Lo que jamás podrá olvidarse (Segunda parte)
Cmdte.- ¿Su padre a qué edad murió?
Junko Watanabe.- Tiene 98 años, está vivo.
Me gustaría prometerles a ustedes, con el motivo de trasmitirles el sentimiento de mi hermano, quien ya murió, y para trasmitirles el mensaje que tienen todos los sobrevivientes, y para que la nueva generación trasmita a la generación siguiente nuestro testimonio, yo voy a seguir dando testimonios. Muchísimas gracias (Aplausos).
Cmdte.- Yo le ruego que me excusen si le hago algunas preguntas, porque es que tenemos interés en que se conozca todo lo que ella está narrando; y, desde luego, si no tiene objeción, nosotros retransmitiremos este encuentro a través de la televisión nacional (Aplausos). Tenemos mucho interés en que nuestra opinión pública conozca todo esto, no solo trasmitirlo aquí, trasmitirlo en otros países, hacerles llegar noticias del encuentro. Es de suma importancia que se conozca todo lo que allí ocurrió, independientemente de lo que se haya publicado, filmado, y todas las cosas nuevas que van apareciendo.
Yo le explicaré luego por qué hago algunas preguntas aparte de esas.
Ella contaba que estaba en una casa próxima, que estaba en el patio con el hermano, cuando se produce la explosión y una nube de polvo. Ella conoce, por otros que estaban conscientes en ese momento, qué tiempo tardó en llegar ese polvo sobre las personas que estaban allí.
Junko Watanabe.- Cerca de 30 minutos, pero es que no llovió en todas partes, sino hacia donde el viento arrastró la lluvia.
Cmdte.- La lluvia. Pero hubo lluvia y hubo unas cenizas.
Junko Watanabe.- Realmente la lluvia de cenizas no existió, sino ese polvo ligado con la lluvia fue lo que llegó hasta donde estaban ellos; no fue separado, fue algo solo, único, ligado con toda la suciedad y con todas las cosas que arrastró con él.
Cmdte.- ¿Y no había techo donde ella estaba, estaba en un patio?
Junko Watanabe.- Nosotros estábamos a 18 kilómetros del lugar donde cayó la bomba.
Cmdte.- ¡Dieciocho kilómetros!
Intérprete.- Dieciocho kilómetros.
Cmdte.- Eso le iba a preguntar, porque hay un puente, creo, que señalan como el punto, el blanco donde se lanzó la bomba. ¿Fue a 18 kilómetros?
¿Tus padres estaban bajo techo?
Junko Watanabe.- Mi mamá estaba con mi hermano menor cargado en la parte de afuera de la casa, y mi papá estaba en Hiroshima, que había trabajado y de noche se dirigía hacia la casa; pero, bueno, él lo recibió estando dentro de un edificio. Incluso, él vio el avión que daba vueltas por encima de Hiroshima.
Cmdte.- Antes de disparar. Correcto.
¿Y la madre resultó también quemada?
Junko Watanabe.- No. Realmente, donde estábamos nosotros, a 18 kilómetros del lugar, lo que recibimos fue toda esta cantidad de papeles quemados, esa ola, ese viento que llegó hasta nosotros; pero quemarse como tal, eso no lo tuvimos.
Si hubiésemos estado un poquito más cerca, o sea, cerca del epicentro, no creo que estuviésemos hoy aquí haciendo el cuento.
Cmdte.- Correcto.
Yo quería contarles que recientemente tuvimos la visita de un investigador muy prestigioso, que es profesor emérito de la Universidad de Rutgers, New Jersey, y es el autor de la teoría del invierno nuclear. Esto, a nuestro juicio, es de suma importancia, porque se relaciona con los peligros actuales que está enfrentando la humanidad, y hay muchas cosas que se desconocen.
Este profesor visitó nuestro país y en una reunión de científicos hizo una exposición excelente de su teoría, una teoría con mucho prestigio; es a mi juicio irrebatible, y está relacionada con las consecuencias de una guerra nuclear. No se refiere, propiamente, a la destrucción que ocasiona ―la cual sería enorme―, sino que analiza el peligro que significaría para la humanidad una guerra nuclear regional, ni siquiera una guerra global.
Parte del hecho actual, muy diferente del momento aquel en que se lanza la primera bomba nuclear. Toma en cuenta la situación, en este momento, en que existen 25 000 armas nucleares en el mundo. Imagino que muchos de ustedes conocen esos datos. El científico afirma que bastarían 100 explosiones nucleares y se produciría lo que él califica de invierno nuclear.
Fundamenta su teoría en una serie de investigaciones que han realizado científicos norteamericanos y científicos soviéticos antes de la desaparición de la URSS, sobre los efectos que produciría un número de armas nucleares que estallaran en una guerra. Ellos calcularon que unas 100 explosiones nucleares serían suficientes para liquidar la vida humana en el planeta, de modo que una guerra, por ejemplo, entre la India y Paquistán, con el número de armas que posee cada uno de ellos, sería suficiente para poner fin a nuestra especie.
A mí me parece que, aunque tal vez ustedes tengan suficientes noticias, nosotros podemos facilitarles una copia de la conferencia de Alan Robock ―es el nombre del profesor que la impartió aquí hace muy poco, fue en este mismo mes―, que contiene datos de gran valor, los cuales les servirían a ustedes para la divulgación de las consecuencias, no solo por el daño que ocasionaría; por supuesto, las armas actuales son mucho más poderosas, mucho más precisas, mucho más rápidas. El poder de las armas existentes equivale a cuatrocientas cuarenta mil veces la potencia de cualquiera de las dos bombas que lanzaron en Japón sobre Hiroshima o Nagasaki; probaron las dos, una a partir del uranio y otra a partir del plutonio. Ya todas esas tecnologías se dominan y las armas se usan con precisión total.
Los acuerdos que se han tomado entre las grandes potencias prácticamente carecen de valor, porque no se traducen en una real reducción de las armas.
A mí se me ocurre que si la organización de ustedes hace contacto con él, que es un hombre muy generoso, él podría ofrecerles una conferencia sobre este problema.
Yo le preguntaba sobre la neblina, porque él explica y demuestra que, como consecuencia de las explosiones nucleares, todo arde, la madera; todo lo que procede del petróleo, y otras muchas cosas, como él explicaba, arden y, mezcladas con la tierra, producen grandes concentraciones de polvo. Lo tiene todo estudiado: qué ocurriría si fueran dos o si fueran 10, si fueran 100, y tiene un límite. Esa nube de polvo se extendería por todo el mundo en un período de tiempo, creo que no mayor de tres semanas, y la temperatura bajaría por debajo del punto de congelación. Bueno, implica, por ejemplo, una noche de meses, que no permite el cruce de la luz solar. Desaparece la producción de alimentos y las consecuencias son horribles; más de 6 000 millones de personas se quedarían sin alimentos, además del frío.
Yo le hice una pregunta cuando él terminó la exposición de una hora, con mapas, con gráficos; han estudiado todos los efectos de las erupciones de los volcanes; han estudiado cómo se extiende el polvo cada vez que ocurre una. Incluso, uno reciente en Islandia, en Europa, creó problemas muy serios. Han estudiado igualmente los grandes incendios que han ocurrido de manera natural, o como consecuencia de guerra o accidente. Yo le pregunto: “¿Cuántas personas en el mundo conocen esa información que usted está brindando?” Dice: “Casi nadie.” Le digo: “Y en su propio país, ¿cuántas personas lo conocen?” Me dijo: “Muy pocas.” Digo: “¿Y cómo puede explicarse ese fenómeno?” Le añadí, además: “A lo mejor hay que estudiarlo, buscar especialistas en psicología y en otras ramas para encontrarle una explicación a ese fenómeno”, y él me dijo entonces: “Tengo una respuesta: eso se llama estado de negación.” Él razonaba que cuando podían ocurrir cosas horribles, la gente rechazaba la idea de creerlas posibles.
A esa explicación que él da se le pudiera sumar otra, que está relacionada con los medios de información, el monopolio de los medios de información. Las cosas que suceden en el mundo, a pesar de los medios modernos que existen, radio, televisión, las filmaciones son manejadas de la forma que las noticias se suceden, pero no se explican, y realmente muchas de las más importantes que existen en el mundo no se conocen, o se dan noticias y no se analizan. Sobre eso hay libros muy importantes, sobre el monopolio de los medios de información; la verdad está secuestrada, no se conoce. Son dos fenómenos.
Yo le explicaba que nosotros no éramos pesimistas sobre la posibilidad de crear una conciencia. Yo les digo: se puede crear o no una conciencia. Desde luego, si las masas no saben leer y escribir no puede ni siquiera intentarse; si la sociedad tiene un nivel de conocimientos como lo tiene la sociedad japonesa, entonces con los propios medios de divulgación, no solo por escrito, sino con la palabra, con las imágenes, con la música, con otras muchas manifestaciones, se puede crear una conciencia hoy.
Les digo que ese era el caso de Cuba. Si la gente no sabía leer y escribir... ¿Qué puede hacer una persona que no sepa leer ni escribir? Si alcanzan o no un sexto grado, si se gradúan o no de bachiller, si cientos de miles realizan estudios universitarios, si tienen buenos profesores, se producen fenómenos diferentes. La Revolución no se ha defendido con la fuerza, se ha defendido con los conocimientos, con la conciencia. ¿Cómo podía un país pequeño, como Cuba, resistir 50 años de bloqueo y de hostigamiento? Creían que podían rendir el país, o que podían engañarlo, pero no pudieron. Era, a mi juicio, una demostración de que se puede formar una conciencia, porque si renunciamos a la idea de que la conciencia pueda crearse, entonces, ¿qué sería del trabajo de ustedes? Porque ustedes están recorriendo el mundo y explicando, llevando a las personas que conocieron de cerca eso, y contando hechos que son desgarradores, realmente. Y me explico todavía mejor lo que ustedes están realizando, porque lo están sintiendo, y están llevando personas que lo vivieron, y tienen las imágenes, tienen muchas cosas.
Yo estuve en Hiroshima. Visité el museo. Todo me lo explicaron allí: lo que resistió, lo que no resistió; y una de las imágenes tremendas de la tragedia humana era la estampa de los niños que no habían nacido todavía, madres gestantes a las que faltaba un mes, dos meses, tres meses, esas imágenes han quedado estampadas allí, y son de un gran impacto, y pienso que hay material para lograrlo. Yo diría que hoy hay mucha más conciencia; pero hace falta mucha más. Y el hecho real es que hoy toda la humanidad está amenazada de algo tan horrible como lo que ustedes han contado, e incluso más horrible todavía, porque lo hemos escuchado de las personas que estaban en el área de la primera bomba, el dolor por las personas que murieron, las personas que fueron quemadas, que fueron lesionadas o fueron irradiadas y han vivido más de 50 años. Hace en realidad 65 años de que se produjeron aquellas explosiones, y hoy miles de ellas más poderosas y precisas amenazan la humanidad.
El científico afirma la teoría de que, mientras más armas nucleares posea un país, menos posibilidades de paz y seguridad tendrá. Él es partidario de que se liquiden todas las armas nucleares. Yo voy un poco más lejos. Pienso que si se liquidan las amas nucleares y no se liquidan las armas convencionales, es casi igual.
El poder destructivo de tales armas convencionales es hoy enorme. Una bomba con fragmentos de tungsteno, portada en una pesada ojiva, sin uso de energía nuclear, adquiere velocidad en el espacio de 25 000 kilómetros por hora, más de 20 veces la velocidad del sonido; desciende luego a no menos de 20 000 kilómetros. Toda un área de lo que está debajo es absolutamente destruida. No queda puesto de mando, no queda gobierno, no queda nada del objetivo señalado. Eso se ha publicado, se ha explicado. La guerra mundial pasada costó 50 millones de vidas, víctimas de armas convencionales, sin incluir las víctimas y el daño humano de las dos bombas nucleares, que ocasionaron más de 150 mil muertes y un número superior de personas que sufrieron quemaduras, irradiación y otros muchos daños. La destrucción, el hambre, las enfermedades, afectaron a gran parte del mundo en aquella guerra. Si se produjera otra guerra mundial, sería la última, no puede haber otra.
El mismo Einstein lo dijo, que no sabría cómo sería otra guerra mundial en la era atómica; pero que la siguiente sería con arcos y flechas.
Yo había traído una carta que me envió Robock, el mencionado científico, en respuesta a una pregunta que le hice cuando él ya estaba en el aeropuerto de regreso a su país. En su conferencia había trasmitido unos datos sobre el planeta Marte; me comuniqué por teléfono y le pregunté dónde podía obtener más datos sobre ese planeta. Él me explicó que Marte tenía atmósfera, algo que dado su poco grosor yo ignoraba. Me prometió enviar información.
Dos o tres días más tarde la envió.
“Marte posee una atmósfera mucho menos espesa que la de la Tierra, con solo un 7% de aire... Equivale a la densidad del aire de la Tierra a 21 kilómetros de altura.”
“La atmósfera marciana ―añade― está compuesta, casi en su totalidad, por dióxido de carbono.”
Lo informado se relaciona con lo que estamos hablando: los efectos de las explosiones nucleares. Las consecuencias sobre el clima. ¿Qué se ha dicho del medio ambiente? ¿Qué se ha dicho del cambio climático? ¿Es que no existe ese grave problema? ¿Es que no se ha investigado? ¿Es que no existe una prestigiosa película elaborada con la cooperación de los más eminentes científicos sobre el cambio climático, sus efectos en las lluvias, la economía y la vida de los seres humanos? Eso está estudiado como un segundo problema en el cambio climático. Es decir, no hay que esperar que haya una guerra nuclear para que la vida desaparezca en el planeta. Así como les estoy diciendo, para que la vida desaparezca en el planeta.
La economía y la vida de las naciones se basan hoy en el consumo de materias primas no renovables, entre otras, la más importante, el petróleo, una materia prima que se consume a ritmo de casi 100 millones de barriles diarios.
Tómese en cuenta que el petróleo tardó cientos de millones de años en formarse a partir de materia viva.
Alrededor de 400 millones de años fue lo que se requirió para que se formara el petróleo, el gas y el carbón. ¿En qué tiempo el hombre está gastando el petróleo que la naturaleza acumuló durante 400 millones de años? En apenas 130 años los seres humanos han gastado ya más de la mitad de ese combustible, cuyo consumo además tiene efectos tremendos en el medio ambiente. Dióxido de carbono, que tanto abunda en la atmósfera de Marte, es precisamente lo que produce el consumo de petróleo. Son factores que la humanidad debe conocer, enfrentar y resolver. Es el precio de su existencia.
La población humana no puede crecer ilimitadamente, ya que el planeta donde surgimos y vivimos tiene límites. Se calcula, si mal no recuerdo, que para el año 2050 la población alcanzará la cifra de más de 9 000 mil millones de habitantes. Hace sólo 200 años apenas alcanzaba los mil millones. Las consecuencias que eso tiene con relación al agua, a los alimentos, a la energía y a las materias primas son realmente extraordinarias.
Japón es país de bastante limitada superficie para su población, hoy se acerca ya a 130 millones de habitantes, tengo entendido; se afirma que es la nación de mayor promedio de vida y portadora de una elevada cultura, y que su población se estabilizará en algo más de 100 millones de personas. Luego es posible alcanzar la estabilidad de la población.
Un país vecino de ustedes, China, aplica una rigurosa política de población; si no hubiese adoptado esa política, hoy en China habría alrededor de 3 000 millones de habitantes. Entre China y la India poseen casi la mitad de los habitantes del planeta.
Son realidades. Las personas deben tener el valor de enfrentar las realidades, de conocerlas, como están haciendo ustedes con relación a las terribles consecuencias de las explosiones nucleares. Los que nazcan deben tener condiciones indispensables, disfrutar de una vida natural y tan plena como sea posible. No es lo que está ocurriendo. Mueren cada año alrededor de 8 o 10 millones a consecuencia del hambre y de la falta de atención médica. ¿Quiénes hablan de eso? Algunos científicos y algunos políticos. De tales noticias apenas se habla; a las grandes transnacionales no les interesa el tema.
Yo sé que ustedes, en este propio viaje, nos solicitaron que enviáramos un médico con experiencia internacionalista, no alguien que estuviera pensando serlo. De esos mismos médicos cubanos, hay miles de ellos en numerosos países. Ustedes se asombrarían seguramente si conocieran lo que, por ejemplo, nuestro pequeño país puede hacer por otros pueblos. No se trata de tareas irrealizables lo que sostengo.
Matsumi Matsumura.- Comandante, mire, lo que le quería comentar por nuestra parte, que usted mencionó al internacionalista...
Cmdte.- ¿Y está aquí?
Matsumi Matsumura.- Sí.
Cmdte.- ¿Dónde está? Puede levantar la mano.
Deja ver si te veo mejor.
Me dijeron que estuviste en Haití, ¿no?
Matsumi Matsumura.- El señor Dr. Liván Torero, que él trabajó mucho para la gente de Haití después del terremoto y lo hemos invitado al barco de la paz para que nos dé su experiencia allá en Haití. Y también a su lado tenemos a José Ramón, el bailarín de salsa, que para nosotros es muy importante conocer su cultura; creo que es un baile tradicional y nosotros hemos aprendido mucho sobre la salsa.
De verdad, muchísimas gracias por ofrecernos esta invitación. Muchísimas gracias, Comandante (Aplausos).
Cmdte.- Lo felicito, y muchas gracias. Lo mencioné porque sé la tarea que están haciendo e iba a citar el caso de Haití como una prueba de lo que puede la conciencia.
En la propia Bolivia hay casi 2 000 médicos, están en muchos lugares. En Ecuador, que tiene 15 millones de habitantes, están ayudando a indagar y prestar atención a todos aquellos que por problemas genéticos o de otra índole son inválidos, nacieron ciegos o nacieron sin poder oír. Al no poder oír un niño, se vuelve mudo; si no conoce los sonidos no puede emitirlos. Muchos problemas tienen solución con un equipito, con ponerles un audífono podrían hablar y comunicarse.
Si nacen ciegos y sordos es una situación más complicada. ¿Cómo será la vida de una persona ciega y sordomuda, que nunca ha oído y nunca vio?
Conozco los resultados del implante coclear y cómo aprenden a oír, hablar, escuchar la música y conocer el mundo; sus vidas cambian.
Creo que la sociedad debe hacer conocer a los padres, tratar de advertir los riesgos; que en determinados casos, no debieran tener descendientes. Considero que cada ser humano que nazca debe venir al mundo con toda su potencialidad. Si por alguna razón nacen con deficiencias vitales no hereditarias, hay que hacer todo lo posible para enriquecer la vida de esas personas. Los que no puedan ser alimentados realmente, los que no puedan ser educados, los que no puedan tener una vida normal, una vida que valga la pena vivir, no deben ser concebidos, sencillamente.
Comprendo que no todos pueden pensar exactamente igual, hay influencias religiosas, yo respeto todo eso; pero estoy expresando con franqueza mi opinión y por qué. Para el género humano, en la actualidad, se trata, realmente, del famoso problema ser o no ser, si va a sobrevivir o no esta especie, que realmente bastante daño ha ocasionado a los demás seres vivos. Desde que surgió la especie humana lo trastornó todo, la inteligencia hasta ahora ha constituido una tragedia para la naturaleza, y con las armas nucleares pudiera llegar a crearse un problema tan grave como el de aquel famoso asteroide que cayó —dicen— en el istmo de Tehuantepec, en México, hace decenas de millones de años, y produjo un prolongado invierno.
Ninguna otra especie hizo eso, mantuvo el equilibrio con la naturaleza a lo largo de miles de millones de años, alrededor de 4 mil. El hombre es nuevo. Surgió hace menos de 200 000 años esta especie pensante ―lo de pensante yo diría que está por demostrar, si no demostrara que es capaz de sobrevivir. Excúsenme de que sea un poco duro con nuestras insensateces. Lo único demostrado hasta hoy, es que no existe la menor prueba de que haya sido precedida por otra.
En fin, todos estos problemas están combinados, y a mí me parece que deben asociarse para ganar la batalla que debe ser el objetivo de los seres humanos. Entonces tal vez muchas cosas maravillosas podrían crearse.
¿Cuánta gente bien preparada científicamente, cuántas eminencias tiene el mundo? El 80% de los ingenieros de Estados Unidos están dedicados a la esfera militar, a crear los medios y la ciencia para destruir y matar, en virtud de un sistema pérfido que los condujo a ese destino.
Nuestra aspiración es que las personas alcancen niveles intelectuales altos. Casualmente, cuando venía hacia acá, tomé un boletín de noticias y me encuentro con una de ellas, la cual señalaba que Cuba ocupaba el primer lugar del mundo en el porcentaje de estudiantes matriculados en los centros superiores de estudio. Venezuela ocupaba el quinto lugar; segundo, tercero y cuarto lo ocupaban la República de Corea, Finlandia, y Grecia; Estados Unidos estaba por detrás de nosotros en el sexto lugar.
Yo cité al médico, porque esos hombres y mujeres ―la mayoría son mujeres― están trabajando en Bolivia, en Nicaragua, en Venezuela, en muchos países del Tercer Mundo. Pero, ¿por qué? Me asombro: vienen, por ejemplo, de vacaciones 15 días y se desesperan por regresar a sus puestos de trabajo, les echan de menos a los pacientes; hay que oír a los pacientes cómo se expresan. Es un producto de la conciencia, eso no se compró en ningún lugar, no se hace por dinero.
La tarea que realizan los compañeros en Haití es un producto de la conciencia. Por eso me atrevo a hablar de la conciencia, porque he visto que la conciencia hizo posible la Revolución, hizo posible la resistencia, independientemente de las críticas que nos hagan o de los errores que podamos cometer, porque ninguna obra humana es perfecta. No tememos lo más mínimo a hablar de errores, porque lo que no tiene perdón es lo que se hace conscientemente en perjuicio de los demás.
No hay obra humana perfecta, pero creemos en ella, y si no creyéramos en ella, no estaríamos haciendo lo que estamos haciendo, y tampoco lo que ustedes tan noblemente están haciendo.
Lamento que les he tomado demasiado tiempo.
Prosigue mañana.
Fidel Castro Ruz
Septiembre 25 de 2010
12 y 14 p.m.