Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el resumen del acto de graduación de los primeros 764 maestros primarios del instituto pedagogico "Makarenko" y la fiesta de fin de curso de la escuela de campesinas "Ana Betancourt", el 2 de diciembre de 1965
Fecha:
Compañeros maestros, o más bien compañeros profesores graduados y alumnos del Instituto Pedagógico "Makarenko" (APLAUSOS);
Compañeros maestros de la brigada de vanguardia "Frank País" (APLAUSOS);
Compañeras alumnas campesinas (APLAUSOS):
Hoy se reúne aquí toda una gran familia de educadores, de graduados, de estudiantes, formando todos parte del mismo esfuerzo. Y al cumplirse en este día el IX aniversario del desembarco del "Granma", ningún otro hecho podría entrañar más significado que el hecho de que precisamente se gradúen los primeros alumnos que habiendo participado en la gloriosa Campaña de Alfabetización, y cursado estudios en Topes de Collantes y en el instituto pedagógico, se gradúen en el día de hoy. Son los primeros frutos de un nuevo sistema, de un gran plan, de un extraordinariamente ambicioso esfuerzo en el campo de la educación.
No es buena la costumbre de atribuirse siempre lo mejor, los mayores éxitos. Pero creemos sinceramente que nuestro país se encuentra en primerísimo lugar en el método, la selección, el sistema que emplea para la formación de los maestros que educarán a las futuras generaciones de nuestro país; que en este aspecto será muy difícil que pueda nadie aventajarnos. Y es algo que entre todas las tareas sociales de un país es, a nuestro juicio, la más importante de todas.
Nosotros llegaremos a contar en los años venideros cada vez con un número mayor de maestros, con una magnífica formación humana, revolucionaria, ideológica y técnica. Y en la medida en que avancemos, estos aspectos de la formación de los futuros maestros se irán acentuando y superando cada vez más.
Y podremos, por eso, sin falso orgullo, sentir una honda satisfacción en cuanto a la forma en que preparamos el porvenir de nuestro pueblo y de nuestra sociedad, en marcha hacia un mundo nuevo, infinitamente distinto del pasado, cuyas características, sin más palabras y mucho más elocuentemente que las palabras, son decididas por los hechos, como los que hemos tenido el privilegio de presenciar en la noche de hoy: en la calidad, la belleza, la perfección de todo el programa, sobre todo su contenido profundo, expresado por muchachas que nacieron y crecieron en nuestras montañas, y que años tras años, a través de este programa o a través de estas escuelas —especialmente organizadas para ellas—, por donde han pasado 44 000 alumnas aproximadamente, y donde cada año se ha ido produciendo una selección entre aquellas que demuestran mayor interés y mayor vocación, se ha ido formando un numeroso contingente de alumnas, cuya superación se puede apreciar año por año.
Por eso, aunque en un principio estas escuelas se organizaron con un sentido provisional, pensando en que iban a llenar una necesidad del momento, y que en un futuro, en la medida en que se desarrollasen los centros de educación en el interior del país y en las montañas, sobre todo con las perspectivas que brindan los internados de montaña, y aun cuando un día llegaremos a tener también secundarias básicas en las montañas, aun en esas circunstancias creemos que estas escuelas deben prolongarse como centro de selección de las alumnas que más se vayan destacando en las escuelas de nuestros campos. Y si bien en estos años muchas venían en primer grado, o en segundo grado, o en tercer grado —la inmensa mayoría estaba en esos niveles—, en los años futuros podremos ir seleccionando ya de las escuelas de las montañas, cuya asistencia ustedes la conocen, y cuya promoción, como declaró aquí la compañera maestra de vanguardia, explicaba que había sido la más alta del país y la más alta en la historia de Cuba.
Es decir que un número enorme de niños y de niñas en los campos, en las montañas sobre todo, asisten a las escuelas y son promovidos de grado. De manera que tendremos una gran cantera de donde hacer la selección, para que esta institución escolar siga desarrollándose y siga nutriéndose de esa cantera, escogiendo entre aquellas alumnas que tengan más interés y más vocación para los estudios.
Así en años venideros se irá exigiendo el requisito de los grados, no menos por lo menos de tercer grado, y después de cuarto grado, y después de quinto, y después de sexto, de manera que en un futuro ya prácticamente será una escuela de secundaria básica esta escuela con una capacidad para 10 000 alumnas.
Algunas escogerán una profesión, otras escogerán otra, y así de ese centro irán saliendo hacia otros centros de enseñanza preuniversitaria, y podrán tener la oportunidad de estudiar aquella rama que más les interese. Creo que el país ganará mucho aprovechando esa cantera, y creo que esta escuela tan magnífica y brillantemente organizada servirá para encauzar esas inteligencias hacia las distintas ramas de la ciencia que tanto deberán contribuir al bienestar y a la felicidad de nuestro pueblo en el futuro.
De entre ustedes un número considerable ha optado por estudiar para maestros, y están ya participando en la enseñanza de las propias alumnas que están en los niveles inferiores. Esos casos de entre ustedes que decidan estudiar para maestras —y aunque dentro de nuestro sistema de formación de maestros se comienza por las montañas y se prosigue por las montañas dos años más, y se termina en el Instituto Pedagógico—, en el caso de ustedes, que van a ingresar en el Instituto Pedagógico cuando alcancen el correspondiente nivel estudiando y enseñando, sin pasar por la etapa intermedia de Topes de Collantes, es decir, por la etapa de las montañas, esto se puede hacer en consideración de que realmente ustedes vienen de las montañas (APLAUSOS).
Y, además, tendrán que volver a las montañas, porque cuando se gradúen como maestras, por muchas maestras que graduemos de todas formas habrá que hacer una rotación, si no por las montañas, por los campos, y sabemos que están mentalmente preparadas para eso.
En el pasado la tragedia era encontrar alguien que fuese a enseñar en las montañas, y en el futuro no solo tendremos a todos los maestros que se forman gran parte del tiempo en las montañas, sino que tendremos muchos maestros nacidos en las montañas, y a los cuales, o a las cuales el campo no las asusta, y las montañas no las intimidan; mucho menos cuando tengan la oportunidad de regresar como maestras a enseñar niños campesinos.
Ese problema pudo resolverse en los primeros tiempos de la Revolución por el entusiasmo de nuestra juventud, por el espíritu revolucionario del numeroso contingente de jóvenes estudiantes que acudieron al llamado para enseñar en las montañas. Esos son los maestros que después integraron la Brigada de Maestros de Vanguardia "Frank País" y que han estado cinco años enseñando en nuestras montañas.
En un principio se había pensado —vista la necesidad de maestros— pasar a los estudiantes de la etapa intermedia, es decir, después de los primeros años de estudios para enseñar, y después proseguir los estudios. Nosotros analizamos que eso iba a traer inconvenientes, que eso iba a dar lugar a que muchos después tal vez no se reintegrasen al estudio, y por eso nos pareció mejor que tuviésemos un poco de paciencia. Pero no se trataba de que tuviésemos paciencia nosotros sino de que tuviesen paciencia los maestros de las brigadas "Frank País", porque esperar los cinco años significaba para ellos dos años más en las montañas. Sin embargo, se pudo contar con su cooperación y gracias a ello los maestros que hoy se gradúan se gradúan ya después de haber cursado todos sus estudios para maestros; y, además, después de haber participado en la práctica educacional durante dos años.
Los maestros que se gradúan en la noche de hoy no son maestros que vayan a enfrentarse por primera vez a un aula, por primera vez a la tarea de enseñar —tarea que entre todas las tareas sociales es una de las más hermosas, y a la vez de las que requieren más vocación, más consagración—, sino que durante dos años han tomado parte en la enseñanza, han participado en más de 1 000 aulas que actualmente son atendidas por alumnos del instituto pedagógico, y han obtenido relevantes éxitos en esa tarea, elevadísimas promociones de alumnos. Van pues no solo con todo el valor de la teoría sino con el valor de la práctica, experiencia que irán enriqueciendo en los años venideros.
Al graduarse cerca de 800, 764 nuevos maestros, nos permitirá atender no solo nuevas necesidades como la de los institutos tecnológicos obreros, donde actualmente hay cerca de 10 000 alumnos —aunque muchos de ellos todavía naturalmente en cursos de nivelación—, sino además sustituir ya a 510 maestros de la brigada "Frank País", que habiendo enseñado durante cinco años en las montañas, pasan ahora a otras tareas que les permitirán a la vez que seguir estudiando y superándose, continuar en las tareas de la educación. Es decir que de los 1 250 maestros de esa brigada, 510 serán sustituidos ya este año. Un número similar será sustituido en el próximo año, y en dos años más ya nuevos maestros estarán ocupando sus puestos, es decir, los puestos de todos los maestros de la brigada "Frank País".
Y a su vez, las nuevas graduaciones irán pasando también por las montañas, sustituyendo a los que ahora van a las montañas. Sé que no será precisamente con alegría como recibirán los maestros de la brigada "Frank País" la sustitución; la alegría sí del trabajo, de los frutos del trabajo en cinco años, de los éxitos alcanzados; pero estoy seguro de que no abandonarán las montañas sin tristeza y sin ese profundo amor que ese conjunto integrado por la población y por el ambiente de nuestras montañas despierta en todos los que de alguna manera o de otra han vivido, han luchado o han trabajado en ellas. Pero será necesario también que nuestros nuevos maestros pasen por esa escuela.
¿Y cuáles son las perspectivas futuras? ¿Cuántos nuevos maestros se graduarán en los años venideros? Este año —como ya les dije— son 764; el próximo año no será un número mayor que este, porque es el de los primeros cursos. Pero ya en el tercer curso en Minas del Frío el ingreso fue considerablemente alto. Ya el número de los que pasaban a Topes de Collantes se elevaba a varios miles. Ya el número de los que el año que viene pasan de Topes de Collantes al instituto pedagógico es aproximadamente tres veces superior al de este año. El próximo año el instituto tendrá algo más de 5 000 alumnos; 5 000 alumnos que podrán incorporarse —a la vez que estudian— a las aulas de nuestra capital, satisfacer las crecientes necesidades de maestros, puesto que crece también el número de escuelas secundarias y preuniversitarias y muchos de los actuales maestros pasan a enseñar en esas escuelas.
Y los alumnos del instituto pedagógico irán sustituyendo a esos maestros y a las nuevas escuelas que surgen como consecuencia de nuevos planes o del aumento de la población.
¿Este año, cuántos solicitaron ingresar en Minas del Frío? Pues nada menos que 9 600 jóvenes (APLAUSOS), de los cuales —después de pasar las correspondientes pruebas— hay matriculados 6 888. Pasan a Topes de Collantes, de Minas del Frío, 4 500 (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS); con lo cual el número de alumnos de Topes se eleva a 8 000 aproximadamente. Según los datos que aquí tengo, graduándose 1 300 en Topes e ingresando 4 500, el número de alumnos será ya de 8 400.
En Tarará se gradúan 764, es decir, en el instituto pedagógico; ingresan 1 300; total: 3 200. Pero ya en el otro curso ingresarán aproximadamente 4 000; es decir que tendremos todavía dos graduaciones más de número inferior o aproximado a 1 000, pero esperamos que ya la tercera graduación después de esta sea no menos de 3 000.
Y a este ritmo, más las alumnas de entre las campesinas que han escogido también estos estudios, en el año 1968 no serán menos de 3 000. Y al paso que van los ingresos en Minas del Frío, debemos calcular que entre 1970 y 1980 se gradúen 50 000 maestros en el instituto pedagógico (APLAUSOS).
Cincuenta mil maestros es una cifra realmente respetable; y sobre todo la clase de maestros que se van a graduar. No solo nos permitirá satisfacer nuestras necesidades que son grandes —porque muy grandes son nuestros programas—, sino que estaremos en condiciones de brindar nuestra cooperación en este campo a otros pueblos que necesiten de nuestra ayuda técnica (APLAUSOS).
Claro está que las necesidades en el mundo de maestros son inmensas. Calculen ustedes países hermanos en este continente que en algunos casos tienen un porcentaje de analfabetos superior al 70%, decenas de millones de personas no saben leer ni escribir, millones y millones de niños carecen de escuelas y de maestros.
Naturalmente que serán los propios pueblos quienes deberán en lo fundamental llenar esa necesidad, los propios pueblos revolucionarios, las propias revoluciones. Nuestra cooperación será esencialmente en cuanto a los métodos aplicados por nosotros para enfrentar estos problemas, en cuadros técnicos altamente calificados; porque hemos adquirido una magnífica experiencia en este campo de la educación, probada en la campaña de alfabetización hace cuatro años, probada en los éxitos colosales que se han logrado; una experiencia acerca de cómo enfrentar este problema en medio del proceso revolucionario y cómo resolverlo no solo en cantidad sino en calidad. Y creo que estos métodos, esta experiencia, puede ser útil, muy útil, a otros pueblos.
Pero desde luego que esta experiencia, y todas las experiencias que hemos ido adquiriendo en distintos campos solo han sido posibles por la Revolución en sí misma. La primera gran experiencia, la madre de todas las experiencias es el hecho mismo de la Revolución. Con la Revolución todo puede hacerse, todo puede resolverse; sin la Revolución, en pueblos que están todavía en situaciones iguales o aun peores a la que estábamos nosotros, nada podrá hacerse, nada podrá resolverse.
Y nosotros vamos triunfando, y no solo nos alegramos de los éxitos presentes, sino que pensamos, sobre todo, en los éxitos del mañana. No fue sin el esfuerzo de muchos, sin la inteligencia y el aporte de muchos, sin el trabajo tesonero, competente y capaz de numerosos cuadros revolucionarios de nuestra enseñanza que se ha logrado esto. Ha sido el resultado del esfuerzo de muchos, teniendo como materia prima a nuestra juventud y su entusiasmo, a los compañeros del Ministerio de Educación, a los compañeros de las organizaciones de masas en el seno de los maestros, en primer lugar el Sindicato de los Trabajadores de la Enseñanza, y también siempre hemos destacado el esfuerzo realmente extraordinario y meritorio que en este campo ha realizado nuestra digna compañera Elena Gil (APLAUSOS); a la colaboración de numerosos profesores y maestros, porque hay que decir que la inmensa mayoría de los maestros que la Revolución encontró a su triunfo se incorporaron al proceso revolucionario, marcharon junto a la Revolución y se han superado extraordinariamente.
Esta graduación de hoy significa que esa familia de maestros se acrecienta, significa que esa familia se supera de año en año. Mas no solo esto ha sido fruto del trabajo, del esfuerzo; ha sido el fruto también de sacrificios heroicos, de sangre buena y revolucionaria derramada, de los combatientes que en medio de la campaña de alfabetización en 1961 se enfrentaron a los invasores mercenarios, de los jóvenes que, de entre las propias filas de los maestros y alfabetizadores, fueron ejemplo de sacrificio y de heroísmo, algunos de los cuales dieron su vida por esta causa, siendo cobarde y criminalmente asesinados, como el caso de Conrado Benítez, de Manuel Ascunce, de Delfín Sen, o el caso del otro maestro aquí mencionado, Gómez, que en cumplimiento de sus deberes dieron la vida y se convirtieron en ejemplo, en semilla, en bandera.
Los que perpetraron aquellos hechos cobardes e inhumanos creyeron que iban a hacer mella en el espíritu de nuestros jóvenes, creyeron que iban a hacer fracasar los planes revolucionarios. Hirieron, sí, a la Revolución sensiblemente, porque todo el pueblo los sintió y los lloró; pero qué lejos estaban de obtener con ello sus propósitos, qué lejos estaban de impedir que la más extraordinaria campaña de educación, el más extraordinario esfuerzo, se llevara a cabo. Porque esto de hoy es la prueba de cómo nada ni nadie podrá impedir la marcha victoriosa de nuestro pueblo, cómo nada ni nadie nos podrá impedir construir nuestro porvenir, cómo nada ni nadie impedirá seguir trabajando al pueblo para crear un mundo mejor, más feliz, sin injusticia, sin humillaciones, sin explotación, sin ignorancia, sin miseria; ese mundo por el cual trabajamos en medio de todas las dificultades, en medio de la pobreza y de la podredumbre que nos legó el pasado.
De muchos de esos lastres nos hemos ido liberando. Eramos un país pobre, subdesarrollado económicamente, pero éramos también un país inculto, un país educacionalmente muy atrasado, con más de un millón de analfabetos, con 600 000 niños que carecían de escuelas. La pobreza no es tan fácil superarla, se necesitan muchos años de trabajo, de esfuerzo, para ir creando la base económica que permita alcanzar al pueblo estándares de vida material incomparablemente superiores; pero vamos avanzando. Y la ignorancia la vamos venciendo. Si comparamos nuestra situación de hoy a la de hace siete años, es increíble lo que ya hemos logrado. Y la ignorancia la iremos dejando muy atrás, y cada año ya el problema no será el de leer y escribir simplemente, sino el de alcanzar el sexto grado. Y ya, prácticamente, para toda nuestra juventud la enseñanza hasta la secundaria básica es una obligación de todo joven, y año por año el nivel educacional y cultural de todo el pueblo se irá elevando, y el valor que esto tiene será necesario esperar los años venideros para poderlo comprobar con la experiencia; la importancia que tiene para un país el grado de educación de su población, la capacidad técnica del pueblo, de manera que seamos un pueblo apto para aprovechar los recursos naturales de nuestra patria, un pueblo apto para producir todos los bienes que necesitamos, todas las riquezas que necesitamos, para alcanzar la abundancia de bienes materiales, la abundancia de bienes culturales.
Sin el estudio, sin el aprendizaje, los pueblos no pueden avanzar. Y solo por este camino los pueblos pueden alcanzar las metas más altas, las aspiraciones más elevadas, porque la ignorancia no hará jamás rico a ningún pueblo; la falta de conocimientos y de capacidades técnicas no permitirá a ningún pueblo resolver sus problemas. Por eso nosotros estamos tan seguros de que resolveremos los nuestros, de que los resolveremos bien. Por eso estamos tan seguros del porvenir, sin ignorar por ello las dificultades, sin ignorar por ello los peligros.
Trabajamos por el porvenir con un pueblo cada vez más unido, con un pueblo cada vez más consciente, con un pueblo cada vez más fuerte. Ya no se les ocurriría a nuestros enemigos lanzar expediciones como las de Girón, porque si en aquella ocasión estaban equivocados, y muy equivocados, hoy no están tan equivocados; saben cómo ha crecido en unión, en conciencia y en fortaleza el pueblo. Y otras lecciones, como la extraordinaria lección que los imperialistas están recibiendo en Viet Nam (APLAUSOS), les han de enseñar la fuerza de los pueblos, la imposibilidad de aplastar a las revoluciones y a los pueblos revolucionarios.
Nuestra fuerza ha crecido considerablemente, no solo en la conciencia sino en la capacidad técnica y en las armas que poseemos para defender nuestra Revolución. Somos incomparablemente más fuertes gracias a la solidaridad internacional, y muy especialmente a la extraordinaria ayuda que en armamentos hemos recibido de la Unión Soviética (APLAUSOS), que nos permite trabajar con mayor seguridad, que nos permite tener con qué defender nuestra obra revolucionaria, con qué defender nuestras escuelas, con qué defender el trabajo de nuestros maestros, con qué defender el trabajo de todos nuestros obreros y campesinos, de todos los trabajadores intelectuales de nuestro país, o de los que trabajan con sus brazos; con qué defender los frutos de la Revolución y el futuro de la Revolución.
Entre aquel pueblo de hace siete años y este pueblo de hoy media una extraordinaria diferencia. Lo vimos en las montañas recientemente, cuando nuestros maestros se graduaron en el Pico Turquino; lo vimos en nuestros campesinos, en nuestras milicias serranas, dándonos la impresión de su disciplina y de su fuerza; lo vimos en la organización de nuestro Partido, en el grado de experiencia que han alcanzado en su trabajo, en la eficacia de su esfuerzo, en el prestigio y en la experiencia de sus cuadros. Hemos podido ver cómo se consolida día a día la Revolución, cómo avanza, sin que esto quiera decir —ni mucho menos— que todos los problemas estén resueltos, sin que esto quiera decir —ni mucho menos— que nos falten dificultades.
Pero todo lo que hemos hecho hasta hoy en medio de los peligros, de las amenazas, de los bloqueos y de las dificultades, nos enseña que nada nos impide progresar, que nada nos impide avanzar, y que avanzaremos y lo haremos cada vez mejor y más rápidamente.
Al cumplirse hoy el noveno aniversario del desembarco del "Granma", que tanto nos recordó el programa de esta noche, y casi siete años de Revolución, podíamos suscribir las palabras dirigidas hace unos minutos por el compañero Almeida a la compañera Elena Gil, cuando decía que un día como hoy se sentía más feliz que nunca. Mas no lo decía por la feliz circunstancia de que precisamente en el día de hoy, conmemoración del desembarco del "Granma", el compañero Almeida —compañero del Moncada, y del "Granma", y de la Sierra— haya tenido la buena noticia de que la familia se acrecentaba con la venida de un varón (APLAUSOS), que nació no solo en la misma fecha sino casi casi a la misma hora del desembarco (APLAUSOS), demostrándose en esto una puntualidad casi estrictamente militar (RISAS). Pero él no lo decía por eso —como tal vez creyó que alguno de nosotros pensáramos—, él lo decía por esto, él lo decía después de presenciar el acto de esta noche, él lo decía después de ver la graduación de nuestros nuevos maestros, lo decía después de ver la actuación de nuestras campesinas (APLAUSOS); esas mismas campesinas que nosotros nos encontrábamos en las montañas descalzas y mal vestidas; esas mismas hijas de aquellos campesinos explotados, que nos abrieron los brazos en los días difíciles que siguieron al desembarco del "Granma"; esas mismas campesinas de aquellas abruptas montañas donde no había hospitales ni escuelas, ni médicos ni maestros, sino latifundistas, mayorales, parejas de guardias rurales, explotación, abuso, asesinatos en masa, casas quemadas, aldeas bombardeadas.
El expresaba el sentimiento de todos nosotros, la emoción de todos nosotros, al ver —sobre todo con esa claridad que se ve en días como hoy— el fruto de la lucha, el fruto del esfuerzo; al ver, con esa claridad que vemos un día como hoy, que la sangre de los buenos no se derramó en vano (APLAUSOS). Que los que murieron en el Moncada o en el "Granma", en la Sierra o en los llanos, en las ciudades en las diversas acciones de los revolucionarios, que los que murieron después del triunfo defendiendo la patria contra el imperialismo, los que murieron en Girón o combatiendo contra los bandidos asesinos en el Escambray, los maestros que se sacrificaron, no lo hicieron en vano. Y que gracias a ellos, gracias a esos sacrificios, podemos, un día como hoy, recordarlos con profundo respeto, con profunda veneración y agradecimiento, porque en la obra de la Revolución, en los éxitos de la Revolución viven y vivirán eternamente nuestros héroes. Vivirán eternamente los que cayeron, y los que están ausentes cumpliendo con su deber como nuestro compañero Ernesto Guevara (APLAUSOS PROLONGADOS).
Y digo ausente, no digo muerto. Porque nuestros enemigos se regocijaron ante la idea de que el compañero Ernesto Guevara estuviera muerto. Naturalmente que ningún revolucionario es eterno, los revolucionarios corren siempre grandes peligros; pero para desilusión de nuestros enemigos —y para aquellos de nuestros conciudadanos que a veces se preguntan o se han preguntado si está vivo o está muerto—, podemos con infinita satisfacción expresar que está vivo y saludable (APLAUSOS PROLONGADOS).
Pero evidentemente que los imperialistas no han podido comprobar esto con sus U-2. Y también lo recordábamos mucho en el día de hoy, porque pensábamos y recordábamos a todos los que han luchado: los hombres que tuvieron fe en su pueblo, que tuvieron fe en su causa; eso era lo esencial, el número de hombres no importaba, importaba la idea, la convicción, la voluntad y la firmeza. Y eso fue lo esencial.
Por eso creemos tan profundamente que los demás pueblos se liberarán; por eso creemos en el futuro de este continente y de todos los continentes, porque aunque las dificultades sean grandes, nuestra historia demuestra que no son lo suficientemente grandes para impedir el triunfo de los pueblos. Y que si al principio no son muchos, basta que unos pocos posean esa convicción y esa fe, que no tardará en convertirse en la fe y en la convicción de muchos, y en un momento dado de todo el pueblo.
Eso mismo nos lo enseña la historia de Viet Nam. Contra su heroica resistencia se han estrellado los cientos de miles de soldados yankis, sus ejércitos, sus enjambres de aviones y sus armas criminales. Y en la medida en que sufren derrotas, amenazan con enviar más y más soldados, evidentemente inquietos ante la realidad de que en el propio pueblo norteamericano ha surgido una inesperada resistencia, que crece cada vez más, frente a esa guerra criminal. Y por eso amenazan con enviar más y más soldados.
Pero nosotros creemos en la victoria del pueblo de Viet Nam y en la solidaridad del campo socialista. Y frente a esas amenazas, reiteramos nuestra posición y nuestra promesa de ayudar a Viet Nam, de ayudarlo con hombres y con armas (APLAUSOS PROLONGADOS).
Son muchos los que en este país se enrolarían gustosos para ir a combatir allá, frente a los criminales soldados del imperialismo yanki, y son muchos los hombres en todo el mundo que estarían dispuestos a hacer lo mismo. Por eso nosotros creemos en la victoria del pueblo de Viet Nam frente a todas las amenazas de los imperialistas, porque si bien hasta ahora se han bastado ellos solos, los vietnamitas saben que no están solos, y que el día que diga: "¡Voluntarios a Viet Nam!", habrá no cientos de miles de hombres en todo el mundo, ¡habrá millones de hombres! (APLAUSOS), habrá millones de hombres dispuestos a ir allí a combatir y a cortarles las manos agresoras y criminales a los imperialistas.
Por eso, la victoria será del pueblo heroico de Viet Nam, por su propio esfuerzo, que ha sido más que suficiente para propinar enormes derrotas a los imperialistas; pero, además, por eso mismo que decía: porque por cada soldado imperialista allí, por cada soldado que los yankis envíen, hay decenas de hombres en todo el mundo dispuestos a ir a combatir contra ellos. Y por eso los imperialistas se han metido allí en un "callejón sin salida", es decir, sin otra salida que la derrota (APLAUSOS). Porque creyeron que podrían abusar impunemente de su fuerza y de su número, pensaron que los de Viet Nam eran los de un pueblo pequeño, un número reducido¡ y están ante la realidad que los de Viet Nam son muchos más que los imperialistas, porque con Viet Nam están todos los revolucionarios del mundo, todos los enemigos de los imperialistas, con toda la dignidad y todo el valor de los revolucionarios, toda la razón de los revolucionarios. Porque allí es donde se demuestra la importancia de la idea, de lo que cada cual representa, y cómo contra un pueblo que lucha por una causa justa se estrellan todos los recursos de los opresores, de los explotadores, por grandes que sean.
Y en ese callejón están los imperialistas, afrontando esos riesgos, y el riesgo preocupante para los politiqueros yankis, de la reacción del propio pueblo norteamericano. Porque como sus dirigentes son unos politiqueros miserables, embaucadores de pueblos, mientras pueden estar cometiendo esas fechorías y esos crímenes y engañar al pueblo, se sienten bien; mas cuando el pueblo comienza a despertar a la realidad, cuando los pueblos comienzan a ver claro, los demagogos y los politiqueros comienzan a temblar, y pierden la serenidad, como lo demostraba el señor Secretario de Estado de Estados Unidos en la conferencia ridícula que acaban de celebrar en Río de Janeiro, donde expresaba que lo de Viet Nam lo tenía preocupado porque aquello podía terminar en holocausto nuclear. Todavía se atreve a escribir ese fantasma del holocausto nuclear. Pero es, sobre todo, de la boca para afuera, porque ya ese no sería holocausto nuclear para sus enemigos, sería holocausto nuclear para ellos.
Es decir que cuando hablan de holocausto nuclear tratan de desconocer las realidades y, viéndose derrotados allí, amenazan con eso, y hablan de esos peligros, de esos peligros que al invocarlos allí revela el miedo que siente la oligarquía imperialista de Estados Unidos ante ese "callejón sin salida", ante esa derrota que están afrontando y que no podrán impedir con sus alusiones y sus referencias a peligros de holocausto nuclear. Porque el holocausto que va a haber allí es el holocausto de soldados imperialistas pereciendo en manos de los heroicos guerrilleros en medio de las selvas de Viet Nam. Ese es el holocausto que hay y que habrá.
Y por eso se observa en los dirigentes imperialistas, después de haber acudido a la fuerza, a la agresión escalonada, a bombardeos cada vez mayores, su sentimiento de frustración y de fracaso en todos los campos, en todos los rincones del mundo. Porque no pudieron imponer en la conferencia de cancilleres el proyecto de fuerza intervencionista continental. Y cuál no será la situación de fracaso, de debilidad y de descrédito de los imperialistas, acostumbrados a manejar con tanta facilidad a los gobiernos de América Latina, que a pesar del apoyo de los gorilas brasileños y unos cuantos gorilas más no pudieron lograr la aprobación del proyecto porque los gobiernos latinoamericanos, por débiles que hayan sido sus posiciones, por grandes que sean las concesiones que hayan hecho a los imperialistas, por grande que sea la complicidad de la mayor parte de esos gobiernos, salvo algunas excepciones, con el imperialismo yanki en sus agresiones contra Cuba, en la medida que los imperialistas han enseñado las garras, en la medida en que los imperialistas demuestran su falta de escrúpulos y de respeto a la soberanía de los pueblos, se les hace cada vez más difícil a esos gobiernos aceptar los planes imperialistas. Porque en el momento en que suscriban un acuerdo formando una fuerza represiva e intervencionista estarían renunciando a lo poco que les queda de independencia, y estarían consagrando el derecho de los ejércitos yankis a desembarcar en cualquier país de América al igual que lo hicieron en Santo Domingo.
Y por eso no pudieron lograr que se acordara ese proyecto. No obstante, no puede hablarse de que eso sea un gran triunfo moral, una proeza moral de los gobiernos latinoamericanos, porque si bien es cierto que no se plegaron por entero a las exigencias yankis, es cierto también que allí no se condenó la intervención yanki en Santo Domingo, es muy cierto que allí no se denunció con dignidad el crimen cometido contra el pueblo dominicano, es muy cierto que allí no se exigió la retirada de los soldados yankis de Santo Domingo.
Por eso, en realidad no puede decirse que esos gobiernos hayan tenido allí una posición moral correcta, no puede decirse que hayan tenido una actitud digna, y el colmo habría sido que encima de la intervención obtuviesen un acuerdo para consagrar el derecho a intervenir.
El imperialismo cae cada vez más en el descrédito y los pueblos abren cada vez más los ojos. Y muchos de esos gobiernos que fueron cómplices de las agresiones contra Cuba tiemblan ahora ante lo que les puede pasar, tiemblan ante la realidad de que han ido renunciando paulatinamente a la poca independencia que disponen todavía, y tiemblan ante la reacción de los pueblos, ante el despertar de los pueblos.
y en Cuba, a la que en buena hora expulsaron de esa basura que es la OEA —como si con eso nos hubiesen ofendido, como si con eso nos hubiesen deshonrado, como si con eso nos hubiesen agraviado—, cuando vemos ese espectáculo de representantes de gobiernos que se reúnen allí y guardan silencio frente al crimen dominicano, y son sometidos a todo tipo de presiones, y son obligados a hacer un papel tan bochornoso, tanto más satisfechos, tanto más orgullosos nos sentimos de no pertenecer a ese coro de voces indignas y cómplices; tanto más nos enorgullecemos de no pertenecer a esa organización, y tanto más sentimos la convicción de que a una organización de Estados Latinoamericanos perteneceríamos nosotros el día que esa sea una Organización de Estados Latinoamericanos Revolucionarios (APLAUSOS), y tanto más sentimos la legitimidad de ese título de "Cuba, territorio libre de América" (APLAUSOS).
Porque, desde luego, no todos esos gobiernos son absolutamente iguales, muy contadas excepciones mantienen una posición más decorosa —lo reconocemos—, pero nadie podría negar la realidad de que somos el país que con más legítimo derecho podemos llamarnos "territorio libre de América" (APLAUSOS).
Y ese territorio seguirá siendo libre. Y en ese territorio seguirá avanzando la Revolución. ¡Y este pueblo seguirá siendo ejemplo de sus hermanos en este continente!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)