El médico de los moncadistas
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Por esos azares de la vida que nadie comprende a ciencia cierta ni se toma el trabajo de descifrar, Mario Muñoz murió un 26 de julio, fecha que debió ser de jolgorio para él, pues justo ese día cumplía 41 años de edad.
Fue asesinado el mismo día que marcaba su nacimiento, una suerte aciaga que no debió presentir, aunque, como resulta lógico imaginar, Mario era consciente del peligro que entrañaba la intrépida acción del Moncada.
Quizás por ello, a escasos instantes de la operación, se atrevió, de buen humor, a cuestionar la fecha elegida por Fidel, el abogado que comandó el asalto al cuartel Moncada y que era, por cierto, tres lustros más joven que el conocido médico de Colón.
–Qué fecha has escogido, hoy cumplo 41 años– dicen que expresó con cuidado de no contrariarlo en aquella tensa circunstancia, tras lo cual le dio un abrazo fraternal al joven revolucionario.
Mario Muñoz fue a quien el Jefe seleccionó para el aseguramiento médico de la acción armada, que tomaría la fortaleza militar de Santiago de Cuba, con el propósito de adueñarse de las armas del campamento militar y hacer el llamamiento a la huelga general del pueblo a través de las estaciones de radio.
Si no se lograba la paralización del país, la alternativa era ir a las montañas para iniciar una guerra irregular contra la tiranía.
Impasible, quizá deseoso de demostrar su valor, una vez en la granjita Siboney, y poco antes de salir a combatir, el galeno se vistió con el uniforme que usarían los combatientes. Al notarlo, Fidel lo conmina a dejar la ropa militar y vestir la bata blanca. Por eso al caer, Mario no lleva armas, solo el maletín y el instrumental médico.
Según algunos historiadores, por sus conocimientos en la especialidad, sería además el encargado de operar la planta en la emisora de radio de Santiago de Cuba, desde donde se daría lectura al manifiesto revolucionario, que llamaría al pueblo a una huelga general contra la dictadura batistiana.
Se entiende, desde luego, por qué la pérdida de Mario Muñoz conmovió profundamente a Fidel. En su alegato La historia me absolverá, al denunciar los crímenes cometidos por la soldadesca el 26 de julio de 1953 y en los días siguientes, acentúa la cualidad humana y profesional del hombre, a quien una vez hecho prisionero le dieron un tiro en la cabeza, de espalda, y lo dejaron tendido boca abajo en un charco de sangre.
«El primer prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba armas ni uniforme y vestía su bata de galeno (…), que hubiera atendido con la misma devoción, tanto al adversario como a su amigo herido».
Señalado por su buen corazón
Para Carlos Manuel González Quintana, historiador de la ciudad de Colón, Mario pudo procurarse una vida cómoda y sin limitaciones materiales de ninguna índole, pero era evidente su determinación de ponerse del lado de las causas nobles, siempre preocupado por los más humildes.
Haber dejado a un lado el bienestar personal para emprender aquel viaje que le reclamó el deber y por el cual ofreció la vida, revela su altruismo y grandeza, comenta el investigador.
Llama la atención la madera de líder que tenía y su sentido de la honestidad, atributos que se hicieron visibles desde temprana edad y que alguna vez destacó Heriberta Martínez, quien fuera su maestra en la escuela primaria.
En Colón, su tierra natal, se hizo querer de todos los que le conocieron. Aquí se puede fácilmente seguir los trazos de su vida, asegura González Quintana, estudioso de la obra de un hombre por el que siente gran admiración.
Asegura que Mario Muñoz se movía por entre diversos quehaceres con bastante fluidez. «Dominaba varias ramas de la ciencia y la técnica. Era aficionado a todo lo que significaba progreso para la sociedad humana. En sus ratos libres practicaba el pilotaje de aviones pequeños, era un ferviente radioaficionado, le gustaba la fotografía y la filmación de películas. Durante su juventud jugó baloncesto, y también practicó pelota, natación y pesca».
Su sobrino Roberto Muñoz Sordo, quien contaba 11 meses de nacido cuando los sucesos del Moncada, cuenta que la muerte de su tío marcó a toda la familia. «Para mis abuelos Marceliano y Catalina fue un golpe demoledor. En más de una ocasión escuché en casa que a Mario no le gustaba la injusticia, que era contrario a todo lo mal hecho y exigente consigo mismo».
Nada condensa mejor la vida de este revolucionario que los relatos de los investigadores Miriam Hernández y Eduardo Marrero, quienes recogieron pasajes reveladores en el libro El Médico del Moncada, editado por Ediciones Verde Olivo en el 2000.
Significan que, entre otros méritos, Mario Muñoz estaba señalado por su buen corazón, su exquisita sensibilidad como profesional de la Medicina y su amor por la familia, en especial por sus dos hijas.
«Resulta difícil desligar su vida íntima y familiar de la profesional y revolucionaria. Ellas se complementan, nos ofrecen al ser real, sin mistificaciones, y brindan el carácter y las razones de su actuación.
«Creció recibiendo y dando afecto. Amó entrañablemente a su madre. Igual sentimiento lo unió al padre, a quien ayudaba en el estudio fotográfico casi a diario, a pesar de sus múltiples responsabilidades.
«La estricta educación familiar y su aplicación forjaron un carácter incorruptible y rebelde ante cualquier injusticia o violación de los principios morales dentro de los cuales se formó, pero su carácter serio y a veces intempestivo, se adecuaba con naturalidad y cubanía a las más disímiles situaciones».
ETERNO HOMENAJE A LOS MÁRTIRES DEL MONCADA
Marcada con el número 74, en la antigua calle Diago de la ciudad matancera de Colón, se localiza el Museo Casa de los Mártires del Moncada, devenido sitio de homenaje permanente para los siete hijos de Matanzas que cayeron en aquellas acciones.
Otrora residencia del médico Mario Muñoz, fue allí donde el galeno se reunió con Fidel y Abel en los preparativos del asalto al Moncada y desde donde partió hacia Santiago de Cuba.
Utilizada para diversos fines, en 1974 se convirtió en museo, conservando pertenencias de los asaltantes.
Convertida en sitio de interés histórico y cultural, el inmueble fue declarado Monumento Local de la ciudad de Colón, favoreciendo el estudio y divulgación de la vida y la obra de aquellos que no dejaron morir al Apóstol en el año de su Centenario.
La residencia inspira sentimientos nobles y llama la atención, sobre todo, a los más pequeños que acuden frecuentemente a la casa para conocer algo más sobre el Médico del Moncada, uno de los hijos más queridos de la ciudad de Colón.
Algunos colombinos lo califican como un familiar muy allegado, honesto, bondadoso, capaz muchas veces de no cobrar por los servicios que prestaba como médico.
HECHOS CURIOSOS Y EXTRAORDINARIOS
La audaz acción del 26 de Julio de 1953, realizada por aquel grupo de combatientes revolucionarios que asaltó los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, inició una nueva etapa en la lucha de los cubanos por su independencia.