La identificación de Fidel y Chávez
Data:
31/10/2000
Fonte:
Granma
Chávez y Fidel, con los cancilleres de escolta, respondiendo a preguntas de periodistas de ocho países, fueron, son y serán acontecimiento tan importante que uno sigue con atención cada frase y hurga en el sentido de cada palabra que pronuncian.
Si algo quedó claro en la teleconferencia de prensa que se originó ayer en Caracas, en el último día de visita del Comandante en Jefe a Venezuela, fue la identificación entre los dos estadistas más destacados de América Latina y el Caribe.
"Vengo a aprender del sentimiento unitario de los venezolanos" fue la frase de Fidel que sintetizó un objetivo de viaje. Buscar cooperación, hermandad. "Ambos nos necesitamos en la lucha común por cumplir nuestros sueños", fue una sentencia exacta sobre el espíritu que se desprende de este y de todos los encuentros que han sostenido ambos.
Es curioso ver cómo, con la rapidez con que se transmite la información en estos días de era cibernética, a veces las preguntas rondan temas escabrosos y dan oportunidad a los gobernantes para reiterar y aclarar posiciones que parecieran estar bien nítidas, o para abundar en detalles y hacer más luz sobre los pensamientos que lanzan al ruedo en época de batalla de ideas.
Nada actual podía estar fuera de las interrogantes. El viaje mismo, las relaciones, las elecciones norteamericanas, la integración latinoamericana, la irrenunciable paz en Colombia, el petróleo, el concepto de democracia, tan llevado, traído y manejado según los intereses. Las respuestas fueron francas, directas, llenas del humanismo que los empuja a la lucha, de la piedad por los seres humanos que carecen de todo, de preocupación por un mundo pleno de contradicciones y de riesgos palpables que se deben atajar.
Fidel reiteró sus aprensiones por la seguridad de Chávez, un líder intrépido, de raíces hondas en Bolívar y en las necesidades venezolanas, latinoamericanas, planetarias. Y lo hizo con conocimiento completo del enemigo, de sus métodos sórdidos, su desesperación.
Las bromas -la insistencia de Chávez en el último lanzamiento que le hizo a Fidel en el juego de pelota- fueron el toque de una fraternidad vislumbrada sin límites, de una compenetración telepática propia de los grandes hombres con anhelos similares.
Yo estaba sentado en La Habana, en una sala de la Lonja del Comercio, y reía o quedaba serio, según las palabras que se pronunciaban. Me imaginaba que todo venía dirigido a mí, personalmente, porque, educado por Fidel en la comprensión de los fenómenos del continente, del internacionalismo, veía que la comunicación con ambos era absoluta y que el Tercer Mundo tenía ya no a uno, sino a dos líderes que nos impulsarían hacia adelante.
Las conclusiones de la teleconferencia de prensa -y de la visita de Fidel a Venezuela- pueden ser varias. Fidel no fue a buscar petróleo, sino a aprender, a brindar el apoyo y la ayuda que sean posibles, a cooperar, a entrar en contacto con los venezolanos más humildes, a conocer las tareas que tiene Chávez por delante para abrir el camino a su pueblo. Fue a decir a Venezuela que, cuando Cuba se llama hermana, emplea una palabra llena de todo su contenido de desprendimiento y solidaridad.
Si algo quedó claro en la teleconferencia de prensa que se originó ayer en Caracas, en el último día de visita del Comandante en Jefe a Venezuela, fue la identificación entre los dos estadistas más destacados de América Latina y el Caribe.
"Vengo a aprender del sentimiento unitario de los venezolanos" fue la frase de Fidel que sintetizó un objetivo de viaje. Buscar cooperación, hermandad. "Ambos nos necesitamos en la lucha común por cumplir nuestros sueños", fue una sentencia exacta sobre el espíritu que se desprende de este y de todos los encuentros que han sostenido ambos.
Es curioso ver cómo, con la rapidez con que se transmite la información en estos días de era cibernética, a veces las preguntas rondan temas escabrosos y dan oportunidad a los gobernantes para reiterar y aclarar posiciones que parecieran estar bien nítidas, o para abundar en detalles y hacer más luz sobre los pensamientos que lanzan al ruedo en época de batalla de ideas.
Nada actual podía estar fuera de las interrogantes. El viaje mismo, las relaciones, las elecciones norteamericanas, la integración latinoamericana, la irrenunciable paz en Colombia, el petróleo, el concepto de democracia, tan llevado, traído y manejado según los intereses. Las respuestas fueron francas, directas, llenas del humanismo que los empuja a la lucha, de la piedad por los seres humanos que carecen de todo, de preocupación por un mundo pleno de contradicciones y de riesgos palpables que se deben atajar.
Fidel reiteró sus aprensiones por la seguridad de Chávez, un líder intrépido, de raíces hondas en Bolívar y en las necesidades venezolanas, latinoamericanas, planetarias. Y lo hizo con conocimiento completo del enemigo, de sus métodos sórdidos, su desesperación.
Las bromas -la insistencia de Chávez en el último lanzamiento que le hizo a Fidel en el juego de pelota- fueron el toque de una fraternidad vislumbrada sin límites, de una compenetración telepática propia de los grandes hombres con anhelos similares.
Yo estaba sentado en La Habana, en una sala de la Lonja del Comercio, y reía o quedaba serio, según las palabras que se pronunciaban. Me imaginaba que todo venía dirigido a mí, personalmente, porque, educado por Fidel en la comprensión de los fenómenos del continente, del internacionalismo, veía que la comunicación con ambos era absoluta y que el Tercer Mundo tenía ya no a uno, sino a dos líderes que nos impulsarían hacia adelante.
Las conclusiones de la teleconferencia de prensa -y de la visita de Fidel a Venezuela- pueden ser varias. Fidel no fue a buscar petróleo, sino a aprender, a brindar el apoyo y la ayuda que sean posibles, a cooperar, a entrar en contacto con los venezolanos más humildes, a conocer las tareas que tiene Chávez por delante para abrir el camino a su pueblo. Fue a decir a Venezuela que, cuando Cuba se llama hermana, emplea una palabra llena de todo su contenido de desprendimiento y solidaridad.