La Plata: primera victoria
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Habían transcurrido exactamente 44 días de la dispersión en Alegría de Pío cuando los sobrevivientes de la expedición del Granma, 18 en total, que lograron reagruparse en torno a Fidel y ganar la Sierra Maestra, asestaron un rotundo mentís al régimen, que aseguraba haberlos exterminado.
El cuartel de La Plata, pequeña instalación a medio construir en las proximidades de la costa sur oriental, fue el lugar escogido para probar la existencia de la revolucionaria fuerza. Hasta allí llegaron los recién estrenados guerrilleros en la madrugada del 17 de enero de 1957, luego de vencer los 20 kilómetros que los separaban del objetivo.
Para entonces, el pequeño destacamento instalado en la Sierra se había incrementado con la incorporación de ocho campesinos y tres combatientes de la clandestinidad llegados desde la ciudad de Manzanillo. Sumaban 29 hombres con muy escasas municiones, pero se imponía llevar a cabo una acción que contribuyera a elevar su moral de lucha y a ofrecer signos inobjetables de su presencia en la montañosa región.
Para el ataque, la pequeña fuerza se distribuyó de la manera siguiente: un grupo por la derecha bajo el mando de Julito Díaz; otro por el centro, directamente dirigido por Fidel Castro y un tercero, por la izquierda, a cargo de Raúl Castro y Juan Almeida.
El fuego contra el cuartel, ocupado por alrededor de una decena de efectivos, lo inició Fidel con dos ráfagas de ametralladora. Los soldados fueron llamados a rendirse, sin embargo se resistieron. Su derrota llegó luego de que los rebeldes prendieran fuego a la instalación y a una casa vecina.
Las particularidades de la acción las describió tiempo después el comandante Ernesto Guevara, Che, al reseñar:
“El ataque a un pequeño cuartel que existía en la desembocadura del río de La Plata, en la Sierra Maestra, constituyó nuestra primera victoria y tuvo cierta resonancia, más lejana que la abrupta región donde se realizó. Fue un llamado de atención a todos, la demostración de que el Ejército Rebelde existía y estaba dispuesto a luchar y, para nosotros, la reafirmación de nuestras posibilidades de triunfo final”.
Asimismo afirmó:
“Los soldados, casi sin defensa, eran inmisericordemente heridos por nuestras balas. Camilo Cienfuegos entró primero, por nuestro lado, a la casa de donde llegaban gritos de rendición. Hicimos rápidamente el balance que había dejado el combate en armas: ocho Springfield, una ametralladora Thompson y unos mil tiros
(…) Además, teníamos cananas, combustible, cuchillos, ropas, alguna comida (…)
Aseguró que fue solo en aquel combate y el siguiente ─en Arroyo del Infierno, cinco días después─, en que contaron con más armas que hombres durante toda la guerra.
La victoria obtenida en La Plata revistió significativa importancia porque no solo demostró la presencia del núcleo inicial del Ejército Rebelde en las montañas, sino también su decisión de luchar hasta vencer. Fue, además, muy alentadora para la moral de quienes habían iniciado su empresa liberadora con un costoso revés y la pérdida de entrañables compañeros de ideales.