Trabajadores sociales, un proyecto de Fidel muy necesario en la Cuba actual
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Cuando Margarita le explicó a la trabajadora social de su comunidad la necesidad que la aquejaba, la muchacha que bien la conocía, le dijo que le daba tremenda pena, que sabía su caso: una anciana con una pierna amputada, convaleciente en una silla de ruedas, atendida por un hijo con retraso mental, y que ninguno de los dos recibía pensión económica; pero no podía ayudarlos aunque quisiera porque como ella tenía cuatro hijos más…
Al no encontrar respuesta a su problema se dirigió a otra persona con responsabilidades en la Dirección de Trabajo de su municipio. La solución que le dio fue la de denunciar a sus hijos en la Fiscalía por no atenderla. “¿De verdad?, ¿qué madre hace eso con sus hijos?”, respondió Margarita al directivo y se marchó para cu casa sin esperanza alguna.
Por suerte, en ese largo camino de trámites y gestiones, la viejita encontró a unas personas que plantearon su necesidad a profesionales mejor capacitados, quienes realizaron las investigaciones competentes en el barrio de la misma, y luego de analizar sus particularidades decidieron entregar una pensión económica a la anciana e iniciar tramitaciones para también ofrecer amparo al joven con discapacidad.
Entonces Margarita pudo pagar la cuota alimenticia, la electricidad, el agua y otros servicios imprescindibles, que hasta esa fecha del mes no había podido saldar porque con el reordenamiento monetario recién implementado en el país, el costo de los mismos había aumentado y ella no disponía de ese dinero.
¿Cuántas personas en nuestros barrios y comunidades requieren atención social?¿Cuántas personas vulnerables pudieran mejorar su situación socioeconómica si el trabajador social a quien corresponde atenderlos hiciera bien su trabajo? Hoy, como sucedió en el año 2000, debe haber un renacer de la labor de estos profesionales, a los que Fidel llamó “constructores de la sociedad”, "médicos del alma" por la determinante función que están llamados a realizar dentro de la misma.
Con la llegada del nuevo milenio, el líder de la Revolución Cubana promovió la creación de un plan de formación emergente de estos profesionales en el país, para entre otras tareas: diagnosticar en cada circunscripción la situación social de las familias, garantizar la atención social a los núcleos en situación de vulnerabilidad, priorizar el trabajo social con familias en las que algunos de sus integrantes estaba en riesgos o se vinculaban a indisciplinas sociales o delitos e implementar la política de uso más racional de los recursos humanos, financieros y materiales.
“La marginalidad, la relación inversa entre cultura y delito, y las desiguales posibilidades de acceso al conocimiento para diferentes sectores de la población, fueron reconocidas como parte de la realidad cotidiana en el complejo entramado social de la nación cuando finalizaba el siglo XX y se iniciaba el XXI. Estos análisis fueron el factor desencadenante de la idea de desarrollar el trabajo social en Cuba.
Un estudio realizado con jóvenes reclusos en el año 2000, reflejaba cómo determinadas condiciones sociales influían en que el destino de algunos de ellos fuera el de ir a parar a las cárceles. La procedencia social que prevalecía entre estos jóvenes era la de familias con bajo nivel cultural, y un alto porciento de ellas vivían en los barrios más pobres y marginales. Fidel expresó entonces su convicción de que era la sociedad la que enviaba a muchos de esos jóvenes a las prisiones” se explica en la investigación El trabajo social en Cuba. Retos de la profesión en el siglo XXI.
Fidel denominó aquel fenómeno como "la herencia de la cultura de la marginalidad y la pobreza''. Y al inaugurar el primer curso en la escuela de Cojímar, el 10 de septiembre del 2000, planteó a los alumnos que se formarían como trabajadores sociales "el deber sagrado de demostrar todo lo que puede hacer una sociedad justa, solidaria y verdaderamente humana".
En este nuevo esfuerzo por alcanzar una sociedad mejor, Fidel organizó un trabajo social con elevado sentido humanista, capaz de llegar a cada persona, para que nadie quedara abandonado a su suerte. Pidió ofrecer especial atención a los jóvenes desvinculados del estudio o el trabajo, quienes eran vistos en los barrios como posibles delincuentes e insta a los trabajadores sociales a actuar...
" (...) como hermanos de esos muchachos, como padres de esos muchachos: conocerlos, conversar con ellos, apoyarlos, protegerlos en cierta forma; buscarles opciones de trabajo o de estudio, con toda la paciencia que se requiera".
Él tenía plena convicción en que las conductas antisociales y el delito eran evitables, por lo que la prevención social, resultaba más efectiva que la represión. "Este trabajo puede evitar más delito que la mejor policía que pueda existir". Fidel promovió convertir las prisiones en escuelas y precisó la atención que los trabajadores sociales debían dar al individuo que egresara de las prisiones "ayudarlo, aconsejarlo, buscarle trabajo, protegerlo en el empleo".
Su llamado siempre fue a “no dar a ninguna persona por perdida”.
El Comandante reconoció la existencia de desigualdades sociales en la Isla, por tanto, la necesidad de profesionales que ayudaran a los más necesitados, para que nadie quedara desamparado.
"Hay un gran número de niños que nacen en este país que no tienen las mismas posibilidades que los demás niños (…) Llega a los cinco años y no está en igualdad de condiciones que los demás niños, y eso se traduce después toda la vida". "Los trabajadores sociales tienen que conocer la situación, necesidades, problemas que pueda tener cualquier niño”.
De manera que el trabajo social orientado por Fidel va dirigido a desarrollar acciones educativas oportunas, de orientación y apoyo, a las personas en desventaja social de algún tipo. A la par de la solución a las carencias materiales, intencionaba el desarrollo humano mediante la elevación de la cultura. Surgieron así importantes programas sociales dirigidos a ampliar el acceso masivo a los conocimientos y a incrementar la cultura general de la población.
“La labor del trabajo social que concibe Fidel no es de espera en una oficina, es un trabajo de campo, de indagación y análisis de las situaciones que en cada contexto limitan el desarrollo pleno de los seres humanos y el desarrollo social en su sentido más amplio.
Por ejemplo, al adquirirse conciencia de que los jóvenes entre 16 y 20 años desvinculados del estudio y del trabajo tenían como probable destino la prisión, el Comandante en Jefe orienta encontrar a cada uno de esos jóvenes, hablar con ellos, orientarlos, trabajar para que se incorporen al estudio o al trabajo: había que evitar, prevenir, que estos jóvenes terminaran en una cárcel (…) Así, más adelante, cuando se analizan las consecuencias del déficit nutricional en el desarrollo de la infancia, se lleva a cabo la operación de pesar y medir a toda la población de 0 a 15 años en el país y evaluar, en cada caso, las causas de la desnutrición”, refiere la citada investigación.
Cuando se refirió a las manifestaciones de desintegración social, Fidel insistió a los trabajadores sociales en la necesidad de analizar la situación en el contexto social y la influencia determinante del medio. "(...) estudien por qué, qué nivel, en qué ambiente creció, en qué barrio vivía, extracción social, nivel cultural en el núcleo familiar, condiciones de vida”.
La valía y trascendencia de este profesional la destacó el Comandante en la propia definición que dio sobre el trabajo que a estos correspondía.
"El trabajador social tendrá que saber cuál es la situación de todos los niños, de los ancianos, casi de toda la sociedad (…) Una persona puede tener, independientemente de su ingreso, un problema de un tipo, de otro, requerir un asesoramiento, un consejo”.
Fidel concibió el trabajo social como un catalizador de la solución a los problemas, por ello, a partir de los resultados de los primeros estudios realizados por los trabajadores sociales, se promovieron modificaciones de las políticas de asistencia social, de atención a personas con discapacidad, políticas educacionales y de empleo.
Hoy cuando la sociedad cubana se enfrenta a nuevos desafíos: el ordenamiento monetario, la pandemia del coronavirus y las carencias derivadas de las medidas de asfixia del bloqueo estadounidense a la Isla, se precisa de la competencia de los trabajadores sociales, tanto los formados en aquel Programa, como los que realizan este tipo de actividad por vocación humana.
Las realidades de la Cuba de hoy, -no exenta de conductas antisociales, delitos y de grupos humanos vulnerables - demandan de ese trabajador social con elevado sentido humanista, que oriente y apoye a las personas en desventaja social de algún tipo. Un profesional que contribuya a la solución del problema, -no a partir de acciones paternalistas, asistencialistas o de control social formal, que no representan crecimiento humano, ni transformación de la conciencia-, sino mediante la persuasión, la educación y la concientización.
Nuestra sociedad continúa necesitando de ese especialista capaz de cohesionar a los actores sociales para que, con su participación comprometida y responsable, contribuyan a la transformación social a favor de una mejor calidad de vida de todos los cubanos y las cubanas.