Fidel, Martí y la unidad en la lucha revolucionaria
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Tomó la bandera y caminó lentamente hacia la costa. Se detuvo cuando sus botas se bañaron en el agua, hizo un ademán como de recibir la enseña
nacional venida del mar y la movió hacia los cuatro puntos cardinales.
Regresó en silencio y la depositó donde antes estuvo, al pie del monumento en Playitas de Cajobabo. Se quedó unos minutos contemplando la obra,
meditando, como quien tiene una conversación con su conciencia.
Era la noche del 11 de abril de 1995 y Fidel estaba allí, 100 años después de la llegada de José Martí, Máximo Gómez y el resto de los expedicionarios.
Para él, este era un lugar sagrado de la Patria y el Apóstol encarnaba la esencia de la Guerra Necesaria. Tras largos años de espera, de una espera
turbulenta, de una tregua que fue fecunda y forjadora, logró enrumbar el camino de Cuba hacia la independencia.
Para unir vivo
No fue tarea sencilla para José Martí poner de acuerdo a todos los factores dispuesto a despojar definitivamente al colonialismo español de Cuba. Para
ello tuvo que tejer pacientemente la unidad, crear las condiciones, convencer a los pinos viejos y sumar a los nuevos. Tuvo que sobreponerse a
contradicciones, ofensas y vejámenes; y en los momentos más difíciles para la patria, llevar en sí el decoro de muchos hombres.
“Para unir vivo lo que la mala fortuna desunió”, así avizoraba en 1878 el joven de apenas 25 años, quien supo interpretar la complejidad del momento
histórico que le fue contemporáneo ¡Y para unir vivió!
José Martí no fue el primero en percatarse de la necesidad de la unidad, hombres como Céspedes, Agramonte o Máximo Gómez advirtieron de los
problemas que provocaba la división en las filas mambisas, pero es Martí uno de los que con mayor profundidad y de manera reflexiva analiza el
problema y desarrolla toda una concepción teórica revolucionaria.
En su ensayo Céspedes y Agramonte de 1888, Martí está dando muestra de madurez de una idea. Situar como centro y venerar a los dos héroes en el
mismo texto, es dejar una lección histórica de unidad dentro de la diversidad revolucionaria. Porque más allá de las discrepancias, Céspedes y Agramonte
nunca fueron enemigos y el héroe de Dos Ríos lo comprendió muy bien. De esta manera deja zanjada para la historia la discrepancia, salvando la unidad
nacional, porque como escribiría: “¡Esos son, Cuba, tus verdaderos hijos!”
Aproximadamente medio siglo después de iniciada la Guerra Necesaria, la Generación del Centenario, encabezada por Fidel Castro aprehendió de la
ética, la soberanía y el antimperialismo martiano como conceptos esenciales en el accionar revolucionario.
En la Universidad de La Habana Fidel se nutrió de las ideas más avanzadas de su época, entre ellas las de José Martí, a quien convirtió en uno de sus
autores de cabecera. Con un sentido elemental de la justicia y dotes naturales de rebelde, era lógico que en dicho ambiente Fidel se convirtiera en
revolucionario y que el apóstol lo acompañara como autor intelectual en las luchas estudiantiles y en especial en el asalto al cuartel Moncada.
Para Fidel Castro, al igual que Martí, la unidad revolucionaria era sine qua non para llegar al poder revolucionario y disputarle al imperialismo la
soberanía nacional. Con una concepción estratégica clara de desarrollar la lucha armada, Fidel consolidó la unidad, dentro de la divergencia de criterios
y conceptos, con otras fuerzas revolucionarias.
Uno de los ejemplos en el periodo pre revolucionario de altruismo político en aras de alcanzar la unidad con respecto a un mismo fin, es el objetivo
trazado por Fidel al atacar el pequeño cuartel del Uvero en la Sierra Maestra, el 28 de mayo de 1957. Más allá de la victoria militar y que al decir del Che, marcó la mayoría de edad del naciente Ejército Rebelde, dicha acción buscaba distraer fuerzas del Ejército de la tiranía para permitir que se consolidaran en el territorio nacional los integrantes de la expedición del Corynthia, organizada por Carlos Prío y los Auténticos, quienes no representaban la línea trazada por el Movimiento 26 de Julio y en años anteriores fueron enemigos políticos de Fidel.
El Ejército Rebelde bajo el liderazgo de Fidel Castro se fue conformando de hombres de las más diversas tendencias, desde auténticos, ortodoxos,
comunistas, católicos, protestantes, extranjeros, soldados de la tiranía que habían abandonado sus filas, hasta de los que nunca tuvieron filiación
política, porque la revolución aún por triunfar se tenía que conformar “con todos y para el bien de todos”.
Alcanzar el triunfo revolucionario no significó el fin por la búsqueda incesante de la unidad. La conformación de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y posteriormente del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), son un ejemplo elocuente de su concepción sobre la unidad. Sus Palabras a los Intelectuales en junio de 1961 es una obra maestra del arte de la unificación sobre diversas creencias y concepciones políticas y artísticas en aras de un bien común.
Si desde el punto de vista de la praxis revolucionaria Fidel fue un tejedor de la unidad, no lo sería menos desde el campo teórico. Abrazar las ideas del
Socialismo no implicó una contradicción con el pensamiento martiano. Si bien Marx no conoció a profundidad la historia americana, Martí tampoco
tuvo tiempo de profundizar en las ideas del científico alemán, aunque sí tuvo referencias.
Ambos caminos condujeron al mismo lugar, la liberación de los pueblos sobre sus opresores, dígase el Imperialismo, los monopolios, que para el caso es lo mismo. Por eso ambos llegan a la misma conclusión; en uno la unidad de todos los cubanos y en el otro la de los proletarios de todos los países. Fidel comprendió esta esencia.
Para Fidel sería el humanismo, la ética y el concepto de unidad los mayores aportes del Héroe Nacional:
(…) su mayor mérito es el siguiente: se acaba la guerra aquella que tuvo lugar entre 1868 y 1878, él es un joven intelectual y patriota,
poeta, escritor, con ideas independentistas, tiene entonces solo veinticinco años de edad al finalizar la contienda, y comienza a dar
los primeros pasos en el camino que lo llevaría a la unión y dirección de los veteranos de aquella dura y gloriosa guerra de diez años. No
hay nada más difícil en el mundo que dirigir a militares veteranos, sobre todo si quien pretende unirlos es un intelectual que ha vivido en
España y que no ha estado en la guerra. Martí logró unirlos. ¡Qué talento y capacidad! ¡Qué pensamiento, qué firmeza, qué fuerza
moral! Elabora una doctrina, desarrolla la filosofía de la independencia y un pensamiento humanista excepcional.
Al igual que Martí, uno de los principales aportes de Fidel a la lucha revolucionaria, es la concepción de la unidad dentro de la compleja y diversa realidad política de Cuba. El Apóstol concibió una república con todos los cubanos y para el bien de todos y su prédica estuvo dirigida a evitar fraccionar las fuerzas revolucionarias. , porque al igual que Martí comprendió que no se podían excluir a ninguna fuerza revolucionaria.
El tema de la unidad de las fuerzas revolucionarias transversaliza la vida política de Fidel y sobre el mismo reflexionó continuamente. En al año
fundacional de la Revolución manifestaría: “(…) Sólo cabe una táctica correcta: agruparnos los obreros, agruparnos los campesinos, agruparse el pueblo para defender la Revolución (…)”. En 1971 manifestaría a los mineros chilenos: “(…) La revolución es el arte de unir fuerzas: la revolución es el arte de aglutinar fuerzas para librar las batallas decisivas contra el imperialismo”.
Es precisamente el 24 de febrero de 1895, uno de los momentos álgidos de la unidad revolucionaria cubana, es una fecha gloriosa de reencuentro y
refundación, en medio de las dificultades que conlleva la lucha por la independencia. La fecha fue inspiradora para Fidel Castro y la Generación
del Centenario y sirvió de guía para reiniciar la lucha revolucionaria. En su autodefensa ante los tribunales de la dictadura así lo reflejaría:
Se nos enseñó que el 10 de octubre y el 24 de febrero son efemérides gloriosas y de regocijo patrio porque marcan los días en que los
cubanos se rebelaron contra el yugo de la infame tiranía; (…).
A Fidel le ordenaron posar ante un afiche de Martí, en el Vivac de Santiago de Cuba, pues había "acabado" con los festejos por el Centenario del Apóstol.