Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la clausura del I Congreso de los pioneros, efectuada en el Palacio de las Convenciones, el 1ro de noviembre de 1991
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Queridos pioneros y felices invitados:
No quiero que después de tantas cosas emocionantes que hemos vivido, pueda ocurrir el hecho de que yo los aburra hablando demasiado en esta tribuna (Exclamaciones de: "¡No!").
Recordaba aquella tarde de la Asamblea Pioneril, en que surgió la idea de organizar en la próxima ocasión un congreso de pioneros —creo que eso fue por el año 1986, hace cinco años—; era la única organización que no tenía congreso, y nos preguntamos por qué no. Hoy realmente nos felicitamos por aquella idea, y de haber tenido la posibilidad y el privilegio de ver desarrollarse este congreso de los pioneros, que viene llevándose a cabo hace meses desde que se eligieron los primeros delegados.
La compañera Leydis, cuando yo preguntaba, me decía: "Este es el primer congreso de pioneros del mundo." Pienso que demuestra la confianza de la Revolución en las masas, en el pueblo, y la ilimitada confianza de la Revolución en los jóvenes, en los adolescentes y en los niños.
Se hace difícil llamarlos a ustedes niños, porque ustedes han demostrado aquí que rebasan el concepto de niños.
Es cierto que posiblemente no ha hablado aquí ningún pionerito del primer grado, pero estoy seguro de que pudo haberlo hecho.
Sé que, desde luego, es una selección de los alumnos más destacados de los tres niveles que tienen ustedes, y no resulta fácil organizar un congreso de tres niveles; sin embargo, se ha podido hacer, y han representado realmente a los niños, a los adolescentes y, en parte, pudiéramos decir, a la juventud de nuestro país.
No hay que sentirse menos que cualquier otra organización, porque los de otra organización estén en niveles de escolaridad más altos. Pienso que este es posiblemente uno de los más importantes de todos, y aquí, en este nivel de los de menos años, se han dicho cosas muy serias y muy profundas.
Ni nosotros ni nadie ha podido participar en todas las comisiones de trabajo; tampoco podía organizarse el congreso sin las comisiones de trabajo, y sabemos que ya en ellas se adelanta muchísimo, porque se discuten muchos criterios, muchas ideas y se arriba a conclusiones.
Acabamos de tener el congreso del Partido, y el congreso del Partido se desarrolló durante más de un año; desde que se hizo el llamamiento y empezaron las asambleas a discutir problemas en cada uno de los centros de trabajo o en los núcleos, en las asambleas provinciales, en la reunión de delegados por provincias, en las reuniones del Comité Organizador, en cada una de ellas se avanzaba, se avanzaba, hasta que al final ya se tenían una serie de criterios elaborados de la forma más democrática con que se pueden elaborar los criterios, que es discutiéndolos mucho y discutiéndolos con toda la libertad y toda la amplitud necesarias. Y así ha ocurrido también con el congreso de los pioneros.
No tenemos la suerte de ver con frecuencia la televisión, por la cuestión de los horarios y los programas de trabajo que tenemos todos; pero había una pionerita que, por casualidad, escuché unos minutos en un programa de televisión —que creo que lo habían organizado los mismos pioneros—- y decía: "El congreso de los pioneros va a ser tan bueno o mejor que el congreso del Partido" (Aplausos).
Diría que no es posible hacer comparaciones, por tratarse de dos eventos tan diferentes —y no hay duda de que el congreso de nuestro Partido fue un gran congreso, estoy convencido de que fue el mejor que hemos tenido, no por los tres o cuatro días en que allí se discutió, sino por todo el largo período en que se analizaron y se discutieron los problemas, por las conclusiones a las que allí se llegaron, por la forma en que se discutió, por la seriedad, por la profundidad—; pero sí podemos decir que el congreso de los pioneros, aunque sea el primero y aunque hubiésemos tenido otros congresos antes, ha sido el mejor congreso de pioneros que podía realizarse (Aplausos).
Tómese en cuenta, sobre todo, que es el primero, y estoy seguro de que los visitantes y todos los que han tenido el privilegio de participar hoy con ustedes están impactados. Algunos dijeron algo que es muy cierto: Solo en el socialismo podía tener lugar un congreso de pioneros; solo en el socialismo los niños y los adolescentes tienen las oportunidades que tienen nuestros niños y adolescentes. Ni soñarlo siquiera en cualquier otro país en que hay todo tipo de escuelas diferentes, desde escuelas de millonarios hasta escuelas de pordioseros —y, desde luego, casi todos los pordioseros sin escuelas, y casi todos los hijos de los trabajadores y campesinos más humildes sin escuelas— y donde el 50% no llega al sexto grado.
No tendremos escuelas de millonarios, pero tenemos muchas escuelas que ya desearían tener los hijos de los millonarios en otros países: nuestras escuelas especiales para alumnos con determinadas limitaciones (Aplausos), aunque, por desgracia, no está terminado todavía el programa a partir de las dificultades económicas que hemos tenido en los últimos años; nuestras escuelas vocacionales de ciencias exactas, nuestras escuelas tecnológicas de las más diversas especialidades, nuestras escuelas deportivas, nuestras escuelas culturales, nuestras escuelas secundarias urbanas y en el campo, nuestros preuniversitarios en el campo y en la ciudad, nuestras decenas de facultades universitarias; nuestros Joven Club, que están ya, prácticamente, en todos los municipios del país, donde aprenden computación los niños de la primaria y los graduados universitarios que no pudieron hacerlo cuando estaban en la universidad.
Nuestras escuelas de estudio y trabajo son únicas en el mundo, no las tiene ningún otro país. Si algunos se preguntan o se admiran de que nuestros jóvenes y nuestros estudiantes son únicos en el mundo, parte de la explicación viene, precisamente, del hecho de que tenemos instituciones únicas en el mundo como algunas de las que he mencionado, porque la Revolución combinó el estudio y el trabajo desde los primeros años y no se sabe lo que tenemos que agradecerle a eso.
Estoy seguro de que muchos de los discursos que se han pronunciado aquí por ustedes, los más jóvenes, donde está representada esa masa de mucho más de medio millón de estudiantes de las escuelas secundarias básicas —el Ministro tal vez sepa cuántos son—, que ya conoce la escuela al campo, o la escuela en el campo, o conoce otras muchas actividades, se deben a eso.
Los representantes de nuestros niños no habrían podido decir muchas cosas, si no se hubiera extendido también el concepto del trabajo a la enseñanza primaria, dondequiera que ha sido posible. Eso es lo que permite que nadie se asuste cuando lo llamen para cualquier tarea, para cualquier trabajo, lo mismo sea como exploradores, que en los días de la Defensa, que para limpiar la escuela, sobre lo que ustedes han protestado hoy cuando esto aparece asociado, precisamente, al Día de la Defensa, ya que indiscutiblemente limpiar escuelas no tiene mucho que ver con la defensa, aunque sí pueda tener que ver con la decencia, porque la escuela limpia es una escuela decente.
Creo que en nuestra juventud, en nuestros adolescentes y en nuestros pioneros, se expresa la obra de la Revolución y, en primer lugar, ese milagro social de que todos los niños tengan escuela, de que todos los niños estén matriculados. Siempre en las cifras estadísticas aparece un 99,8 ó 99,9, eso explica que tengamos un índice de promoción tan alto y, sobre todo, que tengamos un índice de escolaridad tan alto, que un número tan elevado de alumnos se gradúe todos los años en los diversos niveles.
Aun en estos tiempos tan difíciles, en que tantas escuelas se han cerrado en el mundo, en nuestro país no se ha cerrado una sola escuela, en nuestro país no se ha quedado sin empleo un solo maestro, un solo profesor (APLAUSOS); en nuestro país, por el contrario, hay cada año más maestros y más profesores, hay cada año más escuelas, hay cada año más instituciones educacionales de un tipo o de otro, porque el Joven Club, por ejemplo, lo considero una excelente institución educacional. No hablo ya de las actividades deportivas que se incrementan por año, o de las actividades recreativas.
Debemos mencionar también el interés que ustedes han mostrado y la forma en que se han expresado los representantes de las escuelas de arte, los representantes del sector de la cultura, y cómo uno reclama que le den deportes, otro reclama que le den más actividades culturales, o expresan que no tienen suficientes instructores de arte. Eso refleja en los pioneros toda la obra de la Revolución; pero donde más se refleja es en los sentimientos de ustedes, en el espíritu patriótico y revolucionario de ustedes (Aplausos).
¿En qué lugar del mundo y entre qué niños y adolescentes del mundo se habría podido escuchar lo que se ha escuchado aquí hoy? Yo me lo preguntaba, me lo preguntaba seriamente, y no solo después que algunos de estos llamados países socialistas desaparecieron, porque en esos países llamados socialistas no había una juventud como la juventud cubana (Aplausos), no había un espíritu como este espíritu de nuestros pioneros (Aplausos).
Vimos muchos pioneros, magníficos niños y saludables niños en muchos lugares, en países socialistas; nobles y buenos niños como los hay en todas partes, incluso hasta en las sociedades capitalistas, independientemente de aquel porcentaje, a veces elevadísimo, que tiene que ganarse la vida limpiando parabrisas por las calles, o echando candela por la boca para organizar un espectáculo, o pidiendo limosnas, o buscándose el alimento en los basureros. Es decir, siempre esa nobleza innata en los jóvenes, en los adolescentes y en los niños se encuentra en todas partes, y también nosotros la encontrábamos en antiguos países socialistas; pero yo puedo asegurarles que hay algo más importante, eso que se lleva dentro, mucho más importante que la ropa que se viste, mucho más importante que los colores y la belleza de lo que se lleva por fuera, ¡mucho más importante! (Aplausos) Ustedes, por cierto, traen aquí color y belleza por fuera (Aplausos), pero mucho más importantes y lo que los hace diferentes son el color y la belleza que se llevan por dentro, las ideas que se llevan por dentro, los sentimientos que se llevan por dentro, que son los que ustedes han expresado en el día de hoy mediante la palabra de decenas y decenas de delegados, que era una décima parte de los que querían hablar en la Plenaria de hoy (Aplausos).
Cuántas maravillas nos habremos perdido, cuántas cosas bellas, cuántas ideas interesantes. ¡Si cada uno de los cientos de ustedes que quisieron hablar, hubiera podido hacerlo!; pero hay una cosa que a lo mejor ni siquiera meditamos: el hecho de que hablar ya es extraordinario. En el mundo los niños no hablan ni tienen donde hablar, como no sea en su casa o en el parque (Aplausos). En una asamblea no hablan, ¿dónde hay asambleas de niños y adolescentes? En un congreso no hablan, ¿dónde hay congresos de pioneros? En el nuestro hablan, y no solo hablan con toda la libertad que se pudiera concebir —y yo quisiera ver qué dicen de eso los que hablan de democracia entre unas enormes comillas; aquí no solo se habla con toda la libertad que pueda concebirse, repito—, sino que todos hablan (Aplausos).
Los que creemos en el ser humano, los que creemos en la sociedad humana y sus capacidades de perfeccionamiento, los que creemos en la virtud y en la bondad del ser humano, los que no nos dejamos envenenar el alma por las excepciones, o por los malos ejemplos, o por las cosas mezquinas; los que no confundimos el oro con el lodo, tenemos que sentirnos alentados realmente de tanto oro —y tomo las palabras de Dotres que habló de oro hace unos minutos, cuando dijo que teníamos una juventud de oro y unos pioneros de oro (Aplausos)—, nos sentimos alentados porque es la obra de la Revolución, y nos sentimos alentados porque vemos los sentimientos de un pueblo revolucionario (Aplausos). Nos sentimos alentados porque vemos a un pueblo capaz de estar a la altura del extraordinario momento histórico que estamos viviendo (Aplausos), y lo hemos visto no solo a través de nuestro congreso, lo hemos visto a través de ustedes y eso nos da fuerza, nos da estímulo, nos da confianza, nos da seguridad en el porvenir.
Con mi colega escolar de aquellos tiempos discutía cuál momento habría preferido vivir, y él no tuvo duda —corno no tengo duda yo— de que este momento es el más glorioso de toda la historia de nuestra patria, ¡este momento! (Aplausos.)
De este momento que les ha tocado vivir a ustedes, este momento difícil, de dificultades actuales, de dificultades que con seguridad serán mayores, que resultarán inevitablemente mayores, antes que empecemos a remontar de nuevo el difícil camino de las dificultades actuales y futuras, se ha hablado aquí; y dolía, sí, dolía mucho, como cuando la compañerita explicaba su discusión con una abuela en una cola y polemizaba con ella porque algo faltaba, algo no había llegado.
Imagínense una niña de octavo o noveno grado discutiendo los problemas en la cola, casi casi como si la Revolución fuera culpable de que faltara el pollo (Aplausos), casi casi como si la Revolución fuera culpable de tener el pollo guardado en un congelador y no lo quisiera repartir. Casi casi como si el más poderoso imperio de la Tierra no nos acosara y nos bloqueara cada vez con más fuerza y más odio; casi casi como si el mundo socialista, en que se basaban los pilares de nuestro desarrollo económico y social no se hubiese derrumbado en cuestión de meses; casi casi como si fuéramos un país superdesarrollado; casi casi como si tuviéramos mares de petróleo; casi casi como si el subdesarrollo no existiera; casi casi como si la explotación del mundo no existiera; casi casi como si no tuviéramos hoy el dominio prácticamente unipolar de la potencia más poderosa, más egoísta y más explotadora de la historia; casi casi como si el mundo no fuera saqueado todos los días; casi casi como si la historia no existiera.
La niña tiene que discutir con la señora que no entiende. Y no critico a la señora, digo, simplemente, que la señora no entiende y no puede entender, por mucho que a veces se explique y se repita y se vuelva a repetir. Casi casi diríamos finalmente, como si la Revolución no hiciera todo lo que humanamente puede hacerse, y aún más que lo que humanamente puede hacerse para que no le falte a nadie nada; y si, desgraciadamente, nos faltan cosas —y nos faltan muchas cosas—, es porque la Revolución pudo hacer antes todo lo que humanamente era posible imaginar para que todo el mundo tuviera algo (Aplausos).
A cualquier hora del día, todos los días, todas las semanas y todos los meses, y no solo el pollo que se retardó, sino el medicamento que salvó la vida o que alivió el dolor, o el litro de leche para cada niño, o el libro que educa, o el empleo que impide que alguien sea pordiosero, o que un anciano esté abandonado, o una joven tenga que prostituirse para vivir (Aplausos); por toda la justicia que la Revolución trajo al país, por todo lo que la Revolución ha hecho por el país se explica que en tiempos difíciles, quienes se acostumbraron, al fin y al cabo y mientras fue posible, a tener el máximo de cosas, no comprendan cuando empiecen a faltarnos.
Lo que la niña decía tiene mucha importancia porque ella hablaba de política, hablaba de la batalla ideológica —y más de uno aquí, unos cuántos hablaron de lucha ideológica—, y lucha ideológica es esa, cuando alguien no tiene los datos, la información necesaria. Hemos procurado que el pueblo tenga el máximo de información, y en el congreso del Partido se ha dado una cantidad de información que no se ha dado nunca en ningún país acerca de las dificultades que hemos tenido que atravesar, estamos atravesando y tendremos que atravesar a partir del derrumbe socialista; la cantidad de información que se le ha dado al pueblo es imposible que sea mayor, hasta en números exactos, con números decimales y todo.
Hay que discutir, y discutir con argumentos y discutir con razones, pero cuando no hay argumentos porque no se conozcan, o no haya información porque no se conozca, hay que discutir, y decir: Usted creerá esto, ¡pero yo creo en la Revolución! (Aplausos.) A usted podrá faltarle la confianza, ¡pero yo tengo confianza en la Revolución! (Aplausos) A usted podrá faltarle la fe, ¡pero yo tengo fe! (Aplausos) A usted podrá faltarle el valor, ¡pero yo tengo valor! (Aplausos) Usted podrá pensar que nuestro pueblo no sirve para nada, ¡pero yo pienso que nuestro pueblo es hoy uno de los mejores pueblos del mundo! (Aplausos prolongados y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!")
Usted podrá pensar que la Revolución no será capaz de resolver los problemas, ¡pero la Revolución no solo ha resuelto infinidad de problemas, sino que la Revolución Cubana escribe hoy una de las más gloriosas páginas de la historia del mundo! (Aplausos); porque cuando tantos se plegaron, cuando tantos se rindieron, cuando tantos se vendieron, cuando tantos se acobardaron, nosotros ni nos plegamos, ni nos rendimos, ni nos vendemos, ni nos acobardamos (Aplausos), porque en nuestras venas no hay sangre de cobardes (Aplausos), porque en nuestras venas no hay sangre de traidores (Aplausos), porque en nuestras venas no hay sangre de blandengues (Aplausos), porque en nuestras venas no hay sangre de vendepatrias ni de vende ideas (Aplausos), porque en nuestras venas no hay sangre de hombres y mujeres que deserten de su causa, y menos cuando su causa es la más justa y la más hermosa que haya podido existir jamás (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!", y "¡Pa’lo que sea, Fidel, pa’lo que sea!").
Martí decía que los hombres que no tenían fe en su patria eran hombres de siete meses. Pero resulta que la Revolución es una gran partera, resulta que la Revolución es una gran medicina en el orden moral, en el orden espiritual, y podríamos decir que el número de sietemesinos, con la Revolución, ha disminuido considerablemente en este país (Aplausos y exclamaciones de: "¡Cuba será un eterno Baraguá!"). Por eso que dicen ustedes de que Cuba es y será un eterno Baraguá, porque por nuestras venas corre sangre de los Céspedes, de los Agramonte, de los Máximo Gómez, de los Maceo, de los Martí y de los de cientos de miles que como ellos dieron su vida por la patria (Aplausos), y porque por nuestras venas no corre solo esa sangre pura y heroica, por nuestras venas corre la sangre generosa, la sangre también inmensamente pura de la clase obrera, del movimiento revolucionario internacional (Aplausos); porque nuestros genes patrióticos se mezclaron con genes internacionalistas (Aplausos), porque las ideas de Martí y de su pléyade de compañeros de lucha se juntaron con las ideas de Marx, de Engels y de Lenin (Aplausos), porque a nuestra sangre patriótica se juntó toda nuestra sed de justicia y de libertad (Aplausos), porque a nuestra sangre patriótica se juntó nuestra sangre socialista y comunista (Aplausos). Nadie tuvo nunca argumentos más fuertes, ideas morales y éticas más poderosas, una causa más justa que defender, un honor y una dignidad más grande que guardar, una bandera más independiente y más gloriosa que defender (Aplausos). Trabajamos por algo y para algo: para salvar la patria, para salvar la Revolución y para salvar el socialismo (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!") Y trabajamos para ello con el mismo espíritu de los hombres y mujeres del 68 y del 95 del siglo pasado, con el mismo espíritu de los hombres y mujeres del Moncada y de todos los hechos gloriosos de la historia de nuestro pueblo en este siglo (Aplausos).
Trabajamos con el espíritu del 68 y eso lo dice todo, porque en el 68 no había ni petróleo, ni electricidad, ni trenes nacionales, ni ómnibus; en el 68 no había ni pollo congelado (Risas); en el 68 no había muchas veces ni zapatos, ni ropa, ¡ni armas!, luchaban con las armas que le arrebataban al enemigo, o con el machete. Así se escribió nuestra historia. No había ni médicos ni medicamentos, ¡nada!, y nuestro pueblo luchó 10 años entre el 68 y el 78, y cuando algunos, cansados, dijeron: "Ya no es posible", Maceo dijo: "¡Sí, sí es posible seguir luchando, nosotros estamos dispuestos a seguir luchando!" (Aplausos) Y cuando alguno decía que nunca más volvería a iniciarse la guerra necesaria, Martí dijo: "¡Sí!, volverá la guerra necesaria" (Aplausos). Y cuando los yankis intervinieron en este país e impusieron una Enmienda Platt y una neocolonia, nuestro pueblo dijo: "¡No seremos eternamente una neocolonia! ¡No seremos eternamente dominados!", y llegó un día el Primero de Enero de 1959 (Aplausos y exclamaciones de: "¡Somos felices aquí!").
Como decíamos el día de la clausura del congreso del Partido, las ideas de Martí no murieron ni fueron derrotadas cuando Martí cayó en Dos Ríos aquel 19 de mayo de 1895; ni las ideas de Maceo murieron o fueron vencidas cuando cayó en Punta Brava aquel 7 de diciembre de 1896. Las ideas no mueren ni son derrotadas, ni siquiera cuando mueren aquellos que defienden las ideas, si son justas como lo son nuestras ideas.
Nuestras ideas no murieron el 26 de julio de 1953 cuando decenas de compañeros cayeron en los combates o fueron asesinados después de los combates. Aquellos que exterminaron la vida de numerosos compañeros después de torturarlos atrozmente, creyeron con seguridad que habían aplastado las ideas de la Revolución, y no sabían que ese día estaban multiplicando más que nunca y fortaleciendo más que nunca las ideas de la Revolución (Aplausos).
Es bueno recordar esto en tiempos como los que vivimos, recordar nuestra historia y la historia de nuestro pueblo, lo que era nuestro pueblo ayer y lo que es nuestro pueblo hoy; porque cuando se iniciaron las luchas por la independencia, en 1868, ni siquiera teníamos una nación, empezábamos a ser una nación; ni siquiera teníamos una unidad, empezábamos a tener una unidad. En aquella primera guerra, la mitad del país no pudo participar en ella, desde los límites de Villa Clara con Matanzas hasta occidente, donde había 300 000 esclavos produciendo azúcar y café, realizando los trabajos más duros.
Nuestro pueblo vivió tiempos muy difíciles, ¡muy difíciles!, pero los supo vencer todos; y nuestro pueblo nunca tuvo lo que tiene hoy, la fuerza de hoy, la unidad de hoy, la experiencia de hoy, las ideas de hoy, y digamos más todavía: el coraje de hoy, la convicción de hoy, el heroísmo de hoy (Aplausos). Por eso también señalábamos en el congreso, para aquellos que quieren desalentar, para aquellos que quieren desmoralizar con las necesidades, a los que hay que responderles: No nos asustan los problemas, no nos asustan las necesidades de ahora, ni aun mucho mayores; no nos vengan con el cuento de que nuestra lucha no tiene perspectiva, porque estamos frente al coloso del Norte, que ya llevamos más de 30 años frente a ese coloso y nos conoce bien (Aplausos y exclamaciones de: "¡Cuba sí, yankis no!"). Un coloso goloso, pero que no ha podido tragarnos porque somos como una bola de espinas inmensa, intragable, indigerible (Aplausos).
Si alguien pudo escribir aquello de que el tiburón se tragó la sardina, y hasta un libro con este título apareció en los primeros años de la Revolución de un autor que en aquellos tiempos mantenía ciertas ideas decorosamente progresistas, hoy no se puede hablar del tiburón y la sardina. Hoy se puede hablar del tiburón y el infierno, y preguntarse si el tiburón podría tragarse el infierno (Aplausos); hoy se puede hablar del tiburón y el acero, y preguntarse si el tiburón podría tragarse esta gigantesca bola de acero que es hoy la Revolución Cubana (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, pitchea, que los yankis no batean!").
Por eso, a los que quieren sembrar el escepticismo hay que decirles: Ustedes no nos conocen bien todavía, si ustedes se atreven a medir a los pueblos por la cantidad de mineral que tengan, o de petróleo, no por lo que llevan dentro, aquí; a nosotros hay que medirnos por lo que llevamos dentro del pecho y dentro de la cabeza (aplausos). A los que pretendan sembrar el escepticismo, decirles: Pierdan cuidado, que de nuestros pechos y de nuestras cabezas saldrán las soluciones y saldrá la victoria por difícil que sea (Aplausos).
Al que pierde la madre no lo consolarán con nada, al que tiene en peligro la madre no le aconsejan que deje de luchar por salvarla. Creo que eso no se le aconseja a nadie; creo que para eso siempre hay una respuesta. Es como si le dijeran a alguien: Tu madre se siente mal pero no la lleves al médico, no la cures, no la atiendas, ya que ese sería el único camino de perder la madre (Aplausos); y cuando se haya perdido la madre, se perdió toda esperanza de volver a tener madre, o, en otros casos, de volver a tener hermanos, o de volver a tener hijos.
Por eso, a los que pretendan agigantar las dificultades, que son grandes y no nos asustan porque nosotros nos sentimos más grandes que las dificultades porque nosotros nos multiplicamos con las dificultades, porque nosotros nos crecemos con las dificultades, porque nosotros somos mejores con las dificultades (Aplausos); a los que gustan de agigantar las dificultades les preguntamos frente a tantos adversarios, al coloso goloso y al ejemplo del merengue de clara de huevo de golondrina —para ser fino—, y porque se derritió el merengue, y porque el coloso es más fuerte, ¿nos vamos a derretir nosotros? (Exclamaciones de: "¡No!") ¿Vamos a dejar de luchar nosotros? (Exclamaciones de: "¡No!") Por eso decimos que lo único que no tendría perspectiva jamás, fíjense bien, ¡lo único que no tendría perspectiva jamás para nuestro pueblo, para nuestra noble causa, para nuestra nación, es si se pierde la patria, si se pierde la Revolución, si se pierde el socialismo! (Aplausos)
Eso quiso el imperio siempre, tragarse a Cuba. Desde hace más de 150 años quiso tragarse a Cuba, y ahora cuando el merengue se desmerengó creen que puede haber llegado la hora de tragarse a Cuba (Exclamaciones de: "¡No!").
Queremos decir, en primer lugar, que el desmerengamiento es coyuntural, porque el hambre en el mundo no se desmerengó, la explotación y el saqueo en el mundo no se desmerengaron, el número de miles de millones de pobres en el mundo no se desmerengó, al contrario, crece como la espuma, crece como el merengue batido. Cada vez hay más pobres en el mundo, cada vez hay más saqueados, más explotados, más enfermos, más analfabetos, más gente desesperada en todas partes, porque el capitalismo lleva siglos explotando a los pueblos y no ha resuelto un solo problema, sino que crea cada vez más y más problemas en todas partes.
El mundo no se va a rendir, el mundo puede confundirse en un momento determinado, en el mundo puede haber desaliento, el movimiento revolucionario y progresista puede confundirse y amedrentarse por un instante, pero todo eso es pasajero; y se hacen ilusiones los que crean que sobre ese mundo lleno de miseria se va a construir un imperio de 1 000 años, imponiendo cada vez más pobreza en ese mundo.
Los pueblos reaccionarán. Vean cómo están reaccionando ya en Europa del este. Acaba de tener lugar una elección con unos 70 partidos en uno de esos países, ¡calculen ustedes!, y no votó ni el 50% de la gente. Vean cómo ya les va interesando cada vez menos esa democracia entre enormes comillas, ya no van ni a votar; y cosas veredes, a medida que el tiempo transcurra, a medida que conozcan ese edulcorado veneno con que el capitalismo mata y aniquila, con que el capitalismo envilece y prostituye a los pueblos, con que el capitalismo intoxica a las naciones y convierte en fieras a los seres humanos, cosas irán descubriendo y vendrán tiempos diferentes (Aplausos).
Lo nuestro es luchar, resistir para darles tiempo al pecho y al cerebro a instrumentar, como estamos instrumentando todo lo necesario para ganar la batalla, sin que esto signifique que los peores tiempos hayan pasado.
Seríamos irresponsables si le dijéramos ahora al pueblo: Tranquilo, no se preocupe, las dificultades no van a rebasar estos límites; al contrario, hay que decir que pueden ser mucho mayores, con seguridad van a ser mucho mayores y tenemos que tener la mente preparada para lo peor, no para lo más fácil. No ganan batallas aquellos que creen que el combate es fácil, ganan batallas aquellos que saben que el combate es difícil.
Sería una irresponsabilidad, una falta de honestidad revolucionaria, si nosotros mismos olvidáramos ahora que no sabemos qué petróleo vamos a tener en enero, en febrero y en marzo; si ignoramos que muchas personas no comprenden todavía las dificultades del período especial; si incluso un cambio de película o una película menos un sábado dio lugar a que muchas personas —y no digo que de mala fe, sino con los mejores deseos del mundo— pidieran que se rectificara la medida. Bueno, hubo una correcta e inteligente rectificación, quitaron una del lunes y la pusieron para el sábado.
¿Y si un día no podemos encender todos los días los televisores? ¿Y si en un momento no tenemos suficiente combustible qué vamos
a hacer, ponernos a llorar? (Exclamaciones de: "¡No!") ¿Desmoralizarnos? (Exclamaciones de: "¡No!") Por eso les decía que en el 68, al inicio de nuestras luchas por la independencia, no había ni luz eléctrica.
Como expliqué en el congreso, cuando triunfa la Revolución gastábamos 4 millones de toneladas de petróleo, y con una tonelada de azúcar se compraban siete de petróleo, ¡siete! Quiere decir que, con los precios del año 1959 y 1960, con 2 millones de toneladas de azúcar conseguíamos 13 ó 14 millones de toneladas de combustible. Pero la cosa ahora, con los precios de monopolio que tiene el petróleo, con los precios deprimidos del azúcar en lo que nosotros llamamos el basurero del mercado mundial, es que hoy para comprar una tonelada de petróleo casi haría falta una de azúcar; se compraría 1,3, 1,4 toneladas de petróleo por tonelada de azúcar. Todo el azúcar del país no alcanzaría para comprar el petróleo.
Es posible que la señora del pollo congelado no tenga ni la menor idea de algunos de estos problemas, ni de lo que el país tiene que hacer en estas condiciones. ¡Cómo se las ha tenido que arreglar el país con 3 millones de toneladas de combustible menos, y cómo se las tiene que arreglar cada día con menos combustible! Mire que hemos hecho esfuerzos por evitar apagones, pero quién nos garantiza, por grandes que sean los esfuerzos y grande la colaboración del pueblo, porque ha sido grande, reduciendo consumos, todavía mayor el esfuerzo del Estado reduciendo consumos —y algunas decenas de miles ni se acuerdan de eso, ni por la mente les pasa, ni se han enterado de eso y gastan hasta más—; quién podría garantizar que en un período de tiempo nosotros podamos mantener el sistema eléctrico funcionando las 24 horas. Y cuando haya que escoger entre una cosa y otra, entre regar el cultivo que nos va a producir el alimento o una hora más de televisión —para citar un ejemplo sencillo—, u otras muchas cosas más; cuando hay que escoger entre cosas más esenciales y otras menos esenciales, entonces, ¿qué hacemos?
Piensen ustedes, por ejemplo, en el transporte. Hace unos pocos años el número de viajes de ómnibus en la capital era de 28 000 y 29 000 cada día y no alcanzaban, ahora estamos a nivel de 18 000; se ha disminuido en un tercio el número de viajes y lo vemos. Es triste, es doloroso, todo el mundo no puede montarse en una bicicleta, no tenemos tampoco la bicicleta para todo el mundo todavía, aunque la vamos a tener al paso que llevamos. ¿Y si tenemos que escoger en un momento entre el combustible de un número de ómnibus y el combustible para preparar la tierra?, ¿o el combustible para determinadas cosas, para regar el plátano, la papa y los alimentos?, ¿o el combustible para cortar la caña con combinadas o movilizar 300 000 personas a cortar caña, con la cantidad de campamentos, ropa, zapatos, machetes, alimentos que habría que garantizar para movilizar 300 000 personas?, sin contar los cambios tecnológicos de los centros de acopio que hoy se abastecen mecánicamente y que no es con la carretica aquella de antes de la Revolución, que con unos bueyes llevaba la caña hasta allí, cerquita. Cuando tengamos que escoger entre algunas horas más de electricidad o algunas horas menos, precisamente para resolver algunos de estos problemas esenciales a la vida, decisivos, es que se necesita mucha comprensión y se necesita, sobre todo, comprender que el país no puede obrar el milagro de resolver estos problemas en unos días, que necesita un tiempo para hacerlo, porque el país está ya obrando prácticamente milagros.
Podríamos toparnos con la señora mencionada y, sin inmiscuirnos para nada en sus sentimientos religiosos, preguntarle: ¿Usted es creyente? Y decirle: Mire, estamos haciendo milagros, porque con todo lo que ha pasado en el campo socialista, y el odio feroz y el bloqueo acrecentado del imperio, ¡lo que el país está haciendo son milagros!, se lo digo, ¡y tiene que seguir haciéndolos! (Aplausos)
Ahora hay que calcular cada tonelada de azúcar que se produce, dónde se va a vender, a qué precio, cuánto vale el petróleo, cuánto petróleo se compra y dónde se pone cada litro de petróleo. Ahora hay que hacer esfuerzos mayores que nunca por optimizar cada cosa en las condiciones actuales y mientras madura lo que hacemos, y muchas veces hacemos mucho más que lo que hablamos, porque no tenemos por qué estarle diciendo todos los días al enemigo qué estamos haciendo y en qué se fundan nuestras esperanzas.
Pero de aquel país que gastaba 4 millones de toneladas de petróleo cuando la mitad de las casas no tenían electricidad y cuando la población era casi la mitad, que cuando gastaba electricidad un hogar gastaba la mitad de lo que gasta hoy, este país se montó en un consumo de 13 millones de toneladas de petróleo y casi de repente el año pasado, en el segundo semestre, tuvo que bajar el consumo en 3 millones; y este año, otra vez ya en el segundo semestre, ha tenido que bajar el consumo en cientos de miles de toneladas mensuales, por encima de las reducciones que ya habla hecho el pasado año.
Así que ahora el país tiene que calcular, después del desastre socialista en Europa, todo lo que tiene, todo lo que vale, dónde puede venderse y qué debe comprarse con cada centavo, qué se exporta, para que nuestros planes estratégicos sigan adelante.
Es dolorosísimo parar planes que hemos parado, cómo nos duele: todo ese plan de escuelas especiales —nos faltaban por construir todavía más de 150—, queríamos escuelas especiales para 80 000 alumnos, y las tenemos para alrededor de 55 000 ó 60 000; queríamos, incluso, las que estaban en peores condiciones hacerlas nuevas; nuestros planes de viviendas, estábamos desarrollando la industria de materiales para alcanzar hasta 100 000 viviendas por año, habíamos reconstruido las microbrigadas y se estaban desarrollando una serie de experiencias interesantísimas. Digamos, por ejemplo, el caso del contingente industrial de la fábrica de materiales, "Milián", de San Miguel del Padrón, donde elevaron los trabajadores de 4 000 pesos la producción anual a 22 000, organizados como contingentes; más de 200 brigadas de riego y drenaje de la caña; decenas y decenas de brigadas de construcción de presas, de canales, etcétera.
Es un esfuerzo colosal, extraordinario el del país, y lo mantiene o lo trata de mantener a toda costa, y construye pedraplenes, construye hoteles para el turismo internacional, e impulsa el programa alimentarlo con el máximo de fuerza, los programas científicos, los programas de la industria farmacéutica, la biotecnología, la biomedicina, los equipos médicos avanzados; todos esos programas se mantienen, se impulsan en estas condiciones tan difíciles, porque nosotros debemos preservar
siempre la esperanza, debemos preservar siempre las soluciones por difíciles que sean las condiciones. Esa tiene que ser nuestra filosofía, esa tiene que ser nuestra estrategia, esa tiene que ser la filosofía y la estrategia de nuestro 68 y de nuestro 95 de esta era, de este gran desafío en que el país tiene que resistir, mientras los enemigos creen que se derrumba, que también se desmerenga; confunden la clara de huevo con aceros especiales (Aplausos) y tienen esperanzas de que la Revolución no pueda mantener la unión, la cohesión y la combatividad del pueblo.
Y lo sabemos, hay algunos que individualmente se desmerengan o se diluyen, lo sabemos, hay algunos casitos; incluso algunos viejos revolucionarios, o mejor dicho: algunos revolucionarios viejos —no es lo mismo un viejo revolucionario, que un revolucionario viejo—; hay algunos de esos, en determinadas categorías, pero contados con los dedos de la mano. En cambio, una cantidad de heroísmo, una cantidad de espíritu de trabajo, una cantidad de espíritu de lucha por todas partes que es increíble, y lo he dicho, como no lo hemos visto en otro momento; y lo vemos en estos que son los más difíciles de todos, ese espíritu que tanto admiramos en nuestro pueblo.
Me he extendido en esto, para recalcar la importancia de la cuestión ideológica y de la lucha ideológica, sobre todo, frente a aquellos que quieran debilitar la confianza, la esperanza y la fe en la Revolución; la confianza, la esperanza y la fe en la victoria (Aplausos).
Si los revolucionarios cubanos en otra época de la historia se hubiesen desalentado con las dificultades, no habría un país independiente llamado Cuba (Aplausos). Habría un pequeño estado del coloso del Norte, lleno de prostíbulos, de garitos, de drogas, discriminación racial y de todos los vicios habidos y por haber; pero no tendríamos esta hermosa patria, no tendríamos este hermoso país, no tendríamos este maravilloso pueblo.
Si alguna vez los revolucionarios cubanos se hubiesen desalentado en su camino; si se desalienta Céspedes después de los primeros reveses, o Gómez, o Agramonte; si se hubiera desalentado Martí cuando La Fernandina, cuando el desembarco; si se hubieran desalentado los patriotas cuando la muerte de aquellos ilustres jefes, entonces no habríamos tenido jamás la patria que tenemos hoy, la historia que tenemos hoy, la gloria que tenemos hoy (Aplausos).
Aquí les estoy hablando a los pioneros; no les estoy hablando a los delegados del congreso del Partido, o a los del congreso obrero, o a los de la FEEM, sino a los pioneros, a nuestra generación más joven de revolucionarios, porque ustedes tienen que participar en esa batalla ideológica y en todas partes, en la esquina, en la cola, en la casa. Muchas veces hay que discutir en la casa, es la verdad, hasta con las personas más allegadas, o la tía, o la prima, o la abuela, o el suegro, o alguien, qué sé yo; aunque los pioneros no tienen suegros ni suegras, pero habrá que discutir con la suegra del hermano o del vecino. La batalla ideológica es muy importante, por eso me referí con extensión a este problema.
Ustedes han planteado muchas cosas de sumo interés. No debo hacer una revisión de cada una de ellas, porque ahora corresponde a la organización de los pioneros y a la juventud analizar cada uno de los acuerdos, cada uno de los análisis hechos en las comisiones, para saber y tomar decisiones sobre lo que debe hacerse en cada cosa.
Algunos propusieron aquí cómo se pueden sustituir los juguetes de importación, qué experiencia sacaron en Las Tunas. Es una cosa magnífica y maravillosa escuchar a los niños y los adolescentes hablar de eso. Otros hablaron del emblema, parece un tema bastante debatido y tendrán ustedes, de acuerdo con los resultados y los criterios del congreso, que tomar las decisiones finales sobre este punto. Otros hablaron del lema, no hubo nadie que se resignara a la idea, siquiera, de renunciar al lema de: "¡Seremos como el Che!" Se dijeron cosas preciosas, se pidió que se hablara del Che de niño, cómo era, qué travesuras hacía; en dos palabras, querían que les dijeran que el Che era como ellos, y el Che seguramente era como todos los niños.
Recuerdo cuando planteamos esa consigna, cuando preguntamos: ¿Cómo queremos que sean nuestros hijos?, dijimos: ¡Queremos que sean como el Che! Eso fue en el gran acto de masa con motivo de la muerte del Che.
Pero al Che hay que verlo dialécticamente; hay que verlo como niño, pero no solo como niño, hay que verlo también como hombre; hay que verlo no solo como estudiante de primaria, sino también como combatiente de la Sierra Maestra y como Comandante, como Ministro de Industria, como trabajador. Porque cuando se habla del Che se habla de un prototipo humano, no de un dios o de un santo; no puede ser, no es una idea mística, es una idea muy racional y pensada: el Che como un modelo de hombre, como un modelo de revolucionario, como un hombre heroico, como un hombre de gran valor, como un hombre generoso, como un excelente compañero. Alguien capaz de dar la sangre no solo por su patria, sino también por otro país; no solo por su pueblo, sino también por otros pueblos; que era capaz de quitarse lo suyo para darles a los demás; que, como médico, si se tenía que quedar con un grupo de heridos allí, en condiciones muy difíciles, se quedaba como médico con el grupo de heridos; en ese momento se olvidaba de que era soldado, y trabajaba como médico y como soldado. El hombre que educa con el ejemplo, el hombre íntegro, el hombre honrado, el hombre abnegado, el hombre socialista, el hombre que cree en el comunismo y en las posibilidades del comunismo, el promotor del trabajo voluntario en nuestro país, el hombre de pensamiento amplio, limpio, valiente, rebelde (Aplausos). Es un prototipo, fue la figura que correspondió a nuestra época socialista, comunista, internacionalista; el hermano que vino de otras tierras a luchar junto a nosotros; el compañero que puso en peligro su vida muchas veces por Cuba, donde no había nacido.
Si hubiese sido en otro momento de nuestra hermosa historia, la consigna podía ser sobre otro hombre, porque la historia de nuestra patria está llena de nombres gloriosos y de hombres ejemplares; habríamos dicho que sean como Céspedes, que sean como Agramonte, que sean como Máximo Gómez, que sean como Maceo, que sean como Martí o que sean como Mella (Aplausos). Es nuestra época, es nuestra lucha, la que determina un símbolo que hemos señalado a nuestros pioneros, pero no solo a nuestros pioneros, sino también a nuestros jóvenes; y no solo a nuestros jóvenes, sino también a nuestros trabajadores; y no solo a nuestros trabajadores, sino también a los militantes de nuestro Partido; y no solo a los militantes de nuestro Partido, sino a los cuadros de nuestro país.
Es que el Che simboliza lo mejor de esa enorme suma de valores que, afortunadamente, ha tenido nuestra patria (Aplausos). Hay que reunir informaciones sobre el Che y su época, hay que reunirlo todo, y es en ese sentido que se habla.
Alguien dijo muy bien que todos podían ser como el Che.
Si tiene un ataque de asma, tiene presencia de ánimo y tiene valentía frente al dolor, frente al sufrimiento, es como el Che. Si es estudioso, es como el Che. Si lee una poesía, es como el Che —aquí se dijo con toda claridad. Si trabaja duro en cualquier tarea, es como el Che. Si predica con el ejemplo, es como el Che. Si se trata de un internacionalista y un comunista, es como el Che. Por eso coincido con esa compañerita que, con palabras tan sencillas, dijo que ser como el Che no era difícil y no era imposible para nadie. Y no se trata de que nosotros queramos que los muchachos de primero, segundo y tercer grados sean como el Che; aspiramos a poder educarlos para que sean como el Che. Ese es el sentido, realmente, que tiene esa consigna (Aplausos).
Ustedes hablaron mucho de cosas interesantes sobre otros temas, cómo debe ser la cosa de los exploradores; hablaron mucho, sobre todo, de cómo debe ser lo de la defensa y el Día de la Defensa, y quizás entre las cosas más maravillosas que ustedes dijeron hoy, están las asociadas a esa cuestión del Día de la Defensa. Habrá que pedirles a todos los que están interesados y comprometidos con este tema, que estudien cada una de las inquietudes de ustedes y cómo mejorar toda esa preparación, para que ningún joven, ningún adolescente, ningún niño tenga la idea de que puede ser inútil o que va a ser incapaz de defenderse cuando todo el mundo tenga que defenderse, qué cosas hacer y cómo hacerlas para que cada cual se sienta capaz de participar en la defensa de la patria.
Me pregunto una vez más: ¿Hay en el mundo algún país donde los pioneros sean capaces de hablar sobre el tema como hablaron ustedes? (Exclamaciones de: "¡No!") ¿Sean capaces de expresar esos sentimientos que expresaron ustedes? (Exclamaciones de: ",No!") ¿Y si a mí se me ocurriera decir que ser así, hablar así, pensar así, es ser como el Che, ustedes estarían en desacuerdo conmigo? (Exclamaciones de: "¡No!") Luego no es una simple consigna.
Y si dije que aquí han venido excelentes compañeros, digo también que por cada uno que vino aquí, quedaron buenos y excelentes, decenas y cientos de compañeros en el resto del país a los cuales ustedes están representando (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!")
Luego decir: Pioneros por el comunismo, seremos como el Che, es correcto, y ahora más que nunca, más que nunca en período especial hay que ser como el Che (Aplausos). Más que nunca tendremos que enfrentarnos a la adversidad y a las dificultades.
Ningún pueblo que luche ha sido jamás vencido, sobre todo cuando sabe combinar el valor con la inteligencia; ese es el deber primero de todos nosotros, del Partido, de la dirección del país: la combinación del valor con la inteligencia. Una vez dijimos que al valor no le faltaría la inteligencia, pero a la inteligencia no le faltará jamás el valor (Aplausos).
Con inteligencia y con valor saldremos adelante, con inteligencia y con valor somos sencillamente invencibles, y algún día tendrán que apearse de esa nube nuestros enemigos; y aquellos que creen que la Revolución se cae, nada que esté erigido sobre pilares de acero podrá caerse jamás, y todo el que viva encaramado en una nube se caerá siempre (Aplausos).
Cuando nosotros vemos una juventud como ustedes ... Ya digo que me cuesta trabajo a veces llamarlos niños, y no les he hablado como a niños; ustedes serán niños en edad, pero son más que niños en inteligencia, en sentimientos (Aplausos y exclamaciones de: ",Fidel, Fidel, Fidel!"), más que niños en conciencia; son niños en la juventud, en la alegría, en el entusiasmo, en la energía inagotable, en el cariño, pero también en la inteligencia. Yo no les he hablado hoy como a niños, no les he hablado ni siquiera como adolescentes —qué quiere decir eso de adolescentes, no está claro—, les he hablado como jóvenes, les he hablado como militantes revolucionarios (Aplausos y exclamaciones de: "¡Fidel, pa’lo que sea! ¡Somos felices aquí! ¡Somos felices aquí!"), les he hablado como soldados de primera fila. Eso tiene que ser cada pionero en período especial: soldado de primera fila; y les aseguro que un porvenir brillante espera a nuestra patria (Aplausos), y en el congreso lo vimos.
A cualquiera lo puede impresionar un edificio como este, o un hotel como los que se construyen cerca de las playas o por Varadero, o el Capitolio, o alguna gran fábrica; pero nada impresiona tanto como lo que se construye en el corazón de los hombres y las mujeres, en la inteligencia de los hombres y de las mujeres (Aplausos).
Ya en el congreso de nuestro Partido escuchamos hablar allí discretamente y con una increíble modestia a nuestros científicos; en nuestros científicos tenemos puestas muchas esperanzas, nuestros científicos van a jugar un papel decisivo en esta etapa de la historia de nuestro país (Aplausos), y la mayor parte de ellos, hace algunos años, eran pioneros como son ustedes hoy. Tenemos decenas de miles de científicos, y al lado de cada uno de ellos estamos poniendo a un nuevo graduado; no vamos a esperar por las fábricas o los nuevos centros para reclutar al personal, lo estamos buscando y poniendo al lado de cada científico. Hay un espíritu increíble, un espíritu impresionante.
Tenemos muchas cosas pero preferimos ser discretos como dije ya, y tenemos muchas esperanzas. Por ahora, baste una idea clave: ¡Hay que salvar la patria, la Revolución y el socialismo! (Aplausos)
¡Resistir es vencer! (Aplausos)
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación y exclamaciones de: "¡Fidel, Fidel, Fidel!" "¡Somos felices aquí!" "¡Fidel, amigo, los pioneros están contigo!")