La batalla política de los 53 días
Date:
24/11/2006
Source:
Revista Bohemia Año 98. No 24
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Fidel desarrolla un infatigable y riesgoso combate cívico, además de estructurar secretamente la organización con la que desencadenaría en su momento la insurrección armada popular.
Cuando el 2 de mayo de 1955 Fulgencio Batista firmó la Ley No 2 de ese año, que condonó sin exclusiones todos los denominados delitos políticos, el pueblo había ganado el más importante enfrentamiento contra los golpistas desde el 10 de marzo de 1952.
Si desde el punto de vista de su más importante significado, la campaña por la amnistía iba a tener como principal consecuencia la excarcelación de Fidel y sus compañeros presos y, por tanto, la apertura de la posibilidad del incremento de la lucha que precipitaría el desencadenamiento de la fase armada de la Revolución, en otro sentido había cumplido fines no menos valiosos en tanto que, precisamente, fortaleció las condiciones para el máximo aprovechamiento de esa posibilidad.
La campaña, en efecto, sirvió para atacar y debilitar a la tiranía, dentro de límites legalmente permitidos que esta no pudo eludir. Y en la medida en que apelaba a sentimientos positivos, humanitarios y justos, incentivó la actividad contra el régimen en amplios segmentos de la población.
Al mismo tiempo, las acciones a favor de la amnistía promovieron un formidable movimiento de masas y un amplio despliegue publicitario que atrajo y retuvo el interés público sobre el principal grupo preso, su acción del 26 de julio de 1953, su conducta, ideales y posición diferenciada del resto de la oposición respecto a la forma de enfrentar a la tiranía, y fue un vehículo para la formación legal de grupos de opinión, muchos de cuyos integrantes, al tomar contacto en ese momento o con posterioridad, se incorporarían al movimiento dirigido por Fidel.
Al aprobar la amnistía, el régimen no pudo vislumbrar esas consecuencias a mediano plazo. Su euforia ante la desunión de los partidos oposicionistas, le impidió aprehender el peligro potencial en lo estratégico de la derrota que acababan de infligirle.
“Una gran victoria del pueblo”
El domingo 15 de mayo de 1955, Fidel Castro y sus compañeros presos salían excarcelados. Comenzaba así la última fase insurreccional de la Revolución Cubana.
La Ley de amnistía extendió su alcance a 95 presos políticos y a 180 personas reclamadas por los tribunales, que vivían clandestinamente o fuera del país, entre estos al ex presidente Carlos Prío y muchos funcionarios de alta jerarquía del equipo gobernante derrocado el 10 de marzo de 1952.
Sin embargo, la salida del Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos de Fidel Castro y otros 29 sancionados por los sucesos del 26 de Julio de 1953 –el mayor grupo excarcelado de una organización específica–, fue el resultado concreto de esa ley que mayor impacto produjo en la opinión pública.
Las demostraciones de simpatía recibidas en Nueva Gerona y en el trayecto del traslado en tren desde Batabanó hasta La Habana, donde fue recibido triunfalmente por una multitud de compañeros y simpatizantes, el lunes 16, fueron sintomáticas del ascendente prestigio de Fidel en el escenario político del país.
En las declaraciones a la salida de la cárcel, Fidel agradece a la FEU y a los órganos informativos su participación en la campaña por la amnistía. Esclarece algunos aspectos fundamentales del asalto al cuartel Moncada, y establece la posición de los moncadistas ante las principales alternativas de solución que se debaten en el país: asamblea constituyente, elecciones generales o elecciones parciales.
Según él, no había correspondido al régimen la iniciativa de liberarlos. Califica ese resultado como una gran victoria del pueblo, y replantea su rechazo a condición alguna que pretenda establecer cualquier limitación al ejercicio de las libertades ciudadanas.
Aclara que no es enemigo del Ejército, sino cuando más un adversario circunstancial. Y explica que al Moncada no fue a luchar contra los soldados, sino a combatir a la tiranía, y que deben de olvidarse los rencores: “Un ejército no debe virar sus fusiles hacia atrás para disparar al pasado”.1
La necesidad de la unión
Expone su voluntad por la paz, pero una paz basada en la dignidad: “Los cubanos amamos la paz, pero amamos más los principios. Que la paz no se convierta en una tregua para que el régimen consolide la opresión”.2 Culpa a la tiranía por la falta de paz, y denuncia las arbitrariedades y abusos que la impiden y que promueven la rebeldía en el pueblo.
Condena la conspiración cuartelera como vía para una verdadera solución, así como los métodos terroristas y al tiranicidio, procedimientos a los que califica como inhumanos y antirrevolucionarios.
Propugna la línea de la movilización de las masas, y expone su intención de permanecer en Cuba para combatir de esa manera al Gobierno, solo si efectivamente existe una situación de positivas garantías que haga posible esa táctica.
Fidel rechaza la versión que lo ubica en planes de formación de un nuevo partido y, al mismo tiempo, desestima la oferta para ocupar una posición dirigente en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), su presidencia en La Habana.
Proclama la necesidad de la unión de la oposición, pero no a nivel de los partidos, sino de lo que define como “fuerzas morales”, es decir, organizaciones, sectores y personas capaces de enfrentar el marzato sin compromiso con el pasado. Señala a los estudiantes y obreros como columnas vertebrales de esas fuerzas.
Respecto a los temas por los que deambula retóricamente la polémica pública, Fidel se alinea en la única fórmula inaceptable para el régimen: la renuncia en sus cargos de los detentadores de los poderes ejecutivos y legislativo y de los gobernantes provinciales y locales; lo que conlleva efectuar de inmediato comicios generales.
Más, en esa última propuesta, a diferencia de los demás, señala un camino radical a recorrer si la dictadura no accede: “¿Quién ha dicho que nosotros vamos a dejar de luchar por lo que al pueblo corresponda aunque no lo quiera dar Batista? Si lo bueno posible no se alcanza, combatir a cualquier precio por lo imposible es mejor”. 3 La intención es clara: diferenciar su posición respecto a las diversas propuestas opositoras.
Una riesgosa batalla cívica
Durante los 53 días que Fidel permaneció en La Habana hasta que marcha al exilio, desarrolla de esa manera una infatigable y riesgosa batalla cívica a través de algunos medios de prensa. Denuncia los crímenes cometidos por la tiranía contra los moncadistas, los abusos contra los opositores del sistema y la explotación de la que eran víctimas los trabajadores.
De su disposición a no hacer concesiones al régimen son pruebas sus declaraciones y los trabajos periodísticos que redactó mientras pudo expresarse públicamente hasta mediados de junio. Rápidamente, le fueron cerradas una a una todas las posibilidades legales de combate. Se le vigilaba permanentemente. Se ejerció contra el espionaje telefónico. Se le hicieron anónimas amenazas de muerte. Algunos de sus más cercanos seguidores comenzaron a ser perseguidos y detenidos, y su hermano Raúl, encausado por un delito de terrorismo que no había cometido, tuvo que salir al exilio.
Desde el primer momento, se le impidió a Fidel participar en actos de masas, como el convocado por la FEU para el 20 de mayo en la universidad, que la policía impidió a tiros. Se suspendieron programas radiales y televisivos en los que el intervendría, y finalmente, el 16 de junio, fue clausurado el único periódico por el que podía dar a conocer sus criterios, el diario La Calle.
Un movimiento para la estrategia revolucionaria
Este desenlace estuvo previsto por Fidel. Desde que salió del reclusorio se dedicó a otra tarea de carácter secreto: la estructuración de una organización que aglutinaría a personas de las más radicales y decididas en todo el país, para desencadenar en su momento la insurrección armada popular. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio sería el aparato político-militar encargado de organizar y preparar al pueblo para ese enfrentamiento.
La noche del domingo 12 de junio quedaba constituida en La Habana la primera Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio con 11 miembros y cinco líneas de trabajo: bélico (acción), finanzas, propaganda, juventud y obrero. Esta Dirección Nacional, una sola dentro y fuera de Cuba, sería colectiva, pero la superior autoridad recaía en Fidel, quien en el extranjero integraría y adiestraría un pequeño contingente armado para regresar a iniciar la guerra revolucionaria.
Similar estructura se orientaría para cada una de las seis provincias, bajo la dirección de un coordinador. Como programa económico, político y social sostenía los postulados de La Historia me absolverá, que en el límite de sus propuestas tenía como su principal virtud ser una plataforma capaz de aglutinar al mayor número de fuerzas necesarias para luchar por el derrocamiento de la tiranía y la toma del poder.
Distribuidos sus dirigentes en un Frente Externo (quienes radicaran en el extranjero) y un Frente Interno (los que permanecieran dentro de Cuba), el Movimiento retuvo su dirección centralizada y colectiva, en la que al máximo nivel eran uno mismo el mando político y el mando militar, y las decisiones se adoptaban en discusiones colectivas, principalmente entre los miembros de la Dirección Nacional que radicaran dentro del país.
Dentro de su proyecto revolucionario, los objetivos tácticos para el reinicio de la guerra popular están planteados claramente por Fidel en una carta que enviaría desde México pocas semanas después de su salida hacia el exilio: “Insurrección armada, secundada por una huelga general revolucionaria y un sabotaje completo de todos los medios de comunicación del país”.4 En los dos factores principales que conforman el centro de ese proyecto, Fidel cuenta esencialmente con el pueblo. No habla simplemente de lucha armada, lo que equivale a la acción de las masas, con las armas en las manos y, por otra parte, al referirse a una huelga general revolucionaria, está claro que se trata de la incorporación del resto de las masas populares al enfrentamiento contra la dictadura.
En esa misma carta, Fidel precisamente algunos aspectos tácticos y estratégicos de su pensamiento aplicado a la estructuración del Movimiento 26 de Julio, a propósito del fracaso constante y la falta de perspectiva histórica del putschismo oposicionista: “No puede atribuirse al azar o a la fortuna adversa en este caso el resultado desfavorable. Cuando en una revolución todo está mal planteado desde el principio al fin, basta un casquillo de bala que caiga de una caja, o una confidencia adversa o el asesinato de un hombre clave para que todo se venga a tierra en un minuto. No es justo entonces culpar del desastre al confidente, al casquillo o al asesino, en vez de pensarse que una revolución debe estar organizada de modo que ni el confidente ni el asesino, ni el caso fortuito la puedan detener:
“Dos cosas son evidentes:
“1o El éxito de toda revolución como de toda guerra depende fundamentalmente de la estrategia que se adopte; una estrategia revolucionaria es siempre más complicada que una estrategia de guerra, no se estudia en ninguna academia y los militares de profesión con sus rígidos esquemas mentales suelen ser los menos indicados para concebirla”.
“2o En un mismo proceso revolucionario, no a todos los grupos políticos les es dable aplicar la estrategia ideal; depende decisivamente del papel que hayan desempeñado en la vida pública y de los intereses sociales que representen”.
En ese mismo escrito destaca Fidel la necesidad del trabajo dentro de las masas obreras y el papel fundamental que asigna a la propaganda revolucionaria para esa primera fase preparatoria de la guerra.
La única solución
A efectuar infinidad de conexiones personales y orientar esa gigantesca campaña subterránea de organización del Movimiento dedica Fidel las semanas finales de junio y los primeros días de julio de 1955, hasta que el jueves 7 parte en avión para México.
En la revista BOHEMIA saldrán publicadas sus últimas declaraciones en La Habana, en las que explica su decisión de salir del país y proclama el derrotero que ha de seguir. He aquí algunos fragmentos:
“Ya estoy haciendo la maleta para marcharme de Cuba, aunque hasta el dinero del pasaporte he tenido que pedirlo prestado, porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y lo dará por Cuba. Volveremos cuando podamos traerle a nuestro pueblo la libertad y el derecho a vivir decorosamente, sin despotismo y sin hambre.
(…)
·Después de seis semanas en la calle y ver las intenciones de la camarilla gobernante, dispuesta a permanecer en el poder veinte años, como piden los adulones y aprovechados sin conciencia, ya no creo ni en elecciones generales. Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda otra solución que la del 68 y el 95”.5
NOTAS Y RFERENCIAS
1 Fidel Castro: En Del Moncada al presidio y a la libertad, entrevista efectuada por Agustín Alles Soberón, BOHEMIA, La Habana, Año 47, No 21, mayo 22 de 1995.
2 Fidel Castro: Manifiesto al Pueblo de Cuba, 15 de mayo de 1955, publicado en La Calle, La Habana, Año I, No 38, 16 de mayo de 1955.
3 Fidel Castro: En Seguiremos luchando en Cuba. Nunca he abandonado la Ortodoxia, entrevista efectuada por Luis Orlando Rodríguez, La Calle, La Habana, Año I, No 38, 16 de mayo de 1955.
4 Fidel Castro: Carta de 17 de septiembre de 1955 remitida a Carmen Castro Porta, secretaria general del Frente Cívico de Mujeres Martianas. Fragmento tomado de La lección del Maestro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
5 Fidel Castro: En Opiniones sobre el regreso de Carlos Prío, de Rodolfo Rodríguez Zaldívar, BOHEMIA, La Habana, Año 47, No 28, julio 10 de 1955.
Cuando el 2 de mayo de 1955 Fulgencio Batista firmó la Ley No 2 de ese año, que condonó sin exclusiones todos los denominados delitos políticos, el pueblo había ganado el más importante enfrentamiento contra los golpistas desde el 10 de marzo de 1952.
Si desde el punto de vista de su más importante significado, la campaña por la amnistía iba a tener como principal consecuencia la excarcelación de Fidel y sus compañeros presos y, por tanto, la apertura de la posibilidad del incremento de la lucha que precipitaría el desencadenamiento de la fase armada de la Revolución, en otro sentido había cumplido fines no menos valiosos en tanto que, precisamente, fortaleció las condiciones para el máximo aprovechamiento de esa posibilidad.
La campaña, en efecto, sirvió para atacar y debilitar a la tiranía, dentro de límites legalmente permitidos que esta no pudo eludir. Y en la medida en que apelaba a sentimientos positivos, humanitarios y justos, incentivó la actividad contra el régimen en amplios segmentos de la población.
Al mismo tiempo, las acciones a favor de la amnistía promovieron un formidable movimiento de masas y un amplio despliegue publicitario que atrajo y retuvo el interés público sobre el principal grupo preso, su acción del 26 de julio de 1953, su conducta, ideales y posición diferenciada del resto de la oposición respecto a la forma de enfrentar a la tiranía, y fue un vehículo para la formación legal de grupos de opinión, muchos de cuyos integrantes, al tomar contacto en ese momento o con posterioridad, se incorporarían al movimiento dirigido por Fidel.
Al aprobar la amnistía, el régimen no pudo vislumbrar esas consecuencias a mediano plazo. Su euforia ante la desunión de los partidos oposicionistas, le impidió aprehender el peligro potencial en lo estratégico de la derrota que acababan de infligirle.
“Una gran victoria del pueblo”
El domingo 15 de mayo de 1955, Fidel Castro y sus compañeros presos salían excarcelados. Comenzaba así la última fase insurreccional de la Revolución Cubana.
La Ley de amnistía extendió su alcance a 95 presos políticos y a 180 personas reclamadas por los tribunales, que vivían clandestinamente o fuera del país, entre estos al ex presidente Carlos Prío y muchos funcionarios de alta jerarquía del equipo gobernante derrocado el 10 de marzo de 1952.
Sin embargo, la salida del Reclusorio Nacional para Hombres de Isla de Pinos de Fidel Castro y otros 29 sancionados por los sucesos del 26 de Julio de 1953 –el mayor grupo excarcelado de una organización específica–, fue el resultado concreto de esa ley que mayor impacto produjo en la opinión pública.
Las demostraciones de simpatía recibidas en Nueva Gerona y en el trayecto del traslado en tren desde Batabanó hasta La Habana, donde fue recibido triunfalmente por una multitud de compañeros y simpatizantes, el lunes 16, fueron sintomáticas del ascendente prestigio de Fidel en el escenario político del país.
En las declaraciones a la salida de la cárcel, Fidel agradece a la FEU y a los órganos informativos su participación en la campaña por la amnistía. Esclarece algunos aspectos fundamentales del asalto al cuartel Moncada, y establece la posición de los moncadistas ante las principales alternativas de solución que se debaten en el país: asamblea constituyente, elecciones generales o elecciones parciales.
Según él, no había correspondido al régimen la iniciativa de liberarlos. Califica ese resultado como una gran victoria del pueblo, y replantea su rechazo a condición alguna que pretenda establecer cualquier limitación al ejercicio de las libertades ciudadanas.
Aclara que no es enemigo del Ejército, sino cuando más un adversario circunstancial. Y explica que al Moncada no fue a luchar contra los soldados, sino a combatir a la tiranía, y que deben de olvidarse los rencores: “Un ejército no debe virar sus fusiles hacia atrás para disparar al pasado”.1
La necesidad de la unión
Expone su voluntad por la paz, pero una paz basada en la dignidad: “Los cubanos amamos la paz, pero amamos más los principios. Que la paz no se convierta en una tregua para que el régimen consolide la opresión”.2 Culpa a la tiranía por la falta de paz, y denuncia las arbitrariedades y abusos que la impiden y que promueven la rebeldía en el pueblo.
Condena la conspiración cuartelera como vía para una verdadera solución, así como los métodos terroristas y al tiranicidio, procedimientos a los que califica como inhumanos y antirrevolucionarios.
Propugna la línea de la movilización de las masas, y expone su intención de permanecer en Cuba para combatir de esa manera al Gobierno, solo si efectivamente existe una situación de positivas garantías que haga posible esa táctica.
Fidel rechaza la versión que lo ubica en planes de formación de un nuevo partido y, al mismo tiempo, desestima la oferta para ocupar una posición dirigente en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), su presidencia en La Habana.
Proclama la necesidad de la unión de la oposición, pero no a nivel de los partidos, sino de lo que define como “fuerzas morales”, es decir, organizaciones, sectores y personas capaces de enfrentar el marzato sin compromiso con el pasado. Señala a los estudiantes y obreros como columnas vertebrales de esas fuerzas.
Respecto a los temas por los que deambula retóricamente la polémica pública, Fidel se alinea en la única fórmula inaceptable para el régimen: la renuncia en sus cargos de los detentadores de los poderes ejecutivos y legislativo y de los gobernantes provinciales y locales; lo que conlleva efectuar de inmediato comicios generales.
Más, en esa última propuesta, a diferencia de los demás, señala un camino radical a recorrer si la dictadura no accede: “¿Quién ha dicho que nosotros vamos a dejar de luchar por lo que al pueblo corresponda aunque no lo quiera dar Batista? Si lo bueno posible no se alcanza, combatir a cualquier precio por lo imposible es mejor”. 3 La intención es clara: diferenciar su posición respecto a las diversas propuestas opositoras.
Una riesgosa batalla cívica
Durante los 53 días que Fidel permaneció en La Habana hasta que marcha al exilio, desarrolla de esa manera una infatigable y riesgosa batalla cívica a través de algunos medios de prensa. Denuncia los crímenes cometidos por la tiranía contra los moncadistas, los abusos contra los opositores del sistema y la explotación de la que eran víctimas los trabajadores.
De su disposición a no hacer concesiones al régimen son pruebas sus declaraciones y los trabajos periodísticos que redactó mientras pudo expresarse públicamente hasta mediados de junio. Rápidamente, le fueron cerradas una a una todas las posibilidades legales de combate. Se le vigilaba permanentemente. Se ejerció contra el espionaje telefónico. Se le hicieron anónimas amenazas de muerte. Algunos de sus más cercanos seguidores comenzaron a ser perseguidos y detenidos, y su hermano Raúl, encausado por un delito de terrorismo que no había cometido, tuvo que salir al exilio.
Desde el primer momento, se le impidió a Fidel participar en actos de masas, como el convocado por la FEU para el 20 de mayo en la universidad, que la policía impidió a tiros. Se suspendieron programas radiales y televisivos en los que el intervendría, y finalmente, el 16 de junio, fue clausurado el único periódico por el que podía dar a conocer sus criterios, el diario La Calle.
Un movimiento para la estrategia revolucionaria
Este desenlace estuvo previsto por Fidel. Desde que salió del reclusorio se dedicó a otra tarea de carácter secreto: la estructuración de una organización que aglutinaría a personas de las más radicales y decididas en todo el país, para desencadenar en su momento la insurrección armada popular. El Movimiento Revolucionario 26 de Julio sería el aparato político-militar encargado de organizar y preparar al pueblo para ese enfrentamiento.
La noche del domingo 12 de junio quedaba constituida en La Habana la primera Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio con 11 miembros y cinco líneas de trabajo: bélico (acción), finanzas, propaganda, juventud y obrero. Esta Dirección Nacional, una sola dentro y fuera de Cuba, sería colectiva, pero la superior autoridad recaía en Fidel, quien en el extranjero integraría y adiestraría un pequeño contingente armado para regresar a iniciar la guerra revolucionaria.
Similar estructura se orientaría para cada una de las seis provincias, bajo la dirección de un coordinador. Como programa económico, político y social sostenía los postulados de La Historia me absolverá, que en el límite de sus propuestas tenía como su principal virtud ser una plataforma capaz de aglutinar al mayor número de fuerzas necesarias para luchar por el derrocamiento de la tiranía y la toma del poder.
Distribuidos sus dirigentes en un Frente Externo (quienes radicaran en el extranjero) y un Frente Interno (los que permanecieran dentro de Cuba), el Movimiento retuvo su dirección centralizada y colectiva, en la que al máximo nivel eran uno mismo el mando político y el mando militar, y las decisiones se adoptaban en discusiones colectivas, principalmente entre los miembros de la Dirección Nacional que radicaran dentro del país.
Dentro de su proyecto revolucionario, los objetivos tácticos para el reinicio de la guerra popular están planteados claramente por Fidel en una carta que enviaría desde México pocas semanas después de su salida hacia el exilio: “Insurrección armada, secundada por una huelga general revolucionaria y un sabotaje completo de todos los medios de comunicación del país”.4 En los dos factores principales que conforman el centro de ese proyecto, Fidel cuenta esencialmente con el pueblo. No habla simplemente de lucha armada, lo que equivale a la acción de las masas, con las armas en las manos y, por otra parte, al referirse a una huelga general revolucionaria, está claro que se trata de la incorporación del resto de las masas populares al enfrentamiento contra la dictadura.
En esa misma carta, Fidel precisamente algunos aspectos tácticos y estratégicos de su pensamiento aplicado a la estructuración del Movimiento 26 de Julio, a propósito del fracaso constante y la falta de perspectiva histórica del putschismo oposicionista: “No puede atribuirse al azar o a la fortuna adversa en este caso el resultado desfavorable. Cuando en una revolución todo está mal planteado desde el principio al fin, basta un casquillo de bala que caiga de una caja, o una confidencia adversa o el asesinato de un hombre clave para que todo se venga a tierra en un minuto. No es justo entonces culpar del desastre al confidente, al casquillo o al asesino, en vez de pensarse que una revolución debe estar organizada de modo que ni el confidente ni el asesino, ni el caso fortuito la puedan detener:
“Dos cosas son evidentes:
“1o El éxito de toda revolución como de toda guerra depende fundamentalmente de la estrategia que se adopte; una estrategia revolucionaria es siempre más complicada que una estrategia de guerra, no se estudia en ninguna academia y los militares de profesión con sus rígidos esquemas mentales suelen ser los menos indicados para concebirla”.
“2o En un mismo proceso revolucionario, no a todos los grupos políticos les es dable aplicar la estrategia ideal; depende decisivamente del papel que hayan desempeñado en la vida pública y de los intereses sociales que representen”.
En ese mismo escrito destaca Fidel la necesidad del trabajo dentro de las masas obreras y el papel fundamental que asigna a la propaganda revolucionaria para esa primera fase preparatoria de la guerra.
La única solución
A efectuar infinidad de conexiones personales y orientar esa gigantesca campaña subterránea de organización del Movimiento dedica Fidel las semanas finales de junio y los primeros días de julio de 1955, hasta que el jueves 7 parte en avión para México.
En la revista BOHEMIA saldrán publicadas sus últimas declaraciones en La Habana, en las que explica su decisión de salir del país y proclama el derrotero que ha de seguir. He aquí algunos fragmentos:
“Ya estoy haciendo la maleta para marcharme de Cuba, aunque hasta el dinero del pasaporte he tenido que pedirlo prestado, porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y lo dará por Cuba. Volveremos cuando podamos traerle a nuestro pueblo la libertad y el derecho a vivir decorosamente, sin despotismo y sin hambre.
(…)
·Después de seis semanas en la calle y ver las intenciones de la camarilla gobernante, dispuesta a permanecer en el poder veinte años, como piden los adulones y aprovechados sin conciencia, ya no creo ni en elecciones generales. Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda otra solución que la del 68 y el 95”.5
NOTAS Y RFERENCIAS
1 Fidel Castro: En Del Moncada al presidio y a la libertad, entrevista efectuada por Agustín Alles Soberón, BOHEMIA, La Habana, Año 47, No 21, mayo 22 de 1995.
2 Fidel Castro: Manifiesto al Pueblo de Cuba, 15 de mayo de 1955, publicado en La Calle, La Habana, Año I, No 38, 16 de mayo de 1955.
3 Fidel Castro: En Seguiremos luchando en Cuba. Nunca he abandonado la Ortodoxia, entrevista efectuada por Luis Orlando Rodríguez, La Calle, La Habana, Año I, No 38, 16 de mayo de 1955.
4 Fidel Castro: Carta de 17 de septiembre de 1955 remitida a Carmen Castro Porta, secretaria general del Frente Cívico de Mujeres Martianas. Fragmento tomado de La lección del Maestro, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989.
5 Fidel Castro: En Opiniones sobre el regreso de Carlos Prío, de Rodolfo Rodríguez Zaldívar, BOHEMIA, La Habana, Año 47, No 28, julio 10 de 1955.