La evidencia de lo posible
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Con el poder insondable de su palabra, el poeta cubano José Lezama Lima ha definido a nuestro José Martí como el misterio que nos acompaña; la poetisa, martiana y amiga de Lezama Lima, Fina García Marruz, ha expresado que ese misterio nos acompaña, ya para siempre.
Me atrevo a decir, animada en estas líneas de homenaje a Fidel, que él es la posibilidad que nos acompaña, ya para siempre: la gran lección que nos lega, y así lo siento, es que podemos batallar y vencer.
El poeta Cintio Vitier ha escrito en su inolvidable libro Ese sol del mundo moral, por qué Fidel es posibilidad: «La patria —se lee en las páginas finales—, que estaba en los textos, en los atisbos de los poetas, en la pasión de los fundadores, súbitamente encarnó con una hermosura terrible, avasalladora, el 1ro. de enero de 1959. La teníamos delante de los ojos, viva en hombres inmediatos e increíbles que habían realizado en las montañas y en los llanos aquello que estaba profetizado, lo que fue el sueño de tantos héroes, la obsesión de tantos solitarios (…)». (1)
«Y entonces llegó, con el día glorioso, con el primero de enero en que un rayo de justicia cayó sobre todos para desnudarnos, para poner a cada uno en su exacto sitio moral, la confrontación de los fragmentos de la realidad, que andaba rota y dispersa, a más de deshonrada: por lo tanto absurda, o enloquecida, o yerta. En un pestañear se rehizo la verdad, que estaba deshecha, en agonía o sepultada (…)». (2)
«Y vimos cómo la capital se volcaba para cumplir el recibimiento que parecía definitivamente frustrado, y cómo los héroes, los sacros campesinos, el ejército más hermoso del mundo, entraba lenta, gozosa, profundamente durante todo el día y una noche de solemne hartazgo, en la ciudad. ¡Qué fecundación borrando las innumerables frustraciones, las humillaciones indecibles, las minuciosas pesadillas! Comenzaban entonces otros combates; pero desde entonces el devenir tiene raíz, coherencia, identidad». (3)
Solo un optimismo inamovible, la confianza inagotable en la victoria, hicieron de Fidel el luchador invicto que es. Comenzando el siglo XX un cubano excepcional como Julio Antonio Mella ya había encarnado la lección de que un verdadero revolucionario está habitado por febril entusiasmo, por la certeza de que todo buen cambio es posible, por una alegría congénita que blinda contra aquellos eventos que suelen desplomar, deprimir y hasta paralizar a muchos otros.
Ni el menor instante de desaliento
Una experiencia narrada por el líder histórico de la Revolución al periodista italiano Gianni Miná, y que leí siendo muy joven, me ha conmovido hasta hoy. En ella pude sentir las adversidades de un mal día, y también la fortaleza de quien no se dejó arrastrar por los reveses:
«En una ocasión me ocurrió algo, ya después del golpe de Estado de Batista —contó Fidel: Un día estaba yo en las actividades revolucionarias y el automóvil que tenía lo ocupa la compañía, porque era comprado a crédito y me había atrasado en los pagos. Fui a un café al que acostumbraba a ir a tomar un café y a fumarme un tabaco tranquilo, y aquel hombre que siempre fue amistoso, en aquella situación tengo la honradez de decirle: “No traigo dinero arriba”, y me dice: “Entonces, no”, y me niega el café y el tabaco. Camino por el Prado, paso cerca del Palacio Presidencial custodiado por la policía militar, llego a una esquina que se llama Prado y Neptuno, donde vendían periódicos y los exhibían allí. Yo ese día no tenía ni para el periódico y me puse a leer los cintillos. Un muchachito que estaba allí me bota. Me dice: “circule, circule”, y me bota. No tenía ni para el tranvía o para el ómnibus, y caminé como tres kilómetros hasta cerca de la Universidad, donde tenía una habitación en un edificio allí, y entonces me acosté a dormir —hacía mucho calor— y dormí alrededor de tres o cuatro horas. Pasé un día triste, pero ni siquiera en aquellos momentos tuve el menor instante de desaliento». (4)
De aquella vivencia hasta el sol de hoy, la vida del extraordinario revolucionario ha estado marcada por sucesos insólitos, incluso inverosímiles, en los cuales la imposibilidad ha dado paso a lo tangible.
Fidel ha evocado los momentos cercanos al triunfo de 1959. En solo líneas aquilatamos la dimensión de una victoria que la lógica común no hubiese podido siquiera imaginar: «Tenía entonces 32 años. Habíamos vencido en 24 meses y 13 días una fuerza de 80 000 hombres a partir de siete fusiles, reunidos con posterioridad al gran revés sufrido por nuestro pequeño destacamento de 82 hombres, tres días después de nuestro desembarco, el 2 de diciembre de 1956». (5)
Muchos episodios vividos por Fidel condensan en sí el hecho de lo imposible puesto al revés, sagas en las cuales el pueblo va adquiriendo dimensión y consistencia crecientes: el asalto a los gigantescos muros del cuartel Moncada, la travesía del yate Granma (tan pequeño, tan sobregirado en peso y sometido a los vaivenes de la tempestad), seguir en el mapa tras la Crisis de los Misiles, haber derrotado al imperialismo en Playa Girón, haber alfabetizado en muy poco tiempo a millones de seres humanos, lograr que volvieran del imperio nuestro niño Elián González y nuestros Cinco Héroes, resistir los días que transcurrieron mucho más allá de la caída del Muro del Berlín, haber sobrevivido al odio mortal del imperialismo, colocar, allí en el centro donde nada había, la autoestima y la humanidad creciente del cubano.
Lo logrado, a lo cual se pueden sumar muchas realidades, fue alguna vez tan solo el atisbo de un sueño, pero como nos ha enseñado Fidel, «no tenemos otra alternativa que soñar, seguir soñando, y soñar, además, con la esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad si luchamos por él. El hombre no puede renunciar nunca a los sueños, el hombre no puede renunciar nunca a las utopías, Es que luchar por una utopía es, en parte, construirla». (6)
Ser revolucionario, como él ha dicho, además de ser un privilegio es «fruto de nuestra propia conciencia». De modo que podemos proponernos cambiar toda situación adversa, mirar al horizonte que sirve, como ha dicho el escritor uruguayo Eduardo Galeano, «para caminar mientras se sueña con los pies en la tierra».
En el año de cumplir sus nueve décadas de infatigable y excepcional vida, Fidel asistió a la sesión de clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba en abril de 2016. Lo hizo para compartir con los presentes su espíritu de un optimismo que nunca le ha abandonado desde que comenzó a entender las leyes terrenales, allí en un mundo más pequeño y fascinante, Birán.
«(…) Si se trabaja con fervor y dignidad, se pueden producir los bienes materiales y culturales que los seres humanos necesitan, y debemos luchar sin tregua para obtenerlos. A nuestros hermanos de América Latina y del mundo debemos transmitirles que el pueblo cubano vencerá». (7)
La victoria, que en la Isla no es un hecho consumado sino tarea inmensa, nos hace mirar una vez más, deslumbrados, hacia la serenidad con que ese gigante batallador profetiza, como siempre, lo más difícil: la esperanza de la especie humana.
¿Y quién es Fidel si no la continuidad de José Martí? Ambos provienen de materia común: cubanía depurada en la entrega, misterio que cristaliza en lo posible, entereza catapultada a la eternidad.
1 Vitier, Cintio: Ese sol del mundo moral, Editorial Félix Varela, La Habana, 2006, página 212.
2 Ibídem, páginas 212-213.
3 Ibídem, página 214
4 Miná, Gianni: Un encuentro con Fidel. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1987, página 361.
5 Castro, Fidel: Prólogo al Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela: Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas. Editora Política, La Habana, 1999. Página 2.
6 Palabras pronunciadas por Fidel en 1992 al amigo nicaragüense Tomás Borge.
7 Versiones taquigráficas del Discurso ante el pleno, pronunciado por Fidel en la sesión de clausura del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Abril 19 de 2016.