DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DE LA DIRECCION NACIONAL DE LAS ORI y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA PLENARIA NACIONAL AZUCARERA, CELEBRADA EN LA PROVINCIA DE CAMAGUEY, EL 14 DE MAYO DE 1962
Fecha:
Compañeros delegados a la Segunda Plenaria Azucarera:
Esta asamblea recesó breves minutos para unirse también al emocionante tributo de nuestro pueblo a los compañeros que cayeron en el cumplimiento del deber.
Estas circunstancias, el hecho de ocurrir simultáneamente, por un lado, la peregrinación al cementerio para dar sepultura a tres miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, coincidiendo exactamente con la misma hora en que nos reuníamos aquí para tratar los problemas de la zafra, el carácter de aquel acto y el de este acto, retrata lo que es una revolución, y señala en sus dos aspectos más salientes, con el mayor relieve, dos cosas propias de las revoluciones: el sacrificio y el trabajo; el precio que los pueblos pagan por su derecho a un futuro mejor, y el esfuerzo que ese pueblo hace con su trabajo para ganar ese futuro. Sangre simbolizada allá, sudor simbolizado aquí, siendo a la vez la misma cosa, sangre y sudor de trabajadores, sangre y sudor de trabajadores por un futuro más feliz.
Y en realidad, algo pensábamos nosotros mientras escuchábamos al compañero Raúl y reflexionábamos sobre estas cosas, sobre todo a nuestra mente venía una idea relacionada con esta misma asamblea: ¿Quiénes eran las víctimas y quiénes eran los victimarios? Asesinaron cobarde y arteramente a tres jóvenes, en un ataque de filibusteros, de vulgares piratas, violadores de las leyes internacionales, demostrando una vez más que para los explotadores, los filibusteros del mundo, no hay ley, no hay derecho, no hay nada, no hay respeto, no hay hora, no hay medio al que no acudan para perpetrar sus fecharías, y en cada uno de sus hechos siempre la sinrazón de su conducta criminal, el objetivo de aplastar a los pueblos, de explotarlos; detrás de sus hechos siempre la conducta artera, traidora, violadora del derecho, violadora de la paz, violadora de las normas más elementales de la convivencia humana.
Asesinaban los explotadores a tres hijos de nuestro pueblo, a tres soldados de la patria. ¿Y quiénes son estos soldados de la patria? No son estos los parásitos profesionales, que ponen sus armas al servicio de los explotadores; son soldados del pueblo, son soldados de los trabajadores, y son soldados trabajadores. Porque algo que aquí se señaló, en lo cual se hizo hincapié y mereció la admiración de todos los presentes, el reconocimiento de todos los trabajadores aquí representados, era el esfuerzo admirable que los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias estaban haciendo (APLAUSOS), para ayudar a la segunda zafra del pueblo. Y los que aquí señalaron ese tema expresaron el entusiasmo, la admiración, el reconocimiento moral por el trabajo que los soldados estaban haciendo, no solo por lo que significaba de utilidad para las tareas económicas, sino el ejemplo que estaban dando con su comportamiento dondequiera que llegaban.
Y así se señalaba la participación de las fuerzas armadas en la provincia de Oriente, donde los soldados han cortado decenas de millones de arrobas de caña y lo han hecho con una gran disciplina, con un gran entusiasmo. Y aquí, en la provincia de Camagüey, cuando nosotros preguntamos qué contingente estaba en primer lugar en el corte de caña, nos indicaron que son los soldados que están construyendo la ciudad escolar “Camilo Cienfuegos” (APLAUSOS). Una parte de esos soldados, un contingente de esos soldados, fue trasladado hace algunas semanas a la provincia de Camagüey, y es el contingente que está en el primer lugar en el corte de caña (APLAUSOS).
¡Qué distintos soldados, qué diferentes soldados del soldado parásito, del soldado mercenario! Y a esos son los hombres a quienes los mercenarios asesinan. ¿Habrán trabajado alguna vez las manos que dispararon contra esos compañeros? ¿Habrán trabajado alguna vez los “señoritos” que sirven a los enemigos de la patria? ¿Habrán trabajado alguna vez esas manos asesinas? ¡No! Porque precisamente para defender el derecho a no trabajar; o el privilegio de no trabajar, para defender el privilegio de ser parásitos y vivir del trabajo de los demás, es por lo que asesinan y matan, es por lo que sirven al extranjero. ¿Y quién no recuerda cuántos de estos “señoritos” cayeron prisioneros en Playa Girón? ¿Quién no lo recuerda? Muchos de ellos procedentes de esta misma provincia, hijos de terratenientes; terratenientes como aquel que nos encontramos nosotros inmediatamente después que se habían hecho los últimos disparos; aquel señor, gordito él, vestido de civil, que cuando se le preguntó qué hacía allí, dijo que él era turista, que estaba pasándose unos días de descanso. ¡Y el muy pícaro resultó ser nada menos que un latifundista, expedicionario, pero que para mayor casualidad era precisamente el dueño antiguo de toda aquella zona, de una gran parte de aquella zona de la península de Zapata! El terrateniente dueño de aquello, que explotaba a los carboneros, que vivía del hambre y del trabajo que obligaba a pasar a miles de personas, estaba allí, despojado ya de sus ropas de “gusano de seda”, vestido de paisano y haciéndose pasar por un turista.
De su calaña eran prácticamente los demás, terratenientes, criminales de guerra, ex soldados de la tiranía, de aquella gente que tanto “plan de machete” dio, que tanto maltrató a nuestros campesinos y que jamás en su vida cortaron una caña. ¡Esos son los que asesinan soldados que sí cortan caña, que dan el ejemplo y quedan en el primer lugar entre los trabajadores, como soldados trabajadores que son, como ejército de los trabajadores que son!
Estas cosas nos van enseñando. El aprendizaje es duro y es largo, pero deja un saldo, que es la experiencia que se va ganando, las enseñanzas sabias que nos brinda. ¡Cómo nos abre los ojos y cómo nos enseña a ver, cómo nos enseña el camino! ¡No hay nada que enseñe tanto como una revolución: es un libro abierto, cuyas páginas se voltean incesantemente, enseñando cada vez algo nuevo de la vida, de la revolución, enseñándonos cada vez mejor qué son las revoluciones, cuáles son sus obstáculos, cuáles son las dificultades, cuáles son las luchas a librar, qué esfuerzo debemos hacer, qué métodos debemos emplear! Y eso nos lo enseña incesantemente la Revolución.
Y, en realidad, ¿quién se habría imaginado un acto como este en el pasado, un acto como este, lo que se discutía aquí, los que discutían aquí? ¿Qué habría pensado un hacendado hace cinco años, por ejemplo, o seis años, de este acto? ¿Se habría podido imaginar semejante cosa? ¿Se habrían podido imaginar aquellos señores lo que en este teatro, de la manera más natural del mundo, estaba ocurriendo en la tarde de hoy? Aquellos potentados poderosos, dueños de los centrales, dueños de las cañas, dueños del ganado, dueños de las tierras, dueños de los bancos, dueños del poder, dueños del ejército, dueños de los jueces y magistrados, dueños de la cultura, dueños de los periódicos, dueños de la televisión y de la radio, dueños de la riqueza, en fin, dueños del país, ¿se habrían imaginado una reunión como esta?
Con seguridad que les habría parecido una extraña pesadilla. Si alguno hubiese soñado semejante cosa se habría despertado sobresaltado. ¿Qué es eso, qué visión es esa, qué cosa tan extraña es esa? Esa reunión de sindicatos, de administradores de centrales, de dirigentes de cooperativas, de asociaciones de pequeños agricultores, discutiendo aquí, compitiendo aquí, emulando aquí, hablando de metas, desafiándose unos a otros cuál hace más, hablando de soldados que cortan caña. Cómo habrían podido imaginarse semejante cosa, este cuadro, que no quiere decir otra cosa que trabajadores hablando de lo suyo, que trabajadores hablando de sus cañas, de sus centrales, de sus tierras, de sus problemas; discutiendo entusiastamente sobre lo que les interesa, sobre lo que es suyo, y cómo van a usar lo suyo, y cómo van a extraer de lo suyo el mayor provecho, cómo van a extraer de esos recursos las mayores riquezas para su bienestar.
Y eso es lo que aquí, de la manera más natural del mundo, los trabajadores discutían en la tarde de hoy. Y ya las discusiones son cada vez más serias, son cada vez más responsables, porque como la propia Revolución nos ha ido enseñando y nos ha ido brindando cada día nuevas experiencias, cada día se trabaja mejor sobre la realidad, con los pies en la tierra, y así se afrontan los problemas.
La tarea de un pueblo en revolución consiste en saber cómo enfrenta los problemas, cómo lleva la Revolución adelante, cómo vence los obstáculos. Antes teníamos los problemas delante, pero no estaba en manos del pueblo resolverlos; había hambre, desempleo, incultura, falta de escuelas, falta de hospitales, falta de alicientes, explotación en todas partes, la zafra se esperaba con gran ansia, porque era la oportunidad para muchos de trabajar algunos meses; mas el pueblo no podía hacer nada. Hoy, entre nuestros problemas y nosotros, es decir, entre el pueblo y sus problemas, no se interpone nada, porque el pueblo tiene delante los problemas y no le queda otra cosa que hacer sino solucionarlos. Porque antes no tenía la oportunidad de solucionarlos, no se podían reunir los delegados de los trabajadores para solucionar problemas, porque no estaba en sus manos solucionarlos. Hoy tiene los problemas delante y en sus manos solucionar los problemas.
Nuestros problemas son de dos tipos, si se quiere de tres tipos: primero, el subdesarrollo, la pobreza industrial y económica de nuestro país, no la pobreza en recursos naturales, que recursos naturales tenemos muchos, sino la pobreza en industrias, en técnica, en economía; segundo, nuestra falta de preparación, de organización, para sacarles a esos recursos que tenemos —industriales y económicos— el mayor provecho; y, tercero, el tener que hacer todo esto bajo el bloqueo, el hostigamiento, las agresiones económicas y las agresiones militares del imperialismo.
Esos son nuestros tres problemas: subdesarrollo, pobreza industrial, falta de capacidad para sacar el máximo provecho de lo que tenemos y, desde luego, lo más serio de todo, el bloqueo, el hostigamiento y la agresión del imperialismo.
Hay que empezar por ver así las cosas, tal como son. Por eso hay que abordar estos tres problemas. Esos son nuestros tres problemas, es decir, si se quiere no problemas, sino circunstancias adversas, circunstancias que dificultan, si se quiere, la solución de nuestros problemas económicos y sociales, lo que dificulta la satisfacción de nuestras aspiraciones y de nuestras necesidades.
Pero históricamente, en este momento, el pueblo nuestro tiene en sus manos su destino. Ya no está el administrador yanki en el central, ya no está el hacendado reaccionario, ya no está la economía en manos de los parásitos; eso está fundamentalmente en manos del pueblo. El pueblo debe luchar para vencer los obstáculos que se interponen en su camino, que se interponen entre el pueblo y la satisfacción de sus necesidades. Y debemos saber cómo vamos a vencer esas dificultades.
Lo que en este momento se está haciendo, es una prueba de la energía de la clase trabajadora y de los recursos con que la clase trabajadora cuenta. Uno de los problemas que tenemos delante, que hemos tenido en esta zafra, es el problema de los brazos necesarios para cortar las cañas; sencillamente, al aumentar el empleo en el campo con motivo del desarrollo de la agricultura, faltaron brazos para cortar las cañas.
Lo primero que se descubre es que en nuestro país la industria azucarera estaba montada sobre la base del desempleo. Muchas veces se hablaba del desempleo, clamaba el pueblo por fuentes de trabajo. Pero, ¿cómo habrían podido los hacendados que gobernaban este país resolver el problema de las zafras, si se hubiesen preocupado con crear otras fuentes de empleo? Desde luego que no tenían ningún interés en desarrollar el empleo, pero ha quedado al descubierto el gran interés que tenían los hacendados y los monopolios norteamericanos en mantener una reserva de cientos de miles de desempleados, porque sin esos desempleados no habría habido cortadores de caña en las zafras, ni habría habido recogedores de café, pero, al fin y al cabo, el café no les interesaba tanto, pero no habría habido cortadores de caña.
Y por supuesto que nadie se hubiera atrevido a hablar de máquinas de cortar caña en ese tiempo, porque hablar de máquinas de cortar caña habría ocasionado una protesta tremenda de los trabajadores; porque máquinas en aquel tiempo para cortar cañas, habría significado que el medio millón de desempleados no habría tenido el chance de cortar cañas en la zafra.
Luego, nuestro pueblo, con una economía subdesarrollada, monoproductora, se encontró de repente, apenas se abrieron nuevas fuentes de trabajo, con un problema, uno de los muchos problemas, que faltaban brazos para cortar caña. Pero el problema, que ya se presentó el año pasado, se hizo más agudo este año en la misma medida en que el trabajo agrícola se había incrementado. De repente, la clase trabajadora cubana se encontró, en esta zafra, con el problema muy agudizado de la falta de brazos para cortar cañas. Sin embargo, la caña es fundamental para nuestra economía; la zafra es piedra angular de la economía cubana, nuestro principal producto de exportación; y había que hacer la zafra.
Con ese problema se encontró nuestra clase trabajadora. ¿Qué hacer para cortar las cañas? Se movilizaron los dirigentes sindicales, los compañeros del gobierno, los compañeros de la administración de los centrales y de las cooperativas, e hicieron un plan.
Pero, a pesar del esfuerzo grande realizado, se encontraron con que todavía quedaba una cantidad considerable de caña por cortar, y se acordó hacer una movilización todavía más intensa, parte de la cual es esta reunión. Y se acordó movilizar el mayor número de brazos posible, al mismo tiempo que adoptar todas las medidas tendientes a superar esa dificultad; estudiar qué esfuerzo había que hacer para cortar todas las cañas. Y eso es lo que se está haciendo.
Y ya ustedes ven cómo se pueden apreciar los primeros frutos de esta última movilización. Se acordó celebrar la asamblea aquí en Camagüey, porque, precisamente, Camagüey es la provincia donde hay que hacer el esfuerzo mayor. Camagüey es una provincia extensa, menos poblada que las demás provincias. El problema de la falta de brazos de Camagüey se debe a dos razones: por un lado, el aumento de las labores agrícolas en enormes latifundios que estaban sin cultivar; y, en segundo lugar, la escasez de su población.
El hecho es que en esta provincia quedan 196 millones de arrobas de caña por cortar; y lo que los compañeros se han propuesto, los trabajadores azucareros de toda la isla, con la ayuda de los demás sectores obreros, es que no quede una caña en pie, es decir, cortar todas las cañas. A esos efectos han estado movilizando trabajadores de aquellas zonas donde la zafra estaba casi cumplida, hacia aquellas donde estaba más atrasada. Y así, los de la provincia de La Habana hacia Pinar del Río, los de la provincia de Matanzas y de Las Villas hacia Camagüey, al mismo tiempo que Oriente pone en movimiento todos sus recursos para cortar los 116 millones de arrobas de caña que le quedan.
Pero el esfuerzo más importante hay que hacerlo aquí en Camagüey. Es aquí, en Camagüey, donde se decide la cuestión. De ahí esta movilización obrera, pero que es, al mismo tiempo, una prueba de cómo los trabajadores pueden movilizarse, y de cómo los trabajadores deben afrontar sus problemas.
Desde luego, a mí no me queda la menor duda de que aquí, en Camagüey, no va a quedar una caña en pie (APLAUSOS); pero este caso de la zafra, estas dificultades de la zafra, es una prueba de cómo los trabajadores deben afrontar sus problemas. No es este el único problema, no es este el único problema de la caña, es decir, de la industria azucarera, ni es tampoco el único problema de orden nacional. Es importante problema, porque tenemos necesidad de cortar toda la caña que tenemos, es importantísimo para la economía. Y he aquí el ejemplo de cómo el pueblo puede afrontar una situación determinada.
Claro está que esto quiere decir que tenemos que ir pensando cómo vamos a resolver el problema en el futuro, porque en el futuro tendremos cada día más el problema de menos brazos para cortar caña. Esto quiere decir que ya, desde este año, tenemos que ir pensando e ir trabajando en cómo vamos a resolver el problema el año que viene.
Desde luego que no hay más que un camino: es necesario mecanizar el corte de caña. Y en ese camino también se ha trabajado ya algo, y se espera para el año que viene contar con 1 000 máquinas de cortar caña (APLAUSOS), que el Ministerio de Industrias ha proyectado y está construyendo.
Pero esas 1 000 máquinas todavía no resuelven el problema. En primer lugar, sustituyen un número de miles de cortadores, pero se necesitarían muchas más máquinas; en segundo lugar, esas máquinas seguramente demostrarán algunas imperfecciones que habrá que superar. Con seguridad que para la otra zafra subsiguiente haya muchas más máquinas y mejores; pero el año que viene todavía no estará resuelto, el año que viene todavía tendremos que hacer un gran esfuerzo para tener zafra y para tener azúcar, además de las máquinas. Para el año que viene debemos haber superado todas las deficiencias de este año, en cuanto a la organización del trabajo; y desde ahora mismo ir planeando cómo se va a realizar la zafra el año que viene, primer año de empleo de las máquinas, primer año de experiencia en ese sentido, en el camino de la mecanización del corte, que a todas luces indica que es la única solución posible para el problema de las zafras.
Puesto que no podemos renunciar a las zafras, que ocupan un lugar importante en nuestra economía, no hay otra solución que las máquinas. Pero eso significará que la productividad del trabajo agrícola aumentará considerablemente, por cuanto si una máquina puede sustituir a 30 hombres, quiere decir que en el corte de caña el trabajo de un hombre o de dos con máquinas se hace diez veces más productivo; significa el buen augurio de que marcharemos por los caminos del aumento de la productividad del trabajo, cosa fundamental para cualquier pueblo que desee progresar, la elevación de la productividad del trabajo. Y ya la necesidad nos obliga, la necesidad, la propia necesidad nos obliga a marchar por esos caminos que significarán el aumento de la productividad del trabajo agrícola en el corte de caña.
Pero este año, y el año que viene, y quizás el año 1964 también, tengamos todavía que hacer grandes esfuerzos de organización, y grandes movilizaciones como esta, para lograr nuestras zafras. Es decir que nuestro pueblo, por lo menos dos años más, tiene que enfrentarse a esta tarea y resolverla.
Eso está claro. Creo que en la conciencia de cualquier cubano honrado eso está claro y eso es, además, un índice de progreso. Significa, en medio de nuestras dificultades actuales, que estamos marchando por un camino de progreso.
Pobre pueblo, el pueblo que tuviera que resignarse por décadas —como íbamos nosotros— a tener que emplear cientos de miles de hombres que podían cortar al día, todo lo más, 300 arrobas. ¿Qué porvenir de progreso podía esperar ese pueblo? Algunos cientos de arrobas, si acaso, cada hombre. ¿Qué elevación del estándar de vida podía esperar ese pueblo, cuando un hombre lo único que podía producir cortando caña eran 200 arrobas, ó 300, si acaso, trabajando arduamente? Con una productividad tan baja, ¿qué esperanza habría tenido nuestro pueblo de elevar su economía? Porque, claro está, si se hubiesen construido otras industrias nadie habría cortado una caña, ¡nadie! Para que siguiera esa situación por la que íbamos antes, era imprescindible que se mantuviera el desempleo de cientos de miles de personas, que no se construyeran otras industrias, y que la productividad del trabajo humano continuase siendo tan baja, como significa el duro trabajo que hay que realizar para cortar 200 ó 300 arrobas de caña.
Cualquier ciudadano comprende eso perfectamente bien, y estos problemas de la economía ya no son, como antes, problemas de los catedráticos de economía; estos problemas de economía son ahora cuestiones que debe entender todo el pueblo, todos los obreros. Sí, sobre todo los obreros, sobre todo los trabajadores, porque a ellos les interesa más que a nadie. ¿A los parásitos qué les va a interesar ese problema? Al parásito lo que le interesa es saber cómo puede ser parásito y seguir siendo parásito hasta su muerte (APLAUSOS).
¿Qué le importa al parásito la economía? Pero sí le importa mucho, mucho, al trabajador. Al trabajador sí, porque de su trabajo, de la productividad de su trabajo, va a depender la suma de bienes, de beneficios que reciba. Por eso las cuestiones de la economía le interesan. Pero, además, le interesan por otra cosa, mucho: para que no lo confundan, para que no lo desorienten, para que no lo engañen, para que los parásitos no lo engañen, para que los explotadores no lo engañen.
Si el obrero no entiende de economía, si el trabajador no entiende de economía, el parásito lo confunde, el explotador lo desorienta y lo engaña, y le dice: “Mira, el mejor sistema es el mío, aquel sistema en que yo era dueño de 300 caballerías y tenía por las guardarrayas y en los barracones viviendo a 100 haitianos y 250 cubanos más, que nada más les daba trabajo cinco meses; ese es el mejor sistema.” Dice el parásito, dice el explotador: “El mejor sistema soy yo, don fulano, soy dueño del central, y tú, trabajador, don nadie, no eres más que un infeliz que tienes que venir aquí a trabajar cuatro meses al año” (APLAUSOS).
Si el trabajador no tiene comprensión de la economía, don fulano, el hacendado, le hablaría así a don nadie, el trabajador, y le diría: “Este régimen de nosotros sí era bueno”, y lo trata de confundir; y le dice al trabajador: “Tú, don nadie, no puedes dirigir la economía porque tú no sabes; tú, don nadie, tienes que seguir siendo don nadie siempre, porque si los don fulano hacendados no existimos, no puede haber economía.” Y pretende pasar de contrabando, cuando hay dificultades, la idea de que su sistema, el sistema de los don fulano, era el mejor sistema.
Entonces, los imperialistas también salen por todas partes a decir: “El sistema bueno es el sistema donde el trabajador es don nadie, y donde los don fulano son los dueños de toda la economía, y en primer lugar don fulano, el monopolio yanki, la United Fruit Co., la Atlántica, todas esas compañías.”
Por eso el trabajador necesita, más que nadie, conocer y saber de economía y entender los problemas económicos.
Nosotros tenemos dificultades, ya lo sabemos. Con las dificultades nuestras tratan de hacer su agosto los imperialistas y los reaccionarios. Los ratones se acobardan, se desmoralizan, y los don fulano tratan entonces de agitar la ratonera (APLAUSOS).
Eso no quiere decir que nosotros los revolucionarios, y los hombres del gobierno, y los que dirigen las cuestiones económicas, y los compañeros de la Revolución, seamos perfectos ni seamos unos sabios consumados. ¡No, no, no, no!, no confundir, no confundir. Nosotros tenemos que empezar por analizar que sí, que tenemos muchos defectos y que cometemos errores, y que tenemos deficiencias que, además, tenemos la obligación de superarlas, tenemos la obligación muy grande de superarlas. ¡No confundir!
Los ratones se acobardan, y hay que estar claro sobre eso, que los ratones se acobardan. Pero el hecho de que sepamos que las dificultades son inevitables en esta etapa y de que los que se acobardan son ratones, no quiere decir de ninguna manera que nos vayamos a desentender de nuestras obligaciones de superar nuestras deficiencias, ni que nos vayamos a olvidar de nuestras imperfecciones. Y no tendremos derecho a decirle ratón al ratón y gusano al gusano (APLAUSOS), si nosotros, los revolucionarios, no hacemos lo posible y lo imposible por superar nuestras deficiencias y trabajar bien. Superar todas las dificultades posibles, y cumplir nuestro deber todo lo mejor posible, son dos cosas muy diferentes.
Y claro que tenemos imperfecciones, tenemos deficiencias, tenemos errores. Eso también hay que comprenderlo. Porque cuando las cosas se comprenden, cada cual entiende bien todo y sabe a qué atenerse. El revolucionario sabe a qué atenerse, se mantiene firme; el de espíritu ratón puede tener dos reacciones: superar su ratonería (APLAUSOS), si es un ratón por ignorancia, o quedarse ratón si es un ratón por cobardía (APLAUSOS).
¿Está claro eso? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) Pues es muy importante que entendamos bien estas cosas, porque entonces cada cual cumplirá mejor con su deber.
Estos problemas no son secretos para nadie, no deben ser secretos para los trabajadores que deben enfocar bien la cuestión. Claro, los imperialistas ponen todas sus esperanzas en que no entendamos, en que no comprendamos bien las cosas y en que no superemos nuestras dificultades.
Desde luego que los imperialistas están equivocados de medio a medio; mi opinión es que son brutos (APLAUSOS). Pero hay algo peor para ellos, y es no solo que sean brutos, sino que no les queda más remedio que ser brutos (APLAUSOS), sencillamente porque no tienen razón. La razón nos acompaña a nosotros, los revolucionarios. Claro que cada día la entendemos mejor, y cada día sabemos, o debemos saber mejor, cómo tenemos que ir llevando adelante la Revolución. De ahí la importancia de que cada trabajador tenga conciencia revolucionaria. Un trabajador consciente, un revolucionario verdadero, responsable, sabe cómo debe actuar en cada circunstancia.
En estas cosas me refiero no solo al problema de la caña, sino me refiero a los problemas en general de nuestra economía, de nuestra agricultura, a nuestras dificultades.
Nosotros debemos saber y conocer muy bien dónde están las causas de nuestras dificultades. Conociendo las causas y poniendo nuestro esfuerzo a superarlas, el revolucionario está más tranquilo, el trabajador consciente está más tranquilo, su fe se le consolida, su fe en la Revolución, su fe en el porvenir. Y es necesario que cada trabajador tenga conciencia clara de los problemas, para que su fe en la Revolución y en el porvenir se consolide.
Desde luego que el régimen capitalista era un sistema enraizado por siglos en nuestro país. Nuestro país funcionaba, desde hacía siglos prácticamente, bajo el signo de la propiedad privada, en sus diversos grados de desarrollo: la propiedad de los latifundistas, de los industriales, de las pocas fabriquitas viejas que había aquí en nuestro país. Y, claro, nosotros estamos construyendo un régimen nuevo. Los capitalistas, basándose en las dificultades que podamos tener —esas dificultades que son de tres tipos, como les decía yo, motivadas en nuestro subdesarrollo, en nuestras deficiencias y en las agresiones del imperialismo—, pretende comparar su sistema podrido, parasitario, de capitalistas, con nuestro sistema socialista (APLAUSOS).
Claro está que nuestro sistema socialista no está funcionando a la perfección, desde luego, y no podía estar funcionando a la perfección a los tres años y medio de revolución; por eso estamos atravesando las dificultades de nuestra inexperiencia, y de todo un sistema social nuevo que tiene todavía muchos defectos que superar en nuestro país, muchas deficiencias que superar. Lo que no hay ninguna duda de que esas deficiencias las superaremos. Nuestro pueblo superará —de eso no le quede duda a nadie— las deficiencias de su trabajo; superará los obstáculos no solo de nuestra inexperiencia, sino todos los demás obstáculos, derivados de otras causas, que tiene delante. Y es posible que dentro de 10 años cualquiera se esté riendo de nuestras deficiencias de hoy, que nuestro propio pueblo se ría de estas deficiencias que tiene hoy. Y así sucederá, sin duda alguna, así sucederá.
Nosotros tenemos problemas por distintas causas, pero, entre otras cosas, compañeros, somos muy deficientes todavía. Y esa deficiencia la superaremos, y la abundancia en nuestro país de cosas que hoy nos faltan nos hará reír dentro de algunos años; nos vamos a reír, en realidad, de las deficiencias que hoy tenemos y de las faltas que hoy tenemos. Eso ocurrirá.
Ahora, claro, les voy a decir una cosa, que es lo siguiente: gracias a las dificultades los pueblos se organizan; gracias a las dificultades los pueblos se superan; y gracias a las dificultades los pueblos se templan y se hacen grandes en la historia.
No se hacen fuertes los pueblos, ni aprenden, por caminos fáciles, por caminos alfombrados, por caminos lisos; los pueblos se hacen fuertes, se hacen grandes, aprenden y se elevan por los caminos difíciles, por los caminos espinosos.
Y esa es la ventaja que nos dejan las dificultades, que al obligarnos a superarlas nos engrandecemos y nos desarrollamos. Ocurre como con el atleta y el que no es atleta. El que no se molesta ni en levantar un brazo nunca, tiene un brazo enclenque, raquítico, débil; el que hace fisminutos todos los días, el que levanta pesas, el que hace ejercicios, tiene un brazo poderoso, fuerte, potente. Y eso pasa con los pueblos. Imagínense lo inimaginable, puesto que no puede imaginarse; pero imagínense una revolución sin trabajo, una revolución cómoda, sin sacrificio. Y de verdad, señores, que esta Revolución nuestra en los primeros meses, en los primeros años, fue demasiado cómoda, fue demasiado fácil (APLAUSOS). Por eso andan por ahí algunos espíritus enclenques, algunos espíritus débiles, porque no se han ejercitado en la lucha y en el sacrificio. No ha habido ejercicio frente a la dificultad, y es frente a la dificultad que el espíritu se hace fuerte, cuando tiene que luchar, cuando tiene que trabajar.
Imagínense el imposible de un pueblo que quiera hacer historia sin pasar trabajo, que quiera conquistar su libertad sin pasar trabajo, que quiera tener un gran porvenir sin pasar trabajo, que quiera ser independiente sin pasar trabajo. Imagínense que la historia se pudiera escribir sin pasar trabajo, que el progreso se pudiera conquistar sin pasar trabajo, que las revoluciones se pudieran hacer sin sacrificios.
Eso, desde luego, no se puede imaginar, es decir, no es posible; pero traten de imaginárselo. Se produciría un pueblo enclenque, débil. Pero, claro, en la realidad de la historia no existen esos casos. No es posible hacer revolución sin sacrificio, ni progreso sin esfuerzo y sin trabajo (APLAUSOS).
Por eso las dificultades nos están haciendo un favor, nos están haciendo más fuertes, nos están haciendo más responsables a todos, más conscientes a todos, más competentes a todos, y más esforzados a todos. Las dificultades nos están forjando, nos están enseñando. Porque si no se presentan estas dificultades, no hay esfuerzo, no trabaja ni el pensamiento, ni la inteligencia, ni el entusiasmo, ni el brazo. No se podría saber quién sirve más y quién sirve menos, quién es más competente y quién es menos competente.
Imagínense lo inimaginable de una revolución sin dificultades: cualquier mediocre incompetente podría pasar por un campeón social, por todo un campeón de la Revolución. Pero cuando hay dificultades y hacen falta los hombres para cada sitio, para cada trinchera, y hace falta el hombre idóneo para cada tarea, lo que no es competente se va poniendo a flote, lo que no es competente se va poniendo en evidencia. Y entonces lo mejor, lo más competente, lo más idóneo de nuestro pueblo empieza a surgir por doquier, y la máquina del Estado revolucionario, de la administración revolucionaria, las organizaciones del pueblo revolucionario, van dando cabida a lo mejor y a lo más capaz que hay en nuestro pueblo. Y solo cuando empezamos a enfrentarnos a esas dificultades seriamente, empieza a ocurrir esto.
La historia enseña que no hay libertad sin precio alto, ni progreso, ni independencia, sin precio alto; que no hay revolución sin precio alto, enseña la historia. Pero eso mismo hará, por eso mismo, que lo más apto, lo más idóneo, lo más firme, lo más inteligente, lo más capaz de nuestro pueblo se vaya abriendo paso en medio de las dificultades.
Y esa es la situación que tenemos, y ese es el espíritu con que estamos trabajando, porque hacen falta hombres que den lo mejor de sí mismo y lo más de sí mismo, y hace falta que lo mejor de nuestro pueblo se abra paso, y que aquel que no pueda cumplir su deber, o aunque quiera no pueda, es decir, aquel que no quiera, o aunque quiera no pueda, vaya dando su sitio al que quiere, y además puede, cumplir con su deber (APLAUSOS PROLONGADOS); hombres que resuelvan y que sepan resolver.
Claro está, compañeros y compañeras, que una gran parte de la falta de capacidad, una gran parte, obedece a la inexperiencia; una gran parte de los defectos y de las deficiencias obedece a la inexperiencia. Por eso decía, vayan dejando su sitio; que no quiere decir esto que mañana mismo se pueda quitar a todo el que no sirve y poner a todo el que sirve, porque ni se sabe bien todos los que no sirven, y mucho menos se sabe todavía quiénes son los que sirven (APLAUSOS).
Esto es algo que no puede ocurrir. ¿Y cómo lo vamos a hacer, sino poco a poco? Porque una gran parte de los revolucionarios irá superando sus deficiencias a medida que adquiera experiencia, y otros muchos revolucionarios se irán formando, se irán formando. Desde luego que ninguno de nosotros tenía el primer año la experiencia que hoy tenemos; y, desde luego, a medida que pase el tiempo cada revolucionario tendrá más experiencia.
Por eso, una parte del problema consiste en la inexperiencia. Hay personas inteligentes, llenas de voluntad, llenas de cualidades, pero todavía no muy experimentadas. Las hay. Esa persona, si se lo propone, si se le controla bien, si se adoptan métodos buenos, puede llegar a salir un trabajador eficiente, un revolucionario eficiente. Hay otros que no dan de sí más. Los hay, desgraciadamente. Y hay otros que no quieren dar más de sí. ¿Comprendido? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Por eso, a veces cuando gentes del pueblo se impacientan con las deficiencias, yo pienso: creen que esto se puede cambiar de un día para otro, como si se pudiera ver en una bola mágica todo lo que está mal, todo lo que no sirve, y a voluntad cambiarlo al otro día; o como si el problema fuera que no se quisiera sustituir al que no sirve por uno que sirva. El problema no es tan simple, el problema es más complejo. Esto tiene que ver con aquel aspecto de nuestras dificultades que nosotros señalábamos como nuestras propias deficiencias; tenemos, es verdad, deficiencias, muchas deficiencias.
Entonces, ¿qué pasa? Voy a poner un ejemplo. Ahora parte de nuestras dificultades obedecen a una demanda de productos, a una capacidad adquisitiva por encima de la producción actual de nuestro país. Cualquiera tiene plata en el bolsillo en estos momentos, ¡creo que hasta yo! (APLAUSOS.) Creo, pero me parece que me equivoqué (RISAS). Entonces, hay dinero, más dinero que productos, una gran demanda, y, desde luego, ahí surgen un sinnúmero de dificultades. Si no se regimenta, los que tienen mucha plata reciben de todo, los que tienen menos son víctimas y no reciben nada.
Claro, si se regimenta, entonces los que tienen mucha plata se ponen bravos; los que tienen menos y no tenían antes, al tener asegurada una cantidad de los bienes que se producen, se ponen contentos. Surge el pillo —porque el pillo surge— que esa es otra dificultad; surge el pillo que quiere, de alguna manera o de otra, burlar la reglamentación —el pillo siempre está acechando emboscado—, ver como él puede resolver su problema. Y pillos los hay. ¿Cómo no va a haber pillos en una sociedad que era una sociedad capitalista, que no daba más que pillos? (APLAUSOS.) Si el capitalismo era la sociedad de los pillos, la sociedad de la pillería.
y no vayan a creer que las generaciones actuales se educaron como se están educando todos estos muchachos becados, y los niños de la Revolución, ¡no! (APLAUSOS.) En realidad, vivió nuestra sociedad bajo la égida de la pillería, es decir, del capitalismo, y lo que se veía por todas partes era egoísmo y pillería, ¡por todas partes! ¡Me las arreglo como pueda, y allá se las arreglen los demás! y el que no se las sabía arreglar estaba perdido irremisiblemente, porque ni escuela, ni médicos, ni medicina, ni trabajo, ni pan: ¡se moría! (APLAUSOS.) El que no se las sabía arreglar era un náufrago dentro de la sociedad, un náufrago en un mar de egoísmos.
Y por eso, en esa mente educaban a la gente. Y, claro, quedan muchos residuos de pillería, o del espíritu pillo que era. También dentro de 10 ó 15 años los problemas serán otros. No podemos precisar con exactitud, la humanidad seguirá teniendo siempre metas que superar; pero habrá otra generación, otra mentalidad, de gente más consciente de sus deberes sociales, menos actos antisociales.
Les voy a poner un ejemplo de acto antisocial: el individuo que no quiere pagar el alquiler. ¿Quieren mejor caso? Pues los hay. Y lo digo aquí en Camagüey, porque aquí son más los que no pagan que los que pagan (APLAUSOS).
Compañeros camagüeyanos, yo no tengo la culpa de eso, sino que le pregunté a la Reforma Urbana cuál era la provincia donde había menos pago, y me dijeron: Camagüey. Yo no tengo la culpa de eso, sino la estadística.
Claro, ahora no les vamos a echar la culpa a los camagüeyanos solo, hay que echarles una buena parte de la culpa a los propios compañeros que organizaron y que tenían la responsabilidad de organizar el cobro, y todo eso. Y vamos a echarnos a nosotros también un poco de culpa, que nos la vamos a quitar, desde luego, porque vamos a tomar medidas, y vamos a hacer leyes y vamos a adoptar disposiciones para que esa conducta antisocial no prosiga (APLAUSOS).
No se desahucia a nadie, ni tampoco se va a desahuciar a nadie, desde luego, pero se le va a cobrar.
Entonces, por un lado, hay 122 000 antiguos propietarios —que muchos eran pequeños, el problema es que los grandes se fueron, porque quisieron... Pero en este país, donde mucha gente quería vivir de la renta también, el que más y el que menos se hacía una casita, era la mentalidad de aquella época. Hoy a nadie se le ocurre ahorrar para hacer una casita, para cobrar un alquiler, eso pertenece al pasado. ¿A alguien se le ocurre eso ahora? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¡pero antes sí! Todos, nuestros familiares, todo el mundo; era la mentalidad de una casita, un ahorrito.
Claro, mientras menos seguridad hay en el trabajo, mientras más egoísta es una sociedad, mientras más fácilmente naufrague en ella el que no tiene nada, todo el mundo trata de atrincherarse en una propiedad, en algo, porque sabe que lo único que tiene es eso; porque la sociedad lo ayuda a hundirse, no lo ayuda a flotar. Y se fomentaba aquel espíritu de la propiedad.
Hay 122 000 propietarios antiguos cobrando. Eso sí: ciento por ciento. Usted pregunta: ¿qué porcentaje? ¡Ciento por ciento los que tienen que cobrar! Bueno, ¿y los que tienen que pagar? ¡Ah, bueno, del setenta al setenta y cinco por ciento nada más! Entonces, ahí sí hay un porcentaje de los que no pagan.
Figúrense, que se acostumbre el pueblo a no cumplir sus deberes. Claro que en eso tiene culpa. Porque les voy a decir: lo más extraordinario de todo eso es que el 75% que paga, hasta hoy, lo hace de manera absolutamente espontánea, absolutamente espontánea. Otras cosas sí las pagan, la luz y algunas cosas de esas; pero la casa no. Hay una parte que no paga, se guarda el dinero. Ve que nadie le fue a cobrar y dice: “Este país es una maravilla.” Claro, dice: “Es una maravilla”, pero en el fondo está pensando mal de la Revolución y de la administración revolucionaria, y dice: “¡Qué administración esta, que ni me cobra!” Bueno, para que no piense mal de la administración revolucionaria, ¡se le va a cobrar! (APLAUSOS.) Claro, si es una persona que está sin ingresos, sin trabajo, bueno, está bien, la Revolución no va a botar a nadie que no pueda pagar; ni al que pueda pagar y no pague tampoco lo va a botar, pero le va a cobrar, eso sí. No queda más remedio.
¿Y qué quiero decir con esto? Esos no serán problemas del futuro; esos son problemas del presente: herencia, compañeros —¡herencia!—, herencia que nos dejaron los capitalistas, herencia que le dejó al socialismo la sociedad capitalista. El Manifiesto de Carlos Marx dice que el capitalismo cavaba su propia sepultura, pero cava dos: una para él y otra para la sociedad que venga después. Lo que hay que hacer es tapar ese hueco rápidamente, para que la herencia del capitalismo no hunda al socialismo y no lo entierre también (APLAUSOS).
Claro, y esa es la esperanza del capitalismo, de los capitalistas, esa es su esperanza: la de que la herencia que le deja al socialismo lo sepulte. Claro, eso no ha ocurrido hasta aquí, ni va a ocurrir en ninguna parte, tengan la seguridad, porque es que el muerto al que quieren enterrar ahí no es tal muerto, sino es un señor muy vivo y, además, muy fuerte y muy ágil, que de un salto se sale de la tumbita esa que le quieren hacer, que es el proletariado (APLAUSOS). El proletariado es demasiado robusto y demasiado ágil y demasiado fuerte para que los capitalistas, la herencia capitalista lo pueda sepultar.
Pero sépase que tenemos una herencia, una herencia. No nos habrán dejado industrias básicas, metalúrgicas, fábricas de nada; si acaso unas pocas fábricas con materia prima importada, unos centrales viejísimos —dicho sea de paso—; industria, no nos habrán dejado gran industria, pero herencia de vicios, defectos, malos hábitos, egoísmos, en eso sí que nos dejaron una gran cuenta que tenemos que irla liquidando.
Desde luego, el problema no es tan sencillo. Las revoluciones en los libros son más fáciles que en la realidad, desde luego, pero son interesantes en la realidad; vale la pena. Y hay muchos problemas, obstáculos. De ahí que se debe dar un tratamiento correcto a los problemas.
Este es un país subdesarrollado que da un gran salto en la historia; se libra del desarrollo capitalista. En los países donde sí se ha desarrollado el capitalismo, claro, los países más industrializados, se desarrollaron explotando a las colonias, extrayendo enormes sumas de las colonias. Y las colonias, los pueblos colonizados, les financiaron la industrialización a los países capitalistas altamente desarrollados.
Nosotros nos vamos a ahorrar el camino capitalista de la industrialización, para lograr nuestra industrialización por el camino de la planificación socialista (APLAUSOS), por el camino del socialismo. Pero, naturalmente, tenemos en la herencia que nos dejó el capitalismo una serie de circunstancias que obstaculizan esa marcha, la hacen difícil, pero que son perfectamente superables.
En un país subdesarrollado hay una enorme cantidad de “timbiriches”, negocitos. Si ustedes van por la carretera, ven un pueblo en el que aquel quien tiene una farmacia, allí un bar, allí un restaurante, allí la carnicería, allí la barbería, allí la tienda; todo el mundo es comerciante por el camino; porque mucha gente no tenía trabajo y ponía un “timbiriche” de cualquier cosa.
Hay problemas... Ustedes saben, los problemas, por ejemplo, con los del alquiler. Esos son una especie de trabajadores por su cuenta, pero cobran caro, en serio que cobran caro. Bueno... reaccionan algunos bien, otros mal, porque hacen muchísimo dinero; hay quien se gana 30 y 40 pesos en un día, y hay mucha gente que ha pintado el carrito de amarillo, y se ha puesto a hacer negocio. Bueno, pero eso es una reminiscencia que va quedando. Igual que ustedes se encuentran 200 000 o más carros particulares; en eso se invertían las divisas del país, todo eso. Queda una gran cantidad de negocios, de cosas.
¿Cuál es el tratamiento con eso? ¿Suprimirlo? No, porque es que la Revolución tiene que dar a cada sector, a cada situación un tratamiento adecuado. La herencia que recibe del capitalismo no se puede suprimir así; al contrario, este es un proceso de tránsito, que debe irse haciendo cuidadosamente, a esos sectores irles dando un tratamiento cuidadoso.
Claro está que cada uno de esos sectores tira para sí, y el chofer de alquiler quiere cobrar carísimo, lo que le da la gana quiere cobrar (APLAUSOS); pero, sin duda de ninguna clase, es la manifestación del interés privado frente al interés social; manifestación del interés privado frente al interés social. No se vayan a asustar los choferes de alquiler, ni que nadie los vaya a engañar mañana diciéndoles que les van a nacionalizar los carros. Lo que sí creo que es necesario que haya alguna regulación en ese sentido (APLAUSOS); sí creemos que debe haber alguna regulación, y estudiar bien este problema en el Ministerio del Transporte, todos esos problemas.
La sociedad estaba organizada así. Queda una gran cantidad de pequeños comerciantes; unos tienen una buena actitud, otros no la tienen. Y cuando vienen las escaseces, entonces el que tiene amigo, o como dice el refrán, “el que tiene padrino, se bautiza”. Quedan una serie de actividades en que el interés privado prevalece y hasta choca contra el interés social. Pero esas situaciones no se cambian de la noche a la mañana, y hay que darles un tratamiento correcto.
En algunas cosas no les hemos dado tratamiento correcto a las cuestiones, como cuando se organizaron las intervenciones —se organizaron no, eso no tenía nada de organización—, se promovieron intervenciones por la libre, y cualquiera intervenía un “timbiriche” con la misma tranquilidad con que intervenía un central azucarero. No sabían apreciar la diferencia cualitativa entre la propiedad que representa el central azucarero y la propiedad que representa el “timbiriche”; con el “timbiriche” no ganaba nada la economía, no se resolvía ningún problema, y les creaba un miedo a todos los propietarios de “timbiriches” tremendo. Esas intervenciones, lejos de ayudar a la Revolución la retrasaban; lejos de ser un avance eran un retraso, porque obstaculizaban a la Revolución.
Intervenciones por la libre de fincas también, que se paralizaron, porque intervenían equis fincas medianas y dejaban asustado al 95%, que era el resto.
Y nosotros entendemos que la Revolución, uno de los defectos que ha tenido, es que se han hecho cosas fuera de la ley; cierto espíritu extralegal, legisladores por su cuenta, “Licurgos” de bolsillo que legislaban. Estaban en un lugar y decían: “Esto debe ser intervenido; yo, por mi criterio, por mi opinión, me convierto en este caso en gobierno, en legislador, en todo”, y ¡pum!, y lo intervenían. Y así han creado caos.
Lo que creemos es que la Revolución debe actuar en virtud de sus leyes, y no violarlas; y cada vez que se requiera una nueva medida, una nueva ley, ir siempre con la ley por delante. Si la Revolución tiene que hacer las leyes, y las puede hacer, ¿para qué va a hacer nada fuera de la ley o por encima de la ley? Claro, ese sentido anárquico de las cosas, que fue un vicio también que hizo daño, perjudicó.
Hay que darle a cada cosa, dentro de la Revolución, un tratamiento correcto. No se debe ser arbitrario, no se debe ser abusador, no se debe ser despótico, no se debe maltratar a nadie, no se debe ser insolente ni arrogante con nadie; muchas veces hay que tener paciencia. ¿No se encuentra uno alguno que otro siquitrillado por ahí, que se pone muy serio cuando uno llega a un lugar? ¿Qué caso le va a hacer a ese pobre diablo? ¡Figúrense!, el poder del Estado no se va a usar porque un siquitrillado se muestre insolentón. Ese es un infeliz diablo en la historia ya, ¡eso pertenece al vertedero de la historia, basura que queda flotando por ahí! (APLAUSOS.)
El revolucionario tiene que ser paciente, sereno, no debe abusar de su poder; no se debe ser arbitrario, no se debe ser despótico. Y, sin embargo, hay que saber distinguir. Eso no quiere decir que la Revolución sea débil con sus enemigos. Hay en eso también una gran diferencia, como la que había cuando les explicaba anteriormente el problema de los débiles de espíritu y las deficiencias del revolucionario. Una cosa es que la Revolución sea dura con sus enemigos y utilice la fuerza y la ley cuando tiene que usarla —que es lógico, que a nadie le queda la menor duda de que la Revolución lo hace y lo hará cuantas veces sea necesario, de ser dura con sus enemigos— (APLAUSOS), al método arbitrario, abusivo, despótico, en el trato con la gente, en el trato con los problemas.
El revolucionario debe tener paciencia, no caer en la desesperación del pequeñoburgués. Muchas veces ustedes ven un extremista más extremista que nadie, y en el fondo, detrás de la fachada de ese extremista, no hay más que un pequeñoburgués desesperado, asustado. Ese no es el espíritu del proletario. El espíritu del proletario es sereno, firme, confiado, convencido de su fuerza, paciente.
Bien. Aprovechaba la oportunidad para explicarles la herencia que nos deja el capitalismo, de una serie de intereses que chocan contra los intereses sociales, que existen y que incluso deben existir por determinado tiempo. Existen, y deben existir, y es imprescindible que existan por determinado tiempo, pero que debemos comprender eso, saberlo.
La Revolución, entre otras cosas, ha dado grandes saltos objetivos y, sin embargo, pequeños brincos subjetivos. Hemos adelantado mucho más en lo que hemos hecho de leyes y de pasos revolucionarios, que lo que hemos adelantado en organización; hemos adelantado mucho más en leyes y en pasos revolucionarios que en organización de la Revolución, pues todavía tenemos una gran cantidad de deficiencias administrativas en empresas estatales, en centros agropecuarios, ¡muchas deficiencias!
Por eso, la Revolución tiene que fortalecer su organización, mejorar sus cuadros, y formar cuadros sin los cuales no se pueden dar pasos adelante. Porque cada cosa, cada vez más, hay que pensarla más cuidadosamente y realizarla con más eficacia; cada paso más estudiado, más medido y mejor realizado. Debemos aprovechar todas las ventajas alcanzadas para hacer las cosas bien, y con seguridad que marcharemos mejor y marcharemos más rápido.
Entre otras cosas, hemos desconocido la técnica. Muchas veces en los trabajos hemos considerado que basta la buena fe o la buena voluntad, y nos hemos desentendido de la experiencia de la técnica. Y los hechos demuestran que hace falta esa experiencia, que hace falta esa técnica. Puede haber un individuo que no se deba tener de administrador pero que, sin embargo, conozca. Bien, no se tenga de administrador, pero utilícese sus servicios de una manera o de otra, porque sabe, porque conoce, porque tiene experiencia.
En definitiva, volviendo a la idea de que la dificultad fundamental estaba en la cuestión de las escaseces, es decir que hay una mayor capacidad de adquisición que capacidad de producción y, claro, origina toda esa serie de problemitas, de conflictos, de dificultades. Entonces viene el pillo, el truco; entonces se arman una serie de problemas tremendos. Nosotros podemos organizar mejor lo que hay, distribuir mejor lo que hay; lo que no podemos hacer es distribuir lo que no hay.
La queja que se refiera a la distribución deficiente, debe atenderse y debe superarse. Cuando hay esta escasez, una distribución deficiente agrava el mal. Eso es un problema que hay que resolverlo a nivel nacional, a nivel local, provincial, y a nivel municipal, porque a veces si un pueblecito se queda sin algo, pues cualquier deficiencia la paga todo el pueblo.
Pero en esta cosa de los abastecimientos, la Revolución debe hacer lo más posible por superar las deficiencias en la distribución y distribuir lo que hay, bien. Pero la solución del problema no está fundamentalmente en la distribución, sino en la producción, ¡en la producción! (APLAUSOS.) Ahí es donde está la clave de la cuestión: el problema no se resuelve fajándose las amas de casa porque les toque un pedacito más; el problema consiste en llevar todo lo necesario para que se satisfagan esas necesidades. Ahí es donde está el problema: en la producción. Y nosotros tenemos en nuestras manos los recursos. Ya las tierras no son de los latifundistas tales y más cuales; las tiene el pueblo a su servicio. Hay que usar bien esos recursos, debemos superar nuestras deficiencias en el aprovechamiento de los recursos.
Y ahí es donde está nuestro problema, al que yo me refería, nuestras deficiencias en usar correctamente todos los recursos con que contamos. Porque si, efectivamente, hubiésemos utilizado mejor todos los recursos con que hemos contado, habríamos tenido menos dificultades.
Quiero hablar de otra de las causas de nuestras dificultades un poco más adelante. Pero habríamos tenido mucho mejor situación si hubiésemos sabido usar nuestros recursos con más eficiencia. Ese es uno de los problemas que tenemos inmediato. Un problema inmediato que tiene la Revolución y que se propone la Revolución, es usar los recursos que tiene mucho mejor, y en ese sentido viene dando una serie de pasos.
Los pasos que estamos dando consisten en sustituir a aquellos compañeros que no dan la talla (APLAUSOS). Y estamos trabajando así en todos los frentes muy seriamente, desde hace semanas, despacio pero seguro, sobre todo en lo que se refiere a la producción agropecuaria y pesquera. También en eso pues hubiéramos podido tener muchos más recursos si hubiésemos trabajado mejor (APLAUSOS). El trabajo con las cooperativas ha sido malo, con las cooperativas pesqueras, me estoy refiriendo; todavía no he hablado de las de caña. Y con las de caña ha sido deficiente también, ¡para que lo sepan también! Pero en la de pesca: discursos, discursos y discursos, y una serie de deficiencias, que las vamos a superar inmediatamente. Y por eso el día 28 tenemos una reunión con dos delegados de cada una de las cooperativas pesqueras. Ustedes verán cómo vamos a aumentar la producción de pesca en pocos meses (APLAUSOS), y cómo vamos a aumentar la pesca. De manera que para fines del año que viene la producción va a ser mucho más considerable; ya desde este año, desde luego, pero es posible que se duplique, y puede llegar a más todavía. Pero vamos a esperar los hechos, es una riqueza fantástica.
Somos pescadores de plataforma —una plataforma agotada—, somos pescadores de bote; no salimos mar afuera a buscar los peces en las cantidades que el mar ofrece. Baste decir que 100 barcos de 75 pies podrían producir mucho más pescado, tripulados por 900 hombres, lo que hoy se produce en todos los barcos, donde trabajan 14 000 pescadores.
Hay el problema de pescadores que dejaron la pesca y se fueron a trabajar a obras públicas; dejaron la pesca por trabajar en obras públicas. Hay que llevar a esos pescadores otra vez al mar, darles estímulo, darles incentivo. Nosotros nos vamos a reunir con ellos para discutir el problema; hay otros planes de producción que se están llevando seriamente, de aves, de cerdos.
Nosotros estamos confiados, porque nosotros sabemos los recursos que tenemos, lo que hay es que emplearlos bien, sacarles el máximo a esos recursos, aprovecharlos al máximo de una manera eficiente. Y en ese sentido está trabajando el gobierno revolucionario seriamente, y muy responsablemente viene dando pasos. Claro que los beneficios no se van a ver en pocas semanas, y quizás no se vean en pocos meses, pero no tardarán muchos meses en que se vean, porque ahí es donde está la solución, en la producción.
De inmediato, ¿cómo resolver los problemas? Dos fuentes: el máximo esfuerzo con lo que tenemos en este momento, la mejor distribución posible, y nuevos pedidos de artículos de consumo fundamentales, que se han solicitado a la Unión Soviética (APLAUSOS), y que la Unión Soviética ha accedido (APLAUSOS). Así que de inmediato tenemos que afrontar nuestras dificultades con lo que tenemos, utilizándolo bien, distribuyéndolo bien, y con más aprovisionamiento del exterior, más aprovisionamiento del exterior.
Pero la solución hay que buscarla en el aprovechamiento al máximo, de manera correcta y adecuada, de todo lo que tenemos ahora; ahí es donde está la solución fundamental. Claro está que no debe olvidarse que la administración pública debe superar todas las deficiencias que le queden todavía en la distribución, que tiene todavía deficiencias, y hay que superarlas. Se han tomado medidas, porque la comercialización tenía atosigados a los campesinos: “Que si me tiene que vender, que si no me tiene que vender”; era un procedimiento equivocado. Porque, luego, no podían vender, y si no les iban a comprar, se les quedaban los productos en el campo. Lo que se va a hacer con los campesinos es darles crédito, y cuando reciben los créditos, compromiso de vender una parte de los productos al organismo que les da el crédito, pero si quieren sacar un guanajo, una gallina, o lo otro, y venderlo, se les ha dado autorización para que lo hagan (APLAUSOS).
Porque aquí la cosa estaba: mataba uno un puerco y venía uno del Comité de Defensa y se lo llevaba preso; nadie había dicho en ninguna parte que por matar un puerco había que llevarse preso a nadie. Se autorizó, por eso, la matanza de cerdos al campesino para su consumo y para el de sus vecinos; se autorizó. Y esas cosas deben quedar muy claras, para que no haya gente sembrando el miedo por ahí y creando problemas.
Lo que sí se ha controlado mucho es la matanza del ganado. Pero, ¿por qué, señores? Claro que incluso al pequeño agricultor que tiene un ganado; se ha dividido por cuotas en la provincia, por cuotas. Si se autorizara a todo el mundo a matar el ganado, sacrificábamos la riqueza ganadera. Esa sería una irresponsabilidad que no puede hacer la Revolución.
Cuando se dice: “No se mate”, es porque queremos desarrollar nuestra riqueza ganadera, y poder resolver años más tarde, años más temprano, el problema, pero resolverlo definitivamente. No podemos resolver el problema matando el ganado (APLAUSOS). Y por eso en el ganado sí se ha establecido un control riguroso, dividiéndose cuota por provincia, porque si no, figúrense, nos exponemos a que se acabe la riqueza ganadera y que, además, no se garantice el abastecimiento de las ciudades. Por eso, no queda más remedio que el control riguroso de la matanza del ganado vacuno. Pero en las demás cosas, cerdos, aves, todo, facilidades al campesino para producir y para vender. Esa es la norma que se está siguiendo.
Pero ustedes habrán visto la gran cantidad de instalaciones que se están haciendo para la cría de aves. Pues bien, todos esos planes se van a impulsar seriamente y se están impulsando seriamente. Ahora bien, nosotros hemos tenido una dificultad seria; pero antes de eso, quiero hablar de lo siguiente sobre la caña. Ya que yo he aprovechado esta reunión cañera para hablar sobre otros temas, no quiero dejar de señalar sobre la caña, lo que ha ocurrido con la caña.
Cuando se produce la supresión de la cuota azucarera, la impresión que teníamos nosotros en el gobierno revolucionario era que iba a haber grandes dificultades para encontrar mercado. Y por eso, inclusive el año pasado se acordó cortar toda la caña y demoler ciertas áreas, que eran cañas que se quedaban sin cortar, y tierra sin aprovechar. Aquella impresión que tuvimos, y aquella orientación que se siguió, trajo dos consecuencias: una, crear un espíritu anticaña —ya ven la caña como una desgracia—; dos, la demolición, quizás, de las áreas que no debían haberse demolido, es decir, indiscriminada; el abandono de los regadíos en la caña, y el abandono en los cultivos de la caña.
¿Qué ocurrió después? Pues después nos encontramos ante la realidad de que tenía mercado toda el azúcar que pudiéramos producir, algo que no se pensó de ninguna manera, con la situación que nos creó el imperialismo, de supresión total de la cuota azucarera. Después se demostró que debido a nuestro intercambio con los países socialistas, ellos estaban en disposición de comprarnos grandes cantidades de azúcar, además de la que podíamos vender en el mercado mundial. De manera que la situación ha venido a ser, en este momento, tener más mercado que azúcar.
Bien, ¿qué significa esto? Primero: que ante esta nueva realidad, debemos tratar de producir lo que podamos producir de azúcar.
Desde luego, aquí hay ciertos intereses económicos y ciertos intereses sociales. La siembra exclusiva de caña tiene sus inconvenientes sociales, por el trabajo estacionario, por una serie de dificultades. La Revolución no debe abandonar su aspiración a la diversificación, desde luego, pero sí tiene que aspirar a producir la mayor cantidad posible de azúcar sin sacrificar esas aspiraciones, es decir, mejorando los cultivos, extrayendo más cantidad de azúcar por unidad territorial, utilizando los regadíos, los abonos. Y hay que trabajar, hay que trabajar en este sentido. Tenemos unas 100 000 caballerías de caña —de 90 000 a 100 000—, tenemos que sacar mucha más caña de esa misma extensión de tierra, por una parte; por otra, tenemos que seguir trabajando en las investigaciones cañeras para lograr aquellas variedades de caña de más productividad.
Así que hay que mejorar los cultivos, atenderlos bien, y, al mismo tiempo, mejorar nuestras variedades de caña. En ese camino tenemos que seguir. Y, sobre todo, hay que rectificar, hay que superar ese espíritu anticaña que se creó en nuestro país como consecuencia de la supresión de la cuota azucarera; ese espíritu anticaña que llevó a mirar con desprecio la caña, con indiferencia, no prestarle a la caña toda la atención debida.
En esto hemos tenido responsabilidad todos, porque en el momento en que se acordó cortar el año pasado toda la caña para no dejarla parada, y demoler la caña, nadie en absoluto tenía la menor idea de la situación que se presentaría más adelante, situación inesperada, realmente de que el azúcar podía encontrar mercado para toda la que nosotros fuésemos capaces de producir.
Nosotros debemos trazarnos la aspiración de llegar a producir hasta 7 millones de toneladas de azúcar por año. Es decir, hasta los límites que nos permita a nosotros tener una producción alta sin sacrificar otros renglones de la agricultura, sin sacrificar la diversificación de la agricultura, hasta esos límites.
Si el límite es siete y medio, pues siete y medio; la propia realidad nos dirá dónde está el límite del azúcar que podemos producir sin sacrificar otros renglones de la agricultura, sin sacrificar la diversidad agrícola.
Por eso, se están tomando medidas serias también con respecto a los cultivos que hay que hacer este año y el año que viene, y la política cañera que hay que seguir; se está trabajando muy coordinadamente entre los distintos organismos, administración, el INRA, Ministerio de Industrias, la Comisión Económica, todos los organismos que tienen interés en la caña, y los sindicatos y las cooperativas. Se está trabajando seriamente en ese sentido.
Ahora bien, es necesario que los compañeros que tienen que ver con la caña, se interesen por la caña, y que en las cooperativas se le dé mucho mejor cuidado a la caña, y se busquen los métodos adecuados para el cultivo de la caña y se fiscalice el trabajo, porque hay campos que no se limpiaron bien, se limpiaron las primeras cuatro carrileras y en el centro tenía hierba, no se había limpiado. Pues a ese administrador le han “tomado el pelo”, ese administrador no se ha ocupado de los cultivos, y hay que adoptar en las cooperativas los métodos adecuados para el cultivo de la caña y el control del trabajo, y que se le dé el máximo de cultivo.
Nosotros vamos a tener también otra reunión con delegaciones de todas las cooperativas, considerando la posibilidad de igualar el “statu quo” de la granja del pueblo y de la cooperativa cañera (APLAUSOS), porque en este momento son un híbrido de granja con cooperativa; también no se le ha dado el tratamiento adecuado. Vamos a tener una reunión con los cooperativistas cañeros, porque hay un problema y un trasiego de gente que se va de la cooperativa para la granja, y vamos a ver cómo igualamos el “statu quo” de la caña, del ganado, es decir, de todas las tierras socializadas, las tierras que están socializadas; es decir, las tierras de cooperativas y de granjas, de manera que tengan las mismas condiciones de trabajo las cooperativas y las granjas; si no, tiende el trabajador a ir de la cooperativa para la granja. Y en cierto sentido, se está notando un mejor trabajo en las granjas, porque las cooperativas no estaban funcionando eficientemente como tales cooperativas cañeras, puesto que no era la verdadera cooperativa. La verdadera cooperativa es la que se forma de la asociación de los pequeños agricultores, y estos eran latifundios cañeros con trabajadores agrícolas, de donde hubo administradores que ni se encargaron en toda su vida de reunir a los cooperativistas, ni tener una asamblea nunca. Los hubo (APLAUSOS).
Y, por otro lado, no tenían sindicato, no había sindicato porque eran cooperativas. ¿En dónde estaban? En una comisión que ni eran cooperativistas ni eran obreros. Y un proletariado bueno, bueno, como es ese proletariado que pasó a formar parte de las cooperativas, estaba sin sindicato, sin organización sindical.
Pues, ¿qué vamos a hacer? Esto lo vamos a discutir con los cooperativistas cañeros, los trabajadores de las cooperativas cañeras —donde luego había el problema de que este es cooperativista, este no es; unas diferencias tremendas, unos líos—, discutir con ellos esta orientación, la de asimilar el “statu quo” de los centros productores de caña con las granjas agropecuarias, es decir que tengan el mismo “statu quo”, y organizar ese proletariado agrícola, el de las fincas cañeras y el de las granjas del pueblo, que en conjunto hacen un proletariado de 250 000 trabajadores —entre los que trabajan en la caña y los que trabajan en los demás centros agropecuarios—, que constituye una fuerza social extraordinaria, formidable y que debemos organizarla bien. Significa para la Revolución Cubana una gran ventaja el poder contar en las tierras socializadas con 250 000 trabajadores, un proletariado agrícola de 250 000 trabajadores.
Esto quiere decir que al campo hay que prestarle una atención fundamental, a los centros de producción agropecuarios, a las asociaciones campesinas; al campo hay que prestarle atención fundamental y, sobre todo, a la organización sindical del campo (APLAUSOS).
Y, por eso, se ha acordado destinar recursos y destinar cuadros para la organización de ese gran proletariado que trabaja en los centros de producción cañera y en los demás centros de producción agropecuaria, y vamos a igualar al trabajador de la caña, de los centros cañeros, con el trabajador de las granjas del pueblo (APLAUSOS), lo cual queremos someter a la consideración de todos los trabajadores de los centros de producción cañera. De manera que esos 600 centros designen un delegado, escogido libremente en asamblea, para discutir todas las cuestiones que son de su interés, y discutir los pasos que se van a dar, y la organización sindical.
Al campo hay que prestarle la mayor atención, y hay que dedicar recursos y hay que dedicar cuadros a la organización de esa gran masa trabajadora del campo.
Nosotros consideramos que esta es una medida importante. Esto tiene que ver con nuestra organización, con nuestras deficiencias en el aprovechamiento de los recursos que tenemos. Sobre ese punto tenemos que trabajar muy seriamente, compañeros; en el trabajo político en esos centros agropecuarios, en la formación de cuadros de dirección de empresa agrícola, en la formación de mecánicos, en la formación de técnicos, en la formación de cuadros sindicales, en la formación de cuadros políticos; hay que trabajar seriamente.
Ahora bien, está el otro obstáculo, que es el imperialismo; desde luego que ya tenemos que contar con ese obstáculo largos años. Pero el imperialismo, el imperialismo no nos debe preocupar a nosotros, el imperialismo no podrá decidir los destinos de nuestro país. Para las agresiones del imperialismo, para eso tenemos nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias (APLAUSOS). Frente a esas tres cosas: frente al subdesarrollo que nos dejó el capitalismo, el desarrollo planificado de nuestra economía por los caminos del socialismo; frente a nuestras deficiencias en el aprovechamiento de los recursos que tenemos, un extraordinario trabajo de organización, que debemos hacer en todos los órdenes; y frente a las agresiones del imperialismo, las armas revolucionarias (APLAUSOS).
Hay un factor, que no es el imperialismo, ni es el subdesarrollo, ni son las deficiencias nuestras —con ese sí que no tenemos que ver, y, a pesar de todo, hay la manera de superarlo—, que es el problema de las lluvias. Nosotros no hemos querido hablar mucho de las lluvias, para que la gente no le empiece a echar la culpa a la sequía de todo; pero hoy estamos aquí analizando los problemas, y entonces este es uno de los problemas que tiene nuestra agricultura: el régimen de lluvias. Este es un país de pocos ríos, un país largo y estrecho, donde la mayor parte de las aguas se pierde en el mar rápidamente.
Aquí tenemos la estadística de las lluvias en los últimos 35 años, y el gráfico, y esto sirve para orientarnos; porque uno de los problemas que nos ha afectado seriamente es la sequía del año 1961, que ha sido una de las causas importantes del bajo rendimiento de la caña. Ha afectado la producción agropecuaria, el peso de la res, la producción de viandas, es decir que hemos tenido una sequía muy seria en el último año.
¿Qué demuestran estas estadísticas? Demuestran lo siguiente: que el período de seca y lluvia, tiene altibajos en nuestro país, y se manifiesta una constante, ciertos ciclos de seca, ciertos ciclos de lluvia. Y así tenemos, por ejemplo, año de 1927 fue un año de seca; año de 1928, año de seca. Volvió un año de seca, 1933; volvió un año de mucha seca, 1938; volvió un año de seca en 1944 y 1945; volvió año de seca, aunque no tan fuerte, 1951; volvió seca fuerte, 1955, 1956; y volvió seca fuerte, 1961. Es decir, cinco años después.
Ahora, ¿qué se observa en este gráfico? Que entre los períodos de seca y seca, transcurren de cinco a seis años aproximadamente, entre los períodos de seca y seca transcurren unos cinco o seis años. Fíjense, es interesante.
Ahora bien, se demuestra otra constante. Hay veces que el período dura dos años y otras veces que dura un año. En la gráfica se demuestra lo siguiente: período de 1927 y 1928, dos años de seca; después, 1933 un año; 1938, un año; 1944, comienzan dos años de seca; 1951, solo de seca; 1955 comienzan dos años. Si atendemos la gráfica, vemos que después de cada período de dos años hay uno o dos de un año. Así, después del período de dos años, de 1927 a 1928, vienen dos períodos de seca de un año, el de 1933 y el de 1938; después viene, período del año 1944-1945, dos años de seca, y vino uno en 1951; período de 1955 a 1956, dos años de seca, pudiera caber la esperanza de que hubiera sido un solo año, el de 1961.
Pero lo que están demostrando los tres primeros meses es que viene seco el año. Así que pudiera ocurrir que este período fuera de dos años, es decir, 1961 y 1962 seco también; pudiera ocurrir. Sin embargo, cabe también esperar la posibilidad de que sea un año; nunca ha habido más de dos, ¡nunca! Sea o no seco este año, sea o no seco 1962, no hay dudas de que de acuerdo con el gráfico de los últimos 35 años, por lo menos 1963, 1964, 1965 serán tres años de lluvia, de buen promedio de lluvia. Puede ser en vez de tres, cuatro; en vez de cuatro, cinco, según toda la gráfica. Nunca ha habido más de dos años. Así que lo que puede ocurrir es que suba, es decir, haya lluvia este año, puede ocurrir, y tengamos dos o tres años más, o que tengamos un año de seca, pero de todas maneras 1963, 1964, 1965, con seguridad absoluta, según demuestra todo en el índice gráfico, será de más lluvia.
¿Qué quiere decir eso? Que quizás tengamos otro año de seca. Eso no se puede asegurar, pero lo que sí se puede asegurar es que después de este período de seca, viene un período de cuatro a cinco años de buenas lluvias. Debemos saber esto para saber a qué atenernos.
Esta realidad, ¿qué demuestra? Que la Revolución tiene que trabajar y llevar a cabo un plan hidráulico (APLAUSOS). A ese fin ya se acordó la constitución de una comisión nacional, y se están poniendo en manos de esa comisión todos los recursos para llevar adelante ese plan. Ese plan hidráulico tiene que ser inmediato y otro de más largo plazo. Pero, además, la Unión Soviética nos va a mandar una comisión de los mejores técnicos de hidráulica de la Unión Soviética (APLAUSOS). Y no solo ha ofrecido el envío de esa comisión, que llegará pronto, para hacer todos los estudios necesarios, sino facilitarnos equipos, los equipos necesarios para llevar adelante ese plan hidráulico.
Esto quiere decir que vamos a disponer, después de este período de seca, de cuatro o cinco años para prepararnos, trabajando duramente de manera que en el próximo período de seca, para 1966 ó 1967, ya tengamos muchos mayores recursos hidráulicos que los que tenemos ahora, y podamos campear esos períodos de seca perfectamente bien.
Pero esos planes hidráulicos no son buenos solamente para la seca, sino también para las épocas de lluvia, porque puede llover mucho, pero no en el momento en que se necesita ni en la cantidad que se necesita. Una agricultura, mientras más dependa de las lluvias más es agricultura insegura, agricultura aventurera. Nosotros tenemos que proponernos, como plan ambicioso a largo alcance, que en el futuro no vaya a parar al mar una sola gota de agua de lluvia; que las recojamos todas, todas, y las almacenemos (APLAUSOS). Porque si resolvemos el problema del agua con un clima tan bueno como el nuestro, podemos sacar a nuestra tierra la mayor cantidad de producto, más que otros países, porque podemos en muchos casos hacer dos cosechas, y rotando los cultivos a veces hasta tres cosechas. ¿Qué se necesita? Agua, y no tener que estar esperando que llueva.
Debemos proponernos un ambicioso plan hidráulico, cuya meta final es que no se vaya al mar ni una gota de agua. Esto significa afrontar los problemas con la seriedad y con vistas a soluciones definitivas, que es como los trabajadores tienen que ver los problemas; no la solución de un año para otro, sino las soluciones definitivas para el país. Así tenemos que enfocar el problema de la caña, el problema de la pesca, el problema de las aguas, el problema de la producción agropecuaria, el problema de la industria. Es decir que todo se resume a que el pueblo trabajador de Cuba aproveche esta oportunidad en que tiene en sus manos su destino para utilizar sus recursos con la mayor eficiencia.
Mal que nos duela, compañeros... Y por lo menos entiendo que cuando se tiene una idea clara del porvenir, todo se hace con más entusiasmo, todo se lleva, cualquier peso, cualquier sacrificio, con más emoción. ¿Tenemos dificultades? Sí, pero esas son las dificultades presentes. En nuestras manos están todos los recursos. Este es un pueblo que tiene una naturaleza rica, cabemos aquí perfectamente, y cabemos muchos más de los que estamos; vamos a aprovechar todos estos recursos naturales. ¿Cuál es el deber de un pueblo que es libre, que es independiente, que es dueño de su destino? ¿Cuál es el deber de ese pueblo? Pues producir, aprovechar todos sus recursos en su propio beneficio.
Ya ven ustedes cómo estamos adelantando en educación, qué cantidad de técnicos vamos a tener en los años próximos. Eso significa que el pueblo tendrá más capacidad. ¡Cómo van los cursos de seguimiento y de superación técnica!
El problema del pueblo es elevar la productividad de su trabajo; elevar la productividad del trabajo, significa elevar la cantidad de bienes disponibles. Ahora, para elevar la productividad del trabajo se necesitan dos cosas: conocimientos técnicos e instrumentos de trabajo; dos cosas: conocimientos técnicos e instrumentos de trabajo. Para tener instrumentos de trabajo hay que comprarlos, desde luego; para comprarlos tienen que ser rentables las empresas. Las empresas deben dejar no solo el ahorro necesario para pagar la educación, las necesidades médicas, todas esas cosas, sino también para adquirir los instrumentos de trabajo.
Desde luego que nosotros hemos tenido la suerte de contar con ayuda exterior que nos permite recibir maquinarias y fábricas que vamos a pagar en el futuro; es decir que tenemos la ventaja de poder contar con la ayuda de los países amigos.
¿Qué significa estudio? Superación de la capacidad técnica. Es decir, el estudio nos da la capacidad técnica y las fábricas nos dan el instrumento de trabajo. Una fábrica nueva produce mucho más que una fábrica vieja; una fábrica de zapatos produce mucho más que el zapatero trabajando en un pequeño taller; una máquina de cortar caña corta mucho más que un obrero cañero. Para elevar la productividad del trabajo se necesitan conocimientos e instrumentos modernos de trabajo. No hay ningún misterio en eso.
Cuando la sociedad es capitalista, el conocimiento técnico y el instrumento moderno de trabajo sirven para enriquecer a los dueños de esos instrumentos, es decir, a los capitalistas. Cuando la sociedad es socialista, la capacidad técnica del obrero y la maquinaria moderna sirven para enriquecer a ese pueblo trabajador (APLAUSOS). Eso es más claro que el agua.
¿A quién enriquecía antes una fábrica moderna —vamos a suponer— de cerveza? Al señor Bacardí que, con el dinero que ganaba, iba y se construía otra fábrica en Puerto Rico, otra en México, otra en Brasil. Señores, y con el dinero que hoy se gane aquí con una fábrica moderna, se construirá otra fábrica aquí, o se construirá una escuela, o un hospital. Eso es más claro que el agua. Esa es la diferencia entre el régimen socialista y el régimen capitalista.
En el capitalismo el conocimiento técnico del obrero y el instrumento de trabajo sirven para enriquecer a la minoría, que es propietaria de esos instrumentos de trabajo. En el régimen socialista no hay contradicciones de clase, no hay intereses de clase contradictorios, es decir que todo lo que el obrero aprenda, todas las máquinas que el país adquiera, sirven para enriquecer al trabajador. Todavía, quedan sus parásitos por ahí, desde luego, en nuestra sociedad actual, pero eso irá desapareciendo, y llegará el día en que todo el pueblo sea trabajador. Pero, además de ser todo el pueblo trabajador, todo el pueblo dueño de su técnica, dueño de sus instrumentos de trabajo, todo lo que produzca será para él. Eso es una cosa clara, clarísima. Luego, ¿qué necesitamos? Comprender esto, organizarnos mucho mejor.
Y fíjense que los accionistas de la United Fruit Company, si un central funcionaba bien, o una finca cañera funcionaba bien, no es porque estuvieran allí los accionistas, sino porque seleccionaban los administradores, ¿comprenden ustedes? Luego es mentira que para que funcione bien una empresa, tenga que tener un dueño privado que esté ahí, porque los accionistas de la United Fruit nunca iban a visitar la finca de la United Fruit, pero exigían, buscaban buenos administradores y les exigían responsabilidades.
¿Qué necesita la Revolución socialista? ¿Qué necesita la administración socialista? Buenos administradores, buenos administradores que no van a trabajar para una sociedad privada por acciones, sino que van a trabajar para un pueblo, que es el dueño de esas propiedades; van a trabajar para la nación, para toda la población de nuestro país, para la población trabajadora. Y la población trabajadora necesita que los que administran sus propiedades, las propiedades de la nación trabajadora, sean buenos administradores. Y un administrador socialista no debe ser más malo que un administrador capitalista, porque, al fin y al cabo, no es lo mismo trabajar para un grupo de golosos y de parásitos que trabajar para su pueblo (APLAUSOS).
Al administrador capitalista lo paga la compañía privada por acciones; al administrador socialista lo paga el pueblo trabajador, que es el dueño de esas empresas. Luego, señores, hace falta el administrador socialista, y que el administrador socialista sea mejor que el administrador capitalista. Claro que el capitalista escogía su administrador, un tipo serio, que no se reía con nadie, que maltrataba a todo el mundo. En eso no se tiene que parecer el administrador socialista, no. El administrador socialista debe confundirse con sus obreros, tratarlos bien, recoger sus experiencias, ser afectuoso con ellos, no creerse distinto ni superior; pero, al mismo tiempo, exigir responsabilidad, cumplirla él, dar el ejemplo y, sobre todo, llevar las cuentas, compañeros, y llevar las cuentas de los costos.
Hace falta el administrador socialista, que debe ser superior al administrador capitalista. Los capitalistas buscaban sus administradores, ¿no? Pues bien, los trabajadores tienen que buscar los administradores (APLAUSOS); la nación trabajadora debe escoger, debe encontrar buenos administradores para sus bienes. Y no olviden esto: que hacen falta administradores socialistas para administrar los bienes de la nación trabajadora, porque el mal administrador, si es de la United Fruit, le hace un daño a la United Fruit: menos dividendo por acciones. El mal trabajador de la empresa nacionalizada le hace un daño a todo el pueblo. Y estas cosas debemos comprenderlas. El secreto está en encontrar la persona idónea para que dirija los trabajos, que tenga conciencia, que le cree al trabajador esa conciencia.
Porque, ¿qué ocurre? A veces hay un mal rendimiento en el trabajo; hay casos donde el trabajador, en la empresa que pertenece a la nación, está rindiendo menos de lo que rendía antes cuando tenía un mayoral arriba de él y la amenaza de botarlo del trabajo (APLAUSOS). Cuando era explotado por un terrateniente y había un mayoral que lo dejaba sin trabajo y lo dejaba pasando hambre, y lo obligaba como una cuestión de vida o muerte a producir, producía más que hoy cuando no hay ese mayoral ni hay esas condiciones.
¿Qué significa eso? Baja conciencia, baja conciencia política, falta de educación política. La fórmula del socialismo es: El que no trabaja no come (APLAUSOS). Y, señores, la sociedad socialista es un sistema tal, que el que se enferma, aunque se enferme lo mismo ocho días, nueve días, como era antes, que por 10 años, hay que ayudarlo y ayudar a su familia, porque no quedaría abandonado (APLAUSOS). Al enfermo, al inválido, hospitales, alimentos, las mejores medicinas, su ayuda, todo. La sociedad socialista debe garantizar a cada ciudadano contra todas las contingencias, contra la enfermedad, contra los riesgos de todo tipo; que sepa que si él muere sus hijos van a seguir estudiando, van a ser socorridos por todo el pueblo.
Ahora bien, en la sociedad socialista el vago no tiene derecho, en la sociedad socialista el que no quiera trabajar no debe comer (APLAUSOS), porque ese es un parásito que se recuesta del trabajo de los demás, ¡parásito! “Yo no trabajo, me pagan igual que al otro; trabaje o no trabaje, tengo asegurado el trabajo, no rindo.”
Repito: el régimen socialista debe garantizar al hombre contra todas las contingencias: enfermedad, muerte, seguridad para él, para su familia, para sus hijos. Contra lo único que no debe garantizar a nadie la sociedad socialista, es contra la vagancia (APLAUSOS). Garantizar al ciudadano contra todo, menos contra la vagancia. Ese es un principio de la sociedad socialista, y el vago no debe vivir del trabajo de los demás.
Ejemplo de vago, ese que señalaba Félix Torres, sí señor (APLAUSOS). Les voy a explicar. Nadie obligó a nadie a venir a cortar caña. Los trabajadores de la construcción quisieron contribuir y mandaron contingentes de trabajadores; se comprometieron a trabajar una hora más para suplir el contingente que mandaban a hacer la zafra; mandó varios miles el sector de la construcción, trabajando ellos una hora más, para pagarles los mismos salarios que estaban pagando en la construcción; como los salarios son distintos en la construcción, había a quien le tocaba hasta un salario de doce pesos, y venía a cortar caña con un salario de doce pesos, o de seis, o de cinco, el que tuviera, llegaba a una cooperativa con aquel sueldo. Y si ese señor que nadie lo obligó, que se ofreció voluntario, que sus compañeros están trabajando por él, trabajando por él una hora más todos los días para pagarle ese salario, si a lo que vino fue a cortar seis arrobas de caña, ese es un parásito y es un vago consumado (APLAUSOS).
Compañeros, y entiendo que los compañeros del sector de la construcción, cuando regresen estos contingentes, para que no paguen justos por pecadores —porque no todos han hecho lo mismo, ha habido algunos buenos, pero, en general, hay muchas quejas de ese contingente— que el sindicato de la construcción le pida a cada cual cuenta de las arrobas de caña que cortó (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE APROBACION). Asambleas en todos los centros de trabajo, asambleas en todos los centros de trabajo del sector de la construcción cuando regresen, para rendir cuentas; y el que haya estado cortando seis “arrobitas” de caña o haya estado “matando el tiempo”, que le apliquen el principio socialista de que el socialismo no garantiza la vagancia, que el que no trabaja no come y que lo traten como tal (APLAUSOS). Y le den el tratamiento de vago y le apliquen el principio de que “el que no trabaja no come”.
Debemos ir estos conceptos aclarándolos bien, porque el socialismo no significa caldo de cultivo del parasitismo, el capitalismo sí es caldo de cultivo del parasitismo, ¡pero el socialismo, no! Ni lo es ni lo puede ser. Y el que lo confundió cogió el camino equivocado y debe rectificar, porque el socialismo debe proteger contra el parasitismo; entiéndase bien, no es el enfermo, no es el inválido, a este le brinda el pueblo trabajador toda la ayuda, todo el apoyo, todo el socorro, todo, al vago no, al vago la fórmula del que no trabaja no come y ya tendrá que trabajar o morirse de hambre, ¿comprenden? (APLAUSOS.)
¿Y no creen ustedes, trabajadores, que es muy justo? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Y es muy lógico? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿Y que nadie debe vivir del trabajo de los demás? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) ¿Y que nadie tiene derecho a ser parásito? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) Pues estamos de acuerdo, absolutamente (APLAUSOS).
Esto es lo que nos está enseñando la vida, esto es lo que nos está enseñando la propia Revolución; esto es lo que vamos aprendiendo y cuando estas lecciones nos las hayamos aprendido bien y las apliquemos bien, ¡qué gran porvenir tendremos asegurado! ¡Qué infinitas riquezas podrá disfrutar nuestro pueblo! ¡Qué gran premio recibirá nuestra patria! ¡Qué grandes frutos cosecharán nuestros trabajadores! Porque la lógica más sencilla nos dice que esto es lo único que puede garantizar el progreso de un país, el bienestar de los trabajadores, la sociedad más justa, la sociedad más perfecta.
Conozcamos nuestras debilidades para superarlas, conozcamos nuestros vicios para superarlos, organicémonos mejor, aprovechemos a cabalidad nuestros recursos, estudiemos, preparémonos. Eso es lo que significa la Revolución, construir el futuro, sepamos construir ese futuro, que el derecho a construir ese futuro, lo sabremos defender.
Los hombres que cayeron ayer, los combatientes asesinados por el imperialismo, cayeron defendiendo ese derecho nuestro, los que cayeron en Girón, los que cayeron en las limpias del Escambray, los obreros que murieron desembarcando las armas del vapor “La Coubre”; los hombres que cayeron en la lucha contra la tiranía, dieron sus vidas para que nosotros tengamos ese derecho, para que nuestro pueblo trabajador tenga esa oportunidad, tenga ese derecho, debemos saberla aprovechar conscientemente.
Hagamos todo pensando y actuando como si cada uno de esos muertos fuesen hermanos de padre y madre, porque hermanos nuestros son, por nosotros se sacrificaron, por nuestro pueblo dieron sus vidas, no para que desperdiciemos esta oportunidad, no para que la utilicemos a medias, para que la sepamos aprovechar, la sepamos comprender, la sepamos defender contra los débiles, contra los ignorantes, contra los espíritus enclenques, contra los cobardes, contra los ratones, contra los gusanos (APLAUSOS).
¡Sepamos ser, sepamos ser revolucionarios, sepamos ser buenos ciudadanos, sepamos ser responsables, sepamos ser conscientes, sepamos ser fuertes, sepamos ser dignos hijos de este pueblo, sepamos ser dignos soldados de la patria en esta hora, sepamos ser dignos cubanos en este momento trascendental de nuestra historia! ¡pensemos en lo que nuestro país está haciendo, en la página que está escribiendo!
¡Grande es sí el enemigo, poderoso, grandes los obstáculos, pero para este pueblo nuestro no hay obstáculo invencible ni hay enemigo que pueda aplastarlo y el hecho de que el enemigo sea poderoso, servirá como las dificultades para hacernos más fuertes, para superarnos, para engrandecernos!
Si el enemigo es poderoso en sus recursos, en su agresión, en su maldad, ¡nosotros tenemos que ser más poderosos que él en nuestra dignidad, en nuestra fortaleza revolucionaria, en nuestra convicción, en nuestra fe, en nuestro valor! (APLAUSOS.) ¡No importa que el enemigo sea el imperio yanki, que nosotros sabemos ser el pueblo lo suficientemente grande que sabrá vencer frente a todas las agresiones de ese imperialismo! ¡No importa que ese enemigo sea poderoso, nuestro pueblo, en su moral, en su decisión y en su heroísmo es más grande y es más poderoso!
¡patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACION)