Tierra de azules montañas,
Oriente, y de roncos ríos,
señora provincia grande
de vértigos precipicios
en cuyo pecho de cobre
con arterias de granito
enciende un bárbaro sol
su medallón amarillo:
Como espumoso torrente
que baja desde el Turquino
entre jagüeyes despiertos
y cafetales dormidos,
así de tu oscura frente,
de turbión a torbellino,
las tropas de Fidel Castro,
capitán generalísimo,
Son más en una mazorca
de maíz los prietos granos
que Fidel Castro y sus hombres
cuando del Granma bajaron.
El mar revuelto los mira
partir con violento paso,
dura la luz de los rostros
severos, aún no barbados,
mariposas en la frente,
la ciénaga en los zapatos.
La muerte los vigilaba
vestida como soldado,
amarillo el uniforme
y el fusil americano.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió;
ay, Cuba, ya se acabó,
se acabó por siempre aquí,
se acabó,
ay, Cuba, que sí, que sí,
se acabó
el cuero de manatí
con que el yanqui te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.
Garra de los garroteros,
uñas de yanquis ladrones
de ingenios azucareros:
¡a devolver los millones,