EL Dr. Castro y la discriminación racial
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La comparecencia del doctor Fidel Castro en el programa televisado Conferencia de Prensa1 que ofrece el Canal 12, se destacó principalmente por el juicio ponderado y sereno, casi, diríamos, objetivo, que le mereció la inconformidad de algunos elementos del pueblo frente a su reciente pronunciamiento en torno a la discriminación racial en nuestro país.
Dijo textualmente el doctor Castro: "Hay problemas de orden mental que para una revolución constituyen valladares tan difíciles como los que puedan constituir los más poderosos intereses creados. Nosotros no tenemos que luchar solamente contra una serie de intereses, y privilegios que han estado gravitando sobre la nación y sobre el pueblo. Tenemos que luchar contra nosotros mismos. Tenemos que luchar muy fuertemente contra nosotros mismos". Para precisar más adelante: "Nadie puede entender bien las cosas cuando no se detiene a pensarlas y actúa de acuerdo con determinados reflejos condicionados que tiene dentro, o actúa de acuerdo con determinados prejuicios. El prejuicio, la palabra lo dice: es algo que está antes del juicio; opiniones que el individuo emite antes de pensarlas." "...prejuicios que hay que erradicar no por ley, porque ¿quién le va a quitar un error de la cabeza a alguien con una ley? Hay que hablarle, y argumentarle y demostrarle..."
Nos reprodujo el líder, en esta larga alusión al problema de la discriminación racial, la imagen del tribuno que desde el polígono del hoy Campamento Libertad prometió buscar más paciencia cuando la que estuviere empleando se le acabare en el angustioso manejo de las cuestiones públicas, y aquella otra, tan pareja, del discurso a los obreros azucareros en que ventiló allí mismo el grave riesgo de una zafra insuficiente o limitada, no más que exponiendo las razones patrióticas y revolucionarias que inspiraban sus palabras. Porque, también, como en aquellas, en esta oportunidad ganó al guerrero triunfante y al revolucionario convencido de sus verdades, la fibra de estadista que no deja de dibujarse alguna vez en su tarea de conductor y de guía, aun en los casos en que imperativos tácticos de orden dialéctico le llevan a mantener un tono que no enfríe el entusiasmo despertado en el pueblo y la fe en los designios del movimiento revolucionario.
En efecto, cuestiones hay que no por justas admiten otro tratamiento que aquel que no las proyecta hacia implicaciones incluso harto más dolorosas que las que ellas representan. Y la de la discriminación racial es una de ellas. Castro lo ha dicho: es, antes que nada, fruto de un prejuicio. Para concluir: Tenemos que luchar contra nosotros mismos, y, además, en la otra gran verdad que revela la conciencia de que ningún precepto con el prejuicio acaba por más que la ley lo imponga, y que la única posible oposición al mismo es la demostración, con arreglo a razonamientos de que, con un error, se está cometiendo una injusticia. A la postre mirar a los hombres como tales, cualesquiera que sean el pigmento y la condición social o económica, y estimarlos y quererlos por encima de todos los convencionalismos, es cosa de claridad espiritual, de luz interior que ha de hacerse siempre pecho adentro.
En un libro que un tiempo fue famoso, La rebelión de los ángeles, Anatole France2 se planteó el tema tomando por sujeto la creencia en Dios. El gran escéptico daba en el blanco sin embargo, cuando afirmaba que sólo clavándolo en la conciencia propia; buscándolo dentro de uno mismo, Dios existía como una realidad influyente y decisiva en nuestro destino. Así, para valores respecto al citado de menor rango, pero de alto sentido moral cuales son la identificación de los hombres en la justicia que unos a otros se deben, y la confraternidad entre los que pertenecen a un mismo linaje, tocado, por añadidura, por la chispa divina que sólo al género humano fue deparada, reza, de todos modos, la única posibilidad cierta de afirmar la verdad llevada de la mano por el amor. A la larga, más hará siempre un sentimiento anidando en firme que una obligación cumplida a contrapelo del propio criterio.
Nosotros hemos sido, felizmente, en todo tiempo hombre y cubano antes que nada y; por lo mismo, muy ajenos a todas esas miserias que separan, sin fundamentos mayores, a los que en cambio por muchos otros debieran ser unos tan sólo. Empero, hemos también sabido que, como en la novela de France, se pierde lastimosamente el esfuerzo cuando se trata de borrar diferencias que demandan para desaparecer un espíritu y una mentalidad nuevos. El doctor Castro, por tanto, acierta cuando aboga por que los hombres de su patria se miren recíprocamente como hermanos, pero acierta en igual medida cuando se plantea y hace público que ello más que una empresa de la legislación estatal es una obra de la educación y la cultura.
Oímos otra vez, sin duda, al orador del polígono y de la FNTA.3
Diario de la Marina, 29 de marzo de 1959, p. 4-A.
Notas
1 En un discurso pronunciado en el Palacio Presidencial, el 23 de marzo de 1959, Fidel condenó las formas de discriminación racial; el 25 de marzo, en el canal 12 de televisión, en el programa Conferencia de prensa, el líder revolucionario hizo una pormenorizada explicación del problema de la discriminación racial y reiteró la voluntad política del nuevo gobierno de combatirla; en dicho contexto García Pons opina.
2 Anatole France (Anatole Thibault, 1844-1924). Narrador francés.
3 Federación Nacional de Trabajadores Azucareros. En la noche del 9 al 10 de febrero de 1959, Fidel habló en la plenaria de la FNTA