Articles

Fidel se me acercó y me dijo al oído...

Date: 

06/08/2016

Source: 

Adelante

Auteur: 

Dolores Castaño Betancourt, Lolita, no fue acaso la primera maestra que llegó a Pozo de Vilató, caserío al centro y en el desguinde norte de la Sierra de Cubitas, pero sí la primera que tuvo escuela.
 
“Luego de graduada y sin trabajo un día me propusieron un aula en Cubitas. Me llevaron allí y le dijeron a los vecinos; aquí tienen una maestra, ahora tienen que hacerle una escuela o nos la llevamos”. Así nos lo contó un día Lolita, quien terminó esta historia con un aula en el portal de la tienda del poblado, mientras los vecinos hacían el rancho al otro lado del camino.
 
“Los muchachos no sabían qué cosa era una escuela. Me miraban como un bicho raro y tuve que comenzar por sacarlos del monte y enseñarles a lavarse los pies antes de entrar a clases porque casi todos andaban descalzos y medio desnudos. Como los indios”.
 
Como los indios en aquella tierra ocre en un fanguisal de costras, donde las carretas se hundían hasta los ejes o con remolinos de polvo que se mete por todos los poros de la piel. Por eso es que al cubitero se le conoce a donde quiera que vaya. Esa tierra bermeja es como un distintivo.
 
Y Lolita fue maestra por muchos años en una difícil ranchería de carbón y casabe, dispersa en serventías y bohíos escondidos sobre tierras de realengos unas, de la Jaronu Sugar Company otras, pero todos olvidados al son de aquella cuarteta fatalistas; “Cubitas, de ti nada quiero,/ y lo digo con tristeza,/ porque de tu mejor cabeza/, solo salió un casabero”.
 


La foto es de diciembre de 1996, Lolita es la segunda de izquierda a derecha en este grupo frente a la nueva escuela Indio Hatuey, construida sobre los cimientos de su primera aula. Está en la foto también Pastor Martínez, el primero a la derecha, director en esa fecha de este centro y quien fuera uno de los niños que Lolita “sacó del monte”.Foto:Archivo de Adelante
 
Pero toda esa miseria de Pozo de Vilató no pudo borrar las raíces rebeldes de aquellos campesinos, canarios o cubanos, que refugiados en ese rescoldo de la sierra decidieron su vida. Uno de los primeros escenarios de la organización del 26 de Julio en zonas campesinas del norte de la provincia halló asiento en esa región y la maestra de Vilató jugó importante papel como parte de los vínculos entre la ciudad y aquella vertiente de la sierra que poco después desemboco en el Frente guerrillero Camagüey.
 
La clandestinidad facilitó la recepción del Ejercito Rebelde y cuando llego la columna 11 al mando del capitán Orlando Orozco instaló campamento en Yabunal, a poca distancias de Vilató. La presencia insurrecta en Sierra de Cubitas resultó para Lolita más que peligroso continuar en sus viajes de la ciudad a la escuela, por lo que opto quedarse junto a su esposo en aquel declarado territorio libre con las tropas que se adueñaron de la Sierra de Cubitas, específicamente con el grupo de teniente Arnaldo Pernas Luciano, situado hacia Cocina Alta, sobre el Paso de Lesca.
 
Misión designada por el frente guerrillero a la maestra: continuar las clases en la escuela y comenzar a alfabetizar a aquellos miembros del ejército rebelde que lo necesitaran.
 
Al medio día del primero de enero de 1959 a la tropa cubitera se le ordenó comenzar a concentrarse para avanzar sobre la ciudad de Camagüey, ocupando el aeropuerto Ignacio Agramonte donde radicaba una importante base de la fuerza aérea de la tiranía con numerosos aviones de bombardeo.
 
“Desde antes del día primero de enero hubo mucha tensión en la tropa. Los pelotones de los otros capitanes que estaban en diferentes puntos de Cubitas comenzaron a concentrarse en Lesca y a media noche partimos para Camagüey, llegamos al aeropuerto por la madrugada y comenzamos a hacer guardia porque además allí había algunos aviones de guerra, grandes y pequeños. Estábamos muy cansados y llenos de tierra colorada hasta los ojos, enfangados, sucios, ripiados. De eso me acuerdo bien porque luego me paso una cosa que nunca he olvidado”, Y Lolita comenzó a rememorar la anécdota.
 
“El cuatro por la noche estoy de guardia allí a la entrada del edificio del aeropuerto cuando llegan algunos carros llenos de rebeldes y entre ellos venía Fidel y otros oficiales del 26. El viene a esperar a alguien en un avión pero primero va a saludarnos. No sé porqué se me acerca para preguntarme que de dónde éramos, que cuándo habíamos llegado y lo peor para mí, me pregunta que porque andábamos tan sucios.
 
“Le digo, bueno Comandante porque estamos en el monte y allá la tierra es colorada, entonces me pone una mano en el hombro y me dice casi al oído para que nadie escuchara “....sí, yo lo sé, pero hay también que bañarse”. Aquello me dio una tremenda vergüenza y no le pude responder.”
 
 “Enseguida le dijo a Celia, que venía tras él, que me buscaran un uniforme limpio, me volvió a saludar y se fue. No sé cómo Celia lo hizo, pero el uniforme apareció y me fui a ver si podía bañarme y cambiarme de ropa. Después, mucho más tarde Fidel se fue, me volvió a ver desde lejos y me miro de arriba a abajo e hizo un gesto con la cabeza como quien dice “Bueno, ahora así estás mejor”
 
  “¿Usted cree que esas cosas se pueden olvidar?”