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Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear (XXIII)

Date: 

08/09/2012

Source: 

Diario Granma

Controversia sobre la orden que derribó al U-2

Una variante tan absurda como la de que el propio comandante Fidel Castro había lanzado los cohetes contra el avión U-2 no requiere perder tiempo en desmentirla, aunque a él no le faltaran deseos de hacerlo. Sin embargo, analicemos también este planteamiento. En primer lugar, sería algo insólito que el Primer Ministro del país se dedicara personalmente a semejante actividad. Mas como los políticos y militares norteamericanos lo tildaban de loco, irresponsable y otros muchos epítetos, supongamos que hubiese querido hacerlo, pues son inimaginables los vericuetos que puede tener la psiquis humana.

La presencia del Comandante en un grupo coheteril antiaéreo para participar en aquella acción pudo ser coordinada con el mando soviético. Ahora bien, ¿a dónde hubiera ido el Primer Ministro? Lógicamente, se hubiera dirigido al grupo emplazado en El Mariel o al de Bahía Honda, los más cercanos a los regimientos de cohetes de alcance medio que se encontraban en la región de Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal-Candelaria, por donde era más probable que volara el U-2. Pero es que el avión fue derribado en la provincia de Oriente, por el grupo emplazado cerca de Banes; un lugar en el que difícilmente se hubiera pensado para que el Comandante Fidel Castro se dirigiera a esperar en sus supuestas funciones de cazador. Además de que durante los días de

la Crisis no salió de la región occidental del país. Por lo que resulta perfectamente desechable esta tonta y malintencionada versión de los sucesos.

También se planteó que la acción había sido ordenada por el alto mando soviético. Sin embargo, resulta impensable que la orden la hubiera dado el general de ejército Pliev, pues este era un hombre de gran experiencia y muy disciplinado. Máxime sabiendo él perfectamente que lo ordenado por Moscú era no dispararles a los aviones norteamericanos. También es ilógico pensar que la orden la hubiera dado Jruschov, a no ser que quisiera que las cosas se pusieran mucho peores de lo que estaban, lo que no era así, evidentemente.

Llegamos a la variante de que la orden fue dada por algún general de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) que se encontraba en Cuba. Se han mencionado tres nombres: teniente general Gueorgui Voronkov, en aquel momento coronel y jefe de la división coheteril antiaérea que defendía la parte oriental de la Isla, a la que estaba subordinado el grupo coheteril que derribó el avión; mayor general Leonid Garbuz, quien entonces ostentaba ese grado militar y era sustituto del jefe de la ATS para la Preparación Combativa; y coronel general Stepan Grechko, entonces teniente general y sustituto del jefe de la ATS para la Defensa Antiaérea. Es necesario señalar que los dos primeros no fueron mencionados por otros como autores de la orden, sino que ellos mismos se atribuyeron su autoría en entrevistas que concedieron o relatos que publicaron años más tarde.

En primer lugar hay que señalar algo común para los tres. Todos eran altos oficiales de un ejército disciplinado, por lo que resulta difícil de imaginar que pudieran violar las órdenes de sus superiores de no actuar contra los aviones norteamericanos, máxime si estos eran tan superiores que radicaban en Moscú, lo que equivalía a decir Nikita Jruschov, Secretario General del Partido Comunista y Primer Ministro del Gobierno. Y seguramente conocían, principalmente los dos últimos debido a los cargos que desempeñaban, que el general Pliev había pedido autorización para disparar a Moscú y se lo prohibieron o recibió la callada por respuesta. También hay que tener en cuenta que las declaraciones o relatos de los dos generales fueron hechos quince o más años después de los acontecimientos.

En una entrevista publicada en 1989, el general Voronkov declaró lo siguiente: "Los aviones yanquis sobrevolaban el cielo cubano a diferentes alturas. Hasta el 26 de octubre no se autorizó la salida al aire de nuestros radares (...) Yo era del criterio de que así no se podía continuar. Los norteamericanos se sentían con derecho a todo. El 27 me informan que un avión espía U-2 está cruzando el espacio aéreo de la Isla y vuela sobre posiciones cercanas. Luego lo hace por encima de dos pequeñas unidades bajo mi mando, y al acercarse a una tercera, ¡ahí mismo di la orden combativa! ¡Con el primer proyectil lo derribamos"!(1)

La división coheteril subordinada al general Voronkov tenía doce grupos emplazados al este del límite Caibarién-Trinidad, y el que derribó al U-2 fue el emplazado en Banes, el último a la derecha por la costa norte. Si el avión volaba desde occidente hacia oriente, antes de llegar al grupo de Banes tenía que haber pasado por las zonas de destrucción de cuatro grupos de la división subordinada a Voronkov, por lo menos, antes de ser derribado, no sobre dos, como dijo el general en la entrevista; pero además surge una pregunta: ¿si él fue quien decidió derribarlo, porqué esperó a hacerlo con el último grupo, antes de que abandonara el territorio?, hubiera sido más lógico darle la orden a una unidad anterior, para tener reserva por si el que recibiera la orden fallaba.

Examinemos ahora los aspectos principales de lo relatado por el general Garbuz: "Llegué al puesto de mando de la Agrupación en la mañana del 27 de octubre. Allí se encontraba el sustituto del comandante para la Defensa Antiaérea, teniente general Stepan Grechko, quien ese día era oficial de guardia superior. El general me dijo: ‘Hace más de una hora da vueltas sobre nosotros un ‘visitante’. Considero que es necesario derribarlo, ya que puede descubrir nuestras posiciones en toda la profundidad y dentro de varias horas esos datos se conocerán en Washington’. Decidimos comunicarnos con el general Pliev, pero no estaba en el estado mayor. En aquellos momentos el oficial de guardia informó que el U-2 variaba el curso de vuelo; al llegar a Guantánamo había girado hacia el norte, era evidente que se marchaba después de cumplir su misión combativa (...) El general Grechko intentó comunicarse varias veces con el comandante de la Agrupación, pero no pudimos localizarlo en aquellos minutos decisivos, y no era posible establecer comunicación con Moscú en un plazo breve (...) Después de algunas reflexiones Grechko exclamó: ‘Bueno, pues respondamos juntos’. Al puesto de mando de la defensa antiaérea llegó la orden de destruir el blanco número 33, el avión U-2 (...) Los coheteros cumplieron la orden sin tardanza (...) El primer cohete solo averió la máquina, e incluso el piloto logró abrir la cubierta de la cabina, pero el segundo proyectil fue fatal (...) La decisión de interrumpir el vuelo fue dictada por la necesidad operativa. No se podía permitir que en los Estados Unidos recibieran la información sobre la dislocación y las cantidades de armamento y técnica de combate que poseían las tropas soviéticas y cubanas, y en primer lugar los datos sobre las posiciones de lanzamiento de los cohetes de alcance medio y de los antiaéreos".(2)

Analicemos ahora algunos puntos débiles de este relato. En la mañana del 27 de octubre las unidades se encontraban en completa disposición combativa desde hacía cinco días, se esperaba un ataque inminente del enemigo y todo el sistema de la defensa antiaérea había sido activado por primera vez desde la noche anterior; además, el U-2 estuvo volando sobre Cuba durante más de hora y media. Por mi propia experiencia del servicio conozco que en tales circunstancias los jefes se encuentran permanentemente en el puesto de mando del nivel correspondiente o están en lugares donde pueden ser localizados de inmediato. De otra forma no puede suceder en las condiciones del combate moderno, donde las acciones se desarrollan con gran rapidez y es necesario adoptar decisiones de mucha responsabilidad. Además, estos dos generales estaban en el puesto de mando del general de ejército Pliev, por lo que resulta inconcebible que este no pudiera ser localizado tras múltiples intentos y durante más de una hora, a no ser que el general de ejército fuera tremendo irresponsable, lo que es muy poco probable.

Si el U-2 voló desde la provincia de Pinar del Río hasta la de Oriente, pasando sobre los puntos fundamentales de importancia militar, debe haber atravesado las zonas de destrucción de no menos de quince grupos coheteriles, entonces: por qué esperaron hasta que llegara a Guantánamo y girara hacia el norte para destruirlo con el último grupo coheteril que quedaba en su recorrido; además de que después de pasar sobre Guantánamo podía haber seguido recto, sin girar allí hacia el norte, con lo que los hubiera dejado con un palmo de narices y se hubiera retirado tranquilamente con toda su "valiosísima" información, que "no podía llegar a los Estados Unidos", según el relato del general Garbuz; además de que también pudo girar al norte en Guantánamo y continuar vuelo sin pasar sobre el grupo de Banes.

Por la forma del relato da la impresión de que aquel era el primer vuelo de un U-2 sobre Cuba y no se podía dejar que escapara con toda la información recogida sobre las unidades soviéticas y cubanas; pero no era así, desde hacía dos semanas esos aviones volaban diariamente sobre la Isla, con frecuencia varias veces al día, por lo que todo lo que ese vuelo pudo fotografiar ya había sido fotografiado más de una vez, es decir, no constituía una información nueva, de primera mano e importancia decisiva, que lo revelaría todo en Washington. También podría alegarse que el sistema de defensa antiaérea solo se había activado la noche anterior, debido a lo cual los generales desconocían sobre los vuelos precedentes de los U-2, por lo que se horrorizaron con aquel. Eso sería por lo menos dudoso; recuérdese que el día 18 el general Pliev le había informado al general Gribkov, cuando este llegó a Cuba procedente de la URSS, acerca de la continuación de los vuelos de esas naves de exploración, por lo que sería muy difícil que no lo supieran dos de sus sustitutos, especialmente el general Grechko que era el jefe de toda la defensa antiaérea de la Agrupación. Pero aceptemos que no lo supieran porque no habían sido informados sobre ello y no podían ver ni oír a los U-2, sin embargo, desde el 23 de octubre el país era peinado diariamente por los vuelos rasantes de los norteamericanos, y para darse cuenta de eso no había ni que salir de los locales de trabajo, pues el aullido de los motores a reacción era tremendo y todo se estremecía prácticamente cuando pasaban. Los generales debían saber que aquellos aviones que volaban a baja altura también llevaban cámaras y lo fotografiaban todo, por lo que el mayor Anderson con su vuelo no tendría la exclusiva.

Entonces, ¿quién ordenó derribar el U-2? Sencillo: ningún gran jefe tomó la decisión, el pequeño jefe del grupo emplazado en Banes, mayor Ivan Minovich Guerchenov, localizó el avión, lo comunicó al puesto de mando de su regimiento y pidió autorización para derribarlo, le contestaron que habían solicitado el permiso al mando superior, que esperara; en eso se dijo que perdió temporalmente la comunicaciones y, basándose en lo que planteaba el reglamento de combate, que estaba vigente en aquellos momentos en las Tropas Coheteriles Antiaéreas soviéticas, referente a que al perder las comunicaciones en una situación combativa el jefe del grupo tomaba las decisiones de forma autónoma, tomó su decisión y la puso en práctica, derribando al violador del espacio aéreo cubano que estaba realizando una labor ilegal de espionaje.

El autor de esta obra, varios meses más tarde, en mayo de 1963, fue uno de los cubanos que ingresaron voluntariamente en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, respondiendo al llamado hecho por el comandante Fidel Castro, para que personal con el nivel de preparación necesario asimilara la compleja técnica y armamento que los soviéticos entregaron después de la Crisis. Durante los meses que estuvieron en las unidades asimilando la técnica, los mismos soviéticos relataron en múltiples ocasiones, a los fundadores cubanos de las Tropas Coheteriles Antiaéreas, la forma en que había sido derribado el U-2. En la actualidad no existen documentos que describan en detalle cómo se produjeron los hechos aquella mañana, pues los informes que deben haber sido confeccionados al respecto nunca fueron publicados por los soviéticos. Solo hay varios relatos muy generales y superficiales en que algunos de los participantes describen a grandes rasgos lo sucedido, los que están en correspondencia con la versión de que la decisión de derribar el avión fue tomada por generales pertenecientes a la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba. Ahora bien, en base a la experiencia, ¿cómo debe haberse desarrollado la acción?

Si el avión llegó a Guantánamo y giró hacia el norte, debe haberse aproximado hasta allí volando sobre la parte sur de la antigua provincia de Oriente. Antes de llegar al grupo de Banes pudo ser derribado por otros dos grupos por lo menos, de los emplazados en aquella región. Es seguro que durante todo el vuelo sobre la Isla solicitaron autorización para derribarlo no menos de diez jefes de grupos, pero ningún otro perdió las comunicaciones en el momento preciso ni tuvo la audacia y los... pantalones del mayor Guerchenov. También es seguro que todos ellos daban cualquier cosa por liquidar al espía.

La técnica de la unidad había sido debidamente comprobada desde la noche anterior, cuando habían autorizado por primera vez a que los radares de los grupos coheteriles antiaéreos irradiaran al espacio. Durante la noche había llovido varias veces, por lo que las trincheras y algunos refugios estaban inundados. A media mañana el radar P-12 del grupo se encontraba conectado y realizaba la exploración del espacio aéreo circundante. En esos momentos llovía a cántaros en la zona donde estaba emplazado el grupo coheteril antiaéreo. El jefe del radar comunica que aparece un blanco que es dictado por el radiocircuito de aviso y por sus características de vuelo se aprecia como avión de exploración del tipo U-2.

Cuando el blanco está a 45 kilómetros, el jefe de Grupo ordena: destruirlo, con dos cohetes contra el blanco, empleando el método de conducción de semipredicción, con diez segundos entre el primer lanzamiento y el segundo. De pronto, se escucha un estampido seco, como el producido por un martillazo sobre una mesa de madera, y al instante se oye el rugido ensordecedor del motor del cohete que lo hace saltar vertiginosamente hacia delante. El motor es tan potente que aquella masa de dos toneladas supera en pocos metros la velocidad del sonido y se aleja velozmente bajo la intensa lluvia, perseguida por una llamarada anaranjada de unos 30 metros de largo.

Diez segundos después es lanzado el segundo cohete. El blanco es destruido. Eran las 10:17 de la mañana y continuaba lloviendo a cántaros.

Hay que decir que el mayor Anderson debió ser un militar disciplinado, pues toda la zona estaba cubierta por una espesa capa de nubes, por lo que las cámaras del U-2 solamente fotografiaron allí la superficie superior de aquel manto, y la misión del mayor no estaba relacionada, precisamente, con las investigaciones meteorológicas; sin embargo, Anderson cumplió su plan de vuelo hasta el final. Eso le costó la vida.

Mientras tanto, el acribillado avión U-2, con el cuerpo de Anderson gravemente herido o muerto en sus entrañas metálicas ha comenzado una gran caída de 21 kilómetros, aunque todavía planea algo y continúa avanzando por inercia; poco a poco comienza a desviarse hacia la izquierda de la trayectoria hasta que la parte fundamental del cuerpo del avión cae cerca del poblado Vega III junto a un camino y no lejos de un platanal, mientras que una de sus alas se había desprendido poco antes y cayó en las inmediaciones del poblado y el empenaje de cola, que también se separó del cuerpo, se sumergió en las aguas de la Bahía de Banes.

Cinco años más tarde, el autor se encontraba en Minsk, capital de la República de Bielorrusia, en la antigua Unión Soviética; allí era jefe de un grupo de varias decenas de cubanos que estudiaban ingeniería en la Escuela Superior de Ingeniería Coheteril Antiaérea, ubicada a nueve kilómetros de la ciudad. Meses antes, el ya mayor general Voronkov había sido designado segundo jefe de la Escuela. En una cena dedicada a la celebración de una fiesta nacional cubana, el general Voronkov y el autor estuvieron sentados a la misma mesa, y después de comer y beber convenientemente cayeron en el tema del derribo del U-2 en Cuba. El general señaló una de las órdenes de la Estrella Roja que llevaba prendidas en la chaqueta y dijo que se la habían dado por el U-2, e interrogado sobre si era verdad que el jefe del grupo había tirado por su propia decisión, respondió que sí, pero que no había hecho más que interpretar el sentir de todos los oficiales. Después manifestó, medio en broma y medio en serio, que cuando recibió la información de que Ivan Guerchenov había derribado el avión, le ordenó al jefe de cuadros de la división que preparara una orden de condecoración para Ivan y otra orden de arresto, y que las tuviera a mano, pues todo dependería de las circunstancias. Así sucedió, el mayor Guerchenov fue enviado inicialmente al estado mayor del regimiento, en Victoria de Las Tunas, donde estuvo retenido varios días, y cuando se le dio una connotación positiva al derribo del U-2, regresó a su unidad, donde terminó el cumplimiento de la misión internacionalista; en ese lapso de tiempo fue condecorado y ascendido al grado de teniente coronel. En el momento en que sosteníamos esta conversación aún faltaban 22 años para la entrevista citada anteriormente, en la que el general se atribuyó la impartición de la orden para derribar el avión. Además, a inicios de la década de los noventa Herman Wainshtok Rivas, coronel jubilado de las Fuerzas Armadas cubanas, se encontró en Moscú con el teniente general retirado Voronkov, a quien le habían amputado una pierna por motivos de salud y se dirigía a Cuba para descansar por un corto periodo, y en la conversación que sostuvieron, el general admitió nuevamente que el U-2 había sido derribado por decisión personal del jefe del grupo coheteril antiaéreo emplazado en las cercanías de Banes, al perderse temporalmente las comunicaciones con el regimiento.

Ahora bien, es necesario señalar que a los integrantes de la primera unidad militar cubana que llegó al grupo coheteril antiaéreo de Banes para asimilar la técnica junto con los soviéticos, algunos de ellos les manifestaron que en la mañana del 27 de octubre de 1962 no se habían perdido las comunicaciones con el regimiento en ningún momento, que aquella solo fue una excusa empleada por el mayor Guerchenov para derribar al U-2. Uno de los que lo afirmaba era el jefe de la estación de radio del grupo, y este debía saber bien lo que decía. (Continuará)

(*) Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles.
(1) Estrada Juárez, Adela: El general que dio la orden de ¡fuego! Periódico Bastión. La Habana, Cuba, 30 de marzo de 1989, p. 4.
(2) Al borde del abismo... Ob. Cit., pp. 200-201.