Cuando el corazón de la Patria dejó de latir
Fecha:
Fuente:
Autor:
Poco a poco la noticia se esparció como pólvora, de punta a cabo en este verde caimán, en medio de la, hasta ese entonces, apacible madrugada. Muchos, atónitos, encendían el televisor para confirmar que lo escuchado por voz de un amigo, más que una pesadilla, era una dura realidad. El líder de la revolución cubana Fidel Castro Ruz, había partido del reino de este mundo rumbo a la inmortalidad. En ese momento, algunos no pudieron evitar las lágrimas.
Quiso la coincidencia histórica que, justo en la jornada en la que se cumplían 60 años de la salida del yate Granma del puerto de Túxpan, en México, con los 82 expedicionarios a bordo de la icónica embarcación, el Comandante en Jefe zarpó hacia la eternidad.
Esa casualidad no es más que la confirmación de que Fidel siempre estará iluminado el camino de los cubanos. Y es que la muerte no es verdad cuando le ha precedido una obra tan fértil, cuya semilla germina en cada causa justa.
No hay muerte capaz de apagar el legado de ese que retó a fusiles en las primeras trincheras de combate, y venció a armas solapadas que intentaron ponerle fin en centenares de ocasiones.
Fidel siempre será el joven inquieto y el revolucionario incansable, que asaltó el Moncada, llegó a bordo del yate Granma para trazar el camino de la libertad, se batió como león en la Sierra Maestra, y recorrió el país en la Caravana de la Victoria.
También renace como el eterno caballero que amó, fundó, y se ganó, a golpe de bravura, el respeto hasta de sus adversarios.
Trasciende como el barbudo, merecedor de los mayores epítetos, que condujo miles de batallas de esta Cuba revolucionaria, hizo estremecer tribunas para exigir el retorno a la Isla del niño Elián, y sentenció, que los Cinco Héroes volverían a la Patria.
Vibraremos de la emoción al verlo en esas reiteradas imágenes que nos revelan al hombre sensible, de pueblo, que nunca negó la mano amiga, el abrazo a un anciano o el beso a los niños.
Es cierto que ya no nos regalará sus acertadas reflexiones, ni escucharemos nuevas muestras de su proverbial oratoria; pero, sin dudas, seguirá entre nosotros.
Desde el firmamento, ese patriota excepcional seguirá conduciéndonos hacia nuevas victorias. Sus lecciones de lucha permanente, tenacidad, sacrificio, humanismo, solidaridad y patriotismo, nos indicarán el camino a seguir para conquistar la sociedad más próspera a la que aspiramos los cubanos, sin renunciar a la soberanía tejida con la sangre de los mejores hijos de la Patria.
Fidel estará presente en la sonrisa de cada niño que aprende a leer y escribir de forma gratuita; en el sudor del campesino que, desde 1959, es dueño de su tierra; en el agradecimiento de los miles de cubanos que, a diario, se recuperan de disímiles padecimientos en los centros asistenciales del país, sin pagar nada a cambio; y en cada expresión de unidad del pueblo que se adueñó de sus mayores desvelos.
Se multiplicará en cada nueva obra social, en cada gesto solidario, y en los esfuerzos de integración en el continente, porque su impronta trasciende fronteras.
Germinará, de manera especial, en los retos de la sociedad cubana, sus conquistas y anhelos.
Brotará como el hombre que entregó sus días a conquistar un mundo mejor, de los humildes y para los humildes. Como el ave Fénix renace de sus cenizas para recordarnos de dónde venimos y cuál es la ruta a seguir.
Fidel es y será siempre Cuba, Patria, Revolución, y todo aquello que nos reafirme como hijos de esta Isla irredenta.
Nacerá todos los días en cada cubano comprometido con su tiempo, y con la historia que le antecede, porque está más vivo que nunca, aunque, en la noche del 25 de noviembre, su corazón, que es el corazón de toda una Patria, dejara de latir.