Fidel, prócer de las ideas
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A partir del pasado noviembre, cuando el líder máximo de la Revolución Cubana dio su paso a la eternidad, comienza el estudio de todo su quehacer político, social, económico, cultural y humanista. Es ahora que la obra legada por Fidel alcanza una dimensión definitiva, abarcadora y trascendente.
Lo es así porque hasta el último segundo de su existencia se mantuvo consecuente con las ideas que inspiraron su pensamiento y su acción.
Algunas fuentes de prensa desconocedoras de un Fidel total y pleno; de un Fidel que se trasciende a sí mismo, no pasan de proyectarlo como el guerrillero que dedicó sus energías juveniles al derrocamiento de una tiranía aborrecible implantada en Cuba a partir de marzo de 1952.
En mi opinión carecen de luz larga, ya que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana no se limita a esa simple coordenada. Sin que deje de ser cierto lo dicho por algunos, Fidel Castro es mucho más que el guerrillero valiente; que el joven inconforme con aquella realidad quien, a riesgo de su vida, luchó en primera fila por liberar a su patria de un tirano de turno.
Fidel es, en primer lugar, el resumen de una conciencia histórica nacional: es síntesis de un pensamiento nacional-liberador cristalizado a partir de 1868, continuado en la guerra de 1895 y que sufrió otra frustración en la década de 1930 cuando aquella revolución anti-machadista y antiimperialista se vio frustrada una vez más por la injerencia extranjera y el servil beneplácito de sietemesinos puestos bajo las órdenes imperiales.
Fidel es también hombre que sintetizó las experiencias amargas de las luchas cívicas de Chibás, comprendiendo que el camino electoral bajo los cánones de la democracia burguesa no bastaría para poner en orden la realidad nacional, comenzando por el alcance de la plena soberanía, su consolidación y el inicio de un proyecto de amplio alcance popular.
Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1º de enero de 1959, bajo la inspiración de Fidel comenzamos a construir una nueva realidad viviéndola en el día a día del quehacer revolucionario. Razones abundaron cuando afirmó el ocho de enero de aquel año que de ahora en adelante todo sería más difícil. Tras la eufórica alegría del triunfo comenzaba un ordenamiento nacional sin igual en nuestra historia.
Desde el triunfo comenzó a manifestarse a plenitud el pensamiento humanista de Fidel. Tareas como la Reforma Agraria, la Reforma Urbana, la Campaña de Alfabetización, la Batalla por el Sexto Grado, así como un proyecto de enseñanza abarcador para todo el pueblo, incluyendo el derecho a la enseñanza universitaria gratuita. Con Fidel al frente de nuestra Patria se universalizaron también los servicios de salud para todos los cubanos y cubanas: tanto la salud terapéutica como la preventiva.
Como nunca antes cada ciudadano en edad laborar pudo contar con un empleo digno y seguro, sin temor al despido. Las mujeres comenzaron a recibir igual salario que los hombres por igual labor, así como todos los derechos para el disfrute de una maternidad digna; derechos que desde el vientre materno las criaturas comienzan a disfrutar.
El deporte, desde entonces, ha sido y es derecho del pueblo. Hasta el más humilde tiene acceso al mismo y todas las posibilidades para desarrollarse a plenitud, tanto para su salud física como para representar al país en los casos de máximo rendimiento. Como nunca en nuestra historia la lectura de grandes obras literarias y la posibilidad de escribir y hacer arte en cualquier manifestación ha llegado hasta el más lejano confín de este territorio. Cuba es el único país donde un libro – inalcanzable para muchos en otras partes – constituye un bien al que se puede acceder a bajo precio y gratuitamente al disfrutar de nuestra red de bibliotecas públicas.
Fidel, sí, fue el estratega revolucionario. Fue el primero en nuestra guerra de liberación, y fue el primero en pensar una Cuba con cabida para todos sus hijos, sin criterios excluyentes y dotada de posibilidades para el desarrollo de todos y cada uno, incluso a pesar de que el país ha tenido que dedicar buena parte de sus recursos en la defensa nacional, precisamente para salvaguardar sus conquistas sociales.
Ahora nos corresponde estudiar el pensamiento de Fidel: recordar y tener presente su combatividad y arrojo en cada campaña; también su pensamiento y el ideario inspirador que puso en práctica de manera consecuente en todo momento. Nos toca a todos, desde nuestra realidad laboral, estudiantil o social, por sencilla y humilde que parezca hacerlo presente y actual. Para ello imaginar cómo actuaría él en cada situación particular que se nos presente; algo que hace necesario, ante todo, estudiarlo, conocerlo cada día más en toda la dimensión revolucionaria, personal y humanista que le sigue caracterizando.