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Ante las virtudes de Fidel, la determinación y el fuego de imitarlas

El 13 de agosto de 1926 a las dos de la madrugada, en medio de la exuberante naturaleza de la finca Birán en Mayarí, hoy Holguín en la antigua provincia de Oriente, nació un varón al que sus jubilosos padres pusieron por nombre Fidel Alejandro.
 
Ese pequeño bebió, con las primeras letras y las sencillas imágenes que adornaban la escuelita rural deBirán,el amor a la Patria, y ese amor lo hizo crecer física y espiritualmente, hasta convertirse en el joven patriota que luchaba a brazo partido, desde sus tiempos de estudiante, contra los males de la República; el combatiente que en el Moncada, el Granma y la Sierra, enfrentó a la dictadura; el líder que, por medio siglo, arrastraba multitudes y poseía un enorme poder de convocatoria; el estadista que logró situar a Cuba, ante la mirada del mundo, en el mapa de la dignidad, la solidaridad y las causas justas; una de las figuras cimeras de la humanidad en el siglo xx, respetada aun por sus más acérrimos enemigos.
 
Su legado es inmenso. No existe un aspecto de la vida social y económica del país —y más allá— en que no haya dejado su impronta y en el que, en medio de las adversas situaciones que hoy atravesamos, no sea necesario volver a su ideario.
 
Su recuerdo, en cada rincón de este archipiélago,está siempre presente y nos convoca a ser cada día mejores, y a entregar nuestro esfuerzo, nuestro sudor y nuestra inteligencia para continuar su obra y construir la Cuba que soñó.
 
Nuestro Apóstol afirmó: “[…] Como el corazón es casa para los recuerdos, el monumento es casa para héroes […]”1 y, aunque Fidel está presente en cada obra de la Revolución, contamos también con monumentos en los que su figura aparece tallada en piedra.

Tres de ellos pertenecen al consagrado escultor José Ramón de Lázaro Bencomo, Delarra: en la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García Íñiguez, en su Holguín natal, en el friso central dividido en dos por una estrella, aparece un magnífico rostro de Fidel; las tallas de cuerpo completo de Martí y de Fidel pueden verse en la Plaza de la Patria, en Bayamo, también a la izquierda y muy cerquita de la llama que corona el conjunto y simboliza la ciudad antorcha; y en el Complejo Escultórico Ernesto Che Guevara, en Santa Clara, en el friso principal, entre otras, pueden verse inclinadas sobre el terreno las imágenes de Fidel y Guevara, en alusión al momento en que el Comandante en Jefe le asignaba la misión de llevar a cabo la invasión.
 
Sin embargo, no fue Delarra el único escultor que perpetuó en piedra la imagen de Fidel. Los escultores Reynaldo Miranday Herminio Escalona representaron su figura a la salida del presidio y durante la conmemoración del 36 aniversario del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1989, en la Plaza de la Revolución Mayor General Ignacio Agramonte, en Camagüey.

En varias naciones amigas, Venezuela (2013), Sudáfrica (2017), México (2017), Vietnam (2018) y Rusia (2022), se han creado monumentos para enaltecer la figura del héroe cubano. La de México lo representa sentado en un banco junto a su entrañable amigo, el Che Guevara.
 
El simple monolito que atesora sus cenizas en el Altar de la Patria, en el cementerio Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, es también un monumento a su memoria, porque, como en otro momento dijo Martí, “[…] estas tumbas son lugares de cita, y como jubileos de decoro, adonde los pueblos, que suelen aturdirse y desfallecer, acuden allí a renovar ante las virtudes, que brillan más hermosas en la muerte, la determinación y el fuego de imitarlas”.2

Plaza Calixto García, Holguín.
Foto: Boris E. González Abreut
La sencilla tumba, donde reposan sus cenizas.
Foto: Boris E. González Abreut
​La sencilla tumba, donde reposan sus cenizas.
Foto: Boris E. González Abreut

Fuente: 

Verde Olivo

Fecha: 

12/08/2024