DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN EL ACTO DE RECIBIMIENTO A LOS CUATRO PESCADORES CUBANOS INJUSTAMENTE SANCIONADOS POR EL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS, CELEBRADO EN EL PUERTO DE LA HABANA, EL 7 DE JULIO DE 1971
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Compañeros pescadores;
Compañeros trabajadores:
Vamos a decir unas breves palabras con motivo de la llegada, ya liberados, de nuestros pescadores.
Recordarán ustedes los sucesos cómo fueron ocurriendo. Saben perfectamente que no es la primera vez que nuestros pescadores han ido sufriendo, a lo largo de estos años, diversos tipos de agresiones en distintas partes. Pero aunque el objetivo de estas agresiones ha sido desalentar, acobardar, intimidar a nuestros trabajadores del mar, el resultado ha sido precisamente todo lo contrario.
En esta lucha de nuestro pueblo, que virtualmente ha vivido estos años —y tendrá que seguir viviendo— en una situación de agresiones, de hostigamiento, de bloqueo, frente a esa guerra que mantienen contra nuestro país los imperialistas, ha ido surgiendo y desarrollándose nuestra flota pesquera.
La flota pesquera realmente nace con la Revolución. En el año 1958 la producción de pesca era de unas 21 000 toneladas al año. Ya la producción actualmente pasa de 100 000 toneladas, ese es el ritmo que se lleva. Ha crecido más de cinco veces, y seguirá creciendo.
No existía una tradición de pesca en alta mar. Si se exceptúan los pocos barcos que pescaban en el golfo, en las proximidades de México, toda nuestra pesca era una pesca de plataforma y en pequeñas embarcaciones. Es decir, no existía una experiencia de manejo y de explotación de flotas pesqueras, no existían los hombres para llevar a cabo esa tarea, no existían los recursos, no existían los barcos, no existía nada, a pesar de que nosotros éramos una isla.
De la misma manera, no existía una flota mercante, a pesar de que éramos una isla y que el 99% de las cosas que consumimos tenemos que traerlas y exportar algunos de nuestros productos. Porque, desgraciadamente, nuestro país ha sido así, y todavía lo será durante un tiempo, y es que casi toda lo que consumimos hay que traerlo de algún país. Y con motivo de las agresiones imperialistas, hay que traerlo, hemos tenido en estos años de revolución que traerlo de lugares muy distantes. Prácticamente el promedio de navegación de nuestros barcos es de 15 000 kilómetros.
Por eso, poseyendo ya nuestro país 52 barcos en su flota mercante, prácticamente transporta algo así como el 8% del total de lo que entra y sale en nuestro país, el 8%, a pesar de tener ya 52 barcos, y una marina mercante en pleno desarrollo.
Pera hay que decir que con la Revolución han nacido nuestra marina mercante y nuestra flota pesquera. Hay que decir, además, algo conocido ya y admitido en todas partes: que nuestros marinos mercantes gozan de un gran prestigio en todas los puertos del mundo (APLAUSOS), por su disciplina, su conducta, su comportamiento. Es decir, que se ha ido desarrollando también una masa de trabajadores del mar en la marina mercante, con una gran conciencia revolucionaria, con una gran calidad. Y eso nos enorgullece, lógicamente.
Pero, parejamente, ocurrió lo mismo con la flota pesquera. Hay que decir que el trabajo de pesca es duro. Ustedes saben que en ocasiones están nuestros pescadores hasta tres y cuatro meses en alta mar, porque ya, si antes se pescaba en la plataforma, hoy se pesca en los mares árticos, se pesca en el Atlántico, se pesca en las proximidades de África, se pesca incluso en el Pacífico. De manera que ya nuestros pescadores van hacia todos los mares.
Ha crecido año por año esa flota. Los datos, por ejemplo, del último año, comparando la fecha de hoy, entre el 1º de julio del año 1969 y el 30 de junio de 1970 —es decir, en 12 meses—, se habían producido 88 524 toneladas métricas de pescado. Sin embargo, del 1º de julio de 1970 al 30 de junio de 1971 —en este último año que acaba de transcurrir—, ya las capturas aumentaron a 114 443 toneladas métricas. Es decir, crecieron casi un 30% en el último año las capturas.
De la misma manera, las exportaciones fueron, hasta hace un año, es decir, de julio 1º de 1969 a junio 30 de 1970, fueron de 14 499 240 dólares. Sin embargo, ya de julio 1º de 1970 a junio 30 de 1971, aumentaron a 20 039 410 dólares. De manera que ya las exportaciones por productos del mar en nuestro país están ocupando un renglón muy importante.
Pero en la alimentación de nuestro pueblo, el consumo del 1º de julio de 1969 al 30 de junio de 1970 fue 74 060 toneladas; y ya de julio 1º de 1970 a junio 30 de 1971 fue de 86 549 toneladas métricas. De manera que se consumieron 12 000 toneladas más. Es decir, ha ido creciendo —fíjense—, de antes de la Revolución, que se pescaban unas 21 000 toneladas, ya el consumo es de 86 549 toneladas métricas. Crece el consumo y crecen las exportaciones.
De manera que en estos breves años se ha desarrollado una conciencia pesquera, una magnífica y creciente flota pesquera. Y lo que es más importante de todo: se ha desarrollado un contingente de pescadores trabajadores, revolucionarios, combativos, valientes, que igual que nuestros marinos mercantes, se han desarrollado en estos años de lucha, en estos años de bloqueo y en estos años de hostigamiento.
Estos hostigamientos, lógicamente, obedecen a la preocupación de cómo crece la flota pesquera, cómo aumentan las capturas, cómo eso nos permite aumentar el consumo de una proteína importante y de gran valor alimenticio, cómo eso nos permite aumentar nuestras exportaciones, cómo eso nos ayuda a romper el bloqueo, cómo eso nos ayuda a ganar la guerra que el imperialismo tiene declarada contra nosotros.
Les ha llegado a preocupar porque, incluso, ya nosotros tenemos algunas unidades de pesca que son mejores que cualquiera de las que tiene el propio Estados Unidos. Esa es la realidad (APLAUSOS).
Se han ido desarrollando técnicas cada vez más modernas. El país ha hecho todo lo posible por preparar a los pescadores, por crearles las mejores condiciones y las mayores seguridades en el mar. Este hostigamiento obedece a razones de orden político y a razones de orden económico. Pero lo que han conseguido con todos estos hostigamientos y agresiones es fortalecer la conciencia de nuestros pescadores, porque frente a cada agresión esa conciencia y ese espíritu han salido más fortalecidos.
Ahora hemos tenido esta última agresión. Ustedes recordarán la anterior ocasión en que nos reunimos hace algo más de un año: fue precisamente con motivo del secuestro de un grupo de pescadores por los mercenarios. Y el país se propuso y se dispuso a que esos pescadores tenían que regresar con vida. Y todo el pueblo se movilizó en apoyo de esos pescadores. Y esa batalla moral, esa batalla política, esa batalla revolucionaria, esa batalla humana, se ganó. Y los pescadores regresaron sanos y salvos a nuestro país, debido a la lucha de nuestro pueblo.
No habían transcurrido unos 13 ó 14 meses de aquella última fechoría, apenas un año de la última fechoría... Anteriormente ya se había producido un arresto arbitrario en alta mar, y fuera de las zonas pesqueras exclusivas de Estados Unidos, hace algunos meses, de un grupo de pescadores. Entonces, en aquella ocasión estaban presos; se planteó la cuestión de la multa, es decir, el pago de una multa, y en aquella ocasión, para evitar que se prolongara la estancia de aquellos pescadores allí en las condiciones de prisión, y mientras nosotros dilucidábamos si realmente aquí lo que había era un error, una pugna entre el estado de la Florida y el Gobierno Federal, o qué es lo que había, se decidió pagar determinadas cantidades que establecieron antes del juicio para liberar a los pescadores.
Sin embargo, habían transcurrido apenas unas cuantas semanas y de nuevo, otra vez: a 35 millas de Dry Tortuga se produce otra vez el arresto arbitrario e ilegal de un grupo de pescadores cubanos por unidades navales de Estados Unidos.
En esta ocasión ya para nosotros era claro que si se seguía el procedimiento de estar pagando las multas —como dijo aquí uno de los pescadores— iba a llegar el momento en que a la salida del Morro los iban a arrestar. Y en esas condiciones, nosotros no quisimos aceptar ninguna fórmula similar a la anterior. Dijimos que era responsabilidad de ellos. Por eso nos negamos a pagar esa arbitraria imposición, arbitraria y unilateral.
Se produce el juicio. Decíamos que sin ninguna duda nuestros pescadores estaban fuera de las aguas de pesca exclusivas.
Queremos aclarar este problema, porque aquí no se está discutiendo un límite en la pesca. Estados Unidos ha establecido nueve millas, además de las tres de sus aguas jurisdiccionales, que hacen 12; como zona exclusiva de pesca. Y nuestro país respeta esas 12 millas. No se trataba de una discusión sobre los límites sino del hecho real de que nuestros pescadores habían sido arrestados a muchas millas de esos límites.
Ellos decían que dentro de las 12 millas de Dry Tortuga. A la profundidad que estaban pescando nuestros pescadores, según todos los mapas, esa profundidad no existe a menos de 30 millas de Dry Tortuga; eso en primer lugar. En segundo lugar, el faro de Dry Tortuga se ve desde 18 millas, y donde estaban nuestros pescadores no se veía ni la sombra de ese faro. Y según todos los cálculos y según todos los análisis estaban, sin discusión alguna, muy lejos de las 12 millas. Y ya era la segunda ocasión que ocurría eso.
¿Cuál es nuestra posición, cuál debe ser nuestra posición en relación con los límites de las zonas pesqueras?
En estos tiempos algunos países latinoamericanos mantienen una lucha por determinados límites de las zonas pesqueras, porque son países que la naturaleza los ha dotado de grandes recursos naturales marítimos; y naturalmente, son países más pobres, países menos industrializados, que no tienen los grandes recursos de Estados Unidos. Estados Unidos, país rico, país con un gran desarrollo industrial, país con grandes recursos económicos, puede naturalmente desarrollar grandes flotas e invadir esas aguas, esos recursos naturales y apoderarse prácticamente de ellos, privando a los países costeros de la posibilidad de explotar esos recursos.
Nuestro país no tiene esa circunstancia. Es decir, no somos el caso de un país que tenga en las proximidades de sus costas grandes recursos pesqueros. Más bien nosotros tenemos que ir a los océanos y a las grandes áreas de pesca, las grandes áreas de pesca: bien sea atún, o bien sea bacalao, bien sea arenque, en fin, macarela, la otra, ¿cómo se llama? La merluza, que la merluza es un gran pescado, pero hubo un período en que hubo tanta merluza... Pero antes yo recuerdo que en algunos exclusivos restaurantes vendían carísimo algunas minutas de merluza, pero muy caro; era considerado un super pescado. Con los tiempos, la gran abundancia de merluza en un determinado momento pues produjo cierta alergia por la merluza. Pero les quiero decir que hay en algunas zonas de mares abiertos grandes posibilidades pesqueras, y es ahí a donde tienen que ir nuestros barcos.
Ahora bien: nosotros podemos adoptar dos posiciones. Si por un interés exclusivamente nacional nos opusiéramos a las tesis de los países como Chile y como Perú, estaríamos defendiendo un interés egoísta nuestro y estaríamos en cierto sentido coincidiendo con los intereses del imperialismo yanki. Y eso no puede ocurrir de ninguna manera. Nuestro espíritu internacionalista, nuestra conciencia marxista, socialista, revolucionaria, y además latinoamericanista, nos obligan a pensar en los intereses de los demás pueblos de América Latina (APLAUSOS).
Al fin y al cabo, formamos parte de esa gran humanidad —como dice la Declaración de La Habana— de que nos ha tratado de mantener divididos por todos los medios los imperialistas.
No hay que olvidar que ellos cuando agredieron a nuestro país, le quitaron la cuota azucarera y la repartieron, era para buscar la complicidad de los gobiernos oligárquicos de América Latina. Ahora vuelven a hacer lo mismo: cada vez que tienen un conflicto amenazan con quitar cuota azucarera y cosas por el estilo.
Nosotros, que tenemos que seguir una línea de principios en nuestra política exterior, pues sencillamente adoptamos con relación a este problema de la pesca la posición de apoyar las demandas y los puntos de vista y los criterios y la lucha en defensa de los recursos naturales de los pueblos de Chile y de Perú. Y ellos están planteando el derecho a la pesca exclusiva en 200 millas. Y nosotros apoyamos esas posiciones.
No podemos tener una posición allá de apoyo y tener otra posición aquí a la inversa; es decir que tenemos que tener una línea consecuente. Si otros países extendieran sus límites, tendríamos que respetarlos. En ocasiones lo han hecho incluso, como ocurrió en algún otro país latinoamericano incluso porque nuestros barcos estaban pescando y como un acto de hostilidad hacia nosotros. Pero eso no es lo fundamental.
Tenemos en esto una posición porque es la posición que les conviene a los países más subdesarrollados, a los países más pobres, a los países que tienen menos recursos. Y por tanto, nosotros, por una cuestión de solidaridad con los países latinoamericanos, pero principalmente con esos países latinoamericanos que están marchando por los caminos de su liberación nacional, nosotros apoyamos estas posiciones.
Por eso, no estamos discutiendo el derecho de Estados Unidos de establecer 12 millas, ó 20 millas, ó 40, hasta donde se acuerde; por ejemplo, hasta las 200 millas. Si un día lo quiere poner, entonces dividiremos estas aguas por la mitad. Como estamos a menos de 200 millas, pescaremos nosotros aquí atunes, agujas, casteros, emperadores, y en fin haremos lo que podamos. Pero esta es nuestra posición.
El pueblo debe entender bien cuál es y por qué. Porque no podemos estar asumiendo posiciones que estén en dependencia de un interés de tipo nacional. A la larga nosotros creemos que el mejor interés de todo nuestro pueblo es lo que les convenga a los pueblos que luchan contra el imperialismo, a los pueblos que luchan por su liberación; lo que sirva al interés de todos los pueblos de América Latina es lo que sirve mejor al interés de nuestro pueblo (APLAUSOS).
Quede bien claro que nosotros no discutimos la cuestión del derecho de los Estados costeros a poner sus límites. Ahora bien: nosotros hemos estado pescando fuera de esos límites establecidos; no hemos estado violando ese principio, no hemos estado violando ninguna política, no hemos estado violando ninguna ley, sino actuamos en consecuencia. Y estamos pescando en las aguas consideradas por todos internacionales, incluso por los propios Estados Unidos, porque ellos han establecido esos límites de nueve más tres, doce. Y nosotros pescamos fuera de esas 12. Incluso tienen instrucciones nuestros barcos de no andar aproximándose mucho a las 12 millas; que preferimos, para evitar ese tipo de conflicto, que están incuestionablemente fuera de esos límites. Hay bastante espacio donde trabajar, no hay por qué acercarse a los límites que pueda crearles conflictos a nuestros compañeros que están trabajando en el mar. Más bien velamos y nos preocupamos porque ellos no sean víctimas de agresiones, que no tengan conflictos, que no tengan problemas.
Incluso ese cayito, Dry Tortuga, está en las profundidades del golfo. No es Cayo Hueso, no es la Florida, cuando se habla de estas 12 millas. Es un cayito solitario que está en las profundidades del golfo, a 70 millas de Cayo Hueso, al oeste. De manera que lo que han estado discutiendo o planteando ellos es que se violaron las 12 millas en las proximidades de ese cayo, y la realidad es que estaban a 35 millas del cayo.
De manera que esta es la realidad, estos son los hechos. He explicado los hechos y, además, la política del Gobierno Revolucionario.
Nuestra Revolución no busca conflicto, nuestra Revolución no anda con espíritu aventurero buscando conflictos y problemas internacionales. ¡No! Ahora, no hay que confundir eso con la posición de la Revolución en defensa de sus intereses, en defensa de su dignidad, en defensa de sus prerrogativas.
Nosotros no buscamos conflicto con nadie. Pero, desde luego, no tenemos —y esta es una política de la Revolución— ningún temor a las agresiones imperialistas. Nadie nos podrá venir con intimidaciones o con chantajes. No queremos conflictos, pero no tenemos miedo a ningún conflicto cuando nos lo imponen inevitablemente (APLAUSOS).
Ahora, si nuestros pescadores empiezan a ser arrestados en alta mar, pues nos están imponiendo un conflicto. Porque, ¿cuál es la alternativa? ¿Renunciar a pescar? ¿Renunciar a desarrollar nuestra flota pesquera? ¿Renunciar a trabajar en los mares?
(EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No! Y cuando ya en aguas internacionales nos imponen esas condiciones, bueno, ya eso es otra cosa. En eso ya no tenemos alternativas. Y cuando nos ponen en situación sin alternativas, este país no dará nunca una marcha atrás, ¡nunca una marcha atrás por nada! ¡Eso forma parte de los principios más arraigados de nuestro pueblo, de las tradiciones más arraigadas de nuestro pueblo y de nuestra Revolución! (APLAUSOS)
Y este era uno de esos casos: ¡No se podía ceder! Había que prepararse. Bueno, si nos imponen un conflicto, qué remedio nos queda: lo aceptamos. Y de eso se trataba precisamente.
Lo mismo que cuando el secuestro. ¿Qué íbamos a hacer? ¿Dejarlos que los asesinaran en un islote? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡No! No podíamos permitirlo. Esta vez, ¿concederles el derecho a arrestar a nuestros pescadores en aguas internacionales y juzgarlos unilateralmente por un jurado que debe ser un jurado imperialista, racista, explotador? ¿Qué se puede esperar de un jurado en Miami, señores? ¿Qué clase de justicia se puede esperar? Si allí en realidad se nombró un abogado era para el contacto con los pescadores, para que los orientaran, y para hacerles ver que el pueblo se estaba ocupando de ellos. Pero ninguna confianza en ningún jurado ni en ningún juez yanki. Ese juez que ha salido en el periódico “Granma”, en la caricatura, con la pata de palo, es de verdad un verdadero pirata, un pirata en toda la extensión de la palabra.
Entonces, ¿qué confianza podemos tener? Por eso llegó el juicio y el Gobierno planteó que no apelaría dicha sentencia, porque apelar esa sentencia es hacer la ficción de que hay un tribunal allí con moral y con autoridad para decidir. Entonces no hubo apelación. Nosotros dijimos: los pescadores tienen que ser devueltos. Sencillamente. No hay apelación, de ninguna forma. Exigimos que se respeten a nuestros pescadores en alta mar. Y esa fue la posición.
Hay una razón por la cual nuestro pueblo tiene una actitud firme, sólida, como un solo hombre, frente a estas agresiones. Porque el pueblo revolucionario es del pueblo revolucionario. Y cada uno de los millones de trabajadores, de jóvenes de este país que pertenecen a nuestro pueblo revolucionario, tienen por familia no solo al padre, a la madre, a la tía, a los abuelos, a los hermanos, sino todo el pueblo es padre de nuestros trabajadores, todo el pueblo es hermano de nuestros trabajadores (APLAUSOS). Y por eso cada hombre aquí tiene la fuerza de los 8 millones de cubanos, cada revolucionario y cada trabajador en nuestro país.
Eso es bien claro. Algunos renunciaron a su pueblo. Esos no tienen padre, no tienen un pueblo por padre, ni un pueblo por hermano. Renunciaron a la patria. Esos no tienen patria. Son bien llamados apátridas. ¡Ahora, los revolucionarios sí tienen patria, los que luchan y trabajan por la patria tienen patria! (APLAUSOS) ¡Los que luchan y trabajan por el pueblo, tienen pueblo! ¡Y el pueblo los defenderá en cualquier circunstancia y a cualquier precio, lo mismo sea uno que mil! Esto no se mide por números. La moral no se mide por cantidad: es cualitativa; los principios no se miden por fracciones: son cualitativos también y son un todo. ¡Nosotros defenderemos el derecho de cien pescadores, de diez pescadores, de un pescador, al precio que sea necesario! (APLAUSOS)
Esa gran realidad, ese hecho, es un estímulo para nuestros trabajadores, para todos nuestros obreros, y muy especialmente para los trabajadores del mar, que son tan frecuentes víctimas de agresiones.
Ellos saben allí, dondequiera que los metan, que el pueblo está unido y como un solo hombre detrás de ellos. Ellos lo saben. Ellos saben que no están solos. Ellos saben que por poderosos que sean los imperialistas, no pueden hacer en esta época lo que les da la real gana, y que tienen sus puntos débiles y que tienen sus talones de Aquiles (APLAUSOS).
Y por eso, en los momentos de amargura, de reclusión en esas cárceles hediondas del imperialismo —como ha explicado aquí el compañero pescador—, en esos momentos saben que tienen el pueblo con ellos. Y eso es muy importante.
Pero hay algo más: estos pescadores demuestran en todos estos conflictos la moral de nuestro pueblo, la nueva generación revolucionaria que surge de este proceso. Habría que remontarse al pasado para comprender cuánto ha cambiado todo eso.
Antes un barquichuelo yanki, con unos cañones en la proa y en la popa, imponía respeto, temor, miedo. Y hoy, ¿qué vemos? Vemos cómo nuestros pescadores se reúnen en alta mar sin miedo alguno, y allí defienden sus derechos, exponen su protesta y su solidaridad con los compañeros presos.
Pero cuando llegan allí a intimidar a los pescadores, cuando llegan allí a tratar de sobornarlos, a ofrecerles “villas y castillas”, a ofrecerles todo, se topan con una moral sólida, con una disciplina, con una conciencia. Y eso los impresiona. Porque para el imperialista lo único que vale es el dinero, los bienes materiales. Pero aquí se ha estado educando una generación que pone los factores de la dignidad humana, de la moral del hombre, por encima de cualquier dinero, por encima de cualquier bien material (APLAUSOS). El deber con la patria, el deber con la Revolución, el deber con el pueblo, la solidaridad con sus compañeros de causa, eso lo ponen por delante de cualquier otro bien sobre la tierra esta nueva generación revolucionaria que surge.
Y así se comporta allí. Y eso los impresiona.
Nosotros podríamos decir que la primera trinchera en defensa de la patria es precisamente esa trinchera moral, ¡esa trinchera moral! Porque cuando los imperialistas ven jóvenes que tienen 15 y 16 años, que pertenecen a las Columnas Juveniles, que salieron algunos de las montañas, del interior de nuestro país, y llegan y allí en el corazón del imperio, presos, encadenados, rodeados de gusanos, les ofrecen todo eso y lo rechazan, los tratan de intimidar y ven que no hay miedo: ven que hay firmeza como una roca, y que no habrá ningún poder capaz de intimidarlos, empiezan a comprender mejor qué clase de pueblo es este que queda aquí (APLAUSOS). Que no es en absoluto parecido, que no tiene ningún parecido con el rebaño de mercenarios o de traidores o de cobardes o de desertores que abandonaron la patria. Entonces empiezan a comprender qué pueblo es este. Y tienen que comprender que un pueblo como este no lo puede intimidar nadie, no lo puede avasallar nadie, no lo puede oprimir nadie, no lo puede esclavizar nadie.
Por eso nosotros decimos que los valores morales tienen una extraordinaria importancia, y que allí, en el corazón del imperio, la conducta de estos jóvenes constituye una trinchera, la primera trinchera, una importantísima trinchera. No hay que olvidarse de aquello que decía Martí: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. ¡Y estas son trincheras de ideas! (APLAUSOS) ¡Trincheras de ideas levantadas en el mismo corazón del imperio!
Y esas van creando la tradición de nuestros jóvenes. Son tradiciones que se van escribiendo con abnegación, con sacrificio: la que escribieron los jóvenes de la Columna del Centenario trabajando durante tres años, cortando millones y millones de arrobas, con montones de macheteros decimillonarios y más que decimillonarios; la de nuestros jóvenes, que surcan los mares y llegan hasta los más distantes puertos del mundo, llevando y trayendo nuestras mercancías; la de nuestros pescadores, que también surcan los océanos y van a buscar alimentos y recursos para nuestro pueblo en los lugares más apartados. Van creando una tradición, van creando algo que es indestructible, algo que es muy sólido. Lo material puede ser destruido; pero esas tradiciones no las puede ni las podrá destruir nadie.
Y por eso, así es como se hace un pueblo: en la lucha. Así es como se forja un pueblo. Es para nosotros motivo de gran orgullo saber el concepto que hay de nuestros marinos mercantes en todos los puertos, tan diferente, tan especial, tan ejemplar en todos los órdenes. Es un orgullo también que se vaya desarrollando este contingente formidable de nuestra flota pesquera.
Nuestra flota seguirá creciendo. Pero para que crezca una flota, más importante que los barcos, más importante que los puertos, más importante que las instalaciones refrigeradas y que los talleres, son los hombres. ¡Y hay que decir que en nuestra Marina Mercante y en nuestra Flota pesquera hay hombres, hay hombres! (APLAUSOS)
Y nosotros entendemos por hombre el hombre revolucionario, el hombre de ideas, el hombre de dignidad, el hombre de valor. Y eso es un fruto de estos años. Y la dialéctica de la vida demuestra eso: la lucha es lo que hace al hombre; el combate es lo que hace al hombre; el trabajo es lo que hace al hombre. Estos jóvenes no son “señoritos” de aquel pasado, hijos de burgueses. ¡No! Son hijos de campesinos, son hijos de obreros. No importan los años: sea Lino, sea Roberto, sea quien sea, tenga 15, tenga 14, tenga 13, tenga 17, ¡ellos son ejemplo y estímulo para los demás que están pescando! ¡Ellos son ejemplo y estímulo para los demás que están aquí preparándose también para ir al mar, para los jóvenes de la Columna del Mar! Ellos le están ofreciendo a nuestro pueblo algo de un valor inapreciable: el ejemplo, su ejemplo, el ejemplo de su conducta, el ejemplo de su comportamiento, de su moral, de su dignidad.
Verdaderamente nosotros podríamos darles las gracias, y debemos darles las gracias, no solo porque nos hicieron sentirnos satisfechos, no solo porque nos hicieron sentirnos orgullosos de su conducta, con esa posición que no se oye en una cárcel yanki jamás, porque eso de que un grupo de jóvenes humildes y pobres diga: “no paguen la multa, aunque para no pagar la multa tengamos que estar aquí todos los años que sean necesarios...” (APLAUSOS). Naturalmente que nosotros por cuestiones de dinero no sacrificaríamos a los hombres. No nos importaba en este caso 1 000, 2 000, 10 000: pero estábamos defendiendo otra cosa, no solo a ellos. A ellos y a los demás, a ellos y a todos: estábamos defendiendo un principio, estábamos defendiendo el derecho a que se les respete en el mar, el derecho a que no se les agreda. Eso es lo que estábamos defendiendo.
Y ustedes vieron cuántas arbitrariedades. No solo el arresto ilegal fuera de las aguas, no, sino además la condena ilegal y unilateral en Estados Unidos. Y no solo eso, sino que además de la multa se impusieron seis meses de prisión innecesaria y abusivamente. Y no solo eso, no solo el arresto ilegal, no solo la multa ilegal, no solo la prisión ilegal, sino además el maltrato vejaminoso. Los cargaron de cadenas, y eso fue lo que más nos indignaba a todos: la prisión y el maltrato. Eso es lo que indignaba a nuestros trabajadores: eso es lo que mantuvo encendida la protesta: eso es lo que mantuvo decidido a nuestro pueblo a adoptar las medidas que sean necesarias.
El comportamiento de la Revolución fue diferente, porque constantemente a estas costas, por una razón o por otra, equivocados o no, con causa justificada o sin causa justificada, pasan barcos y llegan aquí a nuestras costas. Estamos aquí como un caimán acostado en medio del Caribe, y es fácil por múltiples razones que lleguen aquí. Y aquí se vio involucrado en este incidente un número de ciudadanos norteamericanos. Ahora, el tratamiento fue diferente. Naturalmente que la irritación y la indignación por lo que veíamos en los periódicos podía haber aconsejado medidas radicales, medidas similares con ciudadanos norteamericanos.
Si nosotros hubiésemos procedido así no hubiéramos procedido bien, no habríamos actuado acorde con los principios revolucionarios y con la conciencia revolucionaria. Porque estos norteamericanos se vieron afectados como consecuencia de la política agresiva e ilegal de su propio Gobierno. Si nosotros no estábamos obligados a ninguna reciprocidad en el tratamiento a los que llegaran aquí, si nuestros pescadores eran arrestados, nosotros no estábamos en la obligación de tener ninguna actitud de reciprocidad, brindarle ninguna facilidad a los que llegaran aquí. Bien: eso como política. Pero de ahí a adoptar innecesariamente, cruelmente, una política inhumana, una política de maltrato, es una cosa muy diferente.
Obsérvese la actitud de la Revolución con respecto a los 18 norteamericanos que se vieron involucrados en este problema. No fueron sancionados a prisión, porque podíamos haber dicho: ¿Seis meses? ¡Seis meses! No fueron encadenados, y recibieron en todo instante un trato respetuoso. Lo decimos porque hubo algún punto del país donde incluso en cierto momento se produjo cierto malestar, digamos más concretamente en la región de Morón, porque por allí fue a parar uno de los barquitos yankis con algunos tripulantes. Y alguna gente —yo pienso, no puedo pensar que sea de buena fe, pienso que algunos de mala fe— exhibieron cierta forma de protesta exigiendo se les diera un trato igual del que les estaban dando a los pescadores, es decir: cadenas, la prisión, todas aquellas cosas.
Nuestro pueblo ya ha avanzado lo suficientemente, ha alcanzado suficiente cultura política y revolucionaria para saber que esto es incorrecto. Porque si nosotros por revancha de esa índole, por irritación, nos conducimos de tal forma que maltratamos inútilmente, innecesariamente a un ciudadano norteamericano simplemente por ser ciudadano norteamericano y porque forma parte de un país que sufre la desgracia de tales gobiernos, entonces una gran parte del pueblo norteamericano que está contra la guerra de Viet Nam, que está cada vez más contra la política imperialista, se hubiera podido sentir justamente herida y decir: no importa cuál sea nuestra posición: basta ser ciudadano norteamericano para que se nos maltrate allí sin ninguna distinción. Y eso era lo que nosotros no podíamos en ningún instante hacer. Porque lo hemos dicho una vez y muchas veces que tenemos que pensar no solo en los imperialistas —que son una minoría—, no solo en el gobierno de ese Estado imperialista: hay que pensar en el pueblo de ese Estado, hay que pensar en el pueblo norteamericano. Y nosotros tenemos que guiarnos por principios internacionalistas en nuestras relaciones con el pueblo de Estados Unidos (APLAUSOS).
Está bien claro que nosotros, cuando se trata de agresiones, de mercenarios, de infiltrados... ¡Ah!, cuando se viene a atacar el país nadie debe esperar, sea quien sea, sea cual fuere su ciudadanía, apátrida o ciudadano norteamericano o de donde sea, no tendrá derecho a esperar la menor consideración ni la menor contemplación.
La línea de la Revolución es clara y terminante y rotunda. ¡Y la Revolución no se intimida ante cualquier medida de cualquier índole que se vea en la necesidad de tomar frente a los delincuentes, frente a los espías, frente a los infiltrados, frente a los agresores!
Si cualquiera de esas embarcaciones hubiese estado involucrada en un acto de ese tipo contra nuestro país, entonces le daríamos el tratamiento que merece un bandido, el tratamiento que merece un agresor de la patria, el tratamiento que merece un enemigo. Ahora, violaciones de las aguas jurisdiccionales es otro tipo de problema, ¡es otro tipo de problema! Si está probado que no hay un acto, un intento de agresión, un intento de infiltración, ah, entonces nosotros no tenemos ninguna razón, por irritados que estemos, por indignados que estemos, en aplicar una medida abusiva, una medida de maltrato. Eso está absolutamente claro.
No había solo 18 norteamericanos: había 20. Pero dos de ellos vinieron en una avioneta, y en un lugar aterrizan y los capturan. “¿Y qué hacían aquí?” No, que iban rumbo a Jamaica. ¡Ah!, rumbo a Jamaica. Bueno, hay que investigar. Lo que no dijeron —y lo pudimos saber después— es que antes de aterrizar en el lugar donde los arrestaron habían aterrizado en otro punto y habían dejado allí un individuo armado. ¿Comprenden? ¡Ah!, bueno, ya eso es otra cosa. Por eso, esos dos no salieron junto con los que estaban implicados en violaciones de nuestras aguas jurisdiccionales. Esos están siendo investigados. Después dijeron que los habían secuestrado, los habían montado y por la fuerza el individuo los había llevado. Pero, realmente, quien es secuestrado y aterriza en un punto por la razón que sea no inventa que iba para Jamaica, inmediatamente informa que siendo de tal punto y de tal lugar, un individuo que los invitó a dar un paseo —qué sé yo—, a cualquier cosa, a empinar papalotes (RISAS), sencillamente los encañonó y se los llevó. Pero no dijeron una palabra. Eso lo pudimos saber luego. Y en realidad, pues trataron de engañarnos: ocultaron los hechos, y eso es realmente muy sospechoso. Ya ese es un problema de otra índole a los problemas de violaciones de aguas jurisdiccionales. En esa situación, esos están sometidos realmente a investigación porque es un problema de otra naturaleza.
Vuelvo a la idea de que nuestro comportamiento fue muy diferente y por qué. Nosotros no habríamos ganado ninguna gloria maltratando a esos ciudadanos norteamericanos, nosotros no habríamos ganado ninguna gloria poniéndoles cadena, nosotros no habríamos dado con eso ninguna prueba internacionalista, nosotros no habríamos dado ninguna prueba revolucionaria con eso, nosotros no habríamos seguido ninguna política de principio. Y ahí están los hechos. Aquí están nuestros pescadores y pueden hablar de los maltratos. Allá no podrán hablar de eso, no tendrán derecho a hablar, podrán hablar lo que quieran.
Uno de ellos, un aventurero, que andaba con una canoa —no recuerdo ni cómo se llama—, que llegó en el avión ayer, que regresó a Estados Unidos —uno de los 18 norteamericanos—, ese sabíamos todos que era un tipo reaccionario, que era un tipo que no valía nada, ¡un tipo que no valía nada! y claro, ese sabíamos que iría a inventar cosas. Por allá ha dicho que vivía con la idea, que estaba pensando de que lo iban a fusilar, de que lo iban a fusilar, y cosas por el estilo. Y dijo, creo, que no lo fusilaron porque había enseñado una carta en español de su senador (RISAS). Si ese individuo hubiese estado comprobado en un acto de delito contra nuestra patria, de grave delito contra nuestra patria, no lo salva ni carta de senador ni todas las cartas de todos los senadores norteamericanos juntos. Así que... Pero, bueno, ¿qué vamos a pedir?
Pero nadie podrá decir allí que se le encadenó, que se le sometió a vejámenes, que se le sometió a maltratos. Y en este incidente nuestra moral queda mucho más alta, nuestra moral ha quedado evidenciada como mucho más sólida por nuestro comportamiento. Y nosotros entendemos que esas cadenas constituyen un acto vejaminoso, constituyen una cobardía propia de imperialistas, como si estuvieran temblando de que cuatro modestos pescadores pudieran escapar de Cayo Hueso, pudieran escapar de Miami. ¿Encadenarlos por qué? ¿Ponerles cadenas en la cintura y en las manos por qué? Fue evidentemente un acto grosero, un acto cobarde, un acto de humillación; que lo único que puede tener explicación no es la posibilidad física de que cuatro jóvenes pescadores hubieran podido hacer nada, pero sí lo explica el hecho moral, el temor moral, el pánico que les infunde a los imperialistas una conducta como la de esos jóvenes.
Pero el hecho es que el valor no se puede encadenar, que la dignidad no se puede encadenar, que la conciencia revolucionaria no se puede encadenar. Y desde luego, lo que ganaron con eso fue acrecentar la irritación y la indignación de nuestro pueblo, pero no lograron que la Revolución perdiera la serenidad, no lograron que la Revolución hiciera fechoría semejante.
Y aquí están los hechos. ¡Ya nuestros pescadores están de regreso y están en libertad: ¡Nuestro pueblo con su solidaridad, con su unidad, con su decisión de hacer lo que fuera necesario, conquistó su libertad! (APLAUSOS) Una vez más nuestro pueblo en esta ocasión —como en la ocasión del secuestro de los pescadores por los mercenarios— con su lucha y con su esfuerzo ha conquistado la liberación de estos jóvenes injustamente agredidos, injustamente encarcelados. Y ha sido desde ese orden una prueba más de cómo los revolucionarios tienen patria, de cómo los revolucionarios tienen pueblo, de cómo los revolucionarios no están ni estarán jamás solos.
Les decimos de todo corazón a nuestros compañeros pescadores: ¡Bienvenidos! Y de todo corazón los felicitamos por su comportamiento, y exhortamos a los demás jóvenes pescadores a que sigan su ejemplo.
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)