Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, efectuado en el Palacio de las Convenciones, el 7 de septiembre del 2001
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Nadie me ha invitado, pero sentía una presión tan fuerte, sobre todo por mis alrededores, que no tuve el valor de marcharme sin decirles algunas palabras.
Ustedes se preguntarán qué yo hago aquí con este traje en una reunión de delegados que están estrechamente relacionados con la agricultura, la alimentación, el campo, y este no es un traje de campo. Es que, tan pronto termine este acto, tengo que marcharme rápidamente para participar en una recepción en honor de un ilustre visitante africano, el Primer Ministro de Namibia. Hice un cálculo, no tenía tiempo siquiera de cambiarme la ropa con que suelo participar en estos acontecimientos para rendirle un poquito de pleitesía a esa cosa tan odiada que es el protocolo.
De todas formas, he vivido unos días contradictorios, porque sabía que se estaba realizando este foro y yo tuve que salir para Durban, donde tenía lugar esa importante conferencia que aquí se ha mencionado, regresar junto con el inicio del curso y cumplir otros compromisos que resultaban ineludibles, especialmente en un año como este, en que nuestra educación está llevando a cabo, con ritmo creciente, lo que hemos calificado como la más grande revolución de la educación en todo el período de la Revolución. Podría llamarla, por eso, la tercera; pero, a mi juicio, es lo más decisivo.
Me habría gustado estar mucho más al tanto de lo que ustedes estaban discutiendo. Pude ver algo por los periódicos, una parte, casi hora y media, aunque, desgraciadamente, no toda la mesa redonda sobre este foro, y mi única posibilidad fue cuando recibí, alrededor del mediodía, la Proclama Final, porque parece que se discutió bastante, leerla rápidamente y, además, escuchar con mucha atención el resumen que leyó el obispo brasileño.
Es mi deber darles la apreciación, que no tiene nada de propósito halagador, de que, a mi juicio, ustedes han hecho un buen trabajo —digo bueno para no parecer exagerado, pienso que merece un mejor calificativo—, y medité sobre los problemas abordados.
Es la primera vez que se realiza, tengo entendido, un foro internacional sobre soberanía alimentaria, que es un término nuevo que encierra también una serie de nuevos conceptos.
¿Cuál sería el contenido de esa proclama? Son realmente temas que no se habían discutido otras veces, que no se habían analizado y, sin embargo, encierran una importancia muy grande.
Cito, por ejemplo, lo relacionado con la pesca artesanal. Ya había escuchado en la mesa redonda las cosas que se dijeron sobre la forma en que se ha convertido ya en una propiedad de las transnacionales, cómo se han ido apoderando de las cuotas, a pesar de las 200 millas que defendimos en interés de los países del Tercer Mundo, porque nosotros, país pequeño y rodeado de mar por todas partes, disponemos de poco mar territorial y pescábamos, incluso, a 12 millas de las costas de Estados Unidos, en el Atlántico, y de las costas de Canadá.
Teníamos ya una flota que no era transnacional, pero era una flota grande, ya que toda la pesca nuestra, antes de la Revolución, era artesanal y las grandes masas de peces están en determinadas corrientes en que se mezclan las temperaturas de las aguas, la corriente de Humboldt, la corriente atlántica aquella que pasa junto a Sudáfrica, Namibia y recorre casi toda la costa oeste de Africa. En fin, habíamos aprendido a navegar y a pescar en mares lejanos, se habían preparado miles de pescadores y constituía una importante fuente de alimentación para nuestro país; sin embargo, pensando, como decíamos, en los países del Tercer Mundo, apoyamos aquella lucha iniciada en Perú, en Chile y en otros países. No nos arrepentimos, era nuestro deber; pero bien sabemos lo que ocurrió después y quiénes se beneficiaron de ese derecho a disponer de las aguas territoriales hasta una longitud de 200 millas.
En particular, recuerdo lo que ocurrió después de la guerra de las Malvinas: aquellos que lograron mantener un territorio ocupado ilegalmente hace mucho tiempo y que nunca dejó de ser reclamado por el pueblo argentino, dieron permiso a todas las flotas para ir a pescar allí: países del antiguo campo socialista, países de Europa, la Europa comunitaria, todos; países de Asia, algunos de los cuales son poderosas potencia en el mar, todos corrieron hacia las 200 millas de las aguas que rodean las Malvinas para beneficiarse de aquel amable favor con que los falsos propietarios intentaban endulzar a todos los demás.
Pero hubo un país que tenía barcos más que suficientes para ir a pescar a esa zona y nunca un solo barco cubano penetró dentro del área de las 200 millas. Veíamos con claridad e indignación que aquello no era más que una especie de soborno, muy acorde con la moral y la ética que hoy reina en el mundo.
La pesca fue uno de los temas de la conferencia y otros muchos, y muchas verdades, hasta la cuestión relacionada con el intento de posesionarse de recursos naturales e incluso patentizarlos.
Pienso que el simple hecho de la patentización de aquellas investigaciones que tienen que ver con la nutrición, moralmente debiera estar prohibida (Aplausos). Si se quiere, después, de algún modo, pueden resarcirse los gastos de los investigadores.
Esto no ocurre solo con la ingeniería genética, ocurre también con los medicamentos, y el problema incluso sea tal vez más grave todavía, porque las enfermedades, la mayor parte de ellas, matan más rápidamente que el hambre y, en ocasiones, cuando así no actúan, matan de una manera al menos más rápida y posiblemente más cruel que el hambre.
Ocurre así en muchas cosas. De nuestros países se llevaron las mejores inteligencias; nuestros países subdesarrollados, como les llamamos preferiblemente, por no mencionar la palabra emergente, ya que no emergen de ninguna parte, se hunden cada vez más en la explotación y en la pobreza.
Poseen, el puñado de países ricos, el 97% de las patentes de todo tipo que existen en el mundo y por las cuales tenemos que pagar lo que les dé la gana, y, no conformes todavía con los 25 años de derechos exclusivos, en la OMC luchan para que se extiendan otros 25 años. Nadie sabe para qué tantos años, cuando al paso que van son capaces de exterminar la vida en este planeta. No hay que razonar mucho ni invertir tiempo para explicarlo.
Vale la pena estudiar esa proclama y volver a meditarla punto por punto. ¿Es un programa completo? No, ustedes han tenido que luchar por reducir, sintetizar e incluir los puntos que están más relacionados directamente con los temas que ocuparon su tiempo en esta conferencia. Pero mientras la leía y mientras la volvía a escuchar, pensaba yo realmente cuántas cosas podían añadírsele a esa proclama.
Me dije: Si me veo en la situación de pronunciar algunas palabras, tengo que señalar, por ejemplo, algunas cosas, y un campesino se me adelantó aquí, el campesino de la cooperativa "Antero Regalado", que está en Mariel, cuando él habló cómo nació, qué era, los sufrimientos que soportó, y hacía algunas comparaciones con las cosas que ahora tenían sus hijos, sus nietos.
Pienso que una cosa decisiva en esta lucha de ustedes, como en todas las luchas, es la educación. Supongamos que encontramos distintas fórmulas dentro de una diversidad enorme de situaciones, porque no hay dos países en que la situación sea exactamente igual; en Cuba tenemos una, en Honduras otra, en Panamá otra; en Ecuador, Guatemala, donde en este momento somos testigos de una terrible hambruna que se trasmite, a los ojos del mundo, a través de los medios masivos, de la televisión.
Hay países que son muy secos, donde apenas llueve; hay países donde el nivel de alfabetización es del 13%, los conocemos; conocemos muchos índices. El Africa subsahariana tiene un 41% de analfabetismo, entre los 15 y los 60 años. Nuestro país había encontrado un 30%, pero tenía, al menos, un número de escuelas, una universidad principal y dos más pequeñas y recién nacidas cuando triunfó la Revolución, otros niveles de desarrollo, la dependencia de otras producciones, fundamentalmente agrícolas, ya que era la fuente principal de las exportaciones del país. Por eso fue tan cruel el intento y el hecho de privar a nuestro país de las cuotas que teníamos en el mercado azucarero y en muchos productos, creadas durante casi 100 años en Estados Unidos. Cuando ellos suspendieron las cuotas azucareras y establecieron el bloqueo total, era una medida realmente para arrasar el país.
La economía nuestra se basaba en la agricultura y en grandes plantaciones cañeras, de modo que cuando llegó la hora de la Reforma Agraria nos planteaba la búsqueda de soluciones adecuadas, porque no se podían dividir en fragmentos de dos, tres o cuatro hectáreas aquellas plantaciones, algunas de las cuales tenían 100 000, 150 000 y hasta 200 000 hectáreas, un problema a resolver muy diferente al que pueden encontrarse otros muchos países, donde dependen de otros tipos de exportaciones, en los que el suministro de la materia prima a la industria es fundamentalmente artesanal. La caña, el arroz, el plátano y otros ya en poder de la nación eran susceptibles a la aplicación de la técnica en gran escala con gran ahorro de energía humana. Otros cultivos, en cambio, por sus características, funcionan perfectamente en manos de los núcleos familiares. A lo largo de más de cuatro décadas, han ensayado y adquirido experiencias útiles en las más variadas formas de explotación de la tierra. Concuerdo con ustedes en la afirmación de que sobra la tierra para dar alimento al mundo. Cito el ejemplo de China, que con 100 millones de hectáreas abastece, y abastece bien, una población de 1 260 millones de habitantes, más de 12 personas por hectárea, e importa muy pocos alimentos, más bien exporta alimentos. Una prueba de que determinadas políticas, bien concebidas y bien desarrolladas, independientemente de errores que en determinadas circunstancias puedan haberse cometido, no hay obra perfecta; hoy esa enorme población no sufre hambrunas, y no se abastecen solo de cereales sino también de carne de ave, carne de cerdo y otros tipos similares, aparte de la producción pesquera, en los mares o en tierra; solo que la producción de pescado en granja cuesta, porque hay que darle harina de pescado, soya y otros alimentos, a pesar de ser la especie de mayor conversión del alimento que se le suministra en libra o kilogramo de carne en pie, así se dice cuando es una res, si se trata de un pez habrá que decir de carne en agua (Risas).
Es cierto, se puede alimentar al mundo perfectamente bien. Hay que profundizar en todas esas causas que a lo largo del siglo que pasó y de este que comienza, sin contar épocas anteriores, han hecho padecer a la humanidad horribles sufrimientos asociados con la alimentación.
Ustedes han iniciado con este foro un análisis teórico, técnico, racional, de una serie de puntos que son demostrativos de estas realidades; pero ustedes lo están haciendo en un momento en que las amenazas para nuestra especie, en materia alimenticia, son mayores y más graves que nunca, porque en 100 años la población del mundo creció un poco más de cuatro veces.
Yo digo que si en algunos lugares sobra mucha tierra, en otros falta. Puedo citar algunos, por ejemplo, Haití, 29 000 kilómetros cuadrados, 7 500 000 habitantes, 2% de bosques, tierras montañosas erosionadas, mares casi desiertos de peces, a lo cual se une subdesarrollo, pobreza y fenómenos sociales de todas clases. Y hay otros países pequeños del Africa subsahariana, que en 26 000 kilómetros cuadrados viven más de 8 millones de personas, es decir, más de 300 habitantes por kilómetro cuadrado.
No es el caso de Holanda u otros, donde tienen todas las tecnologías para la producción de alimento, clima favorable, todos los fertilizantes, las máquinas, y que además importan, porque tienen dinero suficiente para adquirir en el exterior las cantidades necesarias de alimentos que deseen y muchos de ellos comprárnoslo a nosotros muy barato y cada vez más barato, sean exquisiteces, como pudiéramos llamar el cacao para producir bombones y productos similares de una óptima calidad. De modo que cuando se compara lo que le pagaron por el kilogramo de cacao o el kilogramo de café, el precio que cobran por ellos en una cafetería de Nueva York o de Europa, sea cacao, café o semillitas de marañón, esas que los tanzanos recogen una a una, o algunas especies, como el clavo, allá por Zanzíbar, florecita, por florecita, o cualquiera de esos productos, sus productores reciben la centésima parte de lo que reciben aquellos que los despachan al público en el destino final de esos productos.
Para el Tercer Mundo ha quedado, aparte de los mencionados, la producción de maní, tal vez pistacho en algún lugar y otras semillas, y cuando las producen en sus países ustedes saben bien quiénes las producen: los emigrantes del norte de Africa, o de México y América Latina, cuando el fenómeno ocurre aquí en nuestras vecindades. ¡Las vidas que se pierden cada año! No solo llevan sudor, llevan también sangre los productos de lujo para el postre o para acompañar un traguito en horas de la tarde o de la mañana, en esos países que son los dueños del mundo.
Habrá que profundizar en la búsqueda de la historia, que muchos ignoran, para comprender las razones o el porqué de esas cosas que ustedes han señalado aquí. Pensaba si lo que pedíamos era suficiente, y creo que no, considero que no.
Vamos a suponer que les den a los campesinos la tierra que sobra, que se la regalaran incluso, ¿qué hacen con ella? ¿Con qué la cultivan? ¿Con qué equipamientos? ¿Con qué semillas de elevada productividad? ¿Con qué fósforo, potasio, nitrógeno o microelementos las fertilizan? ¿Cómo y cuándo las cosechan? ¿Dónde almacenan esas cosechas? Y, excepto aquellas que se distribuyen en los mercaditos de las aldeas, ¿a quién se las venden y quiénes obtienen todas las ganancias de esa producción? Por lo pronto, no tienen nada con qué, incluso, cultivar esas tierras.
¿Y a qué mercado las envían?, ¿y compitiendo con quién?, ¿y a qué precios?, si aquellos poseen allá en Norteamérica miles de hectáreas y emplean unas máquinas que pueden costar hasta casi medio millón de dólares para preparar la tierra y cosechar decenas de miles de quintales en un día y, además, reciben un subsidio que les entregan aquellos que por ser monopolizadores de toda la riqueza del mundo, porque pueden hacerlo, ya que ellos mismos imprimen el dinero, lo fabrican, como soñaban hacer los alquimistas de la edad media, y lo hacen con papel; con papel compran nuestros productos, nuestras industrias y nuestras tierras. Además, ese papel se lo prestamos para que inviertan y compren, y, cuando compramos, compramos cosas cada vez más caras y recibimos precios cada vez más baratos por lo que vendemos.
Las estadísticas indican muchas cosas. En la última que vi, usted puede comparar 1985, 1990, 1995, nuestros productos con menos dinero; una de las últimas era una comparación entre el año 1960 y 1997, y todos nuestros productos básicos tienen un poder adquisitivo equivalente a menos del 80% del poder adquisitivo que tenían entonces. Esto a pesar de que uno de ellos, el petróleo, una de las exportaciones del Tercer Mundo, ha crecido bastante dada la enorme demanda de las sociedades de consumo.
Muchos de nuestros productos básicos ya ni siquiera se cosechan en nuestros países; fibras variadas han sido sustituidas por fibras sintéticas, cuyas producciones están al alcance de los poseedores de la tecnología y del inmenso caudal de fondos para comprar las fábricas, y a la hora de exportarlas, todo el dinero que quieran para ofrecer un crédito para sus productos industriales a dos, tres, cuatro o cinco años.
Quiero comparar esa situación con la de nuestros campesinos, esos en nombre de los cuales han hablado ustedes aquí. ¿Qué reciben por cada tareco que compran y todos los cachivaches? —estoy empleando una palabra cubana, de cocina y otras cosas similares—, se los cobran cada vez más caro. Y si antes aquel campesino con dos toneladas de café o de cacao compraba un tractor o un camión, hoy necesita alrededor de 8 ó 10 toneladas para comprarlo. Ese es uno de los muchos privilegios con que cuentan.
Pero, además, nos están destruyendo la naturaleza, 2 000 millones de hectáreas han sido afectadas por la erosión y la salinización en los últimos 40 ó 50 años. Contaminan la atmósfera llevando el dióxido de carbono a cifras que no soporta la atmósfera; concentrando productos químicos, es decir, otros gases que, al combinarse con productos clorados, destruyen la capa que nos protege de los peores rayos emanados del sol, que son los rayos ultravioleta, que multiplican el número de casos de cáncer en la piel y otras calamidades.
Cambian los climas y cada vez hay lluvias más intensas o sequías más prolongadas, o ciclones más violentos, y fenómenos que no se veían hace 15 años siquiera ya se observan como algo cotidiano.
Vean Centroamérica: el Mitch, y antes del Mitch los bosques arrasados. Ustedes saben que los bosques protegen de las inundaciones, las raíces retienen el agua, y que 200 milímetros en dos horas y media producen un efecto cuatro o cinco veces peor que cuando no hay raíces ni bosques que retengan el agua, viene toda junta y un arroyo se convierte en un río enorme, eso lo vimos en Honduras a raíz del Mitch. Y todavía no había pasado el Mitch, cuando vino un terremoto.
Bueno, los terremotos, posiblemente, no tengan nada que ver con el CO2, pero son tragedias que se suman, porque las casas endebles desaparecen; o enfermedades viejas o nuevas asociadas a la pobreza azotan más, o el paludismo que crece y se hace más resistente a los medicamentos, o la tuberculosis que mezclada con el VIH, diciéndolo así para aterrorizar menos, eleva el costo del tratamiento cien veces y, además, la resistencia a los antibióticos se multiplica.
Todo esto lo hemos visto en la vecina Centroamérica, porque hemos visto ciclón, inundación, terremotos, dengue, y dengue hemorrágico, porque a medida que se acumulan las picaduras que inoculan distintos serotipos del virus, el dengue, que pudiera parecer la primera vez una fuerte gripe, se convierte en dengue hemorrágico.
¿Qué hacemos si logramos el sueño de que esas tierras se repartan, cuando haya quien las reparta y los propietarios se resignen a que las repartan? Fíjense, estoy hablando fundamentalmente de la tierra que sobra y no produce nada, aunque un día, de una forma u otra, las enormes áreas privatizadas en el Tercer Mundo tendrán que ser afectadas.
Entonces, por la experiencia vivida, vienen las conclusiones: ¿Qué hacen los campesinos sin escuelas? ¿Qué hacen los campesinos sin médicos, sin policlínicos, sin hospitales, sin vacunas, sin protección contra todas esas enfermedades, sin créditos, sin precios, sin mercados, recibiendo cada vez menos por los productos e invirtiendo cada vez más sudor y más tiempo en la producción de esos artículos alimenticios?
La lectura de la proclama de ustedes suscita todas estas ideas. ¿Qué hacen los campesinos sin caminos? ¿Qué hacen los campesinos sin carreteras u otras vías? ¿O los pescadores sin motores, o sin redes, o sin lugares de frío donde guardar los productos? ¿Qué hacen sin electricidad? ¿Qué hacen si no saben leer ni escribir? Se pueden ir apreciando un conjunto de cosas que me pasaban por la mente, sin las cuales todo aquello que reclamamos hoy carecería de sentido.
Pero sé que ustedes no estaban pensando solo en lo que apareció en la proclama. Ustedes saben perfectamente bien, lo conocen, que hay un complemento indispensable a todo eso. Es necesario que la civilización llegue, que la humanidad llegue.
Aquí habló brillantemente un representante de Africa y dijo cosas de gran interés; pero se podría añadir, por ejemplo, un dato que usé en Durban: De los 1 433 nuevos medicamentos —creados en los laboratorios de los que son dueños de los laboratorios y tienen recursos y se han robado, además, los mejores talentos del Tercer Mundo, de América Latina, de Africa, de Asia—, solo 13 se corresponden con padecimientos y enfermedades respiratorias agudas, o parasitarias, o bacterianas del Tercer Mundo; todo se concentra en sus centros de investigación en las necesidades de esas sociedades ricas. Y, desde luego, ¿qué tiene de extraño que, por ejemplo, por cada 50 niños que mueren de esas enfermedades infecciosas en Africa subsahariana, solo 1 muere en Europa?
Queremos que los campesinos, los pescadores artesanales, es decir, la inmensa mayoría del pueblo, pueda tener una perspectiva de vida aceptable. El niño que nazca en un país del Tercer Mundo vivirá 18 años menos que los que viven en esos países que nos explotan, y en Africa, principalmente el Africa subsahariana, ese niño vivirá 30 años menos; los estamos matando por decenas de millones cada año, tanto a niños como a adultos. ¿Cuánto suman cada año de vida que le quitemos a un continente? Y en algunos es 30 años per cápita, pronto en algunos países de Africa serán 40 años de vida, frente a 78 años que es el promedio de perspectiva de vida en los industrializados.
Los crímenes que se cometen en nuestro mundo contra la inmensa mayoría de los pueblos, que somos nosotros, son mucho más graves que lo que parecen. Si se habla de madres que mueren, cuando en Europa mueren 30 o menos por cada 100 000 partos, en el Tercer Mundo, aunque no es igual en todas las regiones, mueren 500, y hay países en que mueren 1 500.
Con relación a los niños, por cada 173 niños que mueren antes de cumplir los 5 años, en Europa mueren 6. ¿Cuántos niños estamos matando todos los días por todas esas causas?
Sé que el tiempo ha pasado y ni siquiera en un misil podría llegar a tiempo, me quedan solo unos minutos.
No he hablado de agua potable, no he hablado de agua a disposición de la población, que hoy falta en un tercio; hay un tercio que no dispone, y dentro de un período, no recuerdo si será 25 ó 30 años, dos tercios de la población no dispondrán de agua potable, y, por otra parte, las que hay se envenenan cada vez más. No hay un pez ya que pueda extraerse de los mares que no tenga un poco de mercurio u otros productos minerales tóxicos, porque lo mismo que envenenaron el aire, al mismo ritmo están envenenando los mares. Luego, la humanidad tiene ante sí el dilema de salvarse.
Iba a decirles que cuando triunfó la Revolución lo primero que hicimos fue crear 10 000 aulas para las montañas; había 10 000 maestros sin empleo, mas no había suficientes maestros con la idea de trabajar en los campos o en las montañas, puesto que todos se habían educado en las ciudades y bajo las leyes del capitalismo; aquí también educamos en las ciudades, pero se les dota del máximo espíritu de solidaridad y de conciencia. En aquel tiempo hubo que acudir, incluso, a estudiantes de bachillerato e improvisarlos como maestros; pero la Revolución creó 10 000 aulas, aunque fuese debajo de un árbol, y 10 000 maestros, algunos con títulos y otros sin titular. Y a los dos años del triunfo de la Revolución, y casualmente en el año en que lanzaron contra nosotros la expedición mercenaria de Girón, alrededor de 100 000 jóvenes estudiantes y algunas decenas de miles de maestros, estaban enfrascados en la campaña de alfabetización, casa por casa, en los campos fundamentalmente. Y alfabetizaron a un millón de personas entre enero y junio.
Cierto es que el español no es tan difícil; si se hubiese tratado del idioma chino tal vez no habríamos podido hacer eso, pero tratándose del español se erradicó prácticamente el analfabetismo en un año.
Trajimos 100 000 campesinas, por lo menos, en un período de dos o tres de los primeros años, a la capital. En las casas que nos regalaron los burgueses que se marcharon hacia el exterior, pensando que esto no duraba ni cuatro meses, 100 000 campesinas aprendieron a leer y a escribir, corte y costura, que era un sueño en aquellos tiempos de las jóvenes en el campo, y hasta una máquina de coser se llevaron como obsequio y estímulo.
Ese mismo año, 1961, de la alfabetización, culminada victoriosamente a finales de año, en su primera etapa, 100 000 jóvenes de todo el país recibieron becas para estudiar distintas materias; ya como estudiantes, porque muchos no tenían la escuelita secundaria, ni el preuniversitario, ni el tecnológico. No había siquiera tecnológicos, salvo ocho o diez, si mal no recuerdo. Luego continuaron las campañas de seguimiento, y luego la construcción masiva de hasta 100 escuelas de 500 alumnos, en un año, y esto durante varios años. Decenas de miles de jóvenes estudiantes de décimo grado recibiendo clases para ser profesores, que estudiaban por la mañana y por la tarde enseñaban a los alumnos de sexto grado las materias correspondientes; porque por aquellos tiempos hubo años en que se graduaron 200 000 niños de sexto grado. Hubo que vencer etapas y etapas, muchas etapas.
Lo primero que hizo la Revolución en el primer año fue construir policlínicos en todas las zonas campesinas apartadas, policlínicos que podían hacer partos, prestar servicios estomatológicos y realizar algunas operaciones menores, desde el primer año de la Revolución, y los vecinos del Norte queriendo llevarnos los médicos; se llevaron 3 000 de los 6 000 que teníamos, a base de visas que casi nunca otorgaban, ya que era un sueño ir a trabajar allá por los salarios que tenían, y de grandes sueldos. Nos pusieron ante el reto de formar médicos; nos llevaron también más de la mitad de los profesores universitarios, y con los que quedaron tuvimos que reconstruirlo todo, para que nuestro país disponga hoy de 66 500 médicos, ingresen 3 000 estudiantes por año, y tengamos, además, alrededor de 7 000 jóvenes del Tercer Mundo estudiando medicina en Cuba, y aumentarán (Aplausos).
Un país pobre y bloqueado hace más de 42 años, sometido, además, a un doble bloqueo cuando el campo socialista se derrumba, sin embargo fue capaz de resistir, por toda la conciencia que se había formado a lo largo de 30 años, y porque llegó a comprender lo que era una Revolución verdadera, y llegaron a comprender lo que era la justicia, o al menos, el máximo deseo de justicia; porque la justicia es algo que debe crecer todos los días, porque nace con muchas imperfecciones y cada vez tiene que hacerse más perfecta.
Si algo caracteriza la etapa esta de nuestro país en este momento es el colosal esfuerzo por hacer posible o por desarrollar mucha más justicia, que significa para nosotros muchas más posibilidades para cada niño que nazca en este mundo; igualdad de oportunidades es lo que quiero decir, para que logremos ese sueño de igualdad de posibilidades de justicia para todos los niños, ya que todavía hay factores que hacen difícil lograr ese sueño, y, sin embargo, es absolutamente posible y creemos tener ideas bastante claras de cómo alcanzarlo y alcanzarlo en relativamente breve espacio de tiempo.
Esto es fruto, desde luego, de posibilidades nuevas, más experiencia, más conocimientos y medios técnicos muy modernos que la sociedad humana, estas sociedades de consumo, los dedican a embrutecer a las masas, invirtiendo un millón de millones de dólares en publicidad comercial, una realidad que no puede negarse, aparte de otras barbaridades, como los gastos militares, las operaciones especulativas con las divisas y otros valores.
Con una pequeña parte de esas cifras se podría no solo brindar educación y salud al mundo, sería lo que menos costaría, aunque hay enfermedades, como la mencionada del SIDA, por las cuales han muerto ya, solamente en Africa, 19 millones. Están muriendo ya en ese continente 2,4 millones anuales y en el mundo 3 millones. Han sido contagiados 56 millones, alrededor de 21 millones han muerto y el número de huérfanos, que es ahora alrededor de 16 millones, dentro de 10 años será de 42.
Es mejor no hurgar en estos detalles, pero alcanzaría el dinero no solo para llevar salud, educación y alimentación al mundo, sino algo más, desarrollar al mundo; es lógico que este orden mundial que aquí se ha mencionado no puede hacer eso, es lógico que ese orden mundial es injusto, insostenible e inexorablemente se derrumbará.
Hagamos lo que ustedes están haciendo, formemos conciencia, porque esta crece, ya que de una forma o de otra el ser humano, que es mucho más inteligente de lo que se imaginan los saqueadores, aprende y cada día sabe más y más, tiene más conciencia. De ahí que ocurra lo que aquí se mencionó, Seattle, Washington, Quebec, Génova, por no mencionar más que algunos, y es que ya los que simbolizan ese orden no tienen dónde reunirse (Aplausos). Inventan. Se dice que la administración de nuestros vecinos del Norte estaba planeando construir una especie de muralla fortificada de no sé cuántas manzanas a fin de realizar reuniones del G-7 o G-8, OMC, Fondo Monetario Internacional y todos esos inventos que han traído tantas calamidades y tantas amenazas, no ya para el bienestar y el progreso, sino para la propia vida de nuestra especie.
Ustedes lo conocen perfectamente bien. Si he mencionado estas cosas es simplemente con la esperanza de lograr lo que siempre trato de hacer, ver el conjunto de la situación y la suma infinita de factores que están influyendo hoy en nuestro destino, en nuestro nuevo destino, porque a la vez que nos acercamos, a la vez que nos comunicamos, nos hermanamos e incrementamos nuestras fuerzas, y si de una cosa estoy seguro, absolutamente seguro, es de que el mundo cambiará.
Ustedes tenían una consigna ahí al finalizar la proclama, ¿cómo dice exactamente? Alguien dijo que un mundo sin hambre es posible. Añadámosle: Un mundo justo es posible (Aplausos). Un mundo nuevo, al que sobradamente es acreedora nuestra especie, es posible y será realidad (Aplausos).
Ni un minuto más, ni una palabra más.
A ustedes les doy las gracias por la atención, me siento feliz de haber participado en este evento histórico. Me quedo con la tranquilidad de no haberles dicho todo lo que sobre estos apasionantes temas me habría gustado decirles.
Espero que lleguen a tiempo a su recepción, y yo también.
¡Hasta la victoria siempre!
(Ovación).