Más allá de los clichés comunes del discurso político, la Cumbre de las Américas no ha podido demostrar ni una línea de democracia. Esta palabra, coartada por la retórica del poder, igualada semánticamente a una conservación del status quo desigualitario, solo ha alcanzado su verdadero signo en la Cumbre de los Pueblos.
 
Si yo viese dos salas en comparación, tal como se muestran en las redes sociales a la Cumbre de las Américas (vacía) y la Cumbre de los Pueblos (llena), pudiese creer que estamos ante dos películas: una pedante, en el cual siempre se repite lo mismo y no le provoca nada nuevo al espectador, y una crítica, sugerente, dinámica, que mantiene al público a la expectativa.
 
Así mismo ocurrió. La Cumbre de los Pueblos fue la única cumbre democrática que existió en Los Ángeles: salas con alta participación, proceso asambleario de discusión, tratamiento de problemas reales y acuciantes de nuestras realidades americanas, condenas a las exclusiones de los pueblos y a la injerencia del imperio; integración, unidad dentro de lo diverso: belleza popular.
 
El argentino Manuel Bertoldi afirmó que está allí en la Cumbre para debatir, reflexionar y poner en agenda las injusticias que están pasando en el continente: la desigualdad, la pobreza, la exclusión, la migración, porque esta es la agenda que no se va a tratar en la Cumbre de la OEA.
 
Incluso ha existido el espacio para quienes se les negó su derecho a participar. Cubanos, venezolanos y nicaragüenses fueron incluidos mediante videos dentro de la Cumbre de los Pueblos. Desde Cuba actores sociales como Cristina Escobar (periodista, Israel Rojas (músico), Tania Crombet (científica), entre otros, hablaron en ella.
 
Ben Becker, organizador de la Cumbre de los Pueblos por la Democracia, declaró al diario Granma que llevan muchos meses preparando este evento, que se define totalmente contrario a los intereses de la Cumbre de Biden: «Él ha rechazado a Cuba, a Venezuela y a Nicaragua, pero nosotros, el pueblo de Estados Unidos y los jóvenes progresistas, les decimos que son bienvenidos. La política externa de nuestro Gobierno no habla por nosotros».
 
Biden seguramente está muy preocupado por el apoyo que los señalados por él como países del «eje del mal» estén recibiendo tanto apoyo, no solo en América Latina, sino dentro de Estados Unidos, por el pueblo estadounidense que Fidel siempre quiso y respetó. Nuestros pueblos no son enemigos. Cuba quiere que la dejen vivir en paz para extender sus brazos de solidaridad al mundo entero. El imperio quiere otra cosa.