Lo que iba a decir y me prohibieron
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Este trabajo iba a ser leído en la noche del lunes por la «Hora ortodoxa», que fue clausurada por una drástica resolución del Ministro de Comunicaciones.
Recabamos del pueblo en general y muy en particular a los miembros y simpatizantes de nuestro Partido del Pueblo Cubano, la más cuidadosa atención a las consignas que vamos a lanzar en el día de hoy con el apoyo de nuestro presidente, Raúl Chibás. Consignas que deben tener el más entusiasta respaldo de todos cuantos deseen contribuir con su esfuerzo a librar al país de esta pesadilla que estamos viviendo. No basta manifestar de palabra, en la esquina, en el café, en el taller y en el campo la antipatía y la repulsa que se siente por un régimen de fuerza que oprime y que humilla, que golpea y que mata, es necesario algo más, es necesario que cada cual ponga de manera efectiva su granito de arena.
De la atención que el pueblo preste a esas consignas dependerá que pueda seguir publicándose el periódico La Calle. Lo que Luis Orlando no vendría nunca a decir a esta tribuna por ser él su director y fundador, vengo yo a decirlo por él. Lo hago espontáneamente sin que nadie me lo pida como combatiente que no ha descansado un instante en la lucha contra el régimen actual, porque sé cuánta falta hace este órgano veraz y vibrante en la reñida contienda que estamos librando para abrir al pueblo los caminos de un porvenir feliz y libre frente a los que quieren veinte años de batistato. Es casi obra de milagro que Luis Orlando haya podido fundar y sostener hasta ahora el periódico, porque Luis Orlando es un hombre joven. Lo ha logrado con tesón y vergüenza, prácticamente sacrificando hasta lo necesario para comer; y sé muy bien lo que son tales sacrificios porque me recuerda los días que precedieron al 26 de julio.
Estos días han contemplado la sensacional revisión histórica de los hechos del Moncada. El periódico La Calle, junto a la revista Bohemia, han sido un factor decisivo en el triunfo de la verdad y en la aplastante victoria que hemos logrado sobre la hipocresía y el crimen. En algunos lugares de la isla los ejemplares de La Calle con el testimonio de Waldo Pérez Almaguer llegaron a venderse a $2.00 cada uno. A consecuencia de ello han renacido en el pueblo la combatividad y la fe. El régimen se ha estado batiendo en franca retirada completamente desmoralizado.
El sueño de poder contar con un periódico de vanguardia es ya una realidad, pero para poder sostenerlo, para agrandarlo, para hacerlo llegar en número abundante hasta el último rincón de la isla hacen falta urgentes recursos y es imprescindible la ayuda del pueblo.
El periódico La Calle no puede fracasar, no debe fracasar por falta de recursos. ¡Sería una vergüenza! ¡Que lo cierre la dictadura, sí; pero que no perezca por falta de ayuda! El pueblo está en el deber de ayudarlo, y el pueblo lo ayudará.
Si el régimen gasta semanalmente decenas de miles de pesos en pagar media docena de libelos que insultan y calumnian a los adversarios y proclaman la dictadura por veinte años, libelos que se pagan con dineros que le roban al pueblo en impuestos, ¿cómo el pueblo espontáneamente no va a ayudar a su periódico de combate y denuncia?
Si el régimen gasta millones de pesos en tanques, cañones y aviones para oprimir al pueblo, millones que le arrebata al pueblo, ¿cómo el pueblo no va a contribuir gustosamente para sostener su periódico que libra el combate por su libertad?
Hace falta una donación inmediata para que el periódico siga saliendo. Lancemos la consigna de dar $1.00, una peseta, un centavo para ayudar a La Calle, pero que ningún ortodoxo, ningún cubano que aborrezca el despotismo y desee ver libre a Cuba, deje de poner su parte.
Yo sé que el pueblo de Cuba es generoso y responderá con entusiasmo al llamamiento. ¿Quién puede olvidar aquella vez en que centavo a centavo se recogieron $600.00 para pagar la multa que injustamente le impuso un tribunal a nuestro compañero Millo Ochoa? Nosotros podemos hacer esta apelación al pueblo, porque no estamos ni estaremos nunca apadrinados por ningún millonario, ni pactamos con los intereses creados, ni aceptaremos jamás ayuda de ningún malversador.
Los cuadros dirigentes del partido en todos los términos y barrios de la isla deben hacer suya esta consigna, recoger las donaciones y enviarlas a San José 458, Habana. Los donantes que lo deseen pueden hacerlo directamente a esa dirección: San José 458, repito San José 458, Habana.
Pero no basta con estas donaciones inmediatas para papel y maquinaria. Para no vernos en la necesidad de repetirlas es imprescindible hacer no menos de 30 000 suscripciones. Esta es la segunda consigna para los cuadros dirigentes del partido en todos los barrios y términos de la isla. De la forma en que respondan, conoceremos el estado del partido en todos los rincones de la isla. Será pues una prueba de la efectividad y el entusiasmo de sus militantes responsables. Las suscripciones deben hacerse con el agente del periódico en cada localidad, en la localidad donde no existan agentes hágase cargo de ellas el más responsable dirigente del partido. Ahí tienen pues una tarea inmediata a realizar. Volvamos a hacer de la Ortodoxia bajo la dirección de Raúl Chibás aquel partido vibrante de hace tres años. Demostremos a la dictadura que el chibasismo es fiel al recuerdo del gran fundador y muy pronto saldrán a la calle a recibir de sus dirigentes las consignas de lucha; cueste lo que cueste la lucha.
Obreros, campesinos, estudiantes, maestros, cubano que deseas el bien y la libertad de tu patria: La Calle es tu periódico: ayúdalo. Dale un centavo si no puedes dar más, pero dáselo: no lo dejes para más tarde; otros han dado mucho más, porque han dado ya la vida en esta lucha.
No le pidamos a nadie para no deberle a nadie; ayúdenos el pueblo para que al pueblo, solo, nos debamos siempre.
Levantemos La Calle con recursos limpios.