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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO DE ENTREGA DE CERTIFICADOS A 4 000 ALFABETIZADOS, CELEBRADO EN LA CIUDAD DEPORTIVA, EL 18 DE JUNIO DE 1961

Date: 

18/06/1961

Compañeros y compañeras;

Miembros de la comisión de alfabetización;

Maestros;

Brigadistas y alfabetizados (APLAUSOS):

 

Supe, por los periódicos, que estaba invitado a este acto, pero parece que los compañeros no habían podido hacer contacto conmigo, y la invitación no se había convertido todavía en un compromiso formal.  Y yo estaba escuchando este acto por televisión (APLAUSOS), pero quiero confesar que me costó mucho trabajo no venir.  Y me costó tanto, que al fin y al cabo fue inútil, y vine (APLAUSOS).

Hay veces que nosotros, a fuerza de hablar y hablar, en actos y más actos, tenemos deseos de oír los actos también por televisión.  Hay veces que nos parece que no es tan imprescindible que nosotros tengamos que asistir a todos los actos (EXCLAMACIONES DE:  “¡Sí!”).  No, no me conviene el “sí” ese, porque ustedes no son capaces de imaginarse la cantidad de actos, mítines, reuniones, concentraciones, congresos y actos de todo tipo que se organizan en la república y que nosotros, si el tiempo y si las energías nos alcanzaran, gustosamente asistiríamos a todos.  Pero, no siempre es posible, y por eso tenemos que aprender también muchas veces a decir que no.

Pero en este problema de la alfabetización, yo estaba escuchando el programa y estaba escuchando...  escuché al compañero Naborí, a la compañera Alicia, al poeta soviético (APLAUSOS), y al compañero Hart (APLAUSOS), y me parecía que en medio de una lucha tan apasionante como esta de la alfabetización, y comprendiendo la magnitud de la empresa y de la meta que el pueblo se ha trazado, no era posible dejar de hacer un pequeño esfuerzo para poner también nuestro granito de arena esta noche (APLAUSOS).

Es que nosotros estamos en medio de una gran lucha, y tenemos, además, un compromiso muy serio con nosotros mismos, en primer lugar, y además con todo el mundo.  Nosotros nos hemos planteado esta tarea gigantesca de erradicar el analfabetismo en solo un año, y, naturalmente, hay que erradicar el analfabetismo en un año.  No queda otra salida.

No importa cuáles sean los obstáculos; nosotros nos hemos trazado ese propósito y tenemos que cumplirlo.  Si la Revolución no lograra cumplir esa meta, entonces no podrían seguir diciendo los cubanos, como hemos dicho hasta hoy, que hemos ganado todas las batallas (APLAUSOS).  ¡Y qué triste, qué triste que perdiéramos una batalla contra la ignorancia!; ¡qué triste que fuéramos incapaces de cumplir nuestra promesa!

No es que nosotros nos sintamos pesimistas.  Nosotros estamos seguros de que esa promesa se cumplirá.  ¿Por qué?  Porque el pueblo de Cuba tiene empeñado en ello su honor, y porque el pueblo de Cuba tiene suficiente entusiasmo, y tiene suficiente conciencia, y tiene suficiente energía para cumplir esa meta (APLAUSOS).  Por eso nosotros le estamos recordando en esta noche ese deber.

...¿Por qué la Revolución lanzó la consigna de cumplir esta meta en un año?  Podría haberse declarado que en dos años, o en tres años, o en diez años, es cierto.  Pero nosotros sabemos que si hubiésemos trazado la consigna en dos años, o en tres años, o en 10 años, jamás se habría logrado movilizar un contingente tan grande de educadores, jamás se habría logrado arrancar un entusiasmo tan grande como el que ha provocado esa consigna.

Es que los pueblos se enamoran de las grandes tareas, de las grandes empresas, de las empresas difíciles.  Si la consigna hubiese sido erradicar el analfabetismo en tres años, es posible, es seguro, que no se habría movilizado tan gran número de maestros, es seguro que no se habría movilizado tan elevado número de alfabetizadores.  Si al pueblo de Cuba no se le hubiese trazado una tarea grande, una tarea difícil, es seguro que el pueblo de Cuba no se habría entusiasmado tanto como se ha entusiasmado de saber lo que significa para nuestro país y lo que significa de aliento a los demás pueblos el que nuestro pueblo pueda cumplir esta tarea (APLAUSOS).  Y esta batalla contra la incultura tenemos que ganarla.

¿Qué se hace en la guerra?  ¿Qué se hace en medio de un combate, cuando la lucha es dura?  Sencillamente, se redobla el esfuerzo, se envían refuerzos.  Y en esta batalla que estamos empeñados en este año de 1961, si hace falta redoblar el esfuerzo, redoblaremos el esfuerzo; y si hace falta enviar más refuerzos, enviaremos más refuerzos; y si hace falta movilizar a todo el pueblo, movilizaremos a todo el pueblo, pero ganaremos la batalla (APLAUSOS).

Primero surgió la idea de movilizar a todos los maestros y de movilizar a todos aquellos ciudadanos que dispusiesen de tiempo y estuviesen en condiciones de alfabetizar.  Y efectivamente, se presentó un extraordinario número de alfabetizadores, de obreros, de maestros.

Pero ocurría que el analfabetismo no radica fundamentalmente en las ciudades.  En las ciudades hay, naturalmente, analfabetos, pero la cifra mayor de analfabetos, en proporciones verdaderamente increíbles, se dan en el campo, en las zonas rurales.  En el campo estaba el mayor número de analfabetos, y era lógico que, por tanto, en el campo existiera el menor número de alfabetizadores.

La cifra mayor de alfabetizadores estaba también en las ciudades.  Un gran número de alfabetizadores voluntarios son obreros, que tienen que asistir a su trabajo diariamente.  Y sin embargo, el mayor número de analfabetos estaba en los campos, y principalmente en las montañas.  ¿Cómo afrontar esa nueva dificultad?  Pues, sencillamente, movilizando a alfabetizadores hacia las montañas.  Fue ahí cuando surgió la idea de llamar a los estudiantes, es decir, llamar a todos los jóvenes de enseñanza preuniversitaria y de secundaria básica, a los estudiantes de maestros, a los estudiantes de comercio, y, en fin, de todas las escuelas secundarias para movilizarlos.

¿No tenía el país una gran fuerza juvenil?  ¿No contaba el país con decenas y decenas de miles de jóvenes, que con una cartilla en la mano podían alfabetizar?  ¿No constituía esa zona juvenil una fuerza revolucionaria, una fuerza cultural?  ¿No podía la Revolución movilizar a toda esa zona juvenil?

Nos acercábamos a los meses de verano, que son los meses de vacaciones.  Un gran número de jóvenes ya estaban finalizando su curso.  Si el curso se adelantaba, a la vez que el próximo curso se retardaba algo, no por eso nuestra juventud iba a perder el tiempo; no por eso nuestra juventud se iba a retrasar.  Todo lo contrario:  la experiencia que significa para un joven ir a las montañas, ir a los campos, a enseñar, es una experiencia tan valiosa, que posiblemente no la adquieran nunca en las aulas.

No iba a ser, ni mucho menos, un tiempo perdido.  Y por eso se ideó la movilización de todo ese sector juvenil; se hizo un llamamiento a la juventud, y la juventud ha respondido plenamente.

Cuando se hizo ese llamamiento, el gobierno sabía que la juventud respondería; el gobierno, cuantas veces ha puesto su fe en las masas, en el pueblo, jamás se ha equivocado.  Y los hechos lo demuestran, en el número extraordinario ya de jóvenes que están en los campos, que si en estos momentos no es mayor es porque ha sido virtualmente imposible movilizarlos a todos en tan poco tiempo.

Ahí surgió ya una fórmula, para ir a atacar el analfabetismo en sus posiciones más fuertes, es decir, en el campo, y principalmente en las montañas, donde el analfabetismo a veces alcanza cifras de un 85% o un 90%, entre analfabetos y casi analfabetos.

Pero hay veces, cuando se recorren los campos y se puede apreciar el extraordinario número de familias que vive en nuestros campos, se tiene la impresión de que quizás no alcancen los 100 000 brigadistas.  Por lo pronto, si no se hubiese movilizado a los estudiantes no habría sido posible realizar con todo éxito la campaña, y aún así, aún así, nos encontramos claros, nos encontramos sitios donde todavía no hay alfabetizadores.

El grueso de los brigadistas se están enviando hacia la provincia de Oriente, por ser la zona más montañosa, más aislada, de más difícil acceso, y donde por tanto hay mayor número de analfabetos.  No sé si me equivoco, pero tengo entendido que en este momento debe haber de 30 000 a 40 000 brigadistas...  Me informa el compañero Mario Díaz que son ya 40 000 los brigadistas que se han movilizado hacia la provincia de Oriente (APLAUSOS), y hacia esa provincia marcharán otros 10 000 brigadistas; es decir que a Oriente le corresponden 50 000 de los 100 000 brigadistas.  Es preciso que no quede un solo rincón de la provincia, es preciso que no quede una sola casa con analfabetos, sin maestros, es decir, sin alfabetizadores.

A las demás provincias se han ido enviando también alfabetizadores de las brigadas, en proporción menor que a la provincia de Oriente, entre otras razones por encontrarse más cerca del campamento nacional y de la capital de la república, que es de donde surge el núcleo mayor de alfabetizadores.

Sigue la movilización, hay muchos jóvenes que todavía preguntan cuándo los van a llamar (APLAUSOS).  No se les ha llamado a todos porque ha sido preciso pasar por un cursillo elemental, breve pero necesario, para lo cual fue condicionada la zona de Varadero, donde han estado pasando previamente y recibiendo las instrucciones y el equipo los alfabetizadores.  Me estoy refiriendo no a los alfabetizadores populares, sino a los brigadistas, es decir, a los estudiantes que se han inscripto en las brigadas “Conrado Benítez” (APLAUSOS).

Y por mucho que se ha trabajado en Varadero, es imposible instalar allí un número mayor de 14 000, que ha sido el máximo, y que en realidad es una cantidad considerable, dada las instalaciones que allí existían.  Ha sido necesario, además, dotar de uniformes, de botas, de faroles, de material escolar y de cartillas a todos los alfabetizadores.

Es, en realidad, un verdadero ejército, que se ha movilizado con un gran esfuerzo pero, al mismo tiempo, con una gran eficacia.  Y como deben permanecer allí de cinco a siete días, ha sido necesario hacer esperar a muchos jóvenes para pasar por ese campamento, pero todos absolutamente serán llamados.

Debe analizarse o razonarse la dificultad que implica la confección de 150 000 ó 200 000 uniformes, y de otros tantos pares de botas, sobre todo si se tiene en cuenta que no son las únicas necesidades, que hay infinidad de escuelas organizadas, y que además hay cientos de miles de milicianos, y que los batallones de milicianos también han requerido de uniformes, y de botas, y de equipos; y que, simultáneamente, nuestra industria, con un aumento grande de la producción, a extremos tales que la fabricación de botas se ha duplicado, es decir, se ha elevado en diez veces, todavía no ha sido suficiente para satisfacer toda la demanda cuando se nos han juntado batallones de milicias, brigadas alfabetizadoras y todas las escuelas que ya están funcionando.

Hay algunos brigadistas que preguntan, porque dicen que solo les han entregado un par de botas, y que solo les han entregado un uniforme, y nosotros en ocasiones nos hemos encontrado con grupos juveniles —les prometí que iba a hablar de ellos; entre otras cosas, ellos no querían, porque me plantearon sus problemas—, un grupo de brigadistas, muchachos jóvenes y llenos de entusiasmo, que estaban en las montañas y que estaban decididos a quedarse allí, pero inmediatamente me comenzaron a plantear:  primero, que si no había cristales para los faroles, que se rompían a veces; que no tenían farol, porque se les habían roto o porque no habían alcanzado; que solo tenían un par de botas y se les habían roto; así, por el estilo.  Y entonces me preguntaron:  “Bueno, ¿qué hacemos si se nos rompen las botas?”  Y yo les dije:  “Pues, muy fácil:  andar descalzos” (APLAUSOS).  “Y si no hay faroles, usen velas; y si no hay velas, usen una tea encendida” (APLAUSOS).

Me decían también que no llegaba el correo hasta allí.  Les dije:  “Bueno, cuando nosotros estuvimos en las montañas, tampoco teníamos correo, ni cartero (RISAS Y APLAUSOS); así que, ¿qué ustedes quieren?, ¿que se movilice ahora todo el aparato del Estado para hacer llegar aquí un cartero?; pues, eso no hace falta para alfabetizar.”

¿Cómo creemos nosotros que deben actuar los brigadistas?  Nosotros hemos tratado de darles ropas, uniformes, zapatos, todas las cosas, y que salgan muy elegantes y muy marciales hacia las montañas (APLAUSOS).  En ciertas ocasiones, en los primeros tiempos de nuestras experiencias por las montañas, hubo casos en que los zapatos también se nos habían roto, y no había zapatos ni manera de conseguirlos, ni contactos con los llanos; y nosotros teníamos que seguir, porque no nos íbamos a rendir porque nos faltaran zapatos (APLAUSOS).  Y lo primero que hicimos fue conseguirnos un poco de alambre y coser los zapatos con alambres, para poder marchar (APLAUSOS).

Y el maestro no tiene que caminar tanto, el alfabetizador no tiene que caminar tanto.  Si un alfabetizador se queda sin botas —desde luego, haremos lo posible porque no se quede sin botas, haremos lo posible por enviarle aunque sea una “media suela” para que se la ponga a las botas (RISAS Y APLAUSOS)—, el alfabetizador no debe preocuparse por eso.  En el ánimo del alfabetizador debe estar su disposición a enseñar descalzo.

En la Guerra de los Diez Años, la mayor parte de los mambises estaban descalzos; y, sin embargo, estuvieron guerreando 10 años (APLAUSOS).  ¿Cómo es que esta generación juvenil no va a ser capaz de situarse en una casa de un campesino y de enseñar, si las botas se les rompen?  Desde luego, yo no sé por qué estarán rotas las botas de los brigadistas, ¡será porque caminan mucho!  Pero ellos, de acuerdo con el plan en las montañas, deben estar situados en determinadas casas o grupos de casas y, por lo tanto, no tienen que pasear tanto.  Es verdad que a veces ellos van también a ayudar a los campesinos a recoger café, o a sembrar, y eso está maravilloso.  No se puede imaginar ninguna familia lo que su hijo va a ganar en carácter, y va a ganar en sentimientos humanos, y va a ganar en experiencia, si tiene que recoger café y si tiene que ayudar a los campesinos a sembrar.

En el espíritu de ese joven, o de esa joven, debe estar la disposición a pasar por esas pruebas, y no preocuparse mucho si llega o no llega el cristal del farol, o si llegan o no llegan botas.  Ellos me decían:  “Hemos escrito a la comisión de alfabetización, en Varadero, pidiéndole un cristal, o pidiéndole tal cosa.”  En realidad ellos posiblemente pensaban en sus dificultades y olvidaban el trabajo agotador que tienen los compañeros de la dirección nacional, tanto de la comisión como los que están trabajando en Varadero, lo que significa abastecer, organizar, instruir y movilizar a los 100 000 alfabetizadores; y por lo tanto, es lógico que si se remite una carta a Varadero y no reciben inmediatamente, a vuelta de correo, un par de botas, es porque eso es virtualmente imposible (APLAUSOS).

No vayan a pensar los familiares que los muchachos están descalzos.  No, no, los muchachos todavía no están descalzos, ni mucho menos, ¡y nosotros tenemos esperanzas de que no lleguen a estar descalzos!;  pero ellos sí deben estar en ánimo de que si es preciso estar descalzos, estar descalzos (APLAUSOS).

Así que, de esa forma, se está llevando adelante, venciendo todos los obstáculos, la movilización de los brigadistas, y se seguirá llevando adelante, hasta completar el número de 100 000 brigadistas “Conrado Benítez”; es decir, la fuerza alfabetizadora que se traslada al interior, que se traslada a las montañas, a los sitios más apartados, para enseñar.

En la ciudad están enseñando, pues, todas aquellas personas que tienen que realizar un trabajo diario y que solo pueden disponer de una parte del día o de la noche para enseñar, ellos están enseñando (APLAUSOS).  Ya en el día de hoy se han recibido las cartas de los primeros 3 500 alfabetizados de la provincia de La Habana.  Es realmente importante, porque estamos todavía a mediados de año y ya se han recibido muchas cartas.  Esas cartas expresan cosas muy interesantes; esas cartas, naturalmente, se archivarán.

Cada uno de los alfabetizados que escriba recibirá un libro de “seguimiento”, como le llaman los pedagogos (APLAUSOS).  Les remitiremos un libro, para que sigan estudiando.  Ya desde el momento en que saben leer y escribir, en tipos de manuales sencillos, ellos pueden seguir estudiando por su propia cuenta, y vamos a establecer también un sistema de estímulo, de manera que cada uno de los alfabetizados, cuando ya haya estudiado el libro primero, el segundo y el tercero, pueda, por ejemplo, venir a hacerse un examen (APLAUSOS).  Y después, después continuar estudiando el libro cuarto, el libro quinto, el libro sexto y hacer un examen, de manera que cualquier persona que tenga verdadero interés puede llegar a aprobar hasta el 6to grado (APLAUSOS).  Es seguro que después de la satisfacción que experimenta cada alfabetizado, se le despierte un interés extraordinario, un deseo grande de seguir aprendiendo, y que un gran porcentaje de ellos siga adelante y no se conforme solamente con saber leer y escribir, sino que quiera adquirir una cultura mayor.  Y vamos a promover esa campaña a través de estímulos de distintos tipos.

En esas cartas, les decía que se escriben muchas cosas interesantes.  Cuando nosotros llegamos aquí estuvimos leyendo algunas de esas cartas; un grupo de compañeros nos presentó, también, un álbum de un grupo de alfabetizados de la ciudad de Guanabacoa, con cuyas cartas habían hecho una carta, es decir, los coordinadores habían extraído un pensamiento de cada una de esas cartas, que expresaran las ideas de los alfabetizados, y extrajeron de cada carta una frase en el álbum.  Ese álbum expresa ideas que valdría la pena leer algunas de ellas, para que el pueblo tenga una idea de la emoción, lo que experimenta una persona adulta que se libra de esa tristeza, de esa amargura, de ese complejo, de no saber leer y escribir.

Aquí, por ejemplo, de personas recién alfabetizadas, que escribieron estas cartas, de donde fueron extraídos esos pensamientos para constituir una carta.  En esta carta, dirigida al que les habla, hay algunas frases de elogio, que realmente me resulta molesto tener que leer aquí; voy, por eso, a ir leyendo las cosas fundamentales.  Dice esta frase tomada de una carta:  “Estimado compañero Fidel:  —un elogio, lo quito— sean mis primeras letras de agradecimiento.  Dios quiera que usted nunca nos falte a los humildes.  Gracias a usted y a los alfabetizadores; gracias a nuestra Revolución.  Agradecido a la Revolución Socialista (APLAUSOS), gracias por los maestros.  Fui un campesino atropellado.  Pertenezco a las gloriosas Milicias Revolucionarias (APLAUSOS).  A pesar de todo, he recobrado el tiempo perdido (APLAUSOS).  Esto es lo más grande de mi vida (APLAUSOS), esto es único en la historia (APLAUSOS).  ¡Viva la Revolución socialista!  (APLAUSOS) Felicidades por el premio Lenin (APLAUSOS).  Yo ya comprendo las cosas de la Revolución (APLAUSOS).  Siempre lo ayudaré, por el bien de Cuba.  No lo haré quedar mal (APLAUSOS).  Tú lo prometiste, yo lo cumplí (APLAUSOS).  Un gobierno que se acuerda de todos (APLAUSOS), una Cuba nueva y socialista, la gran oportunidad de aprender (APLAUSOS), ¡cuánta falta me hacía!  (APLAUSOS.)  Ahora espero mejores oportunidades de trabajo (APLAUSOS).  Quisiera me mandara el libro de seguimiento (APLAUSOS).  Quiero seguir, quiero seguir, quiero seguir...  (APLAUSOS)...  seguir estudiando para poder ser útil a mi patria (APLAUSOS).  La patria necesita cubanos que sepan (APLAUSOS).  Orgulloso estoy de estudiar para progresar (APLAUSOS), como lo soñó Martí:  'Ser cultos es ser libres' (APLAUSOS).  Ya soy útil, ya sé leer (APLAUSOS).  He aprendido a escribir con tinta (APLAUSOS).  Gracias por librarnos del imperialismo (APLAUSOS).  Rusia nos da, el yanki nos quita, por eso nosotros estamos con Nikita (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Somos socialistas pa'lante y pa'lante...!”).  Ya, ya, ya no hay quien me engañe (APLAUSOS), he aprendido a esclarecer mi sentido del saber y de la vida (APLAUSOS).  No debe quedar un cubano sin saber leer y escribir (APLAUSOS).  El lápiz, otra arma para defendernos del imperialismo (APLAUSOS).  Contribuir a la grandeza de la patria (APLAUSOS).  Hemos ganado todas las batallas (APLAUSOS) para defender y cuidar esta Revolución (APLAUSOS).  ¡El que venga, queda!  (APLAUSOS.) Todos estamos con la Revolución (APLAUSOS).  ¡Viva la Revolución cubana y socialista!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)  ¡Viva Cuba socialista, sin analfabetos!  (EXCLAMACIONES DE:  “¡Viva!”)  Seguiremos adelante, siempre adelante (APLAUSOS).  Alfabetizando también se vence (APLAUSOS).  Ya voy muy adelantado (APLAUSOS).  Estamos venciendo (APLAUSOS).  Vencí (APLAUSOS).  Qué emoción:  ¡Ya vencimos!  Ahora puedo comunicarme con el mundo.  Ya disfruto de leer y escribir (APLAUSOS).  Me siento tan feliz (APLAUSOS).  Jamás te olvidaremos (APLAUSOS).  Patria o Muerte.” (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE:  “¡Patria o muerte!, ¡Venceremos!”)

Es imposible que nadie pueda expresar con mejores palabras lo que una persona que aprende a leer y escribir experimenta.  ¿Cómo vamos a hablar nosotros por ellos?  ¿Cómo vamos a definir nosotros lo que ellos sienten?  Solo ellos pueden expresar, con esa emoción, y con esa sencillez, y con esa claridad, lo que ellos experimentan cuando han aprendido a leer y a escribir.

(DEL PUBLICO LE DICEN ALGO)  ¿Qué edad tiene?  ¿Cuánto?  ¿Ciento tres?  ¡Ciento seis años!  Y ya aprendió a leer y a escribir, o está aprendiendo (EXCLAMACIONES).  ¿Cuándo aprendió?  (EL PUBLICO CANTA:  “Somos socialistas, pa'lante y pa'lante, y al que no le guste que tome purgante”)

(La señora alfabetizada sube a la tribuna a conversar con el Dr.  Castro).  Vamos a conversar.  ¿Qué es lo que usted me quería decir?

ALFABETIZADA.-  Yo quería conocerte, porque el único que ha libertado a esta patria ha sido usted, Fidel Castro, a quien yo veía en la casa pintado; el único.  Martí...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  No hable de mí, que me voy a poner colorado aquí.

ALFABETIZADA.-  Pero tengo que hablar, chico.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo quiero que nos explique...

ALFABETIZADA.-  Yo voy a explicar...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Cuándo aprendió usted a leer y a escribir?

ALFABETIZADA.-  Ahora.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Ahora!

ALFABETIZADA.-  Va a hacer dos meses, por ahí.

CMDTE. FIDE.L CASTRO.-  ¿Quién la enseñó?  Hable para que la oigan.

ALFABETIZADA.-  Me enseñó Angela; mi maestra se llama Angela.  El ansia que yo tenía de aprender, porque cuando yo quise aprender en el tiempo de España, le daban cuero a la gente de color.

Martí fue un profeta...  no, espérate.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  El Apóstol.

ALFABETIZADA.-  El Apóstol, Martí fue el Apóstol, y usted...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo soy un discípulo.

ALFABETIZADA.-  No, espérate...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿No?

ALFABETIZADA.-  Espérate.  Un discípulo sí, pero de Jesucristo; el primer libertador fue Jesucristo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, una cosa:  a nosotros nos interesa que usted nos diga qué día fue el que usted pudo escribir su nombre completo y hacer una carta.

ALFABETIZADA.-  El día que yo pude escribir mi nombre fue el día de...  No, ya yo...  hace algunos meses, porque el nombre lo aprendí a escribir, porque fui 19 años encargada de una manzana en el Cerro y tuve que aprender a escribir mi nombre.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  El nombre, pero hacer una carta; usted no podía hacer una carta.

ALFABETIZADA.-  ¡Pero la hago ahora!

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Ahora la puede hacer!  (APLAUSOS.)

ALFABETIZADA.-  Ahora sí la hago; yo no le puedo decir que yo ponga las letras bien puestas, pero se entienden.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Qué edad usted tiene?  Si no es una indiscreción, ¿verdad?, preguntarle a usted.

ALFABETIZADA.-  No señor.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Cuántos años usted tiene?

ALFABETIZADA.-  Yo tengo..., nací en el año 1855 del siglo pasado, el día 3 de mayo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Entonces, es cierto que usted tiene 106 años; pero usted tiene muy buena salud.

ALFABETIZADA.-  ¡Al parecer!  Pero, bueno...  Yo me sostengo porque la naturaleza lo ayuda a uno.  Yo lo mismo le pongo el pensamiento mío a un gran árbol que yo admiro, porque yo soy naturalista de nacimiento, porque yo nunca he estudiado.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Usted nunca había hablado por televisión?

ALFABETIZADA.-  ¡En la vida!

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Qué le parece!

ALFABETIZADA.-  Me impresioné un poco.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Pues usted no está impresionada.

ALFABETIZADA.-  ¡Ah!, porque le tengo miedo a la electricidad.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿La electricidad?  ¡Que va!  A mí de vez en cuando me agarra la electricidad aquí, ¡pero no mata!

ALFABETIZADA.-  Dicen que en la madera es de donde uno se agarra.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bien.  ¿Usted no cree que si usted ha podido aprender a pesar de tener 106 años, los demás pueden aprender también?  Nadie es viejo nunca para aprender...

ALFABETIZADA.-  ¡Nadie es viejo!  Y todo el mundo tiene cinco sentidos.  Es menester que un cristiano no tenga el cerebro completo para que no pueda aprender lo que quiera aprender; porque yo desde el tiempo de España quise aprender y ya aprendí, gracias a Fidel Castro (APLAUSOS).

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Usted sabe una cosa?

ALFABETIZADA.-  ¿Qué?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Que usted ha contribuido grandemente, no solamente ha aprendido, sino que usted está contribuyendo grandemente a que los demás aprendan también; porque después de haber venido usted aquí...  Y explicar eso, y después de haber podido aprender a leer y a escribir a pesar de los 106 años, entonces no va a haber nadie que pueda decir que es muy viejo para aprender.  Entonces nosotros...  el problema nuestro es enseñarlos a todos y que no quede nadie; pero hay gente que tiene pena todavía, hay personas que dicen que son muy mayores...  Y, por eso, el ejemplo suyo va a ayudar mucho a que nosotros obtengamos la victoria en esta campaña de alfabetización.

ALFABETIZADA.-  Sí señor, la va a tener; que yo se lo digo por experiencia.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Nosotros le agradecemos mucho lo que usted ha hecho, y la felicitamos, y la vamos a tener a usted como un verdadero ejemplo de lo que puede hacer el ciudadano.

ALFABETIZADA.-  Yo quiero que usted me tenga a mí...  ¿Cómo se dice?..  Espérese.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Como el ejemplo!

ALFABETIZADA.-  Espérese, espérese...  (RISAS) Yo quiero que usted me tenga a mí como una mascota hasta que yo me muera.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Como un ejemplo, eso es, una mascota.

ALFABETIZADA.-  Que usted oiga decir, María de la Cruz Semanat, y usted sabe ya quién es.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Muy bien.

ALFABETIZADA.-  María de la Cruz Semanat...  Nací en el ingenio Semanat.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿En qué parte?

ALFABETIZADA.-  Yo no sé, unos me dicen que al lado de Jibacoa del Norte, de Santa Cruz del Norte.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  En la Provincia de La Habana.

ALFABETIZADA.-  ¡Ajá!, ahí yo nací.  Y me bauticé en Jibacoa; nací en el ingenio, que no existe ya..., porque del ingenio me trajeron...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Usted conoció la época de la esclavitud?

ALFABETIZADA.-  ¡Cómo no la voy a conocer!  Si cuando yo quise aprender con el cochero de la familia que me trajo, la ama de llave me encontró un cartón con letras abajo de la almohadilla donde me ponía a hacer el canevá, y yo pensando en mi madre que se quedó cocinando en la casa de viviendas del ingenio.  El que decía:  ¿Qué letra es esa?, se fijaba en una letra, le daban un “boca abajo”, le decían:  “¡Perro!”,  lo martirizaban y lo metían en el cepo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Entonces...

ALFABETIZADA.-  Cuando la ama de llave me encontró el cartoncito...  que el cochero, yo le decía José, se llamaba José, ¿qué letra es esta?...  bajito.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  No querían que usted aprendiera...

ALFABETIZADA.-  No, qué va.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Por qué usted cree que no querían que usted aprendiera?

ALFABETIZADA.-  Porque la ley...  esa era la ley.  Había dos códigos...  porque allá había un niño que metía a los otros niños de la universidad, y allá en la sala...  amiguitos de él...  Y hablaban de todas esas cosas.  Yo oía nada más, porque yo no podía hablar con nadie, ni mirarle la cara a nadie.  La historia mía es muy grande, usted me debe mandar un hombre de esos que escriba, un hombre que recoja la vida mía...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Un escritor, que es buena idea.

ALFABETIZADA.-  Yo quiero que usted recoja la idea mía; usted me lo manda, o me manda a buscar, que dondequiera...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Y por qué usted no la escribe?  Usted puede ir ya escribiendo su historia.  ¿Para qué va a buscar un escritor que escriba lo que usted está sintiendo?

ALFABETIZADA.-  No, eso no.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo le mando un taquígrafo, y usted le va haciendo todos los cuentos...

ALFABETIZADA.-  Eso mismo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Y, entonces, usted escribe un libro.  ¿Qué le parece?

ALFABETIZADA.-  Eso sí (APLAUSOS).  Yo lo escribo.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Muy bien.  Bueno, váyase recordando de todas las cosas de su vida...

ALFABETIZADA.-  Pero si yo no tengo que recordar; me recuerdo desde que yo estaba virando bagazo...  que tenía siete años.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ...Toda la historia, todo lo que usted experimentaba, todos sus sufrimientos, las tristezas, las alegrías, las esperanzas, lo que pensó cuando la guerra, después de la guerra, cuando la república...

ALFABETIZADA.-  ¡Dondequiera que estuve!  ¡Todo!...  Cuando me trajeron para La Habana, que no pude saber más de ninguna de mi familia nunca; mi padre era carabalí y se fue para la Guerra de los Diez Años; el hermano mayor se llamaba Wenceslao, y al poco tiempo se fue también del ingenio, se desaparecieron.  Primero mi padre que era carabalí.  ¿Usted sabe lo que quiere decir eso?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Sí, sí.

ALFABETIZADA.-  Era africano.  Tenía una argollita; por eso yo siempre tengo argollitas chiquiticas puestas... era calesero.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, pero mucha gente tiene argollitas también.

ALFABETIZADA.-  ¡Ah!, pero más grandes.  Mi hija me quiso poner una más grande y yo no quiero, porque me acuerdo de mi papá, Miguel Carabalí.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Entonces, todo eso usted lo va a explicar en el libro.

ALFABETIZADA.-  Y más.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Acuérdese que tiene un compromiso con el pueblo de escribir su historia.

ALFABETIZADA.-  ¡Y se la escribo!  (APLAUSOS.)

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Muy bien.

ALFABETIZADA.-  Oiga, espérese.  Esto no es regalo ni es nada.  ¡Usted no sabe el tiempo que hace que yo tengo esta moneda...!  ¿Usted conoce a Bolívar?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Sí, cómo no!

ALFABETIZADA.-  ...Por pensamiento, porque yo no sé leer, ni nada...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  No, ya sí sabe.

ALFABETIZADA.-  Ahora sí...  Pues como que Bolívar tiene una historia, no tan grande como la suya...  era el segundo.  El primero en el género humano fue Bolívar, después fue Martí —aquí en Cuba—, y el tercero es usted.  ¡Y a la tercera va la vencida!

Mire a ver cómo usted la usa.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo la voy a guardar de recuerdo.

ALFABETIZADA.-  De esto se hace colección —todos los muchachos lo saben—, se hace una colección, y se pone esa moneda ahí, se pega en un cuadrito.  Yo tengo muchas más cositas.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, yo le voy a hacer una visita por allá.  Usted me dice dónde vive, qué número...

ALFABETIZADA.-  Hace días dijeron allá adonde yo vivo que usted quería bajar en una cosa de esas que vuelan, y todo el mundo...

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, deme la dirección...

ALFABETIZADA.-  Bueno, yo vivo en la playa de Santa Fe, de aquí, de La Habana.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¿Qué número?

ALFABETIZADA.-  Seis mil...  No...  Pero a la calle le pusieron ahora novena, novena 6021.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Seis mil veintiuno.

ALFABETIZADA.-  María de la Cruz Semanat.  ¡Ojalá que usted fuera!

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo pregunto por allá...; allá la conoce todo el mundo.

ALFABETIZADA.-  Oiga, ¡ojalá que usted fuera!

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Yo voy, pero no le voy a decir nada a nadie.

ALFABETIZADA.-  Usted se aparece a la hora que usted quiera.  Mire, yo soy viuda del tiempo de España.  Yo tengo ahora dos hijos; esos dos hijos los tuve con un hombre que me comprometió...  Así que sigo siendo viuda.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  ¡Escriba todo eso en el libro!

ALFABETIZADA.-  ¡Eh!  ¡Y más!  Usted no sabe cómo...  Y yo...  Mire, todavía yo tengo...  Usted va, porque, mire, yo aquí en el bolsillo...  pero me tengo que levantar la saya.  Oiga, yo traigo una cosa de mi creencia; usted no tiene nada más que coger lo que yo le doy para su hermano.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, me lo va a entregar cuando yo vaya allá.

ALFABETIZADA.-  ¡Cuando vaya!  Usted va a ir, ¿cuándo?

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, yo voy, yo no le digo cuándo, pero yo he cumplido todas mis promesas.

ALFABETIZADA.-  ¡Ah!, bueno.

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Así que yo soy un hombre de palabra.

ALFABETIZADA.-  Bueno, ya usted sabe.  María de la Cruz Semanat.  A ti te toca algo del ángel de mi guarda, que es Obatalá.

(LA SEÑORA ALFABETIZADA SE RETIRA DE LA TRIBUNA)

CMDTE. FIDEL CASTRO.-  Bueno, ya no me queda mucho...  (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”).

El compañero Hart hablaba de las dificultades y de los obstáculos que habíamos tenido con las movilizaciones, las invasiones, las amenazas de agresión, las bandas contrarrevolucionarias, todos aquellos problemas que se presentaron en este “Año de la Educación”.  Lo cierto es que en ninguno de esos momentos se abandonó la idea de seguir la campaña adelante, y siempre que se advirtió al pueblo de cualquier peligro, se explicaba que la campaña de alfabetización no podía detenerse por ningún concepto.

El compañero Ministro de educación daba cifras acerca de analfabetos inscriptos, alfabetizadores, analfabetos alfabetizándose, y los que faltaban por inscribirse, y trazaba la meta de un millón de analfabetos para el 26 de julio.  Si se llega a la cifra de un millón de analfabetos adultos, eso demostrará que el porcentaje de analfabetos en Cuba era realmente altísimo.

¡Seiscientos mil inscriptos!  Piensen lo que esa cifra encierra, piensen lo que quiere decir seiscientos mil analfabetos inscriptos; piensen lo que significa un millón de analfabetos.

La cifra, por sí sola, es impresionante.  Piensen lo que significará para ese millón de personas la alegría que han expresado en sus cartas, y la alegría que ha expresado esta señora...  no voy a llamar anciana, porque tiene un pensamiento revolucionario y un pensamiento joven, la alegría que ella ha expresado aquí y el orgullo que ella siente después de haber logrado, al cabo de 106 años, es decir, al cabo de más de un siglo, aprendió a leer y a escribir.

Estas cifras son verdaderamente impresionantes, pero deben servir para indicarnos la importancia que tiene esta tarea, lo humana que es esta empresa de erradicar el analfabetismo; piensen lo infeliz que se sentirían tantas personas, al no saber leer ni escribir.

Decía Armando que algunas personas ocultaban su condición de analfabetos, y que por eso era luego difícil localizar algunos analfabetos.  Eso puede pasar un poco en las ciudades.  Yo no creo que pase tanto en el campo.  Pero es imposible, con la movilización de alfabetizadores que hay, con la participación del pueblo en esta campaña, es imposible que quede sin descubrir un solo analfabeto, porque es que todo el mundo tiene muchos amigos.  Lo menos que conoce una persona que no sabe leer ni escribir son 100 personas.  Y entre esas 100 debe haber, por lo menos, 80 ó 90 con la Revolución.  Así que van a haber 90 personas que conocen su secreto de que no sabe leer ni escribir.

Y Armando decía muy bien que qué culpa tiene el analfabeto, ¿por qué va a ocultar su condición de analfabeto?  Pero, además, el pueblo tiene que descubrir los analfabetos, y entonces persuadir a toda aquella persona, darle ánimo y aconsejarla, convencerla de que pida un maestro y de que se ponga a estudiar, y pongan el caso de esta señora que tiene 106 años.  Y con ese ejemplo, ¿quién se puede considerar suficientemente viejo como para no querer alfabetizarse?

Esa es tarea del pueblo:  descubrir los analfabetos que faltan es tarea del pueblo.  Pero, además, en esa cifra posiblemente no estén los campesinos de las montañas, porque ¿dónde estaba el contacto?  Es imposible, es extraordinariamente difícil, y solo con la movilización de decenas de miles de brigadistas se podrá conocer el número de analfabetos de las montañas.

Las comisiones de alfabetización han podido conocer esos datos en aquellos términos municipales donde es relativamente fácil hacer contacto con la población.  Pero estoy seguro de que la mayor parte de los analfabetos no inscriptos pertenecen a las zonas montañosas.  Y por eso, tengo la seguridad de que con la gran movilización que se ha hecho hacia las montañas, una gran parte de esas personas que no están inscriptas como analfabetos, están ya en contacto con los alfabetizadores.

El pueblo debe, en primer lugar, localizar a todos los analfabetos, y después corresponde al pueblo también la movilización de todos los elementos humanos necesarios para llevar adelante el plan.  Pero no hay que pensar que por el hecho de que puedan faltar algunos cientos de miles por inscribir, que en cuanto a ellos no se esté trabajando en este momento. Nosotros sabemos de términos municipales donde tienen la lista completa.  Los que faltan deben estar en esas zonas montañosas, y algunos también en las ciudades.

No debemos permanecer indiferentes, ni quedarnos tranquilos, mientras sepamos que hay un solo analfabeto.  Yo por eso no me preocupo por los obstáculos que todavía puedan presentarse, ni por el número de personas que falten por inscribirse.  Sé que es virtualmente imposible que cuando se hayan movilizado 100 000 alfabetizadores en los campos quede en el campo una sola persona sin maestro, sin alfabetizador, y que quede una sola persona sin que se le descubra que no sabe leer ni escribir.

Desde luego, esto no es obligatorio.  La Revolución no obliga a nadie a aprender a leer y a escribir; la Revolución sabe muy bien la tristeza y el dolor en que vive la persona que no sabe leer ni escribir; la Revolución conoce que es imposible que ninguna persona renuncie a esa oportunidad.  Y la mejor prueba son los 600 000 que se han inscripto.

Nosotros hemos visto hombres temblar de vergüenza cuando se les alarga un recibo y tienen que pedir la almohadilla para poder estampar sus huellas digitales; nosotros hemos visto la terrible vergüenza de una persona que no sabe poner su nombre y tiene que firmar con una cruz; nosotros comprendemos perfectamente la tristeza y el dolor de ese ciudadano.  Y por eso sabemos que no quedará uno solo que no vaya a buscar esa oportunidad, lo mismo que cuando una persona está enferma y desea la salud, que cuando una persona está ciega y desea ver, no quedará un solo cubano que no sepa leer ni escribir que renuncie a esa oportunidad.

En esa razón se basa también nuestra seguridad de que la campaña tendrá éxito.  En estos meses, se requiere un esfuerzo todavía mayor por parte también de los maestros, y un esfuerzo, si cabe, todavía mayor por parte de las comisiones de alfabetización.  En esas comisiones deben estar representados todos los sectores políticos y sociales del país.

Hay otra cosa.  La zafra, que fue una tarea por realizar de carácter económico, ya está en los últimos días.  Y el pueblo se propuso cortar la caña, y ha cortado la caña; las federaciones y los sindicatos se movilizaron en ese sentido.  Es necesario que para la campaña de alfabetización se movilicen también todas las organizaciones, todas las instituciones, todos los sindicatos, todos los sectores sociales, todos los sectores revolucionarios.  Es necesario que se movilice todo el pueblo, lo mismo que se movilizó con respecto a la zafra, lo mismo que se movilizó con respecto a la defensa frente a las invasiones.

Cuando todos los sindicatos, todos los sectores sociales y revolucionarios tomen en sus manos esta campaña, con el mismo entusiasmo con que tomaron la tarea de defender la Revolución y la tarea de hacer la zafra, entonces con mucha más razón podemos albergar la esperanza de que tendremos éxito.

Ahora bien, si no alcanzaran los 100 000 alfabetizadores juveniles, es decir, los 100 000 brigadistas, y es necesario movilizar más personas, podemos movilizarlas.  Por ejemplo, todavía quedan muchos funcionarios en los municipios, en los gobiernos provinciales, en los ministerios, en las organizaciones del Estado, en la plantilla suplementaria.  Esto quiere decir que hay un gran personal, gran número de personas que trabajan en las oficinas de los municipios, de las instituciones locales y nacionales.  No quiere decir tampoco que se vaya a obligar a esas personas.  El gobierno es absolutamente contrario a toda fórmula que constituya una obligación o una coacción para que las personas vayan a realizar esas tareas.  Y el gobierno no obligará, ni directa ni indirectamente a nadie a realizarlas.

Pero sí podemos hacer una campaña también para movilizar a los empleados del Estado.  Yo estoy seguro de que además de la plantilla suplementaria, hay un gran número de funcionarios y de empleados, cuyo trabajo, desde luego, sea útil en los ministerios, pero que durante algunos meses se pueda prescindir de ese trabajo.  Y que pudiera movilizarse un gran número de oficinistas y de empleados públicos, igual que se han movilizado las brigadas juveniles, para aumentar el número de alfabetizadores.

Si en todos los municipios, si en todos los gobiernos provinciales, si en todos los ministerios, si en todas las oficinas de la nación, si en las industrias, si en las oficinas industriales, se plantea esta consigna, estoy seguro de que de todas las fábricas saldrán oficinistas, de todos los ministerios, de todos los municipios, de todos los gobiernos municipales, y pudiéramos movilizar un número de miles de personas más, una vez que hayamos movilizado a todos los brigadistas juveniles.

Pero aun así, si todavía transcurriesen los meses y quedase la menor posibilidad de que no se cumpliera la meta de erradicar en un año el analfabetismo, todavía no habríamos agotado todos nuestros recursos.  Y de la misma manera que para combatir, o para defender la Revolución, o para esperar una agresión, se han movilizado decenas y decenas de miles de milicianos, de la misma manera que en cierto momento se ha movilizado una enorme masa de combatientes, entonces, considerando que la batalla por erradicar el analfabetismo es vital para la Revolución y es fundamental, que es un compromiso de honor de la nación, movilizaremos también batallones de milicianos a donde sea necesario, a alfabetizar (APLAUSOS).

Y movilizaremos hasta el último soldado que sepa leer y escribir y sea capaz de enseñar, y movilizaremos hasta el último policía, y el último marino.  Y si todavía no bastase, movilizaremos a los recién alfabetizados, para acabar de enseñar a los que falten todavía (APLAUSOS).

Luego, la Revolución se ha propuesto esa meta, y la Revolución tiene que cumplir esa meta.  La Revolución cumplirá esa meta. Pero es preciso que todos le demos la importancia que tiene; es preciso que todos hagamos nuestra esta tarea, para que todos seamos partícipes de la satisfacción de esa gran victoria, victoria como todavía, en ese orden, no se ha logrado en ningún pueblo de América Latina.

Piensen lo que significará de prestigio para nuestra patria, y tengan presente que lo que más impresiona a los visitantes es, precisamente, esta gigantesca campaña de alfabetización, y ya en distintas partes del continente americano se empieza a hablar de las campañas de alfabetización (APLAUSOS).

En materia de educación, como es lógico, la Revolución debe hacer su mayor esfuerzo.  No es el único campo.  La Revolución ha tenido que hacer un gran esfuerzo también en la defensa del país, y la Revolución ha tenido y tiene que hacer un gran esfuerzo en la producción.  Es decir que nosotros tenemos que organizar cada vez más nuestra economía, planificarla cada vez mejor y utilizar cada vez más eficientemente nuestros recursos.

Y esa batalla será una batalla que se gane también; el pueblo ha tenido que hacer algunos sacrificios, el pueblo ha tenido que verse privado de algunos artículos, como consecuencia del bloqueo del imperialismo, de los embargos de mercancías y, en fin, de las medidas que han tomado precisamente para obligarnos a esos sacrificios.  Frente a cada una de esas medidas, la Revolución ha tomado las suyas para incrementar la producción en cualquier renglón donde tengamos algún déficit o alguna escasez.

La Revolución se ve delante de un problema de aumento de consumo extraordinario, un aumento de consumo que es derivado del gran aumento de empleo en el país y de los aumentos de ingresos de las rebajas de los alquileres y de una serie de rebajas de ese tipo, que hace que el pueblo cuente con cientos de millones de pesos más todos los años, para gastarlos.  La Revolución, por eso, hace un gran esfuerzo para que el desarrollo de la producción vaya parejo con el aumento en la capacidad adquisitiva del pueblo.  Todos los planes marchan perfectamente adelante, y esa escasez que se ha notado en algunos artículos será, simplemente, una escasez de meses, unos más y otros menos.

Pero esa será también una tarea que la Revolución realizará perfectamente bien, en brevísimo tiempo.  Es decir, hemos tenido que hacer esfuerzos en otros campos, pero este esfuerzo de la educación es el que lo completa todo.  Nosotros no podríamos aspirar a un desarrollo rápido y a un desarrollo grande del país en los demás órdenes si no tenemos por base un desarrollo extraordinario de la educación, y pudiera decirse que en lo que más ha trabajado la Revolución es precisamente en el campo de la educación.  La mejor prueba es que ya no queda un solo cuartel ni una sola fortaleza que no esté convertida en un centro de enseñanza.

Pero se comenzó por ahí, y por construir ciudades escolares, por construir centros escolares.  Si se quiere un ejemplo de lo que siempre fue la demanda del pueblo en materia de instalaciones escolares, recuérdese aquel famoso diferencial que se iba a dedicar a construir escuelas, que se elevaba a decenas de millones de pesos la cifra, que se hicieron 100 escuelitas, que no alcanzaban a un millón de pesos.  Solamente con los fondos de los municipios, reunidos en un fondo y administrados por el Ministerio de Obras Públicas, se han construido más de 200 grandes centros escolares en toda la isla.  No hay un pueblecito que no tenga su centro escolar.

Se ha aumentado extraordinariamente el número de escuelas secundarias; y ahora, con la nacionalización de la enseñanza, pues, se dispondrá de una capacidad de instalación para la educación mucho mayor.  Muchas de esas escuelas, que estaban a la mitad o las dos terceras partes de su capacidad, serán llevadas hasta el máximo de su capacidad para enseñar.

Todos los muchachos que estaban en todas las escuelas seguirán teniendo el derecho a seguir estudiando en esas escuelas, gratuitamente, ya no tendrá que pagar ninguna familia.  Había muchos obreros que tenían que mandar sus hijos a las escuelas privadas porque, sencillamente, no había escuelas; y muchas familias de modestos recursos económicos.  Todas esas familias podrán enviar sus hijos a las mismas escuelas y no tendrán que pagar absolutamente nada; además, esas escuelas se llevarán al máximo de capacidad.

Pero lo más importante todavía es el gran número de becas que se van a conceder para los jóvenes de familias humildes, en el curso que se inicia.  Además de todos los cuarteles convertidos en escuelas, además de todos los grandes edificios que hemos podido dedicar a estos fines de la educación, además de las escuelas nacionalizadas, el gobierno revolucionario cuenta con 1 000 casas para residencias de becados, lo mismo universitarios que preuniversitarios, de escuelas tecnológicas, secundarias básicas, escuelas de todos los tipos.

En estos momentos, mientras se inicia el próximo curso, están viniendo miles y miles de campesinas a estudiar corte y costura, y en esos mismos centros, una vez que se inicie el próximo curso, en el mes de noviembre o a principios de diciembre, irán a estudiar los becados.

En la reunión de Varadero nosotros les explicábamos a los brigadistas nuestro interés en, precisamente, tener en cuenta los servicios prestados por ellos en el momento de conceder las becas.  Eso, naturalmente, lo tendremos en cuenta; pero hay casos de brigadistas que están en la ciudad, que tienen una escuela secundaria cerca de la zona donde residen, mientras hay muchos pueblos en el interior de la isla que no tienen escuela secundaria básica.  La mayor parte de los centrales azucareros, donde trabaja precisamente el sector más numeroso de los trabajadores del país, es decir, los obreros azucareros, no tienen secundaria básica; muchos pequeños pueblos del interior de la isla no tienen secundaria básica.  Son hijos de obreros, y sus padres no tienen recursos para mandarlos a vivir a un pueblo donde hay una secundaria básica, si tienen que ir todos los días y regresar tienen un gran gasto en ómnibus, y los padres no tienen recursos.

Hay muchos casos que, sencillamente, no pudieron llegar ni al 6to grado, ni tenían interés en llegar al 6to grado; pero por lo menos ahora, en todos los centrales azucareros y en todos los pueblos pequeños, donde no hay secundarias básicas, por lo menos se puede estudiar hasta el 6to grado.

Entonces, solamente en la capital de la república, vamos a disponer para secundaria básica, para secundaria básica, de 20 000 becas, en la capital de la república, sin contar preuniversitarias, tecnológicas y otra serie de enseñanzas, ni tampoco la universitaria; 20 000 becas, para estudiantes de secundaria básica.  ¿Cuál es el mejor empleo?  Naturalmente que pudiéramos conceder esas becas a los jóvenes residentes en la capital, o en las capitales de provincias, hijos de obreros, sería una ayuda para sus familiares, naturalmente, porque en esas becas reciben la ropa, los zapatos, la comida, la medicina, la educación, lo reciben todo, y eso es un alivio para la familia; pero la realidad es que el obrero industrial en la ciudad tiene mejores ingresos que el obrero industrial del interior.  El obrero industrial de la ciudad tiene trabajo todo el año, no ocurre lo mismo con los obreros industriales de los centrales azucareros, que solo trabajan una parte del año.

No sería equitativo que esos recursos se brindaran precisamente a aquellas familias que, aunque sean familias modestas, todavía tienen trabajo todo el año, y sus hijos tienen una escuela secundaria cerca; lo más justo, y estamos seguros de que todo el pueblo estará de acuerdo con eso, es que se brinde esas becas a aquellos hijos de familias humildes en cuyas localidades no existen escuelas de secundaria básica.

Y con eso, por ejemplo, en 100 centrales azucareros, si le damos, por ejemplo, a un central azucarero, 50 becas, en 100 centrales azucareros serían 5 000 becas; es decir, con la cuarta parte de los 20 000, les podríamos dar oportunidad de estudiar, y piensen lo que eso significa, a todos los jóvenes de los centrales azucareros que hayan aprobado hasta el 6to grado y quieran seguir estudiando.  Piensen en 50 becas en un central, lo que significa; antes, de aquel central solo iban a estudiar 10 ó 12 muchachos, que eran los hijos del administrador, de las familias que tenían más recursos en aquellos alrededores.

El hecho de que en cualquier central se puedan conceder 50 becas para estudiar, estoy seguro de que será un gran aporte a la cultura, un gran aporte a la educación, una gran ayuda a esas familias; porque el que vive en la ciudad tiene la secundaria básica cerca, en cambio aquel no tiene ni recursos para ir a estudiar al pueblo, ni tiene la secundaria básica.  De esa manera puede seguir estudiando y significarán, entonces, 20 000 jóvenes más.

Hay pueblitos donde nosotros hemos estado preguntando, no hay secundaria básica, hay 25 ó 30 jóvenes que ya han aprobado el 6to grado y sin embargo no pueden seguir estudiando.  Pues calculen que a 50, a 100 por pueblo pequeño, a 100, con esas 20 000 becas podríamos conceder 100 becas a 200 pueblos que no tuvieran enseñanza secundaria con solo esas 20 000 becas, de las cuales podemos disponer, en la capital de la república (APLAUSOS).

Es decir, barrios, pueblos...  Eso quiere decir que, en realidad, quedarán satisfechas todas las necesidades de escuelas secundarias.  Claro que habrá jóvenes que ya hayan terminado hace un año, hace dos años; algunos estarán trabajando, otros no, más los que acaban de terminar, y además será un estímulo para los que estén estudiando.

Aquí, en la capital de la república, entre estudiantes de secundaria básica, preuniversitaria, tecnológica, instructores de arte, universitarios, en las academias nacionales de arte, hay capacidad, en total, para 40 000 becados.  Eso, si se tiene en cuenta que se logra al tercer año de Revolución, junto con ello la total erradicación del analfabetismo, la reforma universitaria, las becas en todas las universidades, los estudiantes que han salido al extranjero y antes, ¿quién podía ir a estudiar a una universidad extranjera?, solamente los hijos de las familias más acaudaladas, aquello era un privilegio de muy pocas familias.  Y, sin embargo, ahora son miles los estudiantes que pueden salir a estudiar afuera.

Por supuesto que todo el mundo quiere estudiar afuera, se ha puesto de moda el querer estudiar afuera, pero eso no puede ser así; ahora, naturalmente, porque estamos empezando, después estudiarán afuera los mejores estudiantes, los que más se hayan destacado estudiando aquí, porque es muy cómodo pedir que lo manden a estudiar afuera, y eso hay que ganárselo.  Ahora, naturalmente, hemos tenido que escoger un poco masivamente, pero en el futuro se le dará esa oportunidad a los mejores estudiantes; no al que sea amigo de nadie, no al que sea mejor conversador o no, sino el que sea mejor estudiante, el que demuestre más vocación y más disciplina en los estudios.

Pero todo esto da idea de la gran revolución que está teniendo lugar en el campo de la educación, como solo puede hacerse en una revolución, como solo puede hacer nuestro país, hoy, en este continente.  ¿De qué manera, una sociedad que viva en la explotación, una sociedad que viva en medio del privilegio de unos cuantos y la miseria de la gran mayoría, de qué manera en cualquier país donde hoy se vive en las condiciones en que vivíamos nosotros ayer se puede movilizar al pueblo como lo moviliza la Revolución para todas las tareas?, a pesar de estar prácticamente bajo una perenne amenaza de agresión, bloqueo económico, agresión económica y agresiones militares, circunstancias que no existen en otros países de América.  Sin embargo, nosotros, en medio de esas circunstancias adversas, a pesar de todas esas agresiones económicas, y bloqueos económicos, y subversión, e intentos por parte de los instrumentos extranjeros de crear la subversión, el sabotaje; en medio de todas esas dificultades, se ha podido hacer todo esto.

Eso demuestra que la Revolución es el único remedio, realmente, a los males que nosotros estábamos padeciendo.  Y vamos a ver ahora, vamos a sentarnos a esperar cuándo otros pueblos pueden, mediante los sistemas actuales, resolver esos mismos problemas; que lo que Cuba hace en un año fue lo que no pudo hacer el régimen, el sistema pasado, en 60 años de república.  Es decir que erradicar el analfabetismo no lo hicieron los gobernantes, no lo hicieron las clases dominantes, en sesenta años.

La señora que vino aquí a hablar decía algo que es como una revelación del porqué no tenían interés las clases dominantes en que el pueblo aprendiera.  Ella decía que estaba prohibido aprender, que los esclavos no podían aprender, que azotaban a los esclavos que aprendían.  La esclavitud desapareció como tal, es decir, la esclavitud desapareció con sus grilletes y sus cadenas, mejor dicho, desaparecieron los grilletes y las cadenas, la esclavitud no desapareció, la explotación no desapareció, cambió de forma, sencillamente.  Y las clases dominantes de la época de la esclavitud siguieron dominando también en la época de la república.  Y el mismo interés que tenían aquellas clases dominantes, poseedoras de esclavos, en que los esclavos no aprendieran; las clases dominantes en la época de la república tenían igual interés en que los esclavos asalariados, los campesinos explotados, y los obreros, no aprendieran.  Ellos no usaban el látigo, pero usaban el procedimiento de no hacer escuelas, usaban el procedimiento de no enviar maestros a los campos, usaban el procedimiento de construir muchos cuarteles; sustituyeron el látigo por el plan de machete.  No había maestros, no había escuelas, y seguía la gran masa ignorante; las clases dominantes no tenían interés en que los esclavos asalariados aprendieran a leer y a escribir.

Por eso, por eso en 60 años no se erradicó el analfabetismo en nuestro país, por eso sencillamente.  Y como la Revolución es liberación del hombre, como la Revolución es desaparición de la esclavitud, por eso solo la Revolución, solo cuando ha desaparecido el poder de la clase dominante, solo cuando el pueblo tiene el poder y está dispuesto a trabajar para él, entonces, solo entonces, se puede en un año erradicar el analfabetismo.

Pero, además, ¿qué oligarquía dominante puede llevar a los estudiantes a enseñar?, ¿qué oligarquía corrompida y desmoralizada?  ¿Qué grupo dominante, con la ayuda de la espada, puede movilizar a la juventud, y puede movilizar al pueblo?, mientras los políticos se roban el dinero del pueblo, mientras el clan militar se lleva la parte de león en los presupuestos de la república, cuando dedican mucho más recursos a las armas...  (APLAUSOS).  Y a los ejércitos, ¡sin peligro de agresión exterior!  Porque cuando nosotros tenemos que movilizar unidades de combatientes, es porque vivimos bajo la amenaza de los imperialistas, es porque vivimos bajo la amenaza de la agresión, que nos obligan a gastar recursos.  Pero no es una lucha contra el pueblo, no son fuerzas militares movilizadas contra el pueblo, ni lo podrían ser, porque son precisamente el mismo pueblo, porque son precisamente los trabajadores, los campesinos, los maestros, los intelectuales, es decir, los hombres y las mujeres del pueblo, los que tienen esas armas, solo y exclusivamente para defenderse del enemigo exterior, por cuanto internamente, internamente la Revolución es extraordinariamente poderosa.  Y la minoría contrarrevolucionaria, sin el apoyo y la esperanza de la agresión exterior, nunca habría tenido fuerzas, ni recursos, ni armas, para enfrentarse contra el pueblo.

Y, sin embargo, en esos países, sin que el imperialismo los tenga por enemigos, sin la subversión constante, sino en clima de que no tienen enemigos exteriores, sin embargo tienen ejércitos enormes, por una sola razón, que es mantener el dominio dentro del país; son ejércitos contra el pueblo.

Y cuando el pueblo ve que contra él se gasta la mayor parte de los recursos de la república en organizar ejércitos y en comprar armas, ¿a qué ciudadano del pueblo se le podría pedir que en sus horas de descanso se fuese a alfabetizar?, ¿a qué familia se le podría pedir que enviara a su hijo a las montañas?  ¿Cómo podría movilizarse la gran masa juvenil, a esa masa juvenil que en todas partes de América lucha contra el imperialismo, a esa masa de estudiantes que en todos los países de América organiza manifestaciones callejeras de repulsa contra el delegado del gobierno imperialista de Estados Unidos?  ¿Cómo podrían pedirles que se fuesen a las montañas a enseñar, cuando la injusticia reinante, y la explotación reinante, mantiene a los estudiantes en rebeldía, mantiene a los estudiantes en lucha contra el imperialismo?

¿Por qué en Cuba, en cambio, se movilizan 100 000 estudiantes?  Sencillamente, porque el estudiantado no tiene problemas internos; sencillamente, porque el estudiantado no tiene que gastar sus energías en combatir contra la opresión, en combatir contra la corrupción, en combatir contra el imperialismo, sino que ese estudiante sabe que enseñando combate a la corrupción, sabe que enseñando combate al imperialismo, sabe que enseñando hace fuerte la Revolución, sabe que enseñando hace marchar hacia adelante sus mejores ideales juveniles.

Por eso, el gobierno revolucionario sí puede movilizar, y está movilizando a 100 000 estudiantes; y los estudiantes marchan entusiastas a realizar esa tarea.  Por eso en un año se puede erradicar el analfabetismo; por eso, solo en una revolución se puede proponer un pueblo metas como esta; un pueblo cuando sus brazos y sus piernas son desatados, porque un pueblo maniatado, un pueblo encadenado, no puede hacer uso de sus gigantescos recursos.

Cien mil jóvenes constituyen, en verdad, un gigantesco recurso del pueblo; 100 000 jóvenes constituyen, en realidad, una fuerza incalculable.  Y un pueblo, cuando rompe sus cadenas, puede entonces desatar sus fuerzas, puede entonces desatar sus recursos, puede entonces multiplicar su energía, su poder, puede defenderse del enemigo poderoso, puede aumentar extraordinariamente su producción, puede realizar una campaña como esta, puede avanzar en todos los órdenes.  Es el genio del pueblo, es la inteligencia del pueblo que se desata, son los brazos y las mentes creadoras de un pueblo que ha roto sus cadenas y se dedica a crear, se dedica a progresar.

Esa es la situación en que estamos viviendo los cubanos; ese es el minuto que estamos viviendo los cubanos, cuando las fuerzas de su inteligencia y la energía de sus brazos se han desatado para realizar, en el curso de unos pocos años, lo que no pudo realizar en 60 años.

¡Cuánto pudo haber realizado nuestro pueblo en sesenta años, si no hubiese terminado aquella guerra por la independencia tan encadenado bajo el monopolio, tan encadenado bajo el imperialismo, como lo estaba bajo la colonia española!  ¡Cuánto pudo haber hecho nuestro pueblo durante sesenta años!  y cuando todavía vemos bohíos en nuestros campos, cuando todavía vemos calles sin pavimentar en nuestras ciudades, cuando todavía vemos que nos faltan algunos productos, que nos faltan algunas industrias, y pensamos en todo el trabajo del pueblo durante 60 años derrochado, todo el trabajo del pueblo durante 60 años despilfarrado, todo el esfuerzo del pueblo saqueado por los monopolios, saqueado por los ladrones, saqueado por los hombres corrompidos que, en complicidad con el extranjero, mal gobernaban este pueblo; cuando pensamos en esos 60 años de azúcar, 60 años de minerales, 60 años de trabajo, con lo cual se habría podido construir la base de una gran industria, con lo cual se habría podido desarrollar de manera extraordinaria la nación en el campo económico y en el campo cultural, no podemos menos que sentir dolor cuando pensamos en todas esas cosas.

Y ahora, al cabo de esos 60 años de explotación, al cabo de esos 60 años de encadenamiento, se desata la energía, la inteligencia del pueblo; sus recursos se liberan, se libera el pueblo de la explotación extranjera, se libera el pueblo de los grandes explotadores, y entonces comienza ahora.  Si hubiese comenzado hace 60 años, ¡qué distinto sería hoy nuestro país!

Pero no importa, también volverán a pasar otros 60 años.  Y algún día se reunirán, después de 60 años, los hombres, y entonces podrán ver lo que en 60 años puede hacer un pueblo.  Y aunque hayamos perdido 60 años, no importa si ya, desde ahora, desde hace casi tres años, estamos trabajando (APLAUSOS); no importa, si los 60 años venideros demostrarán lo que un pueblo puede hacer y lo que un pueblo puede crear.

La conciencia revolucionaria del pueblo se ha elevado, el entusiasmo del pueblo se ha elevado, la fe del pueblo se ha elevado.  Y si visitamos los campos vemos en dondequiera al brigadista, al miliciano, al maestro, al cortador de caña voluntario, es decir, vemos al pueblo en actividad.  No debemos permitir que ese entusiasmo decaiga nunca; no debemos permitir que ese amor al trabajo, que ese amor al país, que ese amor al semejante, decaiga nunca, esa es como una semilla que fructifica y que crece.

Y debemos seguir sembrando ese entusiasmo, debemos seguir sembrando ese espíritu de solidaridad para con nuestros semejantes, debemos seguir sembrando esa generosidad.  Porque ya nuestra patria entera se cubre con todas esas virtudes, y nosotros, nosotros que hemos asistido a este despertar, no debemos permitir jamás que se adormezca.  Y que esas generaciones de brigadistas que hoy marchan orgullosos y entusiastas a las montañas, que regresarán de ellas con su entusiasmo, con la satisfacción de haber cumplido con su deber, con entusiasmo nuevo e interés nuevo por el estudio, cuando esa generación sea la generación adulta, y cuando a ellos, a su vez, les corresponda organizar y educar a esos pioneritos que van creciendo, y a medida que la generación presente vaya cumpliendo su tarea y sea sustituida por la generación nueva, y por los niños que crecen, y por los niños que nacen, y por los niños que nacerán, ese entusiasmo, ese espíritu de solidaridad tan emocionante, tan extraordinario, tan hermoso en nuestro pueblo, crezca, y crezca siempre sin disminuir nunca.  Porque, ¡qué será un país en que ese amor, esa generosidad y ese entusiasmo, siga creciendo indefinidamente!

¡Qué será nuestro país dentro de diez, dentro de veinte, dentro de treinta, dentro de cincuenta, dentro de cien años, si todo lo que hoy se observa, y se ve avanzar, y se ve crecer, continúa!, de manera que todas las generaciones reciban, una tras otra, esa herencia, reciban una tras otra esa antorcha, y lejos de permitir que ese fuego se apague, alimenten esa llama, de manera que sea cada vez mayor.

Y entonces nosotros, que hemos tenido esta oportunidad, podremos sentir la alegría infinita de imaginarnos lo que será nuestro pueblo en el futuro.  ¡Qué pueblo tan extraordinario será este!  ¡Qué pueblo, que sabrá marchar al compás con los demás pueblos del mundo!  ¡Y qué pueblo que, además, ayudará con su ejemplo a muchos otros pueblos que todavía permanecen en el oscurantismo, que todavía permanecen en la ignorancia, que todavía permanecen en la explotación!

Esa misión y esa tarea nos ha tocado desempeñar.  Y en esta ocasión, pues no puedo menos que exhortar al pueblo a que siga adelante.  Y nosotros sabemos que el pueblo seguirá adelante, porque, como hemos dicho, tenemos una fé infinita en el pueblo, en su inteligencia, en su fuerza creadora, en su espíritu de solidaridad, en su capacidad de avanzar.  Y por eso nosotros sabemos que así será, que seguirá avanzando el pueblo, que cumpliremos todos nuestro compromiso, ¡que todos sabremos cumplir con nuestro deber!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION.)

DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS