Fidel, Academia de Ciencias de Cuba y albores de Revolución
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Fidel lo sabía; no bastaba con haber derrocado a la dictadura batistiana, era preciso cambiar aquella realidad heredada, echar a andar la Revolución de enero de 1959.
La historia misma nos enseña que nosotros hemos recién salido de una etapa de lucha para entrar en otra etapa de lucha; que nosotros hemos dado un paso hacia adelante, pero que para mantenernos y avanzar tenemos que seguir luchando.
Para hacer realidad los sueños de justicia social resultaban imprescindibles dos factores: el empuje del pueblo cubano y la aplicación y desarrollo de la ciencia. Es por ello que el 15 de enero de 1960 en el acto por el vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, enfatizó que Cuba se encontraba en “el minuto en que todas las inteligencias tienen que ponerse a trabajar, en que todos los conocimientos no son suficientes para la obra que se realiza y son necesarios más conocimientos”.
Según Fidel, no solo del conocimiento sobre los recursos naturales del país, sino fundamentalmente del ser humano, porque en cuanto a la revolución se refería, la tarea no radicaba solo en la esfera de lo material. Nacen entonces importantes proyectos: la Reforma Agraria y Urbana, la nacionalización de las empresas norteamericanas que antes dominaban la economía del país y la campaña de Alfabetización, que sentaría las bases para universalizar el papel de la investigación científica en la misma y en otros procesos.
Se comienza a conformar por entonces un potencial científico-técnico de una envergadura antes desconocida en términos de personas e instituciones, unos y otras con la misión de abordar un amplio espectro de problemas, cuyo esclarecimiento científico y solución técnica se hacía indispensable para el progreso de la vida económica, social y espiritual de la nación.
Con la Ley 1011 de 20 de febrero de 1962, la Revolución se dotaba de la que sería una de sus más importantes herramientas institucionales para su programa de transformación científica del país, al crearse la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, como entidad subordinada al Consejo de Ministros. Entre los “por cuanto” de dicha Ley se planteaba:
En la etapa actual de la Revolución cubana las exigencias de la investigación científica y el progreso técnico demandan la concentración de los recursos disponibles en una institución en la que estén representadas las diversas ramas de la ciencia tanto naturales como sociales.
La creación de esta Institución Central que deberá ser la “ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA REPÚBLICA DE CUBA” requiere una etapa previa, durante la cual se proceda a la incorporación, organización, reorganización o disolución de las distintas instituciones que integrarán dicha Academia, así como a la movilización de los recursos humanos, técnicos o materiales que lamisma deberá emplear, explicó en 2012, Ismael Clark Arxer, entonces presidente de dicha institución.
Ismael Clark (ya fallecido), comentaba que en esta primera institución científica multidisciplinaria creada por la Revolución, -con el apoyo total del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz-, estaban representadas las diversas ramas de las ciencias, tanto naturales como sociales y su proyección se enmarcaba dentro de la amplia obra cultural que la Revolución llevaba adelante, como instrumento para apoyar las tareas del desarrollo económico y social del país.
“En los incisos (a) y (b) de su artículo 4, la Ley 1011 confería a la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba ciertas funciones típicas de una entidad del tipo de las que después pasaron a conocerse, internacionalmente, con el apelativo de organismo rector de la ciencia y la técnica. Dichos incisos estipulaban para la Comisión, en efecto, las siguientes funciones:
(a) Dirigir, coordinar, estimular y orientar los estudios, investigaciones y demás actividades científicas, no docentes, en todas las ramas de las ciencias naturales y sociales, según los requerimientos y exigencias del desarrollo socialista de nuestro país, sin perjuicio de las investigaciones que realicen los organismos de esta clase que funcionan o están adscriptos a los ministerios del Gobierno.
(b) Planificar las investigaciones científicas de acuerdo con la Junta Central de Planificación y servir como organismo consultante de la misma en todo lo que concierne a la actividad científica y tecnológica”.
Tras la Academia, el progreso de la Ciencia en Cuba
Con motivo de la elaboración del plan nacional de desarrollo económico 1962-1965 se constituyó, bajo su dirección, una comisión para el estudio de los recursos y fenómenos naturales de Cuba, a partir de la correcta apreciación de que el conocimiento de los mismos constituía piedra angular para servir de apoyo a los planes de desarrollo económico y social.
Inmediatamente después de su fundación, en la Academia se estableció un conjunto de institutos en esta esfera. A fines de los años sesenta la institución contaba ya con los institutos de Biología, Geofísica y Astronomía, Geografía, Geología y Paleontología, Meteorología, Oceanología y Suelos; los departamentos de Botánica y Ecología Forestal; el conjunto de las reservas naturales establecidas por entonces y los jardines botánicos de La Habana y Cienfuegos.
Por su relevancia en la formación de personal y la introducción, cada una en su ámbito, de conocimientos y habilidades trascendentes, entre las instituciones creadas en esta primera etapa al amparo de la Academia destacan: el Instituto de Matemática, Cibernética y Computación, el Instituto de Investigación Técnica Fundamental y el Instituto de Documentación e Información Científico-Técnica.
Según explicación de quien fuera presidente durante 21 años de la ACC, Ismael Clark, “Apenas creada la institución hubieron de suscitarse no pocos debates acerca de por dónde enrumbar sus esfuerzos principales. Los dirigentes de la Institución en aquella temprana etapa habían tomado como prioridad definitiva la misión de trabajar para buscar las soluciones y alternativas que demandaba el acelerado proceso de cambios que se pretendía introducir en la economía del país. Las exigencias fundamentales apremiaban sobre todo hacia el sector agrícola. No se renunciaría de ninguna manera a las investigaciones en el área de la ciencia fundamental, pero la propia praxis indicaría a plazo medio el rumbo de la entidad. Como expresara el propio presidente fundador, Dr. Antonio Núñez Jiménez: Se prefirió no adscribirse a ninguna, sino que la experiencia nacional cubana vaya indicando lo que hay que hacer.
En lo concerniente al campo de las ciencias sociales, el profundo cambio de sistema político-social y la violenta confrontación de ideas consecuencia del mismo determinan que dicha esfera adquiera en esos años una especial sensibilidad en lo que respecta a la indagación científica a implementar. Para adelantar en el propósito expresado en la visión estratégica elaborada con el fin de contribuir a impulsar la revolución cultural en marcha, la Academia acomete la formación de aquellas instituciones de ciencias sociales indispensables cuya creación era viable en las nuevas circunstancias creadas por el triunfo revolucionario, tomando en cuenta también que había algunas disciplinas en las cuales se podía contar con ciertos puntos de partida.
Con la vista puesta en distintos aspectos de la problemática humana y social, a principios de la década de los setenta la Academia contaba con los institutos de Historia, Etnología y Folklore, Literatura y Lingüística y Actividad Nerviosa Superior; los departamentos independientes de Antropología y de Investigaciones Socioeconómicas, el Grupo de Filosofía y el Museo Histórico de las Ciencias.
Las encomiendas estatales a la Academia no dejarían de crecer en volumen y complejidad. La Ley 1323 de 1976 de la Organización de la Administración del Estado confirió a la misma el estatus de Organismo de la Administración del Estado, con el rango de Instituto. Por la misma se reiteraban sus responsabilidades en la ejecución de investigaciones mediante sus institutos y se fijaban encomiendas específicas en la conducción nacional de servicios científico-técnicos de la mayor importancia, como el Sistema Meteorológico Nacional y el Servicio Nacional de Información Científico-Técnica.
Pocos años después, en 1980, al desecharse otro formato institucional que no llegó a cubrir las expectativas, se transfirieron a la Academia sin descontar ninguna de las que cumplía hasta entonces, todas las funciones rectoras que la propia Ley 1323 había atribuido al Comité Estatal de Ciencia y Técnica, el cual quedó extinguido.
El Decreto-Ley 163, de abril de 1996, reconoció a la Academia como institución oficial, independiente y consultiva en materia de ciencia, adscripta al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y redefinió, como sus principales objetivos: Contribuir al desarrollo de la ciencia cubana y la divulgación de los avances científicos nacionales y universales; prestigiar la investigación científica de excelencia en el país; elevar la ética profesional y la valoración social de la ciencia; así como estrechar los vínculos de los científicos entre sí, con la sociedad y con el resto del mundo.
En la actualidad el papel de la Academia se encuentra bien delimitado de las tareas ejecutivas que como institución debió cumplir en etapas anteriores y que están hoy a cargo del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Ello no disminuye en un ápice su responsabilidad en tanto representación de la comunidad científica y espacio de elaboración comprometida, en virtud de la peculiar importancia de la ciencia en los destinos de la revolución y de la patria socialista”.
Desde su génesis, la Academia de Ciencias reunió en su seno a la comunidad de hombres y mujeres del saber, con el propósito fundamental de estudiar e interpretar los fenómenos naturales y humanos del país y contribuir a su apropiada utilización y transformación, según las políticas rectoras de la nación.
En este largo decursar resaltan varios aspectos trascendentes como: el desarrollo de instituciones y recursos humanos en los diversos campos de las ciencias, la articulación de alianzas con instituciones homólogas extranjeras, la expansión gradual a todo el país de actividades científicas bajo su competencia (investigaciones y servicios), el desarrollo de diversas vías de retroalimentación con la comunidad científica del país, y la conformación en interacción con los organismos e instituciones del país, de los Programas Científico-Técnicos, como instrumento esencial para expresar en la práctica las prioridades de la política científica nacional.
En cada logro de la comunidad científica cubana, -que han sido muchísimos-, Fidel siempre presente, porque fue él el impulsor y padre de la ciencia en La Mayor de las Antillas. Quien desde un inicio entendió que eran el saber y el empuje del pueblo los mejores aliados de la naciente Revolución.
- Las citas presentes en el trabajo fueron tomadas de la Revista Anales de la Academia de Ciencias de Cuba (Vol.2, No.1, Año 2012).