Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el acto homenaje a los Trabajadores Metalúrgicos que se destacaron en la construcción de equipos agricolas, en la Fábrica Cubana de Acero, el 20 de febrero de 1967
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Compañeros trabajadores de la rama metalúrgica:
Los hechos que motivan este acto no podían de ninguna forma pasar desapercibidos.
Es cierto que la Revolución en muchos campos diferentes, y casi cotidianamente, obtiene algún éxito; en algunas ocasiones son éxitos de gran mérito. Pero en este caso nosotros consideramos que nuestros trabajadores industriales, representados por ustedes en esta rama de nuestra industria, han realizado con éxito una tarea de extraordinario carácter y de gran importancia para nuestra economía, que merece destacarse; además, se ha realizado uno de los más extraordinarios esfuerzos que ha hecho nuestra industria.
Posiblemente nadie habría pensado que el número de equipos construidos en estos días habría sido posible en un espacio tan breve de tiempo. ¿Y por qué fue necesario hacer este esfuerzo? ¿Qué importancia tiene para nuestro país? Estas unidades industriales durante el pasado año trabajaron intensamente en una serie de metas; por ejemplo, las metas para la construcción de los centros de acopio, en que se les asignó una tarea de más de 50 centros para esta zafra; de una máquina completamente nueva. Era una tarea difícil de realizar. Se les asignó, entre otras, la meta de construir 2 000 chapeadoras de un determinado tipo también, de magnífica calidad; aparte de todo el surtido de productos establecidos en los planes de producción del pasado año.
Ello trajo como consecuencia que no se pudiesen construir a tiempo determinado número de equipos cuya importancia era decisiva para la agricultura en esta primavera. Y se trataba precisamente de esas gradas que ustedes han estado construyendo en estas tres semanas.
La agricultura es una actividad que exige hacer el trabajo en un tiempo limitado. Por ejemplo, todos los planes de incremento, o la parte más importante del incremento agrícola, hay que realizarlos en los primeros meses del año. La tarea de desbrozar, buldoceando las tierras o las nuevas tierras de cultivo; las tareas de demoler la caña nueva para plantar caña nueva; todo ese trabajo hay que realizarlo precisamente durante la seca. El desmonte de terreno hay que hacerlo durante estos meses de seca; y los planes de desmonte este año son de considerable dimensión.
Los obreros dedicados al desmonte, es decir, los operadores de los equipos pesados, trabajan incesantemente, y los equipos se mantienen en producción prácticamente las 24 horas del día. Nuestro país ha adquirido una gran cantidad de equipos pesados, imprescindibles para el incremento de las tierras productivas; imprescindibles para la construcción de las obras hidráulicas necesarias; imprescindibles para la construcción de caminos en todo el país, en los llanos y en las montañas; imprescindibles para la construcción de canales de desagüe y de drenaje; imprescindibles para todas las construcciones en general. Y nuestro país ha adquirido más de 1 000 de estos equipos, que comenzaron a llegar a finales del pasado año; continuaron llegando ya a principios de este año; continuarán llegando durante todo este año y el año próximo.
Esos equipos tan pronto iban llegando eran inmediatamente preparados para empezar a producir. Lógicamente el peso de este gran número de máquinas no se sentirá todavía este año tanto, porque las primeras que llegaron a fines del pasado año fueron 90 máquinas, las que están llegando en este trimestre. De estas máquinas, naturalmente, se podrán emplear en el desmonte de tierra solamente las que lleguen hasta este mes de febrero, todo lo más hasta el mes de marzo.
Se movilizaron todos los equipos pesados, se movilizaron incluso los equipos de construcción del ejército, que han estado construyendo caminos para la zafra y están actualmente desmontando montes, es decir, terrenos, desbrozando la tierra para la siembra de primavera.
Teniendo las máquinas trabajando al máximo se nos presentó un problema adicional, y era el siguiente: toda tierra que se desmonta necesita después un trabajo ulterior que se hace con gradas. Si ustedes se topan con un marabuzal de 10 años, o de 15 años, con los buldóceres desbroza aquel marabú, pero en el terreno quedan las raíces y esas raíces impiden todo cultivo. Si se introduce un arado de tres discos, cualquier tipo de arado, se destruye en pocas horas.
Luego de nada vale el empleo de la máquina pesada en desbrozar la tierra si no se emplea inmediatamente la grada; sobre todo esto va en dependencia del tipo de monte. Cuando en vez de marabú es monte virgen, que las raíces son mucho más poderosas, entonces se necesitan las gradas más pesadas.
También en el pasado muchas de las tierras de caña y muchas de las tierras de pasto que se sembraron donde había monte virgen, se sembraron mediante un sistema que no fue de desmonte sino de talar los bosques y quedaron los troncos en las raíces. Por eso en muchos potreros, incluso muchas veces zonas de caña, hay que volver a utilizar o hay que utilizar el tractor, el buldócer y hay que utilizar las gradas. Es decir, que en muchas áreas donde no hay ni marabú, no hay monte, pero que se cultivaron por ese procedimiento que les dije, requieren también ser buldoceadas y requieren también que se empleen las gradas.
Las gradas pesadas eran imprescindibles, porque después del equipo pesado van esas gradas con los mayores buldóceres, es decir, los de más poder, arrastrándolas. En muchas ocasiones no hay que usar el buldócer, es decir, no hay que usar la cuchilla; basta con la grada. Cuando se trata de algún marabú ligero, no de muchos años, con la grada simplemente se liquida.
Sin ese trabajo de las gradas habría quedado incompleto el esfuerzo que se viene haciendo en materia de buldoceo en todo el país.
Esa situación se iba haciendo crítica. Y el 25 del pasado mes, estando nosotros de visita por las provincias de Las Villas y de Camagüey, pudimos comprobar la situación crítica que había con este equipo. Entonces nosotros planteamos este problema. Se planteó el problema al Ministerio de Industrias de la imperiosa y urgente necesidad de esos equipos, de la necesidad de comenzar ese mismo día a fabricar estas gradas.
Este es el tipo de cosas que nosotros debemos estar en disposición de hacer y debemos estar en disposición de resolver. En un programa tan amplio y tan dinámico de desarrollo agrícola, se pueden presentar algunos de estos cuellos de botella. Y cuando se presenta uno de estos problemas hay que resolverlo, tal como se planteó y se resolvió en esta ocasión.
El 25 de enero comenzaron a hacer el trabajo, no solo de las gradas pesadas de 17 000 libras, sino también de las gradas de 10 000 libras. Y en un tiempo verdaderamente récord, de 23 días, construyeron las 800 gradas que hacían falta (APLAUSOS). Fueron construidas 200 gradas de 2 200 libras, 400 gradas de 4 500 libras, 300 gradas de 6 000 libras, 80 gradas de 10 000 libras y 25 gradas de 17 000 libras. Y a medida que se iban construyendo, se iban remitiendo hacia todo el país. De manera que hoy hemos podido ver ya los últimos vagones cargados de gradas listos para partir hacia nuestros campos.
El número es extraordinariamente alto. Pero no se prestó atención solamente a la cantidad sino a la calidad de los equipos (APLAUSOS). Y esto es sumamente importante, porque importa más la calidad de los equipos, ¡importa más la calidad de los equipos!, que la cantidad de los equipos (APLAUSOS). Y la política que nos proponemos es la de construir equipos de máxima calidad. Y la calidad ha de ser el elemento principal para medir la eficiencia del trabajo industrial.
Un equipo agrícola es un instrumento de trabajo, no es un artículo de lujo. Pero aun aquellos equipos que no sean instrumentos de trabajo, aunque sean de uso suntuario, de consumo duradero, o cuando se trate de cualquier producto, es necesario que se imponga el criterio de la calidad.
Ustedes hoy fueron obsequiados, por los compañeros del Ministerio de la Industria Alimenticia, con algunos productos, algunas tartaletas de fresa con fresas de Banao, pasteles de un nuevo tipo que están elaborando, helados Coppelia de siete sabores (APLAUSOS). Y yo les puedo asegurar que ese helado puede competir con los mejores helados que se pueden producir en cualquier parte del mundo (APLAUSOS). Hoy los producen de 26 sabores. Y es interesante resaltar que desde que comenzó a funcionar esta fábrica ni una sola vez ha faltado uno de los sabores (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
Eso depende de los gustos. Pero, sin dudas, el de chocolate es uno de los que tiene más partidarios. Ni un solo día ha faltado ninguno de los sabores ni se podrá permitir jamás que descienda un ápice la calidad.
¿Por qué no podemos producirlos de mejor calidad que los capitalistas? (APLAUSOS.) ¿Qué razones puede tener un capitalista para producir artículos de mejor calidad que la economía socialista? El capitalista produce para las ganancias. En muchas ocasiones lanzan al mercado un producto de extraordinaria calidad y cuando ese producto gana fama, gana prestigio, gana mercado, comienza a disminuir la calidad. En el criterio del capitalista es lógico que influya la competencia. Muchas veces se ponen de acuerdo entre sí los productores capitalistas para hacer una calidad estándar, se preocupan fundamentalmente de las ganancias en cada producto.
La economía socialista produce para el pueblo, produce para el consumo, produce para las necesidades. Cuando frente a cualquier empresa de producción socialista haya alguien que no tenga en cuenta eso, se le podrá llamar de cualquier forma menos socialista. Quien no se preocupe de los productos que elabora para la economía del país y para el pueblo, no es digno de dirigir ninguna unidad de producción socialista (APLAUSOS). Es una falta de consideración y de respeto al pueblo, y no se debe lanzar nunca un producto al mercado cuya calidad no pueda mantenerse en circunstancias digamos normales.
Y eso se empieza a demostrar en una serie de productos. Porque existió la voluntad de que se hiciera así, porque se creó la conciencia de que debía ser así. Y no solamente se mantendrá el número de sabores sino que se incrementará el número de sabores, y llegaremos a 40 ó 42 sabores en ese helado (APLAUSOS).
De la misma manera debemos proceder en toda la industria alimenticia, donde tenemos una gran posibilidad de una gran variedad de productos para el consumo, productos de dulcería y de pastelería, caramelos, confituras. Tiene que llegar el día en que nosotros produzcamos todos esos artículos de la misma calidad que se pueda producir en aquellos países más avanzados en esos productos.
De la misma manera en la industria láctea produciremos decenas de variedades de queso. Y en este momento tenemos en Europa cerca de 30 compañeros, en distintos países de Europa, estudiando la técnica de la elaboración de los quesos. Y vamos a producir de todas las variedades más famosas de queso que se producen modernamente, en condiciones preparadas de humedad, de frío, con los cultivos de las bacterias correspondientes a cada uno de los fermentos de donde salen esos distintos tipos de queso.
y así es nuestro propósito en esa rama —para decir una rama— ir elaborando en cantidad y en calidad un número cada vez mayor de productos.
Lo mismo hay que hacer en la industria del calzado. Un esfuerzo similar se viene realizando ya en cantidad y en calidad.
Lo mismo hay que hacer con todos los artículos de vestir. Hay que hacer igual con todos los renglones de la producción. Y que cuando no produzcamos lo mejor sea sencillamente porque no podamos producir lo mejor. Y está por ver qué es lo que no podemos producir de óptima calidad (APLAUSOS).
Y en este plan de maquinarias se produjo en cantidad y en calidad. Este esfuerzo extraordinario solo fue posible por dos cosas: por el espíritu revolucionario de nuestros obreros metalúrgicos (APLAUSOS), y por el estilo y el método de trabajo empleado por la dirección del Ministerio de Industrias (APLAUSOS).
Este es un buen ejemplo de lo que se puede lograr cuando se emplean métodos revolucionarios de dirección (APLAUSOS), de lo que se puede lograr cuando no se trabaja con espíritu burocrático (APLAUSOS). Porque nosotros sabemos que durante estos 23 días todos los días el compañero Ministro de Industrias y los dirigentes de esta rama, y todos los que de alguna manera podían cooperar, han estado en estrecho contacto y han estado presentes en las unidades de producción.
Yo estoy seguro de que no solo se ha cumplido una importante meta, sino que estoy seguro de que ha contribuido a crear o a fortalecer en los compañeros del ministerio un estilo revolucionario de trabajo, un estilo de trabajo que deben aplicar todos los ministerios (APLAUSOS). Yo estoy seguro de que ellos han tenido una magnífica oportunidad de ver todo lo que se puede lograr con los obreros, cómo se puede crear un entusiasmo contagioso y cómo se puede lograr ese estado de ánimo capaz de vencer cualquier obstáculo.
Para los que venimos sosteniendo una larga lucha contra el burocratismo y contra el espíritu burocrático tenemos que sentirnos agradecidos de lo que este esfuerzo y esta meta ha significado (APLAUSOS). Porque voy a decir aquí algo que dije recientemente en una reunión de compañeros del Partido y de responsables de la agricultura en la provincia de Santa Clara, y es que a nosotros para poder ser considerados, o para considerarnos verdaderamente revolucionarios, nos faltó algo al comienzo de la Revolución, y ese algo era suprimir los ministerios y establecer la capital de la república en un lugar como Guáimaro (APLAUSOS).
Y me voy a explicar, voy a explicar qué significa suprimir los ministerios y qué significa esta idea de dónde debió estar establecida la capital, y porqué. No quiere decir esto que mañana nos vamos a mudar; nadie se asuste. Desgraciadamente no es tan fácil mudarse. Pero por lo menos el espíritu sí tenemos que mudarlo para Guáimaro (APLAUSOS). Cuando digo suprimir los ministerios, tal vez muchos se pregunten: ¿Cómo suprimir los ministerios? ¿Es posible suprimir los ministerios? Suprimir los ministerios es suprimir todo lo que nosotros creemos que es un ministerio, lo que nosotros entendemos por ministerio. Eso. No es que pueda existir la economía sin dirección; lo que tampoco puede existir dirección con el viejo concepto de ministerio que heredamos (APLAUSOS).
¿Y qué es en la vieja concepción, en primer lugar, un ministerio? Es, en primer lugar, un edificio grande, de ocho, diez, doce, catorce, quince pisos; eso en primer lugar. En segundo lugar: ese edificio lleno de personas (EXCLAMACIONES). En tercer lugar: la concepción organigramática de la vida (APLAUSOS), la fe ciega en las virtudes del papel, del organograma y de la oficina.
Pero baste decir que desde una oficina no nos habríamos enterado el 25 de enero del problema que había con las gradas (APLAUSOS), y desde una oficina no se habría resuelto el problema de las gradas (APLAUSOS).
¿Qué fue lo que contagió a los obreros de las distintas empresas que participaron en este plan, de la empresa de construcción de equipos agrícolas, de conformación de metales, de construcción de maquinarias (APLAUSOS), la empresa metalúrgica (APLAUSOS), y los innumerables talleres que, incluyendo el del puerto pesquero de La Habana, se dedicaron febrilmente a trabajar en cada una de las piezas y en cada una de las etapas de estos equipos? ¿Fue el organograma? Que yo sepa, el taller del puerto pesquero no está en el Ministerio de Industrias, no está en el organograma del Ministerio de Industrias (EXCLAMACIONES). No fueron los papeles; fue precisamente el espíritu, que es la antítesis del papel, de la oficina y hasta del organograma.
Hablo del organograma, porque sé cómo muchas veces se han llenado esos edificios de personal oficinesco, muchas veces. Y eso tiene diversos orígenes, a cuya raíz debemos ir. Pero muchas veces se hacía un organograma grande. No es difícil hacer organogramas: una raya así, tres así (RISAS), cuadritos y más cuadritos (RISAS). Eso se forma en la mente, en la idea pura, en la abstracción pura de alguien; concibe que la vida se tiene que ajustar a eso. En vez de ver cómo es la vida para tratar de ajustar las formas de organización a la vida, tratan de ajustar la vida a esas formas abstractas de organización. Y entonces, todo se traba.
Cuando decimos suprimir los ministerios, es suprimir esa concepción.
No sé si seré un eficiente o deficiente ministro, pero sí recuerdo algo de lo que estaré orgulloso siempre, y es que lo primero que hice fue suprimir totalmente una oficina que se llamaba premierato, al descubrir que era absolutamente inútil (APLAUSOS). Quedó una pequeña oficina donde se responden las cartas, donde se atienden toda una serie de cosas elementales, constituida por un reducidísimo número de personas. De haber seguido la concepción burocrática, habría podido preguntar dónde estaba el edificio más grande, haber elaborado el más grande de todos los organogramas: una raya aquí que dijera “industrias”, otra raya aquí que dijera “agricultura”, otra raya que dijera “educación”.
Todo el mundo sabe, por ejemplo, en educación, lo que se ha hecho en este país y cómo se ha hecho. Y para impulsar todas esas actividades no hacía falta ni un edificio, ni un gigantesco organograma, ni un presupuesto de 10 ó 12 millones de pesos.
He ahí la importancia que tienen las concepciones. De haber estado afiliados a la vieja concepción, en ocho años de Revolución le habríamos costado a la república 80 millones de pesos.
Es que traíamos una escuela, que era la escuela de la Revolución, la escuela de la lucha armada guerrillera, donde no se podía nadie gastar el lujo de subestimar un hombre o de subestimar un fusil, donde no podían montarse oficinas. ¿La escuela de la guerra qué nos enseñó? Cómo los hombres pueden atender muchas cosas, cómo se pueden ocupar de muchas cosas cuando se trabaja con sentido práctico. La escuela de la guerra, donde desde un núcleo pequeño de combatientes se desarrolló todo un ejército sin burocracia, ¡sin burocracia! Se llevó la guerra, se desarrolló la guerra y se ganó la guerra, sin burocracia (APLAUSOS).
Y hubo algunos papeles, porque todos los días había que escribir muchos mensajes, todos los días había que leer muchos mensajes que se recibían. Era necesario ocuparse de todo: de las operaciones militares en primer lugar, de los abastecimientos de alimento, del parque, de cada bala, de cada fusil. Era necesario ocuparse de los problemas políticos, de los problemas de propaganda; había que ocuparse de todo. Y la guerra nos enseñó lo que los hombres pueden cuando se dedican a trabajar con entusiasmo, con interés y con sentido común. Nos costaba mucho trabajo adaptarnos de repente a un gran edificio, a un organograma, a un ejército de mecanógrafos y taquígrafos, de auxiliares, de jefes de despacho, etcétera, etcétera, etcétera (RISAS).
Y esa vieja concepción no se erradicó con la Revolución. Los capitalistas tienen mucha burocracia, y nosotros no hemos erradicado la burocracia. Los capitalistas tenían mucho burocratismo, y nosotros en ocasiones hemos incrementado el burocratismo.
Hay fábricas, hay unidades de producción donde el propietario capitalista tenía tres o cuatro en las oficinas, y nosotros tenemos 25 ó 40 (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS). ¿Por qué? ¿Por qué? Hay que ir a la raíz de esos males.
El problema de los modelos es cierto, el problema de los modelos ha sido a la vez causa y pretexto, porque han creado la necesidad del papeleo y han justificado la necesidad del papeleo. Los modelos son una de las causas, porque hay los abstractos, los que se dedicaron a inventar papeles.
Cualquiera diría: ¿Este hombre era acaso un especialista en organización? No lo era. Pero aquí miles se creyeron que eran especialistas en organización, miles se dedicaron a inventar modelos; modelos que van a parar a los archivos, modelos que ni se utilizan ni se pueden utilizar, modelos de los cuales no se saca ningún provecho.
Por eso, en la lucha contra el burocratismo tenemos que ir a la lucha también por la racionalización y la reducción al mínimo de los modelos que se necesitan (APLAUSOS).
¿Cuántos modelos fue necesario llenar para construir estas 800 gradas? ¿Cuántos modelos fue necesario llenar para enviar inmediatamente a todo el país todas esas gradas? ¿Y cuántos modelos será necesario llenar para que con esas gradas se preparen miles y miles de caballerías de tierra para nuestros planes agrícolas? ¿Y qué tienen que ver los modelos con las cosechas? O mejor dicho: ¿Qué importa un modelo para decir que se produjo la mitad de lo que había que producir? ¿Qué ganamos cuando llevamos a los archivos los datos estadísticos demostrativos de que en vez de tanto se produjo tanto? (DEL PUBLICO LE DICEN ALGO).
Lo que nos importa es que sobren los productos y no los papeles, aunque no haya un solo papel donde se consignen los productos esos, aunque no lo hubiera. Porque en estos días hemos sabido que había tal cantidad de vegetales que se estaban pudriendo en las bodegas, y los compañeros del Partido organizaron la distribución de las jabas con vegetales en las fábricas y en los repartos (APLAUSOS).
Cuando nos sobren los productos ya los problemas serán de otro tipo. Lo que nos interesa es registrar, en todo caso, lo que sobre, y no tener que andar llevando archivos de los déficit. No quiere decir esto que sea imposible, o que sea inútil, saber lo que se hace y cómo se hace y qué es lo que se produce, en qué cantidad o en qué medida.
Pero les podría poner algunos ejemplos de cómo se simplifica el papeleo, y es el problema de la fertilización. Uno de los productos más importantes en la agricultura son los fertilizantes, y nada más sencillo en el mundo que distribuir todos los fertilizantes en este país; porque los fertilizantes que se importan llegan, o la materia prima para mezclarlos aquí, o el fertilizante ya mezclado, listo para aplicar en la agricultura. Entonces no hace falta toda una inmensa oficina para distribuir los fertilizantes, basta saber cuáles son los cultivos principales, dónde están situados esos cultivos, qué clase de fertilizantes emplean, si son de importación o son de producción nacional.
Y aquí ha bastado la conexión con la química básica, para decirle a la química básica cuáles son los fertilizantes que debe producir y para dónde van; y con comercio exterior, cuáles son los que deben importar y a dónde deben llegar los barcos que los importan. Que en cada provincia los responsables de la agricultura sepan qué cantidad, qué tipo y cuándo van a recibir esos fertilizantes y en qué los van a emplear.
Recientemente nosotros estuvimos reunidos con el compañero responsable de maquinarias del INRA, que está distribuyendo los fertilizantes, y con un compañero que se ocupa de estudiar, desde un punto de vista económico, los problemas de la industria de fertilizantes. Se examinaron todos los fertilizantes que se van a aplicar para cada cultivo, se arreglaron algunas de las fórmulas; porque lo peor que tienen los burócratas es que, como no saben de agricultura, cometen cualquier error, o les pasan cualquier papel por delante y no se dan cuenta si aquella fórmula de fertilizantes es buena o es disparatada.
Porque es que muchas veces los propios técnicos en la materia cometen verdaderos disparates, y usted no sabe si lo hacen por ignorancia; y en ocasiones uno llega a sospechar que lo hacen de mala fe. Pero no voy a pensar en la mala fe, porque lo más común y corriente es la ignorancia, y porque en todos estos problemas se puede aplicar aquello de que cada maestro tiene su librito.
Tenemos muchos técnicos que cada uno tiene su librito. Unos son los fanáticos del fósforo, otros son los fanáticos del nitrógeno y otros son los fanáticos del potasio. Y si alguno de estos ingenieros tiene una finquita, allá ellos si se arruinan, pero nosotros debemos estar en condiciones de saber si lo que ese hombre nos está proponiendo es bueno o es malo, porque nosotros no nos vamos a dejar arruinar por ningún técnico.
Hay algunos que tienen criterios tecnocráticos. ¿Qué es el criterio tecnocrático? La fe mística en un técnico. ¿El técnico dice: “No se puede”? No se puede, el técnico dijo que no se puede. ¿Por qué no se puede? Explíqueme las causas, dígame cuáles son los factores que lo impiden, para ver si podemos o no podemos.
Si a lo mejor le hubiésemos preguntado a un tecnócrata si podíamos construir 800 gradas en 23 días, con la capacidad de nuestra industria, con el nivel de la capacidad de nuestros obreros, ¿qué habría dicho? De acuerdo con el índice de la Conchinchina, más la productividad de un obrero en Inglaterra, más tal y más cual cosa, solo podemos hacer 200 gradas.
Y así es como mucha gente piensa. Y yo les puedo citar un ejemplo: un individuo al frente de un departamento de un organismo —que tiene que ver con la ganadería ese departamento— se encontró con que le dieron un día un dato acerca del número de vacas que estaban en el programa de inseminación. Se suponía que aquel hombre tenía que saber lo que pasaba. Desde luego, no sabía porque él no tenía nada que ver con lo que pasaba, porque la inseminación se organizó a través de un procedimiento como el de las gradas, no burocrático, con un compañero entusiasta y responsable y dinámico que se puso al frente de la inseminación, con los miles de inseminadores que se graduaron, con la motorización de los inseminadores, con la ayuda de la química básica que produjo toda una serie de medios para la inseminación; y cuando a aquel señor le dijeron: “¿Sabe usted cuántas vacas hay ya en inseminación?, ¡un millón!”, dice: “No puede ser, no puede ser. Y no puede ser porque el índice de tal lugar es de tanto de incremento y el de más cuál de tanto y más cuánto.” Y ese señor no sabía ni podía saber que en una revolución y con métodos revolucionarios se pueden romper todos los índices (APLAUSOS). Y cuando le dijeron que había un millón y se le dijo por qué las había, no lo creía ni lo podía creer. ¡Ah!, por su concepción. Imagínense ustedes que se le hubiera encargado a ese hombre la tarea de llegar a inseminar un millón de vacas: habría apelado a los índices, habría hecho un organograma, habría hecho un programa hasta 1975 ¡y en 1975 se habría llegado al millón de vacas! Sin embargo, hay ya más de un millón; se llegará a cerca de los 2 millones a fines de este año.
Claro, eso no se produce por casualidad, porque hace varios años se vienen organizando aquí escuelas, preparando técnicos; esas escuelas son cada año mayores, se viene acumulando una experiencia. Y llegaremos a los 2 millones porque, sencillamente, para fines de este año tendremos 1 000 técnicos inseminadores más (APLAUSOS), y para el año que viene, ¡para el año que viene todas las vacas del país, del sector estatal y del sector privado, estarán bajo el programa de inseminación! (APLAUSOS.)
Muchas veces el técnico impone su ley, o el tecnócrata. Hay compañeros funcionarios de la administración que no son técnicos —por suerte, porque por ahora, si se hubiera seguido el criterio de poner técnicos en cada ministerio, habríamos fracasado—; hay compañeros que saben discutir con los técnicos, saben emplear los técnicos, escuchan su criterio, discuten con ellos y utilizan al máximo la capacidad de los técnicos; y hay compañeros que se someten a la dictadura de los técnicos. Al decir esto nadie piense, ni mucho menos, que subestimamos el papel del técnico, la importancia del técnico; si así fuera, no estaría esta Revolución haciendo el gigantesco esfuerzo de formación de técnicos que está haciendo. Hay que decir, además, que un número reducido de técnicos le ha prestado a este país extraordinarios servicios, hay que decirlo, como hay que decir que a este acto fueron invitados unos cuantos cientos de estudiantes de la facultad de tecnología de la Universidad de La Habana (APLAUSOS).
Nosotros tenemos incluso que llegar al día en que toda la masa trabajadora sea de técnicos, pero cuando toda la masa trabajadora sea de técnicos habrá desaparecido la división entre trabajador manual y trabajador intelectual. Y este programa lo explicamos, lo explicamos con motivo del acto donde estuvieron presentes más de 10 000 estudiantes de los institutos tecnológicos agropecuarios.
Algún día en la sociedad no habrá ignorantes por un lado haciendo los trabajos físicos más duros, e intelectuales de la producción por otro con cuello y corbata. En el futuro estará todo el mundo en mangas de camisa, o si quieren con cuello y corbata en una máquina, ¡en una máquina! (APLAUSOS.)
A la vuelta de 20 ó 30 años los técnicos en este país se contarán por cientos de miles. Baste decir que para el año 1970 el número de alumnos de las escuelas secundarias, preuniversitarias, tecnológicas y universitarias, será de medio millón, ¡medio millón! (APLAUSOS); en 1970, en la enseñanza media y superior, tendremos medio millón de estudiantes. Y eso significa que a la vuelta de unos cuantos años más se podrá decir que en este país cada ciudadano tendrá una formación técnica de nivel preuniversitario.
Hay algunos tecnócratas de la educación que, como nunca se han planteado esta posibilidad, viven en el viejo esquema, se preguntan: ¿Cómo? ¿Y quién va a realizar las tareas de la producción? Los técnicos, con sus manos, ¡los técnicos, con sus manos! (APLAUSOS) Porque esa pregunta cabe, esa pregunta cabe si usted se imagina una minoría reducidísima con el monopolio de los conocimientos técnicos, y una inmensa masa de trabajadores ignorantes. Pero esa pregunta no cabe dentro de una concepción que mira hacia un futuro donde toda la población trabajadora habrá recibido una formación técnica. Entonces, todo el mundo será técnico y todo el mundo participará directamente en la producción de bienes materiales.
Y así a los estudiantes de los institutos tecnológicos agropecuarios se les ha establecido, a ellos, la necesidad de aprender a manejar los tractores y los equipos. Porque en 1975 iban a ser 40 000, iban a ser 40 000, pero no: en 1975 van a ser cerca de 100 000. Y así son las cosas de la Revolución y así es la dinámica de la Revolución. Y esto lo explicamos nosotros en una asamblea con esos estudiantes cuando partían a cortar caña hacia Camagüey: no podíamos aspirar a más de 40 000 para 1970 porque todo dependía de la concepción; si eran solo estudiantes eso no podía crecer. ¿Por qué? Porque, ¿quién iba a cortar la caña, quién iba a realizar muchas tareas que todavía no estarán mecanizadas para esa fecha?
Desde que se estableció el principio de que trabajarían por lo menos tres meses en la producción, se rompió la traba principal, y podrá crecer indefinidamente el número de los institutos tecnológicos obreros agropecuarios. Y ya se están adoptando medidas. Se pensaba llegar en 1970 a 40 000 estudiantes de ese tipo: pues en 1968 tendremos los 40 000 ya, y en 1970 tal vez lleguemos a los 100 000.
De manera que hace apenas una semana hablábamos nosotros y mencionábamos la cifra de 40 000. Y aquí la realidad, como en muchas cosas, es capaz de superar a los criterios más optimistas. Y, sinceramente, aquella cifra parecía increíble; viene la realidad y establece la posibilidad de duplicar aquella cifra que parecía increíble.
También, hace apenas siete años, ¿quién habría hablado de medio millón de estudiantes de nivel medio? Nadie. Pero es que la realidad supera los cálculos más optimistas.
Y decía esto. Algunos se preguntaban: “¡Cómo!, ¿y quién va a realizar la producción de los bienes materiales?” ¿Es que la sociedad va a estar siempre dividida entre monopolistas de los conocimientos y monopolistas de la ignorancia? ¿Para que los monopolistas del conocimiento vivan de cuello y corbata en aire acondicionado, y los monopolistas de la ignorancia —constituidos por la inmensa mayoría de la población— sean los que tengan que realizar los trabajos más brutos? En el futuro no habrá ni monopolistas de los conocimientos, ni habrá ignorancia, y los trabajos dejarán de ser trabajos brutos y serán trabajos con técnica y trabajos con máquinas. Y lo más que podrá ocurrir es que llevemos el aire acondicionado a los talleres, a los tractores, a los camiones (APLAUSOS).
¿Y qué no será capaz de producir una sociedad donde todo el mundo tenga una preparación técnica? Ustedes, que son obreros de este sector, que saben que cualquiera no maneja una máquina, que cualquiera no maneja un torno, una fresadora; ustedes, que saben lo que vale un obrero calificado, podrán comprender mejor que nadie la importancia que tendrá para el futuro de esta sociedad el que toda la población, hombre o mujer, reciba una capacitación técnica para la producción (APLAUSOS).
Claro está que eso tenía que comenzar por la alfabetización, eso tenía que comenzar por las escuelas de enseñanza primaria. Se hizo la alfabetización, se llevó un maestro a cada rincón del país. De sexto grado el pasado año se graduaron ya 70 000; hay un millón trescientos y tantos mil niños inscriptos en la enseñanza primaria, y cada día ese número crecerá. Y llegará el día en que no haya uno solo que no se gradúe de sexto grado —y todos debemos poner nuestro máximo empeño para que no haya un solo niño que abandone la escuela sin recibir la preparación de sexto grado y de secundaria básica—, y llegará el día en que nadie abandone la escuela sin una enseñanza preuniversitaria, y llegará el día en que todo el país será una universidad (APLAUSOS).
Conversando con los compañeros que dirigen la Universidad de La Habana les explicaba esto: la vieja concepción de la universidad tendrá que desaparecer. Porque puede existir una universidad con la vieja concepción mientras son 5 000, 10 000, 20 000 los que estudian; mientras el uno por mil, o el dos por mil, o el tres por mil, o el cinco por mil, si quieren, van a esos centros. Pero el día en que ese medio millón del año 1975, que estará en la enseñanza media y superior, presione y, como resultado de la misma revolución que en el campo de la educación se lleva a cabo, no quiera quedarse atrás y quiera alcanzar estudios superiores, no se podrá concebir una universidad de 300 000 estudiantes. Y entonces todo el país se convertirá en una universidad, cada fábrica se convertirá en una universidad, cada granja se convertirá en una universidad, cada unidad de producción se convertirá en una universidad (APLAUSOS).
Claro está que esta visión panorámica del futuro no se puede ver cuando se padece de la miopía de las viejas concepciones. Pero los hechos nos enseñan la necesidad de abolir muchas concepciones viejas para mirar el futuro tal como se nos presenta, como una posibilidad muy real, como consecuencia de la dinámica de un proceso revolucionario que ha desatado, y que desatará cada día más, la fuerza creadora del pueblo, la fuerza impulsora de las masas. Y todo este fenómeno de masas originará el fenómeno de una sociedad que no se podrá juzgar, ni mirar, ni contemplar con el rasero de los conceptos pasados.
Pero hoy, cuando estamos todavía distantes de ese futuro, cuando lo que predomina es la ignorancia y no la sabiduría, cuando lo que predomina es la ausencia de conocimientos y no el caudal de los conocimientos, cuando los que predominan son los que no son técnicos y no los técnicos, y dentro de los técnicos los que predominan no son los técnicos de avanzada, tenemos entonces que saber adoptar las medidas pertinentes para ir avanzando. Y tenemos que ver nuestros defectos, nuestras deficiencias; tenemos que ver cuáles son los métodos que estorban el desarrollo de nuestro país, qué es lo que estorba, qué es lo que frena, y cómo nosotros vamos eliminando todo eso que frena.
Y les decía que al principio de la Revolución le habríamos brindado al país un inmenso servicio si esa vieja concepción ministerial la hubiésemos erradicado; y erradicando esa vieja concepción hubiésemos constituido grupos de trabajo, grupos de dirección y de asesoramiento técnico en cada una de las ramas de la economía y de los servicios principales en vez de esos edificios mastodónticos llenos de oficinistas, de papeles, de organogramas, sin dirección; grupos muy activos de dirección y muy dinámicos. Y eso se puede hacer apoyándose en la base; en la agricultura apoyándose en las agrupaciones de producción que, claro, no existían al principio de la Revolución; en las provincias, en las organizaciones de la provincia.
Y nosotros tenemos que luchar por la erradicación de la vieja concepción de lo que es un ministerio, para que llegue el día en que 80 ó 100 personas constituyan la dirección de cada una de las principales ramas de la economía, con métodos revolucionarios de trabajo, con gente que se meta en las fábricas, que se meta en las unidades de producción, que vea lo que traba, que vea los problemas, con un método como el método que se aplicó en este caso.
¿Cuántos empleados administrativos hay en la capital de la república? Setenta y cuatro mil empleados administrativos. ¿Cuántos trabajadores metalúrgicos? Infinitamente menos. Y explicándoles estas cuestiones a algunos compañeros les decía: el avance futuro de la Revolución se medirá por el número de menos empleados administrativos que haya cada año. Y esto podíamos complementarlo con otra frase; y por el número de obreros metalúrgicos más que haya cada año en nuestro país (APLAUSOS).
La Revolución no adopta métodos inhumanos con ese personal. En un país subdesarrollado, sin empleo, el ideal de vida se convirtió en un empleo oficinesco; muy pocos en nuestro país estudiaban para tornero, decenas de miles estudiaban mecanografía, taquigrafía y actividades oficinescas. Y, claro, hemos recibido esa masa.
Nosotros nunca hemos privado a nadie de su sustento. Todos los movimientos que se han hecho con la racionalización del personal administrativo han sido sin sacrificar la economía de una sola familia. Hemos dicho: preferimos pagarles lo que se les paga para que estudien, en vez de que crean que hacen algo útil amontonados en una oficina.
En la misma medida en que desburocraticemos el país, dignificaremos el trabajo de los que tengan que dedicarse a actividades administrativas. La actividad administrativa es necesaria; los papeles —aunque mínimos— son necesarios; los controles son necesarios. El problema es reducirlos a la importancia que tienen, a la dimensión que necesitan. Y en la medida en que ganemos la batalla contra el burocratismo iremos dignificando el trabajo de los que tienen que ejercer determinadas funciones administrativas.
Es doloroso que al condenar un vicio —como es el burocratismo— mucha gente honesta y revolucionaria, trabajadora y capaz, tenga que sentirse constantemente acomplejada de ser un burócrata. La culpa no la tenemos los que luchamos contra ese vicio del burocratismo, la culpa la tienen los que fomentaron ese vicio. Esos son los que demostraron ningún aprecio por el valor del hombre, esos son los que demostraron ningún aprecio por el valor de los recursos humanos del país. Los que nos preocupamos por el fenómeno del burocratismo lo hacemos, entre otras cosas, porque tenemos un concepto más alto del valor del hombre, del valor de los recursos humanos; que nos duele ver a un ser humano subutilizado, nos duele ver a un ser humano dedicado a tarea inútil e improductiva, nos duele ver a un ser humano en función de parásito, sin que él se lo proponga.
Y, por eso, en la medida en que ganemos esa batalla dignificaremos también el trabajo mínimo que este país tenga que realizar en oficinas.
A nadie se le ha privado del sueldo, ¡a nadie! Esta lucha se lleva con métodos que tienen en cuenta, en primer lugar, el ingreso de una familia, y no vamos a venir a dejar a una familia sin ingresos.
¿Pero qué pasaba con la batalla y la lucha contra el burocratismo? Sirvió para demostrar la falta de conciencia que hay en la administración de nuestro Estado acerca de la magnitud y de la importancia de ese vicio; demuestra que hemos estado en gran parte predicando en el desierto, arando en el mar. Cuando se analizan las cifras de las solicitudes de nuevos empleos, de traslados y de otras cosas que habían acumuladas en el mes de enero, se demuestra cuán poco caso hicieron de las consignas que se lanzaron, cuán poco consciente ha estado el aparato administrativo de nuestro Estado de este problema.
Porque esta lucha —ya lo sabemos— no se gana con discursos solamente, no se gana con consignas. Y de nada vale que les hagamos a los obreros una conciencia del problema si los funcionarios administrativos de la Revolución no la tienen. Es necesario que tomen conciencia de este problema todos los compañeros que tienen responsabilidades en la administración.
Nuestro periódico ha estado publicando, y seguirá publicando los casos notorios de violaciones de las normas establecidas; prácticamente el 85% de los centros investigados habían cometido violaciones de las normas establecidas de lucha contra el burocratismo. Ciertamente, el burocratismo estaba en plena ofensiva, en pleno contraataque; las comisiones de lucha contra el burocratismo, burocratizadas y en plena desbandada. La Revolución ha vuelto a tomar la ofensiva en la lucha contra el burocratismo (APLAUSOS), la Revolución no se resigna fácilmente a perder una batalla decisiva como esta. Pasaremos grada sobre el fenómeno del burocratismo, como dice un compañero. Y estamos seguros de que esa batalla la vamos a ganar y sin sangre; no va a haber sangre para ganar la batalla contra el burocratismo, pero habrá sanciones, ¡habrá sanciones! Y posiblemente sean cientos de administradores los que resulten destituidos de sus cargos (APLAUSOS), reducidos sus ingresos y enviados a otras tareas que no sean administrativas.
Si creyeron que se trataba de una simple consigna, si creyeron que se trataba de un pronunciamiento demagógico, sabrán que la Revolución no hace demagogia (APLAUSOS). Si se creyeron que las normas podían violarse impunemente, se equivocaron. Y los que han violado las normas, todos los casos en que a juicio de nuestro Partido entrañen graves violaciones de esas normas, tendrán que atenerse a las consecuencias de las violaciones que han cometido (APLAUSOS). Si creyeron que la disciplina revolucionaria y la disciplina administrativa podían violarse así impunemente, se encontrarán con que estaban equivocados. Mas no digo que vamos a castigar a nadie o a sancionar a nadie como castigo, porque no se sabe dónde empieza y dónde termina la responsabilidad, porque posiblemente habría que sancionar aquí a todo el mundo, tendríamos todos nosotros que autosancionarnos.
Por lo tanto, no como una sanción, es decir, no como un castigo, sino como una medida para establecer la disciplina dentro de la administración, para establecer el respeto debido a las normas que la Revolución traza, se aplicarán las sanciones en todos los casos de graves violaciones de las normas establecidas.
Hay suficientes razones para pensar que la Revolución gana esta batalla. Ya la está ganando la conciencia del pueblo, y se manifiesta de mil maneras diferentes. Se manifiesta en el número enorme de jóvenes que han respondido al llamamiento de incorporarse durante un tiempo a las tareas agrícolas; se manifiesta en la actitud de nuestros estudiantes tecnológicos —estudiantes tecnológicos industriales y agropecuarios—, en su espíritu de trabajo. Porque hay que decir que en estos momentos 40 000 estudiantes de institutos tecnológicos agropecuarios e industriales están trabajando en la agricultura por un período de tres meses.
Y nosotros, que hemos tenido oportunidad de ver a algunos de esos compañeros, hemos quedado profundamente impresionados de su espíritu, de su entusiasmo, de su capacidad de trabajo, de su productividad; de tal manera que creemos, y hubimos de sugerirlo al organismo correspondiente, que se tomaran películas documentales de ese contingente de jóvenes que hoy está trabajando tesoneramente, que hoy está llevando a cabo uno de los movimientos —se puede decir— juveniles más revolucionarios, más prometedores en nuestro país, de manera que quede constancia histórica de lo que están haciendo decenas de miles de nuestros jóvenes para construir y para desarrollar nuestra economía.
Es impresionante y es alentador el entusiasmo de las mujeres que se han incorporado a las tareas agrícolas, el entusiasmo de los estudiantes que han marchado a cortar caña o a realizar otras actividades en la agricultura, el entusiasmo de los jóvenes que han abandonado tareas administrativas o improductivas y han marchado a los campos. Eso nos permite adquirir una gran seguridad en nuestro futuro, una gran seguridad en nuestros planes, que son ya grandes, que son ya gigantescos.
Baste, por ejemplo, analizar el problema de la fertilización. ¿Cuánto fertilizante aplicará nuestra agricultura este año? Y esto interesa a todos los trabajadores. La caña de azúcar recibirá 496 400 toneladas, el café —voy a decir los números redondos— 98 370 toneladas, los pastos 148 363, las viandas 107 518. En el café hay que añadirle las cantidades de fertilizantes que se le aplicaron después del ciclón y que harán un total de 105 000 toneladas. En granos 56 000 toneladas, en fibras 18 000, en frutales 45 000 toneladas, en cacao 1 900 —para el que le guste el helado de chocolate vaya esa noticia (RISAS)—, en vegetales 36 887, en tabaco 67 499; que hacen un total —yo les di los números redondos— de 1 076 484 toneladas de fertilizante, sin contar unas 10 000 que se emplearán en la fertilización de los bosques, y algunas otras partidas adicionales no consignadas aquí.
¿Cuánto se aplicó en 1965?, 458 878. ¿En 1966?, 746 604. En 1967 no serán menos, entre las cifras aquí consignadas y otras partidas adicionales, de 1 100 000 toneladas de fertilizantes. Esto es por lo menos un 50% más que el pasado año y un ciento por ciento más que en el año 1965, y debe ser aproximadamente diez veces más de lo que se aplicaba antes del triunfo de la Revolución.
Esto es posible por una mayor capacidad de aplicación de estos fertilizantes, un mucho mejor conocimiento en cuanto a calidad y cantidad y, además, al crédito creciente de la Revolución, que nos ha permitido adquirir cantidades cada vez mayores. Y de manera que el próximo año aplicaremos no menos de 1 300 000 y para el año 1970 o para el año 1969, víspera de la zafra de los 10 millones —que va, ¡y que va de verdad! (APLAUSOS.)—, se aplicará un millón y medio de toneladas.
Vean ustedes que ya la caña recibe este año medio millón, cómo el café recibe 100 000 —y en este país no se aplicaba una libra de fertilizante a una mata de café—, cómo los pastos recibirán 150 000, cómo las viandas recibirán más de 100 000, cómo el tabaco recibirá casi 70 000, es decir, 67 500 —y es posible que esta cifra se amplíe—, cómo los principales cultivos de nuestro país van a recibir una cantidad considerable del elemento que resulta indispensable en la producción.
Será nuestro país prácticamente el primero del mundo que comience a llevar a cabo un programa de fertilización de sus bosques. La Revolución ha plantado, desde el triunfo, más de 350 millones de árboles maderables. En total creo —si no me equivoco— son 378 millones. Plantaremos este año 100 millones, y habremos plantado en 1970, 1 000 millones de árboles maderables (APLAUSOS), que se traducirán en cantidades gigantescas de materia prima para la producción de muebles, para la producción de papel, para la producción de fibras. Porque hoy vemos que el papel no nos alcanza —¿cómo nos va a alcanzar?—, la madera no nos alcanza —somos hoy grandes importadores de madera—, nuestros bosques fueron talados y devastados. Siempre se piensa que un árbol tarda muchos años en producir; nosotros reduciremos a la tercera parte el número de años, y en 10 ó 12 años podremos cortar esos árboles gracias a la fertilización, porque si un árbol se fertiliza y se cultiva ocurre como con cualquier otro cultivo, que crece mucho más rápidamente.
De manera que a partir de 1975 nosotros, que somos hoy grandes importadores de madera, seremos grandes exportadores de madera (APLAUSOS) y de pulpa. Convertiremos en pulpa el bagazo de caña. Y mezclado el bagazo de caña con pulpa de papel satisfaremos ampliamente nuestras necesidades y podremos exportar grandes cantidades, podremos producir cuantos muebles sean necesarios; podremos producir fibra, e innumerables productos derivados de los bosques, resultado de estos años de trabajo.
No hay un solo renglón de la agricultura que no esté en pleno auge. Del café, ni hablar. Estas 98 000 son para los cafetales que hay; pero en 1970 estarán en producción entre 300 y 400 millones de matas más de las que están en producción en este momento. Porque, además, dondequiera que haya un pedacito por ahí subutilizado lo vamos a plantar de café. Los patios de las casas los vamos a plantar de café; los centros avícolas —que hay cientos de ellos— los vamos a plantar de café, para que allí mismo las muchachas que trabajan en los centros avícolas rieguen allí el estiércol de ave, que es uno de los mejores abonos para el café.
De manera que habrá café hasta en los parques. Se están produciendo viveros para plantaciones en este momento para más de 300 millones de matas de café; pero se producirán 100 millones más adicionales este año para a comienzos de la primavera del próximo año entregarle a todo ciudadano que quiera 10, ó 20, ó 50 maticas para el patio de su casa, para donde sea, entregárselas (APLAUSOS). A los pequeños agricultores, empezando por San Andrés, les hemos dado 200 matas a cada uno. Todos los pequeños agricultores se autoabastecerán de café. Y este año las plantaciones vienen tremendas; vamos a esperar.
Los campesinos han adquirido conciencia de la importancia del fertilizante y están aplicando hasta la última onza de fertilizante. Para el transporte de estas 100 toneladas de fertilizantes para las montañas se están construyendo caminos; ahora ha habido que transportarlo con mil dificultades. ¡lmagínense lo que es transportar 100 000 toneladas de fertilizantes a las montañas por caminos infernales! Con la ayuda de los equipos de transporte del ejército se está cumpliendo esta tarea; pero hay ya seis brigadas construyendo caminos en las montañas; habrá 18 brigadas construyendo caminos en las montañas para fines de este año.
La construcción de caminos, la construcción de obras de drenaje y embalse y obras de riego, el desmonte de terreno, como les decía, recibirán el aporte este año de 700 grandes máquinas, 700 grandes máquinas. Así que el impulso de este año, el impulso que llevará la agricultura para fines de este año será verdaderamente extraordinario.
Ya este año la zafra marcha bien. Se ha producido para esta fecha más azúcar que en cualquiera de los primeros seis años anteriores, y se producirá, sin lugar a dudas, la zafra más grande de los últimos seis años. Pero esto no es lo importante. Por primera vez en la historia de este país detrás del corte va el cultivo, detrás del corte va la fertilización, y en todas las provincias ya se han ido recibiendo grandes cantidades de fertilizantes para la caña.
De manera que medio millón de toneladas serán aplicadas en la mejor época, a tiempo, y de óptima calidad. Aparte del fertilizante que se aplique ahora con las abonadoras, 65 aviones AN-2 desde el mes de mayo estarán procediendo a fertilizar con urea foliar 70 000 caballerías de tierra.
Esos mismos aviones se emplearán después en otro cultivo, y para la próxima seca esos aviones estarán esperando siempre un aguacero para aprovechar cualquier agua que caiga en período de seca para fertilizar los pastos también con urea foliar en una época en que no tienen necesidad de realizar esa tarea en la caña.
Crece por miles el número de máquinas, crece por decenas de miles el número de hombres y mujeres jóvenes que se incorporan una parte del año a las tareas agrícolas —y digo mal por decenas de miles: crece por cientos de miles—, crecen por cientos de miles las toneladas que se aplicarán a la fertilización; y crecen por millares las máquinas.
Por otra parte, avanza nuestro programa de construcción de fábricas de fertilizantes. De esta forma el desarrollo agrícola impetuoso de nuestro país se puede decir que está asegurado, el esfuerzo no ha sido en balde.
De manera que ya podremos ponernos a pensar en otras ramas de la economía. En estos años, además de la agricultura, se ha dado gran impulso a las fábricas de producción de cemento, a las fábricas productoras de energía eléctrica: se le está dando gran impulso a la industria de producción de fertilizantes. Con cemento, con fertilizantes, con energía eléctrica, con el desarrollo de nuestra industria de producción de maquinarias, parejamente al desarrollo de otras ramas de la industria como son la producción del vidrio, por ejemplo, la industria alimenticia, y las industrias ligeras, hemos ido creando condiciones de manera que nos permitan acercarnos al momento en que pondremos el acento principal ya en otras ramas de la economía. Una de ellas: los subproductos de la caña, el bagazo. Con 10 millones de toneladas de azúcar se producirán 10 millones de toneladas de bagazo. Ese bagazo se utiliza hoy como combustible: se podrá utilizar mañana como pulpa para la producción de papel y otros usos industriales, con un valor incomparablemente mayor al que tiene como simple combustible.
Esto requerirá adaptaciones de nuestra industria azucarera, requerirá la sustitución progresiva en el futuro de los tándemes de molino por un sistema de difusión en el que se extrae el azúcar sin destruir la fibra. Todo esto requerirá mucha metalurgia: todo esto requerirá muchas máquinas: todo esto requerirá, sobre todo, materia prima para la metalurgia. Por eso se acerca ya el momento de poner todo el énfasis en la producción de aceros (APLAUSOS).
Ustedes conocen las dificultades que hemos tenido estos años; ustedes conocen, como me dijeron algunos, que a veces la capacidad de nuestras plantas estaba al 35% o al 40% de sus posibilidades, es decir, la producción al 35% ó 40% de la capacidad. ¿Acaso porque nos faltasen máquinas? No. ¿Acaso porque nos faltasen sembradoras para la caña, chapeadoras para los pastos, carretas, silo cosechadoras y equipos de todas clases? ¡No! Porque nos ha estado faltando la materia prima, nos ha estado faltando el acero.
(UN OBRERO LE DICE: “Fidel, nos hacen falta libros técnicos en español para las fábricas de acero.”)
Pues creo que seguramente los compañeros del Instituto del Libro se van a hacer eco de esa necesidad: libros técnicos en español para los obreros (EXCLAMACIONES y APLAUSOS).
Ahora mismo, se acaban de construir este año 50 centros de acopio. Pues bien: se están haciendo ya todas las gestiones para adquirir con tiempo la materia prima y construir 100 centros de acopio este año (APLAUSOS). Esos centros de acopio se establecerán en la provincia de Camagüey fundamentalmente, que es donde este año han adquirido ya más experiencia. La experiencia de este año nos enseña la importancia de enviar técnicos o estudiantes de tecnología a los centros de acopio, u obreros calificados.
Cien centros de acopio más en Camagüey para el incremento de caña que habrá en esa provincia, significarán el ahorro de 25 000 cortadores de caña. Esa provincia tendrá el año que viene unos 300 ó 400 millones más de arrobas que este año. Habría que movilizar unos 30 000 ó 40 000 cortadores más; bastará con 10 000. Con 200 centros de acopio para 1970 en Camagüey, ya esa provincia no necesitará un número tan grande de cortadores: y no será necesario que se alejen tanto de una provincia hacia otra los trabajadores voluntarios. Con la fuerza de los institutos tecnológicos y de las unidades militares y la ayuda de los 200 centros de acopio, esperamos no tener que movilizar ningún obrero de la capital hacia Camagüey. No quiere decir que no tengamos que movilizarlos en absoluto, puesto que todavía habrá necesidad de un esfuerzo grande, pero no tan distante.
Aspiramos a tener unos 400 centros de acopio para el año 1970: 100 este año, 100 más el otro, y 150 en vísperas de la zafra de los 10 millones.
Deberá crecer la rama metalúrgica de nuestra industria, es decir, todas las empresas que trabajen con metales. Se necesitará la materia prima. Pero somos, sin embargo, uno de los países con mayores reservas de hierro y mayores reservas de níquel. En níquel contamos con reservas inmensas. Hay zonas con grandes cantidades de hierro, de níquel, de cromo, de aluminio, de cobalto. Y en estos años se fueron realizando determinados estudios acerca de las posibilidades de explotación de esas riquezas.
No podíamos plantearnos esas tareas en los primeros años. Era necesario desarrollar, en primer término, la agricultura imprescindible; era el sector de nuestra economía donde más rápidamente podíamos recuperar las inversiones, resolver problemas urgentes a nivel de nuestra preparación técnica. Años de estudio han mediado para arribar a determinadas conclusiones. Estos estudios nos permitirán, pronto, ponernos seriamente a desarrollar la explotación de esos recursos minerales para la producción de níquel, de cobalto, de aluminio, de hierro y de aceros. Los estudios preliminares arrojan la posibilidad técnica y económica de llevar a cabo la explotación de esos recursos.
Y en el futuro, por tanto, sólidamente afianzados en una agricultura próspera, desarrolladas las industrias fundamentales para el establecimiento de esa agricultura, podremos producir aceros. De manera que en un futuro —y no muy lejano, por cierto— estarán construyéndose los primeros altos hornos en nuestro país (APLAUSOS), y estarán laminándose las primeras planchas de acero producidas con hierro cubano (APLAUSOS). Y tendremos todos los elementos para producir aceros de buena calidad, e incluso todos los elementos para la producción de aceros especiales, que se hacen con níquel, con cromo, con cobalto, con manganeso, con aluminio y, por supuesto, con hierro.
Y nuestro país posee en abundancia todos esos elementos. En años futuros seremos una potencia niquelera. Con la producción de Moa —y convertida la producción de Moa en níquel metálico—, con la producción de Nicaro ampliada, y con la explotación de las minas de los Pinares de Mayarí, tendremos una producción de algo más de 70 000 toneladas de níquel por año, y seremos una potencia niquelera (APLAUSOS). Y produciremos todo el acero para nuestras necesidades, y además contaremos con algún excedente.
De manera que todo el ulterior desarrollo de la industria futura, de los años 1970 en adelante —la construcción de fábricas de pulpa, la explotación de nuestras maderas, la modernización de nuestros centrales azucareros, la mecanización total de nuestra agricultura, en fin, el desarrollo industrial más completo— dependerá del desarrollo de la rama metalúrgica de nuestra industria y del desarrollo de nuestra siderurgia.
Produciremos nuestro acero, y no será este un problema de chovinismo; produciremos nuestro acero porque podemos producirlo en condiciones económicas, porque podemos producirlo de magnífica calidad en condiciones económicas. ¡Y nuestros obreros metalúrgicos trabajarán con aceros de producción cubana! (APLAUSOS.)
El desarrollo de estos recursos no chocará con los demás planes. Incluso allí, en los Pinares de Mayarí, donde compiten entre sí el níquel, con los vegetales, con la madera, los estudios realizados arrojan el resultado de que en 30 años de explotación solo se habrá afectado la tercera parte de aquella superficie. Es decir que ninguno de los planes de desarrollo de los Pinares de Mayarí en la producción de maderas y en la producción de vegetales, se verá fundamentalmente afectado por la explotación de los cientos de millones de toneladas de mineral con que allí se cuenta. Entraremos pues, ya, en la era del desarrollo de la industria.
Al principio de la Revolución se hablaba de desarrollo industrial, y ese concepto era un concepto muy limitado. Debió hablarse de desarrollo económico, que implica el desarrollo de la agricultura al igual que el desarrollo de la industria.
El desarrollo de la industria requiere la capacitación del pueblo. En un primero de mayo, cuando desfilaban los distintos sindicatos, nosotros recordamos siempre: sindicato de servicios, enorme; sindicato de la administración, enorme; sindicato metalúrgico, un grupito de trabajadores. En los años venideros disminuirán los administrativos y crecerán los metalúrgicos (APLAUSOS). Esto requiere el incremento del esfuerzo educacional en la formación de obreros de distintos niveles, el desarrollo del personal técnico.
Un esfuerzo grande se ha hecho en la formación de maestros, en la formación de técnicos agrícolas, y ahora se impone ya poner especial acento en la formación de técnicos calificados para la industria metalúrgica.
Los compañeros del Ministerio de Educación tienen una idea en realidad brillante: duplicar la capacidad de nuestros institutos tecnológicos. ¿Cómo? Estableciendo un sistema de seis meses en la producción y seis meses en la escuela, construcción de albergue cerca de las fábricas y utilización de las escuelas con doble capacidad (APLAUSOS). Si hoy tienen una capacidad de 1 000, 1 000 seis meses y 1 000 otros seis meses; es decir, en la producción seis meses. Parte de esa producción será en las fábricas, parte en la agricultura todavía. Pero de acuerdo con algunos ensayos se ha demostrado la eficiencia de ese método, lo que aprende un alumno en una fábrica, cómo se familiariza con todos los problemas de la producción. Y entendemos que verdaderamente es una medida revolucionaria.
De la misma manera que por decenas de miles se están formando técnicos agropecuarios, por decenas de miles deberán formarse los técnicos industriales. Y el número de estudiantes de tecnología, de nivel superior y nivel medio, deberá duplicarse, triplicarse, cuadruplicarse, tanto como sea necesario. Porque en el futuro, en la misma medida en que se mecaniza la agricultura y se tecnifica, tendrá que desarrollarse para ello la industria, y en la misma medida en que se necesitará menos fuerza de trabajo en la agricultura con el empleo de las máquinas, se necesitará más fuerza de trabajo en la industria para la construcción de todas esas máquinas, para el desarrollo industrial del país.
Ustedes que han construido los centros de acopio en esta unidad, que han construido cuantas máquinas se les han señalado, nosotros no tenemos dudas de que cuando tengan acero construirán aquí fábricas, fábricas (APLAUSOS).
Para construir fábricas lo que se necesita son obreros calificados y materia prima. Ambas cosas las tendremos: obreros calificados y materia prima. Y no tenemos la menor duda de que algún día, de aquí mismo, de donde salieron gran parte de esas gradas, donde se construyeron los primeros cincuenta y tantos centros de acopio, donde se construirán los futuros centros de acopio, algún día, de aquí, de esta misma unidad, saldrán fábricas enteras; algún día los obreros de este centro y los obreros de la rama metalúrgica se reunirán para festejar su primera fábrica (APLAUSOS).
Y el día en que ya nuestro país, con sus obreros calificados, con su materia prima, con la preparación general del pueblo con sus cientos de miles de técnicos para todas las ramas del conocimiento necesarias al progreso de nuestro pueblo, pueda construir fábricas, fábricas además de calidad, nada podrá impedir que nuestra patria alcance los mayores éxitos en todos los campos. Y ese será el día, ese será el día en que, como resultado de estos años, podremos decir que nuestro país ha alcanzado la ambicionada meta de ser un país desarrollado. Eramos un país terriblemente subdesarrollado, de una economía hipertrofiada por completo. Y marchamos hacia la realidad de un país que será un país desarrollado.
Estos años se ha estado creando la base para eso. Aún nos quedan por eliminar muchos defectos, muchos vicios, muchos métodos malos; aún tendremos que desarrollar mejores métodos, más revolucionarios, más dinámicos, más ejecutivos. ¡No hay dudas de que lo lograremos! En nuestro pueblo, en nuestros trabajadores, en nuestros estudiantes, en nuestros jóvenes hay cada vez más conciencia, eso es visible: no hemos alcanzado los niveles más altos de conciencia revolucionaria todavía, pero avanzamos notablemente: avanzamos en la conciencia revolucionaria y, como consecuencia de ello, avanzamos también en nuestras organizaciones revolucionarias, avanzamos en nuestro Partido.
Nuestro Partido tiene hoy dos tareas fundamentales: la tarea del desarrollo agrícola del país y la tarea de la lucha contra el burocratismo, son dos tareas fundamentales. La juventud tiene la tarea de movilizar a los jóvenes y desarrollar su conciencia; estos contingentes de miles de jóvenes incorporados a la agricultura es un hecho altamente revolucionario y altamente alentador. Nuestras organizaciones de masas, nuestros sindicatos, nuestras organizaciones femeninas, nuestros Comités de Defensa de la Revolución, la tarea de impulsar la Revolución y de formar las conciencias.
Es muy alentador, es motivo de honda satisfacción que aquí, entre los obreros metalúrgicos que acaban de lograr un extraordinario éxito, que acaban de hacer un importante aporte a nuestra agricultura, a nuestra economía, podamos plantearnos estos problemas, no olvidándonos jamás de que los trabajadores constituyen la clase más revolucionaria, y que deben constituir, por tanto, la vanguardia revolucionaria del pueblo en estos años (APLAUSOS). El cumplimiento de esta meta, la construcción de 800 gradas en 23 días, demuestra que nuestros obreros son capaces de realizar un trabajo de vanguardia, que nuestros obreros son capaces de situarse a la vanguardia.
Ejemplos numerosos hubo en estos días de heroísmo en el trabajo. Constituía un problema señalar algunos ejemplos, porque no han sido contados los casos: han sido decenas, cientos de obreros los que han hecho esfuerzos extraordinarios. Los compañeros tenían preocupación, yo les pedí que me dieran algunos nombres como ejemplo: ellos me decían que eran muchos. De todas maneras yo insistí: algunos nombres que se escojan. Y así, voy a leer algunos casos de compañeros destacados en la producción de las gradas de la fábrica Cubana de Acero.
“Angel Leonard (APLAUSOS) —y aquí le han puesto tecnólogo, tecnólogo está bien dicho; yo cuando hablaba era de ‘tecnócrata’; no confundir tecnócratas con tecnólogos—, tecnólogo de fundición. En este departamento se moldearon todas las piezas de fundición que llevan las gradas, entre ellas, distanciadores, bujes, tacones, tapas de chumaceras, etcétera. Este compañero trabajó, como mínimo, 16 horas diarias, y en cuatro oportunidades laboró las 24 horas del día, no solo en su trabajo específico de tecnólogo de la fundición sino como trabajador directo en la producción, acumulando más de 200 horas de trabajo voluntario (APLAUSOS). Este compañero no cobró horas extras (APLAUSOS).
“Manuel Piloto, responsable del taller de maquinados. En este departamento se maquinaron ejes, tuercas, barras de tiro y barras de regulación, etcétera. Este compañero trabajó como mínimo, 16 horas diarias y en tres oportunidades laboró las 24 horas diarias a pesar de que, trabajando directamente en la producción, le cayó una limalla en un ojo, a pesar de lo cual continuó su labor. Este compañero no cobró horas extras (APLAUSOS).
“Lucas Abreu, mecánico de taller. Aunque este compañero es mecánico de taller, fue situado en el departamento que tuvo a su cargo el reforzamiento de los bastidores de las gradas. Este compañero, al igual que los anteriores, trabajó, como mínimo, 16 horas diarias, además de que se incorporó al trabajo cuatro días antes de vencerse sus vacaciones. Este compañero tampoco cobró horas extras (APLAUSOS).
“Edelmiro Pedroso, operador de cizalla. En este departamento se cortaron todos los materiales que se utilizaron en la confección de las gradas. Este compañero cuenta con 57 años de edad, a pesar de lo cual ha trabajado 16 horas diarias, como mínimo, y en una ocasión laboró 32 horas consecutivas (APLAUSOS). Este compañero no cobró horas extras.
“Pedro Pomier, soldador. En este departamento se soldaron todos los bastidores de las gradas de 17 000 libras y también las de 10 000 libras, las barras de tiro, etcétera. Este compañero, a pesar de estar enfermo, ha trabajado, como mínimo, 16 horas diarias, trabajando en cinco oportunidades las 24 horas del día, acumulando más de 200 horas de trabajo voluntario (APLAUSOS). Este compañero tampoco cobró horas extras (APLAUSOS).
“Gelacia Gómez, termista y soldadora. En este departamento se soldaron todos los bastidores de las gradas de 17 000 y 10 000 libras, las barras de tiro, etcétera. Esta compañera trabajó, como mínimo, 14 horas diarias, trabajando en dos oportunidades las 24 horas diarias, acumulando un promedio de más de 150 horas de trabajo voluntario (APLAUSOS). Esta compañera no cobró horas extras (APLAUSOS).
“El resultado del trabajo de los compañeros que han sido descritos no puede medirse solamente a través de los datos y cifras expuestos sino, además, a través del espíritu que han sabido infiltrarles con su ejemplo diario al resto de los trabajadores de esta fábrica, lo que se ha traducido en un aumento del espíritu emulativo entre las distintas brigadas, rompiendo todas las normas establecidas.
“Es justo señalar el esfuerzo realizado por los dirigentes políticos de esta fábrica, compañeros Santiago Ganda, Rolando Gallo y Andrés Díaz (APLAUSOS), que además de trabajar en sus puestos específicos de trabajo se volcaron en tareas directas de la producción en todos los talleres y departamentos que hacía falta un impulso extra, ayudando además a resolver los innumerables problemas prácticos que una tarea de esta magnitud ocasionaba, viviendo prácticamente en la fábrica durante todo este período, acumulando, por tanto, más de 350 horas de trabajo voluntario cada uno (APLAUSOS).
“Luis Azcárate, ingeniero de la Empresa Consolidada de Construcción de Maquinaria. Trabajó todo el tiempo en Cubana de Acero, contribuyendo a resolver innumerables dificultades.
“Mario Cuesta, tecnólogo de la Empresa Consolidada de Equipos Agrícolas. Destacado en el trabajo: permaneció durante estos 23 días una gran parte del tiempo en la fábrica.
“César Abreu y Pedro Guzmán, ingenieros mecánicos del Ministerio de Industrias. Durante los 23 días participaron directamente en la organización de la producción en los tres talleres, sin salir prácticamente de la fábrica.
”Luis Martín, obrero de Ciudad Libertad, perteneciente a la metalúrgica. Trabajó 36 horas seguidas en la mandilería, para resolver los enganches de las gradas.
“José Sardiñas, responsable de producción del Taller de Construcción de Equipos, Dolores y Carretera Central (APLAUSOS). Estuvo en varias oportunidades 72 horas sin salir de la fábrica (APLAUSOS).
“Luis Delgado Sardiñas, tornero. Trabajó en varias ocasiones 36 horas seguidas (APLAUSOS). Se destacó en el trabajo de la chumacera.
“José Luis Fajardo, tornero. Trabajó 42 horas seguidas en la chumacera.
“Raúl Aye, Teodoro Marín y Adalberto Sánchez, torneros. Trabajaron 45 horas seguidas en el torno (APLAUSOS).
“José A. Riera, responsable de producción del taller de prototipo (APLAUSOS). Durante todos estos días permaneció en su trabajo y su esfuerzo, conjuntamente con el resto de los trabajadores de ese pequeño taller, permitió resolver serias dificultades en la producción, sobre todo en el maquinado de los ejes de las gradas de 10 000 libras.
“Luis Sosa, responsable de producción de Joven Guardia de Guanabacoa. Destacado en la solución de innumerables dificultades durante todo el proceso de las gradas.
“En la planta mecánica se hicieron 8 900 piezas con 4 127 horas voluntarias” (APLAUSOS).
Quienes no entiendan lo que es la Revolución, quienes no entiendan lo que es el socialismo, debieran de preguntarse cómo es posible, podrían preguntarse cómo sería posible, bajo cualquier otro sistema, que los obreros hicieran semejante cosa; cómo al desaparecer la contradicción que existía entre la propiedad privada de los medios de producción y los intereses de la clase obrera, cómo la propiedad común nacional de toda la sociedad de los medios de producción es capaz de crear en los obreros semejante conciencia. ¿Quién vio jamás a un obrero hacer semejante cosa? ¿Quién vio a obreros trabajar horas tan interminables de manera absolutamente espontánea o voluntaria?
El resaltar aquí los que trabajaron horas extras y no cobraron nada no persigue el objetivo de preconizar que todos hagan lo mismo, persigue solo el objetivo de expresar de lo que son capaces los hombres, de lo que son capaces los trabajadores; persigue el objetivo de demostrar cómo se crea una conciencia nueva. No han cobrado las horas extras, pero la sociedad recibirá sus frutos; no han cobrado ellos sus horas extras, pero sus frutos los recibirá la patria, sus frutos los recibirá su pueblo, sus frutos los recibirán los hermanos trabajadores de todo el país; los frutos los recibirán sus hijos, sus familiares, sus padres (APLAUSOS PROLONGADOS). .
Cuando nuestro pueblo, en no más de 10 años, pueda ofrecerles una pensión a todas las personas ancianas sencillamente por ser ancianas y por no estar en condiciones de ganarse la vida; cuando dentro de 10 años todas las personas ancianas de este país puedan recibir una pensión; cuando dentro de 10 años todos los jóvenes, todos los niños, puedan recibir de la sociedad su alimentación, sus ropas, sus zapatos, absolutamente todo lo que necesiten; cuando ya no pese sobre ninguno de nuestros trabajadores el pago del alquiler, ni tengan que gastar un solo centavo en asistir a sus ancianos padres, o tías, o familiares cualesquiera allegados; cuando ese sueño que no está lejano se logre —y se logrará con este esfuerzo gigantesco, con los cientos de miles de hombres capacitados que entrarán en la producción, con el desarrollo de la técnica y con la aplicación de la técnica y de las máquinas a la producción de alimentos, a la producción de bienes materiales—, cuando esas bellas aspiraciones sean una realidad, y se pregunte: “¿Gracias a quién se ha logrado eso, quién pagó eso, quién hizo posible eso?”, habrá que responder: ¡Esos obreros que trabajaron decenas, cientos de horas extras voluntariamente, esos obreros que trabajaron 30 y 40 horas seguidas! (APLAUSOS.)
Esas horas que no cobraron hoy las cobrarán mañana; esas horas que ellos no quisieron recibir para sí, las recibirán ellos mañana. Y con ellos la patria, con ellos todo el pueblo, con ellos toda la sociedad redimida de la explotación, redimida de la pobreza, redimida del subdesarrollo, capaz como pueblo de crear todo lo que necesite para satisfacer sus necesidades culturales, sus necesidades materiales. Y no solo eso, sino ser capaces de ayudar con algo más que con el ejemplo a los demás pueblos, cuya liberación inexorablemente veremos en los años venideros (APLAUSOS).
¡Muchas felicidades, compañeros metalúrgicos!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)