Impulsados por un sentimiento de solidaridad
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Con las primeras luces del alba del martes 28 de mayo de 1957, un certero disparo hecho por Fidel Castro a la caseta que resguardaba el equipo de radio de la guarnición del Uvero, fue la señal que inició el combate más violento del Ejército Rebelde contra las fuerzas de la tiranía. Lo ocurrido aquel día marcó un hito en la lucha guerrillera.
CAPACIDAD DE RESISTIR Y VENCER LAS ADVERSIDADES
Tras el desembarco del yate Granma y la dispersión de Alegría de Pio, aquel mítico abrazo de Fidel y Raúl en Cinco Palmas, el 18 de diciembre de 1956, dio la certeza de que solo siete armas serían suficientes para ganar la guerra. La historia se encargó de confirmarlo.
El joven destacamento rebelde que, encabezado por Fidel, alcanzó su primera victoria el 17 de enero de 1957 al tomar el cuartel de La Plata, pocos días después sorprendió al enemigo con una típica emboscada guerrillera en los Llanos del Infierno. A partir de ese momento, perseguidos fieramente por el ejército batistiano, los rebeldes demostraron su capacidad de resistir y vencer todas las adversidades posibles, como fueron la dispersión del grupo guerrillero en el Alto de Espinosa y la traición de Eutimio Guerra.
A finales de marzo, apoyados por las armas y los hombres enviados por Frank País y Celia Sánchez, el pequeño grupo guerrillero alcanzó una cifra comparable a la de los expedicionarios del Granma. Los combatientes procedentes del Llano —sometidos a largas caminatas y a un fuerte entrenamiento— fueron adaptándose a la dura y estoica vida nómada en las montañas, mientras crecía el número de campesinos que se unía a los alzados.
LOS PLANES CAMBIARON POR EL CORYNTHIA
A mediados de mayo, por el embarcadero del Uvero, llegó un importante cargamento de armas camuflado en bidones de grasa que los soldados de la guarnición ayudaron a descargar. Tras distribuir las armas atendiendo a las conveniencias militares de la columna y a los méritos que los guerrilleros habían adquirido y antigüedad, el Comandante en Jefe consideró que la guerrilla estaba en condiciones de realizar acciones de mayor envergadura. Así, fueron colocadas varias emboscadas en los caminos por donde se movían camiones con 40 o 50 soldados enemigos procedentes del Uvero y de Pino del Agua.
No obstante, el 25 de mayo de 1957, los planes cambiaron cuando en el campamento rebelde, escucharon a través de la radio que la noche anterior, por el norte de la provincia oriental, muy cerca de Cabonico, había desembarcado la expedición del yate Corynthia. Sobre el porqué de esa decisión Fidel relató:
«[…] por aquellos días se produce un desembarco de cubanos que intentaban derrocar a Batista, combatir también contra Batista. No pertenecían a nuestra organización: no nos importaba. Por nuestra experiencia, comprendíamos la persecución que se iba a desatar sobre ellos […] y aquel sentido de solidaridad, aquel deseo de ayudar a aquellos cubanos que habían desembarcado, fue, en lo esencial, el sentimiento que determinó el ataque a la guarnición de Uvero. Y en Uvero había 60 soldados».[1]
La solidaridad con aquellos expedicionarios determinó que el Comandante en Jefe tomara la osada decisión de atacar al cuartel del Uvero, a pesar de la poca información que tenían sobre la complejidad de este enclave situado en la costa sur de Oriente, a unos 60 kilómetros de Santiago de Cuba.
FUE NECESARIO ESPERAR COMPLETAMENTE EL DÍA
En las primeras horas de la madrugada del 28 de mayo, después de caminar casi 12 horas, la columna rebelde llegó al Uvero. Allí, comprobaron que la información recibida era inexacta. Había que esperar a las primeras luces del día para atacar, pues el cuartel, que estaba muy cerca de las casas habitadas por civiles, apenas se distinguía en la oscuridad. Fidel recordó que:
«Fue necesario esperar completamente el día, […] Fue necesario acudir al valor y al heroísmo de los hombres de nuestra columna, […] Y fue necesario que los compañeros hiciesen un esfuerzo supremo para librar aquel combate que duró tres horas y que finalizó con la victoria de nuestras fuerzas».[2]
El primer disparo fue hecho por el Comandante en Jefe a las 5:15 de la mañana. Fidel con la mira telescópica del fusil buscó el sitio donde se encontraba el aparato de radio. Él sabía que una buena parte del éxito del combate estaba en inutilizar las comunicaciones para evitar que el enemigo, al conocer del hecho, enviase la aviación, la marina y las tropas cercanas en auxilio de la guarnición del Uvero. Al decir de Fidel:
«Ya no había más remedio, de todas formas, que llevar adelante el plan». [3]Para tener una idea de la violencia del combate, baste saber que la tercera parte de quienes participaron, fueron muertos o heridos. De los 53 integrantes de la fuerza enemiga, 46 fueron bajas, entre ellos 11 muertos, 19 heridos y 16 prisioneros.
El Ejército Rebelde tuvo 15 bajas en el combate. De ellas, siete muertos (el primer teniente Emiliano «Nano» Díaz Fontain el teniente Julio Díaz González; Gustavo Adolfo Moll, Francisco Soto Hernández, Anselmo Vega, Eligio Mendoza y Rigoberto Silleros) y ocho resultaron heridos.
Finalizado el sangriento combate, aunque la tropa rebelde no tenía mucho material quirúrgico, Ernesto Che Guevara —médico y combatiente excepcional—, curó a los heridos de ambos bandos. Luego, fue responsabilizado de trasladar y sanar a todos los rebeldes heridos, muchos de ellos de extrema gravedad.
Luego del triunfo revolucionario, al evocar la significación del combate del Uvero para el Ejército Rebelde, el Che escribió: «A partir de este combate, nuestra moral se acrecentó enormemente, nuestra decisión y nuestras esperanzas de triunfo aumentaron también, simultáneamente con la victoria y, aunque los meses siguientes fueron de dura prueba, ya estábamos en posesión del secreto de la victoria sobre el enemigo».[4]
UN ESCLARECIMIENTO HONESTO
En el aniversario 55 del ataque al Uvero, al reflexionar sobre este hecho histórico, el Comandante en Jefe cuestionaba si desde el punto de vista militar y revolucionario había sido correcto atacar una guarnición atrincherada y bien armada situada a orilla del mar.
Al ahondar en el porqué de aquella decisión, Fidel confesó que, al producirse el desembarco del Corynthia:
«Un fuerte sentimiento de solidaridad nos llevó a realizar el ataque contra la guarnición del Uvero. Debo señalar con toda honestidad que la decisión adoptada, si se excluye el mérito de la solidaridad que entrañaba, no fue en absoluto correcta.
Nuestro papel, al cual se subordinaba cualquier otro objetivo, tal como se hizo a lo largo de nuestra vida revolucionaria, no se ajustaba a aquella decisión».[5]
El disparo que realizara con su fusil de mirilla telescópica a la caseta de la radio, destruyó el equipo por lo que el adversario no supo a tiempo que esta guarnición estaba siendo atacada. Así, la guerrilla dispuso al menos de tres horas sin que las bombas y la metralla cayeran sobre ellos, algo que, según la experiencia que tenía, siempre ocurría unos 20 minutos después que se iniciara cualquier combate.
Sin tales factores —escribió Fidel— es muy probable que aquella decisión, inspirada solo en la solidaridad, redujera nuestras fuerzas de casi cien veteranos y fuese necesario comenzar de nuevo su azaroso camino, en el mejor de los casos.[6]
1 http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1965/esp/f280565e.html.
2 Ibídem.
3 Ibídem.
4 Ernesto Che Guevara. Pasajes de la guerra revolucionaria. El combate del Uvero. Editora Política. La Habana, p. 99.
5 Fidel Castro Ruz. Reflexiones. Un esclarecimiento honesto. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013. Tomo 5, pp. 58–67.
6 Ibídem p. 587.