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El memorable agradecimiento de Fidel

Date: 

11/09/2023

Source: 

Revista Bohemia

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Todo permanece intacto en la provincia vietnamita de Quang Tri. Allí, la habitación y la cama que utilizara Fidel Castro Ruz, en septiembre de 1973, permanecen como testigos de una probada amistad más allá de las dificultades y el tiempo. Fue en ese mismo lugar cuando un día 15, a las 5.25 de la mañana – hora local-, el Comandante en Jefe se alistó para visitar a los bien renombrados solados vietnamitas en el Frente Sur, del conocido Paralelo 17, según el testimonio dado por mi padre, en esa época embajador de Cuba en Vietnam, Raúl Valdés Vivó, en su obra El gran secreto: cubanos en el camino Ho Chi Minh, publicada en 1990.

Fundido en un abrazo con el general Tram Nam Trung, el entonces primer ministro de Cuba dejó fluir toda la emoción acumulada para tamaña incursión, la única de ese tipo que realizara en el mundo un jefe de Estado. Teniendo de fondo dos tanques yanquis capturados por quienes debieron crecerse frente a un enemigo pertrechado hasta los dientes, Fidel ondeó una bandera vietnamita, la misma que sería enarbolada en la ciudad de Saigón tras la victoria. Así se lo prometieron y así lo cumplieron.
 
En un escenario de cráteres de bombas, tanques semidestruidos, uniformes despedazados, casquillos de balas y alambradas, el líder de la Revolución Cubana cumplía su sueño de hablarle a una tropa de leyenda, dispuesta a darlo todo por la libertad. En sus palabras, Fidel supo advertir de que vendrían tiempos de paz y gloria para la nación indochina.
 
En el propio escenario de lucha

En la mismísima “Base Carroll” se efectúo un espectacular mitin de solidaridad que a cincuenta años de efectuado todavía despierta emociones y admiración hacia los aparentemente insignificantes hombres y mujeres vietnamitas. Fidel, en cambio, jamás dudó de la entereza con que los “anamitas” enfrentaban a un enemigo superior en armas y transidos de enorme voracidad, el que también trataba con toda prepotencia de apuntalar a un gobierno títere, en una causa que ya estaba perdida. Sin embargo, como siempre pasa con los imperios, su ceguera estratégica era proverbial. Mientras, Fidel, una vez más, supo mirar bien y entender toda la intrincada madeja de lo imposible, traducible para él en posibilidad cuando está en juego la soberanía nacional. (1)
 
En septiembre de 1973, el Comandante en Jefe fue protagonista de una hazaña memorable, impensable para  casi la totalidad de los estadistas del mundo: intercambiar con la muy condecorada División 304, en la Colina 241, en la antigua base militar yanqui de Cam Lo, lugar que la arrogancia imperial tenía como inexpugnable.
 
Después de regresar de la línea de combate, por el Paralelo 17, el líder histórico de la Revolución Cubana rindió honores a la valentía de quienes no temen entregar la vida estando en juego los sueños de belleza de Ho Chi Minh. A su regreso a Hanói -en el norte libre del país-, en lo que se considera una legendaria visita oficial, Fidel pronunció un discurso de gran significado internacionalista. Con algunas de esas palabras BOHEMIA deseacerrar este homenaje.A través de sus enviados especiales Fulvio Fuentes y Aramís Ferrera, la centenaria de Cuba obtuvo un valioso reflejo, reproducido en el número 38 de ese año.
 
Palabras de amor

Una pregunta se imponía para el líder cubano: “¿Quiénes lo derrotaron? *Esos combatientes heroicos y modestos que hemos visto por los caminos. Esos hombres y mujeres, esos niños que hemos encontrado a nuestro paso, que fueron capaces de resistir sin doblegarse, que fueron capaces de soportar todos los sufrimientos y todos los sacrificios sin desalentarse, que supieron vivir durante años bajo tierra, que supieron trabajar y supieron combatir bajo las bombas”.

En septiembre de 1973, el Comandante en Jefe, en Hanói, capital vietnamita,
fue huésped del primer ministro indochino Pham Van Dong.
/ Archivo de Prensa Latina

Lleno de admiración, Fidel concluyó: “¡Gracias Vietnam, mil veces gracias! Gracias a los hombres que vimos en la selva andar encorvados por el peso de los sacos de municiones a sus espaldas; gracias a las mujeres de las piernas arqueadas por el peso de los sacos de arroz sobre los hombros; gracias a los miles de ancianos que vimos recolectar semillas en el bosque para alimentar a los soldados, a los niños que recortaban retoños de bambú para la comida colectiva en la escuela sin paredes y sin bancos, gracias a los heroicos guerrilleros, milicianos, y soldados regulares que en la batalla de Ap Bac lucharon cuerpo a cuerpo con los tanques norteamericanos y los volcaron…”