Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a los estudiantes graduados del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, en el teatro "Karl Marx", el día 9 de agosto de 1999
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En realidad, me han traído aquí obligado (Risas). Yo no hice compromiso con nadie, y de repente escucho aquí que en este día glorioso y las demás cosas, iba a dirigirles la palabra, comprometiéndome irremediablemente. Aceptar la invitación a un acto no significa la necesidad de pronunciar un discurso. Realmente, en estos días he pronunciado más de uno y son unas cuantas horas sumadas; estoy en deuda incluso con la prensa, porque tengo que revisar todos esos materiales, y, por lo tanto, no tenía ese propósito.
Me dijeron que se graduaban hoy los estudiantes de medicina, de estomatología, de licenciatura en enfermería y un grupo de tecnólogos, que tenían un acto y me estaban invitando a asistir. Por eso muchas veces no asisto, porque detrás de la asistencia viene la demanda del discurso; pero esta vez no habrá discurso, simplemente si vengo aquí es a saludarlos, a expresarles que realmente tenía una motivación especial para, en este caso, aceptar la invitación, aun a riesgo de que me trajeran a la fuerza a esta tribuna.
Tengo muy en cuenta que ustedes constituyen una graduación que ha realizado sus estudios en un período sumamente difícil de la vida de nuestro país.
Tengo en cuenta también la nobleza y el objetivo de la carrera que ustedes acaban de terminar, o, si quieren mejor, de la carrera que ustedes acaban de comenzar, porque será ahora realmente cuando ustedes comiencen a aprender medicina; lo demás se puede estudiar hasta en los libros, aunque, desde luego, los servicios que ustedes han prestado en los hospitales es una experiencia digna de consideración.
Tengo en cuenta, además, una tercera cosa, y es que estamos viviendo uno de los tiempos más gloriosos de la medicina cubana, y lo digo con fundamento, lo digo porque estoy absolutamente convencido de eso.
Hay algunos elementos que ponen a meditar a cualquiera. Decía Dotres que este día se graduaban como médicos en todo el país 2 390 alumnos egresados de nuestras escuelas o facultades de medicina y 200 de estomatología. Pero también algo más de 2 100 licenciadas y licenciados en enfermería. Ese es un enorme paso de avance. En las muchas ocasiones que me he reunido con los estudiantes que culminan sus estudios de medicina y estomatología, eso es algo que nunca tuve el privilegio de ver, consecuencia de las ideas que han presidido el desarrollo de nuestras facultades de medicina y de nuestra preparación de los cuadros de la salud. Antes se graduaban nada más que médicos y estomatólogos; ahora se gradúan, además, alumnos de la licenciatura en enfermería, y ya por millares, 2 118. Se puede hablar de miles: dos millares es ya plural y la fracción de 118 adicional es parte de otro millar, podemos decir que por millares, y también los primeros tecnólogos, 18, algo es algo. Un salto de calidad.
Los estudiantes de enfermería comenzaban al principio de la Revolución con noveno grado, algunas de las muchachas eran tan jovencitas que iban con las muñecas a los hospitales; también los estudiantes para maestros comenzaban con seis grados, ya después, años más tarde, tanto unos como otros, ingresaban con 12 grados. Se dio un paso de avance ulterior para que realizaran estudios universitarios.
En un tiempo ingresábamos alrededor de 6 000 alumnos por año en medicina. Al irse reduciendo, lógicamente, el número de estudiantes quedaban capacidades excedentes. Había quienes decían: ¿Qué vamos a hacer con esas capacidades de las 21 facultades de medicina? Las necesitamos para muchas cosas: para la licenciatura en enfermería, para los técnicos de la salud, también para cursos de posgrado que hicieran posible la superación de los médicos y estomatólogos. Esas capacidades no sobrarán nunca, y eran capacidades que estaban a nivel de no menos de 1 500 alumnos cada una —así se concibieron—; además, entre ellas, la facultad de ciencias básicas de la capital, que tenía una capacidad de 2 500 estudiantes. Esas capacidades estaban ahí y se mantuvieron ahí, y las hemos aprovechado muy bien en estos tiempos difíciles.
Teníamos los profesores. No se le dio de baja a un solo profesor de las facultades de medicina, aunque remunerado modestamente debido a las condiciones de orden material que hemos tenido que soportar en estos años y nunca hubo un solo graduado que no tuviera un punto donde trabajar.
En realidad el personal médico y nosotros, los revolucionarios, no trabajamos por dinero. Lo necesitamos, sí, y lo comprendemos; y mucho luchó este país en medio del bloqueo por hacer avanzar la economía, hasta que vino el golpe colosal de la desaparición del campo socialista que puso a prueba toda nuestra entereza y todo nuestro patriotismo, nuestro espíritu revolucionario, para seguir adelante solos, soportar un doble bloqueo y llegar hasta ahora: una economía que se recupera poco a poco, pero se recupera.
Este año la América Latina en conjunto, con su neoliberalismo, posiblemente ni crezca, y si crece será un 1% o habrá recesión. Esa es la realidad. Ellos tienen todos los créditos, todas las ayudas, etcétera; no es nuestro caso.
Decía que los revolucionarios no trabajábamos por dinero, hay otras cosas en la vida mucho más valiosas que el dinero y hay cosas que no se compran con ningún dinero. No tenemos un gran capital financiero, pero sí tenemos un gran capital humano, y ustedes forman parte importante de ese gran capital humano que hoy posee nuestro país.
Hago una síntesis de la suma de muchas ideas, de muchos esfuerzos que hoy, en este año, en vísperas del 2000, se concretan en lo que tenemos, y, sobre todo, en lo que podemos tener. Tenemos un enorme contingente de médicos, muy jóvenes, muy nuevos, que cada vez tendrán más conocimientos.
La calidad, o los avances de la medicina, o el poder médico de un país no se mide solo por el número de médicos, sino por la forma en que se formaron esos médicos, el espíritu con que se formaron, y, además, sus conocimientos.
Yo me atrevo a decir que sería difícil que ese potencial sea tan voluminoso y tan preparado como el nuestro en otros países, que también tienen buenos médicos, pero la inmensa mayoría dedicados a la medicina privada o comparten la medicina pública con la medicina privada.
No es nuestro caso, que desde el principio, y no en virtud de una ley, sino de un compromiso de los estudiantes, se renunció al ejercicio de la medicina privada. Quedan todavía algunos médicos privados por ahí, graduados antes de la Revolución, no sé el número, tal vez 30 ó 40.
Bien, lo dijo el compañero Dotres, ya pasamos de 65 000 médicos. Es muy interesante observar cómo nosotros, a fines del pasado año, cuando se produjeron dos grandes catástrofes naturales, hicimos el ofrecimiento de colaborar con los pueblos de Centroamérica y el Caribe —en ese caso estaba Haití, por ejemplo— con un programa médico, y solamente para Centroamérica ofrecimos hasta 2 000 médicos. Eran independientes de los que ofrecimos para Haití. Ustedes recordarán cómo respondieron los médicos, los técnicos de la salud y las enfermeras; de una forma, pudiéramos decir, masiva se comprometieron, y, bueno, cualquiera diría: Se va a quedar el país sin médicos. No, no se queda el país sin médicos.
Ya a fines de 1999 se cumplirá un año de esta oferta y en este momento hay, como decía Dotres, 1 202 colaboradores de la salud. Decimos colaboradores porque no todos son médicos. Nosotros habíamos ofrecido hasta 2 000 médicos para Centroamérica y una cantidad para Haití, tantos como necesitaran para reducir la mortalidad infantil, que en ese momento era, en este último país, alrededor de 130 de 0 a 5 años por cada 1 000 nacidos vivos, cada año, primero a 50 y después a 30. Sabemos cómo se hace eso, es muy económico, es muy barato, a veces con centavos se salva la vida de un niño.
En un programa de salud lo más costoso es el médico, lo decisivo y lo fundamental es el médico, lo más barato son los medicamentos. Nosotros hemos apelado a la conciencia de los países que tienen más recursos para salvar decenas de miles de vidas, cientos de miles de vida en este hemisferio, e incluso en otras partes del mundo, digamos Africa, si ellos aportan los recursos para los medicamentos.
Bien, de estos 1 202 colaboradores de salud alrededor de 900 son médicos. También en estas brigadas, además de médicos, está a veces el técnico, que se ocupa de la planta eléctrica u otros equipos auxiliares; no son solo enfermeras y técnicos de salud, sino incluso mecánicos que prestan determinados servicios, hacen de todo y arreglan todo. Es decir, en este programa quizás, porque ahora se está incrementando, antes de fin de año tengamos alrededor de 1 500 médicos, no colaboradores totales.
Muchas veces nosotros sugerimos a los países donde laboran que sitúen al lado del médico uno o dos jóvenes que tengan por lo menos sexto grado, más o menos un texto o manual de enfermería, y allí un médico puede formar, en la práctica, auxiliares de la salud, personal de enfermería. Ellos no pueden esperar, desde luego, a desarrollar en unos pocos años suficientes escuelas de enfermería de alto nivel para disponer de suficiente personal, bien preparado, que hace falta; pero de un modo práctico el médico, o las mismas enfermeras, si hay alguna, pueden ayudar, aunque en muchos de esos lugares apartados están el médico o la médica solos y pueden apoyarse en jóvenes del país, con determinado nivel escolar, que preparen a esos jóvenes. Ellos se vuelven hasta profesores de enfermería y de colaboradores de la salud. Por eso, en general, nos referimos al número de médicos, ya que el país suele apoyar con personal auxiliar.
Suponiendo que a fines de año haya 1 500 médicos en el exterior, en virtud del programa referido, ahora mismo ingresan en los servicios de salud del país 2 390 nuevos médicos, y así será. Por muchos médicos que enviemos a estos programas de colaboración, estoy seguro de que graduaremos más. Si en un momento se despiertan las conciencias, si la colaboración es mayor, puede ser que enviemos en un año más que los que se gradúan; pero el potencial es enorme, lo hemos expresado con un párrafo: si de cada tres médicos que tiene Cuba, sale uno a prestar servicios en el exterior, Cuba continuaría siendo el país con mayor índice de médicos per cápita entre todos los países del mundo.
Hemos incluido ya al Africa en este programa.
En algunos lugares de Latinoamérica surgen ciertas dificultades, algunas protestas de organizaciones del sector médico que se sienten afectadas por la presencia de los médicos cubanos, y realmente nosotros no proponemos médicos cubanos para las capitales u otras ciudades; nosotros proponemos médicos cubanos para aquellos puntos donde no hay absolutamente un médico ni va ningún médico del país, donde no puede afectarse a nadie, y solo por excepción, si se trata de un especialista del que no dispone el país, es que aceptamos que algunos médicos vayan a las ciudades. Esa es la línea que seguimos.
Les doy estas cifras por si alguien pregunta si nos vamos a quedar sin médicos. No nos quedaremos jamás sin médicos, ya que disponemos de un colosal potencial, un enorme capital humano en el campo de la medicina, y lo más importante de todo son sus cualidades y conocimientos.
Y no son palabras. El análisis del comportamiento de estos 1 200 colaboradores de la salud en los lugares más difíciles es realmente admirable. El respeto, la admiración, el afecto, el cariño que sienten por ellos no se puede describir. En muchos lugares han hecho operaciones que nunca habían sido vistas, causando asombro, verdaderamente asombro; y son operaciones sencillas que se hacen en nuestro país. Hay, por ejemplo, algunas personas que tienen el rostro deformado y se lo arreglan.
Algunos importantes problemas de carácter humano han sido resueltos, no voy a repetirlos, la prensa ha publicado algunos, y es enorme el cariño con que las poblaciones de esos países hermanos responden al trabajo de nuestros médicos, pienso que eso los estimula mucho en sus tareas.
He dicho también en algunas ocasiones que si a un médico cubano le dicen que hay dos lugares y uno es más difícil que otro, prefiere el lugar más difícil.
Admirable es, adicionalmente, el hecho de que muchos de esos médicos que están en lugares solitarios, donde no hay electricidad, donde hay mosquitos, insectos, víboras, de todo —afortunadamente no hemos tenido ni un solo accidente—, muchos de esos médicos son mujeres, y eso siembra admiración, asombro, respeto. Y nuestros médicos van a cualquier parte, lo mismo a una isla cercana que a un continente lejano. No, y no ha faltado nunca uno; en cuestión de horas se han organizado brigadas por la necesidad de utilizar un avión que viajaba hacia un país que nos pidió un número de médicos.
Debo decir realmente que nosotros —digo nosotros, todos nosotros— nos sentimos orgullosos, y yo, sinceramente, me siento especialmente orgulloso de lo que están haciendo nuestros médicos, porque esa es una medida de la creación de valores de nuestra Revolución, independientemente de los malos ejemplos que dan algunos ciudadanos y de aquellos que se dejan arrastrar, o sueñan con los cantos de sirena de la sociedad de consumo, sin que lleven nada en el pecho ni en la mente.
Constantemente observo qué cosa hacen nuestros compatriotas, lo mismo cuando se baten allá en unas dificilísimas competencias en un medio hostil, que cuando van en masa a prestar estos servicios de que estamos hablando. Hacía tiempo que no se probaba a nuestros médicos. Había algunos trabajando en el exterior, contratados. De eso nadie se entera, cuando hay médicos contratados en un país del Tercer Mundo; tal vez haya hasta quienes creen que nos hacen un favor cuando nos contratan un médico.
El impacto humano, el impacto solidario, la influencia que en el campo de la salud tiene la presencia de los médicos que van a prestar allí los servicios gratuitamente, a través de programas como los que estamos llevando a cabo en Centroamérica, Haití y algunos países de Africa, es muy grande; uno solo de ellos produce más impacto que 100 médicos contratados, aunque estos lo hacen también con sacrificio, y por razones de solidaridad de nuestro país sus servicios se prestan a un costo muy inferior al de los médicos que proceden de países ricos. Es cierto que los médicos contratados hacen algún aporte económico a nuestros propios servicios de salud; pero eso no es nada comparado con los gastos de salud del país, con los gastos totales en divisas de salud del país, con los gastos en las facultades de medicina, no es nada, solo una cantidad muy pequeña.
Nuestra misión es mucho más elevada que recaudar unos pocos dólares. Nuestra misión es crear una doctrina con relación a la salud humana, demostrar un ejemplo de lo que puede hacerse en ese campo que es, desde luego, el más sensible para cualquier persona en el mundo. El médico tiene en sus manos la vida y la salud de las personas.
Son muy nobles otras profesiones, mucho, mucho, como la misma profesión de los maestros; claro, sin ellos y la prioridad que se dio a la educación, no tendríamos hoy las decenas y decenas de miles de médicos con que contamos. Es una extraordinaria profesión; yo sitúo las dos entre las primeras, pero veo que la del médico, como tiene que ver con la salud y la vida, es algo que cada ser humano aprecia, aún más que los conocimientos, aún más que la instrucción.
No las separo, no pondría una por delante de otra. Hablo simplemente de cómo reaccionan las personas. Hay familias a las que no les interesa mucho enviar a sus hijos a la escuela, o no lo hacen muchas veces por necesidad, porque tienen que mandarlos a trabajar, o porque necesitan que las ayuden a sobrevivir, o no tienen los hijos ni ropa, ni zapatos; pero no conozco familia alguna que deje de enviar su hijo al médico, e incluso caminar enormes distancias, como ocurría en nuestras montañas y campos antes de la Revolución, para encontrar a un médico, si piensa que la vida del niño corre peligro, o que su salud está en grave riesgo.
Los servicios de salud no conocen excepciones, todo el mundo va en busca de ellos, y son momentos decisivos, dramáticos para las personas. Es dramático que haya un niño o un joven analfabeto; pero es más dramático todavía cuando un niño muere porque no tiene asistencia médica, o cuando una persona, niño, joven o viejo, muere porque no la tiene. Por eso pienso que es tan noble, tan apreciada la profesión médica, y por eso siente uno repugnancia cuando esa profesión se comercializa. En el deporte ustedes saben lo que ocurre. Ustedes saben que tenemos atletas que valen millones en el mercado del deporte. Y si puede haber alguno que otro que flaquee y venda su alma por dinero, como un Judas —para emplear un ejemplo bíblico—, hay que ver por otro lado el gran número, el extraordinario número de atletas nuestros que viven modestamente y, con incomparable dignidad y amor a su patria y a su pueblo, desprecian todo el dinero que quieran ofrecerles.
Nuestros médicos no son mercaderes de los servicios de salud. Reciben lo que necesitan para vivir, y pienso que año por año recibirán más, a medida que nos recuperemos y a medida que avancemos.
Pero les decía que uno siente repugnancia por la comercialización de los servicios médicos, y no ocurre esto solo en los países del Tercer Mundo, sino en países tan superdesarrollados como los de la misma Europa. He hablado con ministros o exministros de salud que han estado de visita aquí, que alguna vez han querido, inútilmente, suprimir el privilegio que tienen los médicos en el hospital público donde trabajan a traer pacientes privados, y me contaban que a veces para hacerse una operación, el ciudadano que iba normalmente al hospital a recibir los servicios de salud se podía tardar dos meses, tres meses o más en ser intervenido quirúrgicamente por alguna dolencia y, en cambio, pacientes que pagaban, a los cinco días, o a los 10 días, eran ingresados y recibían el servicio.
La medicina privada privilegia a los que tienen dinero, en detrimento de los que no tienen dinero, y no puede haber nada más inhumano que eso. Es increíble que sociedades ricas que aplican esa y otras muchas cosas similares hablen de derechos humanos y hablen de humanidad, cuando el propio sistema es lo más inhumano que existe, lo más egoísta, lo más individualista, lo más enajenante.
Nos sentimos orgullosos de nuestra medicina. Seguiremos confiando siempre en la honradez de nuestros médicos. Que ninguno se deje llevar nunca por la tentación de privilegiar a otro porque le haga un presente. No hay que rechazar el presente que le quieran hacer a un médico como expresión de gratitud; lo que un médico cubano no puede jamás es discriminar a un ciudadano en nuestro país porque no tiene con qué hacerle un presente o no tiene el hábito de hacerlo.
Que nunca la corrupción o el soborno se introduzca en las filas de nuestros trabajadores de la salud.
Sé de países de Europa —y no quiero mencionar a ninguno— en que el Ministro de Salud tuvo que renunciar porque quiso poner límite a los excesivos privilegios que tenían aquellos que ejercían la medicina privada.
Es una costumbre, casi generalizada, la presencia de médicos que un número de horas lo dedican a la medicina pública y el resto del tiempo lo dedican a la medicina privada. Eso es así. Es muy humano que nosotros hayamos superado esa etapa gracias a los médicos formados en la Revolución.
Pero, ¿por qué hacen eso aquellos médicos cubanos que están allá cumpliendo nobles y a veces heroicas misiones humanas? Yo decía: "Se ha puesto a prueba el sector médico." ¿Cómo responderían a aquella promesa? Yo tenía confianza de que responderían masivamente. Tenía confianza en el comportamiento de esos médicos, y hoy estamos, realmente, maravillados, admirados de lo que están haciendo. Incluso tratamos de que tengan por lo menos un radio de pilas allá donde están, solitarios; de que haya programas por onda media, según la distancia, u onda corta, que les hagan llegar noticias del país, noticias de los familiares.
Hemos hecho inversiones en cámaras de televisión, grabadoras y otros medios necesarios; algunos gastos en pasajes para que nuestras brigadas de periodistas visiten aquellos lugares donde están esos médicos, divulguen en nuestro país la proeza que están realizando y les hagan llegar noticias de sus familias, y, a su vez, las familias puedan no solo escuchar una trasmisión por radio con su voz, sino, incluso, ver en los televisores imágenes de la madre, o de la hermana, o de la hija, o del esposo, o del padre, o del hermano, o del hijo, o de la esposa de quienes están prestando esos servicios o viceversa. Y en ocasiones conmueve ver los diálogos entre familias, o cuando se reúne un grupo de aquellos médicos a ver las imágenes que el periodista de la provincia les lleva de los familiares. Estamos procurando mejorar cada vez más la atención humana de esos médicos. Pero es realmente asombroso su comportamiento. Se formaron así como se forman ustedes, con esos valores, con esos conceptos.
Ya sé que aquí ser alumno eminente y prominente significa, en primer lugar, salir para las montañas más apartadas del país. No se envía hacia esos lugares un médico recién graduado, independientemente de sus resultados académicos.
A aquellos lugares apartados van los mejores expedientes. Esa es una sana costumbre, y es posible que después les asignen tareas, incluso más meritorias y más lejanas, sí. Así se premia en este país, con tareas que requieren más esfuerzo y abnegación, las buenas notas; así se premia a los más destacados estudiantes. Después brillarán aún más a lo largo de sus vidas. Es una hermosa tradición que debe conservarse siempre.
Estoy absolutamente seguro, y lo he dicho más de una vez en más de un lugar, de que si Estados Unidos, un país inmensamente rico que cuenta con 270 millones de habitantes, se propusiera buscar 2 000 médicos voluntarios para enviar a Centroamérica, a trabajar a los lugares adonde van gustosos nuestros médicos, no reúne los 2 000 médicos. Yo no sé si reunirán realmente 1 000 médicos voluntarios para esa tarea. Y si les pagan hasta 100 000 dólares al año, no estoy seguro de que consigan que los médicos vayan a esos lugares por 100 000 dólares ni por ningún dinero. Es la verdad.
Hay una enorme diferencia en la forma en que se educan los seres humanos en aquellas sociedades del egoísmo y el individualismo y la forma en que se educan los jóvenes en un sistema como el nuestro. Y ahí están los frutos. Yo pregunto si alguien puede rebatir eso; como puedo preguntar si algún país, por rico que sea, tiene nuestro índice de médicos por habitantes. Nuestro médico está en todos los rincones del país, y eso no lo tiene ningún otro país del mundo.
Yo pregunto cómo es posible que un país del Tercer Mundo, y además rigurosamente bloqueado económicamente, pueda tener índices de mortalidad infantil menores que los de Estados Unidos. Hay que preguntarse cómo es posible eso; cómo sería posible sin nuestro sistema; cómo sería posible con aquel capitalismo de basura que existía en la neocolonia que fuimos desde principios de siglo hasta 1959. Aquí está la obra, y en muchos otros campos: en la educación, en el desarrollo de las facultades físicas y el deporte, en la cultura, en la intelectualidad y en la formación de personal calificado y profesionales.
Tengo la seguridad de que nosotros contamos hoy con más profesionales universitarios graduados que personas con octavo grado al triunfo de la Revolución. Sáquense los cálculos y verán si tengo o no razón, porque nosotros estamos por encima de los 600 mil graduados universitarios. Es la cifra que yo conocía hace rato. Es así.
A ustedes les ha correspondido vivir una etapa de sacrificio, pero, realmente, participando en una de las obras más meritorias que ha tenido posibilidad de realizar cualquier otro pueblo: la doctrina acerca de la salud humana que hemos desarrollado y queremos promover.
Otra cosa nueva en esta graduación de hoy es la presencia de 150 estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina, que tiene 1 600 alumnos y llegará a tener alrededor de 3 300. A principios del próximo año comenzarán a ingresar nuevos alumnos para hacer la premédica, ya que es necesario prepararlos y nivelarlos, pues proceden de distintos centros de enseñanza que no tienen todos el mismo nivel, y la carrera de medicina es difícil, ¡bien difícil!
Sabemos los trabajos que pasan los estudiantes con la bioquímica, la biología, la anatomía y otras complejas materias. Los años más difíciles son los dos primeros años de ciencias básicas, por eso nosotros hemos pedido que vengan unos cinco o seis meses antes. Es fácil en Centroamérica, porque ellos terminan el curso varios meses antes que Cuba, y empiezan sus vacaciones; en otros países de nuestro hemisferio es igual que en Cuba. En Centroamérica es así, relacionado con las épocas de lluvia y la tradición; debe ser también en fechas diferentes en Suramérica, donde hay invierno cuando en el trópico tenemos el verano. No todos los países, por otra parte, tienen el mismo nivel de educación media. Hay diferencias, incluso, entre zonas del mismo país.
Hay estudiantes aquí de toda la América Latina, solo faltan dos o tres países, que albergo la esperanza de que en el futuro también tengan alumnos en esa escuela.
Priorizamos aquellos donde había más población campesina, más población indígena o pobre; países, digamos, como Bolivia, o Paraguay, donde ya había un número de estudiantes becados —se iban acumulando—, o Perú, o Ecuador, aparte de Centroamérica y Haití por donde se inició el programa.
Me decía el Rector que cuando se habla de los estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina, se olvidan siempre de la de Santiago de Cuba, y allí hay una escuelita pequeña, una réplica de esta escuela en Santiago de Cuba, que ya tiene 120 alumnos procedentes de Haití.
Por cierto, me han dicho que tienen un buen nivel escolar los que han llegado procedentes de ese país, pero tienen que aprender, desde luego, el idioma. Estamos pensando qué hacemos, discutiendo con ellos; como los seleccionan un año antes, de acuerdo con el momento en que termina el curso, nosotros podemos enviar profesores para que les den clases de español y ganamos ese tiempo de espera, para que cuando lleguen aquí ya tengan los conocimientos del español y no tengan que invertir en la escuela de medicina ese tiempo en el idioma. Hay ya un número de estudiantes de Haití en Santiago de Cuba.
En Haití tenemos 379 colaboradores y esa cifra es posible que crezca bastante en los próximos meses. Alrededor de cuatro millones y medio de personas en estos momentos reciben atención médica de nuestras brigadas. No pudieron ir para los lugares apartados en el campo, porque había muchos poblados con algunas instalaciones médicas sin un médico que fue necesario priorizar y unos pocos fueron para la capital, porque es el único hospital que tienen para una ciudad de 2 millones de habitantes, y que no es un hospital más grande que el "Calixto García"; se trata de un hospital universitario. Allí pidieron alrededor de 35 especialistas, porque no disponían de los mismos en número suficiente.
Tienen buenos médicos allí —nos han dicho nuestros compañeros—, bien preparados, con literatura médica actualizada y todo eso; pero muchos de sus médicos se fueron tras la emigración y están fundamentalmente en Estados Unidos y en Canadá.
En ese país un médico rinde mucho más que en otro del Caribe o América Latina, porque allí la mortalidad infantil es el doble, el potencial de vida salvable que puedan salvar nuestros médicos con sus servicios es el doble.
Hay países de Africa donde el potencial de vida salvable por un médico es todavía mucho mayor, el doble que en Haití. Hay países con un índice de mortalidad infantil de 213 por cada 1 000 nacidos vivos; más de uno están por arriba de 200, y un número alto por encima de 150. Cuando me refiero a este índice, es el relacionado con los que mueren de 0 a 5 años de edad, por cada 1 000 que nacen vivos. En Cuba es alrededor de 9. Es por ello que nosotros incluimos a esos países.
Hemos hablado con algunos países europeos para que colaboren con un programa que hemos elaborado para el norte del Africa Sudsahariana, donde se encuentran la mayoría de los países mencionados.
En América Latina nosotros hemos dicho que tenemos potencial suficiente para salvar cientos de miles de vidas, en aquellos lugares donde la población no recibe asistencia médica alguna, y en nuestro hemisferio, desde el sur de Estados Unidos hacia abajo —no tanto en el Caribe, el Caribe anglófono tiene buenos índices de salud, aunque en el Caribe está también Haití—, se sabe que mueren cada año más de 500 000 niños que pudieran salvarse, sin contar el número de personas que podrían salvarse con adecuados servicios médicos.
Hemos propuesto así, públicamente, cómo se pueden salvar cientos de miles de vidas todos los años en este hemisferio. ¡Qué gran cosa! ¡Qué gran motivo de aliento saber que nuestro país, ese país al que le robaron tres mil médicos y le dejaron solo tres mil, tenga hoy más de sesenta mil con la preparación que tienen nuestros médicos, y pueda ofrecer a un hemisferio los recursos humanos suficientes para salvar cientos de miles de vidas, sin afectar lo más mínimo sus propios servicios nacionales!
La situación en Africa es la más desesperante. Por aquí hay unos pequeños mapas impresos, en varias hojas, muy interesantes, en los que se señala donde están situadas actualmente nuestras brigadas. Son sitios periféricos, apartados todos.
Este es un país, no se puede ver bien desde ahí, pero es un mapa, por ejemplo, de un país centroamericano, Honduras (Muestra mapas). Este otro es el mapa de Nicaragua, están las brigadas médicas en la región más apartada, más difícil, en los límites de la frontera con El Salvador y Honduras.
Aquí está Belice, en lugares apartados también. Tenía un grupo de médicos contratados. Nosotros preferimos cambiar esa fórmula y les propusimos enviar brigadas con un número mayor de médicos, bajo el mismo concepto con que prestan sus servicios en otros países del área, porque ellos también sufrieron la catástrofe del huracán.
Aquí está Guatemala. Es el país centroamericano que más colaboradores tiene, le prestaron mucha atención a este problema. Están igualmente en los lugares más apartados de las montañas y áreas rurales.
Aquí está Haití —como ustedes ven— cubierto totalmente y son poblados, no está el médico aislado, sino en pequeños grupos, porque hay lugares rurales aislados allí, que todavía no están cubiertos.
Aquí tienen a Níger. Con Níger habíamos acordado un programa; desgraciadamente surgieron algunos problemas internos, se ha creado una situación inestable, y el programa de Níger está en espera, digamos, de que ellos estén en condiciones de asimilarlo. Se encuentran allí 29 médicos cubanos. Es el país, si no me equivoco, que tiene más alto índice de mortalidad infantil en Africa; posiblemente del mundo.
Ahora, aquí podemos apreciar algo admirable. Se trata de un pequeño país: Gambia, en la costa occidental del Africa Sudsahariana, con cientos de kilómetros de largo, a ambas márgenes de un ancho río que desemboca en el Atlántico. Dicen que hay abundantes cocodrilos en ese río, así que espero que a nuestros médicos no se les ocurra cruzar deportivamente a nado por ahí. Vino el Presidente, un hombre joven, —me recuerda, por cierto, un poco al actual presidente de Venezuela, Hugo Chávez— muy inteligente, activo y preocupado por su pueblo. El sabía que le habíamos hecho un ofrecimiento a Níger, a Burkina Faso, a Malí y a otros países. Nos dijo que su país tenía grandes necesidades en ese campo, que le enviaran cuanto antes personal médico. Le pregunto: "¿Cuántos médicos necesitan ustedes?" El dijo: "No menos de 150 médicos para cubrir nuestras necesidades fundamentales, nosotros garantizamos los medicamentos." Correcto, enviamos un grupo exploratorio, elaboramos el programa, se inició el reclutamiento, se organizaron inmediatamente las brigadas, y se enviaron, miren como están situadas (Muestra mapa). Le hemos ofrecido también nuestra cooperación para ayudarlos a crear una facultad de medicina que es la solución definitiva y justa para esos países a largo plazo.
Le pregunté a Dotres: ¿Cuántos médicos tiene Gambia? Dice: "Dieciocho médicos gambianos." Digo: "¿Y algunos otros?" Dice: "Sí, algunos otros de Europa y otros lugares, unos pocos médicos."
Vean lo que es el potencial de este país que en un solo avión, de una sola vez, enviamos a ese país 158 colaboradores de salud, de los cuales 126 son médicos, 5 estomatólogos, 25 enfermeras y 2 técnicos. Ellos son visitados también por personal de nuestro ministerio, vean cómo están distribuidos (Muestra material). Y los enviamos en un avión nuestro, un IL-62, de esos que nosotros usamos cuando vamos al exterior, donde pueden ir 160 pasajeros o un poquitico más. Llegaron de una sola vez los 158 trabajadores de la salud. Esta es una imagen gráfica del potencial médico de Cuba, su capacidad, su solidaridad. ¿Nos ha hecho algún daño? No. ¿Disminuye a estas mujeres y a estos hombres que están allí? No, en nada absolutamente, al contrario, los engrandece. Comprueban allí lo que ocurre en el Tercer Mundo, aunque sufrirán cuando se encuentren con los problemas, enriquecerán sus conocimientos médicos y humanos y adquirirán conciencia más profunda todavía, de las duras realidades del planeta en que vivimos. Afortunadamente allí tienen un apoyo grande, porque el gobierno está realmente interesado por los problemas de su pueblo.
Y pienso que en un futuro haya unos cuantos mapas adicionales.
Hemos ofrecido médicos, incluso, y lo conocen los países europeos, para las zonas de los Balcanes o de otros países próximos en la zona sur del Mediterráneo, donde necesiten médicos. Dondequiera hacen falta médicos. En algunos lugares porque hay muy pocos, y en otros porque los que hay no van a muchos sitios que están lejanos de las ciudades y de las comodidades de las mismas.
Es otra escuela, donde nuestros médicos aprenden mucho.
También es muy agradable pensar que quien dirige el contingente más numeroso de médicos en Guatemala —son casi 400— es una médica, muy joven, de 32 años, que tendrá, si acaso, ocho años de graduada.
Produce satisfacción todo eso, y es mayor aún la satisfacción cuando nos cuentan las experiencias de nuestros médicos, la forma en que trabajan los médicos, e incluso cómo con su calidad humana y entrega total, fueron conquistando la confianza y el afecto de los pobladores. Dice que al principio estos, de composición indígena, en algunos lugares apartados eran muy reservados, no confiaban. De manera que al llegar al lugar un médico, eran reservados con él al principio. Sometían al médico a una especie de prueba, iban poco a poco dándole cada vez más apoyo al observar su comportamiento, hasta brindarle apoyo y confianza total.
Esos compatriotas nuestros están viviendo una experiencia excepcional y están poniendo el nombre de su patria muy alto.
En la Escuela Latinoamericana de Medicina lo que nosotros queremos es que los estudiantes de los hermanos países latinoamericanos se impregnen de la misma doctrina en que se educan nuestros médicos, de esa entrega total a su noble profesión futura, porque el médico es como un pastor, un sacerdote, un misionero, un cruzado de la salud y del bienestar físico y mental de las personas.
En tres años más, habrá aquí 6 000 estudiantes latinoamericanos. Claro, de algunos países grandes hay un grupo muy pequeño para su enorme población, solo hay algunas decenas; se matricularán cada año. En ese caso no se piensa que se le va a resolver un problema al país; no es lo mismo un país como Brasil que un país como Bolivia, o un país centroamericano, o un país como Ecuador, con un número de habitantes que no pasa de 10 millones, donde hay mucha población campesina y mucha población indígena. No. En esos países el número de los que vienen a estudiar va a constituir un contingente relativamente importante de médicos.
¿Por qué queremos que estén presente, sin embargo, estudiantes de toda la América Latina? Porque ahí se van a conocer jóvenes de todo un continente, exceptuando el Norte, que está llamado a integrarse, que está llamado a unirse. Ellos tienen que ser la vanguardia en el campo de la salud, de los conceptos de la necesaria e ineludible integración, ellos tienen que conocerse unos a otros. Es más, se va a enriquecer la cultura de cada uno de ellos, porque sé que, por ejemplo, un día le corresponde a Honduras y los estudiantes hondureños, que son allí un número elevado, más de 250, organizan su fiesta, exponen sus costumbres, su cultura; otro día la hacen los guatemaltecos, otro día la hacen otros. Un conjunto de pueblos llamados a integrarse, que hablan todos el mismo idioma prácticamente, porque entre el brasileño y el español no hay diferencia; un conjunto de pueblos llamados a unirse es muy bueno que, desde el primer día en que inician sus estudios, comiencen a conocerse y unirse.
Ojalá nuestro país tuviera recursos para crear otras facultades en que los invitemos a estudiar como maestros, o los invitemos a estudiar otras carreras. Todos esos países tienen universidades y algunas muy buenas; pero hemos comenzado al menos por la carrera de más contenido humano, que es la de medicina.
Imagínense esos miles de jóvenes estudiantes, formados en determinados conceptos de la medicina, que se conocen entre ellos y conocen las costumbres de todos sus diferentes países: se convierten en una piedra sólida de los cimientos de la integración de nuestros pueblos. Un factor sin duda importante, aunque son muchas las piedras que necesita esa unión. Son nuestros sueños con esa escuela de medicina.
Me atrevería a decir que es hoy ya una joya, por los conceptos que preside: creación y desarrollo. Tiene una excelente instalación —era una escuela naval—, todos los equipamientos necesarios y los profesores más experimentados. Son estudiosos sus alumnos, tienen un enorme interés por la carrera.
Al referirme a los alumnos de esta escuela, yo he expresado la esperanza de que sean mejores aun que nuestros propios alumnos; al fin y al cabo, nuestros jóvenes están acostumbrados a muchas posibilidades de estudio. Pero en esa escuela hay algunos jóvenes que, incluso, nunca vieron el mar; ahora viven frente al mar. Vienen muchos de apartados rincones. Se coordinó, en la mayor parte de los casos, entre el gobierno y nuestra representación diplomática, la selección, que procedieran los alumnos preferiblemente de pueblos apartados del interior y que, además, fuesen de extracción lo más humilde posible.
Hay una materia prima excelente en esa escuela, en que podemos formar alumnos mejores que nuestros propios alumnos. Nadie se sienta disminuido por eso, tal debe ser nuestro deseo. Ellos van a trabajar después en los hospitales, cuando estén en el tercer año. Ellos tienen que tener allí toda la confianza de los pacientes, van a cooperar en la atención de pacientes cubanos. Si no logramos que sean mejores que ustedes la escuela sería un fracaso. Pero ellos tienen más motivaciones que ustedes, a pesar de que ustedes tienen elevadas motivaciones con la carrera y ustedes se han ganado esa matrícula en nuestras facultades de medicina. Muchos de ellos no tenían ninguna posibilidad de estudiar si no es por esa escuela.
Digo que esa escuela es una joya en su diseño, y va a llegar a ser una institución extraordinaria. Lo digo por quienes la visitan; muchos extranjeros quieren ver la escuela, y se quedan realmente admirados. No existe una institución como esa en ningún otro lugar del mundo. Y para estudiar medicina, por ejemplo, en Estados Unidos, la matrícula más barata cuesta entre 25 000 y 30 000 dólares al año. Esperamos formar mejores médicos que los que se forman en cualquier buena universidad de Estados Unidos, y con más experiencia que aquellos.
De modo que esa escuela es realmente una institución que no existe en ninguna otra parte. Creo que es un ejemplo de lo que puede hacerse, de lo que puede hacerse, incluso, en un país pequeño del Tercer Mundo.
Ojalá otros países quieran hacer escuelas. No queremos el monopolio de este honor. Ojalá otros la hagan. Ojalá que muchos jóvenes como ellos puedan hacer esos estudios y otras carreras, es lo que debieran hacer los países desarrollados. Sí, de vez en cuando dan algunas becas, pero se quedan al final con los mejores graduados, los contratan y no vuelven a su país.
Muchos estudiantes de Africa han estudiado en Europa, se sabe; pero una gran parte se quedan, no regresan al Africa. Y, como regla, los estudiantes extranjeros, o digamos, los hermanos de otros países de América Latina o de Africa que estudian aquí, regresan todos a sus países. Jamás hemos intentado robar un solo cerebro, un solo talento, una sola inteligencia. Viven aquí modestamente, comparten con nosotros nuestras limitaciones, aunque es lógico que nosotros hagamos un esfuerzo mayor en la atención de esos estudiantes.
No es lo mismo atender lo mejor posible 3 000 estudiantes becados que hacer exactamente lo mismo con 40 000; a pesar de eso, hemos adoptado medidas en los últimos tiempos para una mejor atención a los 40 000 becados universitarios cubanos. ¿Cuál fue, Otto, la reunión nacional donde planteamos la cuestión de mejorar la alimentación en las áreas de becados universitarios? (Le dicen que en el mes de diciembre en el congreso de la juventud.) Tenemos 40 000, son muchos. Hicimos ya recientemente un esfuerzo por mejorarla y pensamos seguirlo haciendo. Es lógico, sí, aquellos estudiantes tienen un nivel de atención mayor que el que tienen los 40 000 becados de nuestras universidades, pero nosotros iremos nivelando, y cuando ellos marchen a las provincias, cuando ya no estén en esa escuela, donde van a permanecer solo algo más de dos años, entonces tendrán las mismas condiciones que tienen nuestros estudiantes becados en todas las facultades de medicina. Esperamos en ese tiempo seguir mejorando la atención y la alimentación a todos los estudiantes becados, que no son solo los de medicina, sino los de todas las carreras universitarias.
Bien, ya que me hicieron venir, un tema que a mí realmente me apasiona, me estimula, me premia, me enorgullece es este, la tarea que estamos realizando en el campo médico, más allá de nuestras fronteras; porque más acá de las mismas hemos hecho todo lo humanamente posible por el bienestar de nuestro pueblo y ese enorme potencial humano tiene que empezar a servir al mundo, para que nunca se diga que nuestras escuelas de medicina se cierran porque hay demasiados médicos, o que las matrículas disminuyen por debajo de determinados niveles porque hay muchos médicos en nuestro país. No tememos al número de médicos. Nunca sobrarán los médicos en ninguna parte, en un avión de pasajeros, en un tren o en un barco. Hoy los tenemos en los círculos infantiles, en las escuelas, en todos los centros de educación, en todas partes.
Un día a mí me habían dicho, cuando apenas teníamos 20 000 médicos, que ya no hacían falta más. "¿Que van a sobrar médicos? No, si el médico tiene que defender la salud de la gente como los CDR defienden la Revolución; tiene que estar a nivel de cuadra", respondí. Esa es la tarea del médico y la enfermera de familia en la comunidad con un número de pacientes por cuya salud deben velar constantemente.
A grandes rasgos les he querido expresar cuáles son los frutos del esfuerzo en que ustedes han estado participando al formarse como profesionales de la salud en la etapa de la historia de nuestra patria que están viviendo, en vísperas de un siglo nuevo, que los espera a ustedes, no nos espera a nosotros. Ya nosotros vivimos en este siglo y hemos tratado de hacer todo lo posible en la época en que nos ha tocado vivir; pero a ustedes, jóvenes, con 24, 25 años, incluso menos en algunos casos —son seis años, desde luego, pero digamos por eso, entre 24 y 25 años—, los espera un nuevo siglo. Es la penúltima graduación de este siglo, porque recuerden que el año 2000 pertenece todavía a este siglo. La graduación del próximo año será la última del siglo. Pero el próximo está ahí a la vuelta de la esquina. Antes de 17 meses estarán ustedes, jóvenes graduados, en el nuevo siglo y el nuevo milenio.
Soñamos con un mundo mejor, un mundo más justo, un mundo realmente más humano por el cual todos tenemos el deber de luchar. El futuro de ustedes y de los hijos de ustedes será el futuro que esta humanidad sea capaz de construir. Esta humanidad amenazada por un enorme número de peligros en todas partes, que no le dan derecho tampoco a nadie a perder la fe en el hombre, a perder la fe en un destino mejor para ella.
Compórtense siempre como jóvenes conscientes de la tarea que los espera, como jóvenes conscientes de una nueva etapa en la historia del hombre. Yo no debo decir nada más, sino:
¡Adelante guardianes de la salud y de la vida!
¡Viva la patria!
¡Viva la Revolución!
¡Viva el socialismo!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación.)