DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA CLAUSURA DEL IV ENCUENTRO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 28 DE ENERO DE 1994
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Compañeras y compañeros de América Latina y del Caribe participantes en este IV Encuentro:
Ustedes querían que yo hablara el primer día, cuando todavía estaba por discutir un rosario de temas y de cuestiones, algunas de ellas bastante complicadas.
Ahora no han dejado ni respirar porque, realmente, lo que quería Arbesú es que ustedes respiraran, transpiraran, se relajaran unos minutos después de estas discusiones, y entonces me relajara yo también un poco y viniera a decir unas palabras acá (RISAS); pero, bueno, ustedes han tomado el acuerdo unánime de que comencemos ahora mismo la parte final de la sesión de clausura.
Han discutido durante interminables horas temas realmente de gran importancia y de gran complejidad, y me admiro de que al final hayan podido sacar esos documentos, tanto los que aprobaron en la sesión anterior como los que aprobaron en esta sesión.
Estaba recordando los días aquellos cuando tuvimos grandes reuniones sobre la deuda externa —esto fue en el año 1985—, en que advertíamos muchas de las cosas que iban a pasar y que hoy están pasando, porque entiendo que nuestro continente perdió la mejor hora de una gran batalla, en que nos habríamos podido ahorrar muchas de las calamidades de ahora.
Recuerdo que en una de aquellas reuniones participaron más de 1 000 personalidades de distintos sectores en el continente; pero habíamos adoptado el acuerdo de no hacer resoluciones o declaraciones finales, porque nos parecía realmente imposible con tan diferentes criterios, poder lograr un consenso para resoluciones y declaraciones.
Aquí hay que tener en cuenta también las diversas corrientes, la variedad de opiniones que existen sobre numerosos temas, aunque estemos de acuerdo sobre los temas fundamentales, y quería ver cómo se obraba el milagro de que una reunión tan concurrida pudiese sacar estos documentos.
En realidad, no tendría mucho que añadir a las cosas que ustedes han discutido en estos días. Por otro lado, yo no puedo hablar —y ustedes lo comprenden perfectamente bien— con la misma libertad con que cada uno de ustedes puede expresarse. Es como decir: no es lo mismo ser guerrillero que estar en el gobierno.
Ya quisiéramos nosotros estar viviendo aquellos tiempos de la guerrilla, que recuerdo con envidia; pero los problemas que tiene una revolución en el poder, cuando sobre ella lleva la responsabilidad de la vida y la suerte de 11 millones de personas, son muy grandes, y nos obligan, necesariamente, no a decir de una manera cruda todo lo que pensamos, porque podríamos dar lugar a que rompiéramos relaciones diplomáticas con muchos países o con algunos países, y realmente hemos estado librando una gran batalla para ir rompiendo el bloqueo, para ir uniendo voluntades en Naciones Unidas contra la política agresiva de Estados Unidos y contra sus maniobras con relación a Cuba. No tenemos por eso la misma libertad de expresarnos, lo digo para que nadie le vaya a echar de menos a alguna alusión especial que puedan esperar de mí y que yo aquí me autoincinere en el acto de clausura del evento (RISAS Y APLAUSOS).
Alguien decía que no se debía decir que el neoliberalismo era un suicidio, sino que era un genocidio. Yo tampoco quiero contribuir al genocidio que el imperialismo quiere hacer con nosotros, y espero que ustedes comprendan, pero debo decirles que me siento el mismo revolucionario que fui desde que tuve conciencia revolucionaria (APLAUSOS). Debo decirles que no he cambiado nada; quizás hoy tenemos mucha más experiencia de la que teníamos antes, pero nuestro pensamiento es el mismo, no hemos retrocedido un solo paso en la ideología y todo lo que estamos haciendo hoy es para salvar la patria, la Revolución y el socialismo (APLAUSOS). Nosotros le decimos de otra forma, decimos: las conquistas del socialismo. Lo expresamos de este modo en el sentido de que no queremos dar la impresión de que ahora podamos estar construyendo el socialismo. Ahora hay que defenderlo y hay que defender sus conquistas —que es preservar, precisamente, el socialismo—, aunque en el período especial que estamos viviendo no se podría hablar, repito, de que la tarea fundamental sea la construcción del socialismo, sino la supervivencia de la Revolución.
Estoy, realmente, admirado también de la unanimidad de criterios que ha reinado en este encuentro, del cual he tratado de recoger la mayor cantidad de información posible en cuanto a cuestiones fundamentales, en las cuales no hay ningún tipo de discrepancia.
Aquí se ha puesto énfasis en lo que significa el neoliberalismo, la Declaración Final lo recoge, y han sido prácticamente unánimes los criterios en relación con este tema en las discusiones de las comisiones; de lo que pudiera decirse aquí y de lo que se ha expresado, no podríamos decir qué somos, pero sí podríamos afirmar categóricamente qué no somos, y no somos, por supuesto, nada en absoluto neoliberales.
Ustedes han expresado aquí lo que ha significado esta nueva proyección del imperialismo en nuestro hemisferio —en América Latina y en el Caribe, fundamentalmente—; lo ven todos los días, a todas horas, en el desempleo creciente, en la pobreza creciente, en la falta de recursos para la educación, en la falta de recursos para la salud pública, en la falta de recursos para la atención a los problemas sociales, en la falta de recursos para la solución de problemas gravísimos en este hemisferio como la vivienda, el crecimiento de la marginalidad y, con ella, de los barrios marginales en todas las ciudades de nuestros países.
Están viendo la privatización, y que industrias que costaron muchos años, decenios, en ser industrias nacionales —muchas de ellas industrias estratégicas, industrias y servicios estratégicos que constituyeron un orgullo de nuestros países—, se han ido privatizando a precios miserables, es la verdad. Grandes e importantes empresas que han sido vendidas al capital extranjero, o en parte también a los grandes capitales nacionales, y que en ocasiones se han pagado con papeles de la deuda externa, después de subvalorarlas y pagarlas tal vez por la mitad del valor o a un tercio de su valor, y, repito, con papeles de aquella deuda que llamábamos incobrable e impagable, que nos la están cobrando hoy de dos formas: se están apoderando de las ramas fundamentales de la economía de nuestros países más que nunca, y están cobrando la deuda más que nunca.
Si usted habla con maestros, habla con médicos, habla con representantes de los sectores culturales, o los sindicatos, o los campesinos, o los estudiantes, se encuentra siempre el mismo problema de que no hay recursos; sin embargo, es enorme el porcentaje del presupuesto nacional que cada uno de los países de América Latina está dedicando al pago de la deuda externa y que en algunos casos asciende a más del 50% del presupuesto; sin embargo, no hay presupuesto para los servicios esenciales a la población, para la solución de ningún problema, y esto les está enseñando a nuestros pueblos —porque esto no lo aprendieron ustedes en ningún libro, no lo aprendieron en ninguna escuela, lo aprendieron en la cátedra de la vida, en la cátedra de la realidad— lo que es realmente el neoliberalismo combinado con las nuevas tendencias en el mundo, con el hegemonismo unipolar por parte de Estados Unidos y con la creación de grandes bloques de poder económico y político.
Lo están viendo todos los días en la calle, por lo que podríamos decir que si bien nosotros estamos atravesando una situación sumamente difícil por causas que se han explicado y a las que tal vez más adelante vuelva a referirme, creo que no solo Cuba está viviendo un período especial, América Latina está viviendo un período especial; el Tercer Mundo lo está viviendo.
Alguien hablaba de denominaciones, cómo llamarlo, si llamarlo sur. A mí no me gusta mucho la denominación de Sur, porque en el sur hay algunos que están desarrollados, que fueron colonias privilegiadas de Occidente. Tengo entendido que algunos países como Australia están desarrollados, Nueva Zelandia está desarrollada; allí se produjeron grandes emigraciones de las potencias colonizadoras y tuvieron todas las condiciones favorables en su época para el desarrollo, y tengo entendido que esos países están en el sur.
Tampoco estaría de acuerdo con la palabra dependientes, porque hay países que luchan por desarrollarse y no son dependientes. No podríamos decir, por ejemplo, que China pertenece a lo que se llamaría Norte, aunque esté ubicado geográficamente en el norte. China es un país que está en desarrollo; se puede llamar, en realidad, país en pleno desarrollo y no es dependiente.
Yo, a falta de otra denominación, siempre he usado la de países del Tercer Mundo para referirme a todos aquellos países subdesarrollados, aquellos países que están por desarrollarse.
Pero son denominaciones que usaban el término Primer Mundo, Segundo Mundo, Tercer Mundo; lo que está ocurriendo es que si el Segundo Mundo eran los países socialistas —y no sé quién fue el inventor de la terminología, quizás aquí haya un experto en estas cuestiones—, lo que podría decirse entonces es que muchos países del Segundo Mundo están pasando al Tercer Mundo en este momento; pero con ese nombre nos bautizaron, y yo, al menos, cuando quiero expresar esa idea lo sigo utilizando, y digo que los países del Tercer Mundo están en período especial, digo que el mundo en su conjunto está en período especial, excepto las minorías superprivilegiadas que ostentan el poder, aun en los países capitalistas desarrollados, porque en Estados Unidos, país desarrollado, hay poblaciones de origen hispánico que están sufriendo condiciones duras. Está la población negra de Estados Unidos que pudiera llamarse el Tercer Mundo dentro de Estados Unidos; no se puede hablar mucho de poblaciones indígenas en Estados Unidos porque las exterminaron, quedan algunas reservaciones con una población que significa un porcentaje pequeño de la población total de Estados Unidos.
Por eso digo que el mundo ahora está en período especial, a pesar de que las circunstancias nuestras, como país revolucionario, como país socialista, en las condiciones de la desaparición del campo socialista, sean sumamente difíciles, más difíciles tal vez que las de la inmensa mayoría de los países de América Latina y del Caribe.
Del mismo modo pensaba cuando el compañero habló de las poblaciones indígenas, y me hacía una pregunta: ¿Cuáles son las poblaciones indígenas? Porque hay que hablar de las poblaciones indígenas de América Latina, pero, ¿qué son las poblaciones de Africa? ¿Los indígenas de Africa están acaso mejor que los indígenas de América Latina? Están quizás peor. Hay muchos indígenas en este mundo, además de los de la India, que de allí vino la palabra indígena porque Colón se equivocó, para su suerte, y se encontró un continente en el medio cuando creía que iba para las Indias o para China.
También hubiéramos podido llamarnos chinos (RISAS) en vez de indios, porque no se sabe bien todavía, a ciencia cierta, para dónde era que se dirigía o quería dirigirse Colón, solo sé que se encontró un continente en el medio que le impidió el paso; a lo mejor hubiera seguido, si no halla el continente. Y los cálculos, indiscutiblemente, no estaban absolutamente bien hechos, a partir de la tesis de que la Tierra era redonda. Si llega allá no dura ni cinco minutos (RISAS). Porque la conquista, en gran parte, se hizo no solo con arcabuces y ballestas, se hizo también con caballos, y aquí nuestras poblaciones no sabían distinguir si el caballo y el hombre eran la misma cosa o no; se enteraron después y hasta se enteraron de que morían, y empezaron las luchas y la resistencia. En China se habría encontrado con cientos de miles de soldados de caballería o en la India con miles de elefantes.
De esa resistencia de la población indígena se habla poco. En este V Centenario se habló muy poco de la resistencia que, por ejemplo, ofrecieron en México los indios, de la que ofrecieron en muchas partes de Centroamérica y Suramérica. Los indios araucanos, por ejemplo, no se mencionan, e hicieron una resistencia de siglos; nada más se habla de las grandes proezas y de las grandes conquistas del hombre blanco.
Yo meditaba, mientras se hablaba del problema indígena, en que hay que hablar del problema indígena universal, porque los países pobres y subdesarrollados de Asia son indígenas; los indios de la India son indígenas, los hicieron padecer del coloniaje un montón de tiempo en una época en que tenían un desarrollo casi comparable con el de Europa, y ahora es un país de 850 millones de habitantes, con unos cuantos cientos de dólares de ingreso bruto interno per cápita. Esa es la India, ese enorme país. Hay que hablar de los indios de Africa y, por supuesto, hay que hablar de los indios de América; pero, en definitiva, pertenecemos a la misma categoría de indios. Creo que a los blancos y mestizos los están convirtiendo también en indios.
Yo diría que a los latinoamericanos nos están conquistando otra vez, nos están descubriendo otra vez, y nos prometen un porvenir tan terrible como aquel que les prometieron a las poblaciones indígenas, y si antes las exterminaban con enfermedades, con la explotación y la represión más feroz, pudiéramos decir que a los nuevos indios nos quieren matar de hambre y, si no luchamos y no nos defendemos, terminarán matándonos de hambre.
Vean ustedes cómo la situación es más difícil que en ningún otro momento anterior de la historia latinoamericana. América Latina, cuando triunfa la Revolución, no debía ni un centavo prácticamente, unos pocos dólares; hoy debe casi 500 000 millones de dólares. Vean qué diferencia en el tiempo transcurrido desde que triunfó la Revolución Cubana. En aquella época, los productos básicos que exportaban nuestros países tenían un cierto valor en el mercado mundial, pero, con el orden impuesto por el imperialismo, esos productos cada año tenían un menor poder adquisitivo; muchos de estos productos fueron sustituidos, gracias a la tecnología avanzada de los países capitalistas desarrollados, por productos sintéticos, fibras, caucho y otras muchas cosas, para citar algunos ejemplos.
El azúcar de caña la han ido sustituyendo. En Estados Unidos, por ejemplo, que era importador de grandes cantidades de azúcar, la han ido sustituyendo por la isoglucosa que sale del maíz, que tiene un poder edulcorante mucho mayor que el azúcar, sea esta de remolacha o de caña. Antes habían utilizado la remolacha, que sí se cultiva en los países desarrollados, y después añadieron este edulcorante, que lo producen a base de maíz, del cual ellos tienen enormes excedentes, y así han ido desplazando el azúcar de esos mercados. muchas veces usan tales productos hasta en los propios países de América Latina; al tener menos poder calórico, más poder edulcorante, es lo ideal en las sociedades o para las elites que quieren mantener la línea muy estilizada.
Les pongo este ejemplo del azúcar, y así ha ocurrido con muchos productos y ocurrirá con más productos. Van siendo desplazados de los mercados los productos básicos, de los cuales dependía la economía, la vida y el desarrollo de muchos países del Tercer Mundo.
Aquellos acuerdos básicos que existían para proteger los precios, por ejemplo, del café, ya no existen. Muchos de ustedes proceden de países donde el café jugaba un papel muy importante. ¿Y qué precio tiene en estos momentos el café o el cacao? Antes existían acuerdos internacionales que los protegían; o el azúcar, había acuerdos internacionales que protegían esos precios. Así, muchos de esos productos básicos estaban protegidos, y el imperialismo no paró hasta que no liquidó prácticamente todos los acuerdos internacionales sobre productos básicos.
Luego, las exportaciones principales de las producciones agrícolas han ido perdiendo poder adquisitivo, independientemente de los subsidios agrícolas en el mundo desarrollado, que muchas veces servían para competir en los mercados con esos productos, para que productos que costaban mucho más caro pudieran producirse y consumirse en sus mercados internos, en detrimento de nuestros intereses económicos.
En cuanto a las producciones industriales, hubo una época en que se protegían de una forma o de otra, porque no es justo poner a luchar a la hormiga y al elefante y a competir económicamente. Ellos tienen el monopolio de las tecnologías de avanzada y de las investigaciones científicas, la posibilidad de automatizar la producción, todos los recursos habidos y por haber.
Es lógico que resulta muy difícil para cualquier país del Tercer Mundo que quiera industrializarse, poder competir con muchos productos del mundo capitalista desarrollado. ¿Quién va a competir en la producción de automóviles o de refrigeradores, o de televisores, o de gran parte de productos industriales que hoy se producen con técnicas muy avanzadas? Les queda si acaso la esperanza, a los países del Tercer Mundo, de que las industrias contaminantes les sean transferidas, o las industrias que requieren mucho trabajo manual, mucha mano de obra barata para poder obtener ganancias, cuando no las obtienen allá a causa del costo de la mano de obra, o a causa de otros factores. Entonces, esas industrias sí las envían a los países del Tercer Mundo, en tanto no surjan nuevas tecnologías y no las puedan producir en sus propios países, utilizando sistemas automáticos y utilizando incluso los robots famosos.
Ahora quieren abrir todas las fronteras económicas, globalizar la economía. ¿Qué papel nos toca, a los países del Tercer Mundo, en esa globalización de la economía? Abran las fronteras, supriman todos los derechos arancelarios. ¿Qué ganamos, qué nos queda, como no sea el papel de que nuestros países, nuestros territorios y nuestros recursos humanos sean utilizados al capricho de las transnacionales y del imperialismo? Lo comprarían todo, serían los dueños de las principales industrias, nos convertirían todavía en más colonias de lo que somos hoy; liquidarían nuestra independencia, no solo de una manera objetiva y real, sino de una manera formal, porque, desde que desapareció el campo socialista y se rompió el equilibrio mundial, todo lo que ha estado haciendo el imperio es luchar contra la independencia formal que aún les queda a nuestros países, la poca independencia, porque es formal la que existe hoy.
En el terreno de la cultura, nos invaden despiadadamente; nos invaden a través de los medios masivos de divulgación, hacen que nosotros veamos no lo que nos interese ver, sino lo que ellos quieren que nosotros veamos, entre otras razones, para deslumbrarnos con sus riquezas y con sus sociedades de consumo a base de publicidad, a base de propaganda; controlan, a través de las transnacionales de la información, casi todas las noticias, y dan sus versiones interesadas sobre los acontecimientos del mundo; la televisión que se ve prácticamente es la de ellos, y no le hacen propaganda precisamente a Superbarrio, sino a Superman (APLAUSOS).
Esa independencia formal que les queda a nuestros países está siendo liquidada progresivamente, utilizando como instrumento el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Por eso nos pareció muy razonable la proposición de un participante en esta sesión de que la cuestión de las Naciones Unidas debiera estar incluida en ese documento.
La cuestión de la democratización allí no es ninguna democracia; ellos hablan de democracia y resulta que hay un grupo de países que tienen el poder de veto, cinco nada más, el mismo número que cuando eran 50 países y hoy son casi 200. Sigue creciendo el número de países miembros, y no como consecuencia del movimiento de liberación, sino más bien como consecuencia de la desintegración de determinados Estados, que también fue promovida por el imperialismo. En Naciones Unidas cinco países deciden. Incluso, si la Asamblea General se reuniera y acordara una modificación del Consejo de Seguridad, cualquiera de los países con derecho al veto puede vetarlo, Estados Unidos puede vetarlo y decir que no hay ninguna modificación. Y cuando hablan de modificaciones, hablan para ingresar a otros poderosos y ricos como ellos.
Hay que defender el criterio no solo de que se democratice las Naciones Unidas, sino que para que realmente se pueda hablar de democratización debe haber representantes de otras zonas del mundo; debe haber, por lo menos —como hemos planteado nosotros en algunas de las conferencias cumbres de Jefes de Estado latinoamericanos y en las Naciones Unidas—, dos representantes de América Latina en el Consejo de Seguridad (APLAUSOS), debe haber dos representantes de Africa.
Un país como la India, con 850 millones de habitantes, independientemente de cuál sea su Producto Interno Bruto o el Producto Bruto per cápita, debe ingresar, a nuestro juicio, en el Consejo de Seguridad. Es decir que haya una ampliación que permita que, por lo menos, dos países de América Latina, dos de Africa y dos de Asia puedan pertenecer.
Los mismos reglamentos y principios del Consejo de Seguridad deben ser cambiados. Quizás sea un poco irreal hablar, en las condiciones actuales, de que el veto desaparezca, el veto debe desaparecer, pero quizás no ahora, quizás sea imposible, en la realidad de los hechos, lograrlo; pero por principio hay que estar contra el derecho del veto, por principio hay que estar por el consenso del colectivo de miembros de las Naciones Unidas o de los del Consejo de Seguridad. Y algún día tiene que desaparecer también, o debe desaparecer también, el derecho del veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La independencia formal que nos queda nos la están arrebatando poco a poco, están haciendo trizas nuestra independencia. Hablar de independencia parecería una cosa anacrónica, cuando hace falta más que nunca hablar de independencia precisamente para que no nos conquisten totalmente y para que no nos subyuguen; sin embargo, esas palabras ya están fuera de moda en el vocabulario del nuevo orden internacional.
Todo eso significa el neoliberalismo, pero es un neoliberalismo aplicado a nivel mundial, a medida que se van resolviendo, de una forma o de otra, aunque es imposible que se resuelvan todos, los conflictos de intereses entre los grandes bloques económicos que se han creado.
Van aplicando esta misma política a nivel mundial, ¿qué esperanza puede significar para nuestros pueblos esta política?
El neoliberalismo se lo han aplicado, y de qué manera, a los antiguos países socialistas de Europa, ¿y qué va quedando, como regla, de los antiguos países socialistas de Europa? Les digo que por lo que uno lee de las informaciones que aparecen en los cables internacionales y en la prensa, y por lo que se puede deducir, ha creado un verdadero desastre en esos países.
En esos propios países, ya se empieza a reconocer y se empieza a plantear que fue un gran disparate la aplicación acelerada y desorbitada de las fórmulas del Fondo Monetario Internacional y de las fórmulas neoliberales, que las aplicaron brutalmente a esos países cuyas economías habían sido diseñadas para otro sistema y se habían integrado bajo determinadas concepciones.
Se desintegraron y les hicieron creer a muchos dirigentes que la fórmula era el neoliberalismo, este mismo neoliberalismo que están aplicando en América Latina, solo que aquellos países no estaban acostumbrados a las calamidades de tipo material y de tipo social que hoy están padeciendo. Realmente duele, asombra, cómo han crecido los índices de mortalidad en esos países, donde al menos todo el mundo tenía una escuela y todo el mundo tenía un hospital, servicios más o menos eficientes, pero los tenían; todo el mundo tenía un empleo, realmente no conocían el desempleo; economías más o menos eficientes, y pudiéramos decir que en muchos casos deficientes, aunque no todo era deficiente, porque nosotros sabemos de sobra los grandes logros en el terreno de la ciencia, en el terreno del desarrollo, enormes logros.
En la Unión Soviética, que fue destruida dos veces en menos de 25 años y fue reconstruida dos veces, después de ser devastada por las guerras, primero cuando la revolución y después cuando el ataque fascista, lo que hicieron, a mi juicio, son extraordinarias proezas que no se mencionarán jamás en la prensa occidental.
Hoy en Occidente andan asustados por las consecuencias que han resultado de la disparatada aplicación del esquema neoliberal en esos países, que prácticamente ha destruido sus economías, y no se sabe cómo van a poder salir de la crisis en que están enfrascados la inmensa mayoría de ellos por los efectos de la misma concepción. Es decir que esta experiencia no es solo latinoamericana.
Por allá también lo quieren comprar todo y comprarlo con monedas devaluadas, comprarlo barato; prácticamente regalados quieren obtener todas las riquezas, los recursos naturales y las industrias de esos países. Naturalmente que eso promueve una reacción, a veces promueve sentimientos nacionalistas fuertes; promueve, en resumen, todo tipo de reacciones de las poblaciones desilusionadas, más que desilusionadas, desesperadas de la situación que están viviendo.
¿Y qué puede ofrecer el capitalismo?, ya no el neoliberalismo. El neoliberalismo es la expresión última del capitalismo y del imperialismo. Ser antineoliberal es ser antimperialista; se podría añadir que ser antineoliberal es ser anticapitalista, en definitiva, aunque muchos no lo sepan. Pero es que ese odio, es el odio hacia la expresión de la evolución y el desarrollo del capitalismo, de modo que estamos frente a una situación tremenda, y con un sistema que en este momento está en el cenit de su poder y de su fuerza política, económica y militar, que no puede ofrecerle nada a la humanidad.
El capitalismo está destinado a devorarse a sí mismo. Primero creó el colonialismo, con el colonialismo creó el subdesarrollo en virtud del cual el 80% de la humanidad, más de 4 000 millones de personas, vive hoy en un ámbito de pobreza, aunque en muchos de esos países hay algunas personas ricas y bien ricas; pero las cuatro quintas partes de la humanidad pertenecen a ese mundo subdesarrollado, podemos decir, a ese Tercer Mundo. De ahí vienen problemas muy serios y tremendas contradicciones, a partir del hecho de que el capitalismo está obligado a un incesante crecimiento.
Si se detiene el crecimiento es una catástrofe para Estados Unidos, para Japón, para Europa, se cierran fábricas, quiebran las empresas de producción y de servicios, quiebran los bancos, quiebran las empresas de seguro, quiebra el sistema cuando se detiene el desarrollo, y un sistema que esté obligado al desarrollo continuo en las actuales circunstancias es un desastre para el mundo; además, es ilógico, es absurdo ese crecimiento por encima de determinados límites.
Vean las cosas que hacen. Ahora, precisamente, cuando en el mundo crece el hambre, hay más hambre y más pobreza que nunca, ¿cómo solucionaron los problemas entre Europa y Estados Unidos sobre las cuestiones agrícolas? Acordaron matar millones de vacas en Europa, ¡millones de vacas! Y matar millones de vacas cuando hay cientos de millones de niños que no toman leche es un crimen (APLAUSOS).
No importa desde qué ángulo se analice, desde qué concepción religiosa o qué concepción ética. Hace mucho tiempo que el ser humano sabe que eso es egoísmo; hace mucho tiempo que el ser humano sabe que eso es genocidio, que eso condena al sufrimiento y a la muerte a quién sabe cuántas personas en el mundo.
¿Cómo tratan de resolver el problema? Si antes subsidiaban los productos, ahora van a subsidiar las tierras que no se cultiven, y subsidiar la no utilización de la tierra en un mundo con todas las miserias a que nos estamos refiriendo, con todas las calamidades que conocemos, es un gran crimen.
No puede llamarse racional un sistema que esté obligado a eso, ni un orden mundial que pueda fundarse en tales conceptos y en tales bases. Es irracional, es indefendible.
Pero hay problemas quizás más graves. Esos países han creado unos niveles de vida altísimos; es decir, un Producto Interno Bruto per cápita muy elevado. No quiere decir que esté bien repartido, ni mucho menos; siempre va a haber el mismo problema del obrero al lado del millonario, siempre habrá una gran desigualdad, siempre habrá increíbles privilegios.
Para mantener este sistema y sostener el crecimiento de los países capitalistas desarrollados, la naturaleza está siendo destruida; la atmósfera, los mares, los ríos, los lagos, las aguas subterráneas están siendo envenenados. Se está produciendo un enorme destrozo como consecuencia de un desarrollo anárquico y caótico, desordenado, como el único tipo de desarrollo que puede engendrar el capitalismo.
Están poniendo en riesgo, realmente, las condiciones de vida del ser humano. Esto no es una exageración, esto se discutió profundamente en una conferencia cumbre, en Río de Janeiro, hace algo más de un año; todos estos problemas asociados con el medio ambiente y la destrucción del medio ambiente, que no es una exageración, es una cosa real, muy real.
Ahora quieren administrar los recursos naturales de nuestros países con esos pretextos. Invierten millones de millones todavía en gastos militares y, a pesar de que se acabó la guerra fría, no los invierten, precisamente, en la búsqueda de un desarrollo sostenible, que es lo que se planteó en Río de Janeiro.
Si se analiza la diferencia que hay entre el Producto Interno Bruto de Bangladesh y de Suiza, nos enteramos de que el Producto Interno Bruto per cápita de Suiza es unas doscientas veces el Producto Interno Bruto per cápita de Bangladesh, ¡doscientas veces! Suiza tiene el más alto, 34 000 dólares, pero otros tienen 32 000, otros 30 000. Todos los países capitalistas desarrollados están, por lo general, sobre 20 000 dólares como Producto Interno Bruto per cápita.
Pero el capitalismo no es el régimen de la distribución justa, sino el régimen de la injusticia, de la distribución desigual, de la explotación del hombre por el hombre, aunque esa explotación tiene connotaciones mucho más terribles en un país del Tercer Mundo que en un país capitalista desarrollado, porque precisamente por temor a las revoluciones, por temor al socialismo, el capitalismo desarrollado elaboró algunos esquemas de distribución que, en cierta forma, evitan las hombrunas aquellas que conocieron las poblaciones de Europa, por ejemplo, en la época de Engels, en la época de Marx. Han hecho una mejor redistribución para que, por lo menos, los trabajadores y desempleados tengan el mínimo indispensable para vivir, que no lo pueden hacer los países del Tercer Mundo, que no poseen recursos siquiera para eso.
¿Qué necesidad tienen de seguir creciendo esos países? Con una sociedad racional, podrían resolver los problemas simplemente con una distribución justa del trabajo, los recursos materiales y el tiempo y no tenían que dejar desempleado a nadie, ni tenían que seguir contaminando y destruyendo la naturaleza.
Ya se habla, y no solo se habla, ya se sienten los efectos de los cambios de clima. En la propia América Latina, ustedes han visto ciertos tipos de calamidades que no se daban antes —lluvias imprevistas, excesivas, ciclones más destructivos o sequías más prolongadas—, como resultado del calentamiento de la atmósfera. ¿Qué es lo que ha impulsado el calentamiento de la atmósfera? ¿Quiénes han llenado la atmósfera de dióxido de carbono y de otros gases que crean este fenómeno, aparte de los efectos nocivos a la salud de estos cambios? Los países capitalistas desarrollados. Ellos no solo son los responsables del colonialismo y el subdesarrollo: están siendo hoy responsables de la liquidación de las condiciones naturales de vida del hombre.
La inmensa mayoría de los recursos energéticos que se consumen en el mundo la consumen esos países capitalistas desarrollados. Si tienen que seguirse desarrollando, tienen que seguir consumiendo cada vez más productos energéticos, más electricidad, más carbón u otras fuentes de energía, mientras los países del Tercer Mundo solo disponen de una cantidad insignificante de la energía que se utiliza en el mundo.
Pero hay otro problema: para que los países del Tercer Mundo pudieran desarrollarse, tendría que dejar de crecer la economía de los países desarrollados en alocados e imprescindibles ritmos, lo que sería innecesario si existiera un régimen social racional. Es imposible con este régimen social, es imposible con el capitalismo, es imposible con el neoliberalismo, absolutamente imposible.
Países como Bangladesh, como la India, o como mucho más de 100 países del mundo, no pueden en cambio dejar de desarrollarse, no pueden dejar de consumir energía. En Naciones Unidas, los imperialistas no están pensando en ningún tipo de sistema racional y justo que establezca cierto orden en el mundo.
Es imposible que a partir de una concepción capitalista y neoliberal pueda haber nada de racionalidad; pero si fuéramos a dividir la energía en cuotas que podamos consumir, habría que resolver el problema de los países que están por desarrollarse, a lo cual se suma otro problema: un crecimiento real y extraordinario de la población, muchas veces superior al incremento de la producción de alimentos, muchas veces superior al incremento del Producto Interno Bruto per cápita.
Hay algunos que con gran cinismo sueñan —y es posible que el imperialismo también lo sueñe— que el problema demográfico podría resolverse en algunos continentes mediante las enfermedades. Es conocido —se han hecho algunos análisis— que el SIDA está afectando considerablemente algunas regiones del Tercer Mundo, y hay algunos teóricos del imperialismo que piensan que enfermedades como el SIDA puedan resolver el problema de la explosión demográfica, porque la temen, están conscientes de las consecuencias de la explosión demográfica en los países del Tercer Mundo, temen por su seguridad y temen egoístamente por sus propios intereses.
Ellos tal vez encuentren los medios de ir conteniendo el SIDA; ellos pueden tener recursos para atender a los enfermos, pero, ¿qué puede pasar en un continente como el de Africa, donde hay países en que ya un 30% de la población está infectada? Algunos hacen cálculos de que si la población iba a crecer al 3,5% anual, con motivo de estos desastres sanitarios puede crecer solamente a razón del 1,5% o el 2% y que, en parte, esto ayude a resolver el problema de la explosión demográfica.
Por dondequiera que se analice, se saca la conclusión de que esa sociedad es insostenible, esa sociedad que tiene que crecer, crecer y crecer so pena de perecer; y es imposible, las condiciones objetivas del mundo no lo permiten.
Sacan el ejemplo de tres países que en circunstancias especiales, con grandes mercados a su disposición, con gran disponibilidad de capital, aunque también, por cierto, con gobiernos represivos y altas barreras arancelarias, lograron desarrollarse: Corea del Sur, Taiwán y Singapur, ahí termina la cuenta de los que pudieron desarrollarse. Entonces les aconsejan a los demás países que sigan el ejemplo de Taiwán, y les dicen a los latinoamericanos que tienen que seguir el ejemplo de Taiwán o de Sudcorea. Realmente no haría falta que los países latinoamericanos siguieran un camino como el de Taiwán si ese camino fuera posible, y todos sabemos que es un camino absurdo, es un imposible, es un engaño.
Solo con que China se desarrolle sería ya el espanto de todos los grandes bloques económicos que existen hoy en el mundo. China sola sería el espanto, el día que pudiera alcanzar la productividad de Corea del Sur o de Japón; ni pensarlo, porque son casi 1 200 millones de chinos, y dentro de 25 años serán 1 500 millones, una potencia realmente impresionante.
Ahora, China tiene alrededor de 500 dólares de Producto Bruto Interno per cápita. ¿Debe China luchar por tener el desarrollo de Suiza o de Suecia? Está probado que no alcanzarían los recursos materiales del mundo ni los recursos energéticos. Tiene que desarrollarse; un país como ese, con una población como esa, debe tener el derecho a desarrollarse, es incuestionable.
Pero, ¿cuál es el esquema que está ofreciendo el neoliberalismo? Que todos se conviertan en Taiwán, o en Corea del Sur, o en Singapur, que son los tres ejemplos tan repetidos, porque también mencionan a Hong Kong, pero Hong Kong es una colonia británica. Y uno se pregunta: ¿Cómo es que Haití puede imitar el ejemplo de Taiwán? ¿Cómo los países de Africa van a imitar el ejemplo de Taiwán si no tienen ni universidades, ni escuelas, ni personal calificado, ni capital, ni mercado? ¿Van a resolver con el esquema neoliberal los problemas del desarrollo de los países de Africa? Entonces no puede significar el capitalismo ningún porvenir para el mundo, lo que sí puede significar es un suicidio.
El neoliberalismo conduce al genocidio no ya a América Latina, como dijo alguien aquí; podríamos decir que el neoliberalismo conduce al mundo entero al genocidio, es un genocidio; el neoliberalismo es un genocidio, el capitalismo es un genocidio para el mundo de hoy.
Piénsese por un segundo en el problema de la población. Cientos de miles de años tardó la humanidad en contar con 1 000 millones de habitantes, que alcanzó alrededor del inicio de este siglo. En este momento la población mundial es de alrededor de 5 560 millones de habitantes. En este siglo va a crecer casi seis veces la población del planeta. Tardó cientos de miles de años en llegar a 1 000 millones y 100 años para llegar a 6 000 millones, que es lo que tendrá más o menos en el año 2000. La población del mundo crece a un ritmo de aproximadamente 100 millones de habitantes por año, crece al ritmo de 1 000 millones de habitantes cada 10 años; y si la población crece cada 10 años 1 000 millones y había tardado cientos de miles de años en llegar a 1 000 millones, comprenderán ustedes la incongruencia de buscar la solución de los problemas por la vía del capitalismo y del neoliberalismo.
Y ese ritmo de crecimiento se produce no precisamente en los países capitalistas desarrollados; en los países capitalistas desarrollados más bien se produce un envejecimiento de la población, y hay algunos casos en que se produce disminución de la población. Este colosal crecimiento de la población mundial tiene lugar en los países donde hay más pobreza, más calamidades, más hambre, más falta de asistencia médica, de empleo, de todo. Esa es una realidad.
¿Qué solución ofrecen el neoliberalismo y el capitalismo, que es la misma cosa, para estos problemas? ¿Qué porvenir pueden ofrecerle a la humanidad? Son cosas reales, objetivas, matemáticas, que los teóricos del capitalismo, del imperialismo y del neoliberalismo no pueden responder ni pueden negar. Esa es la realidad.
En América Latina se habló de utilizar una parte de los recursos de las privatizaciones para resolver problemas sociales, pero eso es como un fósforo, que arde cuando lo prenden pero dura muy poco. Es muy poco lo que recibieron de capital por las privatizaciones, y al final es mucho lo que tendrán que Pagar cada año por las privatizaciones.
Estos problemas que han estado discutiendo ustedes tienen una enorme trascendencia, y hay que estar conscientes de estas realidades. Creo que en el pensamiento, en la actitud, en la reacción de ustedes, el hecho de que un grupo tan variado de delegados haya podido llegar a consenso en cosas esenciales, está demostrando cómo se expresan ya, en la mente de nuestros pueblos, estas realidades. De modo que no nos espera un siglo XXI, ni mucho menos, venturoso y feliz.
El día de año nuevo, al cumplirse el año 2000, a nadie le podrán desear, ni en América Latina ni en muchas otras partes del mundo, un feliz siglo nuevo, porque el siglo que nos espera —y antes del siglo ya se está expresando y ya se está manifestando— es realmente de mucha lucha y muchos esfuerzos.
Con motivo del desastre del campo socialista se produjo desaliento en muchas personas, desesperanza; sin embargo, hoy ya nosotros vemos por todas partes síntomas de esperanza, de lucha. Vemos claramente que ese mundo unipolar cuesta mucho trabajo materializarlo, cuesta mucho trabajo instrumentarlo; que gobernar el mundo se les va a hacer imposible al imperialismo y al neoliberalismo, porque hay un arma tremenda que es la conciencia de los pueblos, sobre todo cuando esa conciencia se convierte en acción de los pueblos.
Ya la conciencia se está convirtiendo en acción y ellos no tardarán mucho en comprender cuán difícil va a ser gobernar al mundo, porque algunos de los problemas que han creado ya los asustan. Los problemas que crearon con la desintegración de Yugoslavia ya los asustan, desataron allí la grave situación que se ha creado y ahora no hallan cómo resolverla; en Somalia fueron a llevar alimentos en la punta de los cañones —en un futuro no lejano tendrían que llevar alimentos en la punta de los cañones a todo el Africa—, y la resistencia que fue capaz de ofrecer una parte de aquel pueblo hambriento, esquelético, pudiéramos decir, a las fuerzas selectas del ejército de Estados Unidos, constituyó una verdadera lección al imperio sobre lo difícil que le será gobernar el mundo (APLAUSOS).
Ellos hacen grandes promesas. Todavía recuerdo las grandes promesas que hicieron en Nicaragua, mientras instrumentaban la guerra sucia en aquel país. Daniel se debe recordar tan bien como yo, o mejor que yo, de las veces que justificaron aquella acción para luchar contra la revolución. Hablando de un porvenir brillante y que con la ayuda del imperio Nicaragua saldría de todos sus problemas, llegaron allí también con sus recetas neoliberales y vean a qué situación desastrosa han llevado a la población de ese país, y no son ni capaces de cumplir sus promesas; porque ahora vemos, cuando ya ha pasado la guerra sucia, cuando ya salieron con sus propósitos de desalojar del poder al movimiento sandinista, cómo ahora cada año, para entregar la miserable cantidad de dinero que ofrecen —y es que no pueden ofrecer mucho porque ellos mismos necesitan más dinero que nadie y están cada día más endeudados, tanto interna como externamente—, les regatean ese dinero.
Cuánto no se discutió acerca de los 100 millones de dólares que tenían que remitir a Nicaragua, y hoy ponían una condición, mañana otra y pasado otra de carácter interno.
El aceleramiento del imperialismo y su pérdida de escrúpulos los lleva a tratar de imponerles condiciones hoy a todos los países; incluso, a un país tan grande y tan poderoso como China tratan de imponerle condiciones en esferas que corresponden por entero a la vida interna del país: condiciones de tipo económico, de tipo comercial, de tipo político.
Cuántos cientos de miles de toneladas de bombas y de armas no emplearon en Centroamérica y en América Latina, para apoyar, por ejemplo, genocidios como el de Guatemala.
Recuerdo también, mientras escuchaba a Rolando, la acción aquella mediante la cual derrocaron a Arbenz. ¿Qué les trajo el derrocamiento de Arbenz a los guatemaltecos? Más de 100 000 personas desaparecidas, ¡más de cien mil!, solo en Guatemala, que son cifras realmente impresionantes.
¿Qué les trajo esta política a los chilenos? ¿Qué les trajo a los argentinos? ¿Qué les trajo a los salvadoreños? Hemos sido testigos de cómo durante años era un río incesante de armamentos de todo tipo los que llegaban para liquidar al movimiento revolucionario salvadoreño; no pudieron.
Pero, ¿qué se puede esperar de las promesas del imperio y de la conducta del imperio y sus aliados oligarcas? Ahora resulta que están asesinando a miembros, militantes y cuadros del FMLN. Son tan estúpidos que hacen eso, que después de alcanzada la paz empiezan a matar de nuevo a los revolucionarios. ¿Cómo van a pensar los revolucionarios con esa experiencia? ¿Quién va a entregar las armas para que después lo asesinen? (APLAUSOS PROLONGADOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Viva la lucha de los pobres de los pueblos por su libertad!")
¿Quién puede creer en las intenciones y en las promesas del imperialismo y las oligarquías? Eso es lo que están mostrando, ese es el imperialismo, ese es el capitalismo, ese es el neoliberalismo.
¿Cuántos cientos de miles de vidas de latinoamericanos se han perdido en los últimos 25 años, asesinados, desaparecidos, torturados?
Aquí escuchábamos hoy a una de las Madres de la Plaza de Mayo, al expresar su dolor por todo lo que ocurrió en ese país. ¿De dónde venían las armas con que se cometieron todos esos crímenes? Y esos son de los que hablan de los derechos humanos, porque pretenden presentarse además ante el mundo como vírgenes vestales (APLAUSOS).
Es increíble la cantidad de hipocresía y de cinismo que hay en el pensamiento político del imperio, en su falta de escrúpulo para utilizar cualquier pretexto, para esgrimir cualquier mentira, que después potencian y multiplican sus medios de comunicación masiva. Los que hemos vivido la experiencia sabemos que no hay escrúpulo alguno.
Por eso me pareció también muy correcta la proposición que aquí se hizo de que en la Declaración —desde luego, eso lo decidirá la comisión, pero en mi criterio fue muy justa la proposición— se planteara la cuestión de la presencia de los militares yankis en América Latina (APLAUSOS), porque está claro, muy claro que en el esquema imperialista está el acostumbrarnos a la presencia de militares yankis en nuestros países. Está claro que eso forma parte de todo el programa. ¿Para qué, para construir dos escuelitas, un policlínico o, digamos, una posta de salud?, porque no creo que los ingenieros norteamericanos tengan realmente la productividad de los japoneses y que en unos meses puedan construir mucho.
Han surgido programas en América Latina, en varios países, para justificar la presencia de los militares del imperio para hacer algunas obras sociales. Para hacer obras sociales ninguno de nuestros países necesita ningún militar yanki (APLAUSOS). Nosotros hemos hecho miles de escuelas, policlínicos, casas-consulta del médico de la familia, de todo, miles y miles, y no hemos necesitado una gota de sudor de ningún soldado yanki, ni lo necesita ningún país latinoamericano.
Está claro que todo eso constituye una estrategia para acostumbrarnos a la presencia de esos soldados, puesto que si el imperio nos va a gobernar, es bueno que los latinoamericanos nos vayamos acostumbrando a la presencia y a la compañía de los soldados yankis.
¿Qué pasaría si Cuba envía un batallón de ingeniería? ¿Cuál no sería el escándalo a nivel mundial si nosotros le ofrecemos a cualquier país hermano un batallón para construir escuelas, hospitales, obras sociales? (APLAUSOS.)
En un tiempo podíamos hacerlo desde el punto de vista económico, pero cuando nosotros queríamos construir un hospital —y en Perú construimos, por ejemplo, hospitales, después del terremoto—, enviábamos obreros de la construcción e ingenieros, no enviábamos soldados (APLAUSOS). Cuando nosotros en Tanzania queríamos construir escuelas similares a nuestras escuelas secundarias básicas en el campo, no enviábamos soldados, enviábamos ingenieros y obreros de la construcción, a veces enviábamos también los materiales. Cuando nosotros en Viet Nam construimos caminos, carreteras, planes agropecuarios, hoteles y un hospital importante, cerca de los límites con el paralelo aquel que dividía los dos países, no enviábamos soldados, enviábamos constructores. Eso lo hemos hecho en muchos países, porque los soldados se envían a combatir, los soldados se envían a una misión militar, los soldados son más caros que los obreros de la construcción, cuestan mucho más.
Entonces me pregunto con qué intención se va elaborando esa política. ¿Es que quieren que aplaudamos a los soldados norteamericanos, que estemos agradecidísimos de ellos? ¿Es que quieren que pidamos el ingreso en la unión y que en vez de nuestras banderas independientes sumemos una estrellita más al imperio? ¿Es lo que quieren? No, posiblemente si les proponemos eso no nos quieren, dicen: ¡Qué va, estos nos van a salir muy caros! No, ni eso, ni siquiera eso (RISAS Y APLAUSOS). ¿Entonces qué quieren? Quieren acostumbrarnos a su presencia militar, y eso golpea, realmente, los sentimientos y la sensibilidad de nuestros pueblos. Son los métodos del imperialismo.
Ya preguntaba yo qué pasaría y cuál sería el escándalo si nosotros hubiéramos hecho eso en algún país de América Latina. Vean cuál es la lógica y cuál es el pensamiento del imperio.
De nuestro país quisieran también que nos sumemos a ese carrusel del nuevo orden mundial, y lo menos que le exigen a la Revolución para cesar en el bloqueo, en ese bloqueo criminal e injusto, es que renunciemos al socialismo, que renunciemos a nuestro sistema democrático. Lo menos que podemos decir es que en nuestro país en las elecciones va a votar más del 95% de la gente y en Estados Unidos ni votan (APLAUSOS).
No voy a detenerme a explicarles cuáles son esos conceptos, pero lo menos que nos exigen es que adoptemos el modo norteamericano de vida, la democracia norteamericana, impugnan la dirección de nuestro Partido; y nuestro Partido tiene un origen en la historia porque Martí, cuyo aniversario conmemoramos hoy, fundó un partido para dirigir al pueblo en la lucha por la independencia, y nosotros necesitamos un partido para dirigir al pueblo en la lucha por la Revolución, en el mantenimiento de nuestra soberanía y de nuestra independencia (APLAUSOS); sin embargo, ese Partido no postula candidatos, los postula el pueblo directamente con una activa participación de las organizaciones de masa. El Partido no hace campaña por ningún candidato; es un partido, pero no postula.
Ellos tienen un partido también, porque entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata, realmente hay un parecido mayor que el que pueda haber entre una gota de agua y otra gota de agua (APLAUSOS).
El imperio es monopartidista, el neoliberalismo es monopartidista, el papel de gendarmes mundiales es monopartidista. Véase cómo ahora, que se acabó ya la guerra fría y no existe campo socialista, en el año 1994 no se tocarán los fondos del Pentágono, ni un centavo de rebaja. ¿Para qué se quieren esas enormes fuerzas armadas, sino para hacer el papel de gendarmes mundiales, para practicar la intervención a nivel mundial? Eso está clarísimo, todo se toca, menos los presupuestos de defensa; algo verdaderamente increíble, algo que carece en absoluto de lógica, después que dicen que se acabó la guerra fría. Es que parece que se preparan para una guerra caliente (RISAS) contra los países del Tercer Mundo. Para eso quieren tener bases militares en todas partes, es que quieren intervenir en todas partes.
Ahora incluso hablan de reunión cumbre de Estados latinoamericanos; desde luego, por una sola razón: saben que Cuba participa en las reuniones cumbres de países latinoamericanos —o iberolatinoamericanos, como quiera llamárseles—, y entonces quieren reuniones cumbres donde no esté Cuba, para aislarla más, para hacer más riguroso su criminal bloqueo. Cuba está, por definición, excluida de cualquier reunión de ese tipo, porque ellos no tienen la menor esperanza de que aquí puedan venir compañías de ingeniería a construir algo.
Puesto que Cuba resiste, puesto que Cuba defiende su soberanía, Cuba defiende su independencia, entonces hay que castigar a Cuba, bloquearla, tratar de rendirla por hambre, tratar de que estalle por dentro, para eliminar hasta el recuerdo de Cuba, porque no quieren perdonar los 35 años de resistencia que ha protagonizado nuestro heroico pueblo. No quieren que de eso quede ni el recuerdo, repito. Que desaparezca la imagen de Cuba ante los ojos de los latinoamericanos y los ojos del mundo (LE DICEN: "¡Jamás!"), eso es lo que pretenden; tomar cumplida venganza de nuestra Revolución.
Claro, después del derrumbe del campo socialista, que constituía para nosotros un pilar frente al bloqueo —el bloqueo siempre nos hizo daño, pero nos defendíamos de él cuando contábamos con las relaciones económicas, comerciales y la cooperación económica del campo socialista—, nuestra situación es mucho más dura y difícil. Para que ustedes vean lo que significó la desaparición del campo socialista, téngase en cuenta que nuestras importaciones disminuyeron un 70%. Imagínense qué país en este hemisferio o en cualquier parte habría podido resistir eso, bajo un sistema capitalista.
La pérdida que tuvo el país con la desaparición del campo socialista y la desintegración de la UR SS, repito, fue del 70% de las importaciones y, sin embargo, vean qué diferente es el socialismo y el capitalismo. Nos las hemos arreglado, realizando una verdadera proeza, y hemos resistido ya tres años, a pesar de la intensificación del bloqueo con la repugnante Ley Torricelli. Ni en estas condiciones en nuestro país se ha cerrado una sola escuela, ni se ha cerrado un solo hospital, una situación similar podía ser pretexto para que se cerraran todas las escuelas y todos los hospitales en otras partes; aquí no se ha quedado un solo maestro o un solo médico sin empleo. Vean qué diferencia entre una concepción racional y humana, y una concepción cruel, absurda, irracional como la concepción de la cual parten nuestros consumados enemigos.
Sé que a muchos tendrá que llamarles la atención cómo nos hemos repartido lo poco que tenemos entre todos y llevamos la carga terrible de estos años duros, en que tuvimos que abandonar tantos proyectos, en que perdimos abruptamente tantos recursos. Baste decir que de casi 14 millones de toneladas de combustible, hemos estado utilizando alrededor de seis en estos años, y que no solo se pusieron en crisis y se hicieron difíciles nuestros suministros de combustible con motivo de la desaparición del campo socialista y del bloqueo, sino que nos quedamos sin fertilizante, nos quedamos sin pienso para los animales, nos quedamos sin numerosas materias primas que resultan indispensables para el funcionamiento de cualquier economía y nos quedamos sin piezas de repuesto, por segunda vez en la historia, primero cuando triunfa la Revolución y después cuando se desploma el campo socialista.
Sería interminable narrar los esfuerzos que hace nuestro pueblo en estas durísimas condiciones, en que ellos pretenden crear tal situación que la supervivencia de la Revolución se haga imposible.
Pero es que nosotros tenemos un pueblo que sabe lo que es el capitalismo, y les puedo asegurar que nuestro pueblo no quiere el regreso al capitalismo (APLAUSOS PROLONGADOS).
Nuestro pueblo discute y debate mucho en torno a qué medidas debemos tomar para que la Revolución sobreviva, para cumplir el objetivo de defender la patria, la Revolución y el socialismo. No solo eso, sino incluso desarrollarnos, en lo posible, a partir del nivel técnico y cultural que ha alcanzado nuestra población que es una gran ventaja, eso nos ayuda extraordinariamente.
Mencionaba las piezas de repuesto; son millones las que nuestros trabajadores, cuando tienen la materia prima, fabrican en los tornos para que los equipos sigan funcionando, para que las industrias sigan funcionando cuando disponemos de energía, cuando disponemos de combustible.
Es enorme el esfuerzo que realizan nuestros trabajadores del sector energético por mantener las plantas produciendo electricidad con petróleo nuestro —que no es mucho y, además, es pesado— y usar ese petróleo en las calderas para producir determinadas cantidades de cemento, para producir un mínimo de electricidad que mantenga funcionando el país. Es enorme el esfuerzo que hacen nuestros obreros petroleros en la búsqueda de petróleo, el esfuerzo que hacen en el ahorro de combustible y de energía, en general. Les puedo asegurar que es una batalla admirable.
Claro está que en las condiciones en que está viviendo nuestro país y en el mundo en que estamos viviendo, en este mundo de ahora, nosotros hemos tenido que, con un sentido pragmático, adoptar determinadas medidas, hacer determinados cambios, que están motivados no en la idea de apartarnos del socialismo, sino en la idea de salvar al socialismo (APLAUSOS). Hemos buscado asociaciones económicas con capital extranjero allí donde podían aportar capital, tecnología o mercado. Cuando aportan algunos o todos estos elementos no hemos dudado, porque estamos bloqueados, no tenemos capital para las inversiones, no tenemos determinadas tecnologías, no tenemos mercados suficientes para determinados productos. Es decir que la situación nos impone medidas, algunas de las cuales no habríamos tomado.
He oído hablar de las inquietudes que tienen muchos de nuestros amigos por las noticias que se escuchan acerca de, por ejemplo, la despenalización del dólar. Sería un poco largo hoy, sería extenderme demasiado darles una explicación detallada de todas las medidas que estamos tomando y que nos ha impuesto la necesidad económica; pero dondequiera que podemos reservar una industria como industria nacional la reservamos; incluso un hotel como el hotel Nacional lo preservamos. Todo lo que pueda ser preservado lo preservamos; pero hemos tenido que tomar determinadas medidas que no las habríamos tomado sin el período especial, duras.
Hemos tenido que desarrollar el turismo, y sabemos que tiene sus efectos, algunos pueden ser positivos y otros negativos. Pero —como les decía anoche a un grupo de compañeros ecuatorianos con los cuales conversaba— tenemos que aprender a ser puros sin estar enclaustrados; tenemos que aprender a ser puros no en una urna de cristal ni en una torre de marfil tenemos que aprender a ser puros en contacto con el vicio, porque el vicio desarrolla las virtudes más que la pureza incontaminada y sin contacto con ninguna bacteria y ningún virus (APLAUSOS).
Dicen que muchos pueblos —consta en la historia de estos— fueron descubiertos, como si no hubieran sido estos pueblos los que descubrieron a los europeos, ¡y de qué manera! Dicen que morían de las enfermedades porque carecían de anticuerpos contra determinados virus, bacterias y parásitos que venían de Europa. Lástima que no hubiéramos tenido aquí un buen número de esas bacterias, virus y parásitos naturales para los cuales no estuvieran inmunizados los conquistadores. Pero trajeron sus enfermedades, que costaron la vida de decenas de millones de personas, aparte de los que murieron por la esclavización y por la explotación.
Decía que no saldrá más débil nuestra Revolución, saldrá más fuerte de este período especial (APLAUSOS). Será largo el camino, pero aprenderemos a ser mucho más eficientes, cosecharemos grandes experiencias que estamos adquiriendo en estos momentos, cuando nos falta casi todo. Saldrá fortalecido nuestro temple revolucionario, que el acero se forja a muchos cientos o miles de grados de temperatura; saldrá fortalecido nuestro patriotismo; saldrá fortalecida nuestra conciencia, pues no se ha perdido un ápice de la conciencia de los problemas que está viviendo el mundo y de la conciencia de nuestros deberes revolucionarios; ¡saldrán fortalecidas nuestras ideas y saldrá fortalecido nuestro amor por la Revolución y por el socialismo! (APLAUSOS.) Saldrá fortalecido nuestro rechazo y nuestra repugnancia por el sistema capitalista y por las concepciones neoliberales; saldrá más fortalecido nuestro pueblo, porque no queremos volver atrás.
Nosotros no queremos ni siquiera la puntica de una sola de las estrellas que quieren añadir a su bandera los imperialistas, porque nos basta con esta estrella (APLAUSOS PROLONGADOS), nos basta con esta estrella, hoy solitaria, mañana hermanada con los pueblos de América
Latina y del Caribe (APLAUSOS). Solo por eso podría descender de su triángulo: para sumarse a los emblemas de los pueblos de una América Latina y el Caribe unidos (APLAUSOS), donde espero que haya siempre algo de rojo, porque al rojo no podremos renunciar nunca; al rojo no podremos, ni queremos, ni renunciaremos nunca (APLAUSOS). Mucha sangre y muchos sacrificios se ha derramado y se han hecho en nombre de esa bandera. No queremos ser un Miami, una Florida, un Texas, ni cualquiera de esos estados.
Les deseamos buena suerte, les deseamos que rectifiquen, les deseamos que se transformen; pero nosotros no miramos hacia el norte, miramos hacia el sur y, cuando miramos con un sentido más amplio, miramos hacia todo el globo terráqueo, con la esperanza de que sobreviva, de que el hombre encuentre suficiente inteligencia y energía para sobrevivir, que la humanidad encuentre suficiente conciencia y espíritu para luchar, porque solo luchando frente a la anarquía, frente a la locura del imperio y del sistema que representa podrá sobrevivir la humanidad.
Sí, nosotros sí seríamos partidarios de un gobierno universal, pero un gobierno revolucionario universal (APLAUSOS), no ese gobierno reaccionario, imperialista, que nos quiere dar el Consejo de Seguridad.
Por estos objetivos y por estas ideas luchamos. Es poco lo que podemos hacer, pero nos complace poner aunque sea un granito de arena. La salvación de nuestros pueblos será obra de millones de personas, de cientos de millones; la salvación del mundo será obra de miles de millones de personas. Pero hace falta conciencia, hace falta eso que ustedes han estado elaborando aquí, desarrollando aquí: hacen falta ideas, esas ideas básicas que hay que llevar a todos los demás.
Está probado, hay muchas pruebas, y hay algunas recientes, de que ningún pueblo es débil, ningún pueblo es suficientemente débil como para que pueda ser avasallado. Los indios de ahora, que somos todos, los latinoamericanos y caribeños —y deseamos que nos acepten en esa honrosa familia (APLAUSOS)—, que somos cientos de millones y que dentro de 20 ó 25 años, al paso que vamos, seremos cerca de 1 000 millones, no seremos tan fáciles de dominar, no seremos tan fáciles de conquistar, no seremos tan fáciles de doblegar.
Eso será así en la medida en que las ideas expresadas y defendidas aquí se extiendan entre los pueblos de América Latina, y podemos decir que los pueblos están como la hierba en las épocas de grandes sequías, que absorben ideas como podrían absorber el agua, y que prenden como podría prender la pólvora.
Hace falta que esas ideas se trasmitan. Esas ideas están potencialmente ya en la mente de decenas de millones —por no decir cientos de millones— de latinoamericanos y de caribeños, y pienso que esos conceptos se irán elaborando y perfeccionando cada vez más, porque los pueblos están aprendiendo en la calle lo que es el imperialismo, lo que es el capitalismo, lo que es el neoliberalismo. No es difícil trabajar sobre esas bases, y algún día, desde cierta distancia, se podrá ver que todo eran ilusiones del imperialismo cuando creyó que había conquistado el mundo, y estaba, sin embargo, más lejos de poderlo conquistar y los pueblos cada vez más conscientes de su fuerza.
Por esa causa, por esas banderas, luchamos. Por esa causa, por esas banderas, estamos dispuestos a hacer todos los sacrificios que sean necesarios, de los cuales el menos importante sería el sacrificio de la propia vida (APLAUSOS).
En nombre de nuestro pueblo les doy las gracias por las incontables muestras de solidaridad que han expresado hacia nuestro país, lo cual nos anima y alienta.
No importa cómo se llamen estos encuentros, de una forma u otra sabemos lo que son estos encuentros (APLAUSOS), porque de estos encuentros sale fortalecido y multiplicado nuestro espíritu progresista —puedo no usar, incluso, la palabra revolucionario para no asustar a nadie fuera de este recinto (APLAUSOS)—, y saldrá fortalecido nuestro espíritu antiimperialista, que es decir nuestro espíritu antineoliberalista y nuestro espíritu anticapitalista, no solo de los que aquí han participado, sino también de nosotros mismos.
¡Nuestra eterna gratitud para ustedes, hermanos de América Latina y del Caribe!, y permítanme repetir nuestras consignas aquí, donde sé que nadie se va a asustar por ello.
¡Socialismo o Muerte!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)