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Desde presidio. Tenemos por única divisa servir a Cuba

Fecha: 

00/08/2014

Fuente: 

Boletín Revolución No.40. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
En agosto de 1954, tras diez meses de reclusión en el presidio de Isla de Pinos, Fidel Castro le envía una carta a un amigo contándole acerca de cómo pasa sus días en prisión. Aunque separado del resto de los asaltantes al Moncada y sujeto aún al castigo impuesto meses atrás, en las últimas semanas las condiciones han cambiado sensiblemente. Así lo hace saber cuando escribe:  

Sigo aislado del resto de mis compañeros. Esto obedece sin duda al propósito de obstaculizar la preparación intelectual de jóvenes en quienes ellos ven los más irreconciliables adversarios de mañana. Han prohibido incluso el intercambio de libros entre ellos y yo. Por lo demás, estoy mejor. Trajeron a Raúl para acá. Comunicaron mi celda (que tú viste en Bohemia) [se refiere al artículo publicado en julio en esa revista] con otro departamento cuatro veces mayor y un patio grande, abierto desde las 7 a.m. hasta las 9 y 30 p.m. La limpieza corresponde al personal de la prisión, dormimos con la luz apagada, no tenemos recuentos ni formaciones en todo el día, nos levantamos a cualquier hora; mejoras estas que yo no pedí, desde luego. Agua abundante, luz eléctrica, comida, ropa limpia, y todo gratis […] No sé, sin embargo cuánto tiempo más estaremos en este “paraíso”.  

Independientemente de las duras condiciones del presidio, el optimismo de Fidel no decae. Desde su celda reflexiona y trabaja por el presente y el futuro de la causa revolucionaria. Así lo expresa en esa carta:  

Nuestra historia se acerca. Antes éramos un puñado, ahora tenemos que fundirnos con el pueblo. La táctica será distinta. Los que vean en nosotros un grupo se equivocan miserablemente. Ni mentalidad ni táctica de grupo serán jamás características nuestras. Ahora podré, además, dedicarme en cuerpo y alma a mi causa. Toda mi energía y todo mi tiempo me pertenecen para ella. Empezaré una vida nueva. Me propongo vencer todos los obstáculos y liberar cuantas batallas sean necesarias. Sobre todo veo más claro que nunca nuestro camino y nuestra meta. No he perdido el tiempo en la prisión estudiando, observando, analizando, planeando, forjando hombres. Sé dónde está lo mejor de Cuba y cómo buscarlo. Cuando empecé era yo solo; ahora somos muchos más.  

El 20 de agosto, Fidel responde la carta de un amigo y le confiesa:  

No quiero terminar sin decirte que estoy bien de salud, y que dedico casi todo el tiempo a estudiar y meditar. Actualmente estoy con mi hermano y tenemos una amplia celda que da a un ancho patio donde hay sol y fresco. La tranquilidad es absoluta. Como somos dos nada más y no vemos a nadie, ni siquiera notamos el movimiento de los demás presos. ¡Qué distinto de la tremenda agitación con que se vive en la calle! No creas, estoy seguro que más de una vez le echaré de menos, cuando salga, a las horas apacibles y de calma que muchas veces disfruto con placer. En la calle, ¡cuán difícil es aislarse un rato para leer un libro o pensar con sosiego!  

Pocos días antes, el 14 de agosto, Fidel da respuesta a una carta del periodista Luis Conte Agüero, quien le había planteado la necesidad de crear un movimiento cívico para enfrentar la dictadura. Luego de expresarle que coincide con él en algunas cuestiones, Fidel le precisa que ha dedicado mucho tiempo a meditar sobre este tema y ya ha elaborado un sinnúmero de ideas en torno a esa cuestión, basado en la experiencia de los últimos años. Y expone:  

Creo fundamentalmente que uno de los mayores obstáculos para la integración de semejante movimiento es el exceso de personalismos y ambiciones de grupos y caudillos; la dificultad de hacer que cada hombre de valor y prestigio ponga su persona al servicio de una causa, un vehículo, una ideología y una disciplina, despojándose de toda vanidad o aspiración. […] las páginas que más admiro de la Historia de Cuba, no son tanto las proezas de los campos de batalla, como aquella empresa gigantesca, heroica y callada de unir a los cubanos para la lucha. […] no albergo la menor ambición personal ni tampoco mis compañeros y que todos tenemos por única divisa servir a Cuba y hacer valedero el sacrificio de nuestros compañeros muertos. Cualquier paso en estos instantes, por supuesto, por su trascendencia debe ser discutido y aceptado con criterio mayoritario que equivale a unánime por parte de todos mis compañeros. La discusión y el cambio de opiniones con ellos se me dificultan mucho pero sin embargo mantenemos comunicación y les enviaré tu carta.  

No obstante, Fidel le expone sus dudas sobre la conveniencia de aportar ahora sus esfuerzos en la creación de esa organización, pues considera que solo después de producirse la libertad de los moncadistas, el trabajo será verdaderamente efectivo. Así argumenta sus palabras:  

En primer término yo debo organizar a los hombres del 26 de Julio y unir en irrompible haz a todos los combatientes, los del exilio, la prisión y la calle, que suman más de ochenta jóvenes envueltos en el mismo girón de historia y sacrificio. La importancia de tal núcleo humano perfectamente disciplinado, constituye un valor incalculable a los efectos de la formación de cuadros de lucha para la organización insurreccional o cívica. Desde luego que un gran movimiento cívico-político debe contar con la fuerza necesaria para conquistar el poder, lo mismo por vía pacífica como por vía revolucionaria, o corre de lo contrario el riesgo de que se lo arrebaten, como a la ortodoxia, a sólo dos meses de las elecciones.  

La tarea de unir a todos nuestros combatientes debe ser previa, puesto que sería muy lamentable, que la falta de una labor primaria de persuasión produjese considerables desprendimientos de nuestras filas. Por la experiencia adquirida en la etapa anterior al 26 de Julio puedo asegurarte que un joven probado y de confianza vale por mil y que la tarea quizás más ardua y de tiempo es encontrarlos de calidad y prepararlos para que su presencia inicial sea de impulso decisivo. Partiendo de lo que tenemos actualmente podemos multiplicar extraordinariamente nuestras fuerzas que quieren decir fuerzas dispuestas a unirse sólida y disciplinadamente a las demás fuerzas similares con las cuales formar el caudal necesario para batir el sistema político imperante. Quienes por sí solos se crean con los méritos necesarios estarán contribuyendo a una mayor atomización de las fuerzas morales y humanas de la nación y a perpetuar hábitos de lucha mezquinos e impotentes, indignos ya de un pueblo inteligente y capaz, con los cuales es imposible aplastar las fuerzas negativas y los intereses creados sólidamente unidos.  

El contenido de esta carta se convierte en una lección para la lucha revolucionaria. Fidel revela las tres condiciones que considera necesarias para lograr un movimiento cívico, cuando escribe:  

Condiciones que son indispensables para la integración de un verdadero movimiento cívico: ideología, disciplina y jefatura. Las tres son esenciales, pero la jefatura es básica. […] No puede organizarse un movimiento donde todo el mundo se crea con derecho a emitir declaraciones públicas sin consultar con nadie; ni puede esperarse nada de aquel que se integre por hombres anárquicos que a la primera discrepancia toman el sendero que estiman más conveniente, desgarrando y destruyendo el vehículo. El aparato de propaganda y de organización debe ser tal y tan poderoso que destruya implacablemente al que trate de crear tendencias, camarillas, cismas o alzarse contra el movimiento.  

Para concluir, Fidel define con objetividad cómo el programa que aglutine las fuerzas revolucionarias debe ser bien pensado y sustentado en la realidad:  

Las realidades de la política deben tomarse en consideración, es decir, tener bien puestos los pies sobre la tierra, pero sin sacrificar nunca la gran realidad de los principios.  

El programa debe abarcar amplia, concreta y valientemente los graves problemas económico-sociales que confronta el país, de modo que se pueda llevar a las masas un mensaje verdaderamente nuevo y prometedor. Sé que ni el mismo Dios pudo crear en un solo día todas las maravillas del mundo, pero desde el primer instante deben sentarse las bases que conduzcan a aquellos resultados. Sobre todo por una razón, Luis, nuestras energías no deben invertirse inútilmente, improvisando y amalgamando en vez de crear y fundar, cosa que todo no se venga abajo en la primera crisis, como ocurrió con la ortodoxia.