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En el hombro de la Isla

Enero vuelve con su carga de sueños limpios y como cada vez parece que la tropa de barbudos entra de nuevo a la capital de un país estremecido por la esperanza.
 
La historia vibra cuando se evoca aquella caravana que fundó nuevas luces, no prometió prebendas sino dignidades y prefirió antes que anunciar ilusorias victorias definitivas, confesar que en lo adelante todo sería más difícil, pero valdría la pena, porque sería hermoso.
 
Cuba acogió el reto de acunar el mito, para borrar el oprobio, la vergüenza, y en ese paisaje de sueños infundados gritar: «y en eso llegó Fidel».
 
Aunque ya era gigante en el sentimiento de la Isla, la aurora de un generoso 1959 sembró para siempre en la raíz del amor patrio a aquel hombre martiano y rebelde, y las palomas en su hombro hablaron desde lo más raigal de la tradición cubana de elegido, de destino y, sobre todo, de futuro.
 
Contra esa certeza del pueblo no ha podido lo implacable del tiempo y mucho menos la irrealidad de la muerte física. Fidel sigue rodeado de palomas, advirtiéndonos de horizontes ineludibles y reales y convidándonos a creer en ellos; multiplicado en los millones de rostros de una nación que no renuncia a las singularidades de la opción que ha escogido y defiende.
 
Cada nueva Caravana desde la juventud y el homenaje se erige como opción para recorrer la obra levantada y pensar los cimientos para lo que falta.
 
Gracias a la fuerza que ofrece un patrimonio de 150 años de sangre sincera por la independencia, y a la claridad de un presente desafiante, no hay puntos finales, hay caminos miles para hacer todas las pequeñas revoluciones cotidianas que constituyen la Revolución.

Fuente: 

Periódico Granma

Fecha: 

08/01/2018