacer en tres? ¿Por qué 10 si se puede hacer en tres? Si en tres podemos resolver montones de problemas, ¿por qué resolverlos en 10? Y esa es la actitud: una actitud de guerra y una actitud belicosa frente a las dificultades, frente a las tareas.
Y de ese tipo de hombre están surgiendo por todas partes. Hay compañeros nuestros que tienen un gran criterio para seleccionar los cuadros. Y ya usted se va encontrando, como dicen por ahí: “cuadritos”, unos “cuadritos”, muchos de ellos compañeros muy jóvenes que tienen una actitud tremenda, ¡tremenda!, frente a los problemas, de afrontarlos, de impulsarlos, de resolver; esos no se están quietos un minuto. Y tenemos que promover ese tipo de gente.
A veces tenemos gente que es muy buena, muy decente, muy fina, ¡y le da una lástima! Bueno, señor, yo no digo que eso sea malo, el hombre no puede ser cruel; el administrador, el hombre que tiene una responsabilidad no debe ser cruel. Debe dolerle. ¡De acuerdo! Hay que tenerle lástima, pena con él, pero hay que tener más pena con el pueblo (APLAUSOS), ¡más pena con el pueblo! (APLAUSOS.) ¿Qué se va a hacer? A nadie le gusta sustituir a nadie, siempre es doloroso. No hay cosa más dolorosa y más desagradable que tener que sustituir a nadie de un trabajo; es doloroso y es desagradable, pero hay que decirle: “Tú no estás haciendo un buen trabajo, tienes que ser sustituido”. Porque es muy poca la gente que dice verdad, es muy poca la gente; de cada 10 usted se encuentra uno que dice: es verdad.
¡Qué difícil es que el hombre tenga un espíritu autocrítico y comprenda de verdad cuando lo está haciendo mal! Y, por lo general, hay incluso que sustituir a la gente que lo está haciendo mal cuando él se cree que lo está haciendo muy bien. Y es doloroso. Pero no somos revolucionarios si no sabemos pasar por encima de esa cobardía, frente a la pena que hay que pasar, porque es, en el fondo, una actitud cobarde. Es doloroso decirle a alguien: “Usted no está trabajando bien, usted va a ser sustituido”.
Y es imprescindible, señores, es deber de la Revolución ir promoviendo a todos los que sirven. Ir promoviendo a todos los que sirven no significa andar quitando a todo el mundo, porque siempre habrá 20 que dicen: “ese no sirve”. Y muchas veces hay gente que no sirve diciendo que nadie sirve. No significa transigir, pero saber tener un buen criterio para evaluar el trabajo, para seleccionar buenos cuadros que respondan a esa política de empuje, agresiva, dinámica, decidida; gente incansable, infatigable, que a cualquier hora, de día y de noche, esté dispuesta a afrontar los problemas (APLAUSOS).
Y nosotros, afortunadamente, tenemos ya unos cuantos compañeros de ese tipo: trabajadores serios, constantes, responsables. ¡Ah!, pero hay que llevar esa política hasta el último rincón, ¡promover a los más capaces!; la sociedad necesita que los más capaces sean los que estén al frente de las tareas —eso es lo que necesita la sociedad, eso es lo que necesita la Revolución (APLAUSOS)—, para que respondan a este espíritu, para que respondan a este estilo, para que respondan a este empuje.
Porque la cosa cada vez es mayor, la cosa tiene cada vez más fuerza, la cosa es cada vez más arrolladora. Los hombres cansados no pueden seguir ese ritmo; los hombres que les falta entusiasmo, los tibios, los cobardes, no pueden seguir ese ritmo.
La Revolución desgasta. Hay lo que se puede llamar “gente que se desgasta”; algunos dicen: “este se ha quemado”; el otro dice: “este se ha tostado”; y hay otros que se han desgastado, desgastado. Bueno: la Revolución puede jubilar a cualquiera, incluso la Revolución puede jubilar generosamente a cualquier revolucionario que se haya cansado; es más negocio un revolucionario jubilado, que un cansado haciendo el papel de revolucionario (APLAUSOS).
Y la verdad es que debemos estar en eso muy claros. Si hay cansancio, jubílese; pero no se convierta en freno, no se convierta en obstáculo, no se convierta en estorbo. Hay mucho que hacer y esta tarea es de revolucionarios (APLAUSOS). No basta con haber sido revolucionario ayer, hay que saber ser revolucionario hoy (APLAUSOS), hay que saber ser revolucionario mañana (APLAUSOS). Y hasta, incluso, se puede ser revolucionario no estorbando, no estorbando.
Vengan nuevos cuadros, vengan nuevas generaciones de hombres; promuévanse los más aptos; no se aferre nadie a los honores, ni a los cargos, que eso siempre ha costado muy caro a los pueblos. Vengan nuevas generaciones mejores que nosotros (APLAUSOS), vengan nuevas generaciones más aptas que nosotros, que gustosamente les iremos dando el puesto de vanguardia; pero lo que no dejaremos de ser jamás, jamás dejaremos de ser revolucionarios (APLAUSOS), jamás nos conformaremos con media revolución (APLAUSOS), jamás nos resignaremos al mínimo, sino al máximo (APLAUSOS); jamás nos detendremos en la mitad del camino.
Creemos que tenemos el derecho a llamarnos revolucionarios, pero no lo tendremos cuando renunciemos a marchar hacia adelante. Los conformistas podrán conformarse con el mínimo; nosotros buscamos el máximo.
La Revolución marcha hacia adelante; pero la Revolución apenas ha comenzado. La obra de la Revolución apenas habrá comenzado. Pero este pueblo tendrá derecho históricamente a llamarse revolucionario, tendrá derecho histórico a llamarse revolucionario, porque no se conformará con el mínimo; porque luchará por el máximo, luchará por llegar tan lejos como sea posible. Y de eso, acerca de eso, nosotros tenemos una confianza absoluta.
Nuestra confianza en el pueblo no es de hoy, cuando el pueblo ha demostrado más que de sobra de lo que era capaz, cuando ha demostrado más que de sobra que no estábamos equivocados, cuando nada de esto había ocurrido, cuando no se reunía una multitud como esta —y como todas las multitudes que se reúnen en la Plaza de la Revolución— creíamos en el pueblo, confiábamos en el pueblo, conocíamos al pueblo. Y sabemos que de este pueblo se puede pedir todo; sabemos que este pueblo llegará tan lejos como sea capaz de llegar cualquier pueblo; que este pueblo es tan revolucionario como sea capaz de serlo cualquier pueblo; y que este pueblo hará su Revolución, ¡su Revolución! (APLAUSOS), que es nuestra Revolución, nuestro camino, sin despreciar ninguna experiencia, sin subestimar los méritos de ningún pueblo. Pero sabemos, tenemos la más profunda convicción de que tenemos, de que debemos, y que lo único revolucionario es hacer nuestra Revolución (APLAUSOS).
Hay espíritus serviles, hay espíritus domesticados, hay gentes que se ofenden, gentes de aquí, que se ofenden cuando decimos: ¡hacer nuestra Revolución!, cuando decimos que el pueblo hará su Revolución (APLAUSOS). Lo estiman como una especie de pecado, como una especie de sacrilegio marxista-leninista.
Pero no perdamos el tiempo en esas disquisiciones, porque haremos nuestra Revolución, porque esa es una ley de la Historia Universal y es una ley de nuestra historia.
Y los que no quieran que hagamos nuestra Revolución correrán la suerte que corrieron los seudorrevolucionarios, o los contrarrevolucionarios, o los reaccionarios. Porque algunos de esos espíritus sumisos, serviles, domesticados, se juntan para hacerle a la Revolución las criticas que hacen los contrarrevolucionarios, para emplear contra la Revolución argumentos que emplean los contrarrevolucionarios.
Había un dicho en Roma que decía que del Capitolio a la Roca de Tarpeya no había más que un paso; desde luego, no hace falta ninguna Roca de Tarpeya, porque esa basura se la lleva un arroyito cualquiera de agua. Es decir, hay basura —digámoslo así con todas las palabras—, pero correrán la suerte de los apóstatas, de los seudorrevolucionarios, y puede ser —si se atreven demasiado lejos— la de los contrarrevolucionarios (APLAUSOS).
¡Haremos nuestra Revolución marxista-leninista! (APLAUSOS.) ¡Socialista, comunista! (APLAUSOS PROLONGADOS.) No decimos que llegaremos al socialismo, sino decimos: ¡Atravesaremos por el socialismo para llegar al comunismo! (APLAUSOS PROLONGADOS.) ¡Y llegaremos al comunismo por los caminos del marxismo leninismo! (APLAUSOS.) ¡Llegaremos al comunismo en virtud de una interpretación revolucionaria y científica de las realidades; no llegaremos al comunismo por los caminos del capitalismo, porque por los caminos del capitalismo nadie llegará jamás al comunismo! (APLAUSOS.)
Y haremos las cosas no siempre por los caminos más fáciles; a veces hasta por los caminos más difíciles. Porque en aras del facilismo no sacrificaremos la aspiración de llegar al comunismo. Constructores de una sociedad nueva, sabemos que toda construcción es difícil, sobre todo cuando hay que hacerla sobre los escombros de un pasado todavía reciente.
Sabemos que toda obra histórica, toda obra de creación histórica, es difícil. Sabemos que es una cuesta empinada, que hacia arriba hay que marchar ardorosamente. Y marcharemos por esa cuesta, por los caminos difíciles; no siempre buscando lo fácil, porque a veces lo fácil conduce a la derrota.
Marcharemos hacia adelante luchando, porque sin lucha no se construye nada, no se crea nada. Marcharemos hacia adelante esforzándonos, porque sin esfuerzo no se llega a ninguna parte. Con esfuerzo hemos llegado hasta aquí, y con esfuerzo llegaremos mucho más lejos que hasta aquí. Y llegaremos con empuje, con entusiasmo, con fervor, con seguridad, con confianza, con la misma confianza de ayer, con la misma confianza de los primeros años, porque si antes creíamos, mucha más razón tenemos hoy para creer. ¡Seguiremos adelante con el pueblo, con las masas, con su vanguardia revolucionaria, con su partido de vanguardia (APLAUSOS), con los mejores, con los más decididos, con los más capaces, con los más revolucionarios! Y esto de decir quiénes serán los más revolucionarios no lo diremos nosotros, lo dirá el pueblo, siempre el pueblo (APLAUSOS).
Y lo dirá el pueblo por los hechos y no por las palabras, y lo dirá el pueblo porque el pueblo es el único que puede juzgar. El pueblo es el único que será capaz de hacer ese camino, llevar adelante esta obra.
Ustedes, en el día de hoy, vinieron con las antorchas que simbolizaban la revolución técnica, y vinieron con los machetes (APLAUSOS). ¡Hay que afilar esos machetes porque con esos machetes en la próxima zafra hay que cortar mucha caña! (APLAUSOS.) Con esos machetes habrá que trabajar duramente en nuestros campos (APLAUSOS).
Ustedes han interpretado cabalmente la esencia de esta hora, que es la técnica y el trabajo; ustedes han interpretado cabalmente la consigna de este momento, de este año, de estos años, que es volcarse hacia el trabajo creador, volcar nuestro esfuerzo hacia nuestros campos. Y, en primer lugar, nosotros, todos nosotros, a veces nos parece que nos hemos hecho demasiado capitalinos, a veces nos parece que la capital influye demasiado en todos nosotros.
Ustedes, hombres y mujeres de la capital, no se sentirán subestimados por esto. Ustedes, hombres y mujeres de la capital, no pensarán que sea una falta ser capitalinos. Muchos de ustedes nacieron en esta capital, pero esta Revolución nació en todo el país, no nació solo en la capital. Este Gobierno nació en todo el país, no solamente en la capital, y el país no es solo su capital.
Un enorme esfuerzo se está realizando en nuestros campos, en los llanos, en las montañas del país y creo sinceramente que nosotros, la mayoría de nosotros, debiéramos pasarnos la mayor parte del tiempo en el interior del país, trabajando en el interior del país (APLAUSOS), librando en el interior del país la batalla de la economía (APLAUSOS), la batalla de la agricultura (APLAUSOS), librando en el interior del país la batalla de la producción (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
¿Les pesan mucho los machetes? ¿Qué dicen?
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Bueno, pero si empezamos rebajando normas no vamos a ganar así la batalla.
(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)
Yo creo que si las normas resultan altas, hay que considerar eso; pero que una actitud de ganar la batalla económica no es la actitud de estar reclamando reducción de normas (APLAUSOS). Aunque repito que es nuestro deber, nuestro deber, tener en cuenta las posibilidades de lo que cada cual pueda hacer. Pero estos años son de hacer, estos años son de incrementar la producción, estos años son de incrementar la productividad. Y todos, absolutamente todos, debemos prometernos, proponernos elevar la productividad, elevar la producción.
Tiempos llegarán en que más de la mitad del esfuerzo de hoy hará producir diez veces más que hoy. Y cuando ese tiempo llegue, a medida que ese tiempo vaya llegando, a medida que la productividad de nuestro esfuerzo aumente, las normas nos parecerán cada vez menos altas.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités, decía que interpretaban la actitud de este momento, de este momento en que se incorporan grandes masas a la producción, cuando decenas de miles de mujeres se incorporan a distintas tareas. Hemos estado planteando y proclamando que deben seleccionarse aquellos tipos de actividades que sean más asequibles a las mujeres (APLAUSOS).
Ya nos hemos encontrado muchos lugares en los campos, tiendas del pueblo, y son mujeres las que están trabajando en esas tiendas, en muchos tipos de actividades, en todas partes. No hay prácticamente una granja avícola del país que no esté manejada por mujeres. Debemos procurar —y eso lo planteábamos nosotros precisamente en el Congreso— que la incorporación de las mujeres al trabajo no sea para compensar la falta de productividad de los hombres, no sea para compensar las bajas de la producción, sino para incrementar la producción; y que debíamos encaminar ese esfuerzo —y es lo que se está haciendo— hacia aquellas actividades que las mujeres pueden realizar. No estamos nunca, y siempre nos opondremos a que se plantee el empleo de las mujeres en determinados tipos de trabajos que prácticamente resulta imposible que los puedan realizar físicamente. Hay un sinnúmero de actividades en que se puede incorporar la mujer a la producción, y eso es lo que estamos haciendo.
Pero no solamente incorporaremos masas de mujeres a la producción a realizar las actividades que estén al alcance de sus posibilidades, sino que incorporaremos masas de máquinas. Repetimos que la solución del problema está en las máquinas; no propiamente en lo que podamos llamar el trabajo físico de los trabajadores.
Decía que tenemos que realizar todavía muchos esfuerzos de ese tipo porque no tenemos suficientes máquinas todavía y porque tenemos que hacer avanzar al país, porque tenemos que desarrollar la agricultura, porque tenemos que incrementar la producción. Y si no podemos hacerlo ahora de otra forma que incrementando el esfuerzo físico, hay que incrementar el esfuerzo físico.
En el futuro —y rápidamente— será con máquinas, y cada vez más con máquinas (APLAUSOS); ir mecanizando todas las actividades —en el campo sobre todo— que puedan ser mecanizadas; ir suprimiendo toda una serie de otros tipos de actividades.
Y yo les voy a poner un ejemplo. En este país nuestros trabajadores cargaban todos los años 45 millones de toneladas de caña; y cargaban casi cañita a cañita con las manos, para ponerla encima de una carreta, 45 millones de toneladas de caña. Y ustedes saben lo que es cargar caña; muchas personas dicen que prefieren cortar a cargar. Pues bien: todos los años nuestros trabajadores cañeros cargaban más de 40 millones de toneladas de caña, cañita a cañita. Con las máquinas ya la mayor parte de ese trabajo se hace con alzadoras, y pronto ya no se cargará una caña más. ¿Qué significa? Que les habremos ahorrado a nuestros trabajadores la inmensa, la titánica tarea de cargar todos los años 45 millones de toneladas de caña.
Y así por el estilo, así por el estilo, a medida que vayamos introduciendo las máquinas, elevaremos la productividad e iremos eliminando ese trabajo físico, duro, difícil —como ha ocurrido con ese ejemplo que les he puesto.
Ustedes, compañeros y compañeras de los Comités de Defensa de la Revolución, han estado a tono con nuestras realidades. El pueblo, el Partido, tienen en ustedes una gran confianza; porque desde que se creó esta organización hace seis años, no hay una sola vez que no hayan respondido con entusiasmo, no hay una sola vez que no hayan dicho presente, no hay una sola vez que no hayan cumplido las tareas asignadas.
Por eso, compañeros, ¡nuestra felicitación! (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO.) Por eso, y por no bajar la guardia —como dice este compañero—, nuestro reconocimiento en este VI aniversario de la creación de esta organización de masa revolucionaria, que es nueva y que es un aporte de la Revolución Cubana en el proceso revolucionario, esta institución que miran con admiración muchos de nuestros visitantes, a cuya organización y a cuyas fuerzas prestan atención; esta organización de la cual se admiran y que no dudo que en otros países y en otros pueblos revolucionarios —a medida que avance la marcha victoriosa de los pueblos en su lucha por la liberación— será imitada.
¡Vivan los Comités de Defensa de la Revolución! (EXCLAMACIONES DE: “¡Vivan!”)
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)
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